LA FE: ¿CONOCIMlENTO O SENSACIÓN DE DIOS?

En el capítulo anterior hemos afirmado que el hombre está hecho para la relación con Dios Con otras palabras: Está hecho para la fe. Pero, ¿qué es la fe? Los catecismos que estudiaron nuestros padres tenían una parte titulada "las verdades que debemos creer"; y, de hecho, la mayoría de los cristianos conciben la fe como el asentimiento intelectual a determinados dogmas. La estructuración de tales catecismos como un catálogo de preguntas con sus correspondientes respuestas "ortodoxas", parece incluso un intento de medir cuánto se cree. Pero todo eso significa ignorar lo que es la fe. San Anselmo hablaba de una fe que todavía "no conoce" 1.

Sé de quién me he fiado Cuando al pueblo elegido se le preguntaba por su fe no se le ocurría responder con una serie de enunciados sobre Dios, el mundo y los hombres. Su respuesta era más bien relatar una historia y confesar que a lo largo de ella había palpado la presencia de Dios:

"Mi padre era un arameo errante ... Los egipcios nos maltrataron y nos humillaron, y nos impusieron dura esclavitud (...) y el Señor escuchó nuestra voz (...) El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte (...) y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel" (Dt 26, 5-9).

Llega al extremo de que en hebreo ni siquiera hay una palabra que signifique lo mismo que nuestro "creer". El Antiguo Testamento utiliza generalmente el verbo 'aman, que significa "apoyarse en quien está firme". Por eso Isaías afirma: "Si no creéis, no estaréis firmes" (Is 7, 9). Creer es decir "amén" a Dios, fundar la existencia solamente sobre él, y es, por tanto, una actitud que incluye sentimientos de fidelidad personal, entrega absoluta, confianza osada, paciencia que nunca desespera... Esos son los rasgos que el autor de la Carta a los Hebreos destaca en los grandes testigos de la fe veterotestamentaria:

"Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber adónde iba Por la fe, (Moisés) salió de Egipto sin temer la ira del Rey; se mantuvo firme como si viera al Invisible.. . Por la fe soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones, apedreados, torturados, aserrados (...) hombres de los que no era digno el mundo" (Heb 11).

Nada tiene de particular que, recordando la confianza plena de Jesús en su "papá" (Abbá), sea designado como "el que inicia y consuma la fe" (Heb 12, 2). La fe es el resultado de un encuentro entre dos personas (el hombre y Dios), parecido -como nos dirá el profeta Oseas- a la relación matrimonial. San Pablo lo expresa maravillosamente cuando escribe: "Sé de quién me he fiado" (2 Tim 1, 12).

Por lo tanto, nadie puede tener fe por nosotros. Todo es diferente en la técnica. Basta, por ejemplo, que un científico, después de pacientes experimentos, descubra el antídoto contra una enfermedad para que todos los médicos del mundo se beneficien de esos resultados sin necesidad de que cada uno repita personalmente todo el proceso de la investigación. En el campo de la técnica podríamos dar la razón a Unamuno cuando dice: "Que inventen ellos." 8

Pero si la fe es, antes que nada, un encuentro con Dios, nadie puede ahorrarme mi propio encuentro personal. Los Santos Padres, cuando hablaban del conocimiento de Dios, solían emplear una expresión llamativa: "Sensación de Dios".

En una situación de cristianismo nacional, donde, teóricamente al menos, todos tienen fe, nunca se sabe si la tiene alguien de verdad, es decir, si se tiene fe en Dios o en quienes nos hablaron de él. Para los hombres nacidos en un ambiente cristiano, la fe consistirá en dejar de creer en sus maestros religiosos para creer directamente en Dios, igual que cuando los habitantes de aquella aldea samaritana pudieron decir a la mujer que les habló de Jesús: "Ya no creemos por lo que tú cuentas; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es realmente el Salvador del mundo" (/Jn/04/42).

De la fe a las creencias

FE/CREENCIAS: A nosotros nos dijo Jesús que nadie "enciende un candil para meterlo debaJo del perol" (Mt 5, 15), y por eso necesitamos contar a los demás la Buena Noticia de que hemos encontrado al Salvador del mundo. San Pedro decía a los cristianos que deben estar "dispuestos siempre a dar razón de su esperanza al que les pida una explicación" (1 Pe 3, 15). Y eso intentan las formulaciones de la fe. El "creo en Ti", se completa con el "creo que".

Ahora sí que hemos llegado a las verdades de la fe de los viejos catecismos. Las llamaremos creencias para distinguirlas de la fe misma que es ese encuentro amoroso con Dios. Y dejaremos bien claro que de nada sirven las creencias sin la fe. Sería como un paquete primoroso... que no envuelve nada. Santo Tomás de Aquino fue muy lúcido:

"Puesto que el que cree asiente a las palabras de otro, parece que aquel en cuya aserción se cree es como lo principal y como fin en toda fe; y, en cambio, secundarias aquellas verdades a las que uno asiente creyendo a otro." 4

Por otra parte, cuando intentamos expresar la fe en creencias, acabamos constatando, como el hijo de Sirah, que nunca logramos hablar convenientemente de Dios: "Siempre estará más alto" (Sir 43, 27-31). "Dios es más grande que nuestro corazón" (1 Jn 3, 20). Es como si intentáramos explicar a un ciego de nacimiento cómo es el color rojo. ¿Qué le diríamos? ¿Que es el color de la sangre? El nunca ha visto la sangre... ¿Que es el color que expresa la lucha, la energía...? Es inútil. Cuando el ciego creyera haber comprendido lo que es el color rojo tendríamos que decirle: Desgraciadamente, no es nada de lo que tú crees haber entendido: es "otra cosa".

Algo así nos ocurre con respecto a Dios. Ya Jenófanes hizo notar la dificultad de hablar del "totalmente otro":

"Los etíopes dicen que sus dioses son de nariz chata y negros; los tracios, que tienen ojos azules y pelo rojizo (...) Si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y pudieron dibujar con ellas y realizar obras como los hombres, dibujarían los aspectos de los dioses y harían sus cuerpos, los caballos semejantes a los caballos, los bueyes a los bueyes, tal como si tuvieran la figura correspondiente a cada uno." 5

Consciente de ello, san Agustín decía: "¿Crees saber qué es Dios? ¿Crees saber cómo es Dios? No es nada de lo que te imaginas. nada de lo que abraza tu pensamiento." 6 Las "Florecillas de san Francisco" nos han transmitido una deliciosa anécdota:

"San Luis, Rey de Francia (. .) oyendo ]a grandísima fama de santidad de Fray Gil (...) deseó mucho verle (...) Avisó el portero a Fray Gil que un peregrino le llamaba y al mismo tiempo le fue revelado por Dios que era el Rey de Francia. Salió de la celda al instante, corrió con fervor a la portería, y aunque no se habían visto nunca. se arrodillaron sin más preámbulos, se abrazaron con grandísima devoción (...) y ninguno de los dos hablaba, sino que permanecían abrazados en silencio con aquellas demostraciones de caritativo amor. Después de estar largo tiempo de la manera referida, sin decir nada. se separaron el uno del otro (...)

-No os admiréis de esto, hermanos carísimos -explicó Fray Gil- porque ni yo a él ni él a mí nos podíamos decir palabra (...) mirándonos por disposición divina los corazones, conocíamos lo que nos queríamos decir mucho mejor y con más consuelo que si lo explicáramos con el habla, porque el lenguaje humano, por su deficiencia, no puede expresar con claridad las cosas secretas de Dios, y más hubiera servido de desconsuelo que de satisfacción" 7.

Parece como si Fray Gil se hubiera adelantado siete siglos a la famosa afirmación de Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse." 8. Pero el silencio es ambiguo. También calla sobre Dios el agnóstico y el ateo, nada más que por una razón muy diferente a la de Fray Gil. Por eso conviene que hablemos de Dios, aunque para hacerlo tengamos que destrozar el lenguaje, como san Agustín en una famosa oración:

"Eres nunca nuevo y nunca viejo (...), siempre obrando y siempre en reposo; siempre recogiendo y nunca necesitado (...) siempre buscando y nunca falto de nada (..) Amas y no sientes pasión; tienes celos y estás seguro; te arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás tranquilo." 9

Tal recurso a la paradoja no nace del capricho de dificultar la comprensión del creyente, sino que, con su misma apariencia de contradicción interna, constituye el único modo de poder atisbar algo de Dios. Diríamos que, lo mismo que la brújula busca siempre el polo y cuando la colocamos en la zona polar gira locamente, así también la razón humana apunta nerviosa, antinómicamente, cuando se la coloca en su "norte", que es Dios.

Crisis de fe

Quizá a la luz de lo anterior podremos reinterpretar lo que suelen llamarse "dudas de fe" y que, en realidad, son más bien "dificultades de creencias", dificultades con nuestras ideas sobre Dios. Nunca son peligrosas para quien tiene una experiencia personal de Dios, un trato amoroso con él. Como dijo el Cardenal Newman, "diez mil dificultades no hacen una duda" 10.

A veces la fe se.vive entusiásticamente: La persona de Cristo y su causa nos conmueven tiernamente. Pero otras veces, en cambio, todo es frialdad y sentimiento de la lejanía de Dios. No hay ningún místico que no se haya quejado alguna vez de haber sido abandonado por Dios. El gran maestro de tal experiencia es san Juan de la Cruz, que incluso le dio nombre inmortal: La Noche Oscura 11.

D/SILENCIO: Quizá uno de los rasgos de nuestro tiempo sea la generalización de la noche oscura. Pero eso más debe esperanzarnos que deprimirnos: La Noche Oscura es una oportunidad para conocer mejor a Dios; acaba siendo siempre una purificación de nuestros pequeños "dioses de bolsillo", esos que Jenófanes advertía que hemos hecho a nuestra imagen y semejanza. El silencio de Dios señala la muerte de una imagen concreta de Dios, demasiado pobre, que nos habíamos fabricado y que, ante una situación nueva, no responde a nuestras expectativas, nos defrauda. El carácter chino que significa "crisis" resulta de la combinación del signo que dice "peligro" y del que simboliza "oportunidad". También la crisis de fe es a la vez peligro de rechazar a Dios, confundiéndolo con la imagen que rechazamos, y oportunidad de acercarnos más a él accediendo a una imagen nueva que sustituya a la antigua que se ha revelado defectuosa. Es la convicción de ·Tolstoi:

"Si te viene la idea de que es falso todo lo que pensabas sobre Dios y de que no hay Dios, no te asustes por eso. A muchos les sucede así. Si un salvaje deja de creer en su dios de madera, no es porque no haya Dios, sino porque el verdadero Dios no es de madera."

A veces -y basta repasar la vida de los místicos- la noche oscura dura años; siempre confiando en que volverá a llegar la luz y experimentando en carne propia lo de que la fe es la capacidad para soportar las dudas, a veces terribles. Ya decía santo Tomás de Aquino que la fe es "menos cierta" que el conocimiento porque las verdades de la fe "trascienden el entendimiento del hombre" ". A Santa Teresa del Niño Jesús, en su lecho de muerte, le venían estos pensamientos: "La muerte te dará no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada." Y añadía:

"Debe pareceros un alma llena de consuelos, para quien casi se ha rasgado el velo de la fe. Y sin embargo., esto no es ya un velo para mí, es un muro que se alza hasta el cielo (...) canto simplemente lo que QUIER0 CREER " 13

Para este estado de ánimo sigue siendo insuperable la norma de san Ignacio de Loyola: "En tiempo de desolación nunca hacer mudanza," 14

Sin embargo, después de salir de la "noche oscura", el creyente siente que ha descubierto a Dios de una manera nueva. Puede decir como Job: "Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos" Job 42, 5)

La oportunidad que nos brindan las dudas de fe nos permite sacar una conclusión: Si hubo un tiempo en que nos acusábamos de "tener dudas de fe", hoy más bien deberíamos buscarlas a propósito, como la única manera de ir pasando del dios de madera al Dios de verdad. Santo Tomás de Aquino decía:

"Es necesario que aquel que quiera conocer cualquier verdad, conozca todas las dudas y dificultades que existan contra aquella verdad, porque en la solución de aquellas dudas se encuentra la verdad. Así que para saber verdaderamente ayudan mucho las razones de las tesis contrarias." 15

Decimos "ir pasando al Dios de verdad", y no "llegar", porque, como gustaban decir los teólogos medievales, "Dios es siempre mayor". San Gregorio de Nisa extiende esta inaccesibilidad de Dios incluso a la visión beatifica: "La verdadera visión de Dios consiste en esto: que aquel que levante los ojos a Dios no deja nunca de desearlo..., porque su ser es inaccesible."

"Busquemos, pues, como si hubiéramos de encontrar, y encontremos con el afán de seguir buscando." 17

Toda idea hacia Dios, si pretendemos convertirla en una idea de Dios, se vuelve mentirosa. La idea se convierte en un ídolo. Todo el rigor de la prohibición de Ex 20, 4 está justificado: "No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo." Junto a la idolatría plástica hay otra (no menos grave) mental, que consiste en rendir culto no a Dios, sino a los conceptos teológicos. Con más motivo que una fórmula química no es adecuada representación de un fenómeno vivo, debemos decir que la fórmula de un misterio no es el misterio mismo. Por eso es profundo el consejo que Herrmann Friedrich Kohlbrügg daba a su discípulo Wichelhaus: "Que no se entere tu camisa de que te tienes por un teólogo." "Pessimum miraculum", decía san Buenaventura de una teología que quiere "entender" demasiado: "El vino se transforma en agua." 18

La fe del carbonero

Semejantes afirmaciones podrían sugerir a no pocos enemigos de la inteligencia que la teología es perjudicial o, en el mejor de los casos, innecesaria. Entre tales personas prosperó y fue ensalzada la "fe del carbonero". No sin perplejidad nos enteramos de que Clemente XI condenó el 8 de septiembre de 1713 estas dos proposiciones de Pascasio Quesnel "como falsas, capciosas. malsonantes, ofensivas a los oídos piadosos, escandalosas, perniciosas, temerarias (...) sediciosas, impías, blasfemas, etc.":

-"Útil y necesario es en todo tiempo, en todo lugar y a todo género de personas estudiar y conocer el espíritu, la piedad y los misterios de la Sagrada Escritura." -"La lectura de la Sagrada Escritura es para todos" 19

Y Melchor Cano, en el informe que dio a la Inquisición para que se condenara el Catecismo de Carranza, afirma que es "absolutamente condenable la pretensión de dar a los fieles una instrucción religiosa que sólo conviene a los sacerdotes" y "poner en romance tanta teología" 20.

De la fe del carbonero es un ejemplo notorio aquel sorprendente diálogo del Catecismo de Astete:

P.-Además del Credo y los Artículos (de la la fe), creéis otras cosas?

R.-Sí, padre; todo lo que está en la Sagrada Escritura y cuanto Dios tiene revelado a su Iglesia.

P.-¿Qué cosas son éstas?

R.-Eso no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo sabrán responder.

P.-Bien decís: que a los doctores conviene, y no a vosotros, dar cuenta por extenso de las cosas de la fe: a vosotros bástaos dar la de los Artículos, como se contienen en el Credo." 21

Eso es lo que Fray Luis de Granada -en un libro que en la España de 1560 "las niñas del cántaro lo traían bajo el brazo y las fruteras y verduleras lo leían cuando vendían y pesaban la fruta" 22- llamaba irónicamente "creer a bulto y a carga cerrada lo que sostiene la Iglesia" 23.

La Iglesia siempre ha afirmado, y Trento lo proclamó solemnemente, que "la fe es el principio de la salvación humana, el fundamento y raíz de toda justificación" 24, Pero pretender que una fe que ni siquiera sabe lo que cree pueda salvarme, ronda la magia.

Difícilmente podrá atribuirse alguna eficacia histórica a una fe tal. Nosotros pensamos que la "fe del carbonero" sólo es buena para el "carbonero", o sea, para aquel que no puede tener otra. Afortunadamente siempre hubo en la Iglesia una "fides quaerens intellectum", una fe que busca entender. Santo Tomás de Aquino escribió:

"Si resolvemos los problemas de la fe sólo por el camino de la autoridad, poseeremos ciertamente la verdad, pero en una cabeza vacía." 25

La fe libera, las creencias atan

Pensamos que la distinción hecha aquí entre fe y creencias puede iluminar a muchos hombres que quizá hasta hoy se han creído heterodoxos e incluso llegaron a dudar de su fe. Hombres, por ejemplo, como Unamuno que en su "diario íntimo" escribió:

"Perdí mi fe pensando en los dogmas, en los misterios en cuanto dogmas; la recobro meditando en los misterios; en los dogmas en cuanto misterios". 26

Este tipo de personas tienen derecho a ocupar un puesto dentro de la Iglesia. Y los demás cristianos, los que no tienen dudas (¿existirá alguno?), tienen obligación de reconocerles como tales. También la distinción entre fe y creencias tiene una importancia muy grande para el ecumenismo. Puesto que la Iglesia es una comunidad de fe, y no de doctrina, no existe fundamento suficiente para que la diversidad de opiniones sobre las cuestiones doctrinales haga imposible la unidad en la fe y en el Espíritu. El talante dogmático es el culpable de la mayoría de las rupturas de la historia cristiana.

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1 SAN ANSELMO, Proslogio, cap. 1; en Obras completas, BAC, t. 2, Madrid, 1952, p. 366: "No busco comprender para creer, sino que creo para llegar a comprender. Creo, en efecto, porque si no creyera, no llegaría a comprender."

3 MIGUEL DE UNAMUNO Del sentimiento trágico de la vida, en Obras completas, Escélicer Madrid, 1966, t. 7, p. 288.

4 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma teológica, 2-2, q. 1, 1, a 1; BAC, t. 7, Madrid, 1959, p. 402.

5 JENÓFANES DE COLÓN (siglo VI a. C.). Fragmentos 502 (21 B 15) y 503 (21 B 16); en Los filósofos presocráticos, Gredos. Madrid. t 1, 1978, pp. 294-295.

6 SAN AGUSTÍN, Contra Adimantum, 2.

7 ANÓNIMO. Florecillas de san Francisco de Asís, parte 1ª cap. 33; en Escritos y biografías de san Francisco de Asís, BAC. Madrid, 6ª ed.. 1975, pp. 140-141.

8 LUDWIG WlTTGENSTEIN, Tractatus logico-philosophicus. Alianza, Madrid, 1973, p. 203.

9 SAN AGUSTÍN, Las confesiones, lib. 1, cap. 4, núm. 4; en Obras de san Agustín, BAC, t. 2, Madrid, 5ª ed., 1968, p. 76. Véase un texto similar: "A Dios le hemos de concebir como un ser bueno sin cualidad, grande sin cantidad, creador sin indigencias, presente sin ubicación, que abarca, sin ceñir, todas las cosas; omnipresente sin lugar, eterno sin tiempo, inmutable y autor de todos los cambios, sin un átomo de pasividad. Quien así discurra de Dios, aunque no llegue a conocer lo que es, evita, sin embargo. con piadosa diligencia y en cuanto es posible, pensar de El lo que no es" (SAN AGUSTÍN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, lib. 5. cap. 1, núm. 2; BAC, t. 5, Madrid, 3ª ed., 1968, p. 325).

10 JOHN HENRY NEWMAN, Apología pro vita sua . BAC, Madrid 1977, p. 187.

11 SAN JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, en Vida y obras de san Juan de la Cruz, BAC, Madrid, 8ª ed., 1974, pp. 618-698.

12 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, 2-2, q. 4, a. 8; BAC, t. 7, Madrid, 1959, p. 256.

13 SANTA TERESA DE LISIEUX, Historia de un alma, cap. 10; en Obras completas, Monte Carmelo. Burgos, 1975, pp. 340-342.

14 SAN IGNACIO DE LOYOLA, Exercicios spirituales, núm 318 en Obras completas, BAC, Madrid, 2ª ed., 1963, p. 264.

15 SANTO TOMAS DE AQUINO, I de coelo, lib 22, núm. 2.

16 SAN GREGORIO DE NISA, Sobre la vlda de Molsés, 2, 233-235; Ed. du Cerf, París, 1955, p. 107.

17 SAN AGUSTÍN, Tratado sobre la Santísima Trinidad, lib. 9. cap. 1. a. 1; en Obras de san Agustín, BAC, Madrid, 3ª ed., 1968, p. 438.

18 SAN BUENAVENTURA, Colaciones sobre el Hexaemeron, co!. 19. núm. 14; en Obras completas, BAC, Madrid, 3ª ed., 1972, t. 3, p. 488.

19 DZ 2479 y 2480 (1429 y 1430)

20 BARTOLOMÉ CARRANZA DE MIRANDA. Comentarios sobre el catechismo christiano. BAC, Madrid, 1972, t. 1, pp 75-78

21 GASPAR ASTETE, Catecismo de la doctrina cristiana, Hernando, Madrid, 1953, pp. 16-17.

22 Historia del Colegio de San Gregorio de Valladolid ms. conservado en el Archivo de la Diputación Provincial de Valladolid.

23 FRAY LUIS DF GRANADA, Libro de la oración y meditación, prólogo, en Obras del V. P. M. Fray Luis de Granada. Vda. de Ibarra, Hijos y Compañía, Madrid, 1788, t. 2, pp. XVII-XVIII.

24 Dz 1532 (801)

25 SANTO TOMAS DE AQUINO. Quodlibet 4 a. 18.

26 MIGUEL DE UNAMUNO, Diario íntimo, cuaderno 4; en Obras completas Escélicer, Madrid, t. 8, 1966, p. 865.

LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL
ESTA ES NUESTRA FE
TEOLOGIA PARA UNIVERSITARIOS
Sal Terrae, Santander-1985, págs. 120-133