Bernabé (Originalmente José),
considerado como Apóstol en la Sagrada Escritura, y, como San Pablo,
considerado por la Iglesia junto a Los Doce, aunque no uno de ellos; nacido de
padres Judíos en la Isla de Chipre al inicio de la Era Cristiana. Un Levita,
naturalmente pasó mucho tiempo en Jerusalén, probablemente antes de la
Crucifixión de Nuestro Señor, y parece haberse asentado ahí (donde su
parentela, la familia de el Evangelista Marcos, también tenía sus hogares,
Hechos, XII, 12) y poseer algunas tierras vecinas (IV, 36-37). Una antigua tradición
registrada por Clemente de Alejandría (Strom., II, 20, P.G., VIII, col. 1060)
y Eusebio (H. E., II, i, P. G., XX, col. 117) dice que era uno de los Setenta
discípulos; pero en los Hechos (IV, 36-37) se favorece la opinión de que se
convirtió a la Cristiandad poco después de Pentecostés (alrededor del 29 o 30
D.C.) e inmediatamente vendió sus propiedades y entregó las ganancias a la
Iglesia. Los Apóstoles, probablemente debido a su éxito como predicador,
debido a que se le coloca primero entre los profetas y doctores de Antioquía (XIII,
1), fue llamado Bernabé, un nombre cuya interpretación de entonces era "hijo
de la exhortación" o "consolación". (La etimología real, sin embargo, está en
disputa. Véase Encyl. Bibli., I, col. 484.) Aunque no se registra nada sobre
Bernabé durante algunos años, evidentemente adquirió durante esta época una
alta posición dentro de la Iglesia. Cuando Saulo “el
perseguidor”, posterioromente Pablo Apóstol, realizó su primera visita
(aproximadamente entre 33 a 38 D.C.) a Jerusalén después de su conversión, la
Iglesia, recordando su antigua forma de ser, tuvo dudas en creer en la
realidad de su conversión. Bernabé lo apoyó e hizo que fuera recibido por los
Apóstoles, como lo relatan los Hechos (IX, 27), aunque solo se reunió con
Pedro y Santiago, el hermano del Señor, de acuerdo al mismo Pablo (Gálatas, i,
18, 19). Saulo fue enviado a su hogar en Tarso para vivir en la oscuridad
durante alguno años, mientras Bernabé parece haber permanecido en Jerusalén.
El evento que los volvió a reunir y les abrió la puerta a ambos para su obra
principal fue el resultado indirecto de la misma persecución de Saulo.
En la dispersión que siguió a
la muerte de Esteban, algunos Discípulos de Chipre y Cirene, fundaron la
misión real de la Iglesia Cristiana mediante la predicación a los Gentiles.
Tuvieron un gran éxito entre los Griegos en Antioquía en Siria, de cuyos
reportes al llegar a oídos de los Apóstoles, Bernabé fue enviado a aquel lugar
a investigar el trabajo de sus lugareños. Vio en los frutos de dichas
conversiones la gracia de Dios y, aunque Judío, dio la bienvenida de corazón a
estos primeros Gentiles conversos. Su mente se abrió al instante a la
posibilidad de este inmenso campo. Prueba de la profunda impresión que Bernabé
había tenido de Pablo fue que pensó en él inmediatamente para este trabajo, se
dispuso sin demora hacia la lejana Tarso, y persuadió a Pablo a que lo
acompañara a Antioquía para inicial el trabajo de predicación. Este incidente,
da una idea sobre el carácter de cada uno, muestra que no fue un mero
accidente el que los guiara hacia el campo de los Gentiles. Juntos trabajaron
en Antioquía por todo un año y "enseñaron a una gran multitud". Entonces, con
la venida de la hambruna, por la cual Jerusalén estaba muy afligida, las
ofrendas de los Discípulos de Antioquía fueron llevadas (alrededor de 45 D.C.)
a la madre - iglesia por Bernabé y Saulo (Hechos, XI). Terminó su misión,
regresaron a Antioquía, llevando con ellos al primo, o sobrino de Bernabé
(Col., IV, 10), Juan Marcos, el futuro Evangelista (Hechos, XII, 25).
El fruto estaba maduro, se
pensaba, en más labores sistemáticas, y la Iglesia de Antioquía sintió la
inspiración del Espíritu Santo a enviar misioneros al mundo de los Gentiles y
a comisionar la labor a Bernabé y Pablo. Se aprestaron a partir, después de la
imposición de manos, junto a Juan Marcos como ayudante. Chipre, la tierra
nativa de Bernabé, fue evangelizada primero, y luego cruzaron a Asia Menor.
Aquí, en Perge en Panfilia, la primera escala, Juan Marcos los dejó, razón de
la cual, su amigo San Lucas no hace mención, aunque Pablo tomó el hecho como
una deserción. Los dos Apóstoles, sin embargo, adentrándose en un país más que
rebelde, predicaron en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, en Derbe, y otras
ciudades. A cada paso se encontraron con la oposición e incluso e incluso una
violenta persecución por los Judíos, quienes incitaban a los Gentiles en su
contra. El incidente más sobresaliente del viaje fue en Listra, donde el
pueblo supersticioso confundió a Pablo, que había sanado a un hombre lisiado,
con Hermes (Mercurio) "por ser el que hablaba", y a Bernabé por Júpiter, y
estuvieron a punto de sacrificarles un toro antes de ser prevenidos por los
Apóstoles. La muchedumbre, pronto fue persuadida por los Judíos para volver y
atacar a los Apóstoles e hirieron a San Pablo casi fatalmente. A pesar de la
oposición y la persecución, Pablo y Bernabé trajeron a muchos a la conversión
en este viaje y regresaron por la misma ruta a Perge, organizando a las
iglesias, ordenando presbíteros y encargándolos de los fieles, así que
sintieron, al regresar a Antioquía en Siria, que Dios había "abierto la puerta
de la fe a los Gentiles" (Hechos, XIII, 13--XIV, 27; véase artículo
PABLO, SAN).
Bernabé y Pablo habían estado
"por no poco tiempo" en Antioquía, cuando se les amenazó con deshacer su obra
y detener su avance. Llegaron predicadores de Jerusalén con la noticia de que
la circuncisión era necesaria para la salvación, incluso para los Gentiles.
Los Apóstoles de los Gentiles, percatándose inmediatamente de que esta
doctrina sería fatal para su obra, fueron a Jerusalén para combatirla; los
Apóstoles más viejos los recibieron con agrado y en lo que se denominó el
Concilio de Jerusalén (con fecha aproximada entre 47 a 51 D.C.) concedió la
decisión a su favor así como un elogio vigoroso de su trabajo (Hechos, XIV,
27--XV, 30; ver artículos CONCILIO DE JERUSALEN;
SANPEDRO).
De regreso a Antioquía,
retomaron la predicación por un corto periodo. San Pedro vino y se relacionó
libremente con los Gentiles, comiendo con ellos. Esto disgustó a algunos
discípulos de Santiago; en su opinión, los actos de Pedro eran reprobables,
yendo en contra de la ley Mosaica. Por encima de la censura, Pedro
aparentemente se rindió por temor a disgustarlos, y se rehuso a seguir
comiendo con los Gentiles. Bernabé siguió su ejemplo. Pablo consideró que
ellos "no caminaban erguidos de acuerdo a la verdad del evangelio" y los
reprimió delante de toda la iglesia (Gálatas, II, 11-15). Parece que Pablo
logró su cometido. Un poco después, él y Bernabé decidieron retomar sus
misiones. Bernabé quería llevar de nuevo con ellos a Juan Marcos, pero tomando
en cuenta su deserción anterior, Pablo se opuso. Después de un altercado
álgido, los Apóstoles acordaron separarse. De alguna forma Pablo estaba
influenciado por la reciente actitud adoptada por Bernabé, que podría probar
una predisposición hacia su obra. Bernabé navegó con Juan Marcos a Chipre a
Chipre, mientras que Pablo se llevó a Silas y retomó las iglesias de Asia
Menor. Algunos creen que la iglesia de Antioquía, con la despedida a Pablo,
mostraron aprobación por su actitud; en esta inferencia, sin embargo, no hay
certeza (Hechos, XV, 35-41). Se conoce poco de la carrera
posterior de Bernabé. Seguía viviendo y trabajando como Apóstol en el 56 o 57,
cuando Pablo escribió la I Corintios (IX, 5, 6) de la cual aprendió que él,
también, como Pablo, se ganaba su propio sustento, aunque en igualdad con
otros Apóstoles. La referencia indica también que la amistad entre ambos
estaba intacta. Cuando Pablo estuvo prisionero en Roma (61-63), Juan Marcos
estaba junto a él como discípulo, lo cual se toma como indicativo de que
Bernabé ya no vivía (Col., IV, 10). Esto parece probable. Varias tradiciones
lo representan como el primer Obispo de Milán, predicando en Alejandría y en
Roma, de quienes el cuarto (?) obispo, San Clemente, se dice que se convirtió,
y haber sufrido el martirio en Chipre. Las tradiciones son tardías y poco
fiables. Con la excepción de San Pablo y algunos de los Doce, Bernabé parece
ser uno de los hombres más estimados de la primera generación Cristiana. San
Lucas, rompiendo su hábito de recato, habla de él con afecto, "era un buen
hombre, lleno del Espíritu Santo y de Fe". Su título de gloria le viene no
solo por la benevolencia de su corazón, su santidad personal, y su labor
misionera, sino también por su prontitud para dejar de lado sus prejuicios
Judíos, en esta espera cierta de los Doce; de su bienvenida desprendida de los
Gentiles, y de la temprana percepción del valor de Pablo, de la cual la
Iglesia Cristiana está en deuda, en gran parte al menos, con este gran
Apóstol. Su ternura hacia Juan Marcos parece haber sido recompensada en los
valiosos servicios después rendidos por él a la Iglesia. La fiesta de San
Bernabé se celebra el 11 de junio. Se le acredita por Tertuliano
(probablemente con falsedad) de ser el autor de la Carta a los Hebreos, y
muchos Padres le atribuyen a él la llamada Carta de Bernabé.
JOHN F. FENLON
Transcrito por Janet Grayson
Traducido por Félix Carrera Franco
Cortesía de ACIDIGITAL para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
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