TESTIMONIOS SOBRE JESÚS,
PROVENIENTES DE FUERA DEL CIRCULO DE CREYENTES
¿Quién podría interesarse por este hombre fuera de aquellos que
le seguían? En un mundo en el que no existían los medios de
comunicación de que ahora disponemos, nadie habló de Jesús
durante su vida: pasó desapercibido; e incluso su muerte en una
cruz no fue sino un acontecimiento más: ¡por aquel entonces no se
prestaba mucha atención a un crucificado! Más tarde, cuando los
cristianos fueron ya muchos, los historiadores y gobernadores
hablaron algo de El.
Tres son los historiadores, un judío y dos romanos, que aluden a
Cristo. En primer lugar Josefo, judío adherido a la causa romana,
escribió entre los años 80 y 90 la historia de las guerras judías. Hay
un pasaje corto que se refiere a Jesús: «En esta época vivió Jesús,
un hombre excepcional porque hacía cosas prodigiosas. Maestro de
gentes muy bien dispuestas a dar favorable acogida a buenas
doctrinas, se ganó a muchos de entre los judíos y también de entre
los paganos. Cuando, denunciado por los notables, Pilato le
condenó a la cruz, los que le habían entregado su afecto desde el
comienzo, no dejaron de amarle, porque se les apareció al tercer
día, vivo de nuevo, como los profetas lo habían anunciado, lo mismo
que otras mil maravillas en relación con El. En nuestros días no se
ha agotado todavía la raza de los que, a partir de El, se llaman
cristianos».
Más tarde, hacia el año 120, Suetonio, un historiador romano,
cuenta que el año 50 el emperador Claudio publicó un decreto por
el que expulsaba de Roma a los judíos, ya que andaban revueltos
por causa de un tal Cristo, esto nos indica que 20 años después de
la muerte de Jesús ya había cristianos en Roma.
Tácito, otro historiador de la misma época, cuenta que en tiempos
de Nerón, emperador el año 64, hubo un gran incendio en Roma.
Se corrió el rumor de que había sido el mismo emperador quien lo
había provocado para reconstruir la ciudad a su manera. Era
necesario encontrar quien cargara con el muerto: se acusó a los
cristianos, que según Tácito, eran ya una multitud inmensa. Con
esta ocasión Tácito habla de ellos, sin ninguna simpatía, como de
discípulos de «Cristo, cierto criminal ejecutado por Pilato,
gobernador de Judea», unos treinta años antes.
Hay otro eco que procede de un gobernador: Plinio, encargado
de mantener el orden en una provincia alejada, escribe al
emperador Trajano el año 112. Tiene algunos problemas: ya no hay
gente que compre animales destinados a los sacrificios y la
situación está creando un clima de descontento. Según un sondeo
que ha realizado, la causa son los «cristianos»: estas gentes no
participan en los cultos paganos. Se ha procedido, por tanto, a
algunas detenciones, pero no se ha podido descubrir nada de cierta
gravedad: se reúnen en días fijos, por la mañana, para cantar
himnos a Cristo, como a su Dios, y luego se reúnen en una comida
ordinaria: ¡esto es todo!...
Existe también, finalmente, una alusión procedente de judíos que
no han reconocido a Jesús: en un libro, el Talmud, se puede leer:
«Jesús de Nazaret fue suspendido de una cruz, porque practicaba
la magia y sacaba del buen camino al pueblo».
Todos estos textos están más alejados de los acontecimientos
que los testimonios que tenemos de los cristianos y no añaden gran
cosa a nuestro conocimiento de Cristo.
ALAIN
PATIN
LA AVENTURA DE JESUS DE NAZARET
COLECCION ALCANCE, 7
SAL TERRAE. SANTANDER-1979.Págs. 156-158