MUERTE - TEXTOS
1. VE/MU-ABSURDO
CONDICION TRAGICA LA VIDA HUMANA: CON DESEOS DE VIVIR
PARA SIEMPRE Y SABER QUE VA A MORIR.- Si nuestra vida
terminara con la muerte, seríamos los más desgraciados de los
hombres. La vida temporal, la que tiene un término, es corta. Todo lo
finito es corto. Y si bien hay en ella algunas alegrías, habitualmente es
difícil soportarla. Sobre todo conforme van pasando los años: toda la
literatura, antigua y moderna, es copiosa en señalar lo trágico de la
"condicion humana" (el hombre es el ser que desea vivir para siempre
y es el único que sabe que va a morir). Sería ingenuo cerrar los ojos a
esa realidad.
Siempre los hombres han esperado "otra vida". Jesús también habló
a menudo de ella, y aun decía que esa vida eterna ya ha comenzado
está en camino, si bien inacabada, naturalmente.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983./Pág.
212
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2. MU/CONSUELO.
SOLO LA IGLESIA ES CAPAZ DE PRONUNCIAR UNA PALABRA DE
CONSUELO.
La muerte continúa siendo una dolorosa realidad, frente a la que no
tienen respuesta ni los esfuerzos de la técnica ni el progreso de la
ciencia. Sólo la Iglesia -y no por sí misma, sino en virtud de la luz que
le viene de la revelación divina- es capaz de pronunciar una palabra
de consuelo, anunciando la alegre noticia de la resurrección y
restauración universal de la humanidad, iniciada ya en Cristo, el
primogénito de los que han resucitado de entre los muertos (cf. Ap 1.
5)
RITUAL-EXEQUIAS
BARCELONA 1989/Pág. 11
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3. /1Co/15/42-49: CREMACION INHUMACION INCINERACION.
LA INHUMACION TIENE MAS RICO SIMBOLISMO.
La Iglesia deposita el cuerpo del difunto en las entrañas de la
madre tierra, como el agricultor siembra la semilla en el surco, con la
esperanza de que un día renacerá con más fuerza, convertido en
cuerpo transfigurado y glorioso (cf. 1 Co 15. 42-49).
El rico simbolismo de la inhumación es lo que explica la resistencia
de la Iglesia a admitir otro tipo de práctica con respecto a los
cadáveres. Sin embargo, actualmente, ni se prohíbe la cremación, con
tal que no suponga desprecio del dogma de la resurrección de los
muertos: también la incineración de los cadáveres puede
compaginarse con la creencia en la resurrección y ser indicio de fe en
el poder de Dios que es capaz de retornar las cenizas a la vida
gloriosa.
RITUAL-EXEQUIAS.Pág. 36
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4. cabodevilla
BAU/RIOS AGUA/EX/TP PATER/RD /Ap/21/03 MU/ESPERANZA
/Lc/12/50.
"Venga a nosotros tu Reino".-En el padrenuestro, la oración de
Jesús, no se trata de tal o cual necesidad del hombre. Se trata del
Reino de Dios y sólo de él porque el creyente ha descubierto que ese
es el objeto de su deseo.
La tierra es el espacio de los hombres, dejado a los
acontecimientos y a los proyectos de los hombres, el teatro actual de
la historia en su dolorosa ambigüedad. El cielo es el espacio de vida
de Dios, allí donde Dios irradia ya libremente su vida, su amor y su
justicia sobre los seres que le rodean.
"Así en la tierra como en el cielo".- Un día estos dos espacios no
formarán mas que uno solo: la ciudad nueva del final de la Biblia, el
universo nuevo (Ap 21. 3).
¿Desde dónde y hasta dónde se extiende el éxodo? Empezó con
los primeros pasos, inciertos y vacilantes de la primera pareja,
extramuros del Edén, y no acabará hasta que el último de sus hijos no
pise el umbral de la Tierra Prometida. El viaje de los israelitas desde
Egipto a Canaán fue sólo una pequeña etapa y una colosal
metáfora.
Tres ríos hay que señalar como pasos fundamentales del antiguo
Israel: el Nilo, el Mar-Rojo y el Jordán.
Tres ríos hay en la vida del cristiano. Al comienzo de todo está ese
río donde Moisés fue hallado y rescatado. Al salir de las aguas
nacemos a la vida natural. (Romper aguas).
Pero seguimos siendo esclavos mientras no crucemos el segundo
río, que es el mar Rojo, que es el Bautismo. Ahí adquirimos la libertad
junto con la vida de hijos de Dios. (NACIMIENTO/BAU/MU)
Y al final hay también otro río, el tercero, el Jordán.
Franquearlo significa morir. ("Nuestras vidas son los ríos-que van a
dar en la mar-que es el morir" ·MANRIQUE-G) Nacimiento. Bautismo.
Muerte.
Estos tres ríos están tan relacionados entre sí, que intercambian
sus nombres y propiedades. El Bautismo es un Nacimiento. También
una Muerte, ya que muere el hombre viejo, la criatura de pecado.
Los dos efectos atribuidos a la ambivalencia del agua: la perdición
de los egipcios y la salvación de Israel. Es sumergido el hombre
pecador para que ahí mismo emerja una criatura nueva.
PILA/BAU: Los santos Padres hablaron muchas veces de la pila
bautismal como de "sepulcro y matriz". Pero si el Bautismo es una
Muerte, también la Muerte ha de ser un Bautismo, llamado Bautismo
de sangre (Lc 12. 50: "Con un bautismo tengo que ser bautizado...").
La ilación resulta perfecta: el pecado originó la muerte; el bautismo
destruye el pecado y vence a la muerte; la muerte, a la vez que
consecuencia del pecado, es la culminación del bautismo.
Para llegar allí hay que morir.
También nuestra esperanza debe morir. Tenemos que experimentar
la desesperación de todo cuanto pertenece a este mundo. Una
esperanza muerta y resucitada.
CABODEVILLA
EL JUEGO DE LA OCA/Pág. 76 ss
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5. MU/NACIMIENTO COMO AUTORREALIZACION DE LA
PERSONA. MU/OBEDIENCIA: LLAMADA DE AMOR Y DE JUSTICIA
QUE DIOS DIRIGE AL HOMBRE.
La muerte es el fin de la vida humana no sólo en el sentido de una
fecha, sino en el sentido de una fijación definitiva del destino humano.
Ofrece al hombre alcanzado por ella la última y más importante
posibilidad de determinar para siempre su destino.
Requiere al hombre para que lleve a fin definitivo lo que debió
ocurrir durante toda la vida, a saber, la aurorrealización en la
autoconservación y entrega de sí. La muerte exige, por tanto, que el
hombre tome postura de modo definitivo ante la totalidad de su vida.
El hombre sólo puede hacerlo cuando se entiende a sí mismo con
sobriedad y verdad, y reúne todas sus fuerzas poniéndose con
decisión concentrada a favor de sí mismo y por tanto de Dios. La
muerte regala, por tanto, al hombre, la última y extrema ocasión
intrahistórica de su máxima realización.
Esta tesis se distingue esencialmente de la interpretación de la
muerte, antes citada, de la filosofía existencial. Esta tiene razón, sin
duda, cuando afirma que el hombre alcanza en la muerte la suprema
pisibilidad de llegar a sí mismo. Pero comete un error esencial
cuando, como antes vimos, sólo le interesa de ello el cómo y no el qué
de la postura humana. Lo que interesa es precisamente el contenido.
Es de suma importancia saber si el hombre a la hora de la muerte
afirma a Dios o sólo se afirma a sí mismo negando y olvidando a
Dios.
El hecho de que en la posibilidad de autorrealización abierta al
hombre por la muerte haya la exigencia de ser fieles a sí
entregándose a Dios, se basa en que el hombre procede de Dios y es
por tanto semejante a Él. Esta exigencia se profundiza por el hecho de
que en la muerte llega al hombre Dios mismo. Dios mismo se dirige al
hombre cuando se aproxima la muerte. La muerte es el medio por el
que Dios llama al hombre hacia sí. Es una llamada de amor y de
justicia a la vez, una llamada que Dios dirige al hombre en la muerte.
El hombre sólo entiende, por tanto, correctamente la muerte, si la
acepta como encuentro con Dios. Si no se abriera en la muerte con
incondicional disposición a Dios, no realizaría tampoco de modo
apropiado la fidelidad a sí mismo.
El cerrarse a Dios le conduciría a la definitiva pérdida de sí mismo.
El encuentro con Dios es un encuentro con el Padre por medio de
Cristo en el Esp. Santo (Ef 02. 18), encuentro por medio de Cristo,
que se entregó en su propia muerte al Padre, ofreciendo con ello un
sacrificio configurado por el Esp. Santo (Hb 09. 14).
SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VII
LOS NOVISIMOS
RIALP. MADRID 1961.Pág. 394
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6. MU/MIEDO MU/ESPANTAPAJAROS
EL ESPANTAPAJAROS
Hay quienes piensan que la muerte es el punto final. Uno se muere
y... sanseacabó. Esa es su fe, más no la nuestra, pues creemos en la
resurrección. Ellos piensan en la muerte como el final absoluto de la
vida, nosotros como un final relativo de esta vida, es decir, de este
modo de vivir. En ambos casos se trata de fe, pues que ningún vivo lo
sabe ni lo puede saber. Pero, en todo caso, hace falta más fe para
creer que la muerte es el final absoluto, que para aceptar un final
relativo. Porque hace falta más moral que el Alcoyano para creer que
un cadáver es mi padre o un amigo, sólo porque permanece la misma
sensación visual de forma y colores. Lo cual es, ciertamente, una
insensatez tan grande como la del gorrión, que huye despavorido
ante la vista del hortelano, cuando tan sólo se trata de un
espantapájaros. Claro que el gorrión no lo sabe, pero nosotros sí,
porque no somos gorriones.
Los creyentes, como los no creyentes, vemos en la muerte el
espantapájaros, por eso todos nos asustamos. Pero el creyente tiene
motivos para sospechar la trampa, que él no sabe ni puede saber,
pero sí Dios, que no es hombre. Por eso podemos creer. Por eso y
porque Jesús es el único mortal que ha muerto y ha resucitado y lo ha
dicho. Claro que hace dos mil años que lo dijo, y ahora no parece
decirlo. Pero eso no es problema, si queremos creer. También hace
más de dos mil años que Pitágoras inventó su teorema y, aunque
ahora no dice nada, seguimos creyendo que lo inventó él. La fe, a
diferencia de la ciencia que pretende ser objetiva, se basa en la
confianza en nuestros semejantes, en la confianza en el otro. Y si se
trata de fe religiosa, nace de la confianza en el Otro de todos, que
llamamos Dios.
Por lo demás, la creencia en la vida después de la vida se
manifiesta en el reconocimiento universal del derecho a la vida, que
se corresponde con la voluntad universal de vivir. Nadie quiere morir.
Y los que lo dicen no es por falta de ganas de vivir, sino por exceso
de años de malvivir. No es que quieran dejar de vivir, pero si quieren,
y con razón, dejar de sufrir, pues piensan que la muerte pone fin a los
males de esta vida. Y tienen toda la razón.
EUCARISTÍA 1992/20
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7. PO/MU:MU/POEMA
Y entonces vió la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.
J. L.
MARTIN DESCALZO
TESTAMENTO DEL PAJARO SOLITARIO
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8. MU/RS:
"Ya no hay muerte,
porque la misma muerte está llena de Dios"
O. CLEMENT
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9.
Aquellos
que nos han dejado San Agustín |
10.
San Gregorio de Nisa
(hacia 335-395) monje y obispo
Vida de Santa Macrina, 23-25; SC 178, pag. 217ss
En el ocaso de la vida, entrar en la luz
El sol se iba hacia el ocaso. Pero
el fervor de mi hermana Macrina no vacilaba. Cuanto más cercana estaba de su
partida, más diligente se dirigía hacia su Amado...Ya no se dirigía a nosotros
que estábamos presentes, sino a Aquel hacia quien dirigía incesantemente su
mirada... Decía:
“Eres tú, Señor, que has abolido para nosotros el temor a la muerte. Eres tú
quien, por nosotros, has hecho del fin de la vida terrena el comienzo de la vida
verdadera. Eres tú que, por un tiempo, dejas que nuestros cuerpos descansen en
un sueño pasajero y eres tú quien los despiertas de nuevo “al son de la
trompeta” (1Cor 15,53) Tú entregas en depósito nuestros despojos a la tierra,
para que revivan de nuevo, transformando por la inmortalidad todo lo que hay en
el cuerpo de caduco y deforme...
“Dios eterno, a ti fui confiado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres
mi Dios.” (Sal 21,11), te amo con todas mis fuerzas, a ti me consagro en cuerpo
y alma desde mi juventud, envíame un ángel luminoso que me conduzca de la mano
al lugar del descanso y de refrigerio donde se encuentra “el agua que sacia”
(Sal 22,2) al seno de los patriarcas. (Lc 16,22) Tú que has retornado al paraíso
al hombre crucificado contigo y que se encomendó a tu misericordia, “acuérdate
también de mí cuando llegues a tu reino” (Lc 23,42) porque yo también estoy
crucificada contigo...Que me encuentre ante tu presencia “sin mancha ni arruga”
(Ef 5.27); que mi alma sea acogida en tus manos...”como incienso en tu
presencia” (Sal 140,2)...
Luego, cuando ya caía la noche, alguien trajo una lámpara. Macrina abría los
ojos y dirigía su mirada hacia la luz, manifestando su deseo de pronunciar la
oración de acción de gracias, a la luz de la lámpara. Pero no tenía fuerza su
voz...respiró hondo y dejó a la vez la oración y la vida.
“Luz amable de la santa gloria del Padre celestial, inmortal, santo y
bienaventurado Jesucristo. Llegados al crepúsculo de este día, contemplando la
claridad del atardecer, cantamos al Padre, al Hijo, al Espíritu de Dios. Eres
digno de toda alabanza y que nuestras voces te canten, Hijo de Dios que das la
vida. Todo el universo se aclama!” (Himno de acción de gracias por la luz en las
vísperas ortodoxas)