Cómo fue conquistada la ciudad de Jerusalén?


Ariel Álvarez Valdés
CC 7
4200 - Santiago del Estero

REVISTA DIDASCALIA
Abril 2000 / Nro 531 /Año LIV

Decirlo en dos palabras
La conquista de Jerusalén fue uno de los acontecimientos más importantes de toda la historia de Israel. Ningún otro hecho posterior influirá tanto en la vida y en el pensamiento de los israelitas, como la toma de esta ciudad por parte del rey David. Sin embargo, a pesar de la importancia excepcional que tuvo aquel suceso, la Biblia apenas le dedica 3 versículos para contarlo (2 Samuel 5,6-8). Los cuales, para peor, están redactados de una manera tan oscura y sibilina, que prácticamente resulta imposible entender qué sucedió ese día, ni cómo fue la conquista. Esto ha llevado a los estudiosos bíblicos a proponer, a lo largo de los siglos, las más diversas interpretaciones.
El texto dice así: "El rey con sus hombres marchó hacia Jerusalén para atacar a los yebuseos que vivían en esa región. Se le dijo a David: «No entrarás aquí, porque te echarán los ciegos y los rengos». Querían decir: "No entrará David aquí". Pero David conquistó la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David. Dijo David ese día: «Todo el que quiera atacar a los yebuseos que tome el sinnor. Y a los ciegos y rengos, David los aborrece con toda el alma». Por eso se dice: «Ni los ciegos ni los rengos pueden entrar en el Templo»".
¿Qué significa este párrafo? ¿Cómo fue realmente la conquista de Jerusalén? ¿Por qué la Biblia lo cuenta en tan pocas líneas, cuando otros hechos menos importantes (como por ejemplo la conquista de Jericó) aparecen descritos mucho más ampliamente? ¿Hay algo que el relator quiso ocultar? ¿O es que no se trató de un acontecimiento demasiado glorioso?

El dios del atardecer
La ciudad de Jerusalén fue fundada alrededor del año 4000 a.C, por un grupo de pobladores de origen desconocido. Se alzaba sobre una pequeña colina de 100 metros de altura, llamada Ofel, en el país de Canaán. En aquel tiempo Jerusalén no era aún una verdadera ciudad, sino apenas un caserío compuesto por un conjunto de grutas excavadas en las rocas, que servían de viviendas a sus primitivos habitantes.
Pero hacia el año 3000 a.C. llegó a Canaán un pueblo procedente de Siria, que le cambiará la vida y la historia a la ciudad: eran los yebuseos. Estos inmigrantes, no bien llegaron, descubrieron las ventajas de la estratégica colina. Por una parte contaba con una fuente de agua vecina, lo cual resultaba indispensable para la supervivencia en aquella calurosa región. Por otra, la colina se hallaba rodeada de profundos valles (al este corría el Cedrón, al oeste el Tyropeón, al sur estaba aislada por la confluencia de ambos valles, y al norte por una hondonada del terreno), lo cual le ofrecía una excelente protección en caso de un ataque militar enemigo. Por estas razones, los yebuseos decidieron conquistar el lugar e instalarse allí.
La ciudad pasó a llamarse Urushalim, que significa "fundación de Shalim", porque Shalem era el dios yebuseo del crepúsculo, al cual ellos le habían dedicado un santuario en lo alto de la colina.
Con el paso del tiempo los yebuseos se dieron cuenta de que era necesario proteger su capital con un muro de defensa, a fin de hacerla más segura frente a las constantes incursiones de los pueblos vecinos. Y así, en el año 1800 a.C. edificaron una fuerte muralla alrededor del poblado, la cual se convirtió en la primera fortificación que tuvo Jerusalén en su historia, y la que la transformó en una verdadera ciudad.

may200002i.jpg (11602 bytes)Los nuevos inmigrantes
Siglos más tarde se produjo la llegada de las tribus israelitas a Canaán. Y con ellas el panorama cambió. Poco a poco fueron penetrando en el país y tomando posesión de las tierras, unas en la zona norte (en las regiones que más tarde se llamarán Galilea y Samaria), y otras en el sur (la Judea). Así comenzó lentamente lo que se conoce como la "conquista de la Tierra Prometida": atacaron y se apoderaron de las ciudades enemigas, los pueblos, las aldeas, los campos, las montañas. Y cuando no podían derrotar a alguna ciudad demasiado poderosa, entonces hacían un pacto con ella, se instalaban a su lado y se quedaban a vivir en el mismo territorio.
Pero los israelitas nunca llegaron a dominar todo el territorio de Canaán, ya que doscientos años después de su llegada aún quedaban numerosas ciudades sin conquistar, especialmente en la zona de la costa y la llanura.

Un rey con dos reinos
En al año 1020 a.C. ocurrió un hecho de trascendental importancia: las tribus de Israel decidieron por primera vez tener un rey para que las gobernara. Estaban cansadas de ser dirigidas por caudillos esporádicos, que surgían en momentos de peligro para defenderlas, pero que desaparecían en cuanto éstos cesaban. Querían, a semejanza de los otros pueblos vecinos, tener estabilidad política y una conducción fuerte que les permitiera enfrentar a sus enemigos con mayor probabilidad de éxito.
El elegido fue un miembro de la tribu de Benjamín, llamado Saúl, que se convirtió así en el primer rey de Israel.
Si bien Saúl consiguió durante su reinado varios éxitos militares, sin embargo su vida tuvo un trágico final, pues en el año 1008 a.C. fue vencido en una sangrienta batalla por sus tradicionales enemigos, los filisteos, en las montañas de Gelboé. Al verse herido y derrotado, Saúl se suicidó. Y para peor, en esa misma batalla murieron también tres de los hijos de Saúl, con lo cual todas las esperanzas puestas en la familia real se derrumbaron.
Pero las tribus israelitas no se desanimaron, y eligieron a un joven llamado David, procedente de las tribus del sur, para que reemplazara en el trono al fallecido monarca. David, que por entonces era ya un experto militar, aceptó gustoso la propuesta, y pasó a ser el segundo rey que tuvo Israel. Instaló su nueva capital en la ciudad de Hebrón, y desde allí gobernó el país, ganándose el respeto y la estima de todos sus súbditos por su sabiduría y prudencia.

Para evitar los celos
David llevaba ya más de 7 años como rey, cuando advirtió un serio problema interno en el país. La ciudad desde donde él mandaba, Hebrón, se hallaba en pleno territorio sureño. Y esto suscitaba la desconfianza y los recelos de las tribus del norte, que no veían con buenos ojos a un rey, procedente del sur, que además los gobernara desde el sur. Era necesario encontrar una capital más al norte, que pudiera ser vista como neutral por todas las tribus israelitas.
Fue entonces cuando David dirigió sus ojos hacia Jerusalén.
Corría el año 1000 a.C, y Jerusalén seguía siendo habitada por los yebuseos, sus antiguos moradores. A pesar de los varios intentos que habían hecho las tribus israelitas por capturarla (Jue 1,8), nunca habían logrado vencer sus murallas ni doblegar su poderío (Jue 1,21). Por eso, luego de sus frustradas ofensivas, habían aprendido a respetarla y a convivir pacíficamente con los yebuseos como buenos vecinos. Más aún: habían hecho un pacto con ellos de no agresión, jurándose mutuamente respetar sus distritos, sin invadirse ni atacarse.
Al abrigo de este acuerdo, Jerusalén había crecido. Ahora ocupaba la extensión de unas 5 manzanas sobre la colina del Ofel, y su población alcanzaba ya los 2.000 habitantes, los cuales habían llegado a construir una fortaleza, para proteger mejor la ciudad en caso de ataque, a la que llamaron Sión (2 Sm 5,7).

"Te echarán los ciegos y los rengos"
David se dio cuenta de que Jerusalén era la ciudad que necesitaba. Se encontraba estratégicamente ubicada, tenía poderosas murallas, estaba justo a mitad de camino entre el norte y el sur. Y, lo más importante, se trataba de una ciudad perfectamente neutral, ya que nunca había pertenecido a ninguna tribu hebrea.
El rey, entonces, tomó la drástica decisión de marchar contra ella y capturarla. El ataque, dice la Biblia, lo realizó David "con sus hombres", es decir, con el pequeño ejército personal que él tenía, y no con el ejército regular formado por las tribus israelitas. De este modo, el triunfo se debería sólo a David, y no a las tribus hebreas.
Cuando los yebuseos se enteraron de que David estaba preparando un ataque, quedaron pasmados. ¿No habían acordado, acaso, un pacto de no agresión, mediante una alianza? ¿Cómo era posible que ahora el rey de Israel tramara una batalla contra ellos?
Los yebuseos, entonces, prepararon todo para el combate, de manera tal que cuando llegó David con sus hombres a poner sitio a la ciudad, la encontraron pertrechada tras sus murallas. Antes de comenzar la refriega, los yebuseos le recordaron a David el convenio que tenían ambos pueblos. Éste parece ser el sentido de la enigmática expresión que trae el relato: "No entrarás aquí, porque te echarán los ciegos y los rengos". En efecto, actualmente los arqueólogos han descubierto que en muchos tratados y pactos antiguos solía recurrirse a la magia, maldiciones y maleficios, como una manera de obligar a cumplirlos y de amenazar a quien los rompiera. Y eso fue lo que, según el texto bíblico, hicieron los yebuseos con David y sus hombres: les recordaron que en caso de atacar la ciudad, serían como ciegos y rengos, es decir, caerían bajo el hechizo de la maldición que ambos habían pronunciado. Por eso el relato aclara: "Lo que querían decir era: No debe entrar David aquí".

Atacar el misterioso "sinnor"
Sin embargo David estaba resuelto a tomar la ciudad. La pregunta era: ¿cómo lo haría? Porque más allá de la maldición que la protegía, Jerusalén contaba con unas resistentes murallas defensivas, que habían resultado inexpugnables a lo largo de su historia.
Pero David tenía un plan secreto: atacar el "sinnor". ¿Qué era el "sinnor"? Esta palabra hebrea durante siglos se mantuvo como un enigma indescifrable, ya que no se sabía bien qué significaba; y por eso se propusieron para ella las más variadas interpretaciones. Pero hoy parece que los arqueólogos han descubierto su sentido; y con él, el plan secreto de David.
Lo que sucedió fue lo siguiente: David sabía que la magnífica Jerusalén tenía un punto débil: su provisión de agua. En efecto, la fuente que abastecía a la ciudad se hallaba afuera de las murallas, al pie de la pendiente oriental de la colina. El agua brotaba, a intervalos regulares, dentro de una gruta que, con forma de pileta, servía como depósito natural del líquido. Y una vez que se llenaba esa gruta, el agua sobrante rebalsaba y fluía por la pendiente de la colina, hasta perderse en el fondo del valle.
Ahora bien, en época de paz las muchachas de la ciudad salían cada mañana con sus cántaros al hombro, y bajaban hasta la gruta a buscar el agua que necesitaban para ese día. Pero ¿qué hacían en tiempos de guerra, cuando las murallas se cerraban y nadie podía salir de la ciudad?
Para solucionar el problema los yebuseos habían ideado un ingenioso sistema hidráulico. Desde el interior de las murallas excavaron un túnel vertical, a través de la roca de la montaña, hasta alcanzar el nivel de la fuente de agua. Desde allí excavaron otro túnel horizontal, hasta desembocar en la gruta donde brotaba el agua. De ese modo, en caso de un ataque enemigo, los yebuseos no tenían más que bloquear herméticamente la entrada exterior a la gruta, y entonces el agua en vez de fluir hacia afuera fluía hacia el túnel horizontal que habían hecho, hasta llenarlo; y una vez allí, con cuerdas y baldes se la podía hacer subir por el túnel vertical, sin necesidad de salir de la ciudad.

El talón de Aquiles
Ahora bien, ¿cuál fue la estratagema ideada por David para tomar Jerusalén? Simplemente desbloquear la puerta de entrada de la gruta del agua, que había sido clausurada y camuflada por los yebuseos. Así, el agua en vez pasar hacia el túnel interior se volcó hacia afuera, hacia el valle, y todo el sistema hidráulico construido por los yebuseos quedó inutilizado. Sin su líquido vital, los sitiados no tuvieron más remedio que rendirse y entregar la ciudad.
Por lo tanto, el "sinnor" no era otra cosa que la puerta de entrada de la gruta donde brotaba el agua. Y la expresión "atacar el sinnor" significa simplemente "desbloquear la puerta de la gruta".
Pero ¿cómo se enteró David del sistema que empleaban los yebuseos para abastecerse de agua en épocas de guerra? Es muy poco probable que hayan permitido a los extranjeros curiosear por el interior de la ciudad, y menos aún en los túneles secretos, o en los lugares estratégicos, de los que dependía la seguridad militar de la ciudad.
Pero la verdad es que los yebuseos tampoco podían esconder demasiado celosamente aquella fuente de agua, que en tiempos normales de paz se derramaba abundantemente hacia el valle del Cedrón, ante la vista de todo el mundo. En definitiva, la confidencial puerta de la fuente de agua resultó ser un "secreto a voces" para cuantos pasaban por las afueras de la ciudad, sean extranjeros o habitantes de Jerusalén. El líquido sobrante que, luego de llenar la gruta, salía hacia el exterior y corría a través del valle, era el talón de Aquiles de la ciudad, que la ponía en serio peligro en caso de un ataque enemigo. Y más todavía si el enemigo había vivido por muchísimos años a pocos pasos de Jerusalén.
David, pues, no tuvo necesidad de espías ni de delatores para conocer el lugar exacto del sinnor y la forma de tomarlo.

Sin mayores comentarios
El rey David conquistó la ciudad de Jerusalén sin arrojar una sola flecha, sin un solo muerto, sin heridos y sin librar combate alguno. Presionándolos con el agua, simplemente obligó a los yebuseos a firmar un nuevo pacto, mediante el cual le permitían a él instalar allí su capital, su palacio y su lugar de culto. Pero sin exigirle a sus habitantes que abandonaran la ciudad. Les permitió seguir viviendo junto a él y a sus hombres, en la ciudad que durante siglos había sido su capital.
Por eso tampoco el relato menciona a ningún rey enemigo vencido ni depuesto por David luego de la toma de la ciudad, como es habitual en los relatos de conquista militar.
La conquista de Jerusalén, pues, aconteció sin penas ni gloria, desde el punto de vista castrense. Fue un episodio insignificante en los anales militares de Israel. Por eso el autor del libro de Samuel lo menciona poco menos que de pasada, casi con vergüenza, como quien tiene poco que contar y menos que festejar.
Pero algunos años más tarde, cuando Jerusalén se convirtió en la ciudad más sagrada de Israel, y cuando David se convirtió en el rey más grande de su historia, entonces otro autor volvió a escribir la historia de David y de sus proezas. El relato está en el Libro de las Crónicas. Y cuando llegó a la conquista de Jerusalén (1 Cro 1,4-6), no la contó como el libro de Samuel, sino de la siguiente manera: "Marchó David con todo Israel contra Jerusalén, o sea, Yebús. Los habitantes del país eran yebuseos. Y decían los habitantes de Yebús a David: «No entrarás aquí». Conquistó David la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David. Y dijo David: «El que primero ataque a los yebuseos será jefe y capitán». El primero en atacar fue Joab, hijo de Sarvia, y se convirtió en jefe".

La ciudad que espera
El libro de Samuel, pues, decía que la conquista la realizó David y sus hombres. Crónicas, en cambio, dice que fue "todo Israel", como si se hubiera tratado de una gran epopeya nacional, realizada por las doce tribus. El libro de Samuel menciona lo de los "ciegos y rengos". Crónicas, en cambio, no entiende a qué se refiere esto, y como le parece absurdo lo elimina. El libro de Samuel menciona la orden de atacar el "sinnor". Crónicas, en cambio, no sabe qué es el sinnor, y no lo pone. El libro de Samuel terminaba ahí su relato. Crónicas, en cambio, añade algo fundamental: un ataque militar a la ciudad, presidido por el general Joab, que se convirtió en jefe del ejército de David.
El libro de Samuel contiene el relato original de la intrascendente conquista de Jerusalén. Crónicas, en cambio, inspirado asimismo por Dios, añadió ciertos cambios y ampliaciones, y lo convirtió en una verdadera hazaña nacional. Y así recuperó, para la Biblia y para sus lectores, el verdadero sentido de aquel episodio: el haber sido una gloriosa empresa de Israel, pues Dios había destinado a Jerusalén para que fuera la ciudad central de sus bendiciones: la que vio morir y resucitar a Jesucristo, el teatro de la redención del mundo, la ciudad de paz, que aún espera irradiar a toda la humanidad los efectos de la salvación.