Sabemos que
Cristo lloró al predecir la ruina de Jerusalén (Lc 19,41) y que
también, derramó lágrimas ante el dolor de Marta y María por la
muerte de Lázaro (Jn 11,35). De la Stma. Virgen María, los
evangelios no nos lo dice de forma explícita, pero al narrarnos
situaciones dolorosas en las que ella participó plenamente en su
misión de asociada a la obra redentora, o sea, como corredentora,
debemos concluir que si Ella realmente sufrió, debió entonces haber
llorado, derramado muchas lágrimas de sus ojos tan puros.
Llorar no es
imperfección cuando el motivo del llanto es santo. Llorar no es
efecto de debilidad, sino de fina sensibilidad. Llorar a impulsos
del amor divino es un don de Dios, don que solo a grandes almas
se concede.
San Francisco de
Asís, lloraba tanto por sus pecados, que cuando uno visita la
Basílica de Santa María de los Angeles, en donde se encuentra la
Porciúncula y otros lugares cruciales para la vida del santo,
encontramos una cueva que se llama «la capilla de las
lágrimas». Esta capilla es la cueva donde San
Francisco muchas veces lloró al contemplarse tan pecador ante la
santidad de Dios.
Las siete
espadas de la Santísima Virgen >>>
La Iglesia nos
invita a meditar en los dolores de la Virgen, especialmente en siete
de ellos. Siete es un numero que en lenguaje bíblico es símbolo
de plenitud o totalidad.
Los siete
dolores de la Virgen que meditamos especialmente en el rosario
llamado así, son los siguientes:
1 la
profecía de Simeón
2 la huida a Egipto
3 la pérdida de Jesús Niño en Jerusalén
4 el encuentro con Jesús camino del calvario
5 la muerte de Cristo en la Cruz
6 cuando bajan a Jesús de la Cruz y le colocan en sus
brazos el cuerpo muerto de su Hijo
7 cuando sepultan a Jesús
Estos
representan los siete momentos culminantes de los dolores de la
Virgen. Y se han representado esos siete dolores, con siete espadas
que traspasan el corazón de Nuestra Madre.
Notemos, que
estos siete dolores están en relación con Jesús,
porque el sufrimiento de María proviene de su
total comunión con el Redentor. Sus corazones eran y son uno.
Es por esta unión que los sufrimientos de Cristo,
son los de Su Madre, y los de María, son los del Corazón de Cristo.
Hay en ellos una perfecta reciprocidad en el amor y en el dolor.
Fueron tantas
las espadas de la Madre como los dolores del Hijo. Cada punzada que
daban a Jesús en el cuerpo, era una lanza que traspasaba,
espiritualmente, al Corazón de la Virgen; cada bofetada, cada azote,
cada llaga...eran puñaladas que daban a su Corazón materno, tan
tierno y noble.
San Bernardo,
el gran doctor mariano, nos dice: «En verdad, Madre santa, una
espada traspaso tu alma.
Jamás, esta
espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu
alma. Por lo tanto, te llamamos mas que mártir, ya que tu
sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor
corporal»
...y las setecientas.....
Aunque siempre
se han meditado los siete dolores de la Virgen, no hay que olvidar
que siete no es un numero de limite o finito, sino de totalidad y
plenitud. «Oh corazón virginal, pintado con siete espadas, y con
setecientos deberían de pintarte. No tienen cuenta las estrellas del
cielo, ni las gotas del mar, con los dolores de la Virgen María».
(San Bernardo)
La vida dolorosa de la Virgen
Los dolores de
Nuestra Señora, no deben reducirse a los que sufrió en el Calvario.
«Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio» (Tomas Kempis).
De una manera semejante podemos afirmar que toda la vida de su Madre
fue vida de llanto bienaventurado.
¿Sufrió Maria?
_desde sus
tiernos años al ver los pecados del mundo y el olvido a Dios.
_al ver las zozobras de S. José y al abandonar totalmente a Dios la
defensa de su causa.
_al ver todas las puertas cerradas al Dios que venía a este mundo
hecho hombre.
_al escuchar el anuncio profético de que su Hijo había de ser señal
de contradicción y que una espada atravesaría su propio corazón.
_al salir precipitadamente a Egipto para evitar que Herodes
asesinara a su Hijo.
_al vivir los tres días interminables de tinieblas al haber perdido
a su Hijo en Jerusalén.
_cuando murió S. José, quien era su apoyo, ayuda y compañero. El
siervo fiel y prudente.
_cuando ella queda sola pues su Hijo salió de Nazaret y empieza su
vida pública.
_cuando sabe de todas las burlas, ataques y persecuciones que tiene
Jesús por su enseñanza. Por la incredulidad, la aspereza, la
ceguera, la obstinación, el odio, la dureza de los corazones que no
aceptaban a Jesú s.
_al saber a Jesús apresado, traicionado, abandonado, azotado,
coronado de espinas, condenado a muerte.
_al encontrarse con su Hijo, todo destrozado, cargando una cruz y en
el camino a la crucifixión.
_al ver a su hijo morir en una cruz.
_cuando lo pusieron en su regazo maternal.
_en la honda y amarga soledad del sábado santo, al quedarse sin el
hijo de sus entrañas.
_al ver los primeros golpes que recibió el Cuerpo místico de su
Hijo, la Iglesia. Al saber que los apóstoles eran perseguidos,
azotados, lapidados, encarcelados y martirizados.
_al ver que su estancia en la tierra se prolongaba y que su ansia de
estar con su Hijo no llegaba.
Una
característica del amor de María es que es un amor fiel y dispuesto
ha llegar hasta el mas grande dolor por ese amor. Y es que Amor que
no es fiel en los momentos de dolor, es apariencia, farsa,
caricatura del amor. Por el contrario, amor que permanece fiel en la
tribulación, en el desamparo, en la ausencia, en el sufrimiento, no
solo se demuestra como amor auténtico y real, sino que se depura y
purifica como el oro en el crisol, se aumenta y agiganta como llama
que prende en leña seca, se consolida y fortalece como piedra que en
invierno hunde sus raíces en la tierra. |