HISTORIA OCCIDENTAL

Historia Occidentalis

Jacques de Vitry

Traducción de José María Lodeiro

CAPÍTULO X

LOS SEUDO O FALSOS PREDICADORES

Sin embargo, nuestro antiguo enemigo, el adversario que había custodiado en paz el ingreso a su mansión, invencible soldado que no permitiría le sustrajeran forzadamente su mobiliario, se retorcía de envidia ante la imposibilidad de soportar el perfume y la luz de la santa predicación.

El también envió por el mundo a sus secuaces, falsos predicadores, hombres apestados y criminales de las huestes de Satán, adulterando con agua el vino, falsificando la palabra de Dios, arteros operarios del mal, nubes estériles, sin agua, arrastradas por el viento, árboles sin fruto, muertos desarraigados, olas furiosas del mar que arrojan la espuma de su propia ignominia, astros errantes a los cuales está reservado eternamente  el báratro de las tinieblas. Estos ministros de Satán, se visten de ángeles luminosos, llevando en su boca el cielo pero en la lengua basura de la tierra. Muchos buscaban en la predicación, no provecho de las almas, sino su propia gloria. Otros no perseguían en la misma, más que dignidades y prebendas. Algunos miserables portan en sus peregrinaciones reliquias y filacterias, exponiendo a los seglares cual mercadería venal, la rica palabra de Dios. Su voz ciertamente era la de Jacob, pero sus manos eran las de Esaú; no ahorraban regalos de cualquier clase, midiendo a las personas según su interés, untaban con el óleo del pecado las cabezas de muchos, mostraban como dulzura la escalada al muro, cosían cojines para deslizar bajo los codos, hacían almohadas para cabezas de cualquier edad, a fin de apoderarse de almas inmortales que se desviven por un puñado de cebada y un mendrugo de pan. Si alguno no aceptaba depositar su ofrenda ante ellos, le declaraban la guerra santa; les dicen que los pecados les serán perdonados, si les entrega una ofrenda.

No contentos de mentir siempre sin enrojecer de vergüenza, exhibían ante el pueblo simple falsas reliquias y las hacían pasar como eminentes y preciosas, bajo falso juramento y la comisión de graves y numerosos pecados. Para más engañar a los ingenuos y obtener lucro de su credulidad, ornaban sus ropas con volados y hacían sonar campanillas. A los usureros,  estafadores y a los avariciosos adulones, les inspiraban seguridad en sus pecados, repitiéndoles perversamente estas palabras del evangelio: Haced limosna y todo lo que hagáis se volverá puro, llamando bien al mal, y malo a lo bueno, presentando las tinieblas como luz y la luz como tinieblas.

Lo que éstos ganan desvergonzadamente en las iglesias, rapiñadores del demonio, lo malversan en tabernas, en garitos, comilonas, borracheras, desórdenes y prostitutas, así no sólo se hacen ellos despreciables, sino lo hacen con el nombre de predicadores y la venerable autoridad de la predicación que se vuelve vil y sucia ante los seglares. Por causa de vosotros, dice el Señor, mi nombre es despreciado ante las naciones.

Estas son las vacas gordas de Egipto que el faraón vio pacer  en lugares cenagosos. Ciénagas de la avaricia y la lujuria, donde están los pastos que el profeta Ezequiel mencionó: Como los zorros en el desierto, así están tus profetas Israel. En efecto, cual zorros astutos que, cuando llega el momento de tener sus crías, excavan la tierra, preparan trampas a los pájaros o sea a los laicos ignorantes, y a las mujeres ingenuas. Quienes ponen a tales hombres viles y blasfemos en la administración  de las iglesias y  quienes les dan licencia sacerdotal, deberán rendir cuenta ante el Juez supremo por los actos perversos de tales personas.

Tampoco podrán engañar a Dios otros predicadores pícaros y ambiciosos que buscan más disimuladamente la moneda del provecho y la plata de las dignidades. Mientras que dirán: ¿No hemos profetizado y obrado en tu nombre, Señor? El responderá: Yo no os conozco, apartaos de mí, operarios de iniquidad, ya habéis recibido la recompensa en este mundo. Están los que hablan y no hacen nada. Carecen de fervor, no persiguen nada. Colocan cargas pesadas e imposibles de llevar sobre las espaldas de los hombres, mientras ellos se cuidan de mover un dedo.

A este respecto dice S. Agustín: “Bien hablan y mal viven, no hacen más que condenarse por su propia boca”. Maldición también para aquéllos que buscan agradar a los hombres, éstos serán confundidos pues Dios los ha rechazado. Son los que alargan sus filacterias, hacen todo para agradar a la gente, trabajan duramente para pulir el sermón, consultan numerosos textos para ser elogiados por sus oyentes. Como dijo el apóstol: en toda circunstancia en que el nombre de Cristo sea anunciado, me regocijo y me regocijaré.

Junto a esos lobos vestidos en su hipocresía con el vellón de las ovejas, los verdaderos y fieles siervos de Cristo no abandonan sus pieles de ovejas; mas por la fuerza del Espíritu Santo y el candor de paloma, prudentes y astutos como serpientes, llenos de ojos por delante y por detrás, cuando avanzan no vuelven atrás, ni su mirada a lo que abandonaron, ni a sus bienes temporales. Ellos se han convertido en el buen olor de Dios, hablan con total sinceridad, de parte de Dios, en presencia de Dios. No combaten según la carne; las no son carnales sino poderosas en Dios para derribar lo que se opone. Con ellas destruyen los razonamientos humanos y todo lo que obra contra el conocimiento de Dios; reducen a cautiverio toda inteligencia para someterla a la obediencia de Jesucristo. Por las armas de la justicia, combaten a derecha e izquierda. Insisten a tiempo y a destiempo. Hacen honor a su ministerio. Llevan la paz y la luz a su patria. Suenan la trompeta y animan al pueblo al combate. Alejan de las sendas de iniquidad y vuelven a muchos a la ciencia de la verdad y a la vía de salvación.