EL PRIMER MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:
AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

Amar a Dios no es, precisamente, sentir cariño sensible hacia Él,
como lo sentimos hacia nuestros padres; porque a Dios no se le ve, y
a las personas a quienes no se ve es difícil tenerles cariño. Dios no
obliga a eso, pues no está en nuestra mano. Aunque hay personas que
llegan a sentirlo, y mucho, con la ayuda de Dios.

Amar a Dios sobre todas las cosas es tenerle en aprecio supremo, es
decir, estar convencido de que Dios vale más que nadie, y por eso
preferirle a todas las cosas.

Tenemos que amar a Dios porque «Él nos amó primero» (1ª Juan 4,19) y
debemos corresponderle. El amor se manifiesta en obras más que en
palabras. Obras son amores y no buenas acciones.

Amar a Dios es obedecerle, cumplir su voluntad, no hacer mal a nadie,
hacer bien a todo el mundo. Una prueba de amor a Dios sobre todas las
cosas es guardar sus mandamientos por encima de todo. Es decir, estar
dispuesto a perderlo todo antes que ofenderle. Por lo tanto preferir
a Dios siempre que haya que escoger entre obedecerle o cometer un
pecado grave.

Es el caso de San Pelagio de Córdoba, de Antonio Molle, de Santa
María Goretti y Josefina Vilaseca, que se dejaron martirizar y
apuñalar antes que cometer un pecado grave.

San Pelagio murió mártir el año 925 por rechazar las proposiciones
deshonestas del Califa cordobés Abderramán III.

Antonio Molle, joven jerezano, que a los veinte años fue mutilado y
martirizado el 10 de agosto de 1936 durante la guerra civil. Cayó
prisionero en el frente de Peñaflor (Sevilla), y como llevaba un
escapulario quisieron hacerle blasfemar. Él siempre contestaba
gritando: ¡Viva Cristo Rey! Le cortaron las orejas y le sacaron los
ojos, y al final lo acribillaron a balazos. Así lo cuenta Rafael de
las Heras, testigo presencial. Hoy su cuerpo mutilado está enterrado
en la Basílica de Ntra. Sra. del Carmen Coronada de Jerez de la
Frontera (Cádiz).

María Goretti, italiana, murió mártir de quince puñaladas por negarse
a los deseos impuros de un amigo suyo, que después se convirtió y
murió fraile franciscano.

Josefina Vilaseca también murió apuñalada en Diciembre de 1952 en
Artés, diócesis de Vich, por negarse a perder su virginidad. Tenía
doce años Dice Jesucristo: «El que guarda mis mandamientos, ése es el
que me ama» (Juan 14,21). Y San Juan: «En esto consiste el amor de
Dios, en guardar sus mandamientos» (1ª Juan 5,3).

Peca contra este mandamiento quien maltrata personas, lugares o cosas
consagradas a Dios: por ejemplo, una religiosa o un cáliz. Este
pecado se llama sacrilegio. Comete también un sacrilegio quien
administra o recibe en pecado grave algún sacramento que requiere
estado de gracia, lo cual es gravísimo. Por ejemplo, quien se casa en
pecado grave, o quien comulga en pecado grave.

Peca, además, contra este mandamiento quien desconfía de la
misericordia de Dios, o confía temerariamente en su bondad,
permaneciendo mucho tiempo en pecado mortal, o el que peca más y más,
pensando en que Dios es misericordioso y nos ha prometido el perdón.

Peca también quien tiene fe en adivinos, echadores de cartas,
horóscopos, espiritistas y curanderos; quien cree en serio cosas
supersticiosas, por ejemplo, la mala suerte del número 13 o las
cadenas de oraciones; quien niega o duda voluntariamente de alguna
verdad de fe, o ignora por culpa suya lo necesario de la Religión.

El hombre o es religioso o es supersticioso. Muchos que no creen en
las verdades de la Religión, luego creen en las mentiras y engaños de
adivinos, brujos y espiritistas. La superstición es atribuir a cosas
creadas poderes que son exclusivos de Dios; es atribuir resultados
desproporcionados a las causas empleadas.