Devoción a la Santísima Virgen María
EnciCato
Hasta el Concilio de Nicea
La devoción a Nuestra Santísima Señora debe ser considerada en su último
análisis como una aplicación práctica de la Comunión de los Santos. Notando que
esta doctrina no está contenida, al menos explícitamente en las formas tempranas
del Credo de los Apóstoles, tal vez sea por esto que no sea una sorpresa el no
encontrar claros trazos del cultus de la Santísima Virgen en los primeros siglos
del cristianismo. Los más tempranos e inequívocos ejemplos de la
"adoración"—usamos el término en sentido relativo por supuesto—de los santos
está conectada con la veneración mostrada a los mártires que entregaron sus
vidas por la Fe. A partir del siglo primero , el martirio fue considerado como
signo seguro de la elección. Los mártires, se consideraba, pasaban
inmediatamente ante la presencia de Dios. Sobre sus tumbas el Santo Sacrificio
era ofrecido ( una práctica que muy posiblemente es aludida en Apocalipsis 6:9)
mientras que en la narrativa contemporánea del martirio de San Policarpio
(c.151) hacemos mención del "cumpleaños", v.g. la conmemoración anual, que los
cristianos se supone deben de mantener en su honor. Esta actitud mental se
vuelve más explícita en Tertuliano y San Cipriano, y el énfasis sobre el sentido
"satisfactorio" del carácter de sufrimiento de los mártires, enfatizando la
opinión que por su muerte ellos podían obtener gracias y bendiciones para otros,
naturalmente e inmediatamente al invocarles en forma directa.
Un refuerzo adicional, de la misma idea, se derivó del culto a los ángeles, que,
siendo pre-cristiano en su origen, fue entusiasmadamente aceptado por los fieles
de la era sub-Apostólica. Al parecer como una secuela de tal desarrollo, los
hombres voltearon para implorar la intercesión de la Santísima Virgen. Esta es
cuando menos la opinión común entre los estudiosos, aunque tal vez fuese
peligroso hablar de más a favor de ella. Evidencia relacionada la práctica
popular de los primeros siglos es casi totalmente ausente, y mientras por una
parte la fé de los cristianos sin duda se modeló desde arriba hacia abajo (v.g.
los Apóstoles y maestros de la Iglesia entregaban un mensaje que la feligresía
aceptaba de ellos dócilmente) existen indicaciones que en asuntos de sentimiento
y devoción el proceso inverso algunas veces ocurría. Por tanto, no es imposible
que la práctica de invocar la asistencia de la Madre de Cristo resultara mas
familiar a los más simples devotos algunas veces con anterioridad al
descubrimiento de claras expresiones de ello en las escrituras de los Padres.
Algunas de estas hipótesis podrían explicar el hecho de la evidencia obtenida de
las catacumbas y de la literatura apócrifa el los primeros siglos aparenta
adelantarse cronológicamente a la que se preserva por escritos contemporáneos de
aquellos que fueron los autorizados portavoces de la tradición Cristiana.
Sea como halla sido, el firme cimiento teológico, sobre el cual posteriormente
se levantó el edificio de la devoción Mariana, empezó a ser montado en el primer
siglo de nuestra era. No deja de tener importancia el que se nos diga por los
Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, que " todos los cuales, animados de
un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración con las mujeres piadosas, y
con María madre de Jesús, y con los hermanos, o parientes de éste Señor" (Hechos
1:14). También se ha llamado justamente la atención al hecho de que San Marcos,
que aunque no nos menciona nada de la infancia de Cristo, no deja de describirlo
como "el hijo de María" (Marcos 6:3), una circunstancia que, en vista de ciertas
peculiaridades conocidas del Segundo Evangelista, grandemente enfatizan su
creencia en su nacimiento Virginal.
El mismo misterio es referido por San Ignacio de Antioquia, quien, después de
describir a Jesús como"Hijo de María e Hijo de Dios", continúa para decir en
Efesios (7, 18, y 19) que " Nuestro Dios, Jesucristo, fue concebido en el
vientre de María de acuerdo a la dispensa de la semilla de David pero también
del Espíritu Santo," y agrega: "Ocultas del príncipe de este mundo estaba la
virginidad de María y su gestación y asimismo la muerte del Señor—tres misterios
que se deben de proclamar". Arístides y San Justino también utilizaron lenguaje
explícito al referirse al Nacimiento Virginal, pero es San Irineo mas
especialmente quien ha sido merecidamente llamado el primer teólogo de la Virgen
Madre. Es así que el ha marcado el paralelo entre Eva y María, enfatizando que,
" la primera fue desviada por el discurso de un ángel para separarse de Dios
después de violentar Su Palabra, de tal modo que la última por medio de un
discurso de un ángel recibió el Evangelio en su persona para que pudiera
concebir a Dios, obedeciendo Su Palabra. Y aunque la primera desobedeció a Dios,
la otra fue persuadida para obedecerlo: que la Virgen María pudiera convertirse
en abogada de la virgen Eva. Y como la humanidad fue atada a la muerte por
intermedio de una virgen, es salvada por medio de otra; por la obediencia de una
virgen, la desobediencia de una virgen es compensada" (Irineo,V,19). Nadie
nuevamente disputa que la cláusula "nacido de la Virgen María" formara parte de
la primitiva redacción del Credo, y el lenguaje de Tertuliano, Hipólito, Origen,
etc., está en directa conformidad con la de Irineo; más aún, aunque escritores
como Tertuliano, Hevidio, y posiblemente Hegésipo disputaron la virginidad
perpetua de María, sus más ortodoxos contemporáneos la afirmaron.
Resulta entonces natural que en esta atmósfera podemos encontrar un continuo
desarrollo de la veneración de la santidad y exaltados privilegios de María. En
las pinturas de las catacumbas en particular, podemos apreciar la excepcional
posición que ella empezó a ocupar, desde un temprano período, en las mentes de
los devotos. Algunos de estos frescos, representando la profecía de Isaías, se
cree que datan de la primera mitad del siglo segundo. Otras tres que representan
la adoración de los Magos son de un siglo posterior. Existe también un notable
aunque muy mutilado bajorrelieve, encontrado en Cartago, que probablemente se
asigna a tiempo de Constantino.
Mas impactante es la evidencia de ciertos escritos apócrifos, notablemente aquel
llamado Evangelio de Santiago, o "Protoevangelio." Cuya primera parte, evidencía
profunda veneración por la pureza y santidad de la Santísima Virgen, y que
afirma su virginidad in partu et post partum, es considerado en forma general
ser una obra del siglo segundo. Similarmente, ciertos pasajes interpolados
encontrados en los Oráculos Sibilinos, pasajes que probablemente datan del
tercer siglo, muestran un preocupación similar con el papel dominante
desempeñado por la Santísima Virgen en la obra de redención (ver especialmente
II,311-12, y VIII, 357-479). El primero de estos pasajes aparentemente atribuye
a la intercesión " de la Santa Virgen" obtener el bono de siete días de
eternidad para que los hombres puedan tener tiempo para arrepentimiento ( ver el
Cuarto Libro de Esdras, vii, 28-33). Mas aún, es muy posible que la mención de
la Santísima Virgen en las intercesiones de los dípticos de la liturgia proviene
desde los días anteriores al Concilio de Nicea, pero de esto no tenemos
evidencia definitiva puntualmente, y lo mismo debe de ser dicho de cualquier
forma de invocación directa, incluso para los propósitos de devoción privada.
La edad de los Padres
La existencia de la oscura secta de los Coliridianos, a los cuales San Epifanio
(dc.403) denuncia por sus ofrendas de pasteles a María, puede ser mostrada como
prueba de que aun antes del Concilio de Éfeso existía una veneración popular de
la Virgen Madre que amenazaba con expandirse en forma escandalosa. Por lo cual
Epifanio estableeció la regla: "Sea María honrada. Sean Padre, Hijo, y Espíritu
Santo adorados, pero que ninguno adore a María" (ten Marian medeis prosknueito).
Sin embargo el mismo Epifanio abunda en alabanzas a la Virgen Madre, y el creía
que había una misteriosa dispensa con respecto a su muerte implicada en las
palabras de Apocalipsis 12:14: " A la mujer, empero, se le dieron dos alas de
águila muy grande, para volar al desierto a su sitio destinado." Ciertamente, en
cualquier caso, es que Padres como San Ambrosio y San Jerónimo, en parte
inspirados por la admiración de los ideales ascéticos de una vida de virginidad
y en parte aferrados a un camino de más clara comprensión en todo lo involucrado
en le misterio de la Encarnación, empezaron a hablar de la Santísima Virgen como
el modelo de todas las virtudes y el ideal de la ausencia del pecado. Algunos
notables pasajes de este tipo se han recopilado.
"En el cielo, nos dice San Ambrosio, "ella dirige los coros de almas vírgenes;
con ella las vírgenes consagradas alguún día serán contadas."
St. Jerónimo (Ep. xxxix, Migne, P. L., XXII, 472) deja entrever la concepción de María como madre de la raza humana, concepto que animaría poderosamente la devoción de épocas posteriores.
San Agustín en un famoso pasaje (De nat. et gratis, 36) proclama el privilegio único de María de ausencia del pecado.
En el sermon de San Gregorio Nazianzeno acerca del mártir San Cipriano (P.G., XXXV, 1181) tenemos un relato de la doncella Justina, que invocó a la Santísima Virgen para preservar su virginidad.
Pero
en esto, como en otros aspectos devocionales de las primeras creencias
Cristianas, el lenguaje más florido parece provenir de Oriente, y en particular
en los escritos Siríacos de San Efrén. Es verdad que no podemos confiar
completamente en la autenticidad de muchos de los poemas atribuidos a él, sin
embargo, en algunos de los incuestionablemente suyos es todavía muy notable.
Así en los himnos de la Natividad (6) leemos: "Bendita sea María, la que sin
votos y sin oraciones por su virginidad concibió y tuvo al Señor de todos los
hijos de sus iguales, quién haya sido o sea, casto o justo, sacerdotes y reyes.
Quien más arrullo a un hijo en su pecho como María ? Que se haya atrevido
llamara a su hijo, Hijo del Creador, Hijo del Hacedor, Hijo del Altísimo ?"
Similarmente en los Himnos 11 y 12 de la misma serie, Efrén representa a María en este soliloquio: "El bebé que llevo me lleva, y Él ha bajado Sus alas tomándome y colocándome entre Sus garras y levantado el vuelo, y una promesa se me ha dado que mi altura y profundidad serán las de mi Hijo". Etc.
Este
último pasaje parece sugerir una creencia, como la de San Epifanio ya
mencionado, que las santos restos de la Madre Virgen fueron en alguna forma
milagrosa trasladados desde la tierra. La muy desarrollada narrativa apócrifa de
"El sueño de María" probablemente pertenezca a un período ligeramente posterior,
pero al parecer en esta forma anticipa los escritos de Padres Orientales de
reconocida autoridad. Qué tan lejos la creencia en la "Asunción" que se volvió
prevalente en el curso de unos cuantos siglos, era independiente de o
influenciada por el apócrifo "Transitus Mariae" , que es incluido por el Papa
Gelasio en su lista de apócrifos condenados, es una difícil pregunta. Es
factible que algún germen de tradición popular precediera la invención de
detalles extravagantes de la propia narrativa. En cualesquier caso, la evidencia
de la los manuscritos Siríacos prueba más allá de ninguna duda que en Oriente
antes del final del siglo sexto, y probablemente más temprano aún, la devoción a
la Santísima Virgen había asumido aquellos desarrollos con los que se le asocia
con la posterior Edad Media. En algunos manuscritos del "Transitus Mariae" -
-fechados en la parte alta del siglo quinto—encontramos mención de tres
celebraciones anuales de la Santísima Virgen:
Una dos días después de la fiesta de Natividad ,
otra en el día 15to. de Iyar, correspondiente más o menos a Mayo, y
una tercera en el 13er. (o 15to.) día de Ab (aprox. Agosto), que probablemente
da origen a nuestra actual celebración de la Asunción.
Mas aún, la misma relación apócrifa contiene una colección de los milagros de la
Santísima Virgen, supuestamente enviada por los Cristianos de Roma, y que
cercanamente recuerda el "Marienlegenden" de la Edad Media. Por ejemplo podemos
leer:
Frecuentemente aquí en Roma se aparece a la gente que la confiesa en sus
oraciones, porque ella se ha aparecido aquí o en la mar cuando había peligro de
que el barco fuese destruido en el que iban navegando. Y los marinos invocaron
el nombre de nuestra Señora diciendo: " O Doña María, Madre de Dios, apiádate de
nosotros," y tal cual ella apareció frente a ellos como un sol salvando al
barco, con noventa y dos de ellos, rescatándolos de la destrucción, sin perecer
ninguno de ellos
Y nuevamente escuchamos :
Ella apareció de día en la montaña donde bandidos habían caído sobre algunas
gentes buscando matarles. Y estas gentes clamaron : " Oh Santa María Madre de
Dios, ten misericordia de nosotros". Y se apareció ante ellos como en un
relámpago de luz, cegando los ojos de los bandidos que no les pudieron ver (ib.,
49).
Por supuesto que la extravagancia de esta literatur apócrifa no puede ser
cuestionada. Es totalmente inventada y una comparación entre los diversos textos
del "Transitus" muestra que este tratado en particular fue constantemente
modificado y agregado en sus varias traducciones, de tal suerte que no podemos
estar del todo seguros que el "Liber qui appellatur transitus, id est Assumptio,
Sanctae Mariae apochryphus," condenado por el Papa Gelasio en 494, fuera
idéntico con la versión Siríaca justamente referida. Pero es altamente probable
que esta misma versión Siríaca estuviese entonces en existencia, y apócrifo como
fuese el texto, indudablemente testifica el estado mental de los entonces poco
instruídos Cristianos de ese período. Tampoco es factible que las celebraciones
fuesen mencionadas y ascritas a las instituciones de los mismos Apóstoles si
tales celebraciones no hubiesen existido en las localidades en que esta ficticia
narrativa era ampliamente popular. De hecho, los estudiosos dan buenas razones
para creer que la celebración mencionada como mneme tes hagias Oeotokou kai
aeikarthenou Marias fue celebrada en Antioquia tan temprano como el año de 370,
mientras que de las circunstancias de estar conectada con la Epifanía podemos
indentificarla con la primera de las celebraciones referidas en el Siríaco
Transitus.
Existe también evidencia confirmatoria de que tal celebración es encontrada en
los himnos de Balai, un escritor Siríaco del comienzo del siglo quinto, ya que
no solo emplea el más florido lenguaje acerca de Nuestra Señora, pero también se
refiere a ella en términos como estos: " Alabado sea El Señor en la fiesta
memorial de Su Madre" (Poema 4, p. 14, y Poema 6, p. 15). Otro claro testimonio
es el de San Proclo, que murió como Patriarca de Constantinopla, y que en 429
predicó un sermón en esa ciudad, en el que estuvo presente Nestorio, comenzando
con las palabras "El festival de la Virgen (parthenike panegyris) incita nuestra
lengua hoy para anunciar su alabanza." En esto, podemos notar, como describe a
María como
Doncella y Madre, Virgen y cielo, el único Puente de Dios a los hombres, hilo
misterioso de la Encarnación, por el que en forma desconocida el ropaje de esa
unión fue tejido, del cual el tejedor es el Espíritu Santo; y la rueca el poder
del altísimo; la lana el antiguo vellón de Adán; el vellón la carne pura de la
virgen, el tejedor borda la inmensa gracia de El que lo realizó; el artífice el
Verbo desplazándose por la palabra" (P.G., LXV, 681).
Este discurso ilustra en grado notable como las controversias que fructificaron
en los cánones de Éfeso y el título theotokos condujeron a una profunda
comprensión del papel de la Santísima Virgen en la obra de la Redención.
Volviendo a otra tierra Oriental, encontramos un notable monumento a la devoción
Mariana entre el Cóptico Ostraca (p. 3) fechado alrededor de D.C. 600. Este
fragmento lleva en griego las palabras: "Salve María llena eres de gracia, el
Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de
tu vientre, porque tu concebiste a Cristo, el Hijo de Dios, el Redentor de
nuestras almas". Esta variante Oriental del Ave María aparentemente se intentó
su uso en la liturgia, tanto como la forma mas temprana del Ave María en
Occidente tomó forma de una antífona empleada en Misa y el Oficio de la
Santísima Virgen. Relativamente tarde como este fragmento pudiera parecer, es de
lo más valioso por la mención directa de la Santísima Virgen en nuestra temprana
forma de liturgia lo que constituye una rara ocurrencia. Nada de esto, por
ejemplo, se encuentra en el libro de oraciones de Serapión, o en la liturgia de
las Constituciones Apostólicas, o en los fragementos del Cánon de la Misa
preservados en el tratado Ambrosiano "De Sacramentis". Ciertos himnos Siríacos
por Cirilón en (c. 400) y especialmente por Rabnlas de Edessa (d.435) hablan de
María en términos de cálida devoción; pero como en el caso de San Efrén existe
cierto grado de incertidumbre acerca de la autoría de estas composiciones. Por
otra parte la dedicación de muchas iglesias tempranas permiten sin duda un
indicio del autorizado reconocimiento que en este período se brindaba al cultus
de la Santísima Virgen. De hecho al principio del siglo quinto San Cirilo
escribió: " Salve María, Madre de Dios, a la que en pueblos y villas y en islas
se han fundado iglesias de verdaderos creyentes" (P.G., LXXVII, 1034). La
Iglesia de Éfeso, la que en 431 reunió el Concilio Ecuménico, fue el mismo
dedicado a la Santísima Virgen. Tres iglesias fueron fundadas en su honor en o
cerca de Constantinopla por la Emperatriz Pulqueria en el curso del siglo
quinto, mientras que en Roma la Iglesia de Santa María Antiqua y la de Santa
María en Trastevere son ciertamente más antiguas que el año 500. No menos
notable es la creciente preeminencia dada a la Santísima Virgen durante los
siglos cuarto y quinto en el arte cristiano. En las pinturas de las catacumbas,
en las esculturas de los sarcófagos, en los mosaicos, y en tales objetos menores
como el viales de aceite de Monsa, la figura de María aparece con mayor
frecuencia, mientras que la veneración que se le dedica es indicada por varias
formas indirectas, por ejemplo por la gran nubosidad, que se puede observar en
las imágenes de la Crucifixión en el manuscrito de Rabulas de 586 D.C.(reproducido
en La Enciclopedia Católica VIII). Tempranamente como 540 encontramos un mosaico
en el que ella aparece entronizada como Reina del Cielo en el centro del ápice
de la catedral de Parenzo en Austria, construida en esa fecha por el Obispo
Eufrasio.
La Temprana Edad Media
Con los desarrollos Merovingio y Carolingio de la Cristiandad en Occidente
arribó una aceptación autorizada de la devoción Mariana como aprte integral de
la vida de la Iglesia. Es difícil dar fechas precisas para la introducción de
diversos festivales, pero ya ha sido mencionado en el artículo CALENDARIO que
las celebraciones de la Asunción, Anunciación, Natividad y Purificación de
Nuestra Señora pueden con certeza ser trazadas a este período. Tres de estas
celebraciones aparecen en el Calendario de San Wilibrodo del final del siglo
séptimo, la Asunción siendo asignada tanto al 18 de Enero, siguiendo la práctica
de la Iglesia Gálica, y a Agosto ( que se aproxima a la actual fecha Romana),
mientras que la ausencia de la Anunciación se deba probablemente a una situación
accidental. Nuevamente podemos afirmar confiadamente que la posición de la
Santísima Virgen en la fórmula litúrgica de la Iglesia estaba para esta época
firmemente establecida. Aunque ignoraramos el Cánon de la Misa Romana que para
entonces ya tenía la forma que actualmente retiene antes del cierre del siglo
sexto, el "parefatio" para el festival en Enero de la Asunción en el rito
Gálico, así como otras oraciones que pueden ser asignadas con seguridad a un
momento no posterior al siglo séptimo, dan prueba de un ferviente cultus a la
Santísima Virgen. En lenguaje poético María es declarada no solamente
maravillosa por la ofrenda de concebir a través de la fé pero gloriosa en la
translación de su partida ( (P. L., LXII, 244-46), la creencia en su Asunción
que ha sido clara y repetidamente tomada en cuenta, como lo fue un siglo más
temprano por Gregorio de Tours. Ella es también descrita en la liturgia como "la
hermosa cámara de donde proviene la valiosa esposa, la luz de los gentiles, la
esperanza de los fieles, la deshacedora de demonios, la confusión de los Judíos,
vaso de vida, tabernáculo de gloria, templo celestial, cuyos méritos, tierna
doncella como era, son mas claramente demostrados cuando se ponen en contraste
con el ejemplo de la antigua Eva" (ib., 245). En el mismo período un sinnúmero
de iglesias eran construidas bajo la dedicación a María, muchas de estas están
entre las más importantes de la Cristiandad. Las catedrales de Reims, Chartres,
Rouen, Amiens, Nîmes, Evreux, Paris, Bayeux, Séez, Toulon etc., aunque
construidas en épocas diferentes, todas fueron consagradas en su honor. Es
verdad que el origen de muchos de estos santuarios franceses de Nuestra Señora
esta impenetrablemente cubierto en la niebla de las leyendas. Por ejemplo, nadie
en la actualidad cree con seriedad que San Trófimo en Arles dedicó una capilla a
la Santísima Virgen mientras ella todavía vivía, pero existe evidencia
concluyente que muchos de estos sitios de peregrinación eran venerados desde
fechas muy tempranas. Sabemos por Gregorio de Tours (Hist. Fr.,IX,42) que San
Radegundo había construido una capilla en su honor en Poitiers, y habla de otras
en Lyon, Tolouse, y Tours. También contamos con la tableta dedicatoria de una
iglesia levantada por el Obispo Frodomundo en 677 "in honore almae Mariae,
Genetricis Domini", y que el día nombrado es el medio del mes de Agosto (mense
Augusto medio), debe de haber poca duda en que la consagración ocurrió durante
el festival de la Asunción, que para entonces empezaba a suplantar el festival
de Enero. En Alemania los santuarios de Altötting y Lorch profesan ser capaces
de trazar su origen como sitios de peregrinaje a la remota antiguedad y, aunque
sería brusco pronunciarse con tanta seguridad, probablemente nos sentamos
seguros en asignarlos al menos al período Carolingio. En Inglaterra e Irlanda,
la evidencia que sugiere que desde el más temprano período la Cristiandad estaba
fuertemente fermentada de devoción Mariana es muy fuerte. Beda nos cuenta de la
iglesia consagrada en honor de Nuestra Señora en Canterbury por San Melitón, el
sucesor inmediato de Agustín; también sabemos por la misma fuente de muchas
otras iglesias Marianas, v.g. Weremouth y Hexam ( esta última dedicación debida
a la milagrosa curación de San Wilfrido después de invocar a la Madre de Dios),
y Lastingham cerca de Whitby, mientras que San Aldelmo, antes de finalizar el
siglo séptimo, nos informa como la Princesa Bugga, hija del Rey Edwin, dedicó
una iglesia a la Santísima Virgen durante la celebración de su Natividad.
Istam nempe diem, qua templi festa coruscant,
Nativitate sua sacravit Virgo Maria.
Y el altar de Nuestra Señora estaba en el ábside :
Absidem consecrat Virginis ara.
Probablemente la poesía vernácula más temprana en Occidente en celebrar la
alabanza de María fue la Anglo-Sajona; ya que Cynewulf, poco antes del tiempo de
Alcuin y de Carlomagno, compuso los más brillantes en este tema; por ejemplo nos
referimos a la traducción de Gollancz de " el Cristo" (ii,214-80):
Salve, tu Gloria de este medio mundo!
La mas pura mujer a través de toda la tierra.
De todos aquellos que fueron desde tiempo immemorial
Cuan justamente eres llamada por todos los dotados
Con dones de habla ! Todos los mortales de la tierra
Declaran de todo corazón que tu eres la novia
De Aquel que gobierna la esfera celestial.
Para
detallar todo lo que encontramos en los escritos de Aldelmo, Beda, y Alcui sería
imposible; empero es de hacer notar el testimonio de un escritor Anglicano en
relación a la totalidad del período anterior a la conquista Normanda. "El
Santo," nos dice, "más persistentemente y frecuentemente invocado, y a quien los
más apasionados nombres fueron aplicados, invadiendo terreno de prerrogativas
divinas, era la Santísima Virgen. La Mariolatría no es un desarrollo moderno del
Romanismo"; indicándonos como ejemplos de un manuscrito inglés del siglo décimo
ubicado en Salisbury, invocaciones tales como " Sancta Redemptrix Mundi, Sancta
Salvatrix Mundi, ora pro nobis"; El mismo escritor después de referirse a
oraciones y prácticas de devoción conocidas en tiempos Anglo-Sajones, por
ejemplo la Misa especial ya asignada a la Santísima Virgen los sábados en el
misal Leofrico, comenta acerca de la extraña delusión, como él la llama, de
muchos Anglicanos, que pueden ver a una Iglesia que tolero tales abusos tan
primitivos y ortodoxos.
No resultan menos notables los desarrollos de devoción a la Madre de Dios en
Irlanda. El calendario de Aengus al principio del siglo noveno es
particularmente notorio por el ardor del lenguaje utilizado cada vez que el
nombre de la Santísima Virgen era introducido, mientras que Cristo era
continuamente referido como " Jesús Mac Mary " ( v.g Hijo de María ). También
existen aparte de ciertos himnos Latinos, una letanía Irlandesa muy llamativa en
honor de la Santísima Virgen, que en lo que se refiere a lo folclórico de los
nombres aplicados a ella, estos no desmeritan en nada con la presente Letanía de
Loreto. María es llamada "Señora de los Cielos, Madre de la Celestial y
terrestre Iglesia, Recreación de la Vida, Señora de las Tribus, Madre de los
Huérfanos, Seno de los Infantes, Reina de la Vida, Escalera del Cielo." Esta
composición puede ser tan antigua como la mitad del siglo octavo.
La parte alta de la Edad Media
Fue característico de este período, que para nuestros propósitos actuales
podemos considerar que inicia con el año 1000, que el profundo amor y confianza
en la Santísima Virgen, que desde antes se había expresado en forma vaga y de
acuerdo con las iniciativas piadosas de individuos, empezó a tomar forma
organizada en vasta multitud de prácticas devocionales. Mucho antes de esta
fecha era probable encontrar altares de Nuestra Señora en la totalidad de las
más importantes iglesias.—El poema de San Aldelmo en el altar nos lleva poco
atrás del año 700 y muchos registros atestiguan que tales altares, pinturas,
mosaicos, y finalmente esculturas representando la figura de Nuestra Señora para
deleite de la mirada de sus devotos. La famosa figura sentada de la Señora con
el Divino Infante en Ely data de antes de 1016. La estatua de la Santísima
Virgen en Coventry, de cuyo cuello se colgó el rosario de Lady Godiva, pertenece
al mismo período. Incluso en tiempos de Aldelmo Nuestra Señora era solicitada
para escuchar las oraciones de aquellos hincados ante su santuario.
Audi clementer populorum vota precantum
Qui . . . genibus tundunt curvato poplite terram.
Fue especialmente para tales salutaciones que el Salve María, que probablemente
en un comienzo se familiarizó como antífona utilizada en el Pequeño Oficio de la
Santísima Virgen, ganó favor popular entre todas las clases. Acompañándose cada
vez con una genuflexión, tal como la tradición relata que el mismo Arcángel
Gabriel realizó, los devotos de María repetían esta fórmula una y otra vez. Como
en un principio carecía de la petición final, el Salve se sentía como una
verdadera forma de salutación, y en el siglo duodécimo se volvió de uso
universal. De la misma época pertenece el ampliamente popularizado Salve Regina,
que también al parecer procede del siglo undécimo. A pesar de que originalmente
iniciaba con las palabras "Salve Regina Misericordia" desprovisto del "Mater",
no podemos dudar que algo de la moda del himno se debía a la inmensa difusión de
la colección de relatos Marianos (Marien-legenden) que se multiplicaron
excesivamente en este tiempo ( del siglo doce al catorce), y en el que el motivo
Mater Misericordia era continuamente recurrente. Esta colección de relatos debió
haber producido un efecto notable en popularizar variedad de otras prácticas
devocionales además de repeticiones del Salve y el uso del Salve Regina, por
ejemplo la repetición de las cinco salutaciones comenzando con el "Gaude María
Virgo", la recitación de los cinco salmos, cuyas iniciales componen el nombre de
María, la dedicación del Sábado de ciertas prácticas especiales a la Santísima
Virgen, el uso de oraciones asignadas, tal como la secuencia "Missus Gabriel",
el "O Intemerata", el himno "Ave Maris Stella", etc., y la celebración de
fiestas particulares, como la Concepción de la Santísima Virgen y su Natividad.
Los cinco Gaudes recién mencionados originalmente conmemoraban las cinco
alegrías de Nuestra Señora y para cotejar esos gozos espirituales se
conmemoraban los cinco dolores correspondientes. No es sino hasta finales del
siglo decimocuarto que siete dolores empiezan a ser mencionados, e incluso por
excepción.
En todo esto el primer impulso parece provenir en gran parte de los monasterios,
en los que los relatos Marianos fueron mayormente compuestos y copiados. Fue en
los monasterios que el Pequeño Oficio de la Santísima Virgen empezó a ser
recitado como un agregado devocional al Divino Oficio, y que el Salve Regina y
otros himnos de Nuestra Señora fueron agregados a Compline y otras horas. Entre
otras ordenes los Cistisercianos, particularmente en le siglo doce, ejercieron
una influencia inmensa en el desarrollo de la devoción Mariana. Ellos reclamaban
una especial conexión con la Santísima Señora, a la que consideraban estar
presidiendo invisible la recitación del Oficio. A ella dedicaron sus iglesias, y
eran especiales en decir sus horas, dando preeminencia especial en el Confitero
y frecuentemente repitiendo el Salve Regina. Este ejemplo de especial
consagración a María fue seguido por ordenes posteriores, notablemente la de los
Dominicos, los Carmelitas, y los Servites. De hecho, casi la totalidad de tales
instituciones desde este tiempo en adelante adoptaron alguna forma especial de
devoción para destacar su lealtad particular a la Madre de Dios. Santuarios se
multiplicaron naturalmente, aunque algunos, ya mencionados, se originan en
fechas posteriores al siglo undécimo, es en este período que famosos sitios de
peregrinación surgen como Roc Amadour, Laon, Mariabrunn cerca de Klosterneuburg,
Einsiedeln etc. y en Inglaterra, Walsingham, Nuestra Señora de Undercroft en
Canterbury, Evesham, y muchos más.
Estos santuarios, que ha medida del paso del tiempo se multiplicaron más allá de
lo esperado en cada parte de Europa, casi siempre debían su fama a los favores
temporales y espirituales que se creía la Santísima Virgen otorgaba a aquellos
que la invocaban en estos sitios favorecidos. La gratitud de los peregrinos
incluso los enriquecían con los más costosos regalos; coronas de oro y gemas
preciosas, vestimentas de lujo, y ricos ornamentos nos encuentran a cada paso en
el registro de tales santuarios. Debemos mencionar, como muestra, aquel de
Halle, en Bélgica, que era excepcionalmente rico en tales tesoros. Tal vez la
forma más común de ofrendas votivas era la repesentación en plata un oro de la
persona o miembro que había sido curado. Por ejemplo el Duque Felipe de Borgoña
envió a Halle dos estatuas de plata, una representando un caballero montado, el
otro a un soldado de infantería en gratitud por la cura de dos de sus
guardaespaldas. Con frecuencia la moda especial de un santuario se debía a una
manifestación milagrosa que se cría había ocurrido en ese sitio. Sangre se decía
haber fluido de ciertas estatuas y pinturas de Nuestra Señora que habían sido
desacralizadas. Otras habían llorado o exhudado humedad. En otros casos, la
cabeza se había inclinado o la mano levantado para impartir bendición.
Sin negar la posibilidad de tales eventos, no puede dejar de dudarse que en
muchas ocasiones la evidencia histórica de estas maravillas era insatisfactoria.
Que la devoción popular a la Santísima Virgen era frecuentemente mostrada con
extravagancia y abuso, es imposible de negar. Sin embargo, podemos pensar que la
fé simple y devoción de la gente fue con frecuencia recompensada en proporción a
la honesta intención de su muestra de respeto a la Madre de Dios. Y no hay razón
para pensar que estas formas de devoción tuvieran un efecto de engaño, y que
hallan ahijado nada mas que formas de superstición. La pureza, devoción, e
imagen maternal de María siempre fueron el motivo dominante, incluso el
"Milagro" de Max Reinhardt, la obra muda que en 1912 arrasó la taquilla de
Londres, persuadió a muchos acerca de lo verdadero que el sentimiento religioso
debió de resaltar incluso las mas extravagantes concepciones de la Edad Media.
El más reconocido de los santuarios Ingleses de Nuestra Señora, el de Walsingham
en Norfolk, fue en cierta forma una anticipación del todavía más famoso Loreto.
Walsingham profesaba el conservar, no el Santo Hogar por si mismo, pero si un
modelo de su construcción sobre las medidas traídas de Nazareth en el siglo
undécimo. Las dimensiones de la Santa Casa de Walsingham fueron tomadas por
William de Worcester, y estas no coinciden con las de Loreto. La de Walsingham
mide 7.15 por 3.9 metros ; la de Loreto es más grande con 9.5 por 4.0 metros.
En cualesquier caso el homenaje rendido a Nuestra Señora durante la parte alta
de la Edad Media era universal. Incluso un escritor nada ortodoxo como John
Wyclif, en uno de sus primeros sermones, dice: " Pareciera imposible el poder
obtener la recompensa del Cielo sin la ayuda de María. No hay sexo o edad, ni
rango o posición, de nadie de la raza humana, que no tenga la necesidad de
clamar por ayuda a la Santísima Virgen". Así que nuevamente el intenso
sentimiento evocado del siglo doce al dieciséis sobre la doctrina de la
Inmaculada Concepción es solo un tributo adicional a la importancia que todo el
tema de la Mariología poseía a los ojos de los mas estudiosos cuerpos de la
Cristiandad. EL dar incluso una pequeña muestra de las diferentes prácticas de
devoción Mariana en la Edad Media sería imposible de realizar en este espacio.
La mayoría de ellos—por ejemplo el Rosario, el Ángelus, el Salve Regina, etc. y
los más importantes se discuten en encabezados separados. Es suficiente el hacer
notar la prevalencia de portar rosarios de todas las modas y largos, algunos de
quince décadas, algunos de diez, algunos de seis, cinco, tres, o uno, como
artículos de adorno en cada ropaje; la mera repetición de Salve Marías a ser
contados con la ayuda de tales Pater Nosters, o cuentas, era común en el siglo
doce, antes del tiempo de Santo Domingo; el tema de meditación en "misterios"
asignados no llegó a estar en uso sino hasta 300 años después. Además, hemos de
notar la casi universal costumbre de dar donaciones para tenera una Misa
Mariana, o Misa de Nuestra Señora, celebrada diariamente en un altar particular,
así como el mantener encendidas luminarias frente a una estatua o santuario
específicos. Aún más interesantes fueron las fundaciones dejadas por testamento
para que el Salve Regina u otros himnos de Nuestra Señora fueran cantados
después del Compline en el altar de la Señora, mientras que luminarias ardían
frente a su estatua . El "salut" común en Francia en los siglos diecisiete y
dieciocho se formaron solo como desarrollo posterior de esta práctica, y de
estos últimos hemos derivado casi con toda certeza nuestra comparativamente
moderna devoción de Benedicción del Sagrado Sacramento.
Tiempos Modernos
Tan solo unos cuantos puntos aislados pueden ser tocados en el desarrollo de la
devoción Mariana desde la Reforma.
Destaca entre estos la introducción general a la Letanía de Loreto, la que, como
hemos visto, tuvo precursores en otras tierras tan remotas como Irlanda en el
siglo noveno, sin dejar de mencionar de formas aisladas en la alta Edad Media,
la que por sí sola solo llegó a ser de uso común hasta el cierre del siglo
decimosexto. Lo mismo puede mencionarse de la adopción generalizada de la
segunda parte del Salve María. Otra manifestación de gran importancia, que al
igual que la anterior siguió poco después del Concilio de Trento, fue la
institución de ordenes de la Virgen Santísima, particularmente en casas de
educación, un movimiento principalmente promovido por la influencia y ejemplo de
la Sociedad de Jesús, cuyos miembros hicieron mucho, por la consagración de
estudios y otros instrumentos similares, para colocar la labor de la educación
bajo el patronazgo de María, la Reina de la Pureza. A este período también se
debe, con algunas excepciones, la multiplicación en el calendario de fiestas
menores de la Santísima Virgen, tales como el del Santo Nombre de María, el
festum B.V.M. ad Nives, de Mercedes, del Rosario, de Bono Consilio, Auxilium
Christianorum, y otras mas. También en la parte alta (siglo diecisiete como más
temprano) es la adopción de la costumbre de consagrar el mes de Mayo a Nuestra
Señora por mandatos especiales, aunque la práctica de recitar el Rosario cada
día durante el mes de Octubre apenas se pueda mencionar sea mayor que las
Encíclicas del Rosario de Leo XIII. No se mantuvo mucha controversia acerca de
la Inmaculada Concepción después del pronunciamiento indirecto del Concilio de
Trento, pero el dogma fue solo definido por Pío IX en 1854. Indudablemente, sin
embargo, el gran ímpetu a la devoción Mariana en tiempos recientes lo ha
proporcionado las apariciones de la Santísima Virgen en 1858 en Lourdes, y por
medio de numerosos favores sobrenaturales otorgados a los peregrinos, tanto ahí
como en otros santuarios, que derivan de este. La "medalla milagrosa" conectada
con la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias-Notre Dame des Victoires en
Paris merece también mención, generando gran impulso a esta forma de devoción en
la primera mitad del siglo decimonoveno. Siendo relevante mencionar las
apariciones marianas ocurridas en el cerro del Tepeyac en México, a los diez
años de finalizar la conquista española, en 1531 testimoniadas por el beato Juan
Diego-Cuautlatoatzin. Mismas que dieron origen al establecimiento de su actual
santuario y basílica de Santa María de Guadalupe, en la villa de Guadalupe
Hidalgo, actualmente parte de la metrópolis de la Ciudad de México. Y en plena
edad moderna , a principios del siglo XX en plana Primera Guerra Mundial, no se
pueden dejar de mencionar las apariciones de Fátima en Portugal ocurridas en
1917 a los tres niños pastores, que dan origen al muy visitado e importante
Santuario de Nuestra Señora de Fátima.
HERBERT THURSTON
Traducido del inglés por Edmundo B Durell
Dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe
En profundo agradecimiento por dones y bendiciones recibidos.