LA REVELACIÓN NEOTESTAMENTARIA COMO PROMESA
1. El
tiempo de Cristo, tiempo último
El tiempo nuevo introducido por la encarnación, la muerte y la
resurrección de Cristo es la época última. Cristo es el punto y la meta
final de la revelación divina e incluso de toda la historia humana. Por
medio de su Hijo, Dios ha dado la última palabra a los hombres (Hebr.
1, 2). Máximo Confesor dice en un sermón (Homilía 13): "El que salió
antes de todos los tiempos como Unigénito del Padre, nació de María al
final de los tiempos." Tertuliano escribe en su escrito sobre la
resurrección de la carne (De resurrectione carnius 51): "Aunque es la
palabra original del Padre, también es el último Adán." Su vida no se
repite en eterno retorno como la de los dioses míticos. Murió una vez y
de una vez para siempre (Heb. 9, 26). Al comienzo de la nueva edad
está su sacrificio único e irrepetible (Heb. 9, 28). Su muerte única se
hace eficaz en todos, ya que todos tienen parte en su muerte. Uno ha
muerto, por tanto todos han muerto (l Cor. 5, 14). Todo lo que ocurre
en la época del mundo abierta por la muerte y resurrección de Cristo
sirve al desarrollo comenzado por El. Por eso esta época es, como dice
Inocencio III (De sacro aItaris mysterio 1. 4, c. 28), eterna, es decir,
perduradera. La época abierta por Cristo jamás envejecerá, según
Severo de Antioquía (Homilía 22). Es la última época.
PARTICIPACION/MU-RS MU-RS/PARTICIPACION: Frente a la
historicidad de Cristo surge sin duda la dificultad de cómo las
generaciones que viven después de El pueden participar de su muerte
y resurrección, ya que la muerte y resurrección están, debido a su
historicidad, situados en un determinado entonces y allí; parecen, por
tanto, ser inaccesibles para las generaciones siguientes. Y sin embargo
esa participación es importante. De ella depende la salvación (Rom. 6,
1-11). Para aclarar esta dificultad no se puede huir de ella hablando de
una repetición o renovación de la muerte de Cristo en sentido propio o
en sentido común y general. Tal cosa sólo ocurre en el mito. La muerte
del Señor se hace accesible para los que viven después de El por otros
caminos. Los sacramentos constituyen el puente que atraviesa el
abismo de los tiempos. En ellos es superada la estrechez de lo
histórico. En los sacramentos es actualizada de algún modo que aquí
no vamos a explicar más por extenso, la obra salvadora de Cristo, en
primer lugar su muerte y después, en relación con ella, su vida y
resurrección (véase vol. VI, 228). El sacramento es acción actual o
presencia activa.
2. Carácter oculto de la Revelación de Cristo RV/OCULTA:
Si antes dijimos que Dios habló en Cristo su última palabra, hay que
añadir que esta última palabra fue pronunciada de forma que pudo y
puede ser desoída. De hecho lo fue. La revelación ocurrida en Cristo
está bajo la misma ley de todas las demás revelaciones de Dios, bajo la
ley del ocultamiento. En el rostro de Cristo se podía ver la gloria de
Dios, pero sólo era visible para quienes tenían la fuerza de visión
necesaria para ello. También podía ser pasada por alto. Los
contemporáneos del Señor, en su mayor parte, no la vieron. Y así
pudieron crucificar al Señor de la gloria (l Cor. 2, 8). Como Dios hace a
los hombres sus exigencias de imperio por medio de Cristo, sin mostrar
inmediatamente su gloria, los hombres egoístas se rebelaron contra El
y mataron a Cristo como que fuera un hombre cualquiera. Podría hacer
la impresión de que la revelación de Dios no tuvo éxito en Cristo, de
que Dios se hubiera puesto de parte de sus jueces y verdugos. La
revelación de Dios está encubierta en figura de siervo. Bajo la misma
ley está también nuestra participación en la vida del Señor. También
ella ocurre ocultamente. Sólo se revela en signos, pero no en su figura
sin velos. El mal continúa su lucha. Cierto que ha sido herido, pero no
aniquilado (Mt. 8, 29). La obra del Gólgota todavía no se ha acabado.
La mañana de Pascua apunta un lejano futuro. Cierto que ha venido la
salvación, pero todavía no es día pleno (Rom. 13, 11). Vivimos todavía
en el eón de la muerte. La actual época del mundo es todavía tiempo
de pecado y de caducidad (Rom. 12, 2; I Cor. 1, 20; 2, 6, 8, 3, 18, Il
Cor. 4, 4; Gal. 1, 4). Sin embargo, llegará el día de la vida y de la luz
(Lc. 16, 8; 20, 34 y sigs.; Eph. 1, 21). Este eón futuro está ya presente,
ya que penetra en esta época del mundo. Los cristianos han sido ya
salvados del presente "mundo" malo y han saboreado las fuerzas del
futuro eón (Gal. 1, 4; Hebr. 6, 5). VENIDA/PARUSIA PARUSIA/VENIDA:
Pero todavía no ha llegado su figura definitiva (Hebr. 6, 5). A ella está
dirigida la mirada de la Iglesia y de sus fieles. Hacia esta hora se
desarrolla la obra ocurrida en Cristo. Entonces aparecerá el Señor
públicamente en la figura alcanzada en su resurrección. Entonces la
Palabra pronunciada por el Padre en el silencio de la eternidad,
enviada al tiempo en la Encarnación, desoída por muchos y por
muchos rechazada, se hará tan fuerte que todos la oirán y se inclinarán
a ella, sea para salvación, sea para justicia. Al final de los tiempos el
Verbo del Padre se revelará realmente como palabra final.
3. La primera venida de Cristo como garantía y promesa de su vuelta
La revelación cumplida en la Encarnación, la plenitud de los siglos de
las promesas, es ella misma, por tanto, promesa de la plenitud final. Es
una plenitud prometedora. La historia humana está todavía de camino
hacia la ciudad y hacia la tierra para la que fue sacado Abraham de la
ciudad de su padre, de su casa y da su pueblo. La peregrinación
terminará cuando vuelva Cristo.
MUNDO/2-FORMAS J/CENTRO-HISTORIA: En el NT esa situación
es representada bajo la imagen de los dos eones, de las dos formas
del mundo. La una se extiende desde la creación hasta el fin del
mundo; la otra comienza con la catástrofe de la actual figura del
mundo. La futura figura del mundo es algo inimaginable. Está más allá
de todo lo que encontramos en la experiencia. Sólo puede ser descrita
en comparaciones. Es el "nuevo cielo y la tierra nueva". Esta futura
forma del mundo penetra ya en el tiempo actual y, por tanto, no es
exclusivamente futura. Aunque sigue existiendo la forma del mundo
dominada por el pecado y la muerte, Cristo ha iniciado ya la futura
forma del mundo. Cristo significa fin y comienzo a la vez, y es
verdaderamente el centro de la historia. El hecho de que se rasgara el
velo del templo, resucitaran muertos y se aparecieran a muchos, fue el
signo visible de la nueva situación histórica (/Mt/27/51). En su
resurrección, que es el comienzo de la resurrección universal (I Cor.
15, 23 y sigs), empezó la futura forma del mundo. O. Cullman, Christus
und die Zeit, 1948, 2ª. edic. Además, vol. IV, 167 c.
J/RS/MODELO H/MUNDO/TRANSFORMAR
Cristo alcanzó en su resurrección la figura
que significa la salvación perfecta. Cristo resucitado es a la vez el
modelo de la forma existencial hacia la que camina toda la creación. Es
el primogénito de la creación (/Col/01/15). Mientras la naturaleza en
que vive el hombre está determinada por el círculo perduradero de
nacimiento, vida, muerte y nuevo nacimiento, Cristo, en su
resurrección, ha roto el círculo de la vida natural, abriendo así el
camino hacia un modo de existencia que está sustraído a la ley de la
caducidad. La resurrección de Cristo es, por tanto, una promesa a toda
la creación, a saber, la promesa de que toda la creación será
transformada conforme al modelo de Cristo resucitado. Por tanto, la
resurrección de Cristo es el quicio de la historia sagrada. La
resurrección de Cristo mismo tiene un dinamismo inagotable para
transformar a los hombres y al universo hacia el estado por ella
representado. Del mismo modo que por la vocación de Abraham se
inició el proceso de un movimiento orientado hacia un fin, ese mismo
proceso alcanzó, mediante la resurrección de Cristo, el carácter de una
transformación inacabable. La meta se hizo visible y fue anticipada en
Cristo resucitado. Es la superación del modo perecedero de existencia.
La plenitud completa consistirá en la manifiesta participación corporal
en la eterna existencia gloriosa de Dios. Cristo resucitado es, por tanto,
una plenitud prometedora. J/RS/PLENITUD: Es en cierto sentido una
antiplenitud. Pero tiene en sí la fuerza para obrar la plenitud última, la
figura perfecta de la plenitud.
MUNDO/FIGURA-FINAL: La prometida figura final y perfecta está ya
presente de modo oculto, ya que la muerte y resurrección de Cristo
están influyendo ya sobre los hombres. Cfr. 182. Por tanto, entre la
figura actual y la futura del mundo hay a la vez continuidad y
discontinuidad. Pero la última es más fuerte que la primera. Sólo en
María se ha realizado ya el fin (vol. VIII, 7).
Cuando según la concepción occidental la historia universal es
dividida por Cristo en dos períodos (antes de Cristo y después de
Cristo) pervive en ello una forma mundanizada de la doctrina
neotestamentaria de que por Cristo fue iniciada la futura forma
existencial de la creación. ·Ambrosio-san habla de estas relaciones de
la manera siguiente (In. Ps. 38, nn. 24-26): "Aunque Cristo ya ha
resucitado, en el Evangelio se nos muestra todavía su figura histórica...
Primero precedió la sombra, siguió después la imagen, llegará la
realidad: la sombra en la ley, la imagen en el Evangelio, la realidad en
el cielo." En Isaías (11, 1-9) aparece en una poderosa visión la
continuidad de promesa viejotestamentaria, anteplenitud
neotestamentaria y plenitud perfecta al fin de la historia.
FUTURO/ESPERANZA EP/FUTURO El futuro prometido por Cristo es
más importante que el pasado y que el presente. Pues es la meta. Lo
que Cristo hizo es un comienzo, un germen. Lo mismo que la encina es
el fin de la bellota, y la mariposa el fin de la crisálida, el futuro que
surge más allá de la historia es el fin de la obra de Cristo y de nuestra
unión con El (I Cor. 15).
Será un estado en el que Dios será todo en todas las cosas
(/1Co/15/28), en el que el reino de Dios, que es reino de amor, se
impondrá plenamente en la historia y en el mundo: en El se cumplirá el
sentido de todo lo que Dios ha obrado a través de milenios. Ya que la
instauración del reino de Dios es el sentido y la meta de su revelación
histórica.
SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VII
LOS NOVISIMOS
RIALP. MADRID 1961.Pág. 78-82)