MUJER TEXTOS

1. MUJER/ALIENACION FEMINISMO 

- El concepto de virtud, de igual modo, tiene que ver con su reverso que es el pecado. Con 
todo, es necesario detenerse en algunos matices significativos.

Lo primero que se constata es la fuerza que se ha puesto en propiciar, de acuerdo con lo 
nuclear del pecado en su acepción tradicional, las virtudes de la humildad y el espíritu de 
sacrificio que podían servir para contrarrestar el pecado del hombre, pero que ha sido nefasto 
al predicarlas a las mujeres, cuando lo que estaban necesitando era precisamente lo contrario. 
La pasividad, la dependencia y falta de criterio, la escasa responsabilidad con respecto a su 
formación y su protagonismo a lo largo de la historia, ha sido reforzada eficazmente por la 
consigna virtuosa de la humildad, de la predicación del sacrificio y del silencio. ¿Cómo nos 
puede sorprender la tendencia al masoquismo, por ejemplo, o la autoestima baja o la ausencia 
de palabra significativa si todo un sistema ha estado 
fomentando durante siglos estas tendencias llamándolas, paradójicamente, virtud 
cristiana? 

Virtud, que significa etimológicamente fuerza, ha servido a las 
mujeres para debilitarlas en su identidad y en sus posibilidades históricas. La virtud 
femenina ha sido, por antonomasia, la castidad. Perder una mujer su virtud era entendido 
como sinónimo de dejar de ser virgen, o casta si ya estaba casada, de haber sido 
deshonrada por alguna acción sexual. Y aunque es evidente que los efectos de la 
revolución sexual de la mujer en nuestro siglo XX se dejan sentir, no lo es menos que 
todavía, en amplios sectores sociales y eclesiales, se sigue teniendo la misma forma de 
concebir la virtud de la mujer. ¿Cómo se explica, si no, que perviva la doble moral que lleva 
a pensar a la mujer activa sexualmente como una ligera o fácil y a un hombre activo 
sexualmente como un hombre experimentado; a la mujer que alterna con diferentes 
hombres como pareja como una puta -barata o de lujo- y al hombre que hace lo mismo con 
mujeres como un verdadero macho reforzado en su identidad de varón? La virtud de las 
mujeres, el proceso de gracia en el que Dios las quiere hacer entrar, más que el amor 
desinteresado, es la autorrealización, adecuado correctivo a una forma de amar que 
genera destrucción.

- El concepto y modelo de santidad, por su parte, es otra de las realidades a revisar 
integrando la visión crítica de las mujeres. Es verdad que no se registran estudios 
especiales a este respecto en la literatura teológica feminista, pero algunas mujeres lo han 
incorporado, de forma tangencial, en estudios de otros temas. Nosotros pensamos que se 
debería tratar per se, dada la importancia que tiene.

La crítica que las teólogas hacemos a la moral cristiana tiene que ver con los efectos de 
la misma a la hora de proponer y delimitar un determinado paradigma de ejemplaridad o 
de santidad (16). Y también aquí encontramos diversidad según los géneros. Hay, 
tácitamente, un concepto de santidad distinto para mujeres y para hombres, cuya mejor 
prueba es su expresión en el santoral y en el tipo de vidas ejemplares que la Iglesia 
propone a uno y otro sexo, con lo que tiene de parcialidad y sesgo en la interpretación de 
los rasgos éticos que se derivan de los evangelios y del NT.

Las mujeres ejemplares son, todavía hoy, aquellas que se atienen a la norma del modelo 
masculino de mujer-madre ideal, que encarna un tipo de perfección. Esta perfección 
conlleva las ambivalencias típicas de dicho ideal, la «acomodación a un Ideal del Yo 
generador de ansias de perfección y alto nivel de exigencias (...) más o menos presente en 
todas las mujeres» (17). Esta mujer-madre ideal que nunca consigue ser la mujer concreta, 
pese a sus intentos, hoy se ve agobiada por un suplemento de perfección, si quiere cumplir 
con el modelo aggiornato de la mujer perfecta: aquella que es capaz de hacerlo todo 
bien, que no pide ayuda y que no se abandona al desaliento porque debe ser a la vez una 
buena madre, esposa, ama de casa ejemplar, sexualmente atractiva, trabajadora, 
emprendedora, eficiente (18), honesta, cristiana piadosa y comprometida e incansable.

En buena lógica, esta acomodación al Ideal del Yo tiene sus costes psíquicos porque, por 
definición, es un ideal imposible, inalcanzable y, por lo mismo, generador de una 
culpabilidad constante. Ella está llamada, por su irrenunciable vocación al amor, a salvar al 
mundo que naufraga por esta carencia fundamental, puesto que es ella la que más sabe de 
esta virtud (19), Con frecuencia, este dinamismo tácito no tiene bien integrados otros 
rasgos teológicos, pero altamente operativos, con respecto a la santidad, por ejemplo lo 
relativo a la gratuidad, que supone la gracia y la acción del Espíritu Santo que es quien 
santifica.

El gran modelo de santidad al que debe acogerse la mujer es una determinada 
presentación y representación de María la Madre-Virgen. Y las mujeres beatificadas y 
canonizadas en los últimos 20 años reproducen el modelo ejemplar de mujer tradicional, 
que se adapta a un canon que con frecuencia se aleja del modelo evangélico de santidad y 
perfección. Pocas veces se ha contestado, por ejemplo, la función adaptativa que ha tenido 
y tiene este tipo de santas. En los procesos de beatificación y canonización no se han visto 
críticamente los sacrificios de vidas que, en la lógica de la voluntad de Dios sobre las 
personas creadas, hubieran debido de realizarse en vez de sacrificarse (20), entendiendo el 
realizarse, en este contexto, como la continuación de la vida y su posibilidad de calidad 
cristiana. Una tergiversación masoquista en la interpretación de la teología de la cruz y de 
la pascua, en que la categoría más valorada era la de renuncia, autoinmolación o pasividad 
ante la opresión y el sufrimiento, aparece en el trasfondo de más de dos vidas de santas. 
Muchos otros rasgos que, llevados hasta el final, también conducen a la cruz con su 
componente de muerte, pero que implican rasgos positivos de las personas, del 
compromiso histórico y la responsabilidad creativa, no han formado parte del modelo de 
santidad para las mujeres. María, en el contexto de la vida y pascua de Jesús, con su 
realización del seguimiento y su palabra libre (Lc 1,26-38), histórica (Lc 1,46-5 y Jn 2,1-12), 
comprometida, una vez que el mismo Jesús la ha impulsado a pasar del rol de madre al rol 
de discípula y colaboradora (Mc 3,31-35 y Jn 2,1-12; 19,26-27), miembro activo de la 
primera Iglesia (Hch 1,14), puede y debe ser presentada como el modelo más fuerte e 
importante, del mismo modo que se puede y debía presentar los rasgos modélicos de otras 
muchas mujeres que son protagonistas en los relatos del Antiguo y Nuevo Testamento, o 
mujeres que a lo largo de la historia han conformado su vida al evangelio, sin que esto 
coincida necesariamente con la adaptación al modelo de mujer tradicional, tan instrumental 
(21) con frecuencia en nuestra cultura, que ha quitado mucha garra al dinamismo profético 
e impulsivo que la fe radical cristiana lleva consigo (22). No basta con tener a santa Teresa 
de Jesús para argumentar en contra. La excepción o las pocas excepciones no hacen más 
que confirmar la regla.

En la adquisición de la identidad es bien conocida la importancia de los modelos, y en 
particular cuando se transmiten por vía narrativa, la más efectiva de todas. A este respecto 
quiero recordar el importante trabajo de un moralista cristiano de nuestros días, S. 
Hauerwas (23), a propósito de la capacidad que tiene la narración para crear la comunidad, 
conformar la identidad, criticar los modelos imperantes, corregirlos y sustituirlos creando 
otros nuevos. Pertenece a la dinámica de cambio de los valores (24).
(·NAVARRO-MERCEDES._10-MUJERES.Págs. 269-274)

Mercedes Navarro Puerto 
Doctora en psicología por la U. P. de Salamanca y licenciada en ciencias bíblicas por el 
P. I. Bíblico de Roma, es profesora de psicología religiosa en el I.S.CC.RR. y C. San Pío X 
de Madrid y de Biblia en el l.T.V.R. de Madrid. Es miembro fundador de la Asociación de 
Teólogas Españolas. Pertenece al Instituto de las H. H. Mercedarias de la Caridad.
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N O T A S

15. Es cierto que el desarrollo de la moral cristiana de los últimos tiempos tiene en cuenta esta centralidad, pero 
de hecho las sanciones positivas o negativas de la Iglesia, la forma en que nos sancionamos en las mismas 
comunidades cristianas y en que se sigue pensando el pecado a nivel práctico no aluden a esta centralidad, 
sino que se organiza en torno a otros temas entre los que, todavía, sigue predominando el del sexo, sobre 
todo en lo que concierne a la eticidad o moralidad de las mujeres.
16. No pretendemos hacer una reflexión puramente teológica de la santidad. Nos parece más pertinente, dado 
el enfoque más crítico de esta parte de nuestro estudio, tener especialmente en cuenta los factores más 
sociales y psicológicos de los modelos de santidad o de la ejemplaridad que la Iglesia propone a las 
mujeres.
17. A. González de Chávez, Mujer: cultura, identidad y salud mental (I): Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. 40 (1992) 
19.
18. Cf. Ibíd., 23.
19. Así se han pronunciado últimamente algunos documentos y locuciones pontificias, de los que la MD no es 
más que una expresión.
20. Me parece muy significativo el caso que ilustra el estudio de A. Patrick, Narración y dinámica de la virtud: 
Concilium 211 (1987) 451-456, referido a las noticias de algunos periódicos acerca de la beatificación de la 
religiosa María Clementina Anwarite, muerta a manos de un coronel por resistirse a la violación de éste en la 
guerra civil del Zaire en 1964. Las conclusiones a que llega la autora en su reflexión y análisis a partir del 
juicio explícito de valor que pronunció Juan Pablo II en la ceremonia de la beatificación, el valor primordial 
atribuido a la virginidad, son significativas al poner de relieve la concepción no sólo de la santidad que 
subyace a éste y otros casos parecidos, sino al valor mismo de la mujer. Dice la autora: «Resulta 
profundamente turbador el juicio explícito de valor contenido en la frase (...) con su clara implicación de que 
la vida de una mujer vale menos que su estado físico que, de hecho, no es característico de la mayor parte 
de las mujeres maduras en ninguna cultura. La virginidad de María Clementina era ciertamente una 
"virginidad consagrada", y no ha de minimizarse el significado religioso de ese detalle. Sm embargo el 
aspecto de la consagración religiosa formal no debería oscurecer el hecho básico que destaca en este 
suceso, concretamente que una mujer es ensalzada como modelo a emular por los creyentes porque 
"prefirió morir antes que entregar su virginidad"» (p. 453). Del mismo modo resulta ridículo el prefacio 
primero de la Misa de la Virgen cuando afirma de María: y sin perder la gloria de su virginidad, cuando la 
gloria de María que celebra la comunidad cristiana destinataria del evangelio de Lucas es la fe, y de ninguna 
manera algo cuyo valor no se sitúa en el plano teológico, o por lo menos tiene tantos problemas para ser 
adecuadamente situado en dicho plano. La fijación de una tradición eclesial en el tema del sexo ha llevado a 
frases de este tipo. Pero sorprende que todavía hoy se mantenga precisamente en un marco como el de la 
anámnesis eucarística. La frase no resiste una mínima crítica con un mínimo de seriedad.
21. Instrumental quiere decir aquí adaptativo y útil a unos fines concretos propios del sistema patriarcal.
22. Para una visión de María bajo el signo de la palabra, ver mi libro: María la Mujer. Madrid 1987, y otro más 
reciente en que aparece en relación con mujeres del AT. Espiritualidad mariana del AT. Madrid 1992, así 
como las colaboraciones mensuales en Misión Abierta durante 1992 sobre mujeres del Antiguo y Nuevo 
Testamento.
23. Cf. S. Hauerwas, A Commanity of Character. Notre Dame 1981.
24. A este propósito, remito al tratamiento que los filmes norteamericanos están dando a temas que se quieren 
recuperar en sus valores tradicionales, como por ejemplo el de la familia. La vía elegida es la de la 
narración.


2.MUJER/RABINO:RABINO/MUJER
«Mejor es entregar la ley a las llamas que entregársela a una mujer» 
(Rabino de la época de Jesús)
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3:
Los hombres tienen que empezar a mirar a las mujeres de otra manera: como personas. 
Y quizá las mujeres tengan que comportarse también como personas, en lugar de como 
objetos de admiración. Lo cierto es que habrá de pasar mucho tiempo. Y si no, escuchen lo 
que dice Carlos ·Castillo-C del Pino en un interesante libro, "La alienación de la mujer":
"La realidad es que la mujer es un objeto para el hombre. La realidad es que la mujer es 
usada por el hombre. Porque los objetos están, o se hacen, para ser usados, y nada más. 
¿De qué forma es usada por el hombre...? La mujer es para el varón un objeto erótico, y 
tiene que ser así. Pues si a la mujer no se le ha hecho posible su desarrollo como persona, 
si sus eventualidades se le cierran en orden a su identidad con el varón respecto de sus 
aspiraciones a la creación, ¿qué otras posibilidades quedan a la mujer sino la de ser usada 
como cosa erótica y qué otra posibilidad queda a la mujer sino hacerse, del modo más 
perfecto y adecuado posible, cosa erótica para el hombre? Es antinatural el hecho de que 
esa relación sea totalizadora, absorbente, exclusiva y excluyente, que no dé paso ni 
permita, al propio tiempo, cualquier otro tipo de relación, como el que pueda llevarse a cabo 
entre hombre y hombre, es decir, de persona a persona... Convertida la mujer en mera cosa 
apetecible, significa la más embrutecedora forma de alienación; es, para decirlo en pocas 
palabras, una forma prostituida de su propio ser".
Lo malo no es que el hombre mire así a la mujer (¡y que conste que hay otras muchas 
servidumbres de la mujer con respecto al varón, que no son sólo la cosa erótica!), lo malo 
es que parece ser que a las mujeres, aunque no a todas, les gusta bastante que las miren 
así. ¿O no? 
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4. COSTUMBRE/RUTINA/Lc/13/10-17: J/Mujer
¡MUJER! 
Un sábado enseñaba él en la sinagoga. Y, mira por dónde, había allí una mujer que, 
desde hacía 18 años, tenía una enfermedad que no le dejaba ponerse erecta y estaba 
como retorcida. Jesús la vio, la llamó y le dijo: "¡Mujer, queda sana de tu enfermedad!". Y le 
impuso las manos y, al momento, la mujer quedó sana, se puso de pie y dio gracias a 
Dios.
Cuenta una leyenda que Jesús y sus discípulos se quedaron tres días más en aquella 
ciudad, enseñando y curando a muchos enfermos. Y cuando se iban a marchar 
definitivamente -¡mira por dónde!-,vieron salir de una casa a una mujer enferma, que estaba 
como retorcida, no podía ponerse erecta. Y Jesús se paró, la llamó y le dijo: "¡Mujer!, ¿no 
te había curado ya hace tres días de tu enfermedad? Hay varias versiones de esta vieja 
leyenda. Según unos, la mujer contestó a Jesús: "Sí, Señor, pero yo estoy ya 
acostumbrada a ir así". Según otros, la mujer lloró y dijo: "Sí, Señor, pero mi marido, los 
vecinos... toda la gente está acostumbrada a verme ir así".
En cualquier caso, cuentan que Jesús se volvió hacia sus discípulos y les dijo: "¡En 
verdad os digo que el mayor enemigo de Dios y de los hermanos es la costumbre!" 
Hay muchas más leyendas con variaciones sobre el tema. Una de ellas cuenta también 
que, después de haber curado Jesús a la mujer, el Maestro permaneció un día más en la 
ciudad, enseñando y sanando enfermo, tras lo cual, llamó al jefe de la sinagoga y le 
preguntó: "¿Pero es que en vuestra ciudad no hay ninguna otra mujer que la que yo curé 
ayer? Porque me he quedado un día más entre vosotros y, mira por dónde, no he visto a 
ninguna otra mujer que a aquélla".
El jefe de la sinagoga se quedó callado. Pero, como Jesús le presionó con dureza, el jefe 
le dijo: "Los hombres las han escondido de tu presencia". Y Jesús preguntó: "¿Por qué 
hacen tal cosa?" Entonces el jefe de la sinagoga le respondió: "¿Tú me preguntas eso? Te 
diré: Para que no se hagan inservibles como la que tú curaste".
Hasta aquí "historias" viejas. Pero lo cierto es que, como en algunos países de África, 
donde una mujer robusta sigue siendo "el mejor animal de carga en la casa patriarcal", 
también en nuestra "super-desarrollada" sociedad occidental, la mujer es tenida en un valor 
por debajo de lo que otras cosas son aceptables hoy entre nosotros. Así, en la guía de una 
conocida cadena hotelera centroeuropea (edición Primavera 87) se podía leer: "Las 
mujeres son como el caviar: inútiles y maravillosas".
Bien es verdad que, si entre muchos hombres de nuestra época (hombres de la "buena 
mesa", de las altas decisiones intelectuales, empresariales o políticas) la mujer es aún 
infravalorada, no es así para Dios. El ha llevado a cabo lo más importante que ha hecho en 
la Creación por medio de la firmeza y la entrega total de una mujer. 
(_EUCA/92/56)
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