JESÚS Y LA MUJER

Jesús y las mujeres 
Es ya suficientemente conocida la preocupación de Jesús por todos los seres cuya vida se 
encontraba disminuida. Parte integrante de la Buena Noticia de Jesús es su predilección por 
los despreciados de la sociedad, lo que forma parte del contenido del reino de Dios que él 
instaura (Mc 1,15; Lc 4,18s), que es una intervención de Dios dentro de la realidad 
invirtiéndola: «los últimos serán los primeros» (Mc 10,31).

Entre los grupos marginados por los que detentaban y controlaban el poder religioso y 
civil estaban las mujeres y los niños (con problemáticas diferenciadas) como seres 
absolutamente desvalorizados, económicamente sin valor y además sin contar para nada ni 
religiosa ni civilmente.

El hecho de que Jesús los escogiera, los acogiera, los amara, curara y los tratara con 
respeto y dignidad hace que se descubran personas humanas y con valor a los ojos de 
Dios. Esta toma de conciencia hace emerger potencialidades todavía adormecidas para 
mostrarse con valor, y su valor, a otras personas y volverse activos y participantes en la 
sociedad, como seres adultos y responsables. Esta preferencia de Jesús es una revelación 
de Dios Padre y Madre que no puede soportar ver a ninguno de sus hijos/as sufriendo.

Jesús nos demuestras por medio de su modo de relacionarse en igualdad con todos los 
seres humanos, hombres, mujeres, niños, viejos, lo que significa «traer vida en abundancia, 
en plenitud» (Jn 10,10).

Haremos un recorrido rápido, a modo de ejemplo, por el evangelio según Marcos, desde 
la perspectiva de la relación de Jesús con los seres humanos mujeres.

Puede ser interesante, antes de adentrarnos en los textos, recordar algunos aspectos de 
la situación de la mujer en la época de Jesús, de modo que nos ayuden a comprender 
mejor, más ampliamente, su sentido.

El rito de pertenencia a la religión judaica era masculino (la circuncisión), por eso, para la 
religión (alianza con Dios), la mujer no contaba, hasta el punto de que, si en una asamblea 
había 10 mujeres y 1 hombre, ésta no se realizaba, porque para una ceremonia religiosa 
eran necesarios 10 hombres. El patio del templo reservado a las mujeres estaba fuera y 
separado. La mujer era considerada como un objeto, propiedad del padre o del marido (Ex 
20,17). Socialmente la mujer no servía como testigo, igual que los niños y los esclavos. Una 
situación de objeto, a la que se sumaba el preconcepto de ser una gran pecadora (porque 
pecó primero, y llevó al hombre al pecado, y fue creada después y a partir del hombre: 
lecturas parciales y sexistas de los relatos Gn 2 y Gn 3). No olvidemos tampoco la 
discriminación con relación a su condición de mujer y los preceptos de purificación. Puede 
decirse que la mujer, en la época de Jesús, era un ser encorvado, postrado, marginado.

Adentrémonos, ahora sí, en el evangelio y sigamos la línea lógica de aquello que nos 
quiere transmitir el evangelista.

- Mc 1,29-31 / Mt 8,14-15 / Lc 4,38-39. Es el relato de la curación de la suegra de Pedro. 
Jesús se aproxima a ella, la toma de la mano y le ayuda a levantarse, para que se ponga de 
pie. Esos tres verbos: aproximarse, tomarla de las manos, levantar, demuestran una actitud 
activa de recuperación del ser humano que de alguna manera estaba deshumanizado.

- Enseguida el evangelio de Marcos (/Mc 5,25-34 /Mt 9,19-22 /Lc 8,42b-48) nos relata la 
curación de la hemorroísa, un texto extremadamente importante para las mujeres. Según 
las prescripciones del libro del Levítico 15,19-31, la mujer durante el período de la 
menstruación no sólo se volvía impura, sino que contaminaba todo lo que tocaba. Nos 
podemos imaginar la situación de esta mujer que, desde hacía 12 años, según nos cuenta 
el evangelio, sufría de flujo de sangre. Debería vivir al margen de la sociedad que la 
rechazaba, y el texto, muy detallado, nos dice que gastaba todo su dinero para poder ser 
curada, pero en vano, Jesús percibe ese toque, a pesar de la multitud. Públicamente queda 
curada, y Jesús la llama «hija», en contra de la concepción judía, y muestra a la multitud 
que es una representante del pueblo elegido. Pero aún más, Jesús menciona la fe de la 
mujer, eso es lo importante, fe que salva (Mt 15,28; Lc 1,28). Hay que decir que la fe de la 
mujer no era considerada en su tiempo. Este relato es muy importante para las mujeres 
porque muestra la actitud positiva de Jesús frente a la corporeidad femenina. La mujer 
cargaba sobre sus hombros su corporeidad considerada «pecado». Jesús, dejándose tocar 
por una mujer, y además impura, demuestra que la corporeidad femenina es parte de la 
creación buena de Dios (Gn 1,10.12.18.21.25). De esa forma redime la condición femenina 
de la opresión simbólica de Eva la pecadora.

- Esa historia está probablemente relacionada con la curación de la hija de Jairo (Mc 
5,21-24.35- 43 / Mt 9,18.23-26 / Lc 8,40-42.49-56). Continúa Jesús con la crítica respecto a 
la pureza legal. Según Nm 19,11-13, quien toca a un difunto se vuelve impuro.

Las dos pueden ser una crítica de Jesús hacia el sistema de impureza ritual al que eran 
sometidas las mujeres.

- Continuando nuestra peregrinación por el evangelio de Marcos, un poco más adelante 
nos cuenta la curación de la hija de la siro-fenicia (Mc 7,24-30 / Mt 15,21-28). Es importante 
saber que, en el tiempo de Jesús, una mujer no podía hablar en la calle con un hombre, y el 
relato nos presenta a esta extranjera (doblemente despreciada por ser mujer y pagana) 
dialogando con Jesús y consiguiendo convencerle, a pesar de que Jesús rehúsa curarla 
diciendo que ha venido para las ovejas de Israel. La mujer, firme y persuasiva, pondera: 
«Los perros comen bajo la mesa de las migajas de los hijos». Jesús se rinde ante el 
argumento y cura a su hija. El objetivo de esta mujer era abrir un futuro para su hija, un 
futuro de integridad y libertad, y termina abrogando ese mismo futuro para los gentiles. De 
este modo, con su respuesta, es presentada como ayudando a Jesús a repensar su 
misión.

- El siguiente punto de humanización de la mujer que Marcos nos presenta (Mc 10,2-12 / 
Mt 19,3-9 / Lc 16,18) es una polémica respecto del matrimonio, en la que Jesús entra para 
proteger a la mujer.

Estudiosos de la época nos revelan que las leyes protegían únicamente a los hombres, 
que podían repudiar a las mujeres por los motivos más insignificantes. Es en este contexto 
donde debemos entender la polémica propuesta a Jesús, quien desea que se retorne a la 
pureza de intención primitiva de la ley que había sido modificada por Moisés, favoreciendo 
el divorcio o repudio, citando Gn 1,27; 2,24. De este modo quiere hacer respetar la dignidad 
de la mujer con quien se asume un compromiso delante de Dios. La mujer repudiada o 
divorciada quedaba en una situación de gran anomía, pues la vuelta a la casa paterna con 
este estigma era humillante, así como era difícil constituir un nuevo hogar. El camino que se 
abría frente a ella, en muchas ocasiones, era la prostitución.

- Seguidamente Marcos nos muestra cómo Jesús era un ser atento y sensible a la 
realidad que lo rodeaba y cómo su fina percepción se muestra elogiando la dádiva de la 
viuda (Mc 12,41-42 / Lc 21,1-4).

En este mismo capítulo, en versículos anteriores, Jesús critica (Mc 12,38-40) la 
hipocresía de los escribas, a quienes gustaba aparecer como personas muy religiosas, 
pero devoraban los bienes de las viudas. Sabemos que la viudez era considerada por la 
Biblia como uno de los tres estados de carencia total. Y justamente estas personas ofrecen 
la mayor dádiva. Esa generosidad es alabada por Jesús, que nos enseña que el camino de 
humanización pasa por la generosidad.

- El evangelio nos muestra que el camino de la humanización, que pasa por aproximarse 
al otro, darle la mano, ayudarle a levantarse, caminar, sentir y sufrir junto a, hablar y luchar, 
ser compañero y aprender a vivir en comunidad, ser generoso, se fundamenta en el 
reconocimiento de Jesús como el Señor o mesías (Mc 14,3-9). Era difícil reconocer al 
mesías en Jesús, que presentaba semejante camino de humanización. Es una mujer la que 
acierta a reconocer el reinado de Dios, que empieza a ser ya una realidad en Jesús y en 
su comportamiento, posiblemente por la apertura en ella a esos valores. La unción de la 
cabeza de Jesús revela que ella simbólicamente le reconoce como el mesías esperado. La 
unción en la cabeza era hecha por los profetas a la hora de entronizar a los reyes; y Jesús 
acoge con gusto el gesto de la mujer. La humanización pasa por los gestos, por la 
demostración de amistad, de aprecio, de reconocimiento. La persona humana precisa de 
ello para vivir tanto como del pan o del agua.

- Desde la perspectiva cristiana, decimos que Jesús nos muestra quién es Dios y quién 
es la persona humana. Y para descubrirlo, el único modo es siguiéndole, colocándonos 
dentro de su proyecto y trabajando por la instauración del reino de Dios dentro de la 
realidad. Mc 15,40-41.47 / Mt 27,55-56 / Lc 8,3s nos hablan de las mujeres que «seguían y 
servían» a Jesús desde Galilea a Jerusalén. Marcos utiliza los términos aquí ligados al 
acompañamiento en la misión de Jesús desde Galilea a Jerusalén, para hablar del 
seguimiento y servicio de las mujeres como discípulas. El camino de la humanización pasa 
por el seguimiento de Jesús, por el servicio a los que tienen más necesidades (los 
hambrientos, los que lloran, los pobres, los oprimidos, los marginados), que es la manera 
correcta de demostrar nuestro amor a Dios.

La mujer comienza a releer los textos bíblicos y a articular su discurso con respecto a su 
experiencia de Dios. Todos los elementos que conforman la humanización, que hemos ido 
viendo, nos llevan a experimentar la gran novedad: la muerte no es la última palabra; la 
última palabra es la vida nueva, es la resurrección. Viviendo ese proceso y ayudando a 
otros a vivirlo estaremos ejecutando nuestra tarea de participantes del ser humano: el ser 
humano mujer.

Jesús revolucionó de muchos modos su tiempo y, para nosotras, las mujeres, su actitud 
es una revolución total. Con él y en su movimiento hicieron el proceso de descubrirse como 
personas con dignidad, como «hijas amadas de Dios», y de abrirse a la participación en la 
comunidad.

Lo femenino de Jesús 
Tal vez sea interesante, después de ver la actitud de Jesús ante lo femenino, volver la 
atención hacia lo «femenino de Jesús», hacia la presencia de la dimensión femenina que el 
propio Jesús, como ser humano que era, tenía dentro de sí. La contribución que nos ha 
aportado la psicología moderna -de que cada ser humano es, al mismo tiempo y en 
proporciones diferentes, «animus» y «anima», masculino y femenino abre una vía en este 
sentido. Si eso -que es hoy pacíficamente aceptado y forma parte de la cultura 
contemporánea- es verdad, Jesús, hombre en el cual predominó el modo masculino de ser 
persona, integró también, por otro lado, la dimensión femenina. Sobrepasando el 
androcentrismo de su tiempo, 
«integró en sí mismo tantas características de comportamiento al mismo tiempo 
masculino y femenino que se puede considerar como la primera persona que alcanzó una 
completa madurez».

Todo este femenino en Jesús, hecho de ternura, compasión y misericordia infinitas, 
hecho de delicadeza que no se opone a la firmeza, hecho de un amor que asume deseos, 
gestos y expresiones, identificables no sólo como paternas, sino también como maternas y 
fraternas, de una fraternidad que es -no menos- sororidad, fue asumido eterna, definitiva, 
hipostáticamente, por el Verbo (= la segunda persona de la Trinidad).

Si Dios lo resucitó y lo constituyó Señor y Cristo, toda su persona, con todo lo que ella 
contiene, fue asumida divinamente. En Jesús, su vida, sus palabras, su praxis, su persona 
en lo más íntimo de su ser -por fin-, el femenino es divinizado, pertenece al núcleo más 
profundo del misterio del amor de Dios.
(·BERNABE-CARMEN._10-MUJERES.Págs. 70-76)
Carmen Bernabé Ubieta 
Diplomada en trabajo social y doctora en teología por la U. P. de Deusto, en donde 
enseña Nuevo Testamento y dirige un seminario sobre las tradiciones de María Magdalena. 
Es miembro fundador de la Asociación de Teólogas Españolas.
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