EL CIELO COMO REENCUENTRO


Aunque los bienaventurados están todos unidos entre sí su 
comunidad tiene diversos grados de intensidad. Los que estuvieron 
unidos entre sí por el amor durante la vida terrena estarán también 
especialmente unidos en el cielo. "Todo lo separado se volverá a 
encontrar" (Holderlin, Werke, Edic. M. Schneider, 1922, I, 221). El 
encuentro de los bienaventurados es, por tanto, un reencuentro. 
Quienes vuelven a verse en la vida celestial se encuentran en la 
forma perfecta en que anhelaron verse durante la vida terrena, en 
aquella vida floreciente que se desearon unos a otros (Sobre esto 
puede verse Ph. Dessauer, Erwartung der Ew¿gkeit, 1946.) 

En el cielo llega a plenitud no sólo el individuo, sino también Ia 
unión terrena en el amor y la amistad. Los que en la vida terrena 
estaban próximos entre sí sienten la verdad de lo que Holderlin dice 
en el Empédocles: "Nos separamos para estar más unidos, para ser 
más divinos, más pacíficos con todos, con nosotros" (o. c. I, 210). 

La razón a favor de una unión especial de los que estuvieron 
unidos en la vida terrena puede indicarse de la manera siguiente: por 
la vida que Cristo nos da no es destruida, sino asegurada y 
transfigurada la naturaleza y su orden. (Así se entiende que los 
teólogos protestantes que, como K. Barth, afirmen una contradicción 
de naturaleza y gracia, rechacen las tesis del reencuentro en el cielo.) 
Aunque en la Sagrada Escritura no se hable expresamente del 
reencuentro de los amigos en la otra vida, Cristo lo supone como 
evidente. Cuando los saduceos le preguntan a qué marido pertenece 
la mujer que en esta vida desposó a siete, Cristo no niega el 
encuentro de la mujer con sus siete maridos, sino sólo el comercio 
carnal, tal como ocurre en esta vida (/Mc/12/18-27). También 
/Lc/16/09 parece insinuar que en el cielo habrá relaciones personales 
especiales, a pesar de la comunidad entre todos. Quienes durante 
esta vida se ayudaron especialmente, estarán también cerca en la 
otra. Cfr. también /Mt/18/10; /Lc/15/07. La comunidad con todos no 
estorba ni impide la intimidad con un grupo más pequeño, ya que la 
capacidad de amor de los bienaventurados se ampliará y profundizará 
inimaginablemente gracias al lumen gloriae. 

Hasta los que en esta vida están separados se amarán mutuamente, porque el cielo elimina todas las inaccesibilidades terrenas. El recuerdo del pasado no será ocasión de vergüenza o timidez, sino de agradecimiento y alabanza a Dios, que transformó los pecadores en santos. 

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VII
LOS NOVISIMOS
RIALP. MADRID 1961