HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XXXI

LAS IRREGULARIDADES DE LAS CANONESAS SECULARES

En Hainaut de Bravante y en algunas provincias teutónicas y alemanas, hay mujeres llamadas canonesas seculares que, se dedican a imitar a los canónigos mencionados. No aceptan que se les considere monjas, así como los canónigos no son monjes. Estas mujeres eligen a sus seguidoras, no admitiendo en la comunidad (collegium), sino sólo a hijas de caballeros y de nobles; prefieren la nobleza profana, a los méritos religiosos y morales. Visten de púrpura, usan ropas de lino, pieles grises y otras prendas del tiempo en que exhibían sus encantos. Se adornan de varias formas, rizan sus cabellos, se cubren de objetos preciosos, como si fueran templos. Se divierten con los divertidos, son muy libres en sus modales y la hospitalidad que hacen es por demás amplia. Usan las más finas pieles de cordero y todo lo más delicado que encuentran. Si alguna desea usar velo, signo de humildad, la tratan como miserable, vil, hipócrita, e inútil, por desprestigiar su nobleza. Rodeadas de clérigos y jóvenes que están a su servicio, realizan en sus mansiones lujosos y honorables festejos. No faltan a la mesa sus parientes de primer grado que ellas llaman  sus primos (cognati). Por la noche reposan en el dormitorio próximo a la iglesia, pero si están débiles, enfermas o con un malestar pasajero, obtienen fácilmente permiso para ser asistidas, visitadas y aún quedar con ellas, para parientes y amigos.

Los días solemnes y festivos, las canonesas concurren a las mismas iglesias de los canónigos regulares: en otro lado del coro, éstos cantan con ellas esforzándose por responderles exactamente en la modulación de las voces femeninas. En verdad, estas sirenas están anunciando el canto del placer en los templos de la voluptuosidad, hasta fatigar a los mismos canónigos que, al fin, rehúsan ser dominados. En las procesiones también, según un rebuscado ceremonial, avanzan cantando los canónigos de un lado y las damas (domine) del otro.

Algunas después de haber vivido del patrimonio de Cristo, abandonan prebendas e iglesias para casarse, traen al mundo sus hijos y se convierten en madres de familia. Personalmente sabemos de cierta congregación cuyos miembros han seguido un consejo más razonable: huyeron de Ur de Caldea, de Babilonia y de los incendios del mundo y tomaron el hábito de la orden cisterciense, llegando así a la cima de la perfección. La mayor parte de quienes vivieron con los cistercienses buscando la salud de su alma en la santidad y la humildad, fueron agradables a Dios y no fueron consumidos por el fuego.