LA NUEVA FRONTERA ÉTICA DE LA FAMILIA
MARCIANO VIDAL
Director del Instituto Universitario
«Matrimonio y Familia»
Univ. Comillas. Madrid
Para la apreciación espontánea de mucha gente, la familia tiene
una relación estrecha con la moral. De acuerdo con esta visión, la
familia aparece como un reducto de moralidad, ya que en ella se viven
y se transmiten los valores morales primarios (sentido de la verdad,
del respeto, de la obediencia, de la honradez, de la justicia, del
amor).
En el polo opuesto se sitúan la mayor parte de las consideraciones
llamadas "críticas" de la familia. También para esta apreciación crítica,
la familia tiene mucho que ver con la moral, pero el signo de la
relación pasa del polo positivo al negativo.
Se considera la familia como una de las instituciones más
"desmoralizadoras" del sujeto humano y se ve en la vida familiar un
ejemplo cualificado de cómo los "vicios" reales se convierten en
"virtudes" aparentes (la opresión se convierte en cariño, el
despotismo en ejercicio de la autoridad, el egoísmo en respeto, la
hipocresía en verdad).
La persona sensata tiene fundadas sospechas de que ninguna de
estas dos visiones capta la verdad de la relación entre la familia y la
moral. Se precisa un análisis más distendido que el que ofrece la
visión exacerbada e ideologizante de la hipercrítica y más ajustado
que el que presenta la visión ingenua e ideologizada de la
espontaneidad. Desde la sensatez, al mismo tiempo distendida y
ajustada, es desde donde pretendo situarme para descubrir la nueva
frontera ética de la familia actual.
Juzgo que la relación entre familia y ética ha de ser analizada
mediante una doble consideración: 1) viendo en qué medida la familia
en cuanto institución humana es un valor (por el que hay que apostar
y trabajar) o un contravalor (que hay que tender a rebajar y suprimir);
2) ponderando el contenido ético de la vida familiar, a fin de anotar
sus valores genuinos y sus contravalores deformantes
I. LA INSTITUCIÓN FAMILIAR: ¿VALOR O
CONTRAVALOR?
La familia es la institución humana más universalizada en el tiempo
y en el espacio. Ante tal constatación parece sumamente arriesgado
poner en duda su funcionalidad positiva para la realización de la vida
humana. Sin embargo, sigue en pie el interrogante que encabeza este
apartado: la institución familiar, ¿valor o desvalor?
En el pensamiento social católico existe un cuerpo doctrinal, amplio
y bien trabado, sobre la institución humana de la familia.1 Dentro de
ese conjunto doctrinal sobresalen las afirmaciones siguientes:
-(naturaleza) la familia, constituida por la comunidad de los padres con sus
hijos, es la institución más natural y necesaria, junto con el matrimonio, del cual
procede;
-(finalidad) la familia tiene por misión: 1) ser el origen de la vida humana y el
recinto donde se educa; 2) cuidar de las necesidades cotidianas; 3) proteger la
dignidad entre los hombres;
-(ámbitos de acción) la familia es una unidad natural (exigida por la naturaleza
humana), moral (sometida a las leyes morales), jurídica (sujeto de derechos) y
económica (unidad de consumo y de producción);
-(autoridad) la familia necesita autoridad, la cual compete a ambos esposos, y
primordialmente al padre;
-(derechos fundamentales) la familia tiene derecho: 1) a la subsistencia y vida
propia; 2) a cumplir sin impedimento su misión, especialmente en la educación
de los hijos; 3) a un sustento suficiente y seguro; 4) a la protección y ayuda; 5) a
la unión y a la propia defensa;
-(obligaciones del Estado) el Estado está obligado a: 1) respetar y amparar a
las familias y sus derechos fundamentales; 2) crear un derecho familiar justo y
acomodado a las circunstancias actuales 3) intervenir cuando la familia deja de
cumplir su deber.
Sin negar validez teórica a las propuestas de la doctrina social
católica sobre la familia en cuanto institución humana, creo que el
discurso ético ha de orientarse por otros cauces. Es preciso
abandonar el encorsetamiento jusnaturalista y contemplar la
institución familiar como realidad antropológica y, por lo tanto,
histórica y cultural. De este modo, la consideración ética se hace
especialmente sensible a los aspectos que en un determinado
momento histórico condicionan preferentemente la estructura y la
función de la familia.
En la situación actual, la reflexión ética sobre la institución familiar
se concentra en dos aspectos fundamentales (su carácter al mismo
tiempo histórico y permanente, y su función humanizadora) y de ellos
deduce una postura coherente ante la realidad de la familia. Estos
son los tres puntos que desarrollo a continuación.
1. La cambiante perennidad de la familia.
La Iglesia ha insistido continuamente en el carácter "natural" de la
familia, a fin de poner de manifiesto no sólo su prioridad frente a otras
instituciones (como el Estado), sino también su perennidad. Según
esta visión, la familia es indestructible si la especie humana quiere
seguir siendo lo que Dios ha dispuesto en los planes de la creación.
En el extremo opuesto se sitúan las "ideologías" y los
"movimientos" sociales que proclaman y tratan de realizar la muerte
de la familia. Para esta comprensión, la familia es un estorbo en el
camino hacia la pretendida emancipación humana.
Después de haber asistido al enfrentamiento de ambas posturas,
en la mente de la gente sensata se va consolidando una triple
convicción:
-Primera: la familia es una institución primaria (y, por lo tanto,
perenne) de la relación humana, con múltiples implicaciones
(educativas, económicas, culturales, políticas, religiosas, etc.).
-Segunda: la institución familiar está sometida a variación continua,
debido al influjo que sobre ella ejercen las transformaciones sociales.
-Tercera: para conseguir su finalidad humanizadora, la familia
precisa realizar un permanente "ajustamiento" de su estructura y de
sus funciones en relación con las variaciones socio-históricas.
Mediante la síntesis de las tres afirmaciones precedentes se evita
caer en los extremismos de una concepción "naturalista" a ultranza y
de una consideración "historicista" totalmente relativizadora. La familia
tiene garantizada su permanencia, pero no una continuidad inmutable,
y mucho menos una presencia siempre positiva y benéfica. La
institución familiar es un valor sometido a los condicionamientos
históricos y al ejercicio de la responsabilidad humana.
Hay épocas en que la familia es, desde el punto de vista histórico,
un valor en alza, y otras en que juega a la baja. El momento actual fue
descrito por el Concilio Vaticano II como un crisol para la familia. En
nuestra época el valor de la familia surge como reacción de contraste
ante las perturbaciones a que se ve sometida:
«Un hecho muestra bien el vigor y la solidez de la institución matrimonial y
familiar: las profundas transformaciones de la sociedad contemporánea, a pesar
de las dificultades a que han dado origen, con muchísima frecuencia
manifiestan, de varios modos, la verdadera naturaleza de tal institución.»2
Han desaparecido las ingenuas utopías que anunciaban el final de
la familia. Pero también carecen de credibilidad los huecos ditirambos
a favor de la institución familiar. Esta se apoya sobre la condición
humana, condición frágil aunque duradera. Así es la familia: duradera
y frágil al mismo tiempo. Con esta actitud es más fácil descubrir,
según afirma el Concilio Vaticano II, "la verdadera naturaleza de tal
institución". Es lo que señalo a continuación.
2. La razón de la institución familiar en el momento actual.
FAM/HUMANIZADORA: De acuerdo con los criterios anteriormente
señalados, es preciso reconocer que la función humanizadora de la
institución familiar se concreta de diverso modo según las épocas
históricas y según las variaciones culturales. ¿Cuál es, en el momento
actual y dentro de nuestro horizonte cultural, la razón de ser de la
institución familiar?
En la actualidad, la función humanizadora de la familia se pone de
manifiesto en una doble vertiente: en su dinamismo personalizado y
en su fuerza socializadora. A mi entender, en estos dos aspectos se
concreta el valor positivo de la institución familiar en el momento
actual. Creo también que los recientes documentos del magisterio
eclesiástico sobre la familia se sitúan en esta perspectiva
personalista-socializadora.3
Dinamismo personalizador. La institución familiar es el ámbito
adecuado para la conformación del sujeto humano Esta función
personalizadora se realiza en la familia a través de los siguientes
dinamismos:
-propiciando la integración del "yo" y plasmando así la personalidad
integral del ser humano. "En efecto, la presencia y la influencia de los
modelos distintos y complementarios del padre y de la madre
(masculino y femenino); el vínculo del afecto mutuo; el clima de
confianza, intimidad, respeto y libertad; el cuadro de vida social con
una jerarquía natural, pero matizada por aquel clima...; todo converge
para que la familia se vuelva capaz de plasmar personalidades fuertes
y equilibradas para la sociedad";4
-abriendo cauces al desarrollo de la genuina relación interpersonal,
mediante la cual se consigue la estabilidad afectiva. "Las relaciones
entre los miembros de la comunidad familiar están inspiradas y
guiadas por la ley de la 'gratuidad', que, respetando y favoreciendo
en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor,
se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda";5
-iniciando a los sujetos en la sabiduría humana, que conduce hacia
el humanismo y que se concreta en un proyecto de vida.
La familia "es escuela del más rico humanismo";6 en ella "coinciden
distintas generaciones y se ayudan mutuamente a lograr una mayor
sabiduría".7 La familia es el lugar humano en que se transmiten los
valores convertidos en proyectos de vida.
Fuerza socializadora. FAM/SOCIALIZADORA: La función
personalizadora de la familia no ha de ser entendida de forma
privatística. Por el contrario, el personalismo familiar únicamente
alcanza su sentido pleno en la fuerza socializadora de la institución
familiar. "La promoción de una auténtica y madura comunión de
personas en la familia se convierte en la primera e insustituible
escuela de socialidad".8 La función socializadora de la familia se
realiza:
-siendo ejemplo y estímulo para implantar un sistema de relaciones
sociales sobre los valores que constituyen el "clima familiar", es decir,
el respeto, la justicia, el diálogo, y el amor;
-contrarrestando la fuerza despersonalizadora y masificadora de la
vida social. "De cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada
vez más despersonalizada y masificada y, por tanto, inhumana y
deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de
'evasión' -como son, por ejemplo, el alcoholismo, la droga y el mismo
terrorismo-, la familia posee y comunica, todavía hoy, energías
formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de
mantenerlo consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo con
profunda humanidad y de insertarlo, con su unidad e irrepetibilidad,
en el tejido de la sociedad" ;9
-proponiendo un proyecto de vida que,siendo crítico ante las
situaciones de injusticia social, equipe a los sujetos con actitudes para
la transformación social 10.
La doble función de personalización y de socialización constituye el
valor indeclinable de la institución familiar en la hora actual. El Concilio
Vaticano II, Pablo VI y Juan Pablo II coinciden en esta visión
humanizadora de la familia, integrando su pensamiento en una mutua
cita: "la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz
de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de
manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo
posible una vida propiamente humana, en particular custodiando y
transmitiendo las virtudes y los 'valores'. Como dice el Concilio
Vaticano II, en la familia 'las distintas generaciones coinciden y se
ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los
derechos de las personas con las demás exigencias de la vida
social'''.11
3. Doble conclusión: no «instrumentalizar» la familia;
trabajar conjuntamente por su identidad
y su específica función.
De cuanto he anotado sobre la función humanizadora de la familia
es fácil deducir una respuesta afirmativa al interrogante planteado en
el epígrafe de este primer apartado. La institución familiar no es un
contravalor, sino un bien de la condición humana. Realizada en sus
genuinas condiciones, la familia es un valor que ha de ser estimado
en cuanto tal y promovido en todas sus posibilidades.
Hecha esta declaración, es preciso proponer también dos formas
de actuación en relación con el valor de la familia.
En primer lugar, conviene prestar atención a las posibles
"instrumentalizaciones" a que es sometida la institución familiar.
Ideologías de izquierda, de derecha y de centro coinciden con
frecuencia en ejercitar la manipulación en el ámbito de la familia. Unas
y otras tendencias "politizan" el valor de la familia de varios modos:
-tornando su «defensa» o su «minusvaloración» como elemento del
programa partidista;
-haciendo pasar el valor metapolítico de la familia por la
interpretación política del «conservadurismo» y del «progresismo»;
-sesgando las funciones de la familia de acuerdo con los intereses y
vaivenes de la.política de partidos.
La familia es un bien humano situado más allá de los juegos
políticos. Pero no ha de ser desatendida por la sociedad ni por la
actividad política del Estado. Esta es la segunda conclusión que
quiero anotar, aludiendo a algo reconocido por todos cuantos se
dedican al esclarecimiento teórico y a la praxis realizadora de la vida
familiar. Tanto la Iglesia como la sociedad civil y el Estado tienen la
obligación de trabajar conjuntamente para que la institución familiar
mantenga su identidad y consiga realizar su fusión específica de
humanización a través de su dinamismo personalizador y de su fuerza
socializadora.12
El número 52 de la Constitución pastoral Gaudium et spes del
Concilio Vaticano II afirma que "todos los que influyen en las
comunidades y grupos sociales deben contribuir eficazmente al
progreso del matrimonio y de la familia"; entre los sujetos que han de
influir en el progreso de la familia, enumera: el poder civil (el cual "ha
de considerar obligación suya sagrada reconocer la verdadera
naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla"); el
colectivo de los cristianos ("promuevan con diligencia los bienes del
matrimonio y de la familia, así con el testimonio de la propia vida como
con la acción concorde con los hombres de buena voluntad"); los
científicos, principalmente los biólogos, los médicos, los sociólogos y
los psicólogos ("pueden contribuir mucho al bien del matrimonio y de
la familia y a la paz de las conciencias"); los sacerdotes; las
asociaciones familiares; los propios cónyuges ("hechos a imagen de
Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan
unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua
santidad, para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en
los gozos y sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean
testigos de aquel misterio de amor que el Señor, con su muerte y
resurrección, reveló al mundo").
Il. LOS VALORES Y LAS ACTITUDES DE LA VIDA FAMILIAR
FAM/VALORES: La vida familiar presupone, conlleva y origina un
contenido ético. En la familia existe, de hecho, un ethos vivido. Por
otra parte, las instancias morales (Iglesia, sociedad, etc.) proyectan
sobre la familia un ideal ético que constituye la "moral formulada" de la
vida familiar.
No todas las propuestas éticas ("moral formulada") ni todos los
sistemas de valores ("moral vivida") que tratan de iluminar y configurar
el camino ético de la familia alcanzan las suficientes cotas de
criticidad. Por eso conviene preguntarse por los genuinos valores
éticos de la vida familiar, así como por los pseudovalores que la
deforman.
1. Los «pseudevalores» de la familia.
FAM/PSEUDOVALORES: En los últimos años ha prevalecido una
orientación crítica en el análisis de los "valores" o "virtudes" que han
orientado moralmente la vida de la familia en la cultura occidental. No
es mi intención ni mi deseo sumar unas páginas más al extenso libro
de cargos que pesan sobre la familia en cuanto ámbito humano de
moralidad
No obstante lo dicho, y sin caer en una actitud hipercrítica, creo
conveniente anotar algunos sistemas éticos sobre los que se ha
pretendido apoyar la vida familiar y que se revelan hoy como formas
falseadoras del genuino ethos familiar. Me refiero, con brevedad y
sumariamente, a tres modelos éticos aplicados a la familia.
La ética de los deberes familiares. En los manuales de moral
casuista y en los catecismos derivados de ella la moral de la vida
familiar se concretó en un conjunto de "deberes" que habían de ser
cumplidos tanto por los padres como por los hijos.
En el compendio de M. Zalba, la moral familiar se sintetiza en estos
dos principios: 13
-por derecho natural y divino, los hijos tienen obligación, de suyo grave, de
tributar a sus padres, por razón de piedad filial: a) per se, amor, reverencia, y
obediencia; b) per accidens, ayuda espiritual o corporal.
-por derecho natural y divino, los padres tienen obligación, de suyo grave, de
prestar a sus hijos, por razón de piedad paterna: amor, educación corporal y
espiritual y providencia paternal en orden a la preparación para la vida.
En la "Teología moral para los fieles", el padre J. Bujanda, profesor
en la Facultad Teológica de Granada, desgranaba así por los años 40
los deberes de los hijos y de los padres: 14
-«Obligaciones de los hijos.-Pecan
gravemente contra el cuarto mandamiento
los hijos que desean un mal grave a sus padres, los que los tratan como a un
enemigo o a un extraño, los que los golpean, los que sin motivo les dan un
disgusto grave, verbigracia, hasta ponerlos muy tristes o hacerlos llorar, los que
desobedecen en algo que, de no hacerse, se seguirá un daño notable; los que
se van de casa sin su permiso explícito o equivalente.
Una desobediencia en cosa ligera seria un pecado leve, y si los padres no
intentan obligar a que se haga lo que ellos dicen, sino únicamente indicarlo
como más conveniente, entonces el hacer'o es más virtuoso; pero el no
ejecutarlo no es pecado, porque no ha habido desobediencia propiamente tal.
-Obligaciones de los padres.-Alimentar debidamente a sus hijos dentro de
sus disponibilidades; procurar, por si o por otros, que aprendan lo necesario
para salvarse y llevar una vida digna de hijos de Dios. No ponerlos en
condiciones en que peligre la vida del cuerpo o la salud del alma. No ser con su
mal ejemplo ocasión de que sus hijos pequen, por ejemplo, no yendo a misa,
blasfemando o leyendo libros malos. No oponerse a que elijan el estado de vida
que ellos creen les conviene, verbigracia, matrimonio, o servir a Dios más
asiduamente en una congregación religiosa. Darles una carrera o
proporcionarles medios de vida económica. Velar por su conducta moral, sobre
todo en el tiempo peligroso de sus relaciones en orden al matrimonio.»
No hace falta emplear energías para justificar el desacuerdo con el
modelo de la ética de deberes en general y en cuanto aplicada a la
vida familiar. Este sistema moral aprueba y apoya un tipo de vida
familiar guiado por los pseudovalores del autoritarismo jerarquizado,
de la relación interpersonal convertida en obligación, del
individualismo, del machismo, etc.
La ética del desarrollismo consumista. A la familia tradicional y
autoritaria ha sucedido la familia desarrollista y consumista. Los
pretendidos valores éticos que justifican la vida de esta familia
pertenecen a la "ética del desarrollismo consumista". Su contenido
básico se traduce en las siguientes estimaciones:
-la realización de la persona como exigencia individualista y aun a costa de
cualquier otro bien;
-la continua promoción y ascenso de los miembros de la familia en un
crescendo del «todavía más>: los hijos «más» que los padres, hoy «más» que
ayer, etc.;
-el consumismo como signo de vitalidad y de progreso: consumo de bienes
(económicos, culturales, educativos, sociales, etc.);
-el trabajo y la ocupación fuera de casa como signo de desarrollo personal y
como medio para alcanzar el bienestar del consumismo;
-la «liberación sexual" como ámbito privilegiado de la realización individual y
del afán consumista.
TENER/SER: El estilo del desarrollismo consumista ha conducido la
vida familiar a una profunda insatisfacción e infidelidades. El análisis
de Pablo VI en la encíclica "Populorum progressio" sobre la vaciedad
de la ética del "tener" puede ser constatado en la familia consumista.
La pseudo-ética del "tener" se opone a la genuina ética del "ser". "El
tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el
fin último... La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un
obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera
grandeza; para las naciones, como para las personas, la avaricia es la
forma más evidente de un subdesarrollo moral''.16
La ética de la privacidad. En la vida familiar se está instalando el
ethos de la privacidad, que tanta influencia tiene ya en otros ámbitos
de la existencia humana. De la familia consumista, sucesora de la
familia autoritaria, ha surgido la familia privatística.
Los "valores" que la ética de la privacidad proyecta sobre la vida
familiar son principalmente los siguientes:
-la incomunicación sin protestas ni violencias, sino como forma de vida que se
aleja de las «implicaciones» y «complicaciones»;
-el placer sin estridencias y con tonalidades de medianía;
-el trabajo (o el paro) como «necesidad» y no como camino de realización
personal o como cauce de servicio social;
-el cultivo de lo individual, de lo singular, de lo diferente como signo de una
nueva estética de la existencia humana;
-la promoción, ciertamente implícita e inconsciente, de las virtudes del
estoicismo (tranquilidad, armonía, etc.), pero de un estoicismo sin alientos de
universalidad y sin fervor por la «humanitas».
Los tres sistemas morales que acabo de señalar desvirtúan el
auténtico ethos de la vida familiar. La familia que surge de tales
apoyos éticos no tiene la función humanizadora que le corresponde,
tanto en la vida de las personas (dinamismo personalizador) como en
la relación con el conjunto de la vida social (fuerza socializadora). Es
preciso, por lo tanto, reorientar la ética de la vida familiar proponiendo
una alternativa moral para la familia del futuro.
2. Hacia la nueva frontera ética de la vida familiar.
FAM/IMAGEN-IDEAL: La reorientación moral de la familia ha de
realizarse mediante la propuesta de una ética alternativa a las éticas
anotadas (de deberes, de desarrollismo consumista, de privacidad). El
nuevo modelo moral que propongo se compone de dos rasgos que
sintetizan la orientación ética: la relación personalizadora y la
solidaridad comprometedora. Mediante la integración de estos dos
valores de la "relación" personalizadora y de la "solidaridad"
comprometedora, surge una ética alternativa para la vida familiar: la
ética de la comunidad solidaria.
Todo sistema moral utiliza una imagen ideal de la realidad que trata
de "moralizar" o transformar en conformidad con el proyecto
idealizado. La "ética de la comunidad solidaria" tiene como función
principal proponer una imagen ideal de familia. Esta propuesta la
realiza mediante dos metodologías complementarias:
-mediante el contraste critico ante la situación negativa existente
-y mediante la narración utópica de la situación ideal.
La contra-imagen de la familia. La imagen ideal de la familia surge,
en gran medida, como reacción de contraste ante la contra-imagen
que proyectan las situaciones negativas de la realidad histórica.
Estos son los principales rasgos deformados que presenta la
contra-imagen de la familia:
-empresa (de producción y/o de consumo), más que comunidad de
personas;
-base reproductora de la sociedad represiva y alienante;
-la procreación como razón última de la vida familiar, con detrimento de la
fecundidad humana de la relación interpersonal;
-distorsión de los roles: a) autoritarismo y paternalismo para el padre; b)
hipertrofia de afectividad y disminución de autonomía para la madre; c)
obediencia y minoría de derechos para el hijo;
-constelación de sistemas relacionales despersonalizadores: individualismo;
desconcienciación y manipulación; represión educativa (sobre todo en lo sexual);
la estabilización como criterio omnipresente y asfixiante;
-la autarquía familiar: vida familiar cerrada; insolidaridad; apoliticidad;
educación descomprometida.
Narración utópica de la figura ideal. En los recientes documentos
del magisterio eclesiástico ("Gaudium et spes" = GS, del Vaticano II,
Medellm, Puebla, "Familiaris consortio" = FC) se hace una "fabulación
ética" o "narración utópica" de la imagen de familia tal como "se
encuentra" en el reino del ideal ético. Los perfiles del hogar ideal son
diseñados mediante dos grandes rasgos: la familia es un ámbito
humano privilegiado de comunión y de participación; la familia es la
escuela de la socialidad y del más rico humanismo.
a) La familia: ámbito privilegiado de comunión y de participación.
La familia se define fundamentalmente por la relación
interpersonal. Está constituida por "un conjunto de relaciones
interpersonales -relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación,
fraternidad- mediante las cuales toda persona humana queda
introducida en la 'familia humana"' (FC, 15). Las relaclones
interpersonales en la familia hacen de ella una comunidad de
personas: "la familia, fundada y vivificada por el amor, es una
comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los
padres y de los hijos, de los parientes" (FC, 18). De ahí que la
comunión sea la forma de vida en la familia: "su primer cometido es el
de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante
de desarrollar una auténtica comunidad de personas" (FC, 18). Así
pues, "la ley del amor conyugal es comunión y participación, no
dominación" (Puebla, 502) y la meta definitiva de la familia es "llegar a
ser realmente centro de comunión y participación" (Puebla, 568).
La familia consigue ser el ámbito privilegiado de comunión y de
participación mediante los siguientes dinamismos de actuación:
-situando el amor como principio y fuerza de la comunión. La familia
es una "intima comunidad de vida y amor" (GS, 48). "Sin el amor, la
familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de
personas" (FC, 18; leer todo el n. 18). "El amor que anima las
relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia
constituye la fuerza interior que plasma y vivifica la comunión y la
comunidad familiar" (FC, 21);
-haciendo que el amor se haga praxis en la edificación de las
personas. La familia es "formadora de personas" (Medellín). "La
familia, en cuanto es y debe ser siempre comunión y comunidad de
personas, encuentra en el amor la fuente y el estímulo incesantes
para coger, respetar y promover a cada uno de sus miembros en la
altísima dignidad de personas... El criterio moral de la autenticidad de
las relaciones conyugales y familiares consiste en la promoción de la
dignidad y vocación de cada una de las personas, las cuales logran
su plenitud mediante el don sincero de sí mismas" (FC, 22);
-abriendo cauces en el tejido familiar para que la riqueza de la
comunión interpersonal inunde la vida familiar:
*mediante actitudes de gratuidad. "Las relaciones entre los miembros de la
con anidad familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la 'gratuidad', que,
respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único
titulo de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda" (FC, 43);
*mediante actitudes de permanente reconciliación: la comunión familiar "exige
una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la
tolerancia, al perdón, a la reconciliación" (FC, 21);
*mediante actitudes de respeto y promoción de la singularidad personal: la
comunión familiar acepta y promociona a cada miembro como «una persona
nueva, singular, única e irrepetible» (Puebla, 584);
-propiciando formas efectivas de participación en la vida familiar.
Para ello se precisa una estructura familiar: a) democrática (frente a la
configuración autoritaria); b) igualitaria (frente a la prepotencia del
paternalismo y del machismo); c) corresponsable (frente al
planteamiento de la vida en clave de autoridad-obediencia).
b) La familia: escuela de la sociedad y del más rico humanismo.
Si la familia es realmente ámbito de comunión y de participación, se
convierte también en "promotora del desarrollo" humano (Medellín).
"La comunión y la participación vividas cotidianamente en la casa, en
los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más
concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de
los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad" (FC, 37).
El Concilio Vaticano II, además de acuñar una feliz expresión,
descubrió una vertiente importante de la vida familiar al afirmar Que
"la familia es escuela del más rico humanismo" (GS, 52). En la familia
se crea humanidad; en ella se condensa la sabiduría de lo humano;
en ella se logran las síntesis vitales que constituyen "el fundamento
de la sociedad" (GS, 52).
Juan Pablo II ha retornado con particular cariño este tema del
Concilio Vaticano II y lo ha desarrollado sirviéndose de otras
categorías no menos sugerentes. En la exhortación apostólica
"Familiaris consortio" repite varias veces la afirmación de que "la
familia es la primera, fundamental e insustituible escuela de
socialidad" (FC, 37; cf. no. 42 6 43). En la familia encuentran los
ciudadanos "la primera escuela de esas virtudes sociales que son el
alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma" (FC, 42); la
familia ofrece a la sociedad, como "primera y fundamental aportación,
la experiencia de comunión y participación, que caracteriza su vida
diaria" (FC, 43).
Para que la familia sea escuela de humanismo y de socialidad se
precisa encauzar el ethos de la vida familiar a través del sistema de
valores que giran en torno al eje axiológico de la solidaridad.
Pertenecen a este sistema axiológico los siguientes valores, que han
de inspirar la vida familiar:
-el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la
dignidad personal de cada ser humano;
-el sentido del verdadero amor, vivido como solicitud sincera y
servicio desinteresado hacia los demás, especialmente hacia los más
pobres y necesitados;
-el don de si mismo, como ley que rige las relaciones familiares y
que es pedagogía insustituible para iniciarse en el valor del servicio
hacia la sociedad, sabiendo que es preferible dar que recibir;
-fornicación en el hogar de personas concientizadas, con actitud
critica y dialogante, a fin de advertir, sentir, denunciar, y solucionar las
injusticias sociales;
-crear la estimativa preferencial del ser más sobre la tendencia del
tener, del poder, del valor y del saber más sin servir más.
La comunión de personas dentro del hogar y su conciencia de
solidaridad con el conjunto de la sociedad constituyen la nueva
frontera ética de la familia. Estos dos valores forman el núcleo del
ethos familiar. Frente a los pseudovalores propiciados por sistemas
éticos deformados y deformantes, la ética de la comunidad solidaria
es la propuesta válida para orientar el futuro ético de la familia.
MARCIANO
VIDAL
SAL TERRAE 1986/05. Págs. 351-366
....................
1. J. L. GUTIÉRREZ, Conceptos fundamentales en la Doctrina social de la Iglesia II
(Madrid, 1971) 150-169 ("Familia"), E. WELTY, Catecismo social II (Barcelona,
1957) 49-73.
2. Gaudium et spes, n. 47.
3. Cf. Gaudium et spes, no. 47-52; Populorum progressio, n. 36, Documentos de
Medellín, III ("Familia y demografía"); Documentos de Puebla, no. 567-616;
Familiaris consortio, no. 42-48.
4 Documentos de Medellín, III, BA, 1.
5. Familiaris consortio, n. 43.
6. Gaudium et spes, n. 52, 1.
7. Ibid., n. 52, 1.
8. Familiaris consortio, n. 43.
9. Ibid., n. 43.
10. Sobre este aspecto insisten tanto el Concilio Vaticano II como los documentos
de Medellín y de Puebla. "La familia es la primera escuela de las virtudes
sociales... En ellas encuentran la primera experiencia de una saludable
sociedad humana" (Gravissimum educationis, n. 3, cf. Apostolicam actuositatem,
no. 11 y 30). "Para que funcione bien, la sociedad requiere las mismas
exigencias del hogar: formar personas conscientes, unidas en comunidad de
fraternidad para fomentar el desarrollo común. La oración, el trabajo y la actividad educadora de la familia, como célula social, deben, pues, orientarse a trocar las
estructuras injustas por la comunión y participación entre los hombres y por la celebración de la fe en la vida cotidiana... La familia sabe leer y vivir el mensaje explícito sobre los derechos y deberes de la vida familiar. Por eso denuncia y anuncia, se compromete en el cambio del mundo en sentido cristiano y
contribuye al progreso, a la vida comunitaria, al ejercicio de la justicia distributiva,
a la paz" (Puebla, n. 587). Entre las líneas de acción de la pastoral familiar
propone Puebla, n. 604: "Recalcar la necesidad de una educación de todos los
miembros de la familia en la justicia y en el amor, de tal manera que puedan ser
agentes responsables, solidarios y eficaces para promover soluciones
cristianas a la compleja problemática social latinoamericana".
11. Familiaris consortio. n. 43, la cita es de la Gaudium et spes (n. 52), recogida a su vez por Pablo VI en la encíclica Populorum
progressio, n. 36.
12. Sobre estos aspectos, ver las recientes aportaciones de. J Mª DIAZ MORENO,
Familia y matrimonio en el nuevo Código de Derecho Canónico ICADE n. 4
(1985) 13-39; J. Mª CASTAN, La familia en la Constitución española: ICADE n. 4
(1985) 57-81: Id., Protección jurídico-social de la familia en la actualidad:
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE MATRIMONIO Y FAMILIA, Angustias y esperanzas de la familia hoy (Madrid, 1985) 37-45; J.
Mª..DE PRADA, Defensa de la familia y modelo familiar: Ibid., 11-12.
13. M. ZALBA, Theologiae Moralis compendium I (Madrid, 1958) 698-711.
14. J. BUJANDA, Teología moral para seglares (Madrid, 1948) 58-59.
15. Ver el certero análisis de M. GOMEZ RIOS, Familia y sociedad de consumo
(Madrid, 1985).
16. Populorum progressio, n. 19.