EDUCACIÓN EN LA FE EN EL HORIZONTE DEL TERCER MILENIO 


Sergio Pintor


Juan Pablo II, después de haber insistido repetidamente sobre la 
necesidad de un compromiso preciso para una nueva evangelización 
en el contexto actual, ofrece un programa concreto en la carta Tertio 
Millennio adveniente, como camino de preparación para la celebración 
del jubileo del 2000, centrado en el acontecimiento de la Encarnación 
de Jesucristo.

No se trata, en el pensamiento del Papa, de hacer retórica fácil y 
abstracta o de consentir con ciertas formas de milenarismo, sino de 
considerar la celebración del jubileo y su preparación como ocasión 
providencial, tiempo de gracia y momento propicio para anunciar con 
nuevo ardor sobre Jesucristo, para anunciarlo a aquellos que no lo 
conocen o permanecen indiferentes ante su persona y su misterio, 
para hacer presente y perceptible, a través de la sacramentalidad de 
la Iglesia, los signos de su presencia de salvación en el mundo de 
hoy. En otras palabras, la exigencia de un fuerte relanzamiento 
misionero que, a partir de la urgencia de la misión "ad gentes", 
comprometa a todas nuestras iglesias en un auténtico y renovado 
dinamismo de fe.

No hay duda de que en este contexto la catequesis sea Ramada a 
asumir un relieve especial y deberes específicos.

1. Un programa para fortalecer la fe

En las indicaciones de Juan Pablo II la preparación para el jubileo 
debe realizarse a través de un camino unitario de evangelización y de 
conversión, con el fin de "confirmar, en los cristianos de hoy, la fe en 
el Dios revelado en Cristo, sostener la esperanza prolongada en la 
espera de la vida eterna, vivificar la caridad, comprometida 
activamente en el servicio a los hermanos" (TMA 31).

El objetivo prioritario de este camino de preparación está afirmado 
con claridad: el fortalecimiento de la fe y del testimonio de los 
cristianos. Un objetivo que comporta en concreto algunos 
compromisos precisos: suscitar un anhelo de santidad, promover un 
deseo de conversión y de renovación personal, crear un clima y 
actitud de oración, educar para una acogida solidaria del prójimo (cf. 
TMA 42).

El itinerario de preparación inmediata al jubileo del 2000, propuesto 
por el Papa, prevé la articulación en tres etapas sucesivas 
correspondientes a los tres años que preceden al 2000:

a) Durante el primer año, es decir, en 1997, se pide a las diversas 
Iglesias, en sus caminos y proyectos pastorales, promover una 
reflexión particular sobre el misterio de Cristo, único salvador de los 
hombres.

Los objetivos específicos de esta primera etapa son: conducir al 
descubrimiento de Cristo Salvador y Evangelizador, para crecer en la 
fe en él; y, juntamente, conducir al redescubrimiento del Bautismo 
como fundamento de la existencia cristiana.

A las comunidades cristianas se les pide, en este año, promover un 
interés renovado de acercamiento a la Biblia y comprometerse y 
descubrir y valorar la Catequesis como conocimiento -encuentro - 
acogida - de la persona y del misterio de Jesucristo.

Una etapa, por tanto, que se caracteriza por un compromiso 
particular de crecimiento en la fe (cf. TMA 40-43).

b) Durante el segundo año, es decir, en 1998, se deberá promover 
la reflexión sobre la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia y en el 
mundo, con el objetivo de descubrir la presencia y la acción tanto en 
los sacramentos, sobre todo en la Confirmación, como a través de la 
multiplicidad de ministerios, carismas y encargos que el Espíritu 
suscita y, también, a través de las semillas de salvación que Él hace 
germinar en el corazón y en la vida de las personas.

Esta segunda etapa se caracteriza como un momento de 
crecimiento en la esperanza, en la búsqueda de la comunión eclesial y 
en el compromiso de la unidad ecuménica (cf. TMA 44-48).

c) Durante el tercer año, es decir, en 1999, se pide profundizar en 
la reflexión sobre el sentido de la vida cristiana como camino de 
seguimiento a Cristo hacia el Padre, para un cumplimiento pleno de su 
designio de salvación realizado en Jesucristo, y para una comunión 
definitiva con el Padre, como perspectiva para vivir hoy el compromiso 
y el testimonio de la caridad.

Los objetivos son: descubrir y acoger, con actitud de recogimiento y 
alabanza, el amor incondicional de Dios hacia cada uno de sus hijos; 
emprender un camino de auténtica conversión a la vida cristiana, 
mediante el redescubrimiento y celebración del sacramento de la 
Penitencia; comprometerse en el testimonio de la caridad, en el 
servicio a los más pobres y marginados, en la promoción de la justicia 
social y desarrollar un diálogo interreligioso (cf. TMA 4954).

Se trata, evidentemente, de una articulación entendida, más que 
con rigidez, en su dinámica interior y de su núcleo esencial que es 
cristocéntrico-trinitario.

2. Función y características de la catequesis

En el programa de la nueva evangelización trazado por el Papa en 
la Tertio Millennio adveniente aparece claramente la importancia de 
una acción catequética específica y renovada, que sepa responder a 
las exigencias provenientes de los diversos contextos culturales y de 
los caminos concretos de la Iglesia.

Se pide explícitamente que el primer año de preparación inmediata 
al jubileo, 1997, sea considerado "el momento adecuado para el 
redescubrimiento de la catequesis en su significado y valor originario 
de `enseñanza de los apóstoles' (He 2,42) sobre la persona de 
Jesucristo y su misterio de salvación» (TMA 42). Es evidente, no 
obstante, que el compromiso de redescubrir y promover la función 
pastoral de la Catequesis no termina en el año 1997, sino que es un 
compromiso que debe acompañar y sostener de modo permanente un 
camino de crecimiento y fortalecimiento en la fe y de inmediata 
preparación para la celebración del jubileo, subrayando en 1998 la 
dimensión eclesial y espiritual, y en 1999 la dimensión doxológica y 
testimonial, como educación en el compromiso de colaboración para la 
realización y cumplimiento del Reino de Dios, a través del servicio de 
caridad y de un constante itinerario de conversión.

Un programa de nueva evangelización, en el contexto actual, por su 
misma naturaleza, debe hacer una llamada a una creatividad más 
amplia de la Catequesis y a su deber específico de contribuir a una fe 
más madura de cada bautizado y de las comunidades cristianas (cf. 
DCG 2 l). Porque también "esta nueva evangelización, dirigida no sólo 
a cada persona sino también a zonas enteras de población en las 
diversas situaciones, ambientes y culturas, está destinada a la 
formacíón de comunidades cristianas maduras, en las que la fe brote 
con fuerza y realice todo el significado originario de adhesión a la 
persona de Cristo y su Evangelio, de encuentro y comunión 
sacramental con Él, de una existencia vivida en la caridad y en el 
servicio" (ChL 34).

El Catecismo de la Iglesia Católica, junto con la mediación de 
muchos catecismos nacionales y locales, puede ser instrumento útil 
para sostener un adecuado y renovado compromiso de Catequesis, 
sobre todo a través de un dinamismo cristocéntrico-trinitario, que 
constituye el núcleo central y la visión de Catequesis a la que alude 
en sus páginas introductorias (CEC 1-10, y también 426-429).

En la perspectiva del tercer milenio parece que se pide lo 
siguiente:

a) una Catequesis más centrada en su núcleokerygma esencial: la 
buena noticia del acontecimiento y del misterio de Jesucristo, Salvador 
y Redentor de todo hombre, Revelador en plenitud del amor de Dios: 
Padre, Hijo y Espíritu Santo y del sentido mismo de la vida y de la 
historia humana.

Una Catequesis evangelizadora, deberá tener como principio el de 
la concentración constante en lo esencial, es decir, la capacidad de 
volver al kerygma cristiano, de hacer ver la relación de toda realidad 
con el amor de Dios revelado a cada uno de nosotros, en el 
acontecimiento de la Encarnación, Muerte y Resurrección de Jesús. 
Nuestra Catequesis debe abrir y conducir siempre a este núcleo en 
las situaciones concretas de la vida de cada persona. Y siempre en el 
corazón de cada Catequesis deberá resonar la pregunta interpeladora 
de la fe, puesta por Jesús a sus discípulos -Y vosotros ¿quién decís 
que soy yo?".

b) Una Catequesis para un proceso de conversión y renovación de 
vida personal y comunitario. La Catequesis debe conducir a una 
decisión radical de adhesión a la persona de Cristo y a su proyecto de 
vida, con la consiguiente liberación de toda forma de idolatría 
difundida hoy y con la reestructuración de la propia vida según el 
Evangelio.

c) Una Catequesis más atenta a las exigencias y cuestiones 
fundamentales de las personas, más encarnada en sus condiciones 
existenciales, siempre inspirada en un amor solidario y fraterno.

d) Una Catequesis capaz de hacer propuestas diversificadas, capaz 
de encauzar la pluralidad de itinerarios de fe en relación con las 
diversas exigencias personales y ambientales, según el grado de 
experiencia de fe, de cultura y de vida de los sujetos; itinerarios de 
primera evangelización, de profundización en la fe y de formación 
permanente.

e) Una Catequesis en y para una comunidad más evangelizadora, 
profética y misionera, que se edifique en torno al primado de la 
caridad; en y para una comunidad encarnada en los problemas de la 
gente, solidaria, acogedora y fraterna, anunciadora del evangelio para 
los que no creen, educadora de los creyentes en la fe y en una fe 
contagiosa para comunicar y testimoniar con actitudes de constante 
conversión y reconciliación, capaz de diálogo en la búsqueda 
incansable de la unidad y de la comunión, abierta a la misión 
universal.

f) Una Catequesis que eduque a las personas a vivir la fe dando un 
testimonio concreto de caridad y de servicio, con un compromiso 
constructivo en la sociedad por la promoción de una justicia social 
más verdadera, de una economía y una política al servicio de la 
dignidad y del bien de cada persona, de una cultura de solidaridad.

g) Una Catequesis con lenguaje renovado, comprensible, 
significativo y adaptado a las personas a las que se dirige.

h) Una Catequesis de fuerte contenido educativo, que entre sus 
deberes esté atenta hoy y sea capaz de:

- promover la personalización de los sujetos, ayudándoles a juzgar y 
discernir los valores auténticos de aquellos antivalores que impiden el 
crecimiento humano y cristiano;

- desarrollar una actitud responsable y crítica ante el poder de los 
medios de comunicación;

- educar para un amor grande a la vida frente al desprecio y a la 
cultura de la muerte, para reconocer y apreciar la dignidad y el origen 
divino de todo ser humano y comprometerse contra toda forma de 
violencia y de falta de respeto;

- promover el sentido auténtico de la historia; educar para discernir 
lo efimero de lo permanente, lo que es fundamental de lo que es 
secundario, las modas superficiales de los valores y de los ideales 
que construyen;

- promover el sentido de la identidad original y de la dignidad 
inviolable de la persona, ayudando a descubrir la ida como vocación y 
proyecto;

- educar para el valor auténtico del amor y de la sexualidad, 
descubriendo el sentido y la importancia de la formación en la virtud 
de la castidad.

3. En el centro, el anuncio de Jesucristo

La Catequesis, sobre todo en el horizonte del tercer milenio, está 
llamada a expresar en términos todavía más convincentes y 
apasionantes la centralidad del acontecimiento de Jesucristo.

Yn el centro de la catequesis -recuerda la Exhortación Catechesi 
tradendae- encontramos esencialmente a una persona: la de Jesús de 
Nazaret..." (CT 5); un texto subrayado también ampliamente en el 
Catecismo de la Iglesia Católica (cf. CEC 426-429).

Y Juan Pablo II concluye la carta Tertio Millennio adveniente 
resumiendo en un texto cristológico de la Constitución Gaudium et 
Spes del Vaticano II el sentido y la finalidad de un camino de fe que se 
pretende celebrar particularmente en el jubileo: "Cree la Iglesia que 
Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza 
por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima 
vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro 
nombre en el que sea necesario salvarse. Igualmente cree que la 
clave, el centro y el fin de toda la historia humana, se halla en su 
Señor y Maestro. Afirma, además, la Iglesia, que bajo la superflcíe de 
lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último 
fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre. Bajo la 
luz de Cristo, imagen de Dios invisible, primogénito de toda la 
creación, el Concilio habla a todos para esclarecer el misterio del 
hombre y para cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan 
a los principales problemas de nuestra época" (GS 10).

4. Un itinerario de fe para el año 1997

Ésta es la perspectiva que debe inspirar siempre a la Catequesis de 
nuestras comunidades y, en particular, para el año 1997, en el que se 
pide que los diversos itinerarios catequéticos conduzcan a un 
redescubrimiento y a una acogida de Jesucristo como único Salvador, 
Palabra del Padre, hecho hombre por obra del Espíritu Santo.

Los objetivos a tener presente en este itinerario son, según las 
indicaciones de Tertio Millennio adveniente:

- un crecimiento de la fe en Cristo y d adhesión a su misterio;

- un crecimiento en el testimonio de la fe bautismal por parte de los 
cristianos;

- la promoción de una espiritualidad renovada encarnada en la vida 
y en el mundo;

- la educación de actitudes de conversión y de renovación 
personal;

- la educación para el servicio, la solidaridad y la acogida hacia el 
prójimo, particularmente del más necesitado.

Los contenidos o núcleos del misterio cristiano que los itinerarios 
catequéticos deben traducir y comunicar como propuestas 
significativas y vitales, son:

- el descubrimiento de Cristo Salvador y Evangelizador (cf. Lc 
4,16-2 1): la profundización del acontecimiento de la salvación como 
revelación del amor de Dios y también como don de participación en la 
vida de Dios; la acogida de Jesús como "Evangelio" que ilumina y 
libera; la acogida de Jesús como único Salvador, que da sentido pleno 
y definitivo a la vida de toda persona humana;

- el Bautismo, como fundamento de la existencia cristiana y de la 
comunión-unidad entre todos los cristianos: el Bautismo como 
revelación de la identidad cristiana, como asimilación de Cristo, como 
sacramento de la unidad;

- María, Madre de Dios, corredentora y modelo del discípulo.

No es difícil ver cómo el mismo Catecismo de la Iglesia Católica 
puede ser un instrumento de referencia para estos itinerarios 
catequéticos: en particular, el capítulo segundo de la sección segunda 
de la primera parte: «Creo en Jesucristo, el Hijo de Dios" (CEC 
422-682), y el capítulo primero de la sección segunda de la segunda 
parte: «El Sacramento del Bautismo" (CEC 1213-1284).

Naturalmente, se trata de referencias que hay que situarlas dentro 
del dinamismo de respuesta de fe que atraviesa todo el Catecismo y 
dentro de la mediación de los catecismos inculturados de las Iglesias 
locales y, sobre todo, de traducir a una comunicación de fe viva y 
encarnada.

5. Un desafío de fondo

Probablemente, el verdadero desafío de fondo para la Catequesis, 
en el horizonte del tercer milenio, es todavía el de contribuir en modo 
más eficaz a una renovación efectiva de las comunidades eclesiales, 
en la diversidad de sus miembros y de sus ministerios. Se trata de un 
desafío que ya apareció en el Sínodo de 1977 sobre la Catequesis, 
repropuesto por las finalidades mismas de la nueva evangelización, 
reclamada ahora, en términos de conversión por el programa de 
preparación para el Jubileo del 2000. Si la Iglesia quiere dar "un gran 
paso adelante en su evangelización y "entrar en una nueva etapa 
histórica de su dinamismo misionero", si quiere contribuir a renovar el 
tejido social y cultural, es necesario «que se rehaga el tejido cristiano 
de las mismas comunidades eclesiales" (cf. ChL 34).

La Catequesis está llamada a expresar sus potencialidades más 
específicas para que cada bautizado y la comunidad cristiana crezcan 
en una fe más madura y sean capaces de testimoniar gozosa y 
significativamente el Evangelio y el misterio de Jesucristo en el mundo 
de hoy, de entusiasmar a las nuevas generaciones en una nueva 
calidad de vida y en la realización de la civilización del amor, de 
ofrecer respuestas adecuadas a las personas en búsqueda, de dar 
nuevamente esperanza a los corazones extraviados, de interrogar a 
las personas indiferentes. Pero esto no será posible sin una constante 
reevangelización de los mismos evangelizadores, sin una formación 
adecuada de quien trabaja en la pastoral, sin una preparación de los 
catequistas y, sobre todo, sin una auténtica renovación interior y 
espiritual. La Catequesis o será "comunicación espiritual" encarnada 
en la vida de las personas por la fuerza del Espíritu, -también en la 
disponibilidad sacramental de una comunidad y de catequistas que 
sean testigos,- o difícilmente podrá llegar a ser comunicación 
perceptible, significativa y realizadora en la vida de las personas y en 
el contexto actual.

Sergio Pintor