Mal
EnciCato
Puede describirse al mal, en sentido extenso, como la suma total de la oposición
existente, contra los deseos y necesidades individuales, que la experiencia
muestra en el universo, de donde surgen, entre los seres humanos al menos, los
sufrimientos que abundan en la vida. De esta manera el mal, desde el punto de
vista del bien humano, es lo que no ha de existir. A pesar de eso, no hay parte
de la vida humana en la que no se sienta su presencia y la discrepancia entre lo
que es y lo que ha de ser, siempre ha requerido explicar la consideración que el
género humano ha intentado dar a él y a su entorno. Para este propósito es
necesario (1) definir la precisa naturaleza del principio que imparte el
carácter de mal, a tan gran variedad de circunstancias y (2) determinar, hasta
donde pueda ser posible, el origen, del cual surge.
Con respecto a la naturaleza del mal, debe observarse que es de tres tipos:
físico, moral, y metafísico. El mal físico comprende todo aquello que causa daño
al hombre, lesión corporal, frustración de sus deseos naturales, impedimento del
pleno desarrollo de sus poderes, sea en el orden de la naturaleza, directamente,
o a través de las variadas condiciones sociales, bajo las que la humanidad
existe naturalmente. Males físicos directamente debidos a la naturaleza son: la
enfermedad, un accidente, la muerte, etc. La pobreza, la opresión y algunas
formas de enfermedad son casos de mal, que surgen de la imperfecta organización
social. El padecimiento mental, como la ansiedad, la desilusión, el
remordimiento y la limitación de la inteligencia, que impiden a los seres
humanos alcanzar la total comprensión de su medio ambiente, son formas
congénitas de mal y cada una varía en carácter y grado, según la propia
inclinación natural y las circunstancias sociales.
Por mal moral se entiende la desviación de la voluntad humana de las reglas del
orden moral y la acción que resulta de esa desviación. Tal acción, cuando
proceda exclusivamente de la ignorancia, no será clasificada como mal moral, que
esta restringido propiamente a los actos de la voluntad, hacia los fines que la
conciencia rechaza. La extensión de mal moral no se limita a las circunstancias
de la vida en el orden natural, sino también incluye la esfera de la religión
por la que el bienestar del hombre es afectado en el orden sobrenatural, y los
preceptos que, como dependientes finalmente de la voluntad de Dios, son las
obligaciones más estrictas posibles. (ver PECADO). La obligación para la acción
moral en el orden natural, por otra parte, es generalmente entendida, como
dependiente de razones suministradas por la religión y es por lo menos dudoso,
si posible, para la obligación moral, existir del todo separada de una sanción
sobrenatural.
El mal metafísico es la limitación de una o de varias partes componentes del
mundo natural. A través de esta mutua limitación se impide, a la mayor parte de
los objetos naturales, lograr su completa o ideal perfección, sea por constante
presión de la condición física o por catástrofes inesperadas. Así, los
organismos animales o vegetales son influenciados diversamente por el clima y
otras causas naturales. Los animales depredadores dependen para su existencia de
la destrucción de la vida. La naturaleza está sujeta a tempestades y
convulsiones y su orden depende de un perpetuo sistema de decadencia y
renovación, debido a la interacción de sus partes constitutivas. Si el
sufrimiento de los animales se excluye, ningún dolor de cualquier tipo es
causado por las limitaciones inevitables de naturaleza y solo puede llamarse mal
por analogía y con un sentido bastante diferente al que se aplica al término, en
la experiencia humana. Clarke, por otra parte, ha observado acertadamente
(Correspondencia con Leibniz, carta II) que el desorden aparente de naturaleza,
realmente, no es desorden, sino parte de un esquema definido, que cumple,
precisamente, la intención del Creador, puede considerarse, por lo tanto, como
una perfección relativa, en lugar de una imperfección.
Es, de hecho, sólo por transferencia a los objetos irracionales de los ideales
subjetivos y aspiraciones de la inteligencia humana, que el "mal de la
naturaleza" pueda llamarse mal, en cualquier sentido, excepto en uno meramente
análogo. La naturaleza y el grado de dolor en los animales más inferiores son
muy vagos y en la necesaria ausencia de datos es difícil decir si deben
clasificarse, correctamente, con el mal meramente formal que pertenece a los
objetos inanimados o con el sufrimiento de los seres humanos. Esta
consideración, generalmente fue sostenida en tiempos antiguos y puede referirse,
quizás, a la tendencia antropomórfica de mentes primitivas que aparecen en la
doctrina de la metempsicosis. Así, a menudo se ha supuesto, que el sufrimiento
animal, junto con muchas de las imperfecciones de naturaleza inanimada, era
debido a la caída de hombre, cuyo bienestar como parte principal de la creación,
estuvo limitado a las suertes del resto (ver Theoph. Antioch., Ad Autolyc., II;
cf. Gen. 3, y I Cor.9). La consideración opuesta es tomada por Santo Tomás (I,
Q. xcvi, a. 1,2).
Descartes supuso que los animales eran solo máquinas, sin sensación o conciencia
y fue seguido estrechamente por Malebranche y los cartesianos en general.
Leibniz admite la sensación en los animales, pero la considera un simple sentido
perceptivo, que desprovisto de reflexión, no puede causar dolor o placer, en
todo caso sostiene, el dolor y el placer de los animales es comparable en grado
a aquellos, resultantes del mecanismo reflejo en el hombre (también ver Maher,
Psicología, Supp't. A, Londres, 1903). Es de nuevo evidente, que todo el mal es
esencialmente negativo y no positivo; es decir que no consiste en la
adquisición, sino en la pérdida o privación de algo necesario para la
perfección. El dolor, que es la prueba o criterio del mal físico tiene algo
positivo en verdad: la existencia puramente subjetiva como sensación o emoción;
pero su mala cualidad, es el efecto perturbador en la víctima.
Tal como comportamiento, la acción perversa de la voluntad de la que depende el
mal moral, es más que una mera negación de la acción correcta, implica cuando se
realiza, el elemento positivo de opción. Pero el carácter moralmente malo de la
acción equivocada, no está constituido por el elemento de opción, sino por el
rechazo de aquello que demanda la correcta razón. Así Orígenes (En Juan 2, 7)
define al mal como stéresis; el Pseudo-Dionisio (De. Div. Nom. iv) como el
no-existente; Maimonides (Dux perplex. iii, 10) como "privato boni alicujus";
Alberto Magno (adoptando la frase de San Agustín) atribuye el mal a una "aliqua
causa deficiens" (Summa Theol., I, xi, 4); Schopenhauer, sostuvo que el dolor es
la condición positiva y normal de la vida (el placer, su parcial y temporal
ausencia), a pesar de esto, lo hizo depender del fracaso de deseo humano para
obtener un cumplimiento "el deseo es, en sí mismo, dolor". Así se comprenderá
que el mal no es una entidad real, es relativo.
Lo que es malo, en algunas relaciones, puede ser bueno en otras y probablemente,
ninguna forma de existencia es exclusivamente mala en todas las relaciones. Por
ende se ha pensado que no puede decirse que el mal, verdaderamente, existe en
absoluto, es realmente nada más que un "menos bien". Pero esta opinión, parece
omitir considerar la realidad de la experiencia humana. Aunque la misma causa
puede dar dolor a uno y placer a otro, dolor y placer, como sensaciones o ideas,
no pueden ser, sino mutuamente exclusivas. Nadie, sin embargo, ha intentado
negar este hecho tan obvio y la opinión en cuestión puede entenderse, quizás,
como una paradójica manera de expresar la relatividad del mal.
Hay, prácticamente, acuerdo general de autoridades sobre la naturaleza del mal.
Alguna concesión debe hacerse por los variados estilos de expresión, que
dependen de la correspondiente variedad de presuposiciones filosóficas. Pero en
la cuestión del origen de mal ha habido y hay, una considerable diversidad de
opinión. El problema es estrictamente metafísico, es decir que no puede ser
aclarado por un simple análisis experimental de las condiciones reales, de las
que el mal es el resultado. La pregunta que Schopenhauer ha llamado "el punctum
pruriens de metafísicas", no se preocupa tanto por las variadas y detalladas
manifestaciones del mal en la naturaleza, sino por la causa oculta y subyacente
que ha hecho a estas manifestaciones posibles o necesarias. Es al momento
evidente, que la pregunta en una región tan oscura debe ser atendida con gran
dificultad y que las conclusiones alcanzadas deban, en su mayor parte, ser de un
carácter tentativo y provisional. Ningún sistema filosófico ha tenido éxito,
escapando de la oscuridad en la que el tema está envuelto, pero no es demasiado
decir que la solución Cristiana ofrece en general, menos dificultades y se
aproxima, más que cualquier otro, a la perfección.
La cuestión puede formularse así. Admitiendo que el mal consiste en una cierta
relación del hombre a su ambiente, o que surge de la relación de las partes
componentes de la totalidad de la existencia de uno u otro, ¿cómo se llega a
que, aunque los resultados de un proceso cósmico universal sean todos
semejantes, esta obra universal está perpetuamente en guerra consigo misma,
contradiciendo y frustrando sus propios esfuerzos en la hostilidad mutua de su
progenie? Más allá, admitiendo que el mal metafísico en sí mismo pueda ser,
meramente, el método de la naturaleza significando solo una redistribución
continua de los elementos materiales del universo, el sufrimiento humano y la
maldad todavía aparecen como esencialmente opuestos al esquema general del
desarrollo natural y son difícilmente reconciliables con cualquier idea o
concepción de unidad o armonía en la naturaleza. ¿Para qué, entonces, el mal de
la vida humana, físico y moral, es atribuido como su causa? Pero, cuando el
universo es considerado como el trabajo de un Creador todo bondadoso y
todopoderoso, un nuevo elemento se agrega al problema.
¿Si Dios es todo bondadoso, por qué Él causó o permitió el sufrimiento? Si Él es
todopoderoso, no puede estar bajo ninguna necesidad de crearlo o permitirlo. Por
otro lado, si Él está bajo alguna necesidad semejante, no puede ser
todopoderoso. Además, si Dios es absolutamente bueno, y también omnipotente,
¿cómo puede permitir la existencia del mal moral? Tenemos que inquirir, de qué
modo el mal ha venido a existir, y cuál es su relación especial con el Creador
del universo. La solución del problema ha sido intentada a través de tres
métodos diferentes.
I. Se ha sostenido que la existencia es fundamentalmente mala. Que el mal es el
principio activo del universo y el bien nada más que una ilusión, una búsqueda
que sirve para inducir a la raza humana a perpetuar su propia existencia (vea
PESIMISMO). Éste es el dogma fundamental del Budismo (es decir) contemplar la
felicidad como inalcanzable y sostener que no hay manera de escapar de la
miseria sino dejando de existir de otra manera, en ese estado impersonal de
Nirvana. El origen de sufrimiento, según Buddha, es "la sed por ser. "Esta fue,
entre los filósofos griegos, también la visión de Hegesias el Cireneico (llamado
peisithánatos, el consultor de la muerte), quién consideraba a la vida como algo
insignificante y al placer como el único bien, por ser inalcanzable. Pero el
temple griego no estaba naturalmente inclinado a una visión pesimista de la
naturaleza y de la vida y mientras la mitología popular incluyó los aspectos más
oscuros de la existencia en concepciones tales como aquéllas del Destino, la
venganza de las Furias, y la envidia (phthónos) de los dioses, los pensadores
griegos sostuvieron, como regla, que el mal es universalmente supremo, pero
puede evitarse o superarse mediante la sabiduría y la virtud. El pesimismo, como
sistema metafísico, es producto de los tiempos modernos. Sus principales
representantes, Schopenhauer y Von Hartmann, sostuvieron que el universo real es
fundamentalmente malo y la felicidad, imposible.El origen fenomenal del universo
es atribuido, por Schopenhauer, a una Voluntad transcendental que él identifica
como puro ser y por Hartmann, al inconsciente que incluye la Voluntad y la Idea,
la (Vorstellung) de Schopenhauer. Según Schopenhauer y Hartmann, el sufrimiento
ha entrado en la existencia como propia conciencia, de la cuál es inseparable.
II. El mal ha sido atribuido a uno de los dos principios, mutuamente opuestos,
respectivamente, debido a la mezcla del bien y del mal en el mundo. La relación
entre los dos se representa diversamente. Los rangos de coordenación imaginados
por Zoroastrismo, son debidos a la simple independencia relativa de la voluntad
creadora, tal como sostiene la teología Cristiana. Zoroastro atribuyó el bien y
el mal, a dos principios mutuamente hostiles (hrízai, o árchai) respectivamente
llamados Ormuzd (Ahura Mazda) y Ahriman (Angra Mainyu).
Cada uno era independiente del otro pero eventualmente el bien fue victorioso
con Ormuzd y Ahriman y sus malos seguidores fueron expulsados del mundo. Este
dualismo mitológico pasó a la secta de los maniqueos cuyo fundador, Manes o
Maniqueo, agregó un tercer principio subordinado, emanado de la fuente del bien
(y correspondiendo quizás, en algún grado, al Mithras del Zoroastrismo) o
"espíritu viviente" por quien se formó el presente mundo material de una mezcla
del bien y del mal. Manes sostuvo que la materia era esencialmente mala y por
consiguiente no podría estar en contacto directo con Dios. Él derivó la noción,
probablemente, de las sectas gnósticas que, aunque difirieron entre sí,
concordaron en seguir muchos puntos, generalmente, la opinión de Filo y el
neoplatónico Plotino, como el mal de la materia. Ellos sostuvieron que el mundo
fue formado por una emanación, el Demiurgo, un tipo de intermediario entre Dios
y la materia impura. A pesar de esto, Bardesanes, y sus seguidores consideraron
al mal como una resultante del uso inapropiado crear con libre albedrío.
La noción, que el mal es necesariamente inherente a la materia, independiente
del Divino autor del bien y en algún sentido opuesto a Él, es común a anteriores
sistemas teosóficos, a muchas concepciones puramente racionales de la filosofía
griega y a otras que han avanzado, sobre este asunto, en tiempos posteriores. En
la idea Pitagórica de una armonía numérica como principio constitutivo del
mundo, el bien esta representado por la unidad y el mal a través de la
multiplicidad (Filolao, Fragm.). Heraclito puso la "lucha", como condición
esencial de la vida, contra la acción Divina. "Dios es el autor de todo lo
correcto, lo bueno y lo justo pero los hombres, a veces han escogido lo bueno y
a veces, lo malo" (Fragm. 61). Empédocles, además, atribuye el mal al principio
“odio” (neîkos), inherente junto con su opuesto “amor” (phília) en el universo.
Platón sostuvo que Dios esta "libre de culpa" (anaítios) por el mal del mundo.
Su causa fue en parte por la necesaria imperfección de la existencia material
creada y en parte por la acción de la voluntad humana (Timeo, xlii,; cf. Fedo.
lx).
Con Aristóteles, el mal es un aspecto necesario de los cambios constantes de la
materia, y no tiene en sí mismo, ninguna existencia real (Metaph., ix, 9). Los
estoicos concibieron al mal de un modo algo similar, como debido a una
necesidad. El poder Divino inmanente armoniza al mal y al bien en un mundo
cambiante. El mal moral procede de la necedad de la humanidad, no de la voluntad
Divina y es dominado por un fin bueno. En el himno de Cleantes a Zeus (Ston. Ecl.,
1, p.30) puede percibirse un acercamiento a la doctrina de Leibniz, sobre la
naturaleza de la maldad y de la bondad del mundo. "Nada se realiza sin vosotros
en la tierra, el mar o el cielo, excepto el mal que los hombres cometen por su
propia necedad. Entonces vosotros habéis unido todo el mal y todo el bien, al
mismo tiempo, donde podría haber un esquema razonable y eterno de todas las
cosas". En el sistema místico de Eckhart (d. 1329), el mal, pecado incluido,
tiene su lugar en el esquema evolutivo por el que todos los procesos, desde y
hacia Dios, contribuyen ambos, en el orden moral y en el físico, para el
cumplimiento del propósito Divino.
Los monistas de Eckhart o las tendencias panteístas parecen haber oscurecido,
por él, muchas de las dificultades del asunto, como ha sido el caso de aquellos
a quienes las mismas tendencias han llevado, subsecuentemente, a una conclusión
extrema.
La filosofía Cristiana, como la hebrea, atribuyen el mal moral y el físico a la
acción de la voluntad, creada libre. El hombre se ha provocado asimismo el mal
que sufre, transgrediendo la ley de Dios o la obediencia, de la que dependía su
felicidad. El mal está en las cosas creadas, bajo el aspecto de mutabilidad y
posibilidad de defecto, no como existiendo per se. Los errores de la humanidad
confundiendo las verdaderas condiciones de su propio bienestar, han sido la
causa del mal moral y físico (Dion. Areop., De Div. Nom., iv, 31; San Agustín,
De Civ. Dei. xii). El mal que el hombre sufre es, sin embargo, la condición del
bien que por su causa, aquel es permitido. Así, "Dios juzgó mejor, sacar el bien
del mal, que no sufrir el mal existente" (San Agustín, Enchirid., xxvii). El
mal, contribuye a la perfección del universo, como las sombras a la perfección
de un cuadro o como la armonía a la de la música (De Civ. Dei,xi).
Además, la excelencia de las obras de Dios en la naturaleza, persiste como
evidencia de la Divina sabiduría, poder y bondad por las que ningún mal puede
ser causado directamente. (Greg. Nyss., De. opif. hom.) Así Boetio pregunta (De
Consol. Phil., I, iv) ¿Quién puede ser el autor del bien, si Dios es el autor de
mal? Cuando la oscuridad es nada más que la ausencia de luz y no es producida
por la creación, entonces el mal es meramente falta de bondad. (San Agustín, In
Gen, literalmente). San Basilio (Hexaem., Hom. ii) señala los propósitos
educativos extraídos del mal y San Agustín, sostiene que el mal es permitido
para castigo del malvado y juicio del bien, mostrando que tiene bajo este
aspecto, la naturaleza del bien y es agradable a Dios, no debido a lo que es,
sino debido a de dónde es, (es decir) como una consecuencia penal y justa del
pecado (De Civ. Dei, XI, xii, De Vera Relig. xliv). Lactancio, utiliza
argumentos similares para oponerse al dilema, acerca de la omnipotencia y bondad
de Dios, que pone en la boca de Epicúreo (De Ira Dei, xiii). San Anselmo (Monologium)
conecta al mal con la manifestación, parcial, del bien de la creación, cuya
plenitud reside exclusivamente en Dios.
Los rasgos que se destacan en la explicación Cristiana más antigua del mal, como
comparación con las teorías de dualísticas no cristianas son: la definida
atribución a Dios de la omnipotencia absoluta y la bondad, no obstante Su
permiso de la existencia de mal, la asignación de una causa moral en el pecado
de la humanidad y retributiva con sufrimiento y la aserción inmediata de la
beneficencia del propósito de Dios permitiendo el mal, junto con la plena
admisión que Él pudo haberlo escogido y Él, lo ha evitado (De Civ. Dei, xiv).
Como el permiso de Dios, del mal que Él conocía y podría prevenir, se
reconciliará con Su bondad, no es tenido en cuenta plenamente. San Agustín
formula la pregunta en duros términos, pero es satisfecho por vía de la seguida
respuesta de San Pablo, referida al despropósito de los juicios Divinos (Contra
Julianum, I, 48).
Las mismas líneas generales han seguido la mayoría de los modernos intentos de
considerar, en términos de Teísmo, a la existencia de mal. Descartes y
Malebranche sostuvieron que el mundo es el mejor posible, para el propósito que
fue creado, es decir para la manifestación de los atributos de Dios. Ha sido
ajustado, al menos, para el logro de este objeto. La relación del mal con la
voluntad de un Creador absolutamente benévolo, fue tratada detalladamente por
Leibniz, en respuesta a Bayle que había insistido en argumentos derivados de la
existencia de mal, contra aquellos de un Dios bueno y omnipotente.
Leibniz fundó sus consideraciones, principalmente, en aquéllas de San Agustín y
Santo Tomás, y dedujo de allí su teoría del Optimismo (q.v.). según la cual, lo
inverso es lo mejor posible. Pero el mal metafísico o complemento, está
necesariamente envuelto en la constitución, porque debe ser finito y no podría
estar dotado de la perfección infinita, que pertenece exclusivamente a Dios. El
mal moral y físico se debe a la caída de hombre, pero todo el mal es dominado
por Dios para un propósito bueno. Es más, el mundo que conocemos es sólo un
factor muy pequeño en el conjunto de la creación y puede suponerse que el mal
que contiene, es necesario para la existencia de otras regiones desconocidas por
nosotros. Voltaire en "Candide", intentó ridiculizar la idea del "mundo mejor
posible". Debe admitirse que la teoría está abierta a serias objeciones.
Por un lado, es escasamente consistente con la creencia en la omnipotencia
Divina y por el otro, falla al considerar el permiso (o la paternidad indirecta)
de mal por un Dios bueno al que Bayle había percibido, especialmente, como
excepción. Nosotros no podemos saber que este mundo es el mejor posible; ¿y si
así fuera, puesto que incluye tanta maldad, por qué lo debió haber creado un
Dios absolutamente bueno? Puede alegarse, también, que no puede haber algún
grado de bondad finita que no sea susceptible de incrementarse por omnipotencia,
sin caer rápidamente en la perfección infinita.
Leibniz ha sido seguido, más o menos estrechamente, por muchos que han tratado
el asunto desde el punto de vista Cristiano. En su mayor parte, han dado énfasis
a la evidencia, en la creación, de la sabiduría y bondad de su Autor, después
del comportamiento en el Libro de Job y han estado satisfechos de salir sin
descubrir la razón de la creación por Él, de un universo en que el mal, es
inevitable. Semejante era la visión, de King (Ensayo sobre el Origen de Mal,
Londres, 1732), quién insistió fuertemente en la doctrina del mundo mejor
posible y la de Cudworth que sostuvo que el mal, aun cuando inseparable de la
naturaleza de los seres imperfectos, es en gran parte una cuestión de la propia
imaginación u opinión de los hombres, en lugar de la realidad de cosas y por
consiguiente no deben hacerse, como fundamento, acusaciones contra la Divina
Providencia.
Derham, (Physico-Theología, Londres, 1712) tomando la ocasión para un examen de
la excelencia de la creación, recomendó una actitud de humildad y confianza
hacia el creador de "este elegante, bien pensado y bien formado mundo en el que
encontramos, aquí abajo, todo lo necesario para el sustento, utilidad y placer
tanto del hombre como de cualquier criatura, así como algunos látigos o algunas
varas, para azotarnos por nuestros pecados". Sacerdotalmente, sostuvo una
doctrina de absoluto determinismo. Por consiguiente atribuyó el mal, solamente,
a la voluntad divina, que sin embargo, justificó por los buenos fines. El mal
fue creado para, providencialmente, ayudar
( Doctrina de Necesidad Filosófica, Birmingham, 1782). Clarke, además, llama
especial atención a la evidencia del método de plan creado, que da testimonio de
a la benevolencia del Creador, en medio del aparente desorden físico y moral.
Rosmini siguiendo estrechamente a Malebranche, señaló que la cuestión de la
posibilidad de un mundo mejor, realmente no tiene ningún sentido. Cualquier
mundo, creado por Dios, debe ser el mejor posible, respecto a su especial
propósito, separadamente del cual ninguna bondad o maldad puede predicarse de
el.
Mamiani también supuso que el mal es inseparable de lo finito, pero tiende a
desaparecer como finito, al aproximarse a su unión final con el infinito.
III. El tercer camino para concebir la posición de mal en el esquema general de
la existencia, lo constituyen aquellos sistemas monistas que consideran al mal,
no más que como un modo, en el que ciertos aspectos de los momentos del
desarrollo de la naturaleza, son aprehendidos a través de la conciencia humana.
En esta visión, no hay principio distintivo al que pueda asignarse el mal y su
origen es en conjunto uno, con la naturaleza. Estos sistemas rechazan la idea
específica de la creación y la idea de Dios se excluye rigurosamente, o se
identifica con un principio impersonal inmanente en el universo, o se concibe
como una simple abstracción de los métodos de la naturaleza, que considerada
desde el punto de vista del materialismo o del idealismo, es la única realidad.
El problema del origen del mal, se une así con el del origen del ser. El mal
moral, en particular, surge del error y es gradualmente eliminado, o por lo
menos minimizado, por el desarrollo del conocimiento de las condiciones del
bienestar humano (Meliorismo). De esta clase, en su conjunto, fueron las
doctrinas de los hilozoístas jónicos cuya noción fundamental era la
indispensable unión entre la materia y la vida. Por otro lado, los eleáticos
también fundamentaban el origen de todas las cosas en un ser abstracto. Los
atomistas Léucipo y Demócrito, sostuvieron lo que puede llamarse, una doctrina
materialista monista. Esta doctrina, sin embargo, encontró su primera y completa
expresión en la filosofía de Epicúreo, que explícitamente rechazó la noción de
cualquier influencia externa en la naturaleza, o del "destino", o del poder
Divino. Según el epicúreo Lucrecio, (De Rerum Natura, II, línea 180) la
existencia de mal fue letal para la hipótesis de la creación del mundo, por
Dios:
Nequaquam nobis divinitus esse creatum
Naturam mundi, quæ tanta est prædita culpa.
Giordano Bruno hizo a Dios la causa inmanente de todas las cosas, actuando por
una necesidad interior y produciendo las relaciones consideradas como mal por la
humanidad. Hobbes consideró a Dios como la causa corpórea primera y aplicando su
teoría de gobierno civil al universo, defendió la existencia de mal por simple
aserción del poder absoluto al que es debido. Teoría que no es más que otra
manifestación del determinismo materialista en términos de relaciones sociales.
Spinoza unió espíritu y materia en la noción de una sola substancia a la que
atribuyó concepto y extensión. El error y perfección eran la consecuencia
necesaria del orden del universo.
El Monismo Hegeliano que reproduce muchas de las ideas de Eckhart y es adoptado
en sus rasgos principales por muchos sistemas diferentes de reciente origen, dan
al mal un lugar en el desdoblamiento de la Idea, en la que el origen y la
realidad íntima del universo están por ser encontradas . El mal es la discordia
temporal entre lo que es y lo que ha de ser. Huxley estaba satisfecho al opinar
que las últimas causas de las cosas son en la actualidad desconocidas y pueden
ser irreconocibles. El mal es para ser conocido y combatido en lo concreto y en
detalle. Pero el Agnosticismo profesado y designado por Huxley, rechaza tomar en
consideración cualquier pregunta acerca de las causas transcendentales y lo
confina a los hechos experimentales. Haeckel adelanta un materialismo dogmático
en que la substancia ( es decir la materia y la fuerza) aparece como la base
eterna e infinita de todas las cosas. El Profesor Metchnikoff, con principios
similares, coloca la causa del mal en "las desarmonías" que predominan en la
naturaleza, pensando que pueden eliminarse, quizás finalmente, para la raza
humana al menos, junto con el temperamento pesimista surgido de ella, por el
progreso de la ciencia.
Bourdeau ha afirmado en términos expresos la futileza de buscar un origen
transcendental o sobrenatural para el mal y la necesidad de confinar la
consideración a causas naturales, accesibles y determinables. (Revista
Filosófica, I, 1900).
El sistema recientemente construido, o el método, llamado pragmatismo, tiene
mucho en común con el pesimismo, que considera al mal como parte realmente
inevitable de la experiencia humana en un punto idéntico, de hecho, con la
verdad y la realidad. El mundo es como nosotros lo hacemos. El mal tiende a
disminuir con el crecimiento de la experiencia y puede desaparecer finalmente,
aunque por otro lado, siempre puede permanecer allí, el mínimo irreducible del
mal.
El origen del mal, como el origen de todas las cosas, es inexplicable. Ninguna
teoría puede ajustarse al plan del universo, simplemente, porque ninguna teoría
es posible. "No podemos entender, por ninguna posibilidad, el carácter de la
mente cósmica cuyo propósito es plenamente manifestado, por la extraña mezcla
del bien y el mal que encontramos en este particular mundo real. La simple
palabra plan, no tiene por sí misma, ninguna consecuencia y nada explica".
(James, Pragmatismo, Londres, 1907. Cf. Schiller, Humanismo, Londres 1907.)
Nietzsche sostiene que el mal es puramente relativo y su aspecto moral, por lo
menos, un concepto transitorio y no fundamental. El género humano en el estado
presente, es "un animal todavía no adaptado propiamente a su medio ambiente". En
este modo de pensamiento el individuo cuenta necesariamente muy poco como ser y
es meramente una manifestación pasajera de la fuerza cósmica. Los aspectos
sociales de la humanidad son los sufrimientos y limitaciones considerados,
principalmente, como tendientes a su mejoramiento.
Ahora, las varias formas de Socialismo. La idea totalmente nueva concebida por
Nietzsche, aunque todavía indefinida, es una forma de moralidad social y de la
constitución y mutuas relaciones de clases, las llamadas religiones éticas y
científicas que inculcan la moralidad, tendientes a ser, generalmente buenas. El
primer ejemplo de tales religiones es la de Augusto Comte que con la base
materialista del positivismo, fundó "la religión de la humanidad". Propuso
sustituir un entusiasmo en favor de la humanidad como motivo para la acción
correcta, por las razones de la religión sobrenatural.
En la luz de la doctrina católica, cualquier teoría que pueda sostenerse acerca
de mal, debe incluir ciertos puntos que afectan la pregunta que se ha definido
autorizadamente. Estos puntos son: la omnipotencia, la omnisciencia, la bondad
absoluta del Creador, la libertad de la voluntad y el sufrimiento, que es la
consecuencia penal de la desobediencia premeditada de la ley de Dios.
Un informe completo puede reunirse de la enseñanza de Santo Tomás de Aquino
quien sistematizó los principios de San Agustín y los suplementó extensamente.
El mal, según Santo Tomás, es una privación, o ausencia de algo bueno y
corresponde propiamente a la naturaleza del ser viviente. (I,Q xiv, a. 10; Q.,xlix
a. 3; Contra Gentiles, III, ix, x). No hay ningún "summum malum" por
consiguiente, o fuente positiva de mal, correspondiente al "summum bonum" que es
Dios (I,Q. xlix , a. 3; C. G., III, 15; De Malo, I, 1). El mal no "ens reale"
sino sólo "ens rationis" es decir que no existe como hecho objetivo, sino como
concepción subjetiva. Las cosas no son malas en sí mismas, sino por causa de su
relación con otras cosas o personas. Todas las realidades (entia) son en sí
mismas, buenas. Si producen resultados malos, es solo incidentalmente y en
consecuencia la última causa de mal es fundamentalmente buena, de igual manera
que los objetos en los que el mal se encuentra (I,Q. xlix; cf.I, Q. v, 3,; De
Malo, I, 3). Así, el maniqueísmo dualista no tiene ningún fundamento en la
razón.
El mal es triple, a saber., "malum naturæ" (mal metafísico), "culpæ" (moral), y
"paenæ" (físico, la consecuente retribución del "malum culpæ") (I, Q. xlviii, a.
5, 6; Q. lxiii, a. 9; De Malo, I, 4). Su existencia ayuda a la perfección del
todo. El universo sería menos perfecto si no incluyera al mal. De esta manera el
fuego no podría existir sin la corrupción de lo que consume. El león debe matar
al asno para vivir. Si no hubiera ningún hecho malo, no habría ninguna esfera
para la paciencia y la justicia ( I,Q.xlviii, a. 2). Dios dijo ( en Is., 45) ser
el autor del mal, en el sentido que la corrupción de los objetos materiales en
la naturaleza está ordenada por Él, como medio para llevar a cabo el plan del
universo. Por otro lado, el mal que existe como consecuencia de la infracción a
las leyes Divinas es, en el mismo sentido, debido a un designio Divino. El
universo sería menos perfecto si sus leyes pudieran violarse, con impunidad.
Así, el mal es en un aspecto, como un contrapeso para el desorden que causa el
pecado y tiene la naturaleza del bien (II, Q.ii, a. 19). Pero el mal del pecado
(culpæ), aunque permitido por Dios, en ningún sentido es debido a Él (I, Q.xlix,
a. 2). Su causa está en el abuso de la libre voluntad de ángeles y hombres
(I-II, Q. lxxiii, a. 6; II-II, Q. x, a. 2; I-II, Q. ix, a. 3). Debe observarse,
que la perfección universal, en la que en alguna forma el mal es necesario, es
la perfección de este universo, no, de cualquier universo. El mal metafísico,
que es decir indirectamente el mal moral, está incluido como bien en el plan del
universo y es conocido parcialmente por nosotros. Pero no podemos decir, sin
negar la omnipotencia Divina, que otro universo igualmente perfecto no podría
crearse, en que el mal no tuviera lugar.
Santo Tomas también proporciona explicaciones de las que son consideradas
generalmente, como las dos principales dificultades del asunto, a saber, el
permiso Divino al mal moral previsto y la pregunta que llega finalmente: ¿
porqué Dios escoge crear algo, en absoluto. Primero se pregunta ¿porqué Dios,
previendo que sus criaturas usarían el regalo de la voluntad libre para su
propio daño, no se abstuvo de crearlas, o con algún resguardo por el mal uso de
su voluntad libre, o denegando totalmente ese regalo? Santo Tomás responde (C.
G., II, el xxviii) que Dios no puede cambiar Su mente, porque la voluntad Divina
esta libre del defecto de flaqueza o mutabilidad. Debe observarse que tal
mutabilidad sería, un defecto en la naturaleza Divina ( y por consiguiente
imposible ), porque si el propósito de Dios fuera hecho dependiente del acto
libre y previsto de cualquier criatura, Dios sacrificaría, en consecuencia, Su
propia libertad, se sometería a Sus criaturas y abdicaría, de esta manera, Su
supremacía esencial cosa que, por supuesto, es absolutamente inconcebible.
En segundo lugar, a la pregunta, ¿porqué Dios escogió crear, cuando la creación
de ninguna manera era necesaria para Su propia perfección. Santo Tomás contesta
que el objeto de Dios es que, Él crea para manifestar su propia bondad, poder y
sabiduría y se complace con Su reflejo o similitud, en el que consiste la bondad
de la creación. El placer de Dios es motivo sumamente perfecto para la acción,
semejante al propio Dios y a Sus criaturas. No se debe a cualquier necesidad, o
la necesidad innata de la naturaleza Divina (C. G., I, xxviii,; II, xxiii), sino
a que Dios es el origen, centro y objeto de toda la existencia. (I,Q., lxv, a.
2; cf. Prov., 26 y Conc.Vat., can. i, v; Const. Dogm., 1.) Ésta, en
consecuencia, es la razón suficiente para la existencia del universo, incluso
para el sufrimiento, que el mal moral ha introducido. Dios no ha creado al
mundo, principalmente, para bien del hombre, sino para Su propio placer, pero es
bien para el hombre, cuando se adecua al supremo propósito de la creación y es
mal, cuando se aleja de él. (C.G., III, xvii, cxliv).
Además, por Santo Tomás puede entenderse, que en la diversidad de mal metafísico
en que la perfección del universo está incluida completamente, Dios puede ver
una cierta similitud de Su propia Triple Unión (cf. I, Q. xii). Además,
permitiendo existir al mal moral, Él ha provisto, en un aspecto, una esfera de
manifestación de Su justicia esencial (cf. I, Q. lxv, a. 2; y I, Q.xxi,a.1,3).
Es obviamente imposible sugerir una razón de porqué este universo, en
particular, se debió crear en lugar de otro, puesto que somos, necesariamente,
incapaces de formarnos una idea de cualquier otro universo que no sea éste. De
igual manera, somos incapaces de imaginar porqué Dios eligió manifestarse por
vía de la creación, en lugar de, o además de, o cualquier otro modo por el que
Él ha, o pudo haber alcanzado el mismo fin. Llegamos aquí al límite supremo de
la especulación y nuestra incapacidad para concebir la última razón con respecto
a la creación (como distinta de su motivo directo) es paralela, en una etapa
mucho más temprana de la investigación, a la incapacidad de las escuelas de
pensamiento, no creacionistas, para asignar cualquier última causa a la
existencia del orden de la naturaleza.
Se observará, que el informe de Santo Tomás sobre el mal, es una verdadera
Teodicea, teniendo en cuenta como él trata cada factor del problema, dejando sin
solución solo al misterio de la creación, frente al cual, todas las escuelas del
pensamiento son igualmente incapaces. Es como imposible saber, en el más
completo sentido, por qué y cómo fue hecho este mundo. Pero Santo Tomás ha
mostrado, al menos, que los actos del Creador admiten una lógica y completa
justificación, no obstante el misterio en que siempre estarán envueltos para la
inteligencia humana. Para los principios católicos, la disminución del mal moral
y su lógico sufrimiento, puede lograrse por medio de la reforma individual, no
tanto, a través del aumento del conocimiento, como, por el estímulo o
redireccionamiento de la voluntad. Pero, puesto que todos los métodos de
mejoramiento social que tengan algún valor, necesariamente deberán representar
una estrecha aproximación a la conformidad con las leyes Divinas, serán
bienvenidos y llevados más allá, por la Iglesia, como tendientes, por lo menos
indirectamente, a cumplir el propósito por el cual Ella existe.
A.B. SHARPE
Transcrito por Patricia Massia-Kellog, H. Jason Krim, Jes Bahn, and Yaqoob
Mohyuddin
Traducido por José Luis Anastasio