EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL
"EVANGELII NUNTIANDI"

del Papa Pablo VI

 

GUÍA DE LECTURA Y ESTUDIO

 

Hernando Sebá López

1. Este año 2000 la Exhortación del Papa Pablo VI: "La evangelización del mundo contemporáneo", cumplirá 25 años y después de ese tiempo, que para la velocidad con que se dan las cosas en la actualidad es muchísimo tiempo, el documento conserva una frescura impresionante y es de una gran actualidad. ¡Parece que hubiera sido escrito hoy!

2. El documento papal fue publicado el 8 de diciembre de 1975 y presenta toda la reflexión que la Iglesia hizo en la III Asamblea General del Sínodo de 1974 sobre el importante tema de la EVANGELIZACIÓN, esencial y primario para la misma Iglesia.

3. Estructura del documento:

- Preámbulo.
- Siete capítulos.
- Conclusión

4. 1975 fue un Año Santo jubilar. Al finalizarlo el Papa ofrece la Exhortación para alentar a sus hermanos obispos en su tarea de evangelizadores, en medio de un mundo de "incertidumbre y malestar". Quiere conmemorar, también, los 10 años de finalizado el Concilio Vaticano II.

5. La temática del documento ha sido una preocupación de siempre del Papa. Ahora puede explicitarla más e insistir en los problemas medulares de la evangelización para presentarla a los hombres de hoy de una manera "comprensible y persuasiva".

6. El Papa hace "tres preguntas acuciantes" a toda la Iglesia:

1. ¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre?

2. ¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy?

3. ¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz?

Estas preguntas resumen la problemática central de la Iglesia que se plantea así:

"La Iglesia, ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del hombre con convicción, libertad de espíritu y eficacia?" (EN, 4).

 

Capítulo I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

En este primer capítulo se describe la acción
evangelizadora de Jesús y la voluntad de El de que la Iglesia,
continúe en la historia la obra de la
evangelización hasta el fin de los tiempos.

1. Testimonio y misión de Jesús: El mismo Jesús declara que ha sido enviado para anunciar con gozo el cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuesta por Dios. Todo lo que dice y hace forma parte de su actividad evangelizadora.

2. Jesús ha sido el primero y el más grande evangelizador.

3. Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo el Reino de Dios.

4. Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, es decir, la liberación de todo aquello que oprime al hombre, en especial del pecado y del Maligno.

5. Este reino y esta salvación pueden ser recibidos por todo hombre como gracia y misericordia, pero al mismo tiempo cada uno debe conquistarlos con fuerza y fatiga, con una vida conforme al Evangelio sin descartar renuncias y sufrimientos de la mente y del corazón (cfr. Mt 4, 17).

6. Cristo llevó a cabo esta proclamación mediante la predicación infatigable de su Palabra.

7. Pero también Jesús realizó esta proclamación de la salvación por medio de innumerables signos que provocaron estupor en las muchedumbres.

8. Los que acogen esta Buena Noticia, se reúnen en nombre de Jesús y, juntos, buscan el reino, lo construyen y lo viven. Constituyen una comunidad que es, a su vez, evangelizadora.

9. "La tarea de la evangelización de todos los hombres, constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda" (EN, 14).

10. La Iglesia está vinculada a la evangelización de la manera más íntima:

- La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce.
- La Iglesia es enviada por Jesús.
- La vida íntima de la Iglesia no tiene sentido más que cuando se convierte en testimonio, en predicación y anuncio de la Buena Nueva.
- Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma.
- La Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada.
- Enviada y Evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores.

 

11. "Existe, por tanto, un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización. Mientras dure este tiempo de la Iglesia, es ella la que tiene a su cargo la tarea de evangelizar. Una tarea que no se cumple sin ella, ni mucho menos contra ella" (EN, 16)

 

Capítulo II. ¿QUÉ ES EVANGELIZAR?

Este segundo capítulo es central en la Exhortación
Apostólica. Define, mediante descripciones muy ricas,
lo que es EVANGELIZACIÓN y las relaciones de ésta
con la cultura. Resalta la importancia del testimonio, la
necesidad del anuncio explícito de Jesús y la calidad
de la respuesta del creyente que acoge la iniciativa de Dios.

1. La noción de evangelización tiene tal riqueza y complejidad que ninguna definición parcial y fragmentaria refleja lo que ella es. Para comprenderla es preciso abarcar de un golpe todos sus elementos esenciales.

2. El número 18 del documento tiene, en su brevedad, una riqueza increíble.

3. La evangelización tiene tal fuerza transformadora que abarca todas las dimensiones humanas y todas las actividades del hombre. La evangelización quiere alcanzar y transformar:

- los criterios de juicio,
- los valores determinantes,
- los puntos de interés,
- las líneas de pensamiento,
- las fuentes inspiradoras,
- los modelos de vida de la humanidad.

Que no están conformes con la Palabra de Dios y con su designio de salvación.

4. Dicho con otra expresión: "Lo que importa es evangelizar, no de manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta en sus mismas raíces, la cultura y las culturas del hombre... tomando como punto de partida la persona y teniendo siempre presente las relaciones de las personas entre sí y con Dios.

Hay una aclaración importante: El Evangelio no se identifica con ninguna cultura, pero el Evangelio es vivido por personas concretas que pertenecen a una determinada cultura y ellas construyen el Reino tomando los elementos de esa cultura. El Evangelio impregna a las culturas pero no se somete a ellas.

Tan importante es esta acción de impregnación que Juan Pablo II ha llegado a afirmar que "el diálogo de la Iglesia con la cultura de nuestro tiempo es el sector vital, en el que se juega el destino de la Iglesia y del mundo en este final del siglo XX" (Ex corde Ecclesiae, 3).

Si esta impregnación y diálogo no se dan ocurre "la ruptura entre Evangelio y cultura" que según Pablo VI es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo". Es imprescindible, entonces, proclamar la Buena Noticia.

5. Importancia primordial del testimonio. El Evangelio debe ser proclamado, en primer lugar por el testimonio. Es una forma de proclamación silenciosa pero muy clara y eficaz. Todos los cristianos están llamados a este testimonio y así pueden ser verdaderos evangelizadores.

6. Necesidad de un anuncio explícito. El solo testimonio es insuficiente. Es preciso hacer un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús.

"No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios" (EN, 22).

7. Adhesión vital y comunitaria. El anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es:

- escuchado,
- aceptado,
- asimilado,

y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón. Adhesión a las verdades, ciertamente, pero, aún más, adhesión al programa de vida que El propone.

Esta adhesión no es abstracta, sino que se revela concretamente por medio de una entrada visible en una comunidad de fieles, es decir, adhesión a la Iglesia y acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión por la gracia que confieren.

8. Impulso nuevo al apostolado. El que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. Una persona que ha acogido la Palabra es alguien que siente un ardor inmenso para comunicar a otros su decisión y la experiencia de su compromiso.

9. Última observación. La evangelización es un paso complejo, con elementos variados:

- renovación de la humanidad
- testimonio - anuncio explícito
- adhesión del corazón,
- entrada a la comunidad,
- acogida de los signos,
- iniciativa de apostolado.

Estos elementos son complementarios y mutuamente enriquecedores. Hay que ver siempre cada uno de ellos integrado con los otros.

 

Capítulo III. CONTENIDO DE LA EVANGELIZACIÓN

El tercer capítulo aborda el decisivo tema del
contenido de la evangelización. Con claridad y
coherencia enumera los elementos que son
esenciales a la evangelización y sin los cuales
perdería su identidad. Lo hace de forma valiente y
sin ambigüedades.

1. Contenido esencial de la evangelización. La evangelización tiene un contenido esencial que no se puede cambiar sin desnaturalizar gravemente la evangelización misma y elementos secundarios que pueden cambiar según las circunstancias.

2. Un testimonio de amor al Padre. Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de Dios, revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Un Dios que ha llamado a todos los hombres a la vida eterna. Este testimonio, incluso, puede evocar para mucho

3. "La evangelización, también, debe contener siempre como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios". (EN 27)

s al "Dios desconocido" (cf. Act 17, 22-23) a quien adoran sin darle nombre concreto.

Se trata de una salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su complemento y consumación en la eternidad.

4. Bajo el signo de la esperanza. Por tanto la evangelización debe incluir el anuncio profético de un más allá, más allá del tiempo y de la historia, más allá de la realidad de este mundo. Esto indica que el destino del hombre no se agota en su realidad temporal.

La evangelización comprende, además, :

- la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la Nueva Alianza en Jesucristo.
- la predicación del amor de Dios para con los hombres y de éstos hacia Dios.
- la predicación del amor fraterno para con todos los hombres.
- la predicación del misterio del mal y de la búsqueda activa del bien.
- la predicación de la búsqueda de Dios a través de la oración y también a través de la comunicación con ese signo visible del encuentro con Dios que es la Iglesia de Jesucristo.
- la predicación de que esa comunión se expresa mediante la participación en los sacramentos, signos de Cristo viviente y operante en la Iglesia.

La totalidad de la evangelización, aparte de la predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe sin el respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía.

5. Un mensaje que afecta a toda la vida. La evangelización no es completa si no interpela la vida misma, personal y social, del hombre.

Por eso la evangelización lleva un mensaje claro sobre:

- los derechos y deberes de toda persona humana,
- la vida familiar,
- la vida comunitaria de la sociedad,
- la vida internacional,
- la paz, la justicia, el desarrollo.

En fin, un mensaje especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

6. Un mensaje de liberación. La Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, es decir, la superación de todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida. Debe ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización.

7. En conexión necesaria con la promoción humana. Entre evangelización y promoción humana existen lazos muy fuertes:

- lazos de orden antropológico: El hombre que hay que salvar no es un ser abstracto sino una persona sujeta a problemas sociales y económicos.
- lazos de orden teológico: No se puede disociar el plan de la creación del plan de la Redención que llega hasta situaciones de injusticia que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar.
- lazos de orden evangélico: como el de la caridad.¿Cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero y auténtico crecimiento del hombre?

8. Sin reducciones ni ambigüedades: Es necesario reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. Por tanto, hay que evitar el reducir la misión de la Iglesia a las dimensiones de un Proyecto puramente temporal, la salvación a un bienestar material, su actividad a iniciativas de orden político o social.

9. Liberación evangélica... La liberación no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, incluida su apertura a Dios.
Esto quiere decir que va unida a una determinada antropología o concepción del hombre que no puede sacrificarse a cualquier estrategia a corto plazo.

10. ...centrada en el Reino de Dios... La Iglesia no admite reducir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre, sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual. Su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.

11. ...en una visión evangélica del hombre... La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo porque sabe que no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con una visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos.

12. ...que exige una necesaria conversión: La Iglesia considera importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de las personas, menos opresivas y avasalladoras.
Pero es consciente que los sistemas más idealizados se convierten en inhumanos si no hay conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en estas estructuras o las rigen.

13. Exclusión de la violencia. La Iglesia no acepta la violencia porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud. La violencia no es cristiana ni evangélica.

14. Contribución específica de la Iglesia. La Iglesia trata de suscitar cada vez más numerosos cristianos que se dediquen a la liberación de los demás. Por eso les da una doctrina social a la que deben prestar atención y ponerla como base de su experiencia y traducirla concretamente en categorías de acción de participación y de compromiso.

15. Libertad religiosa. Muchos cristianos, hoy, precisamente porque son cristianos, viven sofocados por una sistemática opresión. La liberación, vinculada a la evangelización, no se puede separar de la necesidad de asegurar todos los derechos fundamentales del hombre, entre los cuales la libertad religiosa ocupa un puesto de primera importancia.

 

Capítulo IV. MEDIOS DE EVANGELIZACIÓN

Este capítulo comenta, uno por uno, los principales
medios
de que se sirve la evangelización para llevar
la Buena Nueva de salvación: el testimonio, la
predicación en general, la homilía, la catequesis, los
medios de comunicación social, el contacto personal,
los sacramentos y la piedad popular
.

1. El problema de cómo evangelizar es siempre actual. Las maneras de evangelizar cambian según las diversas circunstancias de tiempo, lugar y cultura. Debemos descubrir con audacia y prudencia nueva y eficaces formas de comunicar el mensaje evangélico.

2. El testimonio de vida. Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana.

"El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan; o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio" (EN. 41).

3. Una predicación viva. Siempre es indispensable la predicación (cf. Rom 10, 14, 17), es decir, la proclamación verbal del mensaje. El hombre moderno ha rebasado la civilización de la palabra, por eso debemos utilizar los medios modernos puestos a disposición por esta civilización. Sin embargo, la palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañaba del poder de Dios (cf. 1 Cor 2, 1-5).

4. La liturgia de la Palabra. La homilía es una ocasión privilegiada par comunicar la Palabra de Dios. Pero para que adquiera toda su eficacia pastoral debe ser sencilla, clara, directa, acomodada, profundamente enraizada en la enseñanza evangélica y fiel al Magisterio de la Iglesia. Esta predicación, haciendo parte de la celebración eucarística o en la celebración de los demás sacramentos, tiene un puesto especial en la evangelización.

5. La catequesis. Un medio que no puede descuidarse es la enseñanza catequética. Los métodos de dicha catequesis deberán ser adaptados a la edad, a la cultura, a la capacidad de las personas, tratando de fijar siempre en la memoria, la inteligencia y el corazón las verdades esenciales que deberán impregnar la vida entera.

"Sin necesidad de descuidar de ninguna manera la formación de los niños, se viene observando que las condiciones actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco la figura de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a él" (EN. 44).

6. Utilización de los medios de comunicación social. La catequesis no puede prescindir de estos medios. Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de atender casi sin límites el campo de la audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. Con todo, el mensaje deberá llegar con capacidad para penetrar las conciencias y posarse en el corazón de cada persona en particular, para suscitar una adhesión y un compromiso.

7. Contacto personal indispensable. La transmisión del mensaje de persona a persona conserva su validez e importancia. En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea de transmitir a otro la propia experiencia de fe?

8. La función de los sacramentos. La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina, porque aquella debe conducir a la vida tanto natural como sobrenatural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión en los siete sacramentos y en la fecundidad de gracia y santidad que contienen.

Es un equivoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización. Porque es seguro que si los sacramentos se administran sin darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la evangelización es conducir a cada cristiano a vivir los sacramentos.

9. Piedad popular. Tanto en las regiones donde la Iglesia está establecida desde hace siglos, como en aquellas en donde se está implantando, se descubren en el pueblo expresiones particulares de búsqueda de Dios.

Esta religiosidad popular tiene, ciertamente, sus límites, es decir está expuesta a supersticiones o se queda en una manifestación superficial, pero cuando está bien orientada contiene muchos valores. Hay que ser sensibles a esta "piedad popular", saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores y ayudarla a superar sus riesgos de desviación.

 

Capítulo V. LOS DESTINATARIOS DE LA EVANGELIZACIÓN

Este capítulo trata de los destinatarios de la
evangelización. Presenta los diversos grupos de
personas a quienes se dirige la acción pastoral de la
Iglesia: los "alejados", los que viven en ambientes
descristianizados, los miembros de religiones no
cristianas, los fieles practicantes, los que profesan un
ateísmo militante, los que no practican su fe, las
grandes muchedumbres abandonadas y las
comunidades eclesiales de base.

Jesús confió a sus discípulos una evangelización que no conoce fronteras: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15)

1. A pesar de los obstáculos. Durante veinte siglos los cristianos han experimentado toda suerte de obstáculos a esta misión de universalidad. Durante el Sínodo se ha sentido la urgencia de no encadenar el anuncio evangélico, limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de cultura.

2. Primer anuncio a los que están lejos. Desde la mañana de Pentecostés el programa fundamental de la Iglesia es el de revelar a Jesucristo y su evangelio a los que no los conocen. Hoy, la Iglesia lleva a cabo este anuncio mediante una actividad compleja y diversificada que se designa con el nombre de "pre-evangelización", pero que se podría llamar también evangelización, aunque en un estado inicial e incompleto.

3. Anuncio al mundo descristianizado. Debido a las situaciones de descristianización de muchas poblaciones, se vuelve necesario hacerles este primer anuncio. Son personas que recibieron el bautismo pero que viven al margen de toda vida cristiana. Se encuentran en esta categoría, también, las gentes sencillas que conocer poco los fundamentos de su fe o los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia o en su juventud.

4. Religiones no cristianas. Inmensos sectores de la humanidad practican religiones no cristianas. Buscan a Dios con sinceridad y rectitud de corazón, pero ciertamente búsqueda incompleta.

Es importante aclara que ni el respeto y la estima a estas religiones, ni la complejidad de las cuestiones planteadas implica para la Iglesia una invitación a silenciar ante los no cristianos el anuncio de Jesucristo. Al contrario, la Iglesia piensa que estas multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo. Por esto la Iglesia mantiene vivo su empuje misionero e incluso desea intensificarlo en un momento histórico como el nuestro.

5. Ayuda a la fe de los fieles. La Iglesia tiene también un deber de ayudar a los fieles que han recibido la fe y permanecen en contacto con el Evangelio. En efecto, les ayuda a profundizar, alimentar, hacer cada vez más madura su fe.

Es una fe expuesta a pruebas y amenazas; no en pocas ocasiones asediada y combatida. Evangelizar debe ser, para estos fieles, comunicarles fortaleza y apoyo necesarios a través de una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas.

6. Secularismo ateo. El sínodo constató el aumento de la incredulidad en el mundo moderno y que un autor contemporáneo ha calificado como "El drama del humanismo ateo". Crece el fenómeno del "secularismo" que es una concepción del mundo según la cual este último se explica por sí mismo, sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios resultaría, pues, superfluo y hasta un obstáculo.

No hay que confundirlo con el fenómeno de la "secularización", que es un esfuerzo, en sí mismo justo y legítimo, no incompatible con la fe y la religión, por descubrir en la creación, en cada cosa o en cada acontecimiento del universo, sus leyes.

Del "secularismo" parece desprenderse un ateísmo pragmático y militante. También en este contexto se nos proponen todos los días una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo y una voluntad de poder y de dominio.

Todo esto presenta un gran desafío a la evangelización.

7. Los que no practican. Existe, también, una muchedumbre de bautizados que no han renegado formalmente de su bautismo, pero están totalmente al margen del mismo y no lo viven. Este fenómeno es muy viejo en la Iglesia, pero hoy presenta aspectos nuevos.

Los no practicantes contemporáneos tratan de explicar y justificar su posición en nombre de una religión interior, de una autonomía o de una autenticidad personales. La acción evangelizadora de la Iglesia no puede ignorar esta realidad, debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles la revelación de Dios y la fe en Jesucristo.

8. Anuncio a las muchedumbres. La Iglesia hace suya la angustia de Cristo ante las multitudes errantes y abandonadas "como ovejas sin pastor" y repite con frecuencia su palabra: "Tengo compasión de la muchedumbre" (Mt 9, 36; 15, 32).

Comunidades eclesiales de base. Estas pequeñas comunidades surgen y se desarrollan en el interior de la Iglesia. Nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia, o del deseo y de la búsqueda de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales grandes. Se reúnen para escuchar y meditar la Palabra de Dios, para vivir más intensamente los sacramentos y para comprometerse en el apostolado. Estas serán, sin duda, un lugar de evangelización en beneficio de comunidades más vastas y serán una esperanza para la Iglesia Universal.

Existen, también, otras comunidades que se reúnen con un espíritu de crítica amarga hacia la Iglesia. Estas se podrán llamar "comunidades de base" pero es una denominación estrictamente sociológica. No pueden llamarse comunidades eclesiales de base.

 

Capítulo VI. AGENTES DE LA EVANGELIZACIÓN

En este capítulo se trata de los agentes es decir, de
las personas responsables de la tarea evangelizadora.
Después de aclarar el papel de la Iglesia Universal y de
las Iglesias particulares en esta delicada misión
evangelizadora, el documento pasa a describir las
responsabilidades de cada miembro o grupo eclesial,
no sin antes puntualizar que son tareas diferenciadas y
complementarias. Los agentes de que se habla son: El
Papa, los Obispos y sacerdotes, los religiosos, los
seglares, la familia y los jóvenes.

¿Quién tiene la misión de evangelizar? A la Iglesia, por mandato divino, le incumbe ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda criatura. La Iglesia entera es misionera.

1. Un acto eclesial. Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial.

Si cada cual evangeliza en nombre de la Iglesia, ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según los criterios y perspectivas individualistas, sino en comunión con la Iglesia y sus Pastores.

2. La perspectiva de la Iglesia universal y la perspectiva de la Iglesia particular. Desde los inicios del cristianismo los fieles manifestaban su fe profunda en la Iglesia indicándola como extendida por todo el universo. Tenían conciencia de pertenecer a una gran comunidad de creyentes. Sin embargo, esta Iglesia universal se encarna, de hecho, en las Iglesias particulares, con características peculiares cada una de ellas.

Pero la Iglesia universal no puede concebirse como la suma, o la federación de las Iglesias particulares. Es la Iglesia universal la que echa raíces en la variedad de terrenos culturales, sociales, humanos y toma en cada parte del mundo aspectos y expresiones externas diversas.

3. Adaptación y finalidad del lenguaje. Las Iglesias particulares tienen la delicada misión de pasar el mensaje evangélico, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje de los hombres que la componen y de anunciarlo en ese mismo lenguaje.

"La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza "su lengua", sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta" (n.63).

4. Apertura a la Iglesia universal. Este enriquecimiento exige que las Iglesias particulares mantengan esa clara apertura a la Iglesia universal. La experiencia enseñan que cuando una Iglesia particular se ha desgajado de la Iglesia universal, no solamente se ha puesto en una aislamiento esterilizador y a un desmoronamiento, sino que ha perdido su libertad, y se ve abandonada y expuesta a las fuerzas más diversas de servilismo y explotación.

Cuanto más unida esté a la Iglesia universal tanto más será capaz de traducir el tesoro de la fe en la legítima variedad de las expresiones de la profesión de fe, de oración y del culto, de la vida y del comportamiento cristiano.

5. El inalterable depósito de la fe. El sucesor de Pedro, principio visible, viviente y dinámico de la unidad entre las Iglesias tiene la grave responsabilidad, en unión con todos los obispos, de guardar inalterable el contenido de la fe católica que el Señor confió a los Apóstoles.

6. Tareas diferenciadas. Toda la Iglesia está llamada a evangelizar, pero en su seno se deben realizar diferentes tareas evangélicas.

7. El sucesor de Pedro. Por voluntad de Cristo está encargado del ministerio preeminente de enseñar la verdad revelada. Cristo ha confiado a su Vicario la potestad plena, suprema y universal para el gobierno pastoral de su Iglesia.

8. Obispos y sacerdotes. Los obispos, unidos al sucesor de Pedro, reciben en virtud de su ordenación episcopal, la autoridad para enseñar en la Iglesia la verdad revelada. Son los maestros de la fe.

A los obispos están asociados en el ministro de la evangelización, como responsables a título especial, los que por la ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo.

9. Los religiosos. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Asumen una importancia especial en el marco del testimonio. Muchos religiosos se dedican directamente al anuncio de Cristo, otros, a través de la oración y la penitencia, testimonian el valor que su actividad tiene en la Iglesia en orden a sostener la acción de los evangelizadores.

10. Los seglares. Ejercen una forma singular de evangelización por cuanto se encuentran en el corazón del mundo y responsables de las más variadas tareas temporales.

El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.

11. La familia. Ella es la "Iglesia doméstica". La familia, al igual que la Iglesia, debe ser el espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.

12. Los jóvenes. Su importancia numérica y su presencia creciente en la sociedad despiertan el deseo de ofrecerles con celo e inteligencia el ideal que deben conocer y vivir.

"Es necesario que los jóvenes, bien formados en la fe y arraigados en la oración, se conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud. La Iglesia espera mucho de ellos" (EN. 72).

13. Ministerios diversificados. Los seglares también pueden sentirse llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos.

A estos ministerios, sin orden sagrada, la Iglesia reconoce un puesto importante para la implantación, la vida y el crecimiento de la misma Iglesia.

 

Capítulo VII. EL ESPÍRITU DE LA EVANGELIZACIÓN

En este capítulo el Papa exhorta a tener en cuenta las
condiciones fundamentales para que la evangelización
sea fructífera. Ellas son: la acción del Espíritu Santo,
el ser testigos auténticos, la búsqueda de la unidad
entre los cristianos, la búsqueda de la verdad, el amor
a los evangelizadores, el trabajo evangelizador hecho
con fervor.

Los obreros de la evangelización deben estar animados por actitudes interiores que los hagan dignos de esa alta vocación de modo que la proclamación del mensaje salvífico sea activa y fructuosa.

1. Bajo el aliento del Espíritu. No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo. Jesús actuó conducido por el Espíritu. Los Apóstoles, bajo la guía del Espíritu, salen hacia todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de Evangelización de la Iglesia.

"Gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece" (Act 9, 31). Él es el alma de la Iglesia. Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: él es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de Salvación.

2. Testigos auténticos. Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación.

Es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida y que la predicación, alimentada con la oración, y sobre todo con el amor a la Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador.

3. Búsqueda de la unidad. La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas. La división de los cristianos constituye de hecho, una situación que viene a cercenar la obra misma de Cristo.

Con gran esperanza se observan los esfuerzos que se realizan en el mundo cristiano en orden al restablecimiento de la plena unidad, deseada por Cristo.

4. Servidores de la verdad. El Evangelio que nos ha sido encomendado es también palabra de verdad. Una verdad que hace libres (cf. Jn 8,32) y que es la única que procura la paz del corazón.

De todo evangelizador se espera que posea el culto a la verdad. El predicador del Evangelio será aquel que, aún a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe transmitir a los demás.

5. Animados por el amor. La obra de la evangelización supone, en el evangelizador, un amor fraternal siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza.

6. Con el fervor de los santos. Los santos, grandes predicadores y evangelizadores supieron superar los obstáculos que se oponían a la evangelización.

Uno que perdura en nuestro tiempo es la falta de fervor, tanto más grande cuanto que viene de dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y desilusión, en la acomodación al ambiente y en el desinterés, y sobre todo en la falta de alegría y de esperanza. Todos los que tienen obligación de evangelizar deben alimentar siempre el fervor del espíritu. (cf. Rom. 12, 11).

 

CONCLUSIÓN

El Papa califica su Exhortación Apostólica como un grito que brota de su alma. Que la luz que ha iluminado a millones de conciencias reconciliadas con Dios en el Año Santo de 1975 se difunda en el mundo mediante un programa de acción pastoral del que la evangelización es el aspecto fundamental.

Este grito y este deseo se depositan en las manos y en el corazón de la Santísima Virgen María.