De tal palo, tal astilla
La ausencia de la figura paterna en nuestra sociedad
 

• Arnold Omar Jiménez Ramírez, semanario, Gdla Jalisco Mexico
 

Por medio del estudio o del sentido común, sabemos que muchas de nuestras actitudes, virtudes y defectos las aprendemos al interior de nuestra familia. Los psicólogos afirman, por su parte, que inevitablemente tendemos a repetir conductas de nuestros padres. Al respecto, la sabiduría popular dice: «De tal palo, tal astilla», para referir las actitudes que reflejamos de nuestros padres.

Comúnmente, los hijos se identifican más con la madre, gracias a que establecen una relación que comienza durante los nueve meses en la que ella alberga al niño dentro de su vientre; pero esta relación se refuerza asimismo durante los primeros años de vida de los hijos, en los que la cercanía con la mamá es mayor, mientras que el padre desempeña el rol de «proveedor». Mas conforme pasan los años, la figura paterna cobra un papel relevante, fundamental, en el desarrollo de los hijos. Papel que si se desempeña adecuadamente, con cercanía, amor, comprensión y paciencia se forjarán hijos sanos, capaces de establecer relaciones sanas y, a su vez, fomentar una sociedad sana.

Y… ¿Dónde está papá?

Más de alguna persona que forma parte de nuestro entorno, se ha preguntado: «Y... ¿Dónde está papá?». En nuestra sociedad, desde un tiempo a la fecha ha comenzado a vivirse un fenómeno poco halagador: la ausencia de la figura paterna.

José Luis Baldovinos, Psicólogo y Terapeuta Familiar comentó para Semanario que hay dos formas de ausencia paternal en la familia: «La primera de ellas es la del padre que piensa que su papel es solamente el de mantener a sus hijos, asegurando para ellos el alimento, la educación, la salud y, si es posible, proveer algunos lujos como salir de vacaciones a la playa o alguna ciudad, un automóvil, etcétera. Pero por ningún motivo se involucra en la educación de los miembros de la familia, ni mucho menos en sus problemas, ya no se diga en su formación espiritual. Lamentablemente esta forma de ausentismo es común entre nosotros, y lo vemos en las actitudes cotidianas: la mamá es quien asiste a las juntas de la escuela, los hijos únicamente recurren a la madre en situaciones difíciles y conflictivas, incluso, acuden en su busca en sus necesidades económicas más apremiantes; el ejemplo extremo se da cuando el papá reclama a su esposa una actitud o conducta incorrecta de los hijos como responsabilidad de ella: ‘Es tu hijo, así lo educaste’. Este tipo de ausentismo puede causar graves trastornos en los hijos, aunque dependerá de cada uno de ellos y de sus capacidades, superar las consecuencias».

La segunda forma de ausentismo –señaló el terapeuta–, y es la que más debería preocuparnos, «es la de la figura paterna nula», es decir, hubo quien engendrara, pero no quien permanezca al lado de la progenitora para mal o para bien: «Esto comienza a ser ya común en la sociedad, y la cuestión es compleja. Hay mujeres que, bajo una visión egoísta, conciben o procrean un hijo sin el interés de formar una familia, movidas por el afán de ‘sentirse realizadas’ como mujeres, pero al decidir ser madres, no se dan cuenta que se someten al espejismo de una falsa bandera de libertad. Otras, por su parte, tienen que afrontar las consecuencias que les deja haber vivido una ‘aventura’ amorosa con un hombre irresponsable, que al enterarse de que va a ser padre, desaparece, y deja sola a la mujer para que ella asuma esa magna responsabilidad. También, otros casos comunes son cuando el padre muere, y los hijos crecen solos, porque la madre tiene que salir a trabajar para proveer lo necesario para vivir. Las consecuencias y trastornos que se pueden generar en los hijos en este último caso, varían de acuerdo con las circunstancias, y pueden ser realmente graves. Lo cierto es que hay niños que sufren mucho cuando se les pregunta: ‘¿Dónde está tu papá?’. Ningún argumento por convincente que pueda parecer los podrá convencer de que en su vida algo hace falta y que, ciertamente, ellos no tienen la culpa».

Responsabilidades compartidas

La señora Paloma Miralles, Psicóloga Clínica y Especialista en estrategias para mejorar las relaciones interpersonales, es madre de dos niños. En declaraciones a un periódico católico español, comentó: «Padre y madre son iguales, pero completamente distintos. Hombre y mujer hacen las cosas de distinta manera, y al niño eso lo enriquece sobremanera. Ahora, desde que soy madre, lo compruebo personalmente, que no es lo mismo que leerlo y verlo en teorías, o escrito en libros y revistas. En el hogar, diariamente, es importante que exista una pareja, porque cuando uno ya ha dado todo de sí, cuidando y educando a los pequeños, llega un momento de cansancio físico y, digamos, psicológico; entonces, llega la otra persona y continúa con esa tarea inacabable, hasta que terminan las actividades propias del niño y hay que acostarlo. Esta cuestión es también muy importante.

Por otra parte, la familia vive la revolución silenciosa de la emancipación de la mujer. La mujer comienza a ocupar un lugar en la sociedad. No solamente, y de forma subalterna como hasta ahora, en la familia. El problema es que la mujer lo ha hecho, en un primer momento, teniendo como modelo al hombre en el todo social y, dentro de la familia, bajo el paradigma igualitario (el padre debe hacer lo mismo que la madre, con la exclusiva excepción biológica). Pero la cosa es aún más grave para el padre, pues su único modelo es su propio padre que, no solamente en muchos de los casos no le sirve, sino que es visto incluso como un antimodelo. Afortunadamente, estamos saliendo de esta situación, no sin desgarros y dificultades, bajo el modelo de la equidad y de la diferenciación sin jerarquías. Pero el gran reto del futuro a afrontar y abatir será la nueva familia, en la que intentará prevalecer el individualismo de cada miembro de la pareja (modelo dominante en los países de tradición protestante), o por otro lado, la formación moral (o al menos la protección) de los hijos (modelo dominante en los países de tradición católica)».

Sin delegaciones

Una ingenua visión machista ha dejado a la mujer el doble papel de educadora y responsable del éxito o fracaso de sus hijos. Evidentemente que esta cuestión no debería manejarse así, puesto que padre y madre tienen comparten las mismas responsabilidades.

 

El Psiquiatra y Profesor Aquilino Polaino, que ha publicado numerosos trabajos sobre la paternidad, explica: «El papel del padre en la familia es absolutamente necesario e imprescindible, aunque con características distintas al de la madre. Los hijos necesitan un padre y una madre. Esta situación la veo con mucha frecuencia en terapia familiar: cuando hay un conflicto entre una madre y un niño pequeño (que el hijo tenga trastornos de conducta, por ejemplo), en la medida en que el padre se implica, el trastorno de conducta puede mejorar; si no se implica, al contrario, puede empeorar.

Hasta la mitad del siglo pasado –continúa el Dr. Polaino– el padre asumía el papel de proveedor de la familia; se dedicaba a llevar los recursos económicos necesarios para sacar la familia adelante, y sin embargo era un perfecto delegador en la mujer de todo lo que fuera actividad doméstica, educación de los hijos… Creo que la educación de los hijos no es delegable por ninguno de los dos, independientemente de que los dos sean proveedores, o nada más uno. ¿Por qué? Porque los papeles del padre y de la madre no son sustituibles, sino que se complementan. Más aún, la relación que hay entre marido y mujer tiene que ser la mejor posible, no sólo por ellos dos, que naturalmente son los que van a salir ganando, sino que los hijos también tienen derecho a que la relación de los padres sea de buena calidad».
 

Más que un padrastro, un padre de calidad

• Xóchitl Zepeda León
 

«Es cuestión trascendental que una mujer viuda o madre soltera que piensa unir su vida con una nueva pareja, piense mucho en sus hijos; que medite si el hombre que convivirá con ellos es digno de confianza y capaz de mantener una buena relación, basada en el respeto y los valores humanos»; esto expresó la Lic. María del Carmen Pérez González, Directora de Orientación Familiar del DIF Jalisco, quien, en entrevista para Semanario, añadió: «No se vale que la madre sólo piense en ella y deje de lado el bienestar de sus hijos, puesto que ella tiene la obligación de analizar, con sumo cuidado, si el hombre que la pretende como esposa, también es capaz de querer a sus hijos, como parte integral de la familia que desean formar».

 

Antes que todo, la madre debe...

La madre de aquellos hijos que experimentarán un cambio en su vida, a raíz de la aparición de una nueva figura paterna, deberá observar detenidamente la relación que existe entre el niño o la niña y el futuro padre antes de que vivan juntos, para ello, mencionó la Psicóloga González Pérez: «Deberán analizarse elementos claves para saber si su futura pareja va a ser un buen padre», aunque también aclaró que no hay una garantía total al respecto.

Resulta crucial que la madre vea y considere cómo se comunican y qué grado de disposición tiene su pareja para relacionarse con el niño. Asimismo, resaltó que «debe tenerse cuidado de que la relación que comienza a fincarse, entre niño-padrastro, no se dé sólo por compromiso o por quedar bien, puesto que tarde o temprano la verdad siempre sale a la luz y, muchas veces, deja enormes secuelas de dolor».

María del Carmen Pérez González estableció que las mujeres tienen la obligación de ser muy observadoras en este sentido, en tratar de ver, de la manera más objetiva posible, el trasfondo de la relación que su futura pareja quiere entablar con su o sus hijos.

Otro aspecto importante, explicó, «es mantener en todo momento la comunicación con los niños, ya que éstos son muy receptivos y sienten y entienden claramente las intenciones de los adultos, sobre todo cuando éstos no son de su conocido círculo familiar, y quieren o pretenden entrar en él».

En sí, el hombre puede ser un buen padre, si es tolerante, si es capaz de ayudarle a la nueva esposa a educar al hijo o hija, y también si desea participar activamente en el desarrollo y crecimiento de los pequeños. Además, debe estar atento por si se suscitaran muestras de abuso o egoísmo de su parte.

El futuro padrastro y sus responsabilidades

La Directora de Orientación Familiar del DIF Jalisco explicó: «Aquel hombre que considera unir su vida con una mujer que tiene hijos, debe tomar en cuenta que no sólo adquiere la obligación moral, social y sentimental de hacerla feliz a ella, sino también a sus hijos».

Ante este panorama, dejó en claro que un hombre, al casarse con una mujer que ya es madre, lo convierte automáticamente en padre, con las responsabilidades que ello conlleva, ya que deberá participar en el proceso formativo-educativo de los hijos de su esposa. «En este caso, el hombre no sólo contrae Matrimonio, sino el compromiso mutuo de la subsistencia en armonía de la familia que desea o ha formado», refirió.

La pareja, es decir la madre y el padrastro, deben considerar que los hijos necesitan sentirse cómodos con esa relación, puesto que, al fin y al cabo, para ellos es algo impuesto, y de la manera en que se fijen límites, se respeten derechos, obligaciones y se cuente con el amor, comprensión y tolerancia necesarios, dependerá el éxito o fracaso de la vida familiar.

Los niños requieren amor y cuidado. El hombre debe ser capaz de convivir con ellos, basando sus actitudes en fomentar relaciones de respeto y donde se dé lo mejor de sí, no sólo para que funcione bien la relación con su pareja, sino para que también establezca fuertes lazos con los hijos de la mujer que ama.

Sin satanizar

No se puede negar que la relación entre los hijos y el padrastro es difícil y está llena de retos, pero es importante, declaró la Psicóloga María del Carmen Pérez, «no satanizar esta figura, a la cual los niños se refieren, haciendo caso a los cuentos infantiles principalmente, como una persona mala y cruel.

Pérez González explicó que existen miles de casos en los que los padrastros juegan un papel crucial en la vida de los hijos de su esposa, sobre todo cuando éstas fueron madres solteras, puesto que ante la ausencia de la figura paterna biológica, él se convierte en el hombre que lo guía y que llena ese vacío.

Ante esto, la María del Carmen refirió: «A pesar de que los niños reconocen que el padrastro no es su papá de sangre, lo aprecian mucho más y se sienten agradecidos con él por haberlos criado y por haber apoyado a su madre en su educación y desarrollo». «Es necesario reconocer –abundó– que hay padrastros que son muy afectuosos con sus hijos, que se convierten en figuras muy importantes capaces de enfrentar retos de familia, educacionales y emocionales que les cuesta el doble de trabajo asumir, y que merecen todo el reconocimiento».

Un padre en toda la extensión de la palabra
 

Las mujeres no deben buscar a un hombre sólo para que sea el padre de sus hijos, sino que deben pensar en su seguridad y en su derecho a ser felices conjuntamente con los niños que procrearon en otra relación, los cuales tienen derecho a tener una figura paterna de calidad. Un padre que constituya todo ello, en toda la extensión de la palabra y que no resulte un tormento la convivencia con él, indudablemente que marcará para bien el rumbo de su vida.

Si se da el caso de que no exista una aceptación total, se debe cuidar que, por lo menos, el padrastro no se convierta, dentro del seno familiar, en una figura conflictiva.

El ideal cristiano del padre
Papá, el que lleva la salvación al hogar

• Jesús Carlos Chavira Cárdenas

En no pocos casos, la figura del padre de familia está relacionada sólo con aquél que provee la economía del hogar, o con aquél que lleva problemas y vicios a su casa.
Sin embargo, la Sagrada Escritura y los ejemplos de paternidad que en ella se presentan, definen a la «cabeza del hogar» desde otra perspectiva: Papá es el que lleva la salvación al hogar.

 

Ante los nuevos “Herodes”

Cuando la Biblia dice que Herodes mandó matar a todos los primogénitos (Mt 2, 13 y siguientes), podríamos pensar hoy en todos aquellos «Herodes» o proyectos de destrucción que existen en nuestra sociedad para destruir a las nuevas generaciones. Estos nuevos «Herodes» son: el aborto, la droga, la violencia, el permisivismo, el libertinaje sexual, entre otros.

Al centrarnos en lo que expone el Nuevo Testamento, surge, entonces, una pregunta: ¿Qué hizo Dios para salvar a los jóvenes? Dios envió un ángel a José para que le hablara en sueños. Dios llamó a José, no a María; porque el primer llamado a tomar conciencia de la responsabilidad de salvar a su familia, es el padre.

¡Despierta!

José era un hombre justo, pero estaba dormido. Cuando estamos «dormidos» espiritualmente, el enemigo aprovecha para hacer de las suyas. Por eso, ante el plan de los nuevos «Herodes» para destruir, Dios quiere despertar al padre de familia, y comunicarle otro plan. Jesús exhortó a sus discípulos a tener siempre la lámpara de la oración encendida, del diálogo entre padres: el del Cielo y el de la Tierra. Sólo el padre que sabe escuchar la voz de Dios, puede realizar su Voluntad “antes que amanezca”, es decir, al momento, a ejemplo de San José (Mt 2, 14).

Lo mismo ocurrió en el Antiguo Testamento, cuando Dios llamó a Noé para que construyera un arca, y salvara a su familia del diluvio. Tal inundación, como «Herodes», representa aquello que busca ahogar y destruir la vida familiar. ¿Qué es lo que hoy amenaza con destruir a su familia? ¿Qué es lo que usted va a hacer al respecto?

Un “hombre poco espiritual” llevó la salvación a su casa

En no pocas ocasiones, la figura del padre de familia también está ligada con la de un hombre poco espiritual o poco cercano a las cosas de Dios.

Así era Zaqueo, quien, dice la Escritura, era pecador y de baja estatura, es decir, de una condición social no aceptada.

Sin embargo, San Lucas subraya: «Quería ver cómo era Jesús», por ello subió al árbol y no sólo vio a Jesús, sino que Jesús lo vio a él y Zaqueo recibió una sorpresa: el Hijo de Dios no lo juzgó; lo amó, y se fue con él a su casa.

No importa el tipo de hombre o padre de familia que usted haya sido. Hoy puede «subirse al árbol» y comenzar su lucha decidida por superar todos los obstáculos que le impiden conocer a Jesús.

Zaqueo, el hombre poco espiritual, no regresó a casa con las manos vacías. Usted, como él, también puede ser el hombre que lleve a Jesús a su hogar, y con él, la salvación para su familia.

Papá, un hombre con corazón de rey

• J. C. Ch. C.

Resulta común nombrar al padre de familia, como «el rey de la casa». No obstante, en la Historia han existido dos tipos de reyes: los tiranos con su pueblo, y los que ayudan a su pueblo a crecer, desarrollarse y fructificar. Ambos casos también suelen encontrarse bajo el techo de un hogar: existen padres que sólo dictan órdenes, enmascarados con un contundente: «Porque yo lo digo», y sólo para satisfacerse a ellos mismos; pero también hay otros «reyes del hogar» que su palabra es de consejo, y su pensamiento procura el bienestar de los suyos.

 

«Aquello que brota de los labios, es de lo que el corazón rebosa», dice la Biblia. Por ello, en la Sagrada Escritura puede encontrarse el ejemplo de un hombre, cuyas palabras enseñan lo que significa ser un padre de familia con verdadero corazón de rey.

Ese hombre es el Rey David, y en el capítulo 22 del Libro de Crónicas, a partir del versículo 5, es presentado en un diálogo con su hijo; ésta es una conversación rica en enseñanzas para los padres de familia de hoy:

1. «Mi hijo, Salomón, es pequeño, y voy a hacer los preparativos». David da en esta frase una enseñanza a los padres de familia que dicen: «Voy a esperar a que crezca mi hijo; cuando esté grande platicaré con él de hombre a hombre». El acompañamiento y la educación de un hijo, comienzan desde pequeño; de lo contrario, podría ocurrir lo que un proverbio oriental augura: «Los cuentos que no le cuentas a un niño, son los regaños que vas a tener que dar al adolescente. El tiempo que no juegas con un niño, es el tiempo que vas a necesitar para buscar al adolescente rebelde». El padre, entonces, tiene la misión de ser educador de su hijo toda la vida.

2. «Yo voy a morir, y tú vas a edificar una obra para Dios». David revela que no es el padre de familia al que los hijos van a satisfacer con su obra. La obra de los hijos es para Dios. Por lo tanto, quien dice: «Hijo, estudia porque a mí me cuesta; respóndeme, no me vayas a fallar», hace lo contrario a David, quien enseña a su hijo a levantar la mirada, ponerla en Dios y realizar su vida siempre delante de Él. El padre, por tanto, también tiene la misión de ser un educador en la fe y en la vida.

3. «Yo quise edificar una obra para Dios, pero no pude; tú, sí podrás». Habrá algunos que, por haber carecido de muchas cosas cuando fueron niños, crezcan con un pensamiento vengativo: «Si yo no tuve, nadie tendrá». Los hijos no son para vengarnos, son para realizarnos: «Yo no pude, pero te ayudaré para que tú sí puedas».

4. «Yo crecí en guerra, pero tú crecerás en paz». Cuántos padres de familia crecieron en un ambiente de guerra: matrimonios divorciados, hombres alcohólicos, familias desintegradas, niños abandonados, etcétera. Pero David tiene un verdadero corazón de rey, y contribuirá a que su hijo crezca en paz, para que sea un instrumento de paz.

5. «Ahora, hijo mío, que Yhavé sea contigo, para que logres hacer la obra». El padre de familia responsable, sabe que su labor es sólo, como dice David, de «preparativos»; él será el amigo, el compañero, el hermano, pero la responsabilidad final será de su hijo.

San José, el hombre del silencio

Los padres de familia suelen decir las siguientes palabras: «Esto se hace como yo digo, y porque yo lo digo»; frase que revela la poca escucha y paciencia que muestra hacia los demás.

San José, cuando se enteró que María esperaba un hijo, también tuvo un plan: «Repudiarla en silencio». Sin embargo, Dios le habló en sueños, le reveló que ese niño era Hijo de Dios, y lo mandó a que la protegiera. José, varón justo, supo escuchar porque era un hombre de silencio; es decir, supo acallar los ruidos del rencor y el dolor, a tal grado que esa noche dormía; a pesar de la noticia de que su prometida esperaba un hijo que no era de él, dormía, porque su alma era la de un hombre de paz. Una gran enseñanza es la que este humilde carpintero, hombre como cualquier otro, ofrece a los padres de hoy: aceptó la responsabilidad de ser la cabeza visible de la Sagrada Familia, pues dejó sus planes personales y asumió obediente y gozoso los de Dios.
 

Paternidad divina
No estamos huérfanos

• Daniel Gallegos Mayorga

Habrá algunos de nosotros que no tengamos ya papá aquí en la Tierra; habrá quienes guardemos de él sólo recuerdos en el corazón, y habrá también quienes tengan aún el privilegio de gozar de su apoyo y cercanía. Mas sea cual sea la realidad actual en relación con nuestro papá, hay algo cierto y absolutamente esperanzador: ¡tenemos en el Cielo un Padre Bondadoso y Excelente cuyo amor nunca falla!

 

Nuestro “Génesis”

Muy pocas veces, o casi nunca, meditamos sobre nuestro propio «Génesis»: el instante aquel de eternidad en que nuestro Padre dio vida a nuestro barro, infundiendo su aliento, creando nuestro espíritu, destinado a una Vida Eterna. Si una madre contempla con gozo desbordante el fruto de sus entrañas, ¡con cuánto amor nos habrá amado el Altísimo en ese momento beatífico de la creación de nuestro ser!... Tú y yo, fruto de la voluntad de Dios; amados y colmados con una dotación completa de gracias y bendiciones, regalos y cualidades para alcanzar la madurez de su Hijo Jesucristo; bien dice la Palabra de Dios: «A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo» (Ef 4, 7). Podríamos, al menos, imaginar palabras arcanas salidas del mismo corazón de Dios en el momento de la creación de nuestra alma: «¡Vive!», «¡Lo quiero!», «¡Mío!», «¡Hágase a mi Imagen!», «¡Ve, vive y vuelve a Mí!»... Sí; somos «hijos de la Luz», ya lo cavilaba y demostraba San Agustín en sus Confesiones.

Tres caminos para contemplar y honrar al Padre

El caso es que Dios nos hizo para Él y nuestro corazón va a estar inquieto hasta no volver a Él. Pero, ¿cómo podemos honrar a este Padre Bueno a quien pocas veces recordamos con amor y honramos con actos de verdaderos hijos? Proponemos, al menos, tres caminos:

• Honrarlo en su Hijo Jesucristo. No hay mayor muestra de amor de Dios Padre por el hombre que haber llevado su fidelidad al extremo de permitir la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo para restablecer la armonía a la Creación rota por el pecado y levantarlo, de la condición de siervo, a la estatura de hermano de Cristo, templo de su Espíritu e hijo del Padre. Amando e imitando a Cristo, hasta el extremo también de dar nuestra vida por causa del Reino, atraeremos la mirada y las bendiciones de Dios a nuestra vida. Si somos uno con Cristo, mereceremos también los arrebatos de amor del Padre: «Este es mi hijo muy amado en quien tengo puestas mis complacencias». Si logramos una mirada de contemplación eucarística a Cristo, veremos al Padre.

• Amarlo en la contemplación de todo lo creado. Dar una mirada diferente a lo que nos rodea: mirar a Dios Creador en ese amanecer, en la lluvia, en una semilla que se abre a la vida, en un insecto, en los detalles de una flor, en la delicia de una fruta, pero por encima de todo, contemplar a Dios en el hermano que nos rodea: mirarlo trascendentalmente también como hijo amado del Padre.

• Corresponder a la fidelidad de Dios con mi propia fidelidad. Al que me lleva grabado en la palma de su mano; al que me llama a la vida antes de formarme en el vientre de mi madre; al que me acurruca bajo su ala como hace una gallina con sus polluelos; al que me ama hasta la locura de permitir la muerte de su Verbo para que yo tuviera vida... ¿No habría yo de responder con un «sí», con un fiat valiente a su voluntad?... ¡Sí Papito, hágase en mí según tu Palabra!