Teología de la Cruz
CZ/TEOLOGIA D/PODER-DEBILIDAD
FE/RELIGION:
El Dios de Jesús, el Dios cristiano, no se nos revela sólo en la
resurrección del Hijo, sino que se nos revela también en la vida del
hombre Jesús.
Veamos unos versos de ·Bonhoeffer-D (Resistencia y sumisión,
Ed. Sígueme, Salamanca 1983, p. 244), dos estrofas de su poema
«Cristianos y paganos», para ver en qué nos diferenciamos los
cristianos de los paganos. Al menos en una cosa:
«Los hombres se dirigen a Dios
cuando se sienten necesitados,
imploran ayuda, piden felicidad y pan,
salvación de la enfermedad,
de la culpa y de la muerte.
Todos lo hacen así, todos,
cristianos y paganos.
Los hombres se dirigen a Dios
cuando lo sienten necesitado,
lo encuentran pobre y despreciado,
sin abrigo y sin pan,
lo ven devorado por el pecado,
la debilidad y la muerte.
Los cristianos están con Dios en su Pasión»
Comparando ambas estrofas, vemos que hay dos imágenes de
Dios: la imagen del Dios eterno y todopoderoso, del Dios de la
gloria, que por sí solo no es el Dios cristiano, y la imagen
precisamente del Dios cristiano. Dicho brevemente: quien cree tan
sólo que Dios es eterno y todopoderoso será un hombre religioso,
sí, pero no será cristiano. El cristiano, además de pensar a Dios
como eterno y todopoderoso, piensa a Dios como débil.
J/TENTACIONES /Mt/04/01-11: Recordemos las tentaciones de
Jesús en el desierto. Ese relato es una de las formas que tiene el
evangelista de comunicarnos lo que estamos tratando ahora. El
diablo dice a Jesús: «Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras
se conviertan en pan». En la concepción religiosa de Dios, pero no
cristiana, Jesús, que es el Hijo de Dios, debe demostrarlo y, por
tanto, convertir las piedras en pan. Ese es el Dios del poder; ése
es el Dios de la gloria. Pues bien, ése no es el Dios manifestado en
Jesucristo. El Dios que domina y utiliza la creación a su favor no es
el Dios cristiano. En el fondo, lo mismo significan la segunda
tentación y la tercera: «Si eres hijo de Dios, tírate del alero del
templo y los ángeles te salvarán». Jesús habría demostrado así,
con su poder, ser el Hijo de Dios; pero ese Dios no sería el Padre
de Jesús, sino «otro» Dios. El Dios que encontramos en Jesús no
lo hace, «no lo puede hacer». Lo mismo pasa con la tercera
tentación: «Todo esto te daré si te postras y me adoras». La
tentación del poder. Por eso puede escribir González Faus en su
cristología que «no es Dios el que tiene que evitar el dolor del
hombre en la historia, sino que es el hombre el que tiene que evitar
el dolor de Dios en la historia» (Puede leerse el capítulo «¿Qué
Dios se nos revela en Jesucristo?» en J.I. GONZALEZ FAUS,
Acceso a Jesús, Salamanca 1979, 158-183)
La «contraimagen» del episodio de las tentaciones es Jesús
crucificado, o Jesús en la cueva de Belén, que para estos efectos
es lo mismo.
D/SUFRIMIENTO: ¿Cómo vemos a Jesús en la Cruz?: a merced
del hombre, entregado a los sacerdotes, entregado a los romanos,
a merced de la actuación humana, de la conciencia y de la
responsabilidad de los hombres. ¿Cómo vemos a Jesús en Belén?:
a merced de María y de José, entregado a la voluntad de los
hombres. No es Dios el que tiene que evitar el dolor del hombre en
la historia, sino que es el hombre el que tiene que evitar el dolor de
Dios.
Por tanto, estamos en una visión bipolar de Dios. Una imagen de
Dios «en tensión». El Dios todopoderoso, convertido en impotente.
El Dios eterno, hecho hombre mortal; el Dios infinito, llorando,
necesitando que le cuiden, afectado por el sufrimiento y el dolor.
Dios, al encarnarse, ha asumido nuestra historia y, desde
entonces, nuestra historia es su vida.
Jesús puede decir a Pablo en el camino de Damasco: «Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hech 9,4); o en el evangelio de
Mateo, al describir el juicio final, puede decir: «todo lo que hicisteis
a uno de estos pequeños a mí me lo hicisteis» (cf. Mt 25, 40).
Todos conocemos el poema de ·Machado-A titulado «La Saeta»
y que comienza por una saeta popular que dice:
«¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?»
Luego sigue el poema:
«¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras,
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!».
Dos imágenes de Dios: Jesús colgado del madero y Jesús
triunfante, caminando sobre el agua del mar. Machado no puede
cantar, ni quiere, al Jesús del madero; sí al que domina la fuerza
del mar.
Nuestra imagen de Dios, el Dios que nos gusta, por decirlo así,
es el Dios al que, como decía Bonhoffer en el poema, le podemos
pedir cosas... ¡y que nos las conceda! Es el Dios Salvador de la
muerte, de las incapacidades, del dolor; es el Dios que llena
nuestras necesidades, el Dios que nos ayuda. Y resulta que el Dios
revelado en Jesucristo es un Dios que quiere que le ayudemos. Es
el Dios del madero; es el Dios que no cede a la tentación del poder
y de la fuerza; es el Dios que se agota al recorrer los caminos de
Palestina; es el Dios que nace a merced del hombre.
Martín ·Lutero-M, en 1518 -poco antes, por tanto, de estallar su
conflicto con Roma-, tiene una disputa teológica, académica, que
conocemos como la «controversia de Heidelberg» (Puede verse en
M. LUTERO, obras; edición preparada por T. Egido, Salamanca
1977, 74-85).
Son una serie de tesis que él presenta como paradojas
teológicas. En las tesis 19, 2O y 21 inaugura lo que se ha llamado
la «teología de la Cruz». La teología de la Cruz no es algo distinto
de lo que vengo diciendo. Es el encuentro con Dios que tiene lugar
en el encuentro con Jesucristo humillado, en el encuentro con
Jesucristo puesto a merced del hombre. Dicen las tesis 19 y 2O de
Lutero: «No puede llamarse en justicia teólogo al que crea que las
cosas invisibles de Dios pueden aprehenderse a partir de lo
creado... Las cosas invisibles de Dios son la fuerza, la divinidad, la
sabiduría, la justicia, la bondad, etc. Conocerlo no hace a nadie
digno ni sabio». Que Dios es Todopoderoso es algo tan obvio que
conocerlo, según Lutero, no hace a nadie digno ni sabio. Continúa
en la tesis 20: «Sino, mejor, (sólo puede llamarse en justicia
teólogo) a quien aprehende las cosas visibles e inferiores de Dios
a partir de la pasión y de la cruz».
Es la misma idea. ¿Quién es el verdadero teólogo? o, dicho de
otra manera, ¿quién es el creyente cristiano? El creyente cristiano
no es aquel que cuando tiene un dolor dice: ¿qué he hecho yo
para merecer esto?, sino quien es capaz de ver en el sufrimiento la
mano de Dios; quien es capaz de ver que en el dolor está Dios.
Porque Dios estaba en la cruz de Cristo.
En resumen: «Jesús es el Hijo de Dios» quiere decir que el Dios
Eterno, Todopoderoso, Principio y Fin de todas las cosas, ha
«perdido» su poder y está a nuestra merced para que nosotros le
ayudemos en la historia. Dios se ha unido a nuestro destino y
queda afectado por nuestra situación. Es Dios entregado por el
Amor. o sea, que el Dios revelado en Jesucristo no es tanto el Dios
del Poder cuanto el Dios del Amor.
Quizá a alguien se le esté planteando una cuestión: entonces,
¿Dios no sirve de nada? ¿Dios no actúa en nuestra vida? Lo que
pasa es que la actuación de Dios en la vida del hombre es una
actuación que tiene lugar desde la inmanencia. Dios actúa en
nosotros, los hombres, y en la creación, por el Espíritu Santo, pero
respetando al propio tiempo la autonomía de la creación y de sus
leyes. Dios no nos salva, cuando nos estamos ahogando,
haciéndonos caminar sobre el agua, sino que nos salva dándonos
fuerza desde dentro para nadar.
JOSE RAMON BUSTO
SAIZ
CRISTOLOGIA PARA EMPEZAR
EDIT. SAL TERRAE COL. ALCANCE 43
SANTANDER 1991. Pág. 116-123