Belén

 

El antiguo nombre hebreo bêth lehem, cuyo significado es "casa del pan", ha sobrevivido hasta el día de hoy. Sin embargo, en su forma arábiga bêt lahm, significa "casa de la carne". Algunos eruditos (Smith, Hist. Geog. of the Holy Land, 1906, 318. n. 2) sostenían que el nombre está relacionado con Lakhmu, una de las deidades del mito babilónico de la Creación, y que en la antigüedad Belén fue un santuario de dicho dios; aunque es probable, no existe ninguna evidencia que apoye la especulación. A través de las Sagradas Escrituras se conocen dos ciudades con ese nombre: Belén y Belén de Judea.

Belén

Belén se menciona en Josué 19:15 como una de las doce ciudades pertenecientes a la tribu de Zabulón. Es apenas un pequeño pueblo sin demasiada importancia y construido con pobreza (Buhl, Geog. des alten Palästina, 1896, 215) unos once kilómetros al suroeste de Séforis (Saffurieh), y once kilómetros al noroeste de Nazaret, el hogar de Nuestro Señor. Los críticos no se ponen de acuerdo si la Belén descrita en Jueces 12:8 y 12:10 como hogar de Abesán (Ibzán), uno de los jueces menores, es la misma que la de Josué 19:15, o si se trata de Belén de Judá. Un gran número de comentadores modernos, si no es que la mayoría, creen que se trata de la Belén de Zabulón; pero la tradición antigua (Josephus, Antiq., V, vii, 13; cf. también Moore, Judges, Int. Crit. Com.) hizo que Abesán saliera de Belén de Judá y la creencia es hábilmente defendida por el Padre Lagrange en su comentario (Smith, op cit.; Hogg, Encyc. Bib., IV, 5389). En cualquier caso, la importancia de esta ciudad nunca fue grande; pero los esfuerzos de algunos críticos modernos la han hecho más famosa. Al no poder aceptar como históricos los relatos del nacimiento de Nuestro Señor en Belén de Judá, estos eruditos colocarían la Natividad en Belén de Zabulón, a la que se hace referencia en el Talmud (Megilla, 70, a) como Bethlehem seriyyah, considerada como equivalente a noseryyah, es decir Belén de Nazaret (de Galilea), una combinación ciertamente notable de dos nombres, muy conocida a través de los evangelios (Réville, Jésus de Nazareth, 2a ed., París, 1906, I, 360).

Belén de Judea

"Belén de Judea" [como dice el texto griego de Mat. 2:1, erróneamente corregido por san Jerónimo a Belén de Judá, pensando que en su texto original el evangelista se había conformado al uso del Viejo Testamento (Jueces, 17:7, 19:1; I Sam. 17:12)] es mucho más celebrada que su homónima norteña como el lugar de nacimiento de David y, sobre todo, de Nuestro Señor. La ciudad, que hoy cuenta con unos 10,000 habitantes, casi exclusivamente cristianos, está situada ocho kilómetros al sur de Jerusalén a una distancia muy corta de la carretera Jerusalén-Hebrón, a la mitad de un campo hermosísimo (Buhl, op. cit., 19), lo que contrasta favorablemente con el barrio de Jerusalén. Se extiende entre Wadi el Hrobbe al norte y Wadi er-Rahib al sur, a una altitud de 716 metros; la tierra de Moab se vislumbra al sureste, detalle que ha de recordarse al leer la hermosa historia de Rut la moabita, cuyo escenario es Belén (Smith, op. cit.). Las principales actividades económicas de Belén son la agricultura y la venta de artículos religiosos; la ciudad es también el mercado de los campesinos y beduinos de las cercanías.

De acuerdo con el texto de Gén. 35:16,19; 48:7, a Belén se relacionaba con la historia de los patriarcas. El sepulcro de Raquel, o Qubbet Ràhil (bóveda de Raquel) como se le llama ahora, aproximadamente 1.6 kilómetros al norte de Belén, aún mostrado a los peregrinos y venerado por los cristianos, mahometanos y judíos, aparece nuevamente en I Sam. 10:2 y Mat. 2:16-18; cf. Jer. 31:15. Como muestra el examen de estos pasajes, la tradición presenta algunas ambigüedades, y los críticos ponen en duda la exactitud del comentario (Gén. 35:19) que identifica a Efratá con Belén, asumiendo que se trata del resultado de una confusión entre Belén-Efratá [Rut, 4:11; Miq. 5:2(1)], es decir, nuestra Belén y otra Efratá localizada en el norte, por lo demás desconocida, o se dan por hechas dos diferentes tradiciones con respecto al sepulcro de Raquel (Cf. commentaries: Driver in Hast., "Dict. of the Bible", IV, 193, a; Buhl, op. cit., 156, 159; Bädeker-Benzinger, "Palästina und Syrien", 1904, 91). También en Jueces se menciona a Belén como hogar del joven levita hospedado por Micá (17:7s.) y de una joven (19:1s.) cuya muerte causó la expedición contra la tribu de Benjamín. Sin embargo, en el Viejo Testamento está conectada especialmente con el gran Rey David (I Reyes 16:1 y otros pasajes), y su nombre es dado a las tres cisternas (Bi' Da'ud) que se encuentran al noroeste del pueblo, no muy lejos de la tumba de Raquel. Según Bädeker-Bezinger (p. 91), una tradición que no data de más allá de la última parte del siglo quince, ve ahí la cisterna mencionada en II Reyes 23:14f. y I Crónicas 11:16 y siguientes. Más adelante la ciudad fue fortificada por Roboam (II Crón. 11:6), y Esdras 2:21 [cf. Nehem. 7:26] nos informa acerca del regreso de 123 betlemitas desde el cautiverio.

En el Nuevo Testamento, con excepción de Juan 7:42 encontramos referencias a Belén sólo en las narraciones de Mat. 2 y Luc. 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David, por lo que los cristianos la tienen en gran estima. Sin embargo, muchos críticos modernos están haciendo nuevamente de Belén la “pequeña entre las miles de Judá” (Schmidt, The Prophet of Nazareth, 1905, 246) al atacar el valor histórico de los relatos del evangelio. Algunos ubican el nacimiento de Nuestro Señor en Nazaret, llamada Su patria en los evangelios (Marcos 6:1 y paralelos; cf. 1:9; 1:24, etc.); esto lo hacen casi todos los que niegan la historicidad de la Infancia, esforzándose por explicar nuestros relatos como leyendas surgidas de la tradición judía de que el Mesías debía nacer en Belén, y basadas en el texto de Miqueas 5:2(1) (Cf. Targum; también Juan 7:42; Strauss, Life of Christ, trad. Eliot de la 4ta ed. Alemana, 1840, sect. 32, fin, sect. 39; Usener en "Encyc. Bib.", III 3346-47; Schmidt, op. cit., 243, 246; Weiss en "Die Schriften des N. T.", Göttingen, 1906, I, 1, p. 46, 221-223, 393-395). Otros rara vez dan la explicación mencionada.

Este asunto, porción de un problema mayor relacionado con cc. I-ii de Mateo y Lucas, no se puede discutir aquí. [Vea además las vidas de Jesús y sus comentarios; Ramsay, "Was Christ born at Bethlehem?", 1898, y QUIRINIUS, CENSUS OF.] Baste mencionar que aunque la segunda explicación elimina algunas dificultades, nos exige ir más atrás que los relatos de Marcos y Lucas, quienes con mayor claridad se refieren solamente a Belén de Judá (vea "Dictionary of Christ and the Gospels" de Knowling, Nueva York, 1906, I, 204). Contra la primera explicación podemos decir, como muchos críticos, que Mateo y Lucas concuerdan independientemente al ubicar el nacimiento en Belén, en el caso de san Lucas sin ningún indicio de influencia de la profecía de Miqueas (Knowling, op. cit.; Nichol, "Dictionary of Christ", I, 195, a; Jacquier "Hist. des livres du N. T.", Paris, 1905, II, 209). Sin embargo, no debemos exagerar el valor de ese argumento. (Cf. Revue d'histoire et de littérature religieuses, Jan.-Feb., 1906, 62f.) Los antiguos escritores desconocían estás dificultades, ya que simplemente reproducían los relatos del Evangelio con algunas adiciones, en algunos casos posiblemente históricas. Aproximadamente en el año 150 san Justino Mártir menciona (Dial., lxxviii) que el nacimiento del Salvador tuvo lugar en una cueva cercana a la villa de Belén; tales establos dentro de cuevas no son raros en Palestina (cf. Massie in Hast., Dict. of the Bible, III, 234; Expository Times, Mayo, 1903, 384; Bonaccorsi, "Il Natale", Roma, 1903, 16-20.) La tradición del nacimiento en una cueva fue ampliamente aceptada, como podemos comprobar a partir de las palabras de Origen aproximadamente un siglo después: “En Belén, señalada está la cueva donde Él nació y el pesebre donde fue envuelto en pañales, y el rumor en esos lugares y entre los forasteros es de la fe que por cierto Jesús nació en esta cueva”. (Contra Celsum, I, li.). También se reproduce en los evangelios apócrifos (Pseudoevangelio de Mateo 13, ap. Bonaccorsi, op. cit., 159-163; Protevangelio de Santiago, 17 sqq., Bonaccorsi, 155-159; Evangelio de la Infancia, II-IV, Bonaccorsi, 163-164). Sobre el sitio tradicional de la Natividad se erige una iglesia (Santa María de la Natividad), rodeada por el noroeste y suroeste por los conventos de los latinos (franciscanos), griegos, y armenios, respectivamente. El edificio es en su mayoría obra de Constantino (alrededor del año 330), excepto por las adiciones y modificaciones hechas por Justiniano (527-565). Debajo de ese tan venerado y antiguo monumento a la cristiandad se encuentra un centro turístico muy visitado por los peregrinos a través de los siglos: la gruta de la Natividad. La capilla de la Natividad, que corre en la misma dirección que la iglesia (de este a oeste), está situada bajo el coro; en el extremo del este hay una estrella de plata con la inscripción: Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est y cerca se encuentra la capilla del Pesebre (vea Bonaccorsi, op. cit., 77-113). Hacia el norte y el noroeste existen otras grutas relacionadas con la Natividad –principalmente por tradiciones recientes (c. siglo quince)–, con los relatos de Mateo 2, y con la memoria del gran sabio san Jerónimo y su compañía de devotos y cultos amigos (Sanders, Etudes sur S. Jérome, París, 1903, 29f.).

EDWARD ARBEZ
Transcrito por las Hermanas Dominicas Enclaustradas, Monasterio del Niño Jesús, Lufkin, Texas.
Traducido por Leonardo Molina D.
Dedicado a la Encarnación del Hijo de Dios.

Cortesía de ACIDIGITAL para la
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