Esencia y
Atributos de Dios
Por Jorge Balvey
LA ESENCIA DE DIOS: COGNOSCIBILIDAD
El camino recorrido en las clásicas cinco vías de acceso al conocimiento de la
existencia de Dios, nos ha proporcionado no sólo una clara noticia de que el Ser
al que llamamos Dios, existe, sino que a la vez, con la razón, sin necesidad de
recurrir a ningún medio sobrenatural, hemos obtenido unos conocimientos sobre la
Naturaleza divina valiosísimos para considerarlos ahora en su orden y conjunto.
Notas, que hemos descubierto en la Esencia de Dios son, por ejemplo:
La incomprehensibilidad, es decir, que no puede abarcarse en ningún concepto
humano, lo cual no es un simple conocimiento negativo. Un conocimiento
imperfecto no es necesariamente falso. Yo sé que alguien llama a la puerta
aunque no sepa quién es. Por de pronto sé que es alguien, que existe. Ahora voy
a indagar QUIÉN ES.
La inmutabilidad del motor no movido: Acto puro.
La Causalidad incausada.
el Ser Necesario
el Ser Máximo, con perfecciones puras por encima de todo grado:
el Ser, la Verdad, Bondad, Belleza, Vida, Entendimiento, Voluntad, Libertad.
la Inteligencia ordenadora de todo cuanto existe.
Aunque todo esto sea muy poco comparado con lo Dios es, no es poco para empezar.
Y, además, nos sitúa en el umbral de un verdadero conocimiento, de índole
sobrenatural, por medio de la revelación del mismo Dios.
Pero antes estudiemos un poco más a fondo, con la luz natural de la razón, la
Esencia metafísica de Dios
SOBRE LA ESENCIA METAFISICA DE DIOS
Para resolver la cuestión esencial de la sabiduría racional de Dios, no basta
con esto, sino que es preciso determinar también el contenido de ese
conocimiento racional de Dios. Vamos a verlo brevemente.
Se llama esencia o constitutivo metafísico de una cosa a aquel atributo
concebido como primero, y que es raíz, principio y fuente de todos los demás
atributos. También suele denominarse primer atributo fundamental o principio
constitutivo formal. Tratándose de Dios, el constitutivo metafísico expresará
aquel atributo divino que, según nuestro modo de conocer, nos aparezca como el
primero y del que se deriven todos los demás. Pero es preciso entender esto
bien.
No se trata aquí de señalar la esencia o el constitutivo formal de Dios como Él
es en sí mismo, pues esto es imposible en el orden natural. La Deidad como tal,
la mismidad de Dios, queda fuera del alcance de nuestro conocimiento racional.
Lo que sea Dios en su esencia y vida íntima lo pueden alcanzar la Teología, la
Fe, la Mística y la Visión Beatífica, pero todas ellas se encuentran en el
ámbito de lo sobrenatural.
El objeto formal de la sabiduría racional de Dios no es precisamente la Deidad
como tal, sino la razón de ser.
Como ya hemos dicho repetidas veces, en el puro orden natural, nosotros no
alcanzamos a Dios sino como causa primera del ser finito. ¿Qué es en su más
profundo y último fundamento la causa primera del ser finito? Esta es la
pregunta que tratamos ahora de contestar.
Estamos persuadidos de antemano que el constitutivo formal de Dios en cuanto
Dios, no es el constitutivo formal de Dios, causa primera del ser finito en
cuanto es ser. Aparte de lo que nosotros alcanzamos racionalmente de Dios, esto
es, aparte de su razón de causa primera del ser finito, hay en las profundidades
de la esencia divina un caudal inagotable de inteligibilidad, que va más allá de
la razón de causa primera del ser finito. Por eso, el constitutivo formal de
Dios, en cuanto causa primera del ser finito, no explica todo lo que es Dios en
sí mismo, no explica, por ejemplo, la Trinidad de Personas en la Unidad de la
Sustancia divina. Lo único que explica el constitutivo metafísico de Dios, que
determine la sabiduría racional de El, es lo que Dios es en su razón de causa
primera del ser finito, y todos aquellos atributos que ha de tener por ser causa
primera del ser finito.
El constitutivo metafísico de Dios que tratamos de fijar ahora ha de cumplir los
siguientes requisitos:
1. Debe ser un atributo exclusivo de Dios.
2. Debe ser un atributo expresivo, no de la esencia íntima de Dios, sino de la
divina Esencia en cuanto es causa primera del ser finito.
3. Debe ser el atributo primero en el orden del ser, aunque no lo sea según
nuestro modo natural de conocer.
4. Debe ser el atributo fuente del que se deriven cognoscitivamente todos los
demás atributos divinos que podamos alcanzar en el orden del conocimiento
racional.
5. Debe ser el fundamento último de toda distinción entre Dios y el resto de los
seres.
6. Debe ser atributo único y referirse siempre al orden del ser.
Pues bien, nuestra afirmación ahora es esta: el constitutivo formal o la esencia
metafísica de Dios, considerado en cuanto causa primera del ser finito, es el
«Ser subsistente».
Como vimos más atrás, las cinco demostraciones que pueden construirse para
probar la existencia de Dios nos dan cinco facetas esenciales desde las que
puede ser alcanzado Dios en cuanto causa primera del ser finito; estas cinco
facetas son las siguientes:
primer motor inmóvil,
primera causa incausada,
ser absolutamente necesario,
ser infinito en toda perfección.
primera inteligencia directora,
Pero cada uno de estos aspectos, bajo los que conocemos a Dios como causa
primera del ser finito, connotan en su más profunda significación al «Ser
subsistente», que viene a ser así, el atributo más profundo que podemos aplicar
a Dios en el orden natural. Luego el «Ser subsistente» es el constitutivo formal
de Dios.
Si Dios es el primer motor inmóvil, si mueve todas las cosas sin transitar de la
potencia al acto, será su misma actividad motora, y como el mover sigue al ser y
el modo de mover al modo de ser, será también su mismo ser, será el «Ser
subsistente».
Si Dios es la primera causa incausada, si causa todas las cosas con absoluta
autonomía, será su propia actividad causal, y como el causar sigue al ser y el
modo de causar al modo de ser, será también su propio ser, será el «Ser
subsistente».
Si Dios es la primera inteligencia directora, si dirige y ordena a todos los
seres sin estar, a su vez, ordenada o dirigida ni siquiera a su acto de
entender, será su propia intelección, y como el entender sigue al ser y el modo
de entender al modo de ser, será también su mismo ser. Será el «Ser
subsistente».
Si Dios es el ser absolutamente necesario, si en El no se da ni siquiera la
composición de esencia y existencia, su esencia será su propio existir, será el
«Ser subsistente».
Si, finalmente, Dios es el ser infinito en toda perfección, si no tiene limitada
o recibida por participación la perfección del ser ni ninguna otra perfección
será el «Ser subsistente».
Desde cualquiera de las cinco demostraciones de la existencia de Dios, puede
concluirse, pues, que el «Ser subsistente» es la esencia metafísica de Dios.
Pero, además de ésto, el «Ser subsistente», cumple todas las condiciones
exigidas al constitutivo formal de Dios en cuanto causa primera del ser finito.
Veámoslo.
1. El «Ser subsistente» es un atributo exclusivo de Dios. Todos los demás seres
que no son Dios —cuarta vía— tienen el ser recibido o participado (por eso lo
tienen limitado), pero Dios no tiene el ser recibido, sino por esencia. Luego
sólo a Dios le compete el «Ser subsistente».
2. El «Ser subsistente» es expresivo de la misma esencia de Dios en cuanto El es
causa primera del ser finito. Es claro —ya lo hemos hecho notar anteriormente—
que el «Ser suhsistente» no es la expresión de la esencia de Dios en cuanto es
Dios. Pero tampoco es eso lo que pretende designar el constitutivo formal
metafísico que aquí hemos fijado. En cambio, si a Dios se le considera como
causa primera del ser finito, no hay ningún concepto que exprese con más
precisión, con mayor profundidad, la esencia de Dios que el «Ser subsistente».
3. El «Ser subsistente» es el primer atributo de Dios en el orden del ser. Y
repitamos que aquí, al hablar de Dios, lo consideramos en cuanto causa primera
del ser finito. Efectivamente nada hay anterior en el orden del ser (no en el
orden de nuestro conocimiento), en Dios, que el «Ser subsistente», porque a éste
no lo podemos deducir de ningún otro atributo, y sí todos los demás atributos de
él.
4. El «Ser subsistente» es la fuente de donde se originan, en el orden del
conocimiento, todos los demás atributos divinos que pueden ser alcanzados por la
sola luz natural. Como vamos a ver dentro de un momento, no hay ni uno solo de
los atributos divinos que inmediata o mediatamente no pueda deducirse del «Ser
subsistente».
Si Dios es absolutamente simple, y universalmente perfecto y bueno por esencia,
e infinito, e inmenso, e inmutable y eterno, y máximamente uno, etc., etc., es
sencillamente porque es el «Ser subsistente».
5. El «Ser subsistente» es también el fundamento último de toda distinción entre
Dios y el resto de los seres.
Notas distintivas entre Dios y la criatura:
Composición - simplicidad,
Imperfección - perfección,
Limitación - infinitud,
Mutabilidad-inmutabilidad,
Multiplicidad-unicidad.
Pues bien, todas ellas se fundan en esta distinción más profunda: «Ser
subsistente» - ser inherente o recibido.
Si Dios es simple, y perfecto e infinito, etc., es porque es el «Ser
subsistente», y si la criatura es compuesta, imperfecta, limitada, etc., es
porque tiene el ser participado, recibido en una potencia o en un sujeto.
6. Finalmente, el «Ser subsistente» es un único atributo y se refiere al orden
del ser. No se puede de determinar la esencia metafísica de Dios, en cuanto
causa primera del ser finito. diciendo que hay dos o tres o más atributos
fundamentales, cada uno en una línea; el atributo fundamental ha de ser único, y
por eso debe estar situado en la línea del ser. que es la más profunda. Y este
requisito lo cumple el «Ser subsistente».
He aquí, pues, la más alta verdad del orden natural, el ápice más elevado de las
conquistas cognoscitivas naturales del hombre: Dios es el «Ser mismo
subsistente». Sobre ella no hay ninguna otra verdad natural, y a partir de ella
comenzará el descenso en el movimiento racional constructivo de la sabiduría
natural de Dios.
Podemos pasar ahora al estudio de los Atributos entitativos de Dios
ATRIBUTOS ENTITATIVOS DE DIOS
Se llaman atributos divinos las perfecciones de Dios que existen formalmente en
El y que dimanan, según el modo de nuestro saber, del constitutivo formal de
Dios. No constituyen, por tanto, atributos de Dios las perfecciones que sólo
virtualmente podemos predicar de El, ni abarcan estos atributos el atributo
fundamental o constitutivo metafísico, que sirve de fundamento pare deducir
todos los demás atributos.
Los atributos divinos se dividen en atributos
entitativos
operativos.
Los entitativos se refieren al ser de Dios y son
la simplicidad,
la perfección,
la bondad,
la infinitud,
la inmensidad,
la inmutabilidad,
la eternidad
la unidad.
Los atributos operativos se refieren a las operaciones divinas y son
la sabiduría,
la voluntad,
la potencia.
Por lo que hace a los atributos entitativos de Dios, algunos se derivan
inmediatamente del «Ser subsisente» y otros se derivan mediatamente, a través de
algunos de los atributos derivados inmediatamente del «Ser subsistente».
Los atributos entitativos derivados inmediatamente del constitutivo formal de
Dios son los cinco que corresponden a las cinco notas distintivas entre Dios y
la criatura, a saber:
la simplicidad (opuesta a la composición),
la perfección (opuesta a la imperfección),
la infinidad (opuesta a la limitación),
la ""inmutabilidad"(opuesta a la mutabilidad)
la unicidad (opuesta a la multiplicidad).
Los atributos entitativos derivados mediatamente de la esencia metafísica de
Dios. a través de los atributos inmediatamente derivados, son:
la bondad (que se derive de la perfección).
la inmensidad
y la omnipresencia (que se derivan de la infinidad)
y la eternidad (que se derive de la inmutabilidad).
Tras de establecer todos estos atributos divinos, aparece con toda nitidez la
absoluta trascendencia divina o la radical distinción de Dios de todos los
restantes seres.
Y ahora tratemos de exponer, aunque brevemente, cada uno de estos atributos
divinos.
Dios es absolutamente simple.—Simplicidad es negación de composición, y
composición es unión de partes constituyendo un todo.
La simplicidad puede ser absoluta o relativa.
La absoluta excluye la composición de cualquier tipo;
La relativa, la excluye en un orden determinado. Así, el alma humana es simple
con simplicidad relativa, porque no está compuesta de partes cuantitativas, ni
de materia y forma, pero sí que está compuesta en el nivel del ser: de esencia y
acto de ser (essentia et esse).
Pues bien, Dios es simple con simplicidad absoluta.
Porque no hay en El composición:
de partes cuantitativas (la cantidad sigue a la corporeidad y Dios no es
cuerpo),
ni se compone la esencia de Dios de materia y forma (todo ser esencialmente
compuesto exige una causa y Dios es causa incausada);
ni hay en Dios composición de individualidad y naturaleza (la individualidad de
Dios no puede proceder de la materia, de la que carece, sino de la forma o
esencia, y por eso, la individualidad de Dios no es distinta de su naturaleza o
esencia);
ni hay en Dios composición de sustancia y accidente (la sustancia se comporta
con respecto al accidente como la potencia con respecto al acto, y Dios no tiene
potencia alguna);
ni hay en Dios composición de esencia y existencia (todo ser entitativamente
compuesto tiene una cause y Dios es causa incausada);
ni hay en Dios composición de género y diferencia (el género se comporta como la
potencia con respecto a las diferencias que lo determinan, y en Dios no hay
potencia alguna).
Luego Dios es absolutamente simple. Y lo es, sobre todo, porque siendo el «Ser
subsistente» todo lo que hay en Dios lo será y no lo tendrá, pero así como el
tener exige composición (de lo tenido con el que tiene), el ser exige
simplicidad o carencia absoluta de composición.
Dios es perfecto y bueno.—En efecto, Dios es máximamente perfecto; porque,
siendo el ser la máxima perfección, y siendo Dios el «Ser mismo subsistente»,
habrá de ser máximamente perfecto.
En Dios, además, existen todas las perfecciones de las cosas; pues, como las
perfecciones del efecto deben preexistir en la causa, y Dios es la causa
universal de todas las cosas, en Dios han de estar las perfecciones de todos los
seres que no son El. Por lo demás, como hicimos notar más atrás, algunas
perfecciones (las puras o simples) se encuentran formalmente en Dios, esto es,
constituyen do su esencia, y otras (las mixtas) se encuentran en El sólo
virtualmente, es decir, en cuanto tiene el poder de producirlas.
De que Dios es universalmente perfecto, se sigue que es bueno; porque la bondad
le adviene al ser en razón de su perfección, o en razón de ser apetecible .
Dios, que es el ser máximamente perfecto, es en sumo grado apetecible para sí
mismo y para todo otro ser. Es decir, es también máximamente bueno.
c) Dios es infinito e inmenso.—Infinito es lo que no tiene límites. El ser
infinito puede ser infinito actual o formal (el que no tiene límites en su
perfección) o infinito potencial o material (el cual no tiene límites en su
imperfección). El ser infinito actual puede ser absoluto o relativo. El primero
no tiene límites en ninguna linea (es infinito en el ser); el segundo no tiene
límites en una línea determinada (es infinito sólo en la esencia, por ejemplo).
Pues bien, Dios es infinito con infinitud actual absoluta, lo cual se deduce
necesariamente de que es el «Ser subsistente». En efecto, si Dios, tuviera el
ser recibido, lo tendría limitado; pero como lo tiene por esencia, lo ha de
tener en toda su plenitud y, por tanto, ilimitado e infinito. Y si Dios es
infinito en su ser. lo es también en toda perfección, que, si es algo, es ser.
Dios es también inmenso. Inmensidad significa no mensurabilidad según el
espacio, y viene expresada por la exigencia del ser infinito a llenar todos los
espacios y lugares. Que Dios es inmenso, se desprende de que es infinito. Si no
hay en Dios límites, Dios no podrá ser abarcado por nada, y habrá en El aptitud
para llenar todos los lugares.
De que Dios es inmenso se desprende también que es omnipresente. Omnipresencia
significa presencia actual en todos los lugares y espacios. Por eso, si Dios,
por ser inmenso, tiene aptitud pare estar en todos los lugares, estará realmente
en ellos, cuando estos lugares existan, dando el ser y la operación a todas las
cosas.
d) Dios es inmutable y eterno.—Si Dios es el «Ser subsistente», será también la
actividad subsistente, pues el obrar sigue al ser y el modo de obrar al modo de
ser. Pero si Dios es la actividad subsistente, es decir, si su ser consiste en
su obrar, ejercerá toda acción sin transitar de la potencia al acto, y, por lo
mismo, será absolutamente inmutable.
Dios, por ser inmutable, es también eterno. La eternidad es la duración del ser
inmutable, y se caracteriza por ser interminable (no tiene principio ni fin),
simultánea (toda al mismo tiempo) y uniforme (sin variación alguna). La
eternidad sigue a la inmutabilidad como la temporaneidad a la mutabilidad. Por
eso, si Dios es inmutable, ha de ser eterno
e) Dios es único.—La unicidad es la propiedad de ser inmultiplicable, de no ser
compatible con otro ser del mismo rango. Se opone, por tanto, a la
multiplicidad, ya esencial, ya entitativa. Se llama multiplicidad esencial a la
existencia real de varios individuos dentro de la misma especie, y multiplicidad
entitativa, a la existencia de varios seres, distintos esencialmente, dentro de
la perfección del ser. Pero Dios, que es el «Ser subsistente», no es compatible
con la multiplicidad esencial (ésta sólo es posible cuando hay composición de
materia y forma en la misma esencia) ni entitativa (el ser subsistente ha de ser
necesariamente único, pues no puede haber dos plenitudes de ser). Luego Dios es
único.
Dios es trascendente al mundo.—Trascendencia significa alteridad, pero
connotando cierta superioridad. Pues bien, Dios es otro que el mundo,
completamente distinto de todos los seres creados, y superior a todos ellos. La
infinita distancia que media entre el Ser por esencia (infinito) y el ser por
participación (finito) da suficiente razón de la trascendencia divina.
Pasemos ahora al estudio de los atributos operativos inmanentes
LOS ATRIBUTOS OPERATIVOS INMANENTES
Después de examinar los atributos de Dios que se refieren a su ser. veamos ahora
los que se refieren a su obrar. Empecemos diciendo que el obrar de Dios es su
mismo ser. por aquello de que el obrar sigue al ser y el modo de obrar al modo
de ser. Por lo cual, si Dios es su mismo ser, será también su mismo obrar.
Quiere esto decir que, aunque ahora estudiamos las operaciones divinas,
continuamos, no obstante, estudiando al ser de Dios . Pues bien, las operaciones
divinas pueden ser de dos clases: operaciones inmanentes (internas) y
operaciones transeúntes (externas). Entre las primeras están el entender y el
querer divinos, y entre las segundas, el poder divino en sus varias
manifestaciones. Además, como el entender y el querer corresponden al vivir,
también la vida divina es uno de sus atributos operativos.
Dios entiende y conoce
Por la quinta demostración de la existencia de Dios, llegamos a la conclusión de
que Dios es una inteligencia directora suprema, que no está dirigida ni ordenada
ni siquiera a su acto de entender, y que es, por lo mismo, el entender por
esencia. Esto mismo puede concluirse de que, siendo el entender una perfección
pura, debe existir en Dios, y siendo Dios su mismo ser, también será su mismo
entender.
Pues bien, de este entender divino se deriva la omniscencia de Dios. Dios lo
sabe todo, sencillamente porque es el ser infinito en toda perfección y causante
de todas las cosas. Pero el modo de la sabiduría divina es radicalmente distinto
del modo de la sabiduría humana. El conocimiento del hombre es determinado y
medido por las cosas. El conocimiento de Dios determina y mide a las cosas. En
el conocimiento humano, el objeto primero son las cosas sensibles y en ellas se
conoce todo lo demás, incluso al propio- yo. En el conocimiento divino el objeto
primero es la propia esencia divina y las demas cosas son conocidas en esa misma
esencia. El conocimiento humano es limitado y está sujeto a muchas
imperfecciones. El conocimiento divino es infinito (en profundidad y en
extensión) y no tiene imperfección alguna.
Dios quiere y es libre
De que Dios es inteligente se deduce que está dotado de voluntad y que es libre.
La voluntad y la libertad, en efecto, se convierten con la inteligencia (una
implica la otra), de tal manera que todo ser dotado de voluntad y libre, es in
teligente, y todo ser inteligente está dotado de voluntad y es libre. Pero la
voluntad y la libertad divinas son muy distintas de las del hombre. La voluntad
humana tiene por objeto el bien en general, y ante él no es libre, aunque lo sea
ante los bienes particulares. La voluntad divina tiene por objeto su propia
esencia, con la cual se identifica, y así Dios no es libre pare amarse a sí
mismo; pero es absolutamente libre para amar todas las demás cosas. La voluntad
del hombre es distinta de su esencia o naturaleza. La de Dios se identifica con
la esencia divina.
Los afectos de la voluntad divina son el amor y el gozo o la delectación. El
amor de Dios se dirige a sí mismo de una manera necesaria, y a las criaturas, de
una manera libre. E1 gozo o la delectación de Dios resultan de la perfecta
posesión de sí mismo, como plenitud de todo bien, y de la imperturbable
aquietación, en esta posesión, de la voluntad de Dios.
Las virtudes de la voluntad divina son
la justicia, virtud que lleva a dar a cada cual lo que le es debido.
la misericordia, inclinación de la voluntad a remediar la miseria ajena.
la liberalidad, tendencia a dar algo por pura bondad del que lo da
Pues bien, estas tres virtudes, estas tres perfecciones de la voluntad, que no
encierran en su concepto imperfección alguna, deben existir en Dios. Dios es
efectivamente justo, misericordioso y liberal. Y como, además, todas las
perfecciones deben estar en Dios según un modo infinito, Dios posee estas tres
virtudes de una manera infinita.
Tomado de
www.encuentra.com