Los Testigos de Jehová, una de las sectas pseudo-cristianas surgidas del
protestantismo estadounidense, es considerada una de las más peligrosas tanto
por el catolicismo (Secretariado Romano para la Unión de los Cristianos) como
por el propio protestantismo (Consejo Ecuménico de Iglesias) debido al
proselitismo “de mala ley” –como lo califican ambas instituciones[1]–
que lleva a cabo. Este se caracteriza por un notable ímpetu apostólico, una
estrategia de aprovechamiento de las debilidades de ciertos sectores de la
población cristiana y una táctica de ataques a todas las diversas formas
existentes de cristianismo. Es tal el éxito que esta secta ha alcanzado en
diversas partes del mundo, apoyado en una actividad editorial y publicitaria
sin precedentes, que en la católica Polonia, por ejemplo, habiéndose
constituido como la comunidad no-cristiana más numerosa (y la cuarta religión
más importante, después del catolicismo, de la ortodoxia y de los uniatas),
la congregación católica de las “Siervas del Verbo Divino”, fundada en
1986 y especializada en la propagación de la Biblia, se dedica con especial
ahínco a reconvertir a los Testigos de Jehová, cuyas creencias y tácticas
conocen a fondo, razón por la cual los dirigentes de la secta han prohibido
recibir sus visitas domiciliarias (forma de proselitismo que ha adoptado ella
también)[2].
Aunque en Hispanoamérica los mayores éxitos de los Testigos de Jehová se
han cosechado en México, Brasil y Argentina, su presencia en Chile es activa
y todo hace presagiar que irá en aumento. Es conveniente, por lo tanto,
conocer su historia, credo, métodos y culto, que sintetizaremos en estas líneas.
Historia de los Testigos de Jehová
El fundador de los Adven-tistas del Séptimo Día, William Miller, profetizó
en 1843 que ese año tendría lugar la segunda venida de Cristo. Como ello no
ocurriera, profetizó que el advenimiento acaecería en 1844. En 1870 el joven
de 18 años Charles Tazel Russell (1852-1916), nacido en familia presbiteriana
y que, por una crisis de fe –que lo llevó, entre otras cosas a hacerse masón–,
se había convertido en adventista, comenzó a reunir un grupo de adherentes
en Pittsburgh, Pennsylvania, para estudiar la Biblia y, en especial, las
profecías contenidas en ella. Convencido de que el error de Miller se había
debido a un mal sistema de cálculo, diseñó uno propio que le permitiría, a
su juicio, hacer predicciones correctas sobre la segunda venida del Mesías.
Sus seguidores aumentaron y comenzaron a denominarse “Escudriñadores de la
Biblia”, movidos todos por una gran curiosidad escatológica.
A los 26 años, Russell decidió poner fin a su participación en el comercio
de tejidos que tenía con su padre, ocasión en que recibió 300.000 dólares
por su parte en el negocio (suma estimada considerable entonces), dedicándose
desde ahí en adelante a difundir sus ideas religiosas. En 1879 inició con
este capital una carrera de publicista extraordinaria por su éxito, fundando
uno de los periódicos religiosos de mayor éxito que se conocen,
“Atalaya” (The Watch Tower), acompañado de “El Heraldo de la
Presencia de Cristo”. Ese mismo año se casó con Francisca Ackey, la cual
lo acusó posteriormente de infidelidades conyugales, de tratamiento despótico
y de haber tratado de declararla demente para repudiarla sin obligaciones. Mrs.
Russell pidió, y obtuvo en 1913, la separación de bienes (no solicitó el
divorcio para evitar que su marido pudiera casarse nuevamente). El fundador,
cuya calidad de tal es lo único que hace interesantes estos datos históricos,
fue condenado en 1911 por aprovecharse de los bienes de algunos seguidores, a
quienes convencía de la inminencia del fin del mundo, y en 1913, por
perjurio.
Dado el éxito alcanzado con sus publicaciones, Russell formó en 1884 una
sociedad denominada Watch Tower Tract Society que, en 1886, pasó a
denominarse “Sociedad Bíblica y de Manifiestos Atalaya” (Watch Tower
Bible and Tract Society). En 1931, su sucesor adoptó la denominación
actual de “Testigos de Jehová”, expresión tomada de Isaías 43, 12. Al
fallecer en 1916, Russell había viajado por los Estados Unidos, Canadá,
Europa, Asia Menor, Rusia y el Lejano Oriente, fundando 1.200 grupos de
estudiantes de la Biblia, pronunciando 30.000 sermones y difundiendo 300
millones de folletos y libros religiosos, editados en la imprenta y editorial
que había fundado en Brooklyn. Su obra principal es “Estudio de las
Escrituras”, en 7 volúmenes.
Su sucesor, Franklin Joseph Rutherford, antiguo director de la imprenta en
Brooklyn, que dirigió la sociedad entre 1916 y 1942, fue aun más prolífico,
ya que escribió no menos de 20 libros y 80 folletos, publicados en 80
idiomas. Habiendo tomado las riendas de la Asociación en 1916, Rutherford
fundó en 1919 un periódico bimensual llamado “Despertad”, y echó mano
de la radio y el disco fonográfico como los medios de difusión más
eficaces.
Rutherford, de carácter despótico y autoritario, imprimió a la secta un
sello agresivo e intolerante, dedicándola a atacar especialmente al
catolicismo, y le dio una estructura de gobierno rígida y centralizada,
denominada por él “teocrática” por cuanto se supone que es gobernada
directamente por Jehová a través de la cúpula directiva establecida en
Nueva York, integrada por cooptación. El autoritarismo de este segundo líder
provocó alrededor de 10 secesiones de sus seguidores, de las cuales la más
importante fue la encabezada por el suizo Alexander Freytag que, en 1920, fundó
su propia sociedad, “Los Amigos del Hombre”, de talante mucho menos
doctrinario y violento. En 1920, Rutherford profetizó que en 1925 resucitarían
y volverían a la tierra los 70 (sic) patriarcas judíos, encabezados por
Abraham, Isaac y Jacob, los cuales no irían al cielo sino que acompañarían
a los Testigos en la tierra restaurada durante el milenio que había de
comenzar simultáneamente. Para recibir a estos patriarcas hizo construir una
casa en San Diego (California), llamada Beth-Sharim o “Casa de los Príncipes”.
Como éstos no llegaran, en definitiva, se instaló él mismo en ella hasta su
muerte en 1942.
Su sucesor fue Nathan Homer Knorr (1905-1977), que se hizo cargo de la
sociedad en 1942. Bajo su gobierno, cuyo centralismo aumentó notablemente, el
estilo de los Testigos se suavizó un poco en su relación con las confesiones
cristianas. Knorr presidió la publicación de los libros más conocidos de
los Testigos: “La verdad os hará libres” (1943), “El reino se ha
acercado” (1944), “Que Dios sea reconocido como verdadero” (1946),
“Equipado para todas las buenas obras” (1951), etc., todos los cuales han
sido publicados sin nombre de autor (algunos críticos sugieren que ello
facilita la modificación de la doctrina y revelaciones que contienen). La
principal publicación, con todo, es la traducción jehovista de la Biblia,
“Las Santas Escrituras, traducción del Nuevo Mundo” (1950-1961). A su
muerte en 1977, Knorr fue sucedido por Frederick Franz. Según estadísticas
de 1989, los Testigos de Jehová eran entonces 3.787.000 en todo el mundo,
concentrados especialmente en los Estados Unidos de Norteamérica (818.000),
país en que se los considera la secta de más rápido crecimiento; México
(277.000); Brasil (267.000); Italia (172.000); Japón (138.000), etc[3].
A éstos deben agregarse al menos 5.000.000 de simpatizantes en todo el mundo[4]
. Según estadísticas de 1991, los “proclamadores”, es decir,
miembros activos, eran en todo el mundo 4.017.213, cifra que representa un
incremento de 6 por ciento respecto del año anterior, y los simpatizantes y
asistentes a la “cena del Señor”, 9.950.058[5]
.
Durante el siglo XX y en relación, sin duda, con algunas de las fallidas
profecías sobre el advenimiento del “Reino”, se han producido algunas
defecciones de gran importancia, entre las que destaca la de Raymond V. Franz,
sobrino del presidente Franz, tras 43 años de pertenencia a la organización
jehovista y luego de haber ocupado altos cargos por 9 años en la cúpula
dirigente. Al alejarse de la Sociedad publicó en 1983 en Atlanta (EE.UU.) un
interesante testimonio, Crisis of Conscience. Un ex Testigo que ha
publicado obras importantes sobre esta secta es el español Antonio Carrera,
autor de “Los falsos manejos de los Testigos de Jehová” (Bilbao, 1976),
“70 Testigos acusan a la secta” (Bilbao, 1978), “El fraude del fin del
mundo” (Bilbao, 1978), etc. Se ha calculado que la tasa anual de defección
de los Testigos es en algunas regiones hasta de un 18 por ciento, la cual es
compensada con el gran número de conversiones logradas anualmente. Por esta
razón, hay quienes han considerado a los Testigos como una “secta de
paso”[6] .
Credo de los Testigos de Jehová
Probablemente el núcleo de las creencias de la secta es la idea de la lucha
entre Jehová y Satanás. El primero creó el universo, pero el segundo hizo
rebelarse a nuestros primeros padres contra él. Habiendo logrado de algún
modo escabullirse al cielo, Satanás fue precipitado desde las alturas a la
tierra en 1914, fecha en que se suponía debía volver Cristo (constatado el
fracaso, se afirmó que su vuelta fue “invisible”) por haber concluido ese
año el período de 2.520 años del “tiempo de los gentiles” (debe
considerarse que, en estos cálculos, los Testigos suponen que Dios creó el
mundo en el otoño del año 4.026 antes de Cristo). Se trabó en ese momento,
en todo caso, una batalla que se pelea entre los Testigos y los adeptos de
Satanás, que son casi todo el resto de la humanidad. Satanás ha organizado
la guerra contra Dios a través de todas las instituciones políticas del
planeta (todos los diversos estados, las organizaciones internacionales como
la ONU, etc.). Además, Satanás ha dado origen a todas las instituciones
religiosas con igual propósito, por lo que no hay ni una sola religión
establecida que pueda considerarse siquiera amiga de Dios[7].
En esta historia, Cristo tiene un estatuto y un papel singulares. Para
comenzar, los Testigos afirman que Cristo no es Dios. No, al menos, al mismo título
que el Padre: sostienen, con todo, que es “un” dios, apoyándose en una
tergiversación del prólogo del evangelio de San Juan, donde leen –contra
toda norma hermenéutica– no que “el Verbo era Dios” sino que “el
Verbo era un dios”. Cristo fue, antes de su encarnación, un ser espiritual
perfecto, a quien se confunde a menudo con el arcángel San Miguel, de modo
que se afirma en numerosos lugares que el nombre de Jesús es, en realidad,
Miguel. Por su encarnación, Jesús-Miguel fue solamente un hombre, sin que
hubiera en él dos naturalezas. Antes de su venida estuvo siempre subordinado
a Dios Padre, tal como sigue estando ahora. La obra y muerte de Cristo no
constituyen propiamente una redención, sino sólo una prueba de que Dios no
va a destruir a toda la humanidad, por la cual siente misericordia. Una vez
muerto, Cristo recibió un nuevo cuerpo aparente, inmaterial, celeste, y su
cuerpo material fue llevado a algún lugar secreto, donde ha permanecido
incorrupto, para ser exhibido –aparentemente momificado– cuando se inicie
el milenio. Jesús, por otra parte, no fundó realmente la Iglesia, aunque
parece haber dudas al respecto. En algunos escritos se afirma que Dios Padre
tuvo dos hijos, Jesús y Satanás.
En cuanto al Espíritu Santo, no es ni persona, como Jesucristo, ni divina: se
trata simplemente de la fuerza o poder impersonal e invisible de Dios. Por
este motivo, los Testigos escriben siempre “espíritu santo” con minúscula.
Con lo dicho, queda claro que los jehovistas no aceptan la Trinidad Beatísima,
aseme-jándose en esto a la secta de los Unitarios. Por otra parte, como
Cristo no es realmente Redentor, resulta difícil considerar cristianos a los
Testigos. Más bien, sus creencias sobre Jesús los sitúan en la misma línea
que los musulmanes, para quien también Jesús (y María) son personajes
venerables, pero nada más.
El principal aspecto de sus creencias y prácticas que les permite presentarse
como cristianos es su recepción de las Sagradas Escrituras. Con todo, las
deformaciones que han introducido en ellas las hacen decir lo que, en el
fondo, desea la cúpula directiva (y que varía con el curso de los años, razón
por la cual las publicaciones agotadas no son reeditadas, para no tener que
dar cuenta de los cambios dogmáticos). Son famosos los errores de traducción
de que está plagada la “traducción del Nuevo Mundo”, traducción
emprendida por el presidente Knorr y seguidora, según se dice, de las
ediciones críticas de R. Kittel y de Wescott y Hort, aunque se las ignora
completamente en la práctica[8] .
Así, para negar la presencia real de Jesús en la Eucaristía traducen de los
sinópticos “esto significa mi cuerpo” en vez de “esto es mi cuerpo”;
respecto del infierno, en vez de traducir (Mateo 25,46) “e irán éstos al
suplicio eterno”, traducen “y partirán éstos al acortamiento eterno”;
traducen a Mateo 16,16 no como “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi iglesia”, sino como “tú eres Pedro y sobre esta piedra (que soy yo
mismo) construiré mi congregación”; y un último ejemplo de los muchos que
podrían citarse: el pasaje de Colosenses 2,9 “en él habita corporalmente
la plenitud de la divinidad” es traducido como “en él habita toda la
plenitud de la cualidad divina para el cuerpo”, escamoteando lo esencial del
pasaje.
La realidad es que, desde los primeros años, la secta ha privilegiado no la
Biblia misma, sino los comentarios a ella escritos por los dirigentes. El
propio fundador decía de sus “Estudios de las Escrituras” que “no son
meros comentarios acerca de las Escrituras o Biblia, sino que son prácticamente
la Biblia misma. El que se dirige a la Biblia sola, dentro de dos años vuelve
a las tinieblas. Al contrario, si lee los Estudios de las Escrituras con sus
citas y no ha leído ni una página de la Biblia como tal, estará en la luz
al término de dos años”[9]. De
hecho, en las reuniones semanales, desde 1967, no se lee directamente la
Biblia (antes se la leía durante siete minutos). Y aunque la insistencia en
la lectura y estudio de la Biblia es el primer paso en la captación de
adeptos (“analice Ud. mismo su Biblia para ver si concuerda con su religión”),
cualquier desacuerdo entre la Biblia y la doctrina jehovista es resuelto del
siguiente modo: “Si nosotros queremos marchar en la luz de la verdad debemos
reconocer no solamente a Jehová Dios como nuestro Padre sino también su
organización como nuestra madre (...) Pero... ¿si yo constato que la Biblia
contradice la Sociedad?... Nosotros no abandonaremos las enseñanzas de
nuestra madre comenzando a criticarla y encontrarle faltas. Nosotros nos
daremos cuenta que Jehová sabe lo que sucede en su organización y si él
quiere que esto suceda, ¿quiénes somos nosotros para exigir que esto
cambie?...”[10]. De este modo,
es la cúpula directiva de la Sociedad la única intérprete auténtica de la
Biblia, ya que es Jehová mismo quien le comunica de modo directo la
–cambiante– interpretación adecuada.
Esto ha conducido a algunos estudiosos de la secta a afirmar que no hay
propiamente “fundamentalismo” en su lectura bíblica, ya que no se trata sólo
de una exégesis que se apegue a la letra en desmedro de una lectura más
espiritual o simbólica, sino de “literalismo” o “interpretación
literalista”, expresión que alude al manejo hábil, pero no por ello menos
rebuscado y ajeno a toda norma hermenéutica, de los textos con el fin de
apoyar lo que la directiva de la Sociedad sostiene que debe creerse. En
conclusión, se “sectariza” la Biblia para que la secta aparezca como “bíblica”[11]
.
Esto explica otro de los aspectos centrales del credo jehovista: el que los
elegidos para entrar al Reino junto a Jehová sean sólo 144.000 hombres, número
simbólico a que alude cierto pasaje del Apocalipsis. El resto de los seres
humanos son “las otras ovejas” mencionadas por Cristo en el Evangelio.
Estas no están destinadas a reinar junto con Jehová sino, en caso de
convertirse al mensaje jehovista, a vivir para siempre en un paraíso
terrestre, en que nadie se enfermará ni envejecerá –al contrario, los
viejos rejuvenecerán–, y nadie morirá. Aun los animales salvajes se harán
pacíficos: “¡Qué bello será dar un paseo por el bosque y caminar un poco
con un león, o quizá con un gran oso! Incluso quienes hoy están muertos
(naturalmente, si son Testigos de Jehová) podrán vivir en la tierra paradisíaca:
¡volverán a la vida! Por ello, en aquel tiempo, en lugar de anuncios de
defunción, habrá alegres anuncios sobre quiénes han resucitado (...) La
belleza de la tierra paradisíaca no será turbada por agencias de pompas fúnebres,
cementerios o tumbas”[12] . En
cuanto a los 144.000 elegidos o ungidos, su lista es hecha y actualizada cada
año en la oficina central de la Sociedad en Nueva York, estimándose que
actualmente quedan sólo 12.000 plazas para completar el número indicado. El
ingreso al número de 144.000 es resultado exclusivamente del esfuerzo
personal por vivir la fe de la secta, en un claro rasgo de pelagianismo, y
entre las obras al parecer más decisivas está el aportar muchos conversos a
la secta (en calidad de “otras ovejas”, al menos). Los hombres que no
accedan a ninguna de estas formas de bienaventuranza serán, proba- blemente,
destruidos del todo, puesto que la idea de la inmortalidad del alma es un
punto en que la antropología secta ha vacilado. En algunas oportunidades se
afirma que el alma es mortal. En otras ocasiones, niegan la existencia del
alma (como en ciertos pasajes de “Sea Dios veraz”, donde se afirma que los
científicos no han podido encontrar prueba alguna de su existencia).
La secta ha heredado la obsesión escatológica y profe-tizadora de su
fundador. Este había profetizado que la caída del Papa se produciría en
1914 con el regreso de Cristo, y que en 1918 Jehová destruiría a las
Iglesias y sus miembros por millones. Del mismo modo, profetizó que el fin
del mundo ocurriría el 1 de octubre de 1925. Como ello no acaeció, los
Testigos adoptaron la táctica de los adventistas de decir que Cristo volvió
a la tierra pero en forma invisible. Más tarde, la fecha del fin del mundo
fue fijada para 1975. Como nada ocurrió tampoco ese año, se levantaron
protestas especialmente vehementes en la convención internacional celebrada
en 1981 en los Estados Unidos. En esa ocasión, el presidente Franz tuvo que
aclarar que el error en la predicción se había debido a que no habían
podido precisar con toda exactitud el tiempo transcurrido entre la creación
de Adán y la de Eva[13]. No pocas
defecciones siguieron a este nuevo fiasco, entre ellas la muy bullada de su
propio sobrino. Estando ya en el año 2000 sin que ninguna profecía se haya
cumplido cabalmente, los Testigos afirman que el fin es, en todo caso,
inminente porque él deberá sobrevenir mientras vivan todavía personas que
en 1914 estaban vivas y conscientes[14].
Como el número de ellas es escasísimo, el fin está a las puertas. Tendrá,
pues, lugar la batalla de Armagedón en que Jehová se servirá de ejércitos
angélicos comandados por Miguel-Jesús, y en la que serán destruidos todos
quienes voluntariamente hayan rechazado el mensaje de los Testigos. Junto con
éstos, serán destruidos todos los reinos y demás entidades políticas de la
tierra, además de los secuaces de las falsas religiones. Los Testigos deberán
entonces dedicarse durante siete meses a purificar la tierra de los cadáveres
de los malvados, tras lo cual se inaugurará el milenio. Satanás será
encadenado por mil años, al cabo de los cuales intentará nuevamente
corromper a la humanidad, sólo para ser definitivamente destruido. Es
entonces que los 144.000 elegidos reinarán con Jehová eternamente, en tanto
que las “otras ovejas” entrarán al paraíso terrestre redivivo.
Métodos de los Testigos de Jehová
Parte importante del éxito que tiene la secta se debe a la metodología de
captación y adoctrinamiento, aspectos en que su carácter sectario es
particularmente evidente.
El fundador Russell diseñó la táctica de la visita puerta a puerta, a la
cual los “pioneros especiales” deben dedicar 150 horas mensuales (la
entrega de “Atalaya” es el punto clave), en tanto que los “pioneros
regulares” deben consagrarle 200 horas mensuales.
La metodología de las visitas está cuidadosamente estudiada y explicada en
“Mirad, yo hago de nuevo todas las cosas”, una especie de manual de
predicadores. En la primera visita, destinada a entregar la folletería de la
secta, se pronuncia un discurso de entre tres y ocho minutos, cuidadosamente
aprendido, y debe observarse atentamente la reacción de la persona, que puede
estar condicionada por motivos transitorios, debiendo considerarse además que
otros habitantes de la casa pueden estar en una disposición anímica
distinta. Por eso, si hay un rechazo categórico a la recepción, el Testigo
puede insistir más tarde (la idea es que la insistencia produce frutos). Si
hay una acogida, se entabla un diálogo acerca de las publicaciones entregadas
y se anuncia una segunda visita para explicarlas mejor.
Esta segunda visita es crucial. Debe observarse la psicología de la persona,
ver qué aspecto de los textos le interesan, tocar algunos temas que puedan
importarle (injusticias sociales y otros males que aquejan a la humanidad). Si
se advierte cualquier señal de rechazo, debe interrumpirse la visita y volver
otro día, animando a proseguir entretanto el estudio de los textos.
En la tercera visita se hará ver al visitado que, para comprender cabalmente
los textos, hay dos sistemas: organizar un grupo domiciliario de estudio, o
asistir a una reunión en alguno de los “Salones del Reino”. Si se opta
por el primer sistema, se hace una cuarta visita, en que se plantea más
formalmente la invitación a concurrir al Salón.
La acogida en éste, cuando el posible adepto llega, es esencial. Ella debe
ser lo más cálida posible, usándose el tratamiento de “hermano”, y
mostrándole las múltiples actividades que se realizan en la secta. Se inicia
la enseñanza de los métodos proselitistas, permitiendo a los seglares
descubrir su vocación misionera. Se comunican al invitado las principales
doctrinas junto con los privilegios que debe reclamar de la sociedad en que
vive (derecho a diversas objeciones de conciencia, etc.). Se inicia así un
período de prueba, que puede ser más o menos largo según las
circunstancias; el candidato es estrechamente vigilado, ya que es el momento
en que recibe los ataques y críticas de sus parientes y amigos. Para
contrarrestarlos, se lo lanza a la acción, donde tendrá la satisfacción de
sentirse haciendo algo importante. Pasado el período probatorio, se bautiza
al converso, el cual suele radicalizar sus posturas frente a las reacciones
adversas de su medio anterior. La secta entonces enfatiza el ambiente de
hermandad y calidez que hay en ella y que, quizá, faltaba en la vida anterior
del sujeto.
Todo este proceso está apoyado, como ya se ha dicho, por una actividad
editorial impresionante. Según el anuario de 1979, en 1968 se distribuyeron
14.474.864 libros; en 1978, la cifra alcanzó a 70.576.240 biblias y libros, más
422.285.935 ejemplares de “Atalaya” y “Despertad”[15].
Organización, culto y aspectos morales
La organización de la secta es la de una sociedad regida por las normas de su
lugar de origen, los Estados Unidos, que le reconocen personalidad jurídica
(su expansión a Italia, por ejemplo, fue posible en virtud del Tratado de
Amistad Italo-Estadounidense de 1948). La “Sociedad Bíblica y de
Manifiestos Atalaya de Pennsylvania” está presidida por 7 directores
vitalicios, que tienen su sede en Brooklyn. En el libro “Podéis vivir para
siempre en una tierra paradisíaca”, edición de 1990, impreso en 93 idiomas
y con 47 millones de ejemplares, se dice: “La organización visible de Dios
está guiada y dirigida de modo teocrático. En la sede central de los
Testigos de Jehová en Brooklyn (Nueva York) existe un cuerpo directivo que
tiene la superintendencia de las actividades mundiales del pueblo de Dios.
Este cuerpo directivo está compuesto por miembros del “siervo fiel y
discreto”. Los miembros del cuerpo directivo están guiados “teocrá-ticamente”,
es decir, por Dios mismo[16].
En cada país donde están establecidos los Testigos existe una Sucursal de la
Sociedad, atendida por un “servidor”. Dentro de cada Sucursal el Distrito
tiene un carácter regional y controla a las instancias inferiores. El
Circuito tiene competencia para capacitar e instruir a los proselitistas,
revisa las cuentas y anima a los directivos. El Grupo, Congregación o Compañía,
es la unidad organizativa a nivel de barrio. Dispone de la siguiente jerarquía:
un Siervo de Congregación, que la dirige; un Siervo auxiliar de Congregación;
un Siervo de Estudios Bíblicos; un Siervo de Revistas y Territorio; un Siervo
de Cuentas, que revisa las mismas; un Siervo del Estudio de “Atalaya”; un
Siervo de la Escuela del Ministerio Teocrático, que instruye sobre el modo de
predicar; un Siervo de Estudio de la Congregación, que atiende
espiritualmente a los asociados; y Oradores Públicos, designados por el Comité
de la Congregación.
No se puede decir que los Testigos tengan realmente liturgia y culto: no
existe entre ellos forma alguna de sacerdocio. En los “Salones del Reino”
se reúnen más para leer y estudiar (siempre más “Atalaya” que la
Biblia) que para orar o adorar a Dios. Al respecto, sostienen que más
importante que la oración pública es la personal, que se centra en el Padre
Nuestro. Las reuniones son 4 a la semana: en la primera, de una hora, tiene
lugar una parte (45 minutos) dedicada a las enseñanzas bíblicas, profecías
o consejos sobre el vivir “cristiano”, y otra parte a estudiar la Biblia a
través de “Atalaya”; en la segunda, llamada “Escuela del Ministerio
Teocrático”, de 45 minutos, se usan 21 minutos para instrucción en temas bíblicos,
y el resto se dedica a ejercicios prácticos; la tercera, la “Reunión de
Servicio”, se trata de cómo van las visitas domiciliarias, la venta y
reparto de revistas, etc., controlada mediante los formularios “Ministerio
del Campo de la Congregación”, “Registro de casa a casa”, etc.; en la
cuarta se estudia el último libro publicado y la Biblia a través de los
comentarios. El domingo hay además una reunión que se llama “Servicio
religioso”, en que no se ora propiamente, sino que se reciben enseñanzas y
se cantan himnos, usando como texto no la Biblia sino “Atalaya”.
Los Testigos rechazan el valor de los sacramentos. El Bautismo es sólo una
ceremonia para indicar el ingreso a la Sociedad, y se administra
aparatosamente por inmersión en ríos o lagos. El matrimonio no es sacramento
sino contrato, y no tiene un rito especial. Las creencias respecto a la
Eucaristía son peculiares: rechazan con verdadera antipatía la idea de que
la Misa es un sacrificio, niegan la Presencia Real, y atribuyen a este rito un
valor meramente conmemorativo, celebrado sólo una vez año, el 14 de Nissan a
la puesta del sol. En él “comulgan” sólo quienes son parte de los
144.000. Además, como sostienen que Jesús fue crucificado a un palo, tienen
verdadero horror a la cruz cristiana. Por otra parte, tienen prohibición de
celebrar Navidad, el cumpleaños de cada uno, el aniversario de matrimonio,
asistir a entierros, saludar la bandera nacional, respetar el himno nacional,
participar en elecciones y celebrar toda fiesta civil o cristiana.
En aspectos morales, los Testigos no son tan exigentes, como otras sectas, en
materias tales como fumar, beber alcohol o jugar juegos de azar. Su norma
central de comportamiento es organizar toda su vida y sus gastos en torno a la
difusión del Reino de Jehová casa por casa. Se critica y desincentiva todo
lo que entorpece este fin, como el asistir a fiestas, pescar, cazar y todo lo
que implique perder el tiempo. Por otra parte, dada su peculiar antropología
y concepción del alma humana (de la que algo se dijo más arriba), rechazan
absolutamente, a partir de 1945, las transfusiones de sangre, aunque no
hacerlas conduzca a la muerte del paciente, tema que ha provocado no pocas
deserciones.
Evaluación
En esta secta enfrentamos una curiosa combinación de herejías (arrianismo,
pelagia-nismo, unitarismo, gnosticismo, etc.) con elementos de religiones
tales como el Islam y con otros que repugnan a todas las religiones llamadas
“del Libro” (en particular su politeísmo). Su negación de la Santísima
Trinidad y de la divinidad de Cristo la hacen inequívocamente no-cristiana,
aunque se presenta como tal.
El peligro que ella constituye emana, especialmente, de su violenta prédica
anti-cristiana y, más específicamente, anti-católica, para no decir nada de
su postura anti-política, que constituye un fermento de desobediencia a las
potestades civiles. Además, es un peligro por dirigirse en particular a
aquellos sectores de la sociedad en que el cristianismo es más débil o más
inculto y que menos pueden defenderse, dato que debiera preocupar
particularmente en Hispa-noamérica (incluso en los Estados Unidos de Norteamérica,
en que los estándares de alfabetismo son muy superiores a los nuestros, se
constató, hacia fines de la segunda guerra, que los Testigos cuya instrucción
sobrepasaba la educación secundaria eran menos del 1 por ciento, y menos del
15 por ciento había completado la básica[17]).
Se ha dicho que se trata, por esto, de una secta de marginales, aunque en
Chile, aparentemente, han entrado también en sectores de clase media[18].
Debe además tenerse en cuenta, al evaluar su negatividad, la inmensa fuerza
de su industria editorial, cuyas cifras impresionantes hemos tenido ocasión
de citar en este texto. Se trata de una publicidad avasalladora. Este aluvión
de literatura fácil y esquemática va acompañado de un proselitismo
infatigable, bien pensado y bien coordinado, provisto de una dialéctica tan
efectiva que incluso los especialistas suelen experimentar dificultades en las
discusiones con los Testigos (razón por la cual se aconseja no dejarse
arrastrar por ellos a disputas exegéticas). Finalmente, los métodos que usa
para retener a sus adeptos pertenecen claramente al orden del “lavado de
cerebro” que usan tantas otras sectas del mismo o similar estilo, cuyo fin
es inculcar una ciega obediencia a la cúpula directiva de la Sociedad.
[1] Cf. C. Orlando Bueno V., Eudista,
Los Testigos de Jehová, en Consejo Episcopal Latinoamericano Celam,
#Sectas en América Latina”, s/f, p. 130.
[2] Cf. Stanislaw Celestyn Napiórkowski,
OFM Conv. Nouveaux mouvements religieux en Pologne, en Federación
Internacional de las Universidades Católicas. “Proyecto de investigación
sobre nuevos movimientos religiosos”, Roma, 1990.
[3] Cf. Manuel Guerra Gómez.
Sectas. Los nuevos movimientos religiosos, Pamplona: Eunsa, 1996, pp.
189 y ss.
[4] Cf. Juan Daniel Petrino, La
lectura de la Sagrada Escritura bajo el régimen de la Organización de los
Testigos de Jehová. El uso de la Biblia en el Salón del Reino, tesis
doctoral de la Pontificia Universidad de Santo Tomás, Roma, 1989.
[5] Cf. Giuseppe de Rosa, s.j., Chi
sono “realmente” i Testimoni di Geova?, en la Civiltà Cattolica, III
(1999), pp. 258-270.
[6] Cf. Juan Danile Petrino, op. cit.
[7] En La verdad os hará libres
(Nueva York, 1943) se afirma: “la bestia salvaje representa a toda la
organización política del diablo que ha ejercido dominio bestial sobre la
tierra a través de los siglos hasta ahora, (...) el demonio fue responsable
de la introducción de la religión con la finalidad de engañar a la
humanidad desviándola de la adoración de Jehová Dios en espíritu y en
verdad”.
[8] Cf. Juan Daniel Petrino, op. cit.
[9] Cf. Atalaya de 15 de
Septiembre de 1910, citado por Guerra, op. cit., p. 191.
[10] Juan Daniel Petrino, op. cit.
[11] Ib.
[12] Cf. Giuseppe de Rosa, op. cit.,
pp. 265-266.
[13] Cf. Manuel Guerra Gómez, op.
cit., p. 196.
[14] Cf. Giuseppe de Rosa, op. cit.,
p. 265.
[15] Cf. P. Orlando Bueno, op. cit.,
p. 115.
[16] Cf. Giuseppe de Rosa, op. cit.,
p. 259.
[17] Cf. P. Orlando Bueno, op. Cit.,
p. 133.
[18] Cf. Carmen Galilea W. Sectas
modernas y el contexto socio-religioso en Chile, Santiago: Centro
Bellarmino CISOC, 1988, pp. 35 y 38.