No cometerás adulterio

 

No cometerás adulterio Generalmente, cuando se pregunta: ¿Cuál es el sexto mandamiento"? Se contesta: "No pecarás contra la castidad", Pero no es esto lo que la Biblia dice. Dios habló así:

"No cometerás adulterio" (Ex 20, 14).

¿Cuál es el sentido de este mandamiento? ¿A qué clamor del pueblo responde? ¿Qué tipo de opresión se quiere atacar y combatir con este mandamiento?

En Egipto, en la "casa de la esclavitud", la organización de la sociedad era en forma de pirámide: el Faraón arriba, bendecido por los falsos dioses, debajo de él estaban los reyes y el personal de la clase de los funcionarios; en la base de la pirámide, sin voz ni voto, vivía el pueblo, sin voz ni vez. Era una desigualdad radical. Ahora bien, una de las causas que permitía la existencia y la continuidad de este sistema opresor era la mentalidad de que el hombre era superior a la mujer. La pirámide existía no solamente en la organización de la sociedad, es decir en la vida económica, social, política y religiosa. Existía también en la cabeza de los hombres con relación a las mujeres. Cada familia era una pequeña pirámide donde el gran sistema se reproducía: el hombre, el jefe de casa, allá arriba, como dueño absoluto de todo; por debajo de él, la mujer y los hijos, sin voz ni vez. Era allá, en el corazón de la vida, que el sistema dominador del Faraón y de los reyes podía encontrar el abono propicio para sobrevivir por siglos sin fin. En cierto sentido, la pirámide del Faraón y todas las pirámides, tanto las de antes como las de ahora, pudieron surgir, crecer y mantenerse porque eran y continúan siendo alimentadas por el afán de dominio del hombre, por el dominio del hombre sobre la mujer. La pirámide sólo podrá ser destruida el día en que la relación hombre-mujer llegue a una igualdad real, en que tanto ella como él puedan ser ellos mismos. Pues la idea de superioridad del hombre frente a la mujer se volvió tan fuerte, que penetró hasta en la cabeza de las propias mujeres y creó en ellas un complejo de inferioridad frente al hombre. Y hoy, cuando la mujer reclama su igualdad con el hombre, con cierta frecuencia no quiere ser "ella misma", sino que quiere ser "como el hombre". Esto nos dice a qué punto ha llegado la opresión de la mujer por parte del hombre.

En el sexto mandamiento, la ley de Dios muestra su profundidad y su importancia. El cambio que quiere realizar en la sociedad es radical y total. La relación entre las personas debe cambiar totalmente. Debe volverse una relación de igual a igual, relación de amor y de fraternidad. No basta que se creen relaciones de igualdad en el campo político, económico y social. La relación de igualdad debe penetrar todo, hasta el núcleo más íntimo de la vida humana y de la sociedad, que es la relación hombre-mujer, el matrimonio. Y el paso concreto que la ley de Dios da en esta dirección está descrito en el sexto mandamiento que dice "No cometerás adulterio".

El sexto mandamiento no hace distinción entre hombre y mujer. A ninguno de los dos -hombre o mujer- le está permitido traicionar al compañero. Pero en la realidad la mujer llevaba desventajas frente al hombre en la aplicación concreta de este mandamiento. En Israel se deba más libertad al hombre que a la mujer. No era considerado adulterio cuando un hombre casado tenía relaciones sexuales con una joven no casada. Esto era considerado apenas como ofensa al padre de la joven, por lo cual el culpable debía pagar una indemnización (Dt 22, 28-29).Para la mujer, sin embargo, cualquier relación con otro hombre era considerada adulterio. Así, el objetivo de la ley no era alcanzado. Continuaba la desigualdad entre hombre y mujer. Seguía la dominación del hombre sobre la mujer.

Pero el ideal de igualdad entre hombre y mujer estaba latente y volvía a renacer siempre. Resurgió en la descripción de la creación, donde se dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó" (Gen l' 27). ¡Es en la igualdad fundamental entre eI hombre y la mujer y en el amor entre los dos, donde sé revela la semejanza del ser humano con Dios! Pero este ideal tan importante para la correcta organización de la sociedad, nunca fue alcanzado en el Antiguo Testamento. El machismo fue siempre más fuerte.

En el Nuevo Testamento, Jesús retoma el ideal que Dios tenía en mente al dar el sexto mandamiento: "Se dijo a los antepasados: no cometas adulterio. Ahora yo les digo que quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su interior" (Mt 5, 27-28). En aquel tiempo el divorcio era cosa fácil. Por cualquier motivo el hombre podía echar a su esposa. Jesús dice: "¿No han leído que el Creador en el principio, los hizo hombre y mujer?" (Mt 19, 4). Y Jesús prohibió que la esposa fuese repudiada. Quien repudiaba a su esposa y se casaba con otra mujer, cometía adulterio (Mt 5, 61-32; 19, 4-9). Esta manera de hablar de Jesús impresionó tanto a los apóstoles, que dijeron: "Si esa es la condición del hombre con la mujer, más vale no casarse" (Mt 19, 10). Este es un signo concreto de que Jesús limitó la libertad del hombre frente a la mujer. Quiso restablecer la igualdad.

El mismo ideal de igualdad es retomado por San Pablo. En la nueva comunidad fundada en Cristo, "ya no hay diferencia entre quien es judío y quien griego, entre quien es esclavo y quien hombre libre, ya no se hace diferencia entre hombre y mujer" (Gál 3, 28). En realidad, ni en las comunidades de los primeros cristianos esta igualdad básica entre hombre y mujer fue alcanzada. El propio San Pablo, a pesar del ideal que tan claramente formulaba, imponía serias restricciones a la mujer (1 Cor 11' 2-16) . Señal de que se trataba realmente de una raíz muy profunda, difícil de ser arrancada del corazón del hombre.

El sexto mandamiento siempre fue reducido a la práctica de la castidad, entendida como un esfuerzo por respetar el propio cuerpo. La Biblia quiere más que esto. Quiere que sea respetada la imagen de Dios en el ser humano. Esta imagen aparecerá plenamente cuando el hombre y la mujer lleguen a un respeto mutuo y cuando el amor entre ambos no sea ya pretexto para dominar al otro, sino motivo de crecimiento. Quiere acabar con una de las raíces más profundas del sistema de opresión que es la dominación de la mujer por parte del hombre. ¡Es un desafío!