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Fides et Ratio

Conferencia pronunciada en el I Simposio Internacional "Fe Cristiana y cultura" bajo el lema Fe y Razón

17 de mayo de 1999

 

Es la 14ª Encíclica de Juan Pablo II. Tiene fecha del 14 de septiembre de 1998. Fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. Consta de siete capítulos, más introducción y conclusión. En total son 169 páginas del formato habitual de las publicaciones de la Editrice Vaticana.

Los capítulos son los siguientes:

Introducción: "Conócete a ti mismo".

  1. La revelación de la Sabiduría de Dios.

  2. Credo ut intellegam.

  3. Intellego ut credam.

  4. Relación entre la fe y la razón.

  5. Intervenciones del Magisterio en cuestiones filosóficas.

  6. Interacción entre teología y filosofía.

  7. Exigencias y cometidos actuales.

Conclusión.

Se trata de un escrito muy denso, de lectura difícil, poco frecuente en el magisterio de la Iglesia. Desde la encícclica Aeterni Patris del Papa León XIII (4 de agosto de 1879) no se había publicado un documento pontificio dedicado a estas materias. Así lo reconoce el mismo Papa: "Este texto ha sido hasta hoy el único documento pontificio de esa categoría dedicado íntegramente a la filosofía".

La intención del Papa al escribir este documento es defender la capacidad del hombre para conocer la verdad objetiva de las cosas y de sí mismo, y la necesidad de este conocimiento para recibir la revelación de Dios, para vivir la fe y alcanzar su propia salvación.

La INTRODUCCIÓN es como una obertura en la que aparecen insinuados y aludidos todos los puntos que se van a desarrollar a lo largo de la Encíclica.

  1. ALGUNAS OBSERVACIONES PREVIAS

  1. La Encíclica es un escrito de naturaleza teológica, no filosófica. Contiene muchas reflexiones de tipo aparentemente filosófico, pero en realidad se mueve desde la iluminación espiritual que el hombre recibe por el hecho de afirmar su fe en el dios de la salvación.

  2. Es también un escrito profundamente pastoral, tiene como finalidad explícita ayudar a creer y a vivir la fe en Dios de manera plena.

  3. Contiene una cierta dialéctica entre la afirmación y defensa de la razón y la afirmación de la necesidad de la fe para la liberación y el pleno ejercicio de la racionalidad del hombre.

 

  1. JUSTIFICACIÓN DESDE LA FE DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO

    En la historia del pensamiento antiguo y en los libros sagrados de todas las religiones aparecen las preguntas básicas de la existencia humana. Son preguntas que nacen en el corazón del hombre por la necesidad sentida de conocer el sentido de su existencia. De la respuesta que se dé a estas preguntas depende la orientación de la existencia personal.

    Estas preguntas no son ajenas a la misión de la Iglesia, responsable de ejercer la diaconía de la verdad. Esta necesidad del hombre presupone su capacidad para conocer la verdad, mediante esa actividad específica que es la filosofía. El desarrollo de las diferentes filosofías ha dado lugar a diferentes culturas. En esta tarea han aparecido abusos y deformaciones. Pero eso no invalida el esfuerzo desarrollado por el hombre a lo largo de su historia para comprender las raíces de su existencia y orientarse en el ejercicio de su libertad y de sus responsabilidades sociales e históricas.

    A pesar de todas las diferencias hay un caudal de sabiduría común que puede considerarse como un verdadero patrimonio cultural de la humanidad (n.4). La Iglesia considera a la filosofía como una ayuda inapreciable para profundizar en el conocimiento y el anuncio de la fe.

    En el momento actual nos amenaza el fenómeno de la fragmentación del pensamiento y la renuncia al conocimiento de la realidad en su conjunto con un sentido de unidad y transcendencia. La filosofía contemporánea se centra en el análisis del mismo conocimiento humano, con el gran riesgo del escepticismo y de la desconfianza. Todo es opinable. Nada es seguro ni definitivo. Se ha perdido la esperanza de que la filosofía ofrezca respuestas definitivas a las preguntas básicas.

    Los Obispos tenemos que ser testigos de la verdad. En las circunstancias actuales la Iglesia tiene el deber de defender la capacidad y la obligación de conocer la verdad de su existencia. Esta conciencia es necesaria para recibir la revelación de Dios y el don de la salvación por El ofrecida.

     

    CAP. I: LA REVELACIÓN DE LA SABIDURÍA DE DIOS.

    Todas las reflexiones que hagamos en la Iglesia tienen su apoyo en la conciencia de haber recibido una revelación de Dios para la salvación de la humanidad. En esto la Constitución Dei Filius continúa la tradición del Vaticano I "Hay un doble orden de conocimiento". La revelación de Dios ilumina y descubre el misterio de la existencia del hombre. Desde Cristo se puede también sanar y fortalecer la búsqueda racional del hombre. Cuando Dios revela el hombre debe responder con la obediencia de la fe. Esta respuesta de fe es el supremo ejercicio de libertad que puede hacer el hombre.

    La fe libera y fortaleza nuestra razón. En la tradición cristiana, la fe ha despertado y fortalecido el ejercicio de la filosofía. Orienta, purifica y fortalece el ejercicio de la razón. El fin último de la existencia se busca igualmente, con métodos diferentes, por medio de la filosofía y de la teología.

    El Papa entiende filosofía y teología, razón y fe como dos actividades convergentes y complementarias desde el principio, desde el punto de vista subjetivo y objetivo.

     

  2. EL SERVICIO DE LA FE AL EJERCICIO DE LA RAZÓN FILOSÓFICA

    CAP. II: CREDO UT INTELLEGAM

     

    La gran aportación de la tradición bíblica al pensamiento humano es la convicción de que el hombre es capaz de conocer la verdad, que este conocimiento le ayuda a conseguir la salvación y, en tercer lugar, que el conocimiento obtenido por el camino de la razón tiene una profunda unidad con el conocimiento de la realidad adquirido mediante la fe gracias a la revelación de Dios.

    La fe no interviene en contra sino a favor de la razón, la orienta, la purifica, amplía y perfecciona sus objetivos y resultados, tanto en lo referente al mundo como al conocimiento de la historia y de los acontecimientos. Por eso la oposición o la simple separación entre la fe y la razón es perjudicial y reduce la posibilidad del hombre para desarrollar su conocimiento de las realidades que le conciernen.

    No hay motivos de desconfianza ni competitividad entre fe y razón. Una está dentro de otra. La fe amplía las dimensiones de la realidad desplegada ante la razón. Descubre referencias y estructuras nuevas, que aumentan la comprensión y la inteligibilidad de las realidades humanas, el mundo, la persona, el amor y el odio, la historia, etc.

    Israel ha abierto a la razón el camino hacia el misterio. El conocimiento es un camino sin fin ni descanso, NO ES UN CAMINO ENTERAMENTE AUTÓNOMO, el reconocimiento de la soberanía de Dios fecunda, purifica y orienta la actividad racional del hombre. El Papa aduce las enseñanzas del libro de la Sabiduría (n.19). La fe libera y sitúa la razón en sus verdaderas dimensiones y perspectivas.

    Esto mismo se comprueba con la enseñanza del libro de los Proverbios y de todo el A.T. El Papa aduce el resumen de San Pablo en el primer capítulo de la carta a los Romanos. El hombre puede conocer muchas cosas. Es el pecado lo que debilita y entorpece el recto ejercicio de la razón y la grandeza de sus conocimientos.

    RELACIÓN PELIGROSA POR EL HECHO DEL PECADO. LA TENTACIÓN DE LA AUTONOMÍA O DE LA DOMINACIÓN. El Papa ofrece una importante interpretación del relato del Génesis sobre el pecado original (n.22). "La capacidad humana de conocer la verdad quedó ofuscada por la aversión a Aquel que es fuente y origen de la verdad". La venida de Cristo, con la nueva Alianza, ha redimido a la razón de su debilidad, ha fortalecido "los ojos de la mente".

    La relación del cristiano con la filosofía requiere un discernimiento radical. La presencia de Cristo desautoriza los proyectos autónomos de justificar el sentido de la existencia sin contar con la revelación de Dios. La muerte de Cristo en la cruz es el gran desafío a esta pretensión de la suficiencia filosófica. (Cf IC 1 y 2). El criterio decisivo "no es la sabiduría de las palabras sino la Palabra de la Sabiduría" (n.23). La sabiduría de la Cruz es la prueba suprema. La mente que se obstina queda desorientada. La que se rinde y adora queda redimida y liberada.

     

    IV. CONTRIBUCIÓN DE LA RAZÓN AL CRECIMIENTO DE LA FE EN DIOS.

    CAP. III: INTELLEGO UT CREDAM

    Comienza evocando las palabras de Pablo ante el Areópago (Hch 17, 22-23). En el corazón del hombre hay un deseo innato de saber. La filosofía es expresión de este deseo universal del hombre. Todos los hombres desean saber, en el orden teórico y en el orden práctico. Es el camino de la perfección y de la felicidad.

    EXISTE EL DERECHO Y LA OBLIGACIÓN DE SABER PARA CONTAR CON UNA CONCIENCIA RECTA. La primera necesidad del conocimiento es responder a la pregunta por el sentido de la vida. En el contraste entre la certeza del ser y la certeza de la muerte. Origen de la vida y posibilidad de la inmortalidad. Se necesitan respuestas firmes. No bastan las hipótesis. Porque está en juego el propio ser y la necesidad de decidirse y actuar en firme (n.27). Se puede definir al hombre como "aquel que busca la verdad" (n.28).

    No se puede negar validez a esta búsqueda. Sería comprometer la legitimidad de la misma existencia del hombre. No todas las verdades alcanzadas tienen el mismo valor. Pero el hombre necesita confiar en su capacidad de conocer la verdad y vivir en ella.

    LEGITIMIDAD DEL CONOCIMIENTO POR EL CAMINO DE LA FE. Hay muchos niveles de verdad. En la vida ordinaria entra también la fe como medio de adquirir conocimientos verdaderos. Es una consecuencia de la socialidad y la historicidad del hombre. Vivimos de creencias. Confiamos en muchos conocimientos adquiridos por otros y recibidos por medio de esa relación interpersonal que es una verdadera fe humana. Importante descubrir que la CONFIANZA INTERPERSONAL es vehículo de conocimiento y de verdad. Porque eso mismo tiene valor dentro de la Iglesia, con Cristo y con Dios mismo. El gran ejemplo de los mártires.

    Resumen en el n. 33. La razón necesita ser sostenida por la confianza y la amistad sincera entre las personas. La búsqueda de la verdad implica la búsqueda de alguna persona en quien podamos confiar absolutamente. Aquí ve el Papa la suprema CONVERGENCIA ENTRE RAZÓN Y FE. La razón suprema la da la Revelación. El Dios creador es el mismo Dios salvador (n.34).

     

  3. RELACIONES DE COMPLEMENTARIEDAD Y PERFECCIONAMIENTO

 

CAP. IV: RELACIÓN ENTRE LA FE Y LA RAZÓN

 

El Papa hace una exposición histórica de estas relaciones. El cristianismo se relacionó desde el inicio con las corrientes de pensamiento contemporáneas. San Pablo en Atenas (Hch 17, 18). Se apoyó en las críticas de los filósofos contra los mitos y el politeísmo

Los Padres siguieron el ejemplo de Pablo. Con precaución contra la gnosis que "pretendía subordinar la verdad de la revelación a las interpretaciones de los filósofos" (n.37). El encuentro no fue inmediato ni fácil. Para los cristianos la filosofía tenía un interés secundario. El Evangelio era la "verdadera filosofía" (Clemente de Alejandría). La filosofía se quedaba reducida a una preparación para el Evangelio.

Recurren a la filosofía, críticamente, como instrumento para defender la fe y para exponerla mejor (Orígenes). Así nace la Teología. Menciona a San Justino, los Padres Capadocios y por encima de todos San Agustín. El hace la primera gran síntesis del pensamiento cristiano (n.40).

En la Edad Media este proceso se continúa con San Anselmo. La cumbre de la razón es admitir como verdadero lo que la fe le presenta. Expone largamente el gran valor de Sto. Tomás de Aquino, como modelo de pensador cristiano. La fe no teme la razón sino que se apoya en ella, como la gracia se apoya en la naturaleza (n.41). Aduce un precioso testimonio de Pablo VI (n.43). Filosofía del ser y no del simple parecer. "Apóstol de la verdad" (n.44). Pronto la distinción entre los dos saberes se transforma en una "nefasta separación". Y pronto oposición, desde las dos orillas.

DENUNCIA DE LOS EXCESOS QUE SE HAN DADO EN LA HISTORIA: Racionalismo y fideísmo. La síntesis alcanzada por los Padres fue destruída por los sistemas excluyentes. Primero el racionalismo, luego el positivismo, finalmente el nihilismo con sus consecuencias prácticas desmoralizadoras.

Actualmente el saber está dominado por la finalidad utilitarista. La filosofía no es apreciada. Si la razón se debilita no por eso crece la fe, sino que también se debilita (n.48). Una y otra se deben fortalecer y servir mutuamente. A la parresía de la fe corresponde la audacia de la razón.

 

  1. PASTOR DE LA INTELIGENCIA Y CUSTODIO DEL PENSAMIENTO

CAP. VI: INTERVENCIONES DEL MAGISTERIO EN CUESTIONES FILOSÓFICAS.

La filosofía, para ser legítima, tiene que seguir sus propios métodos. Por eso el Magisterio no propone una determinada filosofía. Serviría de poco una filosofía falsificada. La Iglesia confía en la capacidad de la razón.

A la luz de la fe ejerce un discernimiento crítico. Denuncia las posibles afirmaciones equivocadas que pueden resultar incompatibles con las verdades de la fe. Cuando lo hacemos los Obispos somos "testigos de la verdad". La Iglesia interviene sobre todo estimulando el pensamiento filosófico para que "no se cierre al camino que conduce al misterio" (n.52).  Intervino señalando los defectos del fideísmo y del racionalismo. El fruto de estos debates lo recogió el Concilio Vaticano I en la importante Constitución dogmática Dei Filius. El Papa enumera las intervenciones de los Papas Pío X y Pío XII.

En nuestro tiempo existe una mentalidad común que desconfía de la capacidad de la razón (n.55). Hay indicios de racionalismo y fideísmo, con apariencias de "biblismo". La Biblia no se puede leer solamente con criterios positivistas. El criterio decisivo es la unidad de la verdad entre la Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio. Sólo así se puede captar el "sentido pleno" de la Escritura (n.55, p. 87). Existe también una cierta desconfianza hacia la teología especulativa que revela una desconfianza más profunda hacia la razón. Hoy la "la fe se hace abogada convencida y convincente de la razón" (n.56).

La Iglesia ha apoyado siempre el desarrollo de la filosofía. Lo hizo de forma decisiva el Papa León XIII con su Encíclica Aeterni Patris (4 de agosto de 1879). Impulso la renovación del estudio de la doctrina de Sto. Tomás de Aquino. Luego han aparecido diversas manifestaciones de "la gran tradición del pensamiento cristiano en la unidad de la fe y la razón" (n.59). El Papa no nombra a nadie, parece que alude a Max Weber, Blondel, etc.

En el momento presente el Papa presenta los textos antropológicos de Gaudium et Spes, en sus intervenciones acerca de la doctrina de Sto. Tomás. Reafirma "el carácter fundamental e imprescindible de la filosofía en los estudios teológicos y en la formación de los candidatos al sacerdocio" (n. 62). Por eso pretende "algunos principios y puntos de referencia" que le parecen necesarios para asegurar una relación armoniosa entre teología y filosofía.

 

CAP. VI: INTERACCIÓN ENTRE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA

Hay puntos en los que a la teología le resulta necesario recurrir al pensamiento filosófico. La teología como auditus fidei recibe de la filosofía lo concerniente a la posibilidad del conocimiento, de la comunicación interpersonal y la estructura del lenguaje. Ofrece también posibilidades de comprensión de los conceptos utilizados anteriormente por la Teología y por el mismo Magisterio.

Como intellectus fidei la filosofía ofrece la comprensión de las afirmaciones de la revelación como instrumentos de salvación. La teología especulativa se ve ayudada por la filosofía al analizar el lenguaje sobre Dios, las relaciones trinitarias, la relación entre Dios y el hombre, la unidad de Cristo, los conceptos de conciencia moral, libertad, responsabilidad personal, etc. Implica una filosofía del hombre, del mundo y hasta del ser (n.66).

La teología fundamental necesita recurrir a la filosofía para fundamentar la cognoscibilidad de Dios, la credibilidad de la revelación, la gratuidad de la fe, etc. Así la fe que como don de Dios no se puede fundar en la razón, tampoco puede prescindir de ella (n. 68). Algunos prefieren acudir a las ciencias humanas o sociales. Todo es útil. Pero hay que tener en cuenta que la teología recibe ayuda sólo de la verdad y no de las meras opiniones humanas.

ESPECIAL ATENCIÓN MERECE LA RELACIÓN DE LA FE CON LAS CULTURAS. Uno de los problemas principales en la misión de la Iglesia para el siglo XXI. La universalidad de la fe presupone una cierta universalidad del conocimiento del hombre en todas las culturas. Esta universalidad funda la posibilidad de relación de la fe con todas ellas y de todas ellas entre sí. Cristo derribó los muros de la división. El contacto de las culturas con la fe suscita una realidad nueva. Somos hijos y padres de nuestras culturas. Toda cultura, como obra del hombre, lleva dentro la tendencia hacia la plenitud que sólo consigue mediante su encuentro con la fe. Los cristianos aportan a la cultura universalidad y transcendencia. Ninguna cultura puede ser criterio último para juzgar la revelación de Dios ni la verdad de la fe (n.71).

Hoy la Iglesia encuentra problemas parecidos a los que encontró desde Pentecostés. El Papa menciona la relación con las culturas de Oriente, de la India, China, Japón, Africa. Hay que evitar la idolización de una cultura que se encierra en sus caracteres específicos. Se impone el criterio de la circularidad: de la Palabra divina, mediante una mejor comprensión, de nuevo a las verdades de la fe. Tenemos grandes maestros en esta función (n. 74): Newman, Rosmini, Maritain, Gilson, Edith Stein y algunos orientales. (Ningún español).

Hay distintas situaciones de la filosofía:

  1. Filosofía independiente de la revelación pero abierta a la transcendencia; el Papa señala el peligro de la "filosofía separada" que reivindica una falsa autonomía y suficiencia del pensamiento racional.

  2. Filosofía cristiana, no simplemente hecha por cristianos, sino positivamente enriquecida por la fe cristiana; tanto en el aspecto subjetivo como en los contenidos objetivos ofrecidos por la fe, como el concepto de Dios personal, libre y creador, el concepto de persona, libertad, justicia y pecado, igualdad y dignidad de los hombres, la historia y el concepto de filosofía de la historia, etc.

  3. Filosofías crecidas al servicio de la teología, sin alterar su naturaleza propia; estas filosofías están más cercanas a la fe y por eso mismo deben aceptar de buen grado la vigilancia del magisterio, deben servir como mediadoras entre la teología y las culturas. "La profundidad y autenticidad se favorece cuando está unida al pensamiento y no renuncia a él" (n.79).

 

VIII. TAREAS DEL INTELECTUAL CRISTIANO

CAP. VII: EXIGENCIAS Y COMETIDOS ACTUALES

La Escritura enseña una serie de cosas de gran valor filosófico, la soberanía de Dios, la finitud de todo lo demás. Solo Dios es absoluto. Cualquier concepción que intente subordinar la realidad de Dios a la autonomía del hombre tiene consecuencias dramáticas. El misterio de la Encarnación ilumina todo el itinerario de la historia y del pensamiento humano. En el misterio del Verbo encarnado se respeta la verdad de la naturaleza divina y de la naturaleza humana.

Esta visión ofrece ayuda para superar el problema capital del pensamiento contemporáneo que es la "crisis del sentido". La fragmentación del pensamiento y del saber, la pluralidad de teorías, conduce fácilmente al relativismo y al escepticismo radical. Son manifestaciones del moderno nihilismo. Se busca la solución en el pragmatismo del pensamiento. Interesa la utilidad de las teorías no su verdad. Se pierde la dimensión sapiencial.

En lo referente a la interpretación de las fuentes. Hay que verificar y defender la capacidad del hombre de llegar al conocimiento de la verdad (n. 82). La filosofía fenoménica o relativista cierra el camino del hombre hacia Dios. Por eso hay que afirmar la necesidad de una filosofía con alcance auténticamente metafísico, que pueda llegar a percibir algo absoluto, último, fundamental. El Papa relaciona la metafísica con la antropología. La persona es el lugar privilegiado para el encuentro con el ser. Hoy hay que aprender a pasar del fenómeno al fundamento (n.83).

En lo referente a los conocimientos objetivos. Los cristianos tienen que defender las verdaderas dimensiones del pensamiento humano. Para ello hay que saber combinar continuidad del pensamiento con creatividad. En concreto hay que evitar el eclecticismo, el historicismo, el modernismo o actualismo, que sustituye la verdad por la actualidad, el cientifismo. Decir todo esto no es muestra de intolerancia, sino condición para el diálogo sincero y el progreso conjunto en la verdad.

La Teología y la comprensión de la revelación necesitan este sentido de la continuidad, necesaria en una verdadera comprensión de la historia. Supone reconocer que a través de lo contingente llegamos a verdades absolutas y estables. Así podemos comprender la perenne validez de las definiciones dogmáticas. Si no hubiera conceptos con valor universal y permanente no podríamos comunicarnos por encima del tiempo y del espacio (nn. 96 y 97).

El intellectus fideli obliga a superar el funcionalismo y el pragmatismo de la teología. Desde este punto de vista el Papa rechaza la cristología "desde abajo" y la eclesiología desde la sociología. Hace falta recurrir a la filosofía del ser y de la metafísica como preparación para el acceso al misterio de Cristo y de la Iglesia.

Algo parecido ocurre en el campo de la teología moral, tal como ha querido explicarlo en Veritatis splendor. Son dos encíclicas muy relacionadas entre sí. La labor teológica de la Iglesia está al servicio de la comprensión de la fe y de la conversión a Dios. Por eso tiene una estrecha relación con la catequesis (n.99). También ella presupone cuanto hemos dicho. La catequesis tiene que transmitir no un conjunto de verdades conceptuales sino el misterio del Dios vivo.

  1. defender la capacidad de conocimiento objetivo y real

  2. desarrollar el pensamiento gratuito, contemplativo, sapiencial

  3. buscar el sentido de la existencia

  4. desautorizar el relativismo, el pesimismo, el nihilismo, la cultura del miedo

  5. fundamentar la verdad y la utilidad del reconocimiento de Dios

  6. fundamentar la humanidad y fuerza humanizadora de la fe en Dios

  7. descubrir la humanidad de la ley de Dios, de la ley nueva en el mandamiento del amor

 

CONCLUSIÓN

Ha querido subrayar el valor que tiene la filosofía para la comprensión de la fe. La fe y la filosofía se ayudan mutuamente, como instancia crítica y como estímulo permanente y universal. La teología debe recuperar su relación con la teología y ésta con la teología. Sin miedo. Será para bien de las dos.

Gracias a la mediación de una filosofía hecha sabiduría el hombre llegará a comprender que aceptado la revelación y la gracia de Dios llega a ser más hombre (n.102).El pensamiento filosófico es con frecuencia el único terreno en el que podemos mantener el diálogo con quienes no comparten nuestra fe (n. 104). Por aquí está el verdadero camino para lograr una ética a la vez verdadera y planetaria.

Termina exhortando a los teólogos, a los responsables de la formación de los candidatos al sacerdocio, a los filósofos y profesores de filosofía, a los científicos. Sus últimas palabras son una invocación a la que es Trono de la Sabiduría. Como María no perdió nada de su verdadera humanidad dando el sí a Dios, así la filosofía no pierde nada de su autenticidad humana y racional cuando acoge las exigencias que le vienen del Evangelio.

 

Fernando Sebastián Aguilar
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela