No pronunciarás el nombre de Dios en vano

 

El segundo mandamiento completa el primero y le da mayor fuerza. Dice:

"No tomes en vano el nombre
de Yavé, tu Dios, porque
Yavé no dejará sin castigo
a aquél que toma su nombre
en vano" (Ex 20, 7)

¿Cuál es el sentido de este mandamiento? ¿Es sólo una cuestión de dominar la lengua y de no mezclar el nombre de Dios en todas las cosas? Por ejemplo, cuando alguien estornuda, se dice: "Dios te dé salud" Dios va y viene con nosotros, a Dios lo encontramos hasta en la sopa "¡Mi Dios del cielo!" "¡Vaya con Dios!" "¡Dios le pague!" "¡Dios le ayude!" ¡Si Dios quiere!" "¡Por Dios!" ¿Será sólo cuestión de moderar un poco más la lengua? ¡No! El segundo mandamiento trata de una cosa mucho más seria. Si fuese sólo eso, entonces nos bastaría con programar unos cursillos sobre las buenas maneras de hablar. Pero no es de eso de lo que trata el segundo mandamiento, pues eso nada tiene que ver con la liberación del pueblo de la "casa de la esclavitud de Egipto". Un cursillo así hasta podría dar la razón a los opresores del pueblo. El segundo mandamiento responde al clamor del pueblo. Quiere atacar y destruir una de las muchas causas de opresión que hacen sufrir y gritar al pueblo. ¿Cuál es esta causa?

Como ya vimos, el Faraón de Egipto hacía todas las cosas en nombre de su dios. En nombre del dios Ra, Osiris o Amón, se declaraba dueño de Egipto, de las tierras y de las cosechas. En nombre de su dios, se declaraba dueño del pueblo, de su trabajo y de su producción. En nombre de este mismo dios hacía sus guerras para dominar a los pueblos y robar sus riquezas. La invocación del nombre de los dioses encubría el robo, la injusticia, las mayordomías, las mentiras. Y este ejemplo era secundado por los reyes de Canaán, donde vivían los hermanos del pueblo de Moisés, descendientes de Abraham, todos oprimidos y explotados por estos reyes. Ellos llamaban a esto el "derecho del rey" (1 Sam 8, 11-18). Bajo la invocación del nombre de sus dioses el Faraón y los reyes arrancaban de la boca del pueblo un gran clamor.

Esta era una práctica muy divulgada y absolutamente normal. Cualquiera, por cualquier cosa que hacía, invocaba siempre el nombre de su dios. De esta manera, Dios se convirtió en madera barata de cualquier obra de carpintería, payaso al servicio de cualquier interés, bendición de las más estrafalarias empresas. No se preguntaban si Dios estaba de acuerdo. En la mente de ellos, Dios sólo existía para servir a sus intereses.

Cuando el Dios verdadero decidió oír el Ilamor del pueblo y cuando bajó para liberarlo; cuando resolvió enfrentar aquellos falsos dioses del sistema opresor de Egipto, propalados en medio del pueblo por las enseñanzas de la escuela del Faraón, decidió también revelar su Nombre. Y lo reveló a las personas que, como Él, estaban empeñadas en la liberación del pueblo. Le dijo a Moisés: "Así dirán al pueblo de Israel: Yavé, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán sus hijos y sus descendientes" (Ex 3,15).

El nombre es la cosa más sagrada que tenemos; No se da a conocer el nombre a cualquiera. Ahora bien, el nombre con el que Dios quiso darse a conocer a la comunidad y en el cual ella cree es Yavé. Yavé quiere decir "Emmanuel", "Dios con nosotros", Dios liberador, "Yo estaré con ustedes para liberarlos" (Ex 3,12; Jer 1,19; Jueces 6,16). Cuando Dios asume la lucha contra los falsos dioses, muestra con claridad el sentido de su nombre (Ex 3,13-15). Es un nombre liberador. Con este nombre revela su compromiso de atender siempre al clamor del pueblo y de luchar por su liberación. Como dice el Salmo: 'Me da nuevas fuerzas; me guía por senderos de justicia, haciendo honor a su nombre (Sal 23 (22), 3). "Pues a mí se acogió, lo liberaré, lo protegeré, pues conoció mi nombre" (Sal 91 (90), 14). Con esto se nos quiere decir que quien tiene el valor de invocar en serio el nombre de Yavé, tendrá la certeza de su protección y de su acción liberadora.

Pues bien, la peor cosa que puede suceder es que alguien utilice el nombre deYavé de la misma manera que el Faraón usaba el nombre de su dios, es decir, para dominar, oprimir y explotar al pueblo. ¡Esto sería una mentira! Sería invocar el nombre de Dios Liberador para justificar la opresión del pueblo. Sería la cosa más vil que nos podemos imaginar. Por eso dice el segundo mandamiento: "No tomen en vano el nombre de Yavé tu Dios". Y añade "Porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano" (Ex 20, 7).

¿A qué se debe esta gran diferencia entre el uso que el Faraón hace de sus dioses y el invocar el nombre de Yavé? Es por lo siguiente. Cuando alguien comienza a quitar la viga principal del techo de la casa, ¿acaso la familia que la habita se va a quedar de brazos cruzados? Nada de eso. Va a impedirlo de todos modos, pues es una amenaza para la casa. Usar el nombre de Yavé para cosas vanas, esto es, para justificar la opresión, es lo mismo que arrancar la vida principal de la comunidad. El eje central de la comunidad es su fe en Yavé, el Dios liberador.

La comunidad busca manifestar esta fe a través de una organización fraterna e igualitaria, donde nadie oprima a su hermano. Ahora bien, usar el nombre de Yavé para introducir y legitimar la opresión dentro de la comunidad, es lo mismo que destruir la comunidad. Tal destrucción tiene su explicación en el segundo mandamiento, como un castigo del propio Dios.

Y actualmente, ¿cómo están las cosas? El nombre de Dios y la cruz de Cristo están en todo, hasta en los lugares donde se practican las mayores injusticias... "Jueces, sentados debajo de la cruz de Cristo, pronuncian sus sentencias contra los pobres en favor de los corrompidos. El nombre de Dios está en boca de los gobernadores y jefes de las naciones que oprimen y explotan a otros pueblos. El nombre de Dios ha sido usado, a veces, para bendecir las armas de los explotadores. El nombre de Dios vino con los colonizadores. Y, en su nombre, muchos indios fueron exterminados y muchos negros esclavizados. Dentro de la misma iglesia, el nombre de Dios ya fue usado y continúa siendo usado, aquí y allá, por algunos, para oprimir a las personas y al pueblo. El nombre de Dios continúa siendo pronunciado en vano por muchos para justificar la opresión y para hacer que el pueblo continúe en la "casa de la esclavitud".

Y nosotros, que pertenecemos a la comunidad cristiana, ¿cómo usamos el nombre de Dios? ¿Lo usamos para imponer nuestras ideas a los otros, o para hacer surgir desde dentro del clamor del pueblo el rostro resplandeciente del Dios vivo, verdadero y libertador?