4.- LO SOBRENATURAL EN LOS TEÓLOGOS FRANCISCANOS (sig. XIV-XV)

(Cf. J. Alfaro, Lo natural y lo sobrenatural, p. 303-328).

Durante este lapso, anterior a Cayetano, los teólogos tomistas (sin tener en cuanta a Thomas Anglicus y Dionisio Ryckel) están de acuerdo con la tesis escotista del deseo innato de la visión beatifica, afirmando al mismo tiempo la absoluta gratuidad de tal don.

No hay que maravillarse si los teólogos escotistas afirman la misma doctrina del Maestro sin hacer polémicas. Si bien no encontramos doctrinas originales, la coincidencia de todos es un hermoso testimonio para la historia de la teología.

Ricardo de Middleton (Mediavilla) (+1308)

El hombre desea naturalmente su perfección, porqué tal deseo está impreso en toda creatura... El intelecto de todo hombre desea naturalmente ver a Dios. Cita a S. Agustín: Es feliz sólo quien tiene cuanto desea: por lo tanto es imposible que el hombre sea feliz sin la visión de Dios (Super quatt. Sent., IV, d. 49, a. 2, q. 6).

Contra Hocedez, que atribuye a R. la afirmación de un deseo consciente de la visión beatifica, Alfaro sostiene más lógicamente que se trata de un deseo natural que solamente por la revelación es conocido.

Siempre interesante ver que la dificultad de la analogía con los otros seres, que pueden alcanzar su fin con sus propias capacidades activas, se resuelve con la consideración de la "nobleza suprema de la naturaleza humana, destinada a un fin tan excelente que no puede ser alcanzado por la misma naturaleza" (grandeza y miseria de cual hablará Pascal).

Cuando R. se refiere al deseo consciente de la felicidad ("inquietum est cor nostrum" de S. Agustín) o habla del deseo actual del creyente o de un deseo natural (absoluto - necesario) de la felicidad in genere.

Antonio Andrés (+1320), español, discípulo inmediato de Escoto y considerado testigo excepcional de su pensamiento.

Según él la voluntad puede ser considerada como naturaleza: y así desea la felicidad (visión inmediata de la esencia divina) en modo natural, necesario y continuo. Pero este deseo no es un acto consciente, por el contrario una inclinación natural del mismo modo que la balanza se inclina hacia lo alto.

La naturaleza humana es de por sí capaz de recibir la suprema perfección en Dios (felicidad), pero no tiene naturalmente la suficiencia activa para causar la visión clara de la esencia divina.

Toda perfección sobrenatural perfecciona (=es recibida y deseada) naturalmente la potencia pasiva, pero solamente puede ser causada en modo sobrenatural.

Las dificultades filosóficas en relación a esta concepción del hombre son todas apriorísticas. A. las resuelve como lo había hecho Escoto:

Francisco de Mayronis (de Meironnes) (+1325)

Sostiene que solamente Dios es el objeto de la fruición ordenada, porqué nuestra voluntad se satisface solamente con el bien infinito, es decir con Dios en unión inmediata.

Esta inclinación natural no se conoce ni siquiera en el conocimiento natural del alma, porqué no conocemos la naturaleza del alma si no en común. Y la felicidad, como el su fin, la conocemos solamente en común. Pues no conocemos naturalmente la felicidad propiamente dicha.

Juan de Basolis (+1347), Pedro de Aquila (+1348), Nicolás de Orbellis (+1455), Esteban Brulefer (+1483), Guido Briansonis (+1485), Nicolás de Niise (+1509) -todos franciscanos- y Pedro Tartareto (+1522), profesor en París, escotista no franciscano.

Todos estos teólogos siguen unánimemente a Escoto en el afirmar en el alma humana la existencia de un deseo o deseo innato hacia la visión inmediata de Dios. El fundamento de esta tesis es siempre que la visión inmediata de Dios es la suprema perfección del alma. Dado que todo ser imperfecto es tendencia natural a la propia perfección, por lo tanto el alma no puede que tender a la visión de Dios por sí misma, es decir, en modo natural.

Pero este deseo no puede ser conocido naturalmente, ni siquiera la posibilidad de su objeto "pro statu isto".

Ninguno de estos autores considera tal deseo natural como dificultad ante a la gratuidad absoluta de la destinación histórica del hombre al unión inmediata con Dios.

El largo y repetitivo comentario de Alfaro a la visión escotista del problema del sobrenatural nos hace ver que para nuestros teólogos la gratuidad absoluta del fin sobrenatural supone la posibilidad de la existencia del hombre sin tal destinación, es decir con un fin último natural en una felicidad natural, semejante a la imaginada para los niños del limbo.

La visión beatifica - afirma Tartareto - es una perfección cuya comunicación al hombre depende únicamente de la libre voluntad de Dios (no ex necesitate naturae).

"El objeto beatífico, o sea Dios, mo mueve de modo natural, sino puramente libre ; porque si así lo quiere, es visto, si quiero, no es visto... Dios causa esta bienaventuranza de modo totalmente libre..." (Commentaria, l. IV, d. 49, q. 11).

Si no bien habla de la posibilidad que Dios no destinase el hombre a esta felicidad de vivir en su inmediatez, ciertamente dice que Dios puede crear al hombre en una rectitud natural (sin gracia y sin pecado) "porque podría crear al hombre en pura naturaleza ".

"Si no pudiera dar una rectitud natural sin dar l a gracia, se seguiría que la gracia es una forma natural, dado que sería una consecuencia de la naturaleza, lo que es falso" (Ib. q. 6).

La conclusión de Alfaro:

"Los teólogos de la escuela franciscana de los siglos XIV y XV no llegan a la afirmación explícita o implícita de la posibilidad de la naturaleza pura; y menos la niegan; simplemente, no hablan de ella, al menos en toda su universalidad.

Quien se acerca más a la afirmación de dicha teoría es el mismo Escoto, al equiparar la sobrenaturaleza y gratuidad de la gloria con la de la gracia; y al afirmar que la gratuidad de la gracia implica necesariamente la posibilidad de que Dios crease el hombre sin comunicarle jamás la gracia santificante".

Y continua: "Escoto, como S. Tomás, vincula la gratuidad de los dones sobrenaturales a la posibilidad que la naturaleza exista sin ellos, porqué no son debidos a la misma naturaleza, ni les pertenecen necesariamente"

Según Alfaro, Escoto habría sido "el primer teólogo que aplicó a los niños del limbo el término "beatitudo naturalis", equiparándoles a los que murieron 'in puris naturalibus', considerando como posible esta hipótesis".

Teólogos franciscanos no escotistas

Hay dos teólogos franciscanos contemporáneos a los cuales nos referimos brevemente dada su importancia histórica, a pesar de no ser escotistas

Pedro Auriol (+1322),

Considerado como precursor del nominalismo, afirma que el intelecto creado solamente puede satisfacer su natural deseo de conocer, en la visión de Dios. Todo otro conocimiento de Dios, más que saciar su deseo, lo estimula más, porque deja el intelecto en las tinieblas.

Su pensamiento sobre la absoluta contingencia y gratuidad del orden sobrenatural hace entrever la posibilidad de un hombre sin gracia y sin pecado.

Guillermo de Ockham (+1349),

Fundador de la escuela llamada "nominalista".

Concibe a la realidad como creada absolutamente regulada por la voluntad de Dios en un sentido extrinsecista. Por lo tanto no considera relaciones metafísicas entre los dos órdenes natural y sobrenatural. Conocemos por revelación nuestro destino sobrenatural. Pero de este hecho no es lícito deducir condiciones de posibilidad (v.gr. el deseo natural de lo sobrenatural...).

Nota: El estudio objetivo y sin prejuicios de Ockham y del nominalismo está aún abierto a descubrimientos que algunos sospechan que pueden ser sorprendentes.

Lo sobrenatural en Francisco Licheto de Brescia

Francisco Licheto (+1520) es un conspicuo representante del escotismo a inicios del siglo XVI. Su doctrina sobre el problema de lo sobrenatural tiene especial interés en una época en la cual los teólogos - especialmente el cardenal Cayetano - rechazan la idea tradicional del "apetitus naturalis" en la explicación teológica de la realidad sobrenatural, porqué tal deseo natural sería contradictorio con la gratuidad del don divino.

 Concepto de naturaleza y sobrenatural: Licheto sigue fundamentalmente a Escoto, y lo expone con claridad:

Naturaleza puede se entendida de dos modos:

El mismo sentido tiene el término natural.

Una tercera acepción de "naturaleza" sería la universalidad de todos los seres, pero de esto no se hace mención ahora.

Es en la contraposición natural-sobrenatural donde la teología necesita aclarar su tarea de hacer racional la fe.

Sobrenatural es un término relativo que significa no perteneciente a un ser (naturaleza) ni como constitución intrínseca, ni como consecuencia, ni como exigencia (nec constitutive, nec consecutive, nec exigitive).

De todos modos, la sobrenaturaleza no puede darse en la relación inmediata entre sujeto y perfección (=entre una perfección y el sujeto que la recibe).

La relación puede ser natural, violenta, o neutra: según el sujeto se sienta satisfecho, forzado o indiferente.

La razón de sobrenaturaleza debe buscarse en el modo como una perfección es actuada (supernaturalis respectu ad agentem).

Licheto habla aquí de una "potentia obedientialis", que no es propiamente la potencia obediencial tomista. Para Licheto se trata de la relación existente entre el sujeto y la causa eficiente de la cual el sujeto recibe alguna influencia. Esta posibilidad de influencia - potentia obedientialis - se funda en la proporción natural entre el sujeto pasivo y la perfección sobrenatural.

Licheto describe aún otro modo de sobrenaturaleza, es decir cuando el agente sobrenatural reemplaza un objeto sobrenatural. Esto objeto sobrenatural no es otro que la misma esencia divina, que por sí solamente es objeto natural del intelecto divino.

Este agente sobrenatural es la voluntad divina, que reemplaza la divina esencia causando en el intelecto creado lo que la esencia divina no causa de por sí, dado que entonces la visión beatifica entraría en el campo de lo necesario: necesaria para el hombre y no libre por parte de Dios.

En esto aparece la concepción escotista de lo sobrenatural

Tendencia natural hacia lo sobrenatural

La conclusión es clara: Para que una realidad cualquiera llegue a ser verdadera perfección en un ser, es necesario que exista una proporción natural entre la capacidad receptiva de este ser y la realidad o cualidad recibida (= entre potencia pasiva y perfección). Pero la perfección sobrenatural es la máxima perfección de la naturaleza humana. Por lo cual debe existir la máxima proporción natural entre de ese ser.

Es esta proporción ontológica a la que se llama también apetito o deseo natural del sobrenatural.

Características de este deseo natural

Supuesto real: Recordamos que el pensamiento de Licheto (como el de Escoto) se mueve en el supuesto que el hombre está de hecho ordenado a la felicidad en la visión inmediata de Dios, y ordenado al fin último sobrenatural.

La cuestión filosófica es esta:

Licheto no responde directamente, pero se comprende su pensamiento : rechaza, citando a Cayetano, el concepto de potencia obediencial para designar la relación del ser intelectual a la perfección sobrenatural. Para él la potencia obediencial se refiere al agente (Dios), que supone en el sujeto la aptitud para recibir la perfección. Pero el hombre no tiene solamente potencia obediencial, pero también - y como supuesto - potencia (deseo) natural. (Porqué en toda naturaleza hay una inclinación natural hacia la perfección que le es conveniente).

Incognocibilidad del deseo

Evidentemente no se puede conocer naturalmente este deseo en cuanto actualmente ordenado al fin sobrenatural, dado que esta ordenación depende absolutamente de la libre disposición divina.

La pregunta es esta:

¿se puede conocer naturalmente la posibilidad de esta ordenación?

Licheto dice que el ángel y el alma separada pueden conocer naturalmente su inclinación innata al objeto perfectísimo. La interpretación correcta de tal posibilidad parece ser esta: el alma separada se sabe ya en posesión de la visión beatifica. En ese momento conoce naturalmente su posibilidad innata.

El fundamento de esta interpretación es que Licheto niega tal posibilidad de conocimiento en el estado actual porqué ahora el hombre no puede ver el objeto perfectísimo en si mismo. De todos modos, Licheto no es demasiado preciso. Piensa que en el supuesto de una situación del alma que se conozca a sí misma directamente y plenamente, conocería también su deseo del objeto perfectísimo - Dios -, a pesar de que sin saber el modo de esta realización siempre dependiente por la voluntad de Dios.

Las dificultades del "apetitus videndi Deum"

A todo sujeto pasivo natural debe corresponder un principio eficiente natural adecuado.

Respuesta.- El principio vale para la naturaleza irracional y no libre, que es cerrada en sus leyes. No es válido para el hombre, abierto al imprevisible de la voluntad de Dios.

Una potencia natural no puede ser vana.

Respuesta.- No puede llamarse vana una potencia que implica la posibilidad de la intervención libre de Dios.

Sería defecto de la naturaleza no tener la capacidad activa para actuar su posibilidad pasiva.

Respuesta.- Si la felicidad del hombre fuese, como piensa Aristóteles, la especulación suprema en el orden natural, sería defecto no poder alcanzarla por nosotros mismos. Pero cuando se trata de una felicidad superior a nosotros mismos, la falta de esta capacidad no significa defecto, sino dignidad máxima.

La posibilidad de la no-ordenación al fin sobrenatural está implícita en la absoluta libertad de Dios en conexión con la sobrenaturaleza de su esencia como objeto de la potencia creada.

(Cf. Licheto, En Jo. Duns Escotum super primer Senten. clarisima commentaria..., Neapoli, 1512).

JUAN DE RADA Y OTROS ESCOTISTAS

Juan de Rada (+1606),

Fiel al pensamiento escotista, no se cierra como sus predecesores en la estrecho marco del comentario del Maestro. Posee un orden y una claridad nueva.

(Su obra se llama: Contraversiarum theológicarum inter S. Thomam et Escotum super IV libros Sententiarum, 4. vol., Venezia 1917).

Naturaleza receptiva frente a la perfección

He aquí la cuestión: 

¿La capacidad de la creatura para recibir la perfección sobrenatural puede llamarse inclinación natural a la misma perfección?

Rada distingue bien entre potencia natural "subjective" (en cuanto que siempre estará radicada en una naturaleza) y natural "formaliter" (naturalmente propensa). Y se explica: La potencia receptiva de los actos sobrenaturales es natural en relación con los mismos, y no solamente "subjective", pero también "formaliter, es decir con inclinación hacia los mismos. Así S. Tomás y Escoto.

El primer argumento en favor de esta naturaleza "formaliter" se funda en la tendencia natural de la potencia cognoscitiva a su objeto primario y adecuado, que para el intelecto humano es el ser (donde se incluye también el orden sobrenatural).

Supuesta la división de la potencia en natural, violenta y neutra, sería absurdo decir que la felicidad absoluta es algo violento o indiferente.

Fundamento de la reflexión:

Es necesaria una proporción o conformidad entre la inclinación de un ser a la perfección y la forma perfectiva que recibe, porqué esta resulte en verdad su perfección.

Rada analiza y rechaza las dificultades de Cayetano, que por la desproporción natural activa en relación al efecto sobrenatural "quoad modum" concluye "a fortiori" en la desproporción natural en relación a la perfección sobrenatural "secundum esentiam". Extraño, dice Rada, que Cayetano no se cuenta de su pasaje injustificado de la potencia activa a la pasiva.

Lo sobrenatural, fin natural del hombre

Si bien alcanzar la visión y amor de Dios inmediatamente en sí mismo sea necesariamente sobrenatural, como su cima perfectiva no puede ser sino un fin natural del hombre.

Se puede demostrar con la razón a esta afirmación ?

Rada responde que el término "fin" puede ser concebido en dos sentidos: como causa final (y es evidente que Dios es la causa final del hombre) y como terminación de la actuación de la potencia.

También en este último sentido Rada responde afirmativamente.

Veamos su discurso:

Es imposible que una potencia repose al exterior de aquél que es la razón perfectísima y suprema del su objeto; por lo tanto, si el intelecto es capaz de intuición en relación a algunos objetos, no hay motivo para negarles la posibilidad de conocer a Dios intuitivamente. Y no es necesario conocer a Dios bajo la razón propia y quidditativa para poder deducir que nuestra naturaleza es capaz de la visión de Dios.

Este razonamiento en el Libro IV debe ponerse en confrontación con otra afirmación en otro libro :

"También si se conociese perfectamente la naturaleza intelectual, no sería posible una conclusión cierta acerca de su fin último (sobrenatural). Siempre faltaría la razón última de su inclinación a la visión beatifica.

El aporte de Rada al tema de lo sobrenatural es más claro que la doctrina tradicional escotista. Y encuentra un argumento especialmente perspicaz extraído de los principios tomistas: La voluntad creada a cual Dios se manifiesta claramente, tenderá necesariamente hacia él. Esta necesidad no puede venir del exterior (sería violencia). Provendrá evidentemente del interior. Y esto debe tener un fundamento, es decir, la propensión innata hacia la perfección suprema.

La doctrina de Rada a fin del s. XVI tuvo la importancia de que las dificultades acerca del deseo natural, desarrolladas por los teólogos de este tiempo, miran a otros teólogos no tan abiertos como él al pensamiento escotista.

FILIPO FABRI Y OTROS TEÓLOGOS DEL S. XVII

Filipo Fabri (+1630)

Fue profesor a la universidad de Padua. Se dice de el que "ha hecho claras y fáciles las sutilezas de Escoto".

Fabri es consciente de la creciente oposición de los teólogos a la doctrina escotista sobre la relación de la naturaleza humana con el fin sobrenatural. Por esto su estudio es especialmente cuidadoso. (Se puede ver Bernardino García de Armellada, Concepción unitaria del fin del hombre en el escotismo, en Naturaleza y Gracia 13 [1966] 269-287, donde se analiza la doctrina de este autor).

Es notable su defensa de la unidad en el fin último del hombre. Los adversarios - es lógico - conceden que debe darse una profunda conveniencia de la felicidad sobrenatural en relación a la creatura intelectual; pero que esta conveniencia (o afinidad) proviene del hecho que el fin sobrenatural incluye en modo eminente la perfección del fin natural (felicidad naturalmente alcanzable), respecto del cual existe en el hombre auténtica inclinación natural.

La sutileza del argumento es solamente aparente. Fabri hace ver como sea una argucia inútil : porqué la supuesta felicidad natural no podría ser razón de conveniencia si no en la proporción en la cual esa es contenida en la perfección superior. Y esta proporción no sobrepasa los límites de la misma naturaleza.

En relación a la gratuidad del fin sobrenatural hace una distinción:

Jerónimo Tamarit (+1622)

Pone directamente en la mira el tema de la naturaleza pura. Su solución nos recuerda la de K. Rahner con el "existencial sobrenatural". Cuando se habla de deseo natural, dice Tamarit, se entiende "naturaleza" en cuanto elevada al fin sobrenatural, no en su pura constitución esencial.

Mateo de Sousa (+1629),

Por el contrario, niega la ortodoxia escotista a esta solución de Tamarit (que atribuye también a A. de Herrera). La ordenación extrínseca de parte de Dios, dice, no cambia la propensión natural de un ser.

Angel Volpi (+1647)

Insiste especialmente en la realidad de Dios, como objeto libre, que solamente por su voluntad se puede abrir a la creatura intelectual. No es la potencia natural, que de por sí es capaz de ver intuitivamente su objeto más perfecto, el fundamento de lo sobrenatural, pero la condición del objeto - Dios - que por su naturaleza trasciende absolutamente lo creado. Solo en cuanto se da libremente, resulta alcanzable: en la creación, como Creador; en la gracia, como Amigo íntimo.

Otros escotistas (Alfonso Briceño, Antonio Hickey)

Se cuestionarán acerca del nuevo concepto de potencia obediencial activa (Suárez) de frente a los actos sobrenaturales. Mientras Briceño reporta la naturaleza escotista a esta potencia activa en una explicación más psicológica que metafísica. Hickey ve en esa el peligro del error semipelagiano y vuelve a la explicación tradicional del escotismo.

Tenemos todavía otros escotistas conspicuos (Juan Ponce, Bartolomé Mastrio) que en este problema ven solamente una cuestión de palabras cuando se hace distinción entre "deseo natural" y "potencia obediencial". En el fondo quieren decir lo mismo. No llegan a comprender la portada negativa de los presupuestos extrinsecistas de la potencia obediencial, si bien su exposición es fielmente escotista. Será Francisco Macedo, quien con su rechazo implícito de la posibilidad de la naturaleza pura se acerca al agustinismo del su tiempo.

LO SOBRENATURAL, MISTERIO DE LIBERTAD.

Consideramos aquí el contribución dei primeros teólogos capuchinos al nuestro tema. Los primeros capuchinos, procedentes casi todos de los diversos ramas de la Orden franciscana, tenían ya la formación teológica recibida antes de pasar a la nueva reforma. Una formación, pues, por el más en la línea de escotismo, que, al menos entre los observantes, era enseñanza oficial.

Pero cuando el crecimiento de la reforma capuchina exigió estructurar estudios teológicos propios, se hizo una opción clara por S. Buenaventura, no excluyendo sin embargo a Escoto y S. Tomás.

Razón del renacimiento bonaventuriano:

Habiendo sido los capuchinos los pioneros del buenaventurismo a fin del s. XVI, es interesante buscar la razón de una tal opción.

La principal, parece haber sido el hecho de que S. Buenaventura, en sus escritos y doctrina se adaptaría mejor que los demás doctores al estilo popular y apostólico de la predicación de los capuchinos.

Se puede pensar también en una reacción contra el relativo abandono del Doctor Seráfico, inclusive de parte de los mismos franciscanos, en favor de Escoto.

El Canciller de París G. Gerson (+1429) pensaba que la razón para la cual "los teólogos abandona San Buenaventura es más bien su falta de devoción, porqué la ciencia que se orienta a la piedad y a los sentimientos religiosos solamente es percibida por quien tiene experiencia en la meditación y la contemplación" (Cit. en C. Bérubé, De la philosophie à la Sagesse, p. 317).

Uno de los primeros teólogos capuchinos que tiene sugerencias interesantes sobre el tema de lo sobrenatural es

Pedro Trigoso por Calatayud (+1593).

La cuestión aparece como escolio o duda en el discurso sobre la cognoscibilidad de Dios. "¿hay en nosotros un deseo natural de ver Dios?" La respuesta es afirmativa, siguiendo a S. Buenaventura. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, y este imagen en nosotros no es otro que la capacidad de la nuestra mente de ver Dios.

Luego encuentra un argumento "a posteriori" a favor del deseo natural: Después que la revelación nos ha dado seguridad acerca de la realidad de nuestra vocación sobrenatural nos sentimos de tal manera satisfechos, es decir notamos en nosotros una irreprimible tendencia hacia su consecución. Pero no es la revelación que crea la tendencia, por el contrario la descubre para que resulte actual.

Juan Zamoro de Udine (+1649)

Considera que el deseo natural de la unión íntima con Dios no sería algo inútil, inclusive en el supuesto que Dios, en su inescrutable voluntad, no nos hubiese destinado a la consecución real de dicho fin. Porqué, dice, siempre sería mejor tener que no tener dicho deseo. El hecho que la realidad de la inclinación natural no sea exigencia frente a dicho fin se deduce del mismo objeto, es decir Dios, que es absolutamente libre de hacerse o no presente al hombre.

En el discurso de Zamoro está la idea constante de la mentalidad franciscana sobre este punto: proporción radical pasiva como condición de la posibilidad del fin al cual hemos sido destinados por Dios.

Valeriano Magni de Milán (+1661).

Su doctrina sobre el conocimiento en la luz divina implica la tensión hacia una plenitud beatificante que solo puede verificarse en la comunicación inmediata y libre de Dios. En su libro De luce mentium et eius imagine considera la realidad sobrenatural hecha concreta en la revelación en

Cristo, "el único que ha revelado al género humano la naturaleza de la causa primera... y por este contacto divino (=la unión con Cristo crucificado) se percibe cuán vivamente y con cuanta suavidad Dios atrae y satisface el inmensa capacidad de nuestra mente".

El componente cristológico - siempre supuesto en la consideración de lo sobrenatural - se hace explícito en este autor.

Importancia singular en los estudios buenaventurianos tiene el teólogo capuchino

Bartolomé Barbieri (+ 1697).

Sintetiza bien el pensamiento franciscano sobre el tema del deseo natural del sobrenatural, aclarando que este no significa exigencia, como arguyen los tomistas para rechazarlo.

Luego encuentra un campo más concreto reflexionando sobre la narración bíblica de la creación del hombre. Como S. Buenaventura, distingue entre imagen (orden natural) y semejanza (orden sobrenatural), es decir la gracia que ilumina la imagen de Dios haciendo ver la capacidad que el hombre posee de tener la vida divina.

Aún más estimulante teológicamente es la consideración de Barbieri sobre la creación del hombre, que

"en relación a su ser moral y gratuito (es decir en su capacidad hacia lo sobrenatural) no ha sido creado ni bueno ni malo, pero con la capacidad de un bien mayor o menor. Se puede deducir que Dios no hizo al hombre 'y vio que era bueno', dado que (el hombre mismo) debía encaminarse ardientemente hacia una bondad ulterior y más grande".

Estamos ante la autorealización en la libertad. Podemos ver aquí una intuición de que la teología hodierna considera "... nuevo hallazgo de la investigación del mensaje bíblico". Y para el tema de lo sobrenatural "un nuevo modelo de pensamiento" que toma como modelo la persona en lugar de la naturaleza (la existencia abierta, más que la esencia cerrada).

S. Lorenzo de Brindis (1619)

El Doctor de la Iglesia no escribió una obra de teología sistemática. Pero en sus sermones habla frecuentemente del deseo natural de todo hombre hacia la felicidad, que solamente será satisfecho plenamente en el conocimiento y amor del sumo Bien. En su Explanatio en Genesim comprende la creación del hombre "a imagen de Dios" en relación al Verbo encarnado, Cristo, la primera idea divina y por lo tanto modelo de los demás hombres. Es la consecuencia de la tesis franciscana del Primado absoluto de Cristo, en el cual encaja perfectamente la dirección dada a la teología del Concilio Vaticano II cuando dice que

"solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre. Adán, el primer hombre, era figura de que había de venir (Rom 5, 14), y es decir de Cristo Señor. Cristo, que es el nuevo Adán, revelando el misterio del Padre y de su Amor, devela también plenamente el hombre al hombre y los hace conocer su altísima vocación" (GS. n. 22; Enc. "Redemptor hominis", n. 8).

En este contexto escriturístico nos es dado ver como lo sobrenatural, - es decir el misterio del hombre ante a su ultima y suprema perfección - es, como el misterio de Cristo, un misterio de amor y condescendencia, un misterio de libertad, más que la paradoja de combinar un nuevo fin (sobrenatural) con una naturaleza que tendría de por sí otro fin (natural). Estamos ante el misterio de una libertad que se actúa en la dimensión del don gratuito, de la gracia: misterio de libertad por parte de Dios y misterio de libertad por parte del hombre, cuya cualidad de libre reside en su naturaleza en cuanto abierta, como persona, a la posibilidad de un recibir y un darse en comunión.

LA BULA "UNIGENITUS" Y LOS TEÓLOGOS FRANCISCANOS

El 8 de setiembre de 1713 el Papa Clemente XI publicaba la bula "Unigenitus Filius Dei", en la cual eran condenadas numerosas proposiciones del jansenista Pascasio Quesen el. Entre otras hay dos afirmaciones en relación al estado original del hombre:

"La gracia de Adán es una consecuencia de la creación y era debida a la naturaleza sana y integra"; "La gracia de Adán, santificándolo en el mismo, era al proporcionada: la gracia cristiana, santificándonos en Jesús Cristo, es omnipotente y digna del Hijo de Dios" (DS 2435, 2437).

Una primera impresión nos llevaría a pensar que en esta condena tocaría la proporción pasiva íntima entre naturaleza y sobrenatural que como hemos visto ha sido defendida por la teología franciscana. Pero no es así.

Ciertamente que el deseo natural del sobrenatural implica una proporción entre naturaleza y gracia. Sin embargo esto no significa exigencia ante a Dios, que se comunica libremente y libremente viene aceptado por el hombre. El deseo natural, como frecuentemente ha sido explicado, no es una exigencia. ES más bien una condición metafísica de posibilidad en relación a la vocación sobrenatural.

Es por eso que los teólogos franciscanos contemporáneos siguen defendiendo el deseo natural de lo sobrenatural en el sentido de la tradición franciscana.

Claudio Frasen (+1711),

A pesar de que murió antes del encíclica "Unigenitus", escribió contemporáneamente a Quesen el. De su obra "Scotus Academicus" dice el P. Eduardo de Alençon: "Es el mejor manual de teología escotista y lo recomendamos por la claridad de su exposición".

Afirma que el deseo innato consiste en la misma perfectibilidad o inclinación de la naturaleza en relación a aquél que constituye una perfección para esa. O bien que la visión beatifica es una perfección para la naturaleza humana. Pues, debe darse en el hombre la inclinación natural a esta visión. Y no es válida la objeción de que siendo un don sobrenatural, la inclinación no puede ser natural. Porqué una cosa es la inclinación y otra su consecución efectiva, según el dicho de S. Agustín:

"Es proprio de la naturaleza del hombre poder tener fe y caridad; pero el hecho concreto de poseer esta fe y caridad es ya gracia de los fieles".

Contra los jansenistas admite decididamente la posibilidad de la "naturaleza pura", y niega un deseo natural del sobrenatural que supondría la ordenación actual y necesaria a la visión de Dios. Aquí su terminología aparece en contraste con la empleada hablando directamente del deseo natural. Hay un poco de confusión para distinguirse los más posible de los jansenistas.

Marino Panger (+1732)

Es un testigo especialmente fiel de la tradición escotista en el problema del sobrenatural. Dios, como autor de la naturaleza, ha puesto en el ser espiritual todo lo que le pertenece, es decir cuanto constituye su naturaleza. Aquí se incluye la inclinación innata y la capacidad en relación a cuanto puede perfeccionarlo. Pero la naturaleza espiritual es perfeccionable no solamente en el desarrollo de su actividad natural, por el contrario y esto por acción libre de Dios, como autor de la gracia.

Se debe decir, pues, que el deseo natural de ver Dios es un deseo naturalmente ineficaz. Esto, que para algunos sería un deseo contradictorio o una veleidad, no es así a nivel de la persona y la libertad, dado que es más bien la razón de posibilidad por parte de la creatura ante a la libertad amistosa de Dios.

Crescencio Krisper (+1749)

Es sin duda una de las figuras más destacadas de la escuela escotista en el siglo XVIII.

La posibilidad de la "naturaleza pura" es por el consecuencia lógica de la gratuidad de la vocación sobrenatural. Pero esto no significa que en aquél estado posible se añadiría un fin "simpliciter ultimus" de perfección. El fin "simpliciter ultimus", a pesar de ser dependiente por la voluntad de Dios, sería siempre la perfección más alta posible, es decir la unión bienaventurada con Dios, inmediatamente visto y disfrutado.

He aquí un razonamiento puramente metafísico:

Porqué, continua, la gracia de Dios y la plenitud de la intimidad con El no puede ser violenta o indiferente a la naturaleza espiritual. Al contrario, es proprio la perfección más natural del hombre.

Terminamos nuestro recorrido por la lista de los teólogos franciscanos con

Jerónimo de Montefortino (+1738),

autor de una "Summa theologica", reeditada en Roma al inicios de nuestro siglo (1900-1903), que quiere presentar la doctrina escotista según la disposición y método de la "Summa" de S. Tomás.

Trata el tema con los mismos argumentos de Duns Escoto. Pero existe un pasaje hermoso donde Montefortino muestra como la consecución del fin último del hombre constituye una cierta combinación entre libertad divina y humana: EL objeto beatificante del hombre, es decir el esencia divina solamente es naturalmente manifiesta al intelecto divino, donde se brota el amor infinito por cual Dios es absolutamente bienaventurado. A las otras creaturas Dios se muestra solamente en modo libre y voluntario. Pero se muestra, - y el tiene hecho realmente - la creatura espiritual se encuentra íntimamente satisfecha, porqué corresponde a su más íntima inclinación.

Como conclusión se puede afirmar de estos teólogos franciscanos del s. XVIII, que ellos, dentro las categorías que estaban a su disposición, expresaron en el modo teológicamente más correcto la relación humano-divina que esta a la base de la misteriosa realidad de la destinación ultima del hombre.