¿ES JESÚS UNA BUENA NOTICIA?


Jon Sobrino


1. Una pregunta chocante, pero necesaria 

Que Jesús de Nazaret anuncia el reino de Dios como buena 
noticia a los pobres y que él mismo, su muerte y resurrección sobre 
todo, es presentado como eu-aggelion, es evidente en el Nuevo 
Testamento. A pesar de ello hemos formulado conscientemente el 
título de este artículo en forma chocante para que la respuesta a 
tan decisiva pregunta no sea rutinaria, como en nuestra opinión 
suele ocurrir con frecuencia. 

Y es que, por decirlo desde el principio, no es lo mismo aceptar 
que Jesús es Dios y hombre, Señor y mesías -y nada digamos de 
quienes se entusiasmaban al pensarlo como rey del mundo a quien 
deben consagrase las naciones- que aceptar algo tan sencillo como 
que Jesús es "una buena persona", es alguien que "cae bien", que 
"da gusto conocerlo". No es lo mismo adorar, rezar, obedecer a 
Cristo y rendirle culto -y nada digamos de organizar cruzadas para 
seguir su santa voluntad- que sentir gozo en el Dios que se ha 
manifestado en él. Pues bien, esto es precisamente a lo que estas 
breves líneas quisieran ayudar. 

Dicho en lenguaje más conceptual, a la doble perspectiva de 
ortodoxia y de ortopraxis en nuestra relación con Jesucristo, 
queremos añadir una tercera que, a falta de mejor expresión, 
pudiéramos llamar ortopathos, es decir, el modo correcto de 
afectarnos por la realidad de Cristo. Y en ese afectarse debe estar 
centralmente presente en el gozo que causa el que Cristo es Jesús 
de Nazaret y no otro. Con esto no queremos caer en modo alguno 
en 
sentimentalismos baratos, pero sí queremos recalcar que al Cristo le es esencial -tan esencial, 
pudiéramos decir, como su ser humano y divino- el ser buena noticia, y que eso se tiene que 
hacer notar. Así como el creyente ha de aceptar su verdad y proseguir su praxis para 
corresponder a su realidad, así al Cristo que es buena noticia se le corresponde con gozo. 

Lo que está, pues, en juego en estas reflexiones es simplemente si la realidad (ontológica 
y salvíficamente verdadera) de Jesucristo se muestra existencialmente también como buena 
noticia, lo cual -desde un punto de vista histórico- no es tan obvio. Y es que, en definitiva, se 
puede ser Dios, se puede se hombre e incluso se puede ser salvador de distintas maneras. 
El quid de la cuestión está, entonces, en ver desde Jesús cómo Dios, hombre y el salvador 
pueden ser un Dios, hombre y salvador buenos para nosotros. Esto 
es lo que vamos a analizar en estas breves líneas, pero antes 
hagamos algunas precisiones. 

a) La primera es sobre su significado pastoral. Aunque pueda 
parecer puramente teórico y sólo pertinente a la cristología, el tema 
lleva por su naturaleza a una cuestión fundamental más amplia: si 
en el mundo de hoy existe o no la expectativa siquiera de que 
pueda haber de eu-aggelion en la Iglesia y en la realidad, en lo cual 
creemos, se puede estar jugando, tal como van las cosas, el futuro 
de la Iglesia y el aporte de la fe cristiana a la humanidad. Por eso 
digamos una breve palabra sobre cada una de estas cosas. 

Por lo que toca a la vida de la Iglesia, quizás podrán decir 
algunos en el primer mundo que, después de la secularización, 
bastante haremos los cristianos con aceptar en oscuridad la verdad 
de la fe como para que nos pidan ir más allá y acoger con gozo su 
dimensión de buena noticia. Creemos, sin embargo, que sin ello 
nuestra fe se hará vana e irrelevante, como ya se constata, 
ciertamente en el primer mundo: "la razón principal de que nuestras 
iglesias se vacíen parece residir en que los cristianos estamos 
perdiendo la capacidad de presentar el evangelio a los hombres de 
hoy... como una buena nueva" (1). Preguntarnos, pues, por lo que 
hay de buena noticia en la fe no es empresa puramente teórica, 
sino que es esencial para otorgar la dirección correcta a la 
evangelización -redundancia, por cierto, evidente por la tautología 
que implica relacionar la evangelización con una buena noticia, pero 
muy descuidada (2). 

Pero lo que toca a la realidad de nuestro mundo, hay que estar 
claros en que éste no está para buenas nuevas, ni en teoría ni en 
la práctica, y que por ello mejor parecería ahorrarse el esfuerzo del 
concepto y evitar que lo tilden a uno de ingenuo. Vivimos en un 
mundo, en efecto, en el que las noticias no son buenas, ciertamente 
para los pobres y víctimas, y en el que la bondad no suele ser 
noticia, pues mucho más se habla de política, economía, arte, 
deporte, ejércitos, religión -y sus protagonistas- que de bondad y 
de gente buena. Pero -lo que es peor-, si a la modernidad le era 
constitutivo y esencial la proclamación de una buena noticia: el 
advenimiento del reino de la libertad, de la sociedad fraterna y sin 
clases..., la postmodernidad ha limitado o ha hecho desaparecer la 
expectativa misma de que pueda existir una buena noticia. Se nos 
inculca, más bien, la inevitabilidad de lo real, con la consecuencia 
-necesaria cuasi-metafísicamente- de que aprendamos a pactar con 
lo posible y a aceptar el desencanto. Nada, pues, de utopías ni de 
buenas noticias. 

A pesar de ello, sigue siendo urgente preguntarse por una buena 
noticia. Lo es para que el mundo del sur, mundo de pobreza 
infligida injustamente, pueda mantener la esperanza de que la vida 
es posible -la mejor de las noticias. Y lo es para que el mundo del 
norte, mundo de insultante abundancia -absoluta y sobre todo 
comparativamente- pueda lograr esa "calidad de vida" que busca 
de mil modos, pero a la que mal se encamina (3). Este es, pues, el 
contexto pastoral y social de nuestra reflexión. 

b) La segunda es sobre el significado de una buena noticia. En 
los sinópticos, sobre todo en Lucas, siguiendo a Isaías, eu-aggelion 
es la buena noticia del reino de Dios (Lc 4,43), lo bueno que Dios 
quiere para su creación, y evangelizar es "llevar la buena noticia a 
los pobres". El contenido de la buena noticia es, entonces, la 
cercanía del reino de Dios y su destinatario primario son los pobres. 
En palabras actuales, la buena noticia es la utopía de la vida justa y 
digna, y su destinatario son las mayorías de este mundo para 
quienes la vida es su tarea más urgente y la muerte antes de 
tiempo su destino más probable, es decir, los débiles, pobres y 
víctimas; e indirectamente destinatario son también aquellos que se 
solidarizan con ellos. 

Desde un punto de vista antropológico, esa buena noticia es algo 
que se espera en medio de y en contra de malas realidades y por 
ello es esperada con ansiedad e incertidumbre por lo difícil de su 
realización, y con desconfianza por la fuerza de los poderes que se 
le oponen y por la experiencia histórica acumulada. Es anuncio de 
algo q2ue toca y nos lleva a los más hondo de nuestra existencia, y 
que -por todo ello- trae consigo luz, ánimo, ganas de vivir y hacer, 
genera dignidad, generosidad, fraternidad, libertad y comunión. Es 
anuncio, finalmente, que formalmente produce gozo y mueve a 
responder con un gracias. 

c) La tercera es sobre cómo una persona puede ser buena 
noticia. Si lo anterior es cierto, hay que preguntarse si y en qué 
sentido la misma persona de Jesús, no sólo su mensaje, es también 
buena noticia: y esto desde una doble perspectiva. Por un lado hay 
que analizar objetivamente y según los relatos evangélicos en qué 
sentido se puede llamar a la persona de Jesús buena noticia. Y, por 
otro lado, hay que preguntarse por la posibilidad subjetiva de 
apropiación personal de Jesús en cuanto es formalmente buena 
noticia. Lo primero es problema más bien doctrinal, por así decirlo, y 
exige un esclarecimiento mínimo de lo que significa eu-aggelion en 
el Nuevo Testamento. Lo segundo es problema más bien existencial 
y exige una mystagogia, es decir, una vía que nos introduzca en la 
captación existencial de un Jesús que es eu-aggelion. Esto es lo 
que queremos analizar en los dos apartados siguientes. 


2. Jesús: un mediador "bueno" 

2.1. Perspectiva metodológica: se puede ser "mediador" de 
diversas maneras 

En el Nuevo Testamento, ciertamente en Pablo, también de la 
persona de Jesús, sobre todo de su cruz y resurrección, se dice 
que es eu-aggelion. Aquí, sin embargo, no vamos a analizar la 
buena noticia del misterio pascual, sino la buena noticia de la 
persona de Jesús en relación con el reino de Dios (4). Esto quiere 
decir, en lenguaje que hemos usado en otra parte (5), que existe la 
mediación de Dios: el reino de Dios, el mundo renovado en justicia y 
fraternidad según la voluntad de Dios, y existe el mediador de Dios: 
la persona de Jesús. 

Que lo primero es buena noticia es evidente por definición. Que 
lo sea lo segundo y de qué forma dependerá en concreto de cómo 
Jesús fue mediador del reino, con que espíritu llevó a cabo su 
misión, si y cómo se ganó el amor y la confianza del destinatario, los 
débiles, qué credibilidad tuvo ante ellos. Y es que el anuncio del 
reino puede hacerse de muchas formas: desde arriba, con poder, 
autoritaria y aun distanciadamente, combatiendo el pecado del 
mundo, sí, pero sólo desde fuera... o puede hacerse desde abajo, 
encarnadamente en lo débil y participando de su destino, cargando 
con el pecado del mundo para erradicarlo... Quizás extrañe este 
lenguaje, pero lo usamos para superar rutinas y hacer caer en la 
cuenta de que se puede ser mediador de varias formas, y lo que 
queremos asentar es que Jesús lo fue de tal manera que por el 
modo de serlo ya fue una buena noticia para los pobres (6). Esto es 
lo que parecen reflejar las bellas palabras de Pedro sobre Jesús 
"pasó haciendo el bien" (Hch 10,38); en las nuestras, Jesús atraía 
también por el modo de ser mediador. En el más sencillo de los 
lenguajes, en El Salvador hoy diríamos de Jesús que era "buena 
gente", y que a los pobres les encanta encontrarse con gente así. 

2.2. Perspectiva sistemática: "Ha aparecido la benignidad de 
Dios" 

Lo que acabamos de decir debe ser verificado en los evangelios, 
lo que haremos más adelante. Pero ahora queremos insistir en que 
estas reflexiones siempre se las han hecho los teólogos más serios. 
Así, además de intentar asentar teóricamente la verdad sobre 
Jesucristo, la cristología ha expresado el impacto que causa el 
Jesús buena-noticia. Veámoslo en dos ejemplos. 

El primero está tomado de la teología de Karl Rahner, conocida y 
hondamente especulativa al servicio de mostrar la verdad y 
relevancia de Jesucristo, en referencia sobre todo al inefable 
misterio de Dios. Pues bien, hablando de Dios se preguntaba 
Rahner cómo pueden coincidir omnisciencia y amor, omnipotencia y 
bondad, belleza y sabiduría... Se pregunta, pues, cómo el misterio 
puede llegar a ser noticia, superando lo que para los humanos es la 
ambigüedad de los fascinans y de los tremens, en otras palabras 
cómo el infinito misterio de Dios puede ser realmente humano, 
bueno para los humanos. Pues bien, hace ya cincuenta años y en 
este contexto escribía Rahner estas palabras sobre Jesucristo. 

Oh Dios, mandaste al mar de tu infinitud no anegar el pobre y 
pequeño reducto en el cual se encierra la limitada parcela de mi 
vida, pero que también se extiende protegida cabe tu infinitud. De tu 
mar solamente debía venir el rocío de tu suavidad sobre mi exiguo 
campo. En palabras humanas viniste a mí, porque tú, infinito, eres 
el Dios de Nuestro Señor Jesucristo. El nos habló en palabras 
humanas, y ya no habrá de significar la palabra del amor lo que yo 
pudiera temer, porque cuando él dice que él, y tú en él, nos amas, 
entonces proviene esta palabra de un corazón de hombre. Y en un 
corazón de hombre, tal palabra sólo tiene un significado, sólo un 
significado bienhechor (7). 

Y lo mismo ha ocurrido entre nosotros. Ciertamente, la cristología 
latinoamericana ha recalcado que la buena noticia es el reino de 
Dios para los pobres, pero ha recalcado también que el mediador 
es buena noticia. Así lo ha comunicado L. Boff con su habitual vigor 
y ternura franciscana: 

Jesús... dice las cosas con absoluta inmediatez y soberanía. Todo 
lo que dice y hace es diáfano, cristalino y evidente. Los hombres lo 
perciben al punto. En contacto con Jesús, cada uno se encuentra 
consigo mismo y con lo que de mejor hay en él: cada cual es 
llevado a lo originario (8) Para mí, lo más importante que se dijo de 
Jesús en el Nuevo Testamento no es tanto que él es Dios, Hijo de 
Dios, Mesías, sino que pasó por el mundo haciendo el bien, 
curando a unos y consolando a otros. Cómo me gustaría que se 
dijera eso de todos y también de mí (9). 

Con estas o parecidas palabras ilustrados teólogos han intentado 
comunicar no sólo la verdad sobre Jesucristo -por honda que ésta 
sea-, sino también su esencial dimensión de buena noticia, de 
cercanía y de bondad, que produce ánimo, inspiración y gozo. En 
otras palabras, han vuelto a decir que en Jesús "ha aparecido la 
benignidad de Dios y su amor a los hombres" (Tit 3,4), que Jesús 
no fue sólo hombre, sino hermano misericordioso (Hebr 2, 11.17), 
donde lo importante no es tanto el análisis preciso de los conceptos 
de benignidad, cercanía, fraternidad, misericordia, sino el hecho 
mismo de tener que poner en palabra como cosa esencial que 
Jesús, además de su realidad "ontológica", además de su doctrina y 
praxis, tuvo un talante tal y estuvo poseído de un tal espíritu que 
produjo gozo. Las gentes de su tiempo, los pobres y los débiles, no 
lo dijeron, por supuesto, con las palabras que ahora vamos a usar, 
pero objetivamente esto es lo que estaban diciendo: "no sólo es 
buena la mediación, también es bueno que el mediador sea así". 

3.3. Perspectiva bíblica: "Acudían a él de todas partes" 

También los sinópticos, como el resto de los escritos 
neotestamentarios, teologizan a Jesús, pero a diferencia de otros 
escritos lo hacen historizándolo, es decir, mostrándolo en acción, y 
ahí es donde se decide existencialmente si para sus oyentes 
-recordemos que el destinatario es esencial, no sólo opcional, para 
determinar si una noticia es buena- Jesús era buena noticia o no. 
Veámoslo. 

¿Qué es lo que realmente llamó la atención de Jesús entre la 
gente pobre y sencilla? Indudablemente el mensaje de esperanza 
que traía y sus prácticas liberadoras: milagros, expulsiones de 
demonios, acogida a los marginados, enfrentamientos con los 
poderosos..., pero también su talante, su modo de ser y hacer. 
Veían en él a alguien que hablaba con autoridad por estar 
convencido de lo que decía, no como otros que hablan como 
fanáticos o funcionarios a sueldo. En sus tribulaciones los pobres 
acudían a él, y al pedirle solución a sus problemas lo hacían con lo 
que, al parecer, era siempre el gran argumento para convencer a 
Jesús: "Señor, ten misericordia de mí". Los niños no se asustaban 
de él y también las mujeres le seguían. La gente acudía a él de 
todas partes, y al final de su vida esa gente es la que le defiende 
(10) y en el pueblo encuentra su mayor protección. Una mujer no 
pudo contener su entusiasmo y lo expresó con la mayor vivacidad: 
"Bendito el vientre que te llevó". 

No podemos ahora recorrer las narraciones evangélicas 
detallando el impacto que Jesús causó en la gente sencilla. Baste 
recordar que sí causó un gran impacto y por razones precisas. En 
palabras de E. Schillebeeckx, "en la tradición de los milagros nos 
encontramos con recuerdo de Jesús de Nazaret, basado en la 
impresión que causó particularmente en el pueblo sencillo rural de 
Galilea, que era menospreciado por todos los movimientos 
religiosos" (11). En otras palabras, los pobres y sencillos, 
secularmente oprimidos y marginados, encuentran en Jesús a 
alguien que los ama y los defiende, y que trata de salvarlos 
simplemente porque están en necesidad. Esto, ayer como hoy, no 
es frecuente y es en verdad una buena noticia. Parafraseando el 
tan citado texto de Miqueas 6, 8, pudiéramos decir que Jesús, el 
buen mediador, pasó por este mundo practicando la justicia, y lo 
hizo, como mediador bueno, amando con ternura a lo débil y 
pequeño. 

Si tratamos ahora de sistematizar desde nuestro tiempo y en 
nuestra conceptualización el impacto que pudo haber causado 
Jesús entonces y puede causar ahora como buena noticia a los 
pobres y a quienes se solidarizan con ellos, podemos decir, tal 
como capto las cosas desde El Salvador, lo siguiente (12). 

De Jesús impacta la misericordia y la primariedad que le otorga: 
nada hay más acá ni más de ella, y desde ella define Jesús la 
verdad de Dios y del ser humano. Es buena noticia, entonces, que 
a Jesús se le muevan las entrañas a misericordia y que configure su 
vida y su misión desde ella. 

De Jesús impacta su honradez con lo real y su voluntad de 
verdad, tanto en su juicio sobre la situación de las mayorías 
oprimidas y de las minorías opresoras, como en su reacción hacia 
esa realidad: defensa de los débiles y denuncia y 
desenmascaramiento de los opresores. Es buena noticia, entonces, 
que Jesús sea voz de los sin voz y voz contra los que tienen 
demasiada voz. 

De Jesús impacta su fidelidad para mantener a lo largo de la 
historia honradez y misericordia hasta el final en contra de crisis 
internas y de persecuciones externas. Es buena noticia, entonces, 
que Jesús sea fiel y mantenga la misericordia hacia donde quiera 
que le lleve. 

De Jesús impacta su libertad para bendecir y maldecir, para 
acudir a la sinagoga en sábado y para violarlo, libertad en definitiva 
para hacer el bien. Es buena noticia, entonces, que para Jesús la 
libertad no sea sólo ni principalmente la libertad burguesa ni 
siquiera la existencial, sino la que consiste en que nada puede ser 
obstáculo para hacer el bien. 

De Jesús impacta que quiere el fin de las desventuras de los 
pobres, y que quiere el bien, la felicidad y el gozo de sus 
seguidores, y desde ahí formula las bienaventuranzas. Es buena 
noticia, entonces, que para Jesús existe un camino que lleva a la 
verdadera felicidad. 

De Jesús impacta que acoja a pecadores y marginados, se siente 
a la mesa y celebre con ellos y que se alegre de que Dios se revele 
a ellos. Es buena noticia, entonces, que Jesús celebre la vida y 
celebre a Dios. 

De Jesús impacta, finalmente, que confíe en un Dios bueno y 
absolutamente cercano, a quien llama Padre, y que esté 
absolutamente disponible a ese Padre que sigue siendo Dios, 
misterio absoluto e inmanipulable. Es buena noticia, entonces, que 
Jesús sea hermano nuestro también a ese nivel estrictamente 
teologal. 

Ver hecha realidad en una persona cada una de estas cosas, 
honradez y verdad, misericordia y fidelidad, libertad, gozo y 
celebración, confianza en el Padre y disponibilidad ante Dios, es 
siempre una brisa de aire fresco en nuestra historia, ver a gente así 
es en verdad una buena noticia. Pero impacta también, y quizá 
incluso más que lo anterior, el que en una misma persona 
aparezcan unidas y se reconcilien cosas difícilmente reconciliables 
en la historia. Y eso es lo que aparece en Jesús. El se nos muestra, 
a la vez, hombre de misericordia (misereor super turbas) y hombre 
de denuncia profética ("ay de ustedes los ricos"), hombre de 
reciedumbre ("quien quiera venir en pos de mí, tome su cruz y 
sígame") y hombre de delicadeza ("tu fe te ha salvado"), hombre de 
confianza en Dios ("abba, Padre") y hombre de soledad ante Dios 
("Dios mío, ¿por qué me has abandonado?")... 

Y así pudiéramos seguir. Lo importante es que -sea cual fuere la 
fortuna de la descripción anterior- los evangelios nos presentan a 
un Jesús encarnado todo lo que es más humano y simultaneando 
todo lo que sea humano> Eso es lo que le hace no sólo un buen 
mediador sino un mediador bueno. Ese Jesús, en sí mismo, no sólo 
por la noticia que trae, es buena noticia para los seres humanos, al 
menos para los pobres y sencillos. 

Eso es, pensamos, lo que impactó de la persona de Jesús, y que 
pudiéramos concentrarlo en las palabras siguientes: no es fácil 
encontrar en la historia personas que aman en verdad a los pobres, 
pero mucho más difícil es encontrar personas que sólo a ellos aman 
y no a ninguna otra cosa por encima de ellos, el templo, el sábado, 
la ley (el partido, la organización, la iglesia...), y que están 
dispuestos a correr todos los riesgos personales e institucionales 
por ese gran amor... 

Terminemos este apartado diciendo que también a Ignacio 
Ellacuría, el intelectual, el analista político, el filósofo y el teólogo, le 
impactó ese modo de ser de Jesús, ese talante y espíritu bueno de 
Jesús. Esta es la experiencia que tuvo hace ya años uno de sus 
alumnos: 
En un curso abierto de teología el P. Ellacuría estaba analizando 
la vida de Jesús y de pronto se le fue la racionalidad y se le 
desbordó el corazón. Y dijo: "Es que Jesús tuvo la justicia para ir 
hasta el fondo y al mismo tiempo tuvo los ojos y entrañas de 
misericordia para comprender a los seres humanos". Ellacu se 
quedó callado y concluyó hablando de Jesús con estas palabras: 
"fue un gran hombre" (13). 

Jesús es, pues, buena noticia, porque nos lleva a lo más nuestro 
y originalmente humano, en palabras de Boff. Es buena noticia 
porque simultanea en su persona lo difícilmente simultaneable, en 
palabras de Ellacuría. Es buena noticia porque en último término 
expresa amor y sólo amor, en palabras de Rahner. 


3. Mistagogia en la buena noticia que es Jesús: las buenas 
gentes de hoy 

Hemos tratado de encontrar en los relatos evangélicos al Jesús 
buena-noticia para los pobres y débiles de su tiempo. Pero si se 
nos pregunta por qué hemos podido encontrar esos rasgos en 
Jesús, más aún, por qué los hemos buscado siquiera y nos hemos 
planteado la pregunta por la buena noticia que es Jesús, la 
respuesta es sencilla: porque aquí en El Salvador han ocurrido dos 
cosas. La primera es que los pobres -y algunos con ellos- todavía 
esperan con fervor una buena noticia y creen que es posible que se 
haga realidad, porque la han visto, oído y tocado en procesos 
grandes o pequeños. Y la segunda es que la han captado también 
como cosa real en personas como Rutilio Grande o Monseñor 
Romero, quienes les han anunciado una buena noticia y quienes, 
por el modo como lo han hecho, se han convertido ellos mismos en 
buena noticia. 

De esta forma, la realidad de los pobres se convierte en lugar de 
captación de la buena noticia, y las personas que les han 
impactado fungen como principio hermenéutico para comprender 
hoy al Jesús buena-noticia. Y es que la discontinuidad que existe 
entre el presente y los textos del pasado sólo se supera 
fundamentalmente en base a algo de continuidad que se da en la 
misma realidad. En cuanto algo en la realidad de hoy sea buena 
noticia se podrá comprender la buena noticia en el pasado. En 
cuanto haya hoy personas que se nos muestran como buena 
noticia, se podrá comprender a Jesús. Por ello es la realidad actual 
de El Salvador y sus gentes la que nos posibilita, más aún, la que 
nos empuja cuasi-físicamente a captar a un Jesús buena-noticia. 

Quiénes son en este mundo esos hombres y mujeres hay que 
buscarlo, como se busca una perla preciosa, y agradecerlo. Por 
mencionar sólo dos nombres, Juan XXIII y el Padre Arrupe fueron 
buena noticia para creyentes y también para no creyentes. La 
condición para poder reconocerles como tales, de parte de la 
gente, no fue una determinada ideología, ni una confesión religiosa, 
ni siquiera una determinada fe. La única condición fue tener un 
corazón honrado en busca de verdad y de autenticidad. Y la 
condición en ellos mismos no es que apareciesen "en todo 
perfectos", sino que se mostraron "en todo humanos" (14), que 
comunicaron amor, cariño, dignidad, esperanza y hasta humor... 

Estas personas existen en nuestro mundo y ellas son las que nos 
ayudan a apropiarnos existencialmente de ese Jesús quien no sólo 
fue verdadero Dios -cercano, pero en cuanto Dios también 
infinitamente distante- ni sólo verdadero hombre -hermano, pero 
también hermano mayor, perfecto y sin pecado-, ni sólo salvador y 
redentor nuestro -por su encarnación, cruz y resurrección-, sino 
que fue todo ello de tal modo que en su día atrajo y trajo gozo a 
mucha gente. Estas personas de hoy, los conocidos Juan XXIII y 
Arrupes, y muchos otros desconocidos, son la mystagogia para 
comprender -viéndola y apropiándonosla- la buena noticia de 
Jesús. Pueden ser, además, y ojalá lo sean, bueno líderes o 
inspirados teólogos, abnegados pastores o heroicos trabajadores, 
pero en directo son más que eso: otorgan a nuestra existencia y a 
nuestra fe, ánimo y gozo. No nos quitan, por supuesto, el 
sufrimiento, pero nos ayudan a que salgamos victoriosos de la 
amargura y la tristeza. Ellos son los que nos proclaman, con su vida 
en definitiva, aunque también nos lo puedan explicitar en palabras, 
que en este mundo hay amor y hay gracia. 

Y en el mundo en que vivimos, como decíamos en la introducción, 
esas personas son muy importantes porque los poderosos no 
tienen el más mínimo interés en presentarnos y ofrecernos para 
nuestra humanización a esas personas-buena-noticia. Nos 
presentan como necesarios a dirigentes políticos y, quizás, 
eclesiásticos, a pensadores y empresarios, a artistas y deportistas, 
y a todos ellos nos los muestran diariamente en los medios de 
comunicación. Sin embargo, poco, muy poco, se dice de las 
personas que en una determinada época se convierten en 
evangelio para la humanidad, y mucho menos se habla de ellas 
cuando, como en el caso de Jesús, a su calidad de evangelio unen 
su calidad de profetas. 

De ese Jesús buena-noticia tiene mucha necesidad la Iglesia para 
su evangelización y el mundo para su humanización. Los templos 
podrán vaciarse sin que ello preocupe mucho al mundo, pero si de 
la humanidad fuese desapareciendo el Jesús que contaba 
parábolas como la del buen samaritano o la del hijo pródigo, que 
nos decía en las bienaventuranzas cómo vivir ya salvados y en la 
parábola del juicio final cómo quedar salvados para siempre, el 
Jesús, en fin, que enseñó oraciones como el Padrenuestro, el daño 
sería irreparable. 

Y por lo que toca a la Iglesia, podrá discutirse hasta la saciedad 
la importancia de mantener la ortodoxia, pero pensamos que en el 
momento actual el amor bien que la Iglesia puede hacer al mundo 
es hacerle presente al Jesús buena-noticia -lo cual por cierto nada 
tiene que ver con laxismo- porque de eso es lo que tiene gran 
necesidad. Lo que hay que recordar, sin embargo, es que, como el 
reino de Dios, buena noticia es correlativo a pobres y a los que, 
aunque sea de forma análoga, se asemejan a ellos. No podemos 
explicarlo más ahora (15), pero hay que insistir 
-hermenéuticamente, como dicen los teóricos, existencialmente 
como lo anhelan los humanos- en que para escuchar la buena 
noticia hay que estar en aquel lugar en el que Dios dijo que iba a 
ser proclamada: en la esperanza de los pobres. 

Pensando en cómo exponer gráficamente todo lo que hemos 
dicho, me ha venido a la mente Monseñor Romero, quien fue buena 
noticia de Dios para los pobres de este mundo. Para muchos de 
nosotros aquí en El Salvador no hay ninguna duda de que 
Monseñor ha sido un evangelio en nuestros días. Y si he podido 
escribir estas líneas sobre Jesús como buena noticia es porque 
Monseñor Romero y personas como él lo hacen posible, y además 
fuerzan a ello. 

Para terminar nada mejor, entonces, que transcribir un relato de 
un libro recientemente publicado en la UCA. Su autora, María López 
Vigil, lo ha escrito en base a testimonio de personas que vieron, 
oyeron y tocaron a Monseñor, y concluye con su libro con el 
siguiente testimonio. 

Han pasado los años. Alrededor de la tumba de Monseñor 
Romero, en las paredes, sobre la lápida, se han ido amontonando 
día con día los agradecimientos. Tablitas de madera barnizada 
agradecen milagros en los ojos, en las piernas varicosas o en el 
alma. Plaquitas de mármol cuadradas, rectangulares, a veces de 
plástico en forma de rombito o de corazón, dan también gracias al 
arzobispo por el hijo hallado o por la madre curada, piden la paz y 
que acabe la guerra y recuerdan nombres. Hay también papelitos 
de tela, bordados, en blanco, con hilos de colores... Todo lo que 
dolió está allí, la felicidad recordaba también. No se pierde nada, 
todo vuelve al regazo de Monseñor. 

Una mañana de invierno, el cielo cerrado en agua, un hombre 
harapiento, pelo encolochado por el polvo, camisa de hoyos. limpia 
con esmero esa tumba, valiéndose de uno de sus harapos. Apenas 
amanece pero él ya está activo y despierto. Y aunque el harapo 
está sucio de grasa y tiempo, va dejando brillante la lápida. Al 
terminar sonríe satisfecho. A aquella hora temprana no ha visto a 
nadie. Tampoco nadie lo ha visto. Yo sí le vi. Cuando sale a la calle, 
necesité hablar con él. 
- Y usted, ¿por qué hace eso?
- ¿El qué hago...?
- Eso, limpiar la tumba a Monseñor.
- Porque él era mi padre.
- ¿Cómo así?
- Es que yo no soy más que un pobre, pues. A veces acarreo en 
el mercado con un carretón, otras veces pido limosna y en veces 
me lo gasto todo en licor y paso la goma botado en la calle... Pero 
siempre me animo: ¡son babosadas, yo tuve un padre! Me hizo 
sentir gente. Porque a los como yo él nos quería y no nos tenía 
asco. Nos hablaba, nos tocaba, nos preguntaba. Nos confiaba. Se 
le echaba de ver el cariño que me tenía. Como quieren los padres. 
Por eso yo le limpio su tumba. Como hacen los hijos, pues (16). 

........................
Notas: 
(1) E. Schillebeeckx, Jesús la historia de un viviente, Madrid 1981, 103. 
(2) En nuestra actual situación eclesial esto significa que aunque es muy 
importante reflexionar sobre la nece- saria novedad de la evangelización en 
nuestros días (problema pastoral), más lo es, teológica y existencialmente, 
recordar la prioridad que tiene el comunicar «eu-aggelion» (problema 
esencial). En otras palabras, bueno es preguntarse cómo ha de ser la «nueva 
evangelización», pero es más esencial preguntarse cómo va a ser 
simplemente «evangelización». 
(3) Repitámoslo: hay más vida y más calidad de vida en la austeridad 
compartida fraternalmente -verdadera buena noticia, pero camino todavía 
intransitado- que en todos los progresos de pocos -incluidas muchas de sus 
libertades- a costa de los retrocesos de las mayorías, que es el camino por el 
que nos quieren hacer transitar a todos. 
(4) Creemos también que desde un punto de vista histórico es más fácil 
comprender la cruz y la resurrección de Jesús como consecuencia del 
anuncio del reino en contra del antirreino, la primera, y como la justicia que 
Dios hace a la víctima Jesús, la segunda, que a la inversa, lo cual además lo 
muestra la historia de la teología y de la pastoral. Dicho en palabras sencillas, 
le es más fácil a la teología de la liberación integrar en ella el Kerygma 
cruz/resurrección de Bultmann que a una teología bultmanniana integrar la 
centralidad del reino de Dios. 
(5) Jesucristo liberador, Madrid 1991, 146ss. 
(6) Queremos insistir en que no es lo mismo captar al Jesús buena-noticia 
«relacionándolo» con el reino de Dios (que es lo que intentamos hacer aquí) 
que «identificándolo» con él, como si Jesús 
fuese ya el reino de Dios en persona -la «autobasilea tou Theo», en palabras de Orígenes. Cuando 
esto ocurre, se tiende a desvalorizar el reino de Dios, la mediación, en favor de Jesús, el mediador, 
lo cual puede llevar a serias consecuencias como si Dios pudiera estar absolutamente feliz con la 
aparición del mediador sobre la tierra, pues le fue fiel, pase lo que pase a su creación. Dicho en 
palabras fuertes, como si para Dios ya no fuese absolutamente decisivo lo que pasa a su creación 
-incluidos los Auswitchzs y Hiroshimas, o los actuales horrores de El Mozote y el Sumpul- porque, al 
fin y al cabo, el Hijo sí le ha salido obra perfecta. También en lenguaje chocante decía Ellacuría que 
"a Dios Padre le salieron y, o le resultaron muchos hijos pobres". Y concluía 
que "éste es un hecho primario y masivo que no puede pasar por alto quien 
quiera hablar de Dios. "Pobres", en C. Floristán-J. J. Tamayo (eds), Conceptos 
fundamentales de pastoral, Madrid 1983) 790. 
(7) Palabras al silencio, Salamanca 1991, 29. 
(8) Jesucristo y la liberación del hombre, Madrid 1981, 122s. 
(9) L. Boff, Una espiritualidad liberadora, Estella 1992, 15. 
(10) Sobre este debatido punto, véase Jesucristo Liberador, 198ss. 
(11) Op. cit. 168. 
(12) Esto ya lo hemos analizado en un artículo anterior, Jesús como buena 
noticia, «Sal Terrae» octubre (1988) 715-726. 
(13) «Carta a las Iglesias» 245(1991) 10. 
(14) Desde luego no fueron "en todo perfectos" para la derecha, pero, por 
así decirlo, ni siquiera lo fueron para la izquierda. Recordemos que Juan XXIII, 
por ejemplo, firmó una instrucción exigiendo el uso del latín en la Iglesia que 
fue juzgada como trasnochada, y el Padre Arrupe tuvo que llegar a expulsar de 
la Compañía a un amigo suyo muy querido -quien, a pesar de ello, hasta el día 
de hoy le recuerda con tierno cariño. No se trata pues de ser admirados por 
perfectos o de que sean en todo complacientes, sino de ser queridos por 
humanos. 
(15) Véase lo que escribimos en Jesucristo Liberador 110-121. 
(16) Piezas para un retrato, Uca Editores, San Salvador 1993, 398s.