La
teología del siglo II no se planteó a fondo el problema de la relación del
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los apologistas en su lucha contra el paganismo
señalaron el estricto monoteísmo cristiano. También la Iglesia en su lucha
contra el gnosticismo señaló ese aspecto.
El
apologista Teófilo había incluso hallado el término "tríada "
para significar esta realidad. La cristología del Logos tenía sus fallos en
cuanto subordinaba al Padre el Hijo. Tal subordinacionismo turbaba menos la
conciencia creyente, pues no se veía en él una amenaza inmediata a la
divinidad de Cristo. Si se hacía, en cambio, resaltar con más viveza la unidad
de Dios, la insistencia en la distinción del Padre i el Hijo podía parecer
inquietante. Esa teología fue denominada "monarquianismo ".
La
impugnación de la teología del Logos siguió doble camino:
Algunos vieron en Cristo sólo a un hombre, nacido desde luego de la Virgen por obra del Espíritu Santo y en quien la fuerza (dinamis) o virtud de Dios tuvo eficacia singular. Este monarquianismo, llamado "dinámico ", salvaba realmente el principio divino único, pero dejaba prácticamente de lado la divinidad de Cristo.
Otros afirmaban que Dios se había manifestado en cada caso de modos distintos, una vez como Padre, luego como Hijo. Explicación en la que se suprimía hasta tal punto la distinción entre el Padre y el Hijo, que se llegaba a decir que era el Padre quien había padecido en la cruz. Por esos fueron llamados "modalistas " o "patripasianos ". El monarquianismo modalista es también llamado adopcianismo. Parece que sus partidarios procedían de sectores intelectuales, y no halló mayor eco en el pueblo sencillo.
El primer representante del modalismo fue Teódoto, oriundo de Bizancio, que fue a Roma hacia el año 190 y propaló allí sus ideas teológicas. Hasta su bautismo en el Jordán, Jesús había llevado la vida de un hombre sencillo, aunque justísimo, sobre el que descendió el Espíritu o Cristo. Él y sus seguidores apoyaban su tesis con la Biblia. El papa Víctor (186-198) le expulsó de la Iglesia.
Discípulo
de Teódoto fueron Asclepiodoto , Teódoto el Joven y más tarde Artemón.
Los dos primeros trataron de organizar a los adopcionistas en una iglesia propia
e incluso ganaron para dirigirla al confesor romano Natalis, quien, sin embargo,
los abandonó al poco tiempo. Teódoto el Joven introdujo un elemento
nuevo en las anteriores teorías al designar a Melquisedec como la virtud
suprema, que está por encima de Cristo, el verdadero mediador entre Dios y los
hombres.
Hacia
la mitad del siglo III, un doble argumento desempeñó misión importante en
esta doctrina. Los adopcianos atacaban la doctina ortodoxa como diteísta, y
apelaban luego a que ellos, como guardianes fieles de las tradiciones apostólicas,
sólo enseñaban sobre Cristo lo que siempre se había creído.
Después de la mitad del siglo III predicó en oriente un adpocionismo singularmente craso Pablo de Samosata, obispo de Antioquía. Enseñaba que el Hijo sólo designa al hombre Jesús en que moró la sabiduría de Dios. El Espíritu no sería otra cosa que la gracia que Dios concedió a los apóstoles. Por sabiduría de Dios o Verbo no entendía una persona distinta de Dios, sino una fuerza impersonal. Dos sínodos se opusieron a sus ideas (264). En el segundo el presbítero Malquión lo convenció de sus errores, fue depuesto de su cargo y excluido de la comunión de la Iglesia. El sínodo rechazó la proposición de que el Hijo sea consubstancial (omoousios) con el Padre; pues, con ese término, Pablo de Samosata quería negarle la propia subsistencia. Su sucesor en Antioquía, el obispo Domno, apeló a la autoridad estatal para obligar a Pablo a dejar la mansión episcopal.
Toda
teoría que separara demasiado tajantemente al Hijo o al Verbo, del Padre, era
mirada con recelo, pues de ahí podía eventualmente deducirse la existencia de
dos dioses.
Noeto.
oriundo de Esmirna en el Asia Menor. Encarecía rigurosamente el dogma del Dios
uno, que es el Padre, y afirmaba la identidad de Cristo con el Padre; de donde
sacaba la consecuencia de que el Padre se hizo hombre y padeció en la cruz. Fue
expulsado de la Iglesia, pero halló partidarios que se apoyaban en la Biblia
(Ex 3,6; Is 44,6; 14-15;Jo 10,30;8ss; Rom 9,5).
Epígono
llevó la doctrina a Roma, donde se le adhirió Cleómenes. Según
Tertuliano en su obra contra Práxeas (213) este parece haber modificado
su teoría en el sentido de que distinguió al hombre Jesús del Dios Cristo,
que era idéntico al Padre, de suerte que el Padre sufrió juntamente con el
Hijo (compatitur).
Sabelio
debió venir de Libia a Roma, en vida aún del papa Ceferino (199- 217). Él
fue quien sistematizó la doctrina modalista. Atribuyó a la única divinidad
tres modos de obrar, de suerte que el Padre era la verdadera naturaleza divina
que, sin embargo, también se manifestaba como Hijo y Espíritu Santo; como
Padre fue Dios creador y legislado; como Hijo operó la redención y como Espíritu
Santo daba la gracia y la santificación. Sobre sus ideas sólo nos informan sus
impugnadores Hipólito, Tertuliano y Epifanio.
Hipólito
atacó vivamente a los papas Ceferino (199-217) y Calixto (217-222) por haber
favorecido y hasta reconocido estas herejías. Al primero acusaba de hombre
ignorante e inculto y de haber defendió a la vez ambas tesis:
1.- Yo sólo conozco a un sólo Dios, Cristo Jesús, y ninguno fuera de Él, que nació y padeció.
2.-
No fue el Padre quien padeció, sino el Hijo.
Sin
embargo parece que Ceferino lo que quería era recalcar de un lado la
divinidad de Cristo y de poner, por otro, de relieve la distinción entre el
Padre y el Hijo; sólo que para ello le faltaba una terminología adecuada.
Contra Calixto afirmaba que se habría dejado seducir por Sabelio. Sin
embargo trataba también de mantener un término medio. Contra la tendencia diteísta
de Hipólito el papa afirmaba la unidad de Dios, cuando decía que el Padre y el
Hijo no son dos seres separados; contra Sabelio afirmaba la distinción del
Padre y el Logos, que existía antes de todo tiempo y se hizo hombre en el
tiempo.
Novaciano.
A mediados del siglo III aprovecha el trabajo de Tertuliano y se aparta
claramente del modalismo, cuando dice que el Hijo engendrado por el Padre, el
Verbo, no es mero sonido, sino que tiene substancia propia, es una "segunda
persona "; pero el Hijo no había sido engendrado sólo con miras a la
creación, sino que existió antes de todo tiempo, pues pertenece a la esencia
del Padre tener en todo tiempo un Hijo.
Rechaza
también la dialectica diteísta, al recalcar que el Hijo es Dios sólo en
cuanto Hijo que recibe la divinidad del Padre, y sólo en cuanto Hijo se
distingue del Padre; no hay, por ende división alguna de la naturaleza divina.
No se expresa con igual claridad acerca dela "persona " del Espíritu
Santo, al que mira como una fuerza divina, que obra en los profetas, en los apóstoles
y en la Iglesia.
Berilo,
obispo de Bostra en Arabia. Bajo el emperador Gordiano (238-144) profesó la
opinión de que Cristo, no existió de manera propia, antes de su encarnación,
ni poseyó una divinidad suya propia, sino la del Padre que inhabitaba en él.
Orígenes disputó con él y lo llevó a la recta fe.
Dionisio,
obispo de Alejandría (260). Sostuvo una discusión con patripasianos de la Pentápolis
libia. Atacaba las teorías modalistas de los obispos Ammnonio y Eufranor con
lenguaje vivo, pero a par descuidado, y formulaba la distinción del Padre y
Hijo, al que llamaba criatura (poiema) con tan poca precisión que parecía
borrarse la igualdad de esencia entre ambos. Una denuncia a Roma fue ocasión
para que el papa Dionisio (259-268) le rogara que precisara su modo de ver y
expusiera la concepción de la Iglesia de Roma sobre la Trinidad. Según el papa
en la escuela teológica de Alejandría algunos catequistas y maestros de teología
dividían la monarquía en tres hipóstasis y en tres divinidades separadas y
profesaban una doctrina diametralmente opuesta a la sabeliana; si Sabelio
afirmaba que el Hijo era el Padre y a la inversa, aquéllos predicaban en cierto
modo tres dioses. Contra eso, ha de afirmarse la unidad de Dios tan firmemente
como la trinidad divina; hablar de Cristo como de una criatura o afirmar que
hubo un tiempo en que no existía, es tan blasfemo, como llamar creación (poiesis)
a su divina e inefable creación. Dionisio se defendió del ataque y su posición
satisfizo a Roma.