Fiesta de los Tabernáculos
EnciCato
Una de las tres grandes fiestas del calendario litúrgico hebreo, incluso la más
grande, según Filo (heorton megiste) y Josefo (heste hagiotate kai megiste). El
nombre común, fiesta de los Tabernáculos - los griegos decían: skenopegia de los
judíos, o sea "la instalación de la tienda" (Jn 7, 2) - era convocada para
observar la costumbre, establecida por la ley de Lev 23, 40, de erigir en los
tejados de las casas, incluso en calles y plazas públicas, chozas de ramas y
follaje en las que, todos aquellos que no estuvieran exentos de enfermedades o
debilidades, estaban constreñidos a vivir durante la celebración entera. A veces
se asevera que el origen de la fiesta fue similar a nuestras festividades de la
"cosecha hogareña".
Esta consideración naturalista, basada en la suposición que las promulgaciones
religiosas de la Ley son de relativa reciente data y meras ordenanzas
sacerdotales, no toma en cuenta la significación que en todo momento se vinculó
a la fiesta. Realmente, ese es uno de los rasgos distintivos de la esencia de
las celebraciones, después moda, cosecha hogareña y ofrenda de acción de gracias
por las cosechas del año (Deut 16, 13; Ex 23, 16); y es debido, quizás, a este
rasgo especial que el carácter del evento era de júbilo o regocijo (cf. Sal 4,
7-8, en Heb; Josefo, Antig., VIII, iv, 1), y que numerosos sacrificios eran
ofrecidos entonces (Num 29, 12-39); aún para los judíos, la fiesta de los
Tabernáculos fue siempre y principalmente, en conmemoración de sus inolvidables
antepasados en sus tiendas del desierto (Lev 23, 43) y en acción de gracias por
la morada permanente recibida en la Tierra Prometida, y luego tras la
instalación del Templo, por un lugar permanente de culto (cf. I Reyes, 8, 2; 12,
32). La fiesta comenzaba en el decimoquinto día del séptimo mes, Ethanim de
Tishri (aproximadamente nuestro septiembre), y duraba siete días (Lev 23,
34-36). Cada israelita varón, según la ley, estaba obligado a ir a Jerusalén, y
" quien fuera del pueblo de Israel", constreñido a vivir en las enramadas que,
aunque involucrara un poco de incomodidad, al mismo tiempo contribuía mucho a la
reinante alegría de la celebración. Entonces, la distinción entre ricos y pobres
se flexibilizaba algo en el campamento general, de esta manera la fiesta tenía
una influencia social más beneficiosa. El primer día era llevado a cabo más
solemnemente y se lo consideraba como un sábado, cualquier trabajo servil estaba
prohibido en ese día (Lev 23, 39; Num 29, 35); durante la octava entera se
ofrecían numerosos sacrificios (Num 29, 12-39) y el octavo día [titulado el más
solemne de la fiesta en Juan 7, 37], también se consideraba un sábado igual al
primero, signado por sacrificios especiales propios las enramadas eran
derrumbadas y las personas retornaban al hogar.
Después del Exilio, la fiesta se prolongó hasta el vigésimo quinto día del mes,
agregándose dos nuevos ritos al antiguo ceremonial. Cada mañana durante la
celebración, un sacerdote bajaba hasta la Fuente de Siloé trayendo, en una
vasija de oro, agua que derramaba sobre el altar de holocaustos, en medio de
cantos de Aleluyas (Sal cxii-cxvii) y sonidos jubilosos de instrumentos
musicales. Posiblemente fue la representación de esta ceremonia ( institución
que pudo haber sido sugerida por Is 12, 3) que dio a Nuestro Señor la ocasión
para comparar la acción del Espíritu Santo en el creyente, con una fuente de
agua viva (Juan 7 37-39). El otro nuevo rasgo agregado al ritual de la fiesta
fue la iluminación del estrado de las mujeres, conjuntamente con el cantar de
los Salmos de Órdenes (Sal 119-133) y la representación de danzas o desfiles en
los sagrados recintos. En el octavo día una procesión pasaba siete veces
alrededor del altar, llevando ramas de mirto y palmeras y gritando: "¡Hosanna!"
en memoria de la caída de Jericó.
Cada siete años, que es el año del perdón de las deudas, durante la fiesta de
Tabernáculos, la Ley debía ser leída delante de todo el pueblo según el mandato
encontrado en Deut., xxxi, 10. Pero esta norma luego fue considerada,
probablemente, impracticable, entonces las autoridades judías ordenaron leer, en
cada sábado, una parte de la Ley, comenzando en el siguiente sábado después de
la fiesta de los Tabernáculos del perdón de deudas y terminando en el año
próximo de la misma festividad, calculando así que el Pentateuco entero debía
ser leído en el transcurso de siete años. Este mandato de alguna manera habría
sido cumplido. Algún tiempo después, los judíos de Palestina prolongaron las
secciones para cada sábado de tal modo que podía leerse la Ley entera en tres
años (Talm. Babyl. Megillah, 29b). En la actualidad ( esta costumbre parece
remontarse al primer siglo A. C.) los judíos tienen el Pentateuco tan dividido
que lo leen en el transcurso de cada año, la primer Parashah (división)
establecida para el sábado después de la fiesta de los Tabernáculos, y los
capítulos finales durante el último día de la fiesta de año siguiente, siendo
este el día de "regocijo en la Ley."
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CHARLES L. SOUVAY
Transcrito por Scott Anthony Hibbs
Traducido por José Luis Anastasio