Jose Vaquero
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Esopo habla al siglo XXI: Los ríos y el mar

Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable

En esta nueva ‘fábula fabulosa’, Esopo nos recuerda que, “en este mundo tan tolerante y respetuoso, olvidamos fácilmente los altos principios”, y tendemos a culpar al otro de nuestros propios problemas y errores.

 

Sin embargo, con Los ríos y el mar, el autor nos recomienda que “antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable”.

 

 

Los ríos y el mar

 

“Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:

 

-¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable haces tal trabajo que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?

 

El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:

 

- Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas”.

 

 

 

Mi apreciado Esopo: ¡Qué buen psicólogo eres! Un día de éstos te organizaré una cita con Freud, Jung, Frankl, o con alguno de estos psicólogos modernos especializados en libros de autoayuda, automotivación, auto…

 

En estos tiempos de crisis automovilística, creo que estos “autos” siguen subiendo en el ranking de ventas.

 

Los ríos, orgullosos de su trabajo dulcificador, culpan y condenan al mar por destruir su agua. ¡Pobre chico, él que es tan salado y tan majo! Desde tierra, me pregunto: ¿obra mal el mar? ¿Tienen razón los ríos al protestarle?

 

En este mundo tan tolerante y respetuoso, olvidamos fácilmente estos altos principios, y ante lo que juzgamos, personal y subjetivamente, un problema, culpamos irrespetuosamente al otro: al jefe del trabajo, al encargado, a los políticos, a los obispos y curas, a los jueces, al Estado, a la educación que me impusieron, y una lista interminable de etcéteras.

 

Olvidamos, por ejemplo, que si no fuese por lo salado del mar nos quedaríamos sin muchos sabrosos pescados (de agua salada), y que durante muchos siglos, gracias a la sal, un pequeño frigorífico natural, la comida se conservaba un poquito más.

 

Creo que ahorraríamos preocupaciones y problemas, amén de gastos innecesarios, si escuchásemos tu conclusión: Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.