Mabel Gauto de Bellassai

Jesús, admirador de las mujeres

 

Presentación de la autora

 

Mabel Gauto nació el 23 de julio de 1958 en Asunción, Paraguay. En 1975 ingresa en la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables de la Universidad Nacional de Asunción.

En los primeros años de universidad inicia sus actividades pastorales, cuando por invitación de una compañera participa de un grupo de jóvenes universitarios en la Parroquia de la Santa Cruz, a cargo de los Padres Dominicos, donde comienza un camino de reflexión y formación en la fe. Su principal tarea pastoral durante varios años fue la Catequesis de niños de Primera Comunión en la Vicaría de San Juan María Vianney juntamente con otros universitarios.

Nos conocimos en esos años de trabajo con jóvenes universitarios, años llenos de reflexión, entrega generosa y cuestionamientos juveniles; poco después decidimos empezar juntos un camino de verificación de nuestra vocación matrimonial, buscando la voluntad de Dios en oración. Nos iniciamos entonces en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

A fines del año 82, terminó su Licenciatura en Ciencias Contables; y poco después, el 2 de enero de 1983, nos casamos.

Durante nuestra vida matrimonial tuvimos las dificultades normales de todas las parejas. Dificultades que la sociedad actual se empeña en negar, sometiendo a parejas incautas a la frustración y el fracaso. Muchas personas nos ayudaron, sacerdotes y matrimonios, y de ese modo fuimos saliendo adelante; lo que fue despertando en nosotros la vocación de servir a los laicos y en especial a las parejas.

Descubrimos juntos que este mundo androcéntrico, hecho desde y a la manera de los hombres, no ayuda a ser felices ni a mujeres ni a hombres, debido, entre otras cosas, a que cercena una parte esencial del ser humano, el aporte de la mujer. Fuimos apoyándonos mutuamente en un proceso de búsqueda de nuestra realización como personas, esposos y padres; y en ese camino, encontré, a través de ella, el mundo visto desde la mujer.

Inició sus estudio de teología en el año 1985, en el Instituto Superior de Teología de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, buscando una mayor comprensión y profundización de nuestra fe.

Durante sus estudios encontró una teología elaborada mayormente por hombres, y hombres célibes, que no responde adecuadamente a las necesidades del laico de hoy, y menos aún, a las necesidades de las mujeres. Esto fue dando una característica particular a nuestro trabajo pastoral con las parejas: ayudarles a realizarse como personas, desde su matrimonio, encontrando en su fe la respuesta a sus necesidades esenciales, traduciendo el lenguaje clerical en que está expresada, a un lenguaje laical.

Actualmente, nuestro trabajo pastoral lo desarrollamos a través del Departamento de Pastoral Familiar de la Arquidiócesis, como miembros del Servicio de Parejas Guías y principalmente, en el acompañamiento en “relación de ayuda” a matrimonios y parejas en conflictos. Mabel acompaña a mujeres casadas en Ejercicios Espirituales en la vida corriente; y desde hace un año se desempeña como Directora del Centro Laical “Ignacio Piraisÿ” de la Compañía de Jesús.

Estas reflexiones son el resultado de una experiencia de vida de mujer, de esposa, de madre de cinco hijos; de un proceso de descubrimiento de su propia humanidad desde el encuentro con otras mujeres, mujeres que sufren, gozan, aman, buscan, viven. Es el resultado de una vida de oración, en el silencio, silencio arrebatado con dificultad al ruidoso mundo de hoy; encontrándose con Dios en la búsqueda de su vocación de mujer.

De esa experiencia de vida y oración surge esta reflexión bíblica, cuya característica fundamental y novedosa es su visión ginecéntrica, desde la mujer, utilizando elementos aportados por la exégesis moderna, y sustentada en el estudio de importantes obras de teología de autores femeninos y masculinos.

Estoy seguro que esta obra será una contribución a las mujeres de hoy, ayudándolas a comprenderse a sí mismas, en sus necesidades y anhelos, descubriéndose dignas y amadas por Dios. Indudablemente, será también una importante ayuda a los hombres, para profundizar nuestra fe desde la sensibilidad femenina; y una contribución a nuestra Iglesia mostrándonos nuevas perspectivas de Jesús, admirador de las mujeres. 

Gerónimo Bellassai

 


 

INTRODUCCION

 

 

Los Laicos y la Biblia

 

La gran mayoría de los fieles católicos paraguayos empiezan a conocer la Biblia y los fundamentos de la fe católica en la catequesis de primera comunión, generalmente a la edad comprendida entre mueve y doce años. Luego de un paréntesis sacramental y catequético, a los quince años acceden a la catequesis de Confirmación, que dura unos dos años. Esto está bien definido, en especial en la Arquidiócesis de Asunción. Fuera de estos ciclos de formación sacramental inmediata, el bautizado católico paraguayo no tiene otro lugar de preparación y reflexión cristiana seria, que acompañe su vida, sus dudas y cuestionamientos con respuestas teológicas adecuadas y un acompañamiento espiritual profundo, de forma que lo ayude a vivir al Dios de Jesucristo en un proceso armónico e integrador de su vida desde su especificidad laical y su opción matrimonial. Por ello la vida cristiana de muchos fieles está reducida a meros ritos: misa de domingo, misas de difuntos, casamientos, bautismo, primera comunión, confirmación, Semana Santa y Navidad, misa de quince años...

 

Una pequeña minoría de fieles participan activamente de la vida de los Movimientos Católicos, donde tienen la posibilidad de reflexionar sobre su vida cristiana mediante la formación de pequeñas comunidades integradas por personas con intereses y estilos de vida más o menos homogéneos y que generalmente se da entre la población urbana y semiurbana.

 

Pero en unos y otros hay una situación que les caracteriza: el desconocimiento de la Biblia. Es difícil encontrar en el pueblo católico que sus fieles manejen de una manera adecuada y mucho menos como base fundamental para su reflexión y oración cristiana el libro de los Libros. A pesar de los esfuerzos que se hacen sigue siendo el gran libro desconocido.

 

Para la mayoría de los fieles, el Antiguo Testamento resulta tremendamente difícil de entender y comprender, así que mejor no nos metemos en problemas y lo dejamos a un lado. El Nuevo Testamento se maneja un poco más, de tanto asistir a las misas, en especial los Evangelios. Pero aun su comprensión está tan mitificada, tan desvirtuada, sacada de contexto y con numerosas expresiones incomprensibles para el oyente de hoy. Las cartas paulinas y las otras están casi en la misma situación del Antiguo Testamento.

 

Es una tarea urgente, imprescindible, enseñar a leer, a comprender, a reflexionar, a orar, con la Biblia. Que ésta se convierta en el libro de cabecera por excelencia de los católicos.

 

Entre los fieles católicos hay numerosos conceptos equivocados y tabúes que se manejan:

 

- Que la Biblia es muy difícil de entender.

- La Biblia sólo la pueden entender los sacerdotes y teólogos.

- Es una historia de Jesús.

- Los relatos que se cuentan todos sucedieron tal cual.

- Es un libro donde están todas las cosas permitidas y las no permitidas a los cristianos. Es como un libro de leyes.

- Está dicho cuándo será el fin del mundo (refiriéndose al Apocalipsis).

 

 

Propuestas

 

Ante este panorama que a veces me parece desolador propongo considerar un desafío pastoral:

 

• Preparar agentes de pastoral capaces de enseñar y transmitir el uso y manejo adecuado de la Biblia para la reflexión, oración y conocimiento personal y comunitario.

• Diferenciar el contexto histórico en el cual fueron escritos los numerosos libros y cartas del mensaje que se quiere transmitir.

• Desechar toda interpretación androcéntrica de la misma.

• Rescatar la figura femenina en la historia de salvación.

• Desclericalizar la lectura bíblica de manera que el laico encuentre en ella un mensaje liberador y no un mensaje que muchas veces tiene más carga moralista que liberadora y por tanto lejos de su realidad y necesidad profunda de libertad y vida.

• Desechar todo espiritualismo y concepciones mágicas acerca de su contenido y mensaje.

 

 En fin, acercar a hombres y mujeres al Dios de la Historia, personal y vivificante, que hace su compromiso y alianza en sus circunstancias concretas por más pobres y miserables que sean; o incapaz de salirse de sus egoísmos y ambiciones mezquinas.

 

Por tanto, tratando de colaborar con un granito de arena comparto más que nada un camino de reflexión desde mi ser como mujer que busca acercarse cada vez más al Dios de la Vida y del Amor en la cotidianeidad que me toca vivir, como esposa, amante, compañera, madre, amiga, hija, universitaria de clase media, agente de pastoral al servicio de la familia y de las parejas, compartiendo y anunciando al Dios de Jesucristo, con mis aciertos y desaciertos; muchas veces con fracasos y otras con alegrías y esperanzas. No trato de hacer exégesis bíblica, ni afirmaciones teológicas, sino poner en el papel una manera de reflexionar con ojos de mujer y descubrir a ese Jesús en medio nuestro y así hacer juntas el camino del Reino.

 


 

 

I - SITUACIÓN DE LAS MUJERES JUDÍAS

EN LA ÉPOCA DE JESÚS

 

 

I. 1. Mujeres vs. varones

 

En los tiempos de Jesús el trato entre hombres y mujeres era muy mal visto. Debían cumplirse ciertos requisitos o condiciones. Así, estaba prohibido a un hombre, que se preciara de ser respetable, saludar a una mujer sola por las calles. Las mujeres para salir de su casa, ya sea para ir al templo o simplemente de visita a un pariente debía llevar los dos velos: El que le cubría la cabeza y el que le cubría la cara, dejándose ver sólo los ojos.

 

Un hombre no podía entrar a casa de una mujer que se encontrara sola (o mujeres solas) como el caso de Marta y María. No se concebía la amistad entre varones y mujeres, ya que éstas eran motivo de pecado e impurezas. En caso de que un varón estuviese de visita en la casa, el papel que correspondía a la mujer era el de servirle y atender sus necesidades. Servir agua fresca, comida, pero de ninguna manera estar presente en la conversación que mantenían los hombres de la casa. Eso no correspondía a una señora.

 

En cuanto a la educación, las mujeres estaban excluidas de la enseñanza de la Torá (las Escrituras). Sólo los varones tenían acceso al aprendizaje de la lecto-escritura y de la Torá. Enseñar a una hija mujer a leer y escribir era considerado como darle un arma para que se vuelva, contra sus padres. A partir de los doce años empezaba el aprendizaje de las tareas domésticas para ser una buena ama de casa. La madre era la responsable de adiestrar a sus hijas mujeres para el buen desempeño y manejo del hogar y los hijos que llegara a tener en el futuro; mientras los hijos varones quedaban bajo la tutela del padre para el aprendizaje de algún oficio que le sirviera en el futuro para mantenerse él y su familia.

 

 

I. 2. Fariseos, prostitutas y adúlteras

 

Es ilustrativo conocer el papel que desempeñaban los fariseos en la sociedad judía para poder comprender el poder que ejercían sobre el judío común y en especial en su relación con las mujeres.

 

Los fariseos eran hombres de distintos estratos sociales, que llevados por un deseo genuino de fidelidad y cumplimiento de la Ley se entregaban al estudio de la misma y vivían en pequeñas comunidades cerradas de manera que no se contaminasen con las impurezas de los demás. Es un deseo genuino de acercarse a Dios y cumplir su Ley, pero que luego se desvía de lo fundamental - Dios- y la meta se pervierte: es el cumplimiento escrupuloso de la ley y todo aquel que así no lo hiciese será considerado impuro; por tanto, todas las desgracias o injusticias que se vivían en Israel eran por causa de la gente del pueblo que no era capaz de cumplir la Ley. Era el castigo de Dios sobre Israel.

 

 Escribas y fariseos, que "además de las obras comunes, rezaban varias veces al día, ayunaban dos veces por semana y practicaban obras de caridad. La santidad se definía para ellos en el orden del mérito objetivo y de la responsabilidad personal. Los fariseos siempre estaban dispuestos a desempeñar una función de arbitraje entre la masa ignorante y las autoridades. Ejercían una fuerte autoridad moral sobre el pueblo" [1].

 

Así, ellos vivían un cierto sentido de superioridad por sobre el pueblo pobre, ignorante, analfabeto y cada vez más degradado en su situación económica y social.

 

Entre la gente más despreciada estaban las prostitutas. Ya eran despreciadas por ser mujeres y encima pecadoras.

 

Para purificarse de sus pecados - impurezas legales- debían de cumplir una serie de rituales en el Templo y ofrecer sacrificios. Pero todo eso resultaba muy oneroso y, además, no podrían hacerlo con el dinero obtenido de su "trabajo" por ser dinero malhabido. Así que resultaba poco menos que imposible acceder a la pureza legal y al reconocimiento social y mucho menos al perdón.

 

Al estar en situación de impureza legal todo lo que tocara o estuviera en contacto con la impura quedará impuro, podríamos decir "contaminado".

 

Las mujeres según la "Ley" tendrían los mismos derechos, pero la ley de los rabinos permitía al hombre abandonar a la mujer por adulterio. Se impone una Ley que lleva a una doble moral. Castiga con la muerte a pedradas a una mujer adúltera, mientras que las sanciones son muy leves para el hombre que se encuentra en la misma situación.

 

Jesús, profundo conocedor de la Ley judía no teme discutir con fariseos y escribas acerca de la Ley que llegaron a divinizarla y las tradiciones rabínicas. Tomemos de Mc 7,20-23, una parte de la discusión de Jesús con fariseos y escribas venidos de Jerusalén acerca de las tradiciones farisaicas referente a la doctrina de lo puro y lo impuro:

 

Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.

Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.

 

 

I. 3. La situación de las viudas

 

Las mujeres al quedar viudas y sin hijos varones mayores que sobreviviesen al padre, quedaban en la más absoluta miseria, abandono social, económico y legal. Una mujer viuda no solo llora la desgracia de haber perdido al marido o al hijo varón, también llora su propia desgracia, llora el tremendo desamparo en que se encuentra. Pasa a ser una carga para la familia de sus padres, ya que pasará a vivir de nuevo con ellos, si es que todavía los tiene, mientras no contraiga nuevo matrimonio, o sea, aceptada por la familia del marido por la práctica del levirato.

 

La ley del levirato - "cuñado" - obligaba a uno de los hermanos superviviente que tome por esposa a la viuda y que el primogénito varón de este nuevo matrimonio sea considerado legalmente hijo del difunto. Pero hecha la ley hecha la trampa, como diríamos hoy los paraguayos, especialistas en transgredirlas. Podían sustraerse de esta obligación por diferentes motivos. "La razón esencial es la de perpetuar la descendencia "masculina", el "nombre", la "casa"... No es sólo un motivo sentimental, sino que es la expresión que se daba de los lazos de la sangre. Una razón concomitante es la de evitar el enajenamiento de los bienes de la familia [2].

 

En Ex. 22, 21-22 encontramos una ley moral y religiosa que dice lo siguiente:

No vejarás a la viuda ni al huérfano. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada.

 

En Deuteronomio 10, 17- 18; 14, 29; 27, 19 encontramos:

Porque Yahveh su Dios es el dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni admite soborno; que hace justicia al huérfano y a la viuda y ama al forastero a quien da pan y vestido.

 

Dt. 14, 28-29:

Cada tres años apartarás todos los diezmos de tus cosechas de ese año y los depositarás a tus puertas. Vendrán así el levita - ya que él no tiene parte ni heredad contigo - el forastero y la viuda que viven en tus ciudades, y comerán hasta hartarse. Y Yahveh tu Dios te bendecirá en todas las obras que emprendas.

 

Dt. 27, 19:

Maldito quien fuerza el derecho del forastero, el huérfano o la viuda.- Y todo el pueblo dirá: Amén.

 

En Isaías 1,17 y 23

Aprendan a hacer el bien,

busquen lo justo,

den sus derechos al oprimido,

hagan justicia al huérfano,

aboguen por la viuda.

Tus jefes revoltosos

y aliados con bandidos.

Cada cual ama el soborno

y va tras los regalos

Al huérfano no hacen justicia,

y el pleito de la viuda no llega hasta ellos.

 

Vemos en todos estos pasajes cómo Dios protege al huérfano y a la viuda que se encuentran entre las personas más desprotegidas social, económica y legalmente. Pasan a depender de la caridad pública. Y en el mejor de los casos son aceptadas por la ley del levirato para volver a formar parte de una familia. Para una mujer viuda ser rechazada por el cuñado era la peor deshonra que pudiera cometerse contra ella, ya que será la comidilla del pueblo.

 

 

I. 4. Mujeres puras e impuras

       Preceptos de pureza legal

 

Se tenía una larga lista de lo que se consideraba puro e impuro, respecto a los animales, las comidas, las relaciones varón - mujer, el cuerpo y sus funciones, especialmente el de la mujer, respecto a los cadáveres, a la relación con los enfermos. Encontramos que al estar en situación de impureza legal era poco menos que imposible acercarse a Dios, en especial para los pobres y oprimidos, ya que no conocían las intrincadas leyes de los rabinos, la mayoría de las veces por no saber leer y escribir y otras porque acceder al estado de pureza legal era tan costoso que sólo estaba al alcance de las clases más ricas y adineradas.

 

Pero remitiéndonos a la situación de la mujer, como pretendo en estas reflexiones, encontramos lo siguiente:

Mujer impura [3]

 

"El libro del Levítico nos presenta varias formas de "impureza".

 

a) La mujer está impura cuando tiene flujo de sangre, sea por su menstruación, sea por hemorragia. Por eso, quedará impura durante todo el tiempo en que tenga pérdida de sangre (Lev 15, 19-25). Además de eso quien la toque y todo lo que ella toque se vuelve impuro; su lecho y todo objeto en se siente se vuelve impuro (15,20); quien toque su lecho o los objetos tocados por ella se volverá impuro (15, 21-22); si un hombre tuviera relaciones con ella, quedará impuro durante siete días (15,24).

 

b) La mujer está impura cuando da a luz: durante 40 días si la criatura es varón; durante 80 días si es mujer. Durante ese período quedará apartada del santuario. Al cumplir el plazo hará su ofrenda y será purificada (Lev 12, 1-8).

 

c) El acto sexual vuelve impuros al hombre y a la mujer durante un día (15,18).

 

Estos hechos, directamente ligados a la vida de las mujeres, a su cuerpo, a la transmisión de la vida, son la realidad concreta de la vida de cada mujer, y no tiene cómo escapar de eso. La mujer es así. No puede ser diferente. La menstruación, el parto, la vida sexual forman parte de su condición de mujer. Sin embargo, todo eso es "impuro".

 

Ante esta situación de pureza e impureza legal, evidentemente las mujeres tenían poco o nada que hacer en lo mejores años de su vida. Los años de su juventud y de su adultez debía vivir con la carga de su relación de inferioridad frente a los demás y frente al varón. Era insostenible para una mujer cualquiera estar en constante atención a su estado de pureza o impureza, para poder así tener el respeto y reconocimiento de los demás y hasta el favor de Dios, según los maestros de la Ley y sumos sacerdotes.

 

Ella era considerada fuente de perdición y no de salvación. Obstáculo en la vida espiritual del varón.

 

"Y la situación se complicaba con la orden de quebrar las vasijas de barro cuando eran tocadas por la persona impura (Lev 25,12). Recordemos que los utensilios de barro eran típicos del pueblo más pobre, y quien más los usaba era la mujer, en el servicio doméstico. Así se añade el daño económico a la humillación. Para completar el cuadro, todos están obligados a denunciar el pecado de los otros, o cargarán con la misma falta (5,1). Con eso se rompe cualquier convivencia solidaria. Toda relación humana se envenena. Cualquiera puede ser un delator" [4].

 

Entendiendo esta situación de la mujer frente a lo religioso, lo social y la implicancia económica que esto traía podemos apreciar mejor el relato de Marcos y no sólo esto sino también el relato donde Lucas nos presenta la circuncisión de Jesús (Lc. 2, 21).

 

Jesús por ser varón debía cumplir con el rito de la circuncisión, pasará a pertenecer a los hijos de Israel y se purifica mediante este acto.

 

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice a la Ley del Señor (Lc 2, 22-24).

 

María, su madre, cuando cumple los cuarenta días según la Ley de Moisés, debe hacer el viaje al Templo de Jerusalén para presentar al niño y ser consagrado al Señor. Ella deberá ofrecer el sacrificio prescrito en la ley y para ello deberá comprar del mercado del Templo, con dinero del Templo, que será obtenido a través de los cambistas que operaban en sus alrededores. Como no disponían de mucho dinero, compró sólo un par de tórtolas, el sacrificio ofrecido por las mujeres pobres para quedar puras y poder participar del Templo y ser agradables a Dios según la ley de los rabinos.

 

¡Qué ironía! María, la madre del Salvador, obligada a cumplir con los ritos de la purificación para poder ser merecedora del favor de Dios.


 

 

Jesús y las mujeres en los evangelios

 

 

II - El Evangelio según Marcos

 

 

II. 1. Datos históricos

 

Éste es el primer evangelio conocido que la tradición nos atestigua y que fue escrito por Marcos discípulo de Pedro. No conoció ni siguió al Jesús de Galilea, pero sí estuvo al lado Pedro, quien siguió de cerca al Maestro y vivió con Él.

 

De Pedro escuchó todos los relatos acerca de la vida de Jesús y se afirma según investigaciones realizadas que lo habría escrito ya después de la muerte de Pedro.

 

El lugar donde lo escribió fue Roma y dirigido a cristianos del lugar en un momento de gran persecución. Se lo sitúa por el año 65.

 

Este evangelio sirvió de fuente a los evangelios que escribieron luego Mateo y Lucas. Es el más primitivo, sin mucha delicadeza literaria, pero con un valor teológico claro y bien llevado, con el ANUNCIO (kerygma) explícito, esperanzador y actual, y desde donde se lo mire siempre nos lleva a un punto fundamental de la fe en Jesucristo: la pasión, muerte y resurrección.

 

Por tanto, Marcos nos presenta a un Cristo viviente en medio nuestro, que siente el dolor, la alegría, el llanto, el fracaso, las tentaciones. Un Cristo que nos acompaña en medio de nuestras tristezas y angustias y que a pesar del fracaso y la desilusión viene el gran Acontecimiento: la Resurrección.

 

Él nos muestra a través de todo su evangelio cómo la muerte y resurrección están intrínsecamente en nuestra vida de cada día. Cómo la persecución, la incomprensión, el desaliento forman parte de la vida cotidiana y que la alegría, el amor, la esperanza van dando forma a la Resurrección. Que no hay muerte sin Resurrección. Que no se vive la Resurrección sin pasar por la muerte.

 

También en este evangelio como en los demás encontramos los siguientes relatos explícitos donde las mujeres y sus tareas forman parte de la vida de ese Jesús que camina bordeando el mar de Galilea, que toma de la mano a la suegra de Pedro, que tiene la mirada cargada de ira y el corazón apenado ante la insensibilidad de los fariseos, que fija una mirada amorosa sobre el joven rico, que abrazando a los niños pone sus manos sobre ellos bendiciéndoles.

 

Curación de la suegra de Simón 1, 29 -31.

Sobre la costura 2, 21.

El verdadero parentesco de Jesús 3, 31- 35.

Curación de la hemorroísa y resurrección de la hija de Jairo 5, 21-43.

Curación de la hija de una sirofenicia 7, 24-30.

El óbolo de la viuda 12, 41-44.

Unción en Betania 14, 3-9.

Las santas mujeres en el Calvario 15, 40-41.

Sepultura de Jesús 15, 47.

El sepulcro vacío 16, 1-8.

Apariciones de Jesús resucitado 16, 9-11.

 

 

II. 2. Curación de una hemorroísa

       (Mc 5, 25-34)

 

Entendiendo y comprendiendo estos conceptos y el marco histórico en que mujeres y varones se desenvolvían, nos resultará más comprensible el relato de Marcos acerca de la curación de una hemorroísa.

 

Cómo a través de este episodio nos lleva a descubrir el gran misterio de la vida en Dios que pasa de la muerte a la resurrección.

 

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años y que había sufrido mucho y con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: "Si logro tocar aunque sea sólo sus vestidos, me salvaré". Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: "¿Quién me ha tocado los vestidos?". Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ¿"Quién me ha tocado?". Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad".

 

Ahora nos ubicaremos en la piel de esta mujer que padecía flujo de sangre. Podemos imaginar de lejos la situación de incomodidad tremenda en la que vivía. No existían las toallas higiénicas desechables. En un mundo donde la ciencia médica sólo contaba con elementos y conocimientos rudimentarios, ella había gastado todos sus bienes. «Los procedimientos usuales eran una mezcla de superstición. El Talmud recoge muchas de estas prescripciones ridículas usadas precisamente para curar este tipo de enfermedad. Así se lee: "Tomad el peso de un denario de goma de Alejandría, el peso de un denario de azafrán de jardín; machacadlos juntos y dadlos con vino a la mujer hemorroísa". Si esto no da remedio, se le ofrecen otros procedimientos semejantes. Y llegan hasta darle gritos diciendo que está curada. También se menciona este procedimiento: "Se cavarán siete hoyos, en los cuales se quemarán sarmientos de viñas no podadas, y la mujer hemorroísa, teniendo en sus manos un vaso de vino, se sentará sucesivamente al borde de cada hoyo, y se le dirá, haciéndola levantar: "Cura de tu flujo". Y también se ponen en juego recetas en las que intervienen cenizas de huevo de avestruz o excrementos de animales. De esa primitiva curandería se llega a decir en el Talmud: "El mejor médico está destinado al infierno" [5].

 

 Con esta afirmación podemos darnos cuenta de que no era una mujer pobre. A causa de su enfermedad como mujer, había perdido no sólo sus bienes materiales, sino también sus afectos, separada de su familia, de sus seres queridos a causa de su impureza. En estas circunstancias era imposible relacionarse con ella, ya que todo y todos los que estuvieran en contacto con ella se volvían impuros.

 

Iba de mal en peor, iba consumiéndose lentamente por la enfermedad física y psicológica, que va adquiriendo un cariz neurótico. Dejar de ser persona, sentir que la vida se le escapaba como agua entre los dedos. Excluida de entre los suyos, excluida de la sociedad, excluida del Templo. Una mujer indigna del Dios de los rabinos.

 

Pero todavía vibraba en su espíritu el deseo de sentirse amada, de vivir su vida al lado de los que amaba, de volver a ser una señora.

 

Es esto lo que la salva. Su fe en que ése de quien tanto oyó hablar le devolvería a la vida.

 

Ella se abre paso entre la multitud desafiando toda regla convencional, toda la Ley de Moisés. No le importa si los demás quedarán impuros a causa de su sola presencia en medio de aquel gentío. Su fe era tan grande que estaba segura de que sólo sería necesario tocar el manto de Jesús y se salvaría. No se atrevía a molestarlo ni siquiera con una palabra.

 

Así lo hizo y sucedió el milagro de la vida. Vuelve a nacer. Siente que la vida corre a borbotones por su cuerpo. El cuerpo físico y su espíritu se regeneran. Todo mal desapareció. Vuelve a ser libre, dueña de sí misma, perteneciente a un pueblo, a una familia, digna de la mirada del Dios de Israel.

 

Pero es interesante notar la actitud de los discípulos. Una actitud egoísta. Un sentido de superioridad frente a la masa que seguía a Jesús y lo escuchaba. Cuando él les pregunta quién le ha tocado, ellos le responden, quizás ya nerviosos, con una ironía tan grande para darle a entender lo ridícula de su pregunta:

 

Estás viendo que la gente te oprime, y preguntas: ¿"Quién me ha tocado?"

 

A todas luces era una pregunta tonta. Pero aun en medio de aquel gentío él sintió que alguien lo tocó de una manera especial; no fue el apretujón de la gente, ni la curiosidad de esa multitud. Sintió que era un gesto lleno de esperanza, de delicadeza, de fe.

 

Jesús la busca y la encuentra. Mientras ella toda temblorosa le cuenta su vida en una entrega total; sus impurezas, su pecado. Él sólo la mira con cariño para decirle: Hija, tu fe te ha salvado.

 

Es el Dios de la Vida. El Dios Amor. Da lo que ES y cumple su promesa una vez más. Nos devuelve la vida, el gozo pleno, rescatándonos de las garras de la muerte.

 

No podemos menos que maravillarnos de este relato de Marcos. Jesús rompe con todos los convencionalismos, las reglas, para ponerlas al servicio de las personas. La ley es para el hombre y no el hombre para la ley.

 

 

II. 3. El óbolo de la viuda

(Mc 12,41-44)

 

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús, entonces, llamó la atención de sus discípulos y les dijo: "En verdad que esta viuda pobre ha echado más de los que todos echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir".

 

En el Templo había un lugar destinado a la recolección del dinero. Era un recipiente especial hecho en metal dentro del cual se echaba el dinero que en aquella época era fabricado en forma de monedas y de acuerdo a su valor en oro, plata, u otro metal menos valioso. Por tanto, al echarlos, por el ruido que producían, se podía saber si la persona echó muchas o pocas monedas de más o menos valor.

 

La gente con prestigio o poder cuidaba el detalle del ruido que producía su dinero al ser echado en el arca del Tesoro, ya que eso mantenía su prestigio y su superioridad sobre los demás, en especial sobre los más pobres e ignorantes, y así quedaba bien clara la brecha entre ellos y esa gente.

 

Jesús que vive en medio de ese mundo y los conocía muy bien se percata de ello y con gran osadía delata la soberbia del corazón de los poderosos y pone de ejemplo a la humilde viuda que al echar sus míseras monedas que apenas hacen ruido está poniendo todo lo que tiene y necesita para poder vivir ofreciendo eso a Dios. En cambio los otros ponen de lo que les sobra y solo para beneficio y aumento de su propio prestigio. No es a Dios a quien hacen la ofrenda sino a ellos mismos.

 

También hoy hemos hecho del valor de la solidaridad con los necesitados y marginados, o la ofrenda a nuestra Iglesia, un negocio del prestigio y de la fama.

 

Las ofrendas hoy ya no se echan en el arca de ningún templo sino que se echan a cambio de opíparas cenas, espectáculos culturales, desfiles de modas o valiosos premios y el ruido se mide por los minutos de publicidad concedidos por los canales de televisión, la cantidad de fotografías que le dedican los periódicos y revistas en sus páginas sociales.

 

También la solidaridad de los países ricos para con los pobres se vuelve un juego de prestigio político de acuerdo al porcentaje de su presupuesto destinado a los países subdesarrollados. Se licitan proyectos de Desarrollo Comunitario con fondos de las organizaciones destinadas a tal efecto donde por un complicado y exigente sistema administrativo y de control estos fondos vuelven a manos de los benefactores.

 

Por otro lado, las polladas, kermesses, tallarinadas preparadas por las mujeres de las parroquias de los numerosos barrios asuncenos o alejadas vicarías o quizás la colecta para alguna familia vecina del barrio en dificultades no sale en las portadas de las revistas ni en las páginas de sociales de los periódicos y mucho menos en la televisión.

 

Numerosas comunidades eclesiales se desenvuelven con escasísimos recursos para las múltiples necesidades de la tarea de evangelización de su gente que demanda un arduo trabajo de solidaridad, atención, educación, acompañamiento, formación continua. No es sólo con dólares o guaraníes que atenderíamos adecuadamente estas necesidades, sino con las horas de trabajo personal, organizado y planificado entregado a Dios, a nuestros vecinos, parroquianos y comunidades.

 

Y es aquí donde siempre encontramos a innumerables mujeres anónimas sacando del tiempo que les falta y aún encontrar la fuerza y alegría para la evangelización, el servicio a los más pobres en numerosas formas, la búsqueda de recursos económicos para solventar los gastos de la vicaría o parroquia. Son éstas la viuda a quien Jesús la pone de ejemplo que entrega todo lo que puede y tiene.