La Ley de Dios, herramienta de la comunidad

 

Acabamos de hacer un recorrido por los diez mandamientos. Se trata de una verdadera herramienta capaz de convertir una mentalidad opresora en mentalidad fraterna; capaz de transformar una convivencia opresora en una vivencia fraterna; capaz de revelar al mundo el rostro de Yavé, el Dios liberador. Todos aquellos que creen en el Dios que se reveló en la Biblia, son convocados por este mismo Dios a poner en práctica los Diez Mandamientos ya ser, de este modo, el fermento de una nueva sociedad, el principio de un hombre nuevo a imagen de Cristo.

Los Diez Mandamientos deben ser observados no sólo para que cada uno tenga su conciencia tranquila delante de Dios, sino también para que cada uno comience a luchar con sus hermanos por una vida digna del ser humano para todos. El libro del Deuteronomio es mucho más claro en este punto. Pide que el pueblo observe la ley; a) Para poder poseer la tierra (Dt 6, 11). b) Para poder prolongar sus días (Dt 6, 2). Para que la vida se multiplique (Dt 6, 3). ¡Tierra! ¡Vida larga! ¡Posteridad! Son las tres promesas hechas a Abraham: tierra, vida abundante, pueblo (Gen 12, 14). La ley enfoca cosas muy materiales: tierra, larga vida y muchos hijos. La ley defiende la base material de la vida del pueblo. La providencia divina pasa por la organización fraterna del pueblo, reglamentada por una ley justa. La realización de estas promesas divinas no Llovieron del cielo como una recompensa merecida por la buena observancia de la ley. Son más bien el fruto de la observancia de la ley.

Quien desliga los Diez Mandamientos de la salida de la "casa de esclavitud de Egipto" y del "clamor del pueblo", se coloca en una posición desde la que no es posible entender el sentido verdadero de la ley de Dios. Corre el riesgo de imitar el ejemplo de los fariseos y de los doctores de la ley del tiempo de Jesús. Los Diez Mandamientos señalan la formación del pueblo de Dios en oposición al sistema del Faraón y de los reyes de Canaán. Quien desliga la organización política, social y económica del pueblo de su fe en Yavé, y quien desliga la fe en Dios de la organización del pueblo, se coloca en una posición, desde la que no es posible percibir ni entender el sentido verdadero de los diez mandamientos. Separa lo que Dios unió, es decir, separa los 3 primeros mandamientos, de los otros 7 mandamientos. Corre el peligro de reducir los Diez Mandamientos a un catálogo de normas individuales y de explicarlos contra el bien del pueblo y contra el objetivo que Dios tiene en mente, como lo hacían los fariseos y los doctores de la ley del tiempo de Jesús.

Los diez mandamientos defienden un sistema de vida que es, al mismo tiempo, garantía de los derechos humanos y revelación del rostro de Yavé, Dios liberador. Los diez mandamientos revelan la intención del Creador, tan bien definida por Jesús: "Yo, en cambio vine para que tengan vida y la tengan abundantemente" (Jn 10.10). Jesús resumió el objetivo que Dios tenía en mente al decir que la ley quiere llevar a los hombres a la plenitud del amor y del amor al prójimo (Mt 22, 34-40).Y este objetivo no se alcanza tan sólo a través de una piedad individual; exige también una organización justa y fraterna del pueblo.