Cuatro grandes mentiras y un debate

Patricia Montelongo*

¿En realidad los medios son sólo entretenimiento; únicamente reflejan la realidad; le dan al público lo que pide; si el contenido no es de tu gusto sólo necesitas no oírlo o no verlo? ¿De verdad los medios son tan incoloros, inodoros e insípidos?

Una de las conferencias del II Congreso Panamericano sobre la Familia en Toronto, Canadá, en mayo del 96, corrió a cargo de Michael Medved, crítico de cine neoyorquino, quien ha investigado el tema y publicó un libro titulado The four big lies about Hollywood. Medved intenta desmontar algunos argumentos que ciertos productores y responsables del cine y la televisión esgrimen con frecuencia para justificar la violencia, el sexo desbordado o la escasa calidad de sus producciones. Las cuatro mentiras de los medios, en su opinión son:

I. Sólo son entretenimiento (por ello su influencia es inocua e insignificante).

II. Lo único que hacen es reflejar la realidad (no la crean ni la modifican).

III. Le dan al público lo que pide.

IV. Si el contenido no te gusta, muy sencillo: no lo consumas.

I. Sobre la primera "mentira" que pretende negar o minimizar los efectos de las imágenes en la conducta humana, Medved dice: falso.

Afirmación ridícula cuando los anunciantes pagan millones de pesos por 20 ó 30 segundos de imágenes con las que intentan, y logran, modificar hábitos de consumo.

Negar el impacto de la violencia televisiva contradice, entre muchos otros, el informe que desde 1982 presentó el Cirujano General de los Estados Unidos, (máxima autoridad médica en el país), basado en mil estudios diferentes que confirman la relación entre la conducta violenta y la exposición a la violencia en los medios.

Sin embargo, el impacto más negativo de los medios es que altera nuestra percepción; nos redefine lo que es normal, deseable o admirable y nuestra percepción evoluciona desde lo que pensamos y deseamos a lo que nos plantean los medios.

El impacto de la televisión ha hecho que la población se vuelva más depresiva, impaciente, superficial y volátil. Los dramas conflictivos, rápidos y llenos de suspenso de los medios, parecen más interesantes que la vida tranquila, ordenada y de esfuerzo normal. Hay un dicho expresivo en inglés: "If it bleeds, it leads" (si sangra, atrae).

II. Desmonta la segunda afirmación sobre los medios como un simple reflejo de la realidad, con un sencillo ejercicio y con estadísticas. Ante un auditorio de más de mil personas pidió que levantaran la mano quienes hubieran presenciado un asesinato; afortunadamente nadie había tenido esa desgracia, en cambio, dijo, frente a la pantalla chica, un niño de siete u ocho años los ha presenciado por millares.

De cada 300 a 350 personajes que vemos en la programación de una tarde (en Estados Unidos en tiempos AAA), 7 u 8 serán asesinados. Si esto reflejara la realidad, en dos meses, todos esos personajes estarían muertos.

La relación de la población es distorsionada; en la realidad está integrada por hombres y mujeres en un 50 y 50%. En la programación de televisión (tiempos AAA), 64% de los personajes son hombres (en las películas un 72%) y el 76% de los protagonistas principales son hombres. Desproporción debida al exceso de violencia que cargan.

El 40 ó 45% de los norteamericanos acuden a su iglesia, templo o sinagoga cada semana. ¿Porcentaje de personajes de TV que hacen lo mismo? Cero.

De 30,000 descripciones o referencias a relaciones sexuales analizadas en la programación (AAA) de todo un año, la relación de parejas que forman matrimonio en relación a las que no, fue de 1 por 13. Estas cifras contradicen todas las estadísticas sociológicas sobre la conducta sexual en todo el mundo.

III. Al hablar de la tercera mentira, damos lo que nos piden, lo que quiere el público, Medved explicó que el 62% de las películas norteamericanas se clasifican en "R", la categoría reservada para mayores de edad. Sin embargo, el público demuestra con su asistencia qué es lo que más le gusta y no coincide ni lejanamente con esta categoría.

Al analizar las cifras de cuáles fueron las cinco películas más taquilleras de los dos últimos años, se ve que la realidad es muy sencilla:

En 1994 En 1995

Lion King Apollo 13

Forest Gump Pocahontas

True Lies Toy Story

Santa Claus Ace Ventura

Flinstones Caspar

Entre las 10 primeras estaban también:

Babe

Die Heart

Crimson Tide

La película más aclamada por la crítica en 1994 fue Pulp Fiction que recaudó la décima parte que el Rey León.

Esto nos lleva a dos verdades sorprendentes:

Hollywood no hace películas-basura por dinero, las audiencias no las quieren o no pagan por ellas.

El profanar valores, sexualidad explícita, violencia gratuita, bancarrota moral, actitudes antirreligiosas y antifamilia se da principalmente porque traen a sus creadores la admiración de sus colegas, muchos de ellos, mentes adolescentes que quieren llamar la atención, ser "traviesos" con lo que provoca el shock y la porquería.

IV. La cuarta argumentación equivale casi a: Si no te gusta el esmog, deja de respirar. Medved hizo nuevamente un ejercicio con el público. Pidió levantaran la mano quienes:

1) Hayan asistido a algún concierto de Madonna (muy pocos)

2) Hubieran comprado un cassette o disco compacto de Madonna (algunos)

3) Supieran quién es Madonna (todos)

¿Cómo? ¿La invitaron a participar en su vida?, ¿por qué no pueden simplemente "cambiar el canal"?

Muchos contenidos de los medios están en el ambiente, forman parte de nuestro tiempo; sería iluso pretender cerrarnos a ellos o que nuestros hijos vivieran ajenos. Los ecologistas se preocupan por la polución del aire y el agua, ¿quién se ocupa de los valores ambientales?

¿Cómo contrarrestar estas cuatro mentiras?

Convencernos que no hay arte moralmente neutro. Aprender a leer no sólo el contenido específico de los programas sino la visión amplia que ofrecen del universo. Por ejemplo, la mayoría de las películas de ciencia ficción sobre el fin del mundo, presentan a la humanidad derrotada, el hombre como el lobo del hombre, el triunfo de las armas, de la maldad… Ésta es la visión que estamos absorbiendo todos.

Cultivar una actitud de gratitud por todas las bendiciones que recibimos en la vida.

Cuestionarnos qué ocurre con la realidad y la normalidad en los medios.

Evolucionar, movernos del lado de quienes reciben la oferta de los medios, al de quienes demandan qué quieren de ellos. Filtrar la cantidad de mensajes contaminados que recibimos normalmente. No dudar en exigir que nos regresen nuestro dinero cuando algo es ajeno a lo que solicitamos.

Si no puedes cambiar de canal, apaga: - prepara un horario de TV

- revisa previamente la programación

- declara "zona libre" al menos algún día o tarde de la semana en que no se vea cine ni televisión.

Hasta aquí el contenido de Michael Medved, un ejercicio que realmente aclara muchas cosas pero a la vez nos lleva a preguntarnos ¿por qué si estos argumentos son claros, tan evidentes, es tan fácil que nos creamos muchas afirmaciones gratuitas, a pesar de que a veces la propia realidad nos demuestre lo contrario?

Quizá una respuesta pueda estar en una teoría que mencionan John Naisbitt y Patricia Aburdene en su libro Las megatendencias de la mujer. Citan a Everett Rogers, profesor de una universidad de California que llama masa crítica, al porcentaje que se requiere para que una opinión llegue a ser aceptada por la mayoría de la población.

Masa crítica igual a "megatendencia"

"La noción de masa crítica se originó en la física, que la define como la cantidad mínima de material radiactivo necesario para producir una reacción nuclear", afirma Rogers, en su libro The Diffusion of Innovations. Demostró que cuando el 13% de la población acepta una idea nueva, es sólo cuestión de tiempo que el 84% restante la acepte, aunque se desconoce en cuánto tiempo ocurrirá.

La masa crítica es como un deslizamiento de tierra; cuando una tendencia se convierte en "megatendencia"; el punto crucial en que un paradigma social deja de tener sentido y es reemplazado por otro.

Otro punto clave es que una vez que se llega a la masa crítica, el proceso adquiere capacidad para sostenerse a sí mismo. La magnitud de la reacción y el momento en que ocurre depende de la concentración y la pureza del material radiactivo utilizado y de la geometría del sistema de reacción circundante.

Una vez que se llega a la masa crítica, la innovación va siendo adaptada a un ritmo autosostenido, señala Rogers.

Sin embargo, la masa crítica por sí sola no es suficiente. La siguiente tarea consiste en imprimir energía a esa masa crítica para convertirla en acción. Nadie sabe cuánto tiempo tardará en manifestarse plenamente. Algo es seguro: cuanto más nos esforcemos, más pronto ocurrirá el cambio.

Parece que hay una corriente en todo el mundo empeñada en acabar con muchos valores, morales, familiares, religiosos…, no quiere decir que una organización internacional los agrupe, pero sí muchas empresas con distintos intereses que se apoyan una a otras (narcotráfico, empresas con intereses exclusivamente lucrativos que no quieren clientes, sólo consumidores dóciles y dispuestos a cambiar cuantas veces haga falta, y muchos "tontos útiles" que se van tras todo lo que se les presenta como novedoso, crítico, revolucionario...).

Sólo así se explica que sean socialmente aceptadas y, con frecuencia aplaudidas, ideas, comportamientos y contenidos de los medios que individualmente no aceptamos, ni queremos para nosotros o para nuestra familia.

¿Quién es responsable de evitar que ese material radiactivo imponga ideas que se apoyan más en antivalores, en patologías sociales que en valores compartidos?, ¿los creadores de opinión intelectuales, periodistas, conductores de programas, políticos, artistas...? Desde luego el responsable es cada grupo social, actuando por sí mismo o a través de sus órganos legislativos, pero también a nivel puramente teórico hay opiniones diversas que influyen fuertemente.

Liberales vs. "comunitaristas"

Desde principios de los 80, a nivel de pensadores, académicos teóricos de la filosofía política se desarrolla, en el ámbito anglosajón, una polémica que enfrenta dos concepciones distintas del hombre y se vierte sobre cuál debe ser el comportamiento del Estado; si entre sus obligaciones está ser neutral y limitarse a asegurar la convivencia o, por el contrario, debe promover el bien y apoyar los valores. Dicha polémica fue recogida en el libro El individuo frente a la comunidad. Debate entre liberales y comunitaristas.

El más típico representante de la primera postura, la liberal, es John Rawls, profesor de Harvard. En su libro A Theory of Justice, define la justicia como imparcialidad. Sus tesis sobre la neutralidad que debe guardar el Estado lo conducen a una postura antiperfeccionista y de individualismo asocial.

Esta corriente tiende a considerar las relaciones humanas en la sociedad como transacciones en que cada uno cede algo a cambio de una ganancia. Subraya de tal manera los derechos individuales que se oscurecen los deberes hacia los demás y la participación en un proyecto común. Algunos síntomas son la proliferación de reivindicaciones, los continuos litigios, y la desintegración familiar y el debilitamiento de las sociedades intermedias.

En esta postura están, por ejemplo, quienes se oponen radicalmente a que los contenidos violentos o pornográficos en los medios y en internet se puedan regular con legislaciones o, con un aditamento tecnológico como el llamado "chip-antiviolencia", porque consideran estos actos como una censura intolerable.

En otro ámbito, con una idea diferente del hombre como persona dotada por la comunidad de unos fines, están los comunitaristas, con una filosofía política que vuelve los ojos a los valores morales y a las instituciones básicas de cohesión social. "No se trata de un bloque compacto sino de un grupo informal de pensadores de ideas parecidas. En Estados Unidos hay una revista trimestral representativa de esta corriente: The Responsive Community: Rights and Responsabilities. (...) Los comunitaristas, en general, se inspiran en la filosofía política clásica. Unos miran especialmente a Aristóteles; otros se fijan más en los fundadores de la democracia americana".

Destacan en esta corriente: Amitai Etzioni, de la Universidad George Washington; Robert Bellah, de la Universidad de California (Berkeley); Charles Taylor, de la Universidad McGill (Montreal); Alasdair McIntyre, de la Universidad de Notre Dame (...) y Michael Walzer. Todos ellos autores de libros y ensayos donde rebaten la postura liberalista que acentúa la extrema neutralidad del Estado con respecto a los valores.

Michael Walzer, por ejemplo, diagnostica: "En una sociedad tenemos derecho a elegir, pero no tenemos ningún criterio con qué gobernar nuestras elecciones, salvo el conocimiento de nuestros propios intereses y deseos". La modernidad, dice Taylor, nos impulsa a pensar por nosotros mismos sin atender a lo recibido, pero no nos da un horizonte de sentido contra el que nuestras convicciones y actitudes puedan resultar plenamente inteligibles.

Todos estos pensadores influyen en uno y otro sentido en los líderes de opinión y constantemente encontramos muestras de cómo las ideas mueven al mundo. De sus discursos y actuación pública se deduce, por ejemplo, que el presidente Clinton y el recién electo primer ministro británico Tony Blair están a favor de la idea de que las personas no son meros individuos libres para prosperar (o no) como quieran, sino también miembros de una sociedad de la que dependen y con la que tienen responsabilidad.

En nuestro país inciden ambas corrientes, aunque las carencias de un amplísimo sector de la población son tan evidentes, que la opinión general se inclina mucho más a la postura solidaria. Basta ver la proliferación de asociaciones, grupos y movimientos que han surgido y ganado terreno como el Centro Mexicano para la Filantropía, la Alianza Valores al Rescate, Rearme moral, cientos de inciativas individuales y de pequeños grupos (muchos asesorados por la Junta de Asistencia Privada) y la campaña A favor de lo mejor en los medios, que lleva más de cuatro millones de firmas recolectadas y 2,434 asociaciones afiliadas. Muchos trabajan en ámbitos distintos pero no los une el escepticismo acerca de las teorías valorativas, sino por el contrario, su fe en la fuerza de valores comunes.

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* Licenciada en Comunicación por la Universidad de Navarra. Profesora de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana. Directora de la revista ISTMO.

Fuente: Revista Istmo. Humanismo y Empresa Año 39 - Número 231 - Julio/agosto 1997