INTRODUCCIÓN

 

 

     "Los hombres han cesado de llorar por sus propios pecados y se han apropiado del juicio que pertenece al Hijo de Dios. Como si estuviesen libres de pecado, se critican mutuamente y, por este motivo, son condenados. El cielo esta estupefacto y la tierra irritada. Los hombres, sin embargo, son tan insensibles que ni siquiera se avergüenzan". Así es como Máximo el Confesor ( + 662 ) juzgaba a su propia época.

 

     La misma observación había sido hecha un siglo antes por Doroteo de Gaza ( + 570 aprox ) "Nosotros, los miserables, criticamos cualquier cosa que oimos, vemos o suponemos, y humillamos a todos sin distinción. Y lo que es peor,no solo no nos limitamos a hacernos daño a nosotros mismos, sino que vamos mas allá y, cuando encontramos a otro hermano , nos apresuramos a po-nerle al corriente de esto y aquello. De forma que además de a nosotros mismos, hacemos mal a los otros, porque metemos el pecado en su corazón. No tememos a Aquel que dijo “Ay del que da de beber a sus vecinos, añadiendo veneno hasta embriagarlos, para mirar su desnudez” (Hab 2,15), sino que seguimos las obras del diablo sin ninguna preocupación. ¿ Es que acaso el demonio tiene otro objetivo que no sea hacer el mal y perturbar?. Igualmente nosotros, con nuestra forma de actuar, nos convertimos en cómplices del diablo, no solo para condena nuestra, sino también para la de nuestro prójimo. El que daña su alma se convierte en cómplice del demonio".

 

     Aun se podrían citar muchos otros reproches de los antiguos Padres hacia los hombres de cada época, pero seria superfluo. Todos sabemos que la critica es una hierba mala que continuamente crece con vigor en el campo de nuestra alma. Por otra parte, el hecho de que tantos hombres antes de nosotros hayan caído en el error de la maledicencia, no puede servirnos de consolación, ya que el pecado de los otros no puede ser excusa para nuestros errores.

 

     Quien se comporte de este modo vería el pecado como algo positivo y no como algo nocivo.

 

     Sin embargo, creer que el pecado es realmente la causa del mal lleva a desinteresarse de lo que hacen los demás y a no pensar en poder excusar.

 

     La única cosa que se convierte en importante es como librarse del pecado.

 

     Es interesante la observación de Juan Clímaco ( + 649 ) "He visto a algunos caer en pecados que no se descubrirán jamás. Pero tienen la desfachatez, con una valoración aparente de si mismos, de inmiscuirse entre los que han errado en cosas pequeñas, para contarlas después".