HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO XX

LOS MONJES DE THIRON Y LOS MONJES NEGROS

Existe también en el reino de Francia, región de Chartres, unos monjes llamados de Thiron. Nacieron de la comunidad de los monjes negros, aunque cambiaron el color del hábito por el gris. Quieren hacer comunidad independiente para restaurar las observancias seguidas en los primeros tiempos, pues los monjes negros, según dicen, las habían abandonado por negligencia y relajamiento de la disciplina.

En verdad, si se estudia cuidadosamente y con rigor sus primeras instituciones,  no habría que decir nada. Ninguna otra orden religiosa tuvo tantos santos y permaneció tanto tiempo en la santidad y rigor de la disciplina que la de los monjes negros. Numerosos prelados surgieron en su seno y están por todo el mundo; el ejemplo de una de vida perfecta y la santa predicación, arrebataron numerosas almas al diablo, extendiendo la luz en diversas regiones. Por mucho tiempo han cultivado y amado la pobreza agradable a Dios y querida en la vida religiosa; exentos del peso de las preocupaciones, de las inquietudes de la ambición, sirviendo a Dios humilde y devotamente, trabajaban para obtener el alimento imperecedero, de la mañana a la tarde y, a veces del anochecer hasta la aurora. Infligían severos ayunos y vigilias a sus cuerpos, rezaban sin cesar, perseveraban en himnos, salmos y alabanzas divinas y se entregaban con perseverancia a la lectura y meditación de las Santas Escrituras. Llenos de contrición, bajo el cilicio y la ceniza, lloraban no sólo por sus pecados, sino por los del mundo. Ejercían siempre la hospitalidad, manifestando entre ellos la caridad fraterna. Solidarios con los santos en sus necesidades, se regocijaban con los que estaban felices y lloraban con los afligidos; no tenían gusto por la grandeza, pero se sentían unidos a los humildes. En fervor de espíritu vivían alegres en la esperanza, pacientes  en las angustias; no devolvían mal por mal y no adulaban a nadie.

Complacían a Dios. Su fama y el olor de santidad de sus vidas, atraían gente pobre y sencilla, pero también a reyes y príncipes. Después de haber renunciado a las riquezas y a los grandes patrimonios, adoptaron el hábito negro y se aprestaron a perseguir los hedores de la pobreza.

LAS RIQUEZAS DE LOS MONJES NEGROS

Sin embargo, se consideraban felices aquellos a quienes ellos  recibían limosnas.

De resultas de esto, los monjes negros se enriquecieron sin medida, por ser entonces el suyo el único monasterio o comunidad de regulares; por esta razón y al haber sido la primera fundación, acapararon mayores bienes que los demás regulares. Una vez inoculado el veneno de la riqueza, se hincharon con la gordura de la abundancia: viñedos, diezmos y rentas, granjas y castillos, innumerables propiedades. La mayoría de ellos se insubordinaron. Embrutecidos por las borracheras y embriaguez, pero también con los cuidados del mundo, se unieron a los paganos y aprendieron sus prácticas; se iniciaron en los misterios de Baal-Peor y comieron sacrificios ofrecidos a los dioses muertos. El brillo del oro se apagó,  su mejor color se alteró, las piedras del santuario se dispersaron por los rincones de las calles. Aquellos que se criaron vistiendo sedas azafranadas, se revuelcan en pilas de estiércol. El Señor los llamó a hacer penitencia y gemir, a rasurarse la cabeza, a vestir con telas burdas y, en cambio, he ahí que viven felices y alegres; matan terneros, degüellan ovejas, comen sus carnes, se beben los vinos. Por esta causa se hicieron despreciables a los ojos de Dios y mal vistos por los hombres. Todo el bien que habían hecho queda borrado por la rapiña y el pillaje, mientras que los grandes y poderosos  no están menos inclinados  a tomar  lo que antes habían  dado sin medida.

Al comienzo, pues, la pobreza inauguró la vida religiosa, ésta engendró la riqueza que, a su vez, trajo la ruina con la destrucción de la vida religiosa. A este punto, la religión retornó a la pobreza, pero no voluntariamente, sino obligada por las circunstancias y así, la cabeza se confundió con el rabo.

LA VIDA BUENA DE OTROS MONJES NEGROS

Sin embargo, como el vellón de lana extendido sobre terreno seco y la piedra preciosa en medio del basural; como el grano de trigo en su cáscara y una azucena entre espinos; como Lot en Sodoma y Job en el país de Hus, algunos de entre ellos, semejantes a un tizón extraído del fuego y al racimo de uvas salvado de la tormenta, reconstruyeron la casa derruida y la asentaron con sillares después  que se cayeron los ladrillos. Mucho más probados y purificados que el oro en el crisol,   ellos agradaron con su vida al Señor.

Lo que acabamos de narrar, no hace olvidar y deja a salvo la reverencia debida a los santos de esta orden y a la venerables comunidades que, aún hoy, perseveran en el proyecto de honestidad y en la elogiable vida que llevan cumpliendo rigurosamente su regla.

Tales son los Cluniacenses ubicados a la cabeza de la orden. Lo mismo digo para algunos de sus miembros que no son indignos de la cabeza: San Martín-des-Champs, en París; los monjes de Canterbury, en Inglaterra; también los de Afflighem, en Brabante; los monjes negros de Fontebrand y otras comunidades consagradas a Dios, de estos mismos. Para todos ellos, aquél que les concede paciencia y perseverancia, sabe de su caridad y humildad; de los trabajos asiduos y las pesadas cargas que soportan; éstos, a diferencia de quienes desfallecen en el camino, se apresuran a lograr el premio prometido, encaminándose hacia el fin  señalado.