HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XXI

LOS CANÓNIGOS REGULARES QUE VIVEN SEGÚN LA REGLA DE SAN AGUSTÍN

Aquellos que son llamados canónigos regulares, tienen por fundamento la regla de San Agustín y avanzando por la vía media y real, se conforman a una de las primeras observancias regulares. Usan camisas y calzas, de día y de noche, capas y  vestidos  de  pieles, colchones y sábanas. Después de Maitines vuelven a su celda para el descanso. En el oficio nocturno leen nueve lecciones.

Tres días por semana comen carne. Los demás días, en el refectorio, comen pescado, algo de nuez y queso. Durante la comida uno de ellos lee pasajes de las divinas Escrituras.

Viven sujetos a la obediencia del abad o prior y no les es lícito tener casa propia.

Pueden asumir tareas pastorales (cura animarum) y también regir parroquias.

Cuidan de observar y practicar escrupulosamente las constituciones canónicas y decretos regulares; así conseguirán, coronados de gloria y honor, el maná escondido de tesoros inagotables y la eterna recompensa en la luminosa beatitud.

Por desgracia están los que murmuran, disputan, llevan chismes y hablan de más, son mentirosos y detractores, sembradores de discordia, ignorantes y perezosos, éstos cultivan el ocio para el logro de esos fines; hinchados de vanidad, envidiosos, impacientes, embrollones, insaciables, ambiciosos, desordenados, nunca ponen freno a su boca y sus deseos, desobedecen a los superiores, violan el primero de los votos, desprestigian a tan santa orden. Escandalizan a los seglares, producen infamia a su cargo y a la importancia de la orden a que pertenecen, dado que deberían ser los primeros en obras de santidad.

Sobre ellos está escrito: las prostitutas y los publicanos os precederán en el reino de los cielos; también se dice: por fuera son sepulcros blanqueados, pero llenos de inmundicias, de osamentas y podredumbre de cadáveres por dentro, se ocupan de esparcir fetidez ante las narices de los buenos que conviven con ellos. Muchos de éstos, no pudiendo soportarlo, se alejaron, cambiaron de hábito y entraron a otra orden religiosa.

Mientras que los malos religiosos caían como hojas muertas, otros, sin embargo, perseveraron  en su empeño, en la misma disciplina y bajo la misma regla, dedicándose de corazón y con empeño, a observarla y a reformar la religión para hacerla mejor. De esta manera los conventos de los canónigos regulares como Saint-Jean-des-Vignes, en Soissons; Saint-Aubert, en Cambrai; Saint.Marie, en Blois; Saint-Nicolás, en Oignies, y otros, a manera de una buena vendimia, perseveraron en las virtudes propias, en el fervor de la castidad, el esplendor del ejemplo. De virtud en virtud conquistan así a muchos por el perfume de sus vidas y su santa conversión; los arrancan del naufragio del mundo, y los atraen a su congregación como a un puerto calmo y seguro.