3.- LO SOBRENATURAL EN JUAN DUNS ESCOTO

Antecedentes en la escuela franciscana

S. Buenaventura, siguiendo sus maestros Alejandro de Hales y Otón Rigaud, enseña genéricamente que todo hombre desea naturalmente la verdadera bienaventuranza (IV Sent d. 49, p. 1, a. un., q. 2, c.).

Pero para Buenaventura, como para todo escolástico, la verdadera bienaventuranza no es sino la bienaventuranza sobrenatural, consistente en la fruición beatifica de Dios.

Según S. Buenaventura el hombre aspira naturalmente a la bienaventuranza sobrenatural.

"Nata est anima ad percipiendum bonum infinitum quod Deus est; ideo en eo debet quiescere et eo frui"

(El alma ha sido hecha para percibir el bien infinito que es Dios; pues conviene que descanse en Él y en Él encuentro su delectación) Los Sent. d. 1, a.3, q. 2. concl.).

En muchos lugares, especialmente en sus opúsculos místicos, habla sobre la insuficiencia de todo bien limitado en vistas a la realización perfecta de las aspiraciones humanas de una felicidad completa, indefectibile, eterna (cf. por ejemplo Soliq. c. 1, n.6; c. 2, n. 10).

Este deseo encuentra su realización plena mediante la encarnación del Verbo:

"Todo el deseo de la naturaleza se completa por medio de la nobilísima idoneidad con la obra de la encarnación. Esta idoneidad presente en la naturaleza humana y por la cual era unible con la naturaleza divina, es conducida a un acto perfecto" (III Sent. d. 1, a. 2, q. 2, resp.).

Dentro la tradición agustiniana, S. B. admite cierto conocimiento de este deseo natural de lo sobrenatural, implícita en el conocimiento innato de la bienaventuranza en los universales (II Sent. d. 38, dub 1; IV Sent. d. 49, p.1, a. un., q. 2, c).

"Se debe decir que hay dos causas de dicho deseo: la conveniencia y la indigencia:

por lo tanto digo que desea naturalmente la verdadera bienaventuranza" (l.c.).

Para Buenaventura hay que comenzar por la fe:

"Se comienza ordenadamente por la estabilidad de la fe y se continúa por la serenidad de la razón, para llegar a la suavidad de la contemplación... Este orden fue observado por los santos, obedeciendo el texto de Isaías así traducido : Si no creyereis, no entenderéis (7,9) (Sermo IV de rebus theol., 15).

Este es un texto revelador si se examina al detalle:

"Toda creatura quieres ser salva, a pesar de que no lo pueda por sí misma... Para que el deseo natural no se vea frustrado, donde la naturaleza es deficiente, suple el influjo gratuito de Dios." (1 Sent. d.8, p.1, q.2 [Los, 161b).

Mateo de Acquasparta y Pedro de Juan Olivi

Estos dos teólogos se preocupan por salvar la gratuidad del orden sobrenatural. Admitiendo como todos el deseo natural de la bienaventuranza sobrenatural, sin embargo afirman expresamente que esta ordenación no implica por esencia una exigencia de la naturaleza.

Cuando Mateo de A. dice de la gracia se puede considerar extraña al hombre porque viene de fuera y no es ni de necesidad de la naturaleza ni proviene de sus principios, y que al mismo tiempo no es extraña en razón de su inclinación natural..., no parece que tenga idea de la distinción entre "naturaleza pura" (abstracta) y naturaleza humana histórica concreta.

DUNS ESCOTO Y SUS PRUEBAS DE DIOS

Juan Duns Escoto (1266-1308) integra la lista de los más célebres personajes del Medioevo. Teólogo-filósofo, maestro en Oxford, París y Colonia, es considerado iniciador de una escuela franciscana renovada que se llamará "Escuela Escotista". Lo llaman "Doctor Sutil" y también, por su contribución a la mariología, el "Doctor Mariano".

Cuando Escoto aparece en la escena teológica, el pensamiento medioeval se encuentra en una gran crisis. Recordemos que las doctrinas fundamentales del cristianismo son desvirtuadas por los filósofos llamados averroístas y por la invasión de la filosofía aristotélica como instrumento de la especulación teológica. De aquí la condena eclesiástica de los errores de los mencionados filósofos.

Los teólogos franciscanos asumen la teoría clásica agustiniana de la iluminación, mientras que los superiores franciscanos limitan la lectura de S. Tomás - todavía no canonizado - a los "notablemente inteligentes".

Aquí nos interesa explicitar la actitud ideológica de Escoto en relación al tema del deseo natural de la visión de Dios y de otro asunto relacionado, el de la prueba de la existencia de Dios "a priori". Ambas materias se asocian estrechamente con el problema clásico escolástico del objeto del intelecto.

No debe parecer extraño que en el pensamiento de Escoto exista una evolución, y que su mente aguda no se limite a repetir las ideas aprendidas de sus mismos maestros.

Como máximo exponente del agustinismo contemporáneo Escoto tenía ante sus ojos la obra de Enrique de Gantes y es en confrontación con ese autor como si entiende la evolución del pensamiento escotista.

Dios, como el primer conocido en la doctrina de Enrique de Gantes. Enrique intenta tomar una vía media entre los que reducen el fin de la naturaleza humana a lo que puede ser alcanzado por sus fuerzas naturales y los que en esta vida y por los propios esfuerzos creen poder llegar a la visión de la substancia primera:

Nota: Esta capacidad podría ser conocida por filósofos naturalmente.

Dios, primer conocido, como prueba de la existencia de Dios.

Se parte de

Se concluye que este conocimiento de Dios es un concepto innato del ser, fruto de la iluminación y no solamente proviene a Dios como principio de conocimiento - como es el caso de la iluminación - sino que también viene de él como objeto conocido y como principio de conocimiento de la naturaleza de las cosas creadas.

Duns Escoto sobre las huellas de Enrique de Gante: Contra los filósofos afirma Escoto (Lectura examinata, q. 3) que una ciencia intuitiva y clara de Dios es posible, pero que esta posibilidad no se prueba por la metafísica. Por ella el intelecto podría alcanzar su total perfección natural con el concurso de las causas activas naturales.

Escoto aduce tres razones:

Más tarde - en la Ordinatio - Escoto escribe:

"Por la razón natural no se puede demostrar que no exista en el hombre algo sobrenatural, ni siquiera que esto sea necesario a su perfección. Por lo tanto no es posible emplear la razón natural contra Aristóteles: Los argumentos de fe (ex creditis), nos son razones contra el filósofo, dado que no acepta la premisa creída"(Ordinatio, Los Prol., q.1, n. 12).

El conocimiento natural de Dios:

Escoto excluye que Dios sea "per se notum". El principio que acepta el paralelismo entre el orden del conocimiento y el del ser ve en Dios al primer conocido y al principio de todo conocimiento, dado que es el principio de todo el ser.

Su concepto quidditativo del ser atribuible unívocamente a Dios y al creado no puede conducir a dicho conocimiento, dado que el intelecto no distingue a Dios por medio de la creatura.

Escoto usa tres pruebas de la existencia de Dios. En la proposición mayor las tres son aplicación del mismo principio, es decir el de la imposibilidad de un retroceso infinito en el orden de la eficiencia, el orden de la finalidad y el orden de la perfección.

 Partiendo de la posibilidad: Para Escoto es válido el procedimiento que parte de la existencia de las cosas sensibles, que constatamos como devenientes, y que por lo tanto no tienen en sí la razón suficiente ni de su obrar ni de su ser. Pero prefiere partir de la posibilidad como verdad necesaria.

La causalidad eficiente: "Aliquod ens est efectibile" (alcun ser es efectuable). Notar que partiendo de la realidad contingente concluye en la posibilidad necesaria.

El fundamento intrínseco de esta posibilidad no se puede buscar en la cosa misma, sino en otro ser. Este ser a su vez, o existe y obra a título propio, o bien lo hace en virtud de otro ser. Pero esta búsqueda no puede continuar hasta el infinito, porqué en último término no encontraríamos una razón real de efectibilidad.

Pues es posible que exista un ser al cual compete por naturaleza una actividad autónoma originaria y no participada, origen de toda perfección.

Esta actividad perfectísima bajo todo respecto no es una cosa imposible: es una perfección simple que no incluye ninguna contradicción, por lo tanto no es imposible.

Esta causa eficiente, la primera en sentido absoluto, no puede depender por una causa final diferente de sí misma. Tanto menos podrá depender de una causa material o de una causa formal. Siempre se necesitaría otra causa eficiente.

El "primum efectivum" no puede ser sino incausable.

Admitida la posibilidad de la causa primera incausable, nos vemos constreñidos a reconocer su necesaria existencia. Dado que si no existiese sería al mismo tiempo un ser causable y incausable, es decir un ser contradictorio.

Primacía en la finalidad y en la eminencia: Con el mismo procedimiento Escoto llega a afirmar la existencia de una causa final suprema y de un ser supremo en la perfección (De primer principio, cap. 3, concl. 8).

La razón demuestra la infinidad y unicidad de este ser, que no es otro que Dios.

Y es así que la demostración escotista deviene una profunda síntesis de las vías de S. Tomás y del argumento de S. Anselmo en el Prologion (que concluye en la existencia del sumo pensable, pero que no parece suficiente sin la demostración escotista de la posibilidad del primer absoluto) (Cf. Y. Bettoni, Duns Escoto, Brescia 1946, p. 189).

NATURAL Y SOBRENATURAL SEGÚN ESCOTO

Como concebir la relación del hombre con Dios: Fundamental en la enseñanza de Escoto es la cuestión de la primera parte del prólogo de la Ordinatio:

Utrum homini pro statu isto sit necesarium aliquam doctrinam supernaturalem inspirari.

(si para el hombre en este estado sea necesaria la revelación sobrenatural de alguna doctrina).

El Doctor Sutil nos pone frente a dos actitudes contrapuestas: la de los filósofos y la de los teólogos.

Los filósofos:

La naturaleza - también el intelecto humano - se maneja por sí misma hasta llegar a su suprema perfección. El intelecto humano tiene como objeto adecuado el ser. Por lo cual puede llegar por sí mismo a toda cosa cognoscible. En Dios se realiza la noción más perfecta de ser y él es el sumo cognoscible. Pues es el objeto más natural de la mente humana, y por lo tanto el fin naturalmente alcanzable.

 

Conclusión: La visión inmediata de Dios pertenece a la competencia natural del humano intelecto.

Los teólogos:

La visión inmediata de Dios es absolutamente sobrenatural. Sobrepasa radicalmente la naturaleza en todo aspecto; es solamente posible mediante un "habitus" especial, que es también sobrenatural.

Escoto alude en Opus Oxoniense, IV, d. 49, q. 11, n. 3, al argumento de S. Tomás en S. Th. 1 p. q. 12, a. 4, resp. Entre sujeto conoscente y objeto conocido debe existir proporción en el modo de ser. Por lo tanto la trascendencia metafísica de Dios tendrá como consecuencia la incapacidad intrínseca del intelecto humano para conocer a Dios.

Necesidad de la revelación sobrenatural

Escoto propone cinco argumentos para mostrar la necesidad de la revelación sobrenatural (inclusive advirtiendo que se trata de "persuasiones theológicae", dado que suponen la fe):

Nota: De los dos últimos argumentos dice Escoto que no son eficaces si se toman en sentido estricto, dado que entonces significarían imposibilidad metafísica.

3.3.3. La razón de la sobrenaturalidad (ratio supernaturalitatis): Para resolver la cuestión predicha, piensa Escoto que se debe distinguir en qué sentido una cosa se dice sobrenatural (pensar que se trata de algo que se recibe por Dios):

La potencia receptiva se refiere sea al acto o forma que recibe sea al agente del cual lo recibe.

En esta concepción no hay lugar para la sobrenaturaleza

En la relación entre principio receptivo y principio activo del cual se recibe la forma es ;

Pues la razón de la sobrenaturaleza no se debe buscar en la imperfección constitutiva del hombre ( visión beatifica vs. inteligencia humana), sino en la perfección del objeto (que para Escoto no es solamente término, sino también, a su modo, agente en el acto intelectivo en unión con el intelecto activo o agente), es decir la esencia divina, que por su infinita perfección y trascendencia excluye toda relación necesaria a la creatura. Solamente por la Voluntad divina que el hombre llega a la perfección suprema de comunión inmediata con Dios.

 

Naturaleza y sobrenaturaleza del fin último del hombre:

El fin último (destino) del hombre es:

LA TENDENCIA DEL HOMBRE HACIA DIOS SEGÚN ESCOTO

A pesar de que el tema se expresa en términos escolásticos (deseo natural de la visión de Dios, etc.), no es difícil una traducción al lenguaje actual, que puede hacer ver su importancia en el presente. Coincide con el problema antropológico fundamental de toda filosofía: el sentido último o más profundo de la vida humana, el "porqué" como causa y como fin, el de donde venimos, el donde vamos. Estas cuestiones tienen bastantes respuestas provisorias, pero solamente pueden tener una definitiva.

 

Deseo natural significa en Escoto la finalidad del ser inscrita en su misma entidad.

"Deseo natural es la inclinación de un ser hacia su propia perfección y es, ante todo movimiento, tanto en la voluntad como en la piedra" (Ox. IV, d. 49, q. 10, n.3).

El término "apetito" o "deseo" es una expresión metafórica, porque no designa el acto de una facultad; antes todo es conocimiento y no añade ninguna realidad a la cosa de la cual afirmamos que posee tal inclinación. (Se concibe el universo en movimiento. Y todo movimiento, se piensa, tiende hacia un estado definitivo, de reposo).

Tender a la perfección es propender al reposo (San Buenaventura en el Itinerarium mentis en Deum nos habla de la paz). Por lo tanto el ejemplo, empleado por los escolásticos, de la piedra que tiende hacia el centro de la tierra (gravedad) o del fuego hacia lo alto. (Notar que el deseo hacia lo sobrenatural no incluye en el espíritu ningún acto "consciente" de por sí mismo).

La naturaleza del ser intelectual solamente alcanza su perfección definitiva en la visión intuitiva de Dios. La voluntad solamente en la unión inmediata con Dios encuentra la su plena felicidad.

La cuestión es tratada así por Escoto

Se este destino (perfección) se convierte en una realidad, es porque desde siempre ha sido una perfección posible de la creatura espiritual. Pero toda creatura tiende supremamente a su perfección suprema posible...

 

Características del deseo innato del hombre a la unión inmediata con Dios:

Sobrenaturaleza intrínseca del don de Dios

El hecho de que Escoto considere la sobrenaturaleza solamente en la desproporción activa (en relación al agente) no quiere decir que niegue la sobrenaturaleza intrínseca de la perfección que viene comunicada.

Estamos frente a la cuestión teológica de

Escoto, sin utilizar esta terminología, distingue claramente entre perfecciones que son producidas sobrenaturalmente solo de hecho y perfecciones que necesariamente han de ser producidas de modo sobrenatural.

En el prologo de la Ordinatio (p. 1, q. un., nn. 61-65) contrapone

En el primer caso el agente sobrenatural puede actuar infundiendo la verdad (objeto connatural) en modo no proporcionado a la actividad de la razón humana (ciencia infusa). Esto efecto sería sobrenatural extrínsecamente, "quoad modum".

Lo otro sería infusión de un objeto o verdad sobrenatural, es decir absolutamente inaccesible por la actividad natural del intelecto humano. Se produce un efecto o perfección esencialmente sobrenatural (simpliciter, por se, intrinsece).

Se debe tener en cuenta que según Escoto el objeto tiene algún tipo de función activa en el proceso de la intelección, en la misma comunicación de la forma o perfección. De modo que es posible la sobrenaturaleza intrínseca, a pesar de que el sobrenatural se haga presente sólo en la relación con el principio causativo (agente) de la perfección y jamás pueda significar desproporción entre la perfección comunicada y el sujeto que la recibe.

En el caso de lo sobrenatural extrínseco la actividad del objeto es natural (proporcionada a la potencia, como la verdad matemática en relación a la razón humana).

En el caso de la sobrenaturaleza intrínseca a la actividad del objeto (Dios en su intimidad trinitaria), en cuanto comunicable al intelecto creado, queda siempre una perfección trascendente en su suprema independencia y libertad.

La aceptación divina en la realidad de la gracia

En coherencia con ese modo de concebir la sobrenaturaleza, explica Escoto la cuestión de la gracia santificante en el modalidad que une al hombre con su fin en cuanto es bien sobrenatural (Oxon. II, d.29, q.1, nn. 4-5).

Por la gracia el hombre es aceptado por Dios en amistad sobrenatural.

3.6.2. En esta visión de lo sobrenatural según Escoto aclara en parte su doctrina sobre la aceptación divina como elemento constitutivo de la justificación del hombre. Todas las dificultades clásicas contra la doctrina escotista provienen de la concepción de la gracia como hábito (habitus) entitativo sobrenatural en sentido cosístico absoluto.

Hoy la teología de la gracia insiste en dos aspectos fundamentales: la relación personal, en cual se configura toda amistad; y la primacía de la iniciativa divina.

Escoto explica la gracia como relación personal, más que como un elemento cosificado - a modo de un vestido, por ejemplo -.

Es importante para ello el concepto de persona en el escotismo, según el cual la razón ultima de la persona

Por lo cual la gracia no cambia la esencia del hombre, pero la compromete en una nueva situación existencial.

La teoría de Escoto sobre la aceptación divina privilegia el aspecto de iniciativa divina. Ninguna ser creado puede ser la razón formal de la aceptación divina, dado el principio metafísico que "Dios crea a quien ama".

Esto manifiesta la realidad de la gracia radical que es Dios mismo en su voluntad de comunicación amistosa, absolutamente incondicionada, inderivable de cualquier efecto creado.

Lo anterior nos hace ver como el deseo natural de lo sobrenatural se identifica con la esencia del hombre, radicalmente abierta a la situación existencial maravillosa de la amistad con Dios, pero absolutamente dependiente por libre decisión divina.

La teología actual con su inversión personalista en la concepción de la gracia puede encontrar en Escoto un clarividente predecesor.

CONCLUSIÓN

Juan Alfaro, después de haber estudiado el problema de lo sobrenatural en la escuela tomista y escotista desde S. Tomás a Cayetano (1274-1534) hace esta afirmación:

"Confrontando la actitud de los teólogos tomistas de los siglos XIV y XV - Palude, Durando, Savonarola - con el de los escotistas (Ricardo de Middleton, Antonio Andrés, Francisco Mayronis, Juan Basolis, Pedro de Áquila, Nicolás de Orbellis, Esteban Brulefer, Guido Briansonis, Nicolás Niise, Francisco Lycheto, Pedro Tartareto) en este problema, se advierte que en los que tienen más clara la concepción de la gratuidad de los dones sobrenaturales y, consecuentemente, una orientación mucho más definida hacia la afirmación de la posibilidad de que Dios no concediese tales dones al hombre. Pensamos que la razón de este fenómeno radica en la claridad y profundidad de la concepción tomista respecto a la gratuidad de lo sobrenatural, muy superior a la de Escoto: claridad y profundidad que se refleja luego en los teólogos de la escuela tomista" (Lo natural y lo sobrenatural, p. 328).

Aquí Alfaro se equivoca totalmente.

Escoto encuentra la razón de la gratuidad no en la naturaleza del hombre ni en el ser de los dones sobrenaturales, sino en la naturaleza de Dios, absolutamente libre en sus dones (y soberanamente respetuoso de la libertad del hombre). Así explica en modo teológicamente idóneo la sobrenaturaleza, la gratuidad y la posibilidad de la vocación del hombre al encuentro personal con Dios en la felicidad eterna.

El tomismo por el contrario, explicando tan profundamente (¡!) la sobrenaturaleza y la gratuidad partiendo de la condición de la misma creatura intelectual, desemboca en el extrinsecismo que hace de la donación personal de Dios al hombre una perturbación arbitraria del orden natural cerrado, en el cual reposaría sin más el corazón humano.

En el escotismo el hecho de nuestra vocación a la sobrenaturaleza se integra con la disponibilidad radical de la naturaleza hacia esta perfección (= deseo natural); y es la absoluta independencia y libertad de Dios frente al hombre (también libre y persona) que exige la gratuidad (o no exigencia por parte del hombre) de tal intimidad con Dios.

La doctrina de Escoto debe ser vista y valorada por dentro como hace Orlando Todisco:

"La ontología, la antropología y la teología de Escoto pretenden unir con máxima coherencia las conclusiones del discurso filosófico con las exigencias del mensaje revelado, y sobretodo subrayar con fuerza el destino natural del hombre al Dios tripersonal de la Escritura. El primado de la voluntad y de la caridad, vértices respectivamente del ser humano y de la elevación al sobrenatural, la total subordinación de la vida especulativa a la lógica de la vida religiosa, y en particular la concepción de la teología como ciencia práctica, con lo cual anticipa algunas intuiciones de la actual giro antropológico son momentos diversos de la única tesis, es decir,

Duns Escoto recoge y denuncia la ausencia de la libertad radical ontológica en el mundo pagano y por lo tanto la imposibilidad de incorporarlo sin un profundo repensamiento.

Haciendo referencia a la filosofía de Aristóteles, escribe: "Melius est theologo... ab eo discordare" (Es mejor para el teólogo estar en desacuerdo con él: Ordinatio, prol., n. 302; Vat. Los, 199),

Aristóteles está desprovisto de la llave hermenéutica de lo real, que está substanciado de amor y de libertad. La explicación definitiva de las cosas y del drama humano se encuentra en la historia sagrada, como proyecto salvífico con el distintivo del amor redentor.

El pensamiento de Escoto es conjunta y indivisiblemente una filosofía, una teología, una espiritualidad, una mística, el todo originado en la palabra de Dios. De ella se nutre, a ella explícita y de la cual quiere mostrar la necesidad y la suprema racionalidad. Pero lo que en la vida es uno... en la enseñanza se divide y en la historia se separa y a veces se opone.

Lo que cuenta es que tal unidad mantenga firme en el horizonte herméneutico de quien, releyendo los escritos de Escoto, no quiera quedar sofocado por la mole agobiante y en apariencia desarticulada de sus reflexiones. Digo en apariencia, porqué la asistematicidad es sistemática, en el sentido que está unida a la persuasión que el mundo es efecto no de necesidad sino de libertad, con un carácter esencialmente histórico, y el camino para descifrarlo no es la razón natural, sino la razón iluminada por la fe, atenta a los signos de los tiempos y sumergida en la pasión de la vida cotidiana" (El espíritu cristiano de la filosofía de G. Duns Escoto, en Regnum Hominis et Regnum Dei (Atti Quarti Congresus Escotistici Internationalis, Romae 1978), vol. Los, 135-136)