LA VIDA CRISTIANA COMO OBLACION
EN LOS ESCRITOS DE
SAN BENITO Y DOROTEO DE GAZA

 

INTRODUCCION

En dos trabajos recientes los PP. E. Lanne y N. Egender señalaron el profundo parentesco doctrinal que une a estos dos patriarcas de la vida monástica y maestros universales de la vida espiritual: san Benito y Doroteo de Gaza. A pesar de vivir en regiones distantes, su contemporaneidad, el uso de fuentes comunes y, finalmente, su síntesis personal, permiten señalar semejanzas y paralelos en sus escritos que hacen sospechar a los historiadores, incluso, de un posible mutuo conocimiento.

Lo que trataremos de resaltar en estas notas que siguen es el hecho de que, detrás de su afinidad, las enseñanzas de estos dos padres de la vida espiritual se complementan y enriquecen mutuamente de un modo armonioso y singular, permitiendo a los lectores abordar sus textos siguiendo una misma línea de reflexión. Esa línea es precisamente la consideración de la vida cristiana como una oblación. San Benito presenta el punto culminante de su espiritualidad en el c.49 sobre la Cuaresma, que es un llamado a la ofrenda libre y generosa de una vida santa para llegar a la Pascua de Cristo renovados. Doroteo, en cambio, considera la ofrenda como punto de partida de su enseñanzas y espiritualidad y a lo largo de sus Conferencias va penetrando en sus fundamentos, sus disposiciones y crecimiento.

Vamos a ver entonces la naturaleza de la oblación de la propia vida según estos dos padres monásticos y por qué ven en ella la disposición más profunda por la que el cristiano se configura más estrechamente a su Maestro.

1. Los inicios de la vida espiritual: la lucha contra la voluntad propia.

Una de las principales semejanzas en la doctrina de estos dos santos es el tratamiento del combate contra la voluntad propia. Tanto san Benito, como Doroteo, desde el comienzo de sus obras, no dejan dudas acerca del origen y causa de todos los desórdenes del hombre: la voluntad propia movida por el orgullo (RB Prol. 3; Conf. 1,5). Y sobre esta base pasan a señalar sus manifestaciones enfermizas y sus remedios.

Esta perspectiva es tan fuerte en la RB que podría hacer pensar al lector de que no existe camino abierto a la voluntad libre del hombre, dañada en su raíz, para "ofrecer" algo por sí misma. Todo estaría viciado desde sus comienzos por una voluntad propia que otros autores monásticos no dudan en calificar de intrínsecamente "mala", y por eso mismo, someterla a una obediencia inflexible y a una negación sistemática. Y esa sería la doctrina contenida en los grandes capítulos 5º, 6º y 7º de su Regla. Toda la vida del monje es una lucha continua y sin fin contra la voluntad propia. El movimiento positivo de la caridad, sin negarlo, pasaría a un segundo plano.

Este tipo de consideración ha llevado incluso a que se considere que la espiritualidad de san Benito, en comparación con otros padres monásticos, es "negativa" y "pesimista".

Sin embargo las cosas no son así. San Benito, en los capítulos que encierran lo más importante de sus enseñanza, traza un itinerario que va de la lucha contra las pasiones hacia la caridad, tanto como disposición del corazón (Prólogo 49), como actitud ante Dios (c.7,67-70) y ante los hermanos (c.72). Sin embargo, es cierto, su interés parece centrarse más en el momento inicial de ese itinerario, que en el final. Se trataría de una "regla de iniciación" (c.73).

Esos pasajes dicen así:

Pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad... Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios (Prol 47-49).

Cuando el monje haya subido estos grados de humildad, llegará pronto a aquel amor de Dios que "siendo perfecto excluye todo temor" (c.7.67).

Así como hay un mal celo de amargura que separa de Dios y lleva al infierno, hay también un celo bueno que separa de los vicios y conduce a Dios y a la vida eterna. Practiquen, pues, los monjes este celo con la más ardiente caridad, esto es, "adelántense para honrarse unos a otros" (Rm 12,10)(c.72,1-2)

Salvo en el último texto del c.72, en los otros la meta de la caridad aparece solamente señalada y esbozada, centrando la atención del lector en el camino preparatorio y que conduce hacia ella. Camino que, por otra parte, presenta el combate continuo contra "los vicios y pecados".

Como señalaba el profesor De Vogüé en una conferencia dada sobre este tema en el año 1976: "La caridad, considerada desde este punto de vista, se define ante todo como ausencia de todo vicio. Se trata de una caridad-pureza, más que una caridad don-de-sí. Esta concepción de la gran virtud cristiana tiene sus límites, pero contiene también algo muy profundo de siempre válido".

Como señala un gran estudioso de la Regla, san Benito, siguiendo en esto a san Pablo en su "himno a la caridad" (1 Cor 13) y a Casiano (Colación 1º), insiste en el combate contra la carne y la voluntad propia como forma de purificar esa misma voluntad, que será la sede de la caridad y de la ofrenda de sí.. Por eso su doctrina espiritual puede considerarse ante todo como una propedéutica que, más que desestimar el movimiento de la voluntad, le asigna tanta importancia que la hace objeto del trabajo ascético más grande, purificando sus movimientos e intenciones más ocultas para dejarla libre de toda traba, y poder así "correr por el camino de los mandamientos de Dios" (RB Prol 49).

San Benito buscó escribir una "mínima regla de iniciación" y en la escuela del monasterio voluntad del monje para que no sea fuente de una caridad falsa, cargada de segundas intenciones personales. Se trata de una "caridad-pureza", que sostiene y garantiza la "caridad-don de sí", que es la oblación.

Esa meta última de la caridad es explicitamente señalada en los principales capítulos de la Regla y contemplan un itinerario de la voluntad propia centrada sobre sí,a al don generoso de la caridad. Algunos pasajes de la RB dicen:

Pero si, por una razón de equidad, para corregir los vicios o para conservar la caridad... Mas cuando progresamos en la vida monástica y en la fe, se dilata nuestro corazón, y corremos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios (Prol 47-49).

Cuando el monje haya subido estos grados de humildad, llegará pronto a aquel amor de Dios que "siendo perfecto excluye todo temor" (c.7.67).

Así como hay un mal celo de amargura que separa de Dios y lleva al infierno, hay también un celo bueno que separa de los vicios y conduce a Dios y a la vida eterna. Practiquen, pues, los monjes este celo con la más ardiente caridad, esto es, "adelántense para honrarse unos a otros" (Rm 12,10)(c.72,1-2)

Sin embargo san Benito no parece querer detenerse en las "cimas" de la vida espiritual (cf. c.73), sino en el combate firme y seguro que llevará, bajo la guía del Espíritu Santo, de una amor centrado en sí mismo, a la verdadera caridad hacia Dios y los hermanos.

a. La voluntad propia y la lucha contra el pecado.

b. La voluntad propia y la voluntad de Dios.

c. La voluntad propia y la renuncia aún a lo bueno.

d. La voluntad propia y la vida comunitaria.

 

2. El punto culminante de su doctrina: la caridad como oblación de vida.

El carácter propedéutico que encierra toda esta doctrina y práctica contra la voluntad propia se pone de manifiesto en la meta señalada por la Regla al final de varios de los principales capítulos y del conjunto entero: la caridad, como manifestación de una voluntad transformada. Sin embargo es en el c.49, sobre la Cuaresma, donde toda la doctrina de la lucha contra la voluntad propia y su paso a la caridad alcanza su expresión más rica. El mismo san Benito, siguiendo la tradición de los padres, considera la vida cuaresmal como modelo de toda la vida del cristiano. Por eso puede leerse este breve capítulo 49 como síntesis de toda su espiritualidad.

Allí, por única vez en toda la Regla, san Benito contempla la voluntad del monje verdaderamente transformada, al punto de dejarla obrar libremente, movida por el Espíritu Santo. Se ha producido ese paso de la voluntad propia a la caridad del que hablaba más arriba, sin embargo el nombre que recibe la caridad en este capítulo es eminentemente litúrgico: ofrenda. Dice así:

Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca por propia voluntad a Dios algo sobre la medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual. Lo que cada uno ofrece propóngaselo a su abad, y hágalo con su oración y consentimiento (c.49,5-8)

Toda la ascésis, que en este capítulo es presentada en tres listas sucesivas de obras, es vista como una "ofrenda" que el monje hace con generosidad y libertad. La "ofrenda" es el acto más pleno de la voluntad transformada bajo la espiritualidad que san Benito propone en su escuela del servicio divino.

Sin embargo, después de enunciarlo, san Benito no explicita más su pensamiento. Es en este punto donde Doroteo de Gaza parece comenzar su reflexión acerca de la vida cristiana y monástica.

4. La oblación de Cristo y la oblación del cristiano.

Una paralelo bastante interesante entre san Benito y Doroteo se presenta en el hecho de que los dos hablan y desarrollan su doctrina de la oblación en el marco del misterio Pascual de Cristo. San Benito lo hace en el c.49 sobre la Cuaresma, que prepara la Pascua, y Doroteo en su Conferencia 16, donde comenta un himno de Gregorio de Nacianzo para la Pascua.

El motivo de ello se hace explícito en Doroteo: la vida del cristiano alcanza su punto culminante en la ofrenda de su vida porque la vida misma de Cristo fue una ofrenda al Padre por nosotros. Y esa perspectiva la toma Doroteo de la Carta a los Hebreos, tal como la cita en el número 167 de dicha Conferencia.

Los pasajes más importantes de la Carta a los Hebreos dicen así: Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios.(Heb 10,12)

Ofrezcamos sin cesar, por medio de él (Jesucristo), a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre. (Heb 13,15)

Nuestros dos autores fundan su doctrina de la vida cristiana sobre esos dos pilares que le aporta la doctrina de la Carta a los Hebreos: la vida es una ofrenda, como lo fue la de Cristo, y esa ofrenda es ante todo un gesto litúrgico que alcanza en la ofrenda Pascual la plenitud de su riqueza.

Veamos un pasaje de la Conferencia 16 de Doroteo:

Cristo nuestra Pascua, ha sido inmolado por nosotros (1 Co 5, 7) a fin de quitar el pecado del mundo, y como se ha hecho por nosotros maldición, según la palabra: Maldito quien cuelga del madero, a fin de arrancarnos de la maldición de la Ley (Ga 3, 13), y de hacer de nosotros hijos (Ga 4, 5), debemos por nuestra parte ofrecerle un don que le agrade. Pero para agradar a Cristo ?qué don, qué sacrificio debemos ofrecerle en este día de la Resurrección, ya que él no quiere sacrificios de animales irracionales? San Gregorio nos lo enseña, ya que después de decir:

Es el día de la Resurrección, agrega:

Hagamos de nosotros mismos una ofrenda.

El Apóstol dice en el mismo sentido: Ofreced vuestros cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios; este es el culto que vuestra razón os pide (Rm 12, 1).

En esta Conferencia 16ª, y también en la 1ª, Doroteo presenta lo más importante de su doctrina acerca de la oblación. Sin embargo es a lo largo de todas sus Conferencias que sigue profundizando sus diversos aspectos y eso hace que pueda ser considerada como la característica más importante de su doctrina. Incluso puede señalarse que Doroteo hace una presentación gradual y escalonada de la doctrina de la oblación.

5. La oblación de la vida como plenitud de la caridad.

Sin ser el primer lugar, la Conferencia 16 encierra el fundamento último de la oblación: el misterio Pascual de Cristo, que es su ofrenda al Padre por nosotros. A esa ofrenda sólo puede responder la ofrenda de sí mismo que cada cristiano hace a Cristo. Y ?qué es ofrecerse a sí mismo?, ?cómo se ofrecieron los santos?:

Pero ¿cómo se ofrecen?. No viviendo más para sí mismos y sometiéndose a los mandamientos divinos, renunciando a sus voluntades por el mandamiento y por el amor a Dios y al prójimo.(Conf.16,169)

A la luz del conjunto de su enseñanza sobre la oblación podemos ver en este breve pasaje de Doroteo las notas salientes de su doctrina. Y podríamos sintetizarlo en tres puntos:

a. La oblación es un movimiento del alma que, en oposición a la voluntad propia, lleva a que el cristiano oriente su vida fuera de sí. La misma vida ascética, tal como vimos en san Benito, resulta estéril si no llega el momento en que es vista como una oblación. Puede ser una búsqueda de sí mismo o tener por fin una perfección, pero que no busca entregarse a Cristo. Aun lo más íntimo del combate ascético tiene que revestirse de un espíritu oblativo, de don de sí.

b. Como momento culminante de un itinerario recorrido, la vida como ofrenda y oblación de sí mismo es lo radicalmente opuesto a la voluntad propia. Sin embargo es el momento de aclarar un equívoco. En su Conferencia 1? como en la 16? el "don" más precioso que Doroteo invita a entregar es justamente la voluntad propia y la obediencia a los mandamientos de Dios. Y aquí se hace explícito algo que creemos también encontrar en la doctrina de san Benito: la oblación no es un paso adelante cuando se ha logrado vencer la voluntad propia y el amor de sí (filautía), sino que esos dos enemigos del alma son vencidos cuando el cristiano enfoca su vida como una oblación y ofrenda a Cristo. La oblación es la única cualidad de la ascésis - por otra parte eminentemente litúrgica- que permite decir que la lucha contra la voluntad propia ha entrado en su verdadera dimensión cristiana. Y por eso el centro de la ofrenda, lo más rico y precioso que se ofrece, es la misma voluntad transformada por su carácter oblativo.

c. Finalmente la oblación, como plenitud de don, se identifica con el amor a Dios y al prójimo. La misma oblación podría caer dentro del error de ser considerado una obra para la propia santificación. Pero Doroteo no deja a su auditorio caer en ese engaño. La oblación siempre es "por" otro y "para" otro: Dios y el prójimo. Así lo es en Cristo y lo será en cada cristiano. Nuevamente es el nombre litúrgico de la caridad.Y esta es la fuente de la concepción eminentemente cenobítica que Doroteo tiene de la vida monástica y que ejemplificó con la imagen de la rueda de carro, cuyos rayos, que son la vida de cada monje, se dirigen a un centro (Dios) y hacen que al acercarse al centro se acerquen entre sí, y al alejarse del centro automáticamente se alejen entre sí. No hay posibilidad de que haya una oblación a Dios que no sea a su vez por los hermanos.

Uno de los textos bíblicos más utilizados por los ancianos Barsanufio y Juan, padres espirituales de Doroteo, es el llamado que hace el apóstol Santiago:

Orad unos por otros para que seáis curados (St 5,16)

La oración es la mayor oblación que el cristiano ofrece a Dios por su prójimo. Incluso esta dimensión tan íntima de la vida espiritual, si no es asumida con un espíritu de oblación queda privada de lo que es su principal riqueza en Cristo: ser "un sacrificio de alabanza".

Y Doroteo repite otro texto bíblico muy querido por sus ancianos: Llevad las cargas unos de otros y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6,2; Conf.4?,56-57).

La oblación de la propia vida por los otros no es un gesto más de la vida cristiana, es todo su sentido. Doroteo entiende esta afirmación de san Pablo en toda su radicalidad: así como fuimos salvados por la oblación de Cristo, sólo seremos salvados por la ofrenda que los otros hagan por nosotros; y los otros serán salvados por la ofrenda que hacemos de nosotros. Esa es "la ley de Cristo". La salvación no se nos concedió por derechos propios ni se nos dará por nuestros méritos, sino por los méritos de los otros y sus oraciones. Doroteo dedica toda una Conferencia (la 5?) para advertir del peligro en creer en la "auto-justificación", expresión que para san Pablo sintetiza sus creencias farisáicas antes de ser alcanzado por Cristo.

6. Los grados de la oblación.

Como dijimos anteriormente, así como san Benito presenta en su regla un seguimiento pormenorizado de los movimientos de la voluntad propia y de la obediencia, del mismo modo Doroteo lo hace con la oblación.

Ya vimos en la Conferencia 16 cómo la oblación era ante todo la ofrenda de la propia voluntad y sus deseos. Doroteo le da el nombre de ofrenda "sacrificial", pues significa consagrar a Dios lo más precioso de sí. Siguiendo el texto de Romanos 12,1 lo llama "víctima viva":

?Por qué lo llamamos víctima viva? Porque el animal destinado al sacrificio es degollado y muere al instante, mientras que los santos que se ofrecen a sí mismos a Dios se sacrifican vivos cada día, como dice David: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como ovejas de matanza (Sal 43,22) (Conf 16,168)

Sin embargo Doroteo conoce un grado inicial de la oblación: es la ofrenda que el cristiano hace durante la Cuaresma, para unirse al sacrificio Pascual de Cristo. Y le da el nombre veterotestamentario de "diezmo", pues la cantidad de días que componen la Cuaresma, gracias a un cálculo artificioso, son el 10 por ciento de los días del año (365). A esta oblación le dedica su Conferencia 15.

Pero también conoce Doroteo un grado mayor a la "ofrenda sacrificial" de sí. Y es a lo que dedica su última Conferencia (17). Lo que el cristiano debe ofrecer a Dios es todo:

Ya que según san Basilio, "una cosa es lo que nosotros somos, otra lo que poseemos y otra lo que nos rodea" (Conf.17,177)

La ofrenda verdadera debe ser plena, y por eso no sólo comprende al ser de cada uno, sino todo lo que posee y le rodea:

es lo que se llama holocausto. En él se ofrece toda la víctima, mientras que en el sacrificio se ofrecen sus mejores partes solamente. Y Doroteo ofrece un ejemplo bien patente de lo que significa ofrecer "lo que poseemos y lo que nos rodea": el sacrifico de Abrahám (Conf. 3,48). Si bien puede parecer exagerado, la ofrenda de Abrahám tomó por modelo la ofrenda que el mismo Padre hizo de su Hijo por nosotros.

La oblación de los propios dones y carismas.

7. La oblación y el origen de la vida monástica.

Toda esta enseñanza acerca de la oblación queda sintetizada en la Conferencia 1?. Más allá de los detalles que puede agregar a lo ya dicho, lo más importante que señala es que el origen mismo de la vida monástica está en el descubrimiento de ese movimiento oblativo por el cual los padres fundadores de la vida monástica no se limitaron a responder a lo mandado, sino que ofrecieron aún aquello que el Señor no había prescrito como obligatorio.

12. Y es por esta razón por la que los Padres, no contentos con guardar los mandamientos, ofrecieron también regalos a Dios; esos regalos son la virginidad y la pobreza. En realidad no son mandamientos sino regalos. En ninguna parte está escrito: "No tomarás mujer ni tendrás hijos". Cristo no dio un mandamiento cuando dijo: Vende todo lo que posees. Pero sí cuando el doctor de la Ley le preguntó: Maestro, ?qué debo hacer para ganar la vida eterna?, El le respondió: Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio contra tu prójimo, etc. Pero al decirle que todo eso ya lo había guardado desde su juventud, Cristo le dijo: Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees, dáselo a los pobres, etc. (Mt 19, 16-21). Fíjense que no dijo: Vende todo lo que posees como una orden, sino como un consejo. Porque decir: Si quieres, no es obligar sino aconsejar.

Para Doroteo el verdadero espíritu de la vida monástica, y de una vida cristiana que se precia de tal, se encuentra en el movimiento de oblación que da sobre la medida de los simplemente prescrito por una Regla o normativa. Es como si hubiera dos momentos, ya vistos en el c.49 de la RB: 1?. la vida en una obediencia plena a la voluntad del Señor; 2?. la vida como una acto de ofrenda de aquello que el Señor no manda sino aconseja como acto de generosidad. Y ese es el centro de la doctrina del consejo evangélico, que tiene en Doroteo uno de sus fundadores.

8. Conclusión.

Las enseñanzas de san Benito y Doroteo de Gaza parecen encontrarse en una unidad y complementariedad sorprendente, guardando cada una su especificidad y riqueza propia. Su punto de unión no es otro que el ejemplo de Jesucristo en la ofrenda de su vida al Padre por sus hermanos (Heb 5,44). Y es ello lo que lo constituyó en Sumo Sacerdote, que se ofreció una vez para siempre y que cada cristiano está llamado a plenificar ofreciéndose a sí mismo participando en la oblación y sacerdocio de Cristo por la riqueza del bautismo.

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Notas

[1]  Para citar sus obras usaremos las siguien­tes siglas: RB, para la Regla de san Benito (o bien el n.de capítulo), y Conf. para las Conferencias de Doroteo.

[2] LANNE E., Le forme della preghiera personale in San Benedetto e nella tradizione, en: Atti del 7mo. Congresso internazionale di stuidi sull´ alto medioevo, Spoleto 1982,  449-476.

[3] EGENDER N. Ponencia presentada en el VIIIº Congreso internacional sobre la Regula Benedicti que tuvo lugar en Hofgeismar (Evangel. Akademie) del 10 al 14 de Octubre de l990 y publicada en alemán en Regula Benedicti Studia. Annuarium Internacional 17, Eos Verlag, Erzabtei St. Ottilien, pp. 39 - 52. La presente edición fué completada y puesta al día.

[4] RM

[5] Se puede ver en la Conferencia 14 la presencia velada del la espiritualidad de la oblación como la estructura del "Edificio de las virtudes", especialmente señalado por la cita, también parcial de Rom 12,1-2: "ofreced vuestros cuerpos como hostia viva...".(Conf.14,155).

[6] En su Conf.1 Doroteo hace de la ofrenda el fruto por excelencia del bautismo, fuente última de la oblación de la propia vida (Conf 1,7).