Entonces
el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló
en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.
Gn2, 7.
De
Él, "amigo de la vida" (Ab I I, 24) y origen de cuanto es y vive, venimos
en todo lo que somos y tenemos. Por eso "Él sabe de qué estamos hechos, se
acuerda de que somos polvo" ( Sal 103,13), pues hemos salido de Él como la
vasija de las manos del alfarero: "Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros
somos la arcilla y tú el alfarero, somos todos obra de sus manos" (Is
64,7).
De su seno hemos nacido y por sus entrañas de madre Él es nuestro
Padre. De Él, como de la fuente, nacen todos los ríos de la vida. Y como
cierva sedienta que busca las aguas vivas de la fuente, así corremos
nosotros hacia Él (Sal 42, 2 ). De él viene nuestro molde y a su imagen
somos: Él es "la escuadra de nuestra derechura" (M. De Unamuno).
Pregunta:
Entre
tantas aguas, mansas o revueltas, que forman las mil corrientes sociales y
culturales de cada día, ¿camo descubrir y reconocer la Fuente verdadera de
la que nos llegan las aguas vivas de la vida? Si el agua fuera
inteligente, jamás su fuente olvidaría
Orar:
Para
mí, Señor, no es necesario el Miércoles de ceniza, porque ni un
solo día de la semana me olvido de que fui barro en tu mano. Y lo
único que realmente necesito es que no lo olvides Tú.... (Dulce María
Loynaz)
Qué
bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche. Aquella
eterna fonte está escondida, qué bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche... Sé ser tan caudalosas sus comentes, que infiernos
cielos riegan y las gentes, aunque es de noche. El comente que nace
de esta puente bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque es de noche.
(San Juan de la Cruz)
El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre
hacia la tierra que te mostraré. (Gen 12, 1)
Es
una historia redonda la de Abraham: sale por voz de Dios de su casa y de
su tierra, recibe como don la más grande utopía de todos los tiempos,
hospeda a ángeles en su tienda y de ellos recibe la confirmación de la
promesa. Las estrellas del cielo y las arenas de las playas del mar
quedaron atónitas ante tanta y tan amorosa solicitud de Dios.
Abraham nació el día que abandonó Ur y se puso en camino. Y Dios
fue su Padre. Quizás el profeta Malaquías pensaba en Abraham y en su feliz
e increíble historia cuando anunciaba el derroche de maravillas que Dios
iba a hacer con su Pueblo:
Haced la prueba conmigo, dice el Señor, y veréis cómo
abro las compuertas del cielo y derrocho sobre vosotros bendiciones sin
cuento. (Mal 3, 11)
En Abraham estamos todos (Rom 4, 16). Dios, como Padre de
nuestro futuro, quiere hacernos una biografía nueva, nos da a luz y nos
saca de nuestra vieja tierra muerta, despliega ante nosotros la utopía de
un futuro inmenso e inesperado, recrea nuestro camino y nuestros andares,
nos levanta la tienda en medio del desierto y a la espera de su
visitación, nos invita a reconocerlo bajo la sombra de cualquier encinar
en un Mambré cualquiera. Y un día todo será cumplido y confirmado.
Cada uno puede recomponer su biografía profunda repasando las
iniciativas de Dios: sus llamadas, sus promesas en medio de la noche; sus
caminos hacia fuera y sus éxodos llevado de la mano de ángeles
disfrazados, sus expectativas ante la anunciada presencia de Dios sabe qué
o quién... Es verdad que, bien mirado, todo es gracia. Todo es un acto
amoroso de Dios que nos va mostrando y ofreciendo una vida nueva. Dios es
Padre en todo todos los días
Orar
Si
tú me dices "¡Ven!" lo dejo todo, no volveré siquiera la
mirada para mirar a la mujer amado... Pero dímelo fuerte, de tal modo que
tu voz, como toque de llamada, vibre hasta en el más intimo recodo del
ser, levante al alma de su lodo y hiera el corazón como una espada. (Amado
Nervo)
Pregunta para muy ocupados:
Dejas
un hueco vivo cada día para atender el "barzón de voz" que Dios mismo,
Padre atento y de voz fácil, te llena cada día? Y además, por si Dios
llega y te dice: ¡Sal!, ¿sabes dónde está la salida? Anota lo primero en
tu agenda y pon una señal en esa puerta de salida que puede llevarte a la
libertad de los
El Señor le dijo: He visto la opresión de mi pueblo en
Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus
sufrimientos. Y he bajado a librarlos de los egipcios. (Ex 3, 7)
Dios
ve, oye, palpa, huele y a veces habla. Vive los pasos del hombre con sus
cinco sentidos divinos. Se revuelve, se desasosiega, está en vilo y
pendiente ante sus hijos en peligro: "Como parturienta grito, jadeo y
resuello" (Is 42, 14). Mil veces ha visto y sentido la opresión de sus
hijos, otras tantas ha asistido impotente y pálido al maltrato y a la
esclavitud de sus hijos más débiles. Y Él aguantando el silencio y con una
inaguantable conmoción en sus entrañas: "El corazón me da un vuelco, se me
estremecen todas las entrañas" (Os I I, 8). Y eso antes de la opresión de
Egipto y después de la opresión de Egipto. Aunque aquélla del delta del
Nilo bajo el Faraón fuera tipo de todas hasta hoy.
Nos es imposible adentrarnos en lo que podríamos llamar "el dolor
de Dios" ante el dolor de sus hijos. Bastaría recorrer los sobresaltos y
agobios de cualquier padre o de cualquier madre, para atisbar oscuramente
los agobios y sobresaltos de un Padre, Dios, con tanto hijos tan amados y
tan colmados de desgracia. Como un padre o una madre Dios ve, oye y casi
siempre calla. Calla, entre jadeos, ante cualquier niño vendido y
revendido en el Sudán; se tapa la boca, para no explotar, ante la última
mujer maltratada; abre más y más los ojos, aguantando la ira, ante
cualquier persona desnutrida, explotada y muerta; se muerde la lengua,
hasta la sangre, ante el dolor y la nada de todos los nadies de la tierra,
sus hijos más frágiles, más pequeños y por eso más queridos.
Pregunta molesta:
¡Has
oído el grito de los pobres, el lamento de los oprimidos, el pretexto de
cualquier pidepelas, el silencio de los que viven en soledad, el clamor de
todos los ilegales del mundo, el sofoco de los países pobres que soportan
el peso de la deuda? El Padre de todos oye esto y más. Y lo graba
cuidadosamente
Cuando se levantaba la nube sobre la tienda, los israelitas se
ponían en marcha. Y donde se detenía la nube, acampaban (Num 9,17)
La
escena es de todos los días en cualquier parte del mundo:
los padres acompañan desde muy cerca los primeros pasos de su hijo,
retiran peligros, acompañan con sus brazos su avance inseguro, imaginan
facilidades y recursos para asentar sus pasos, si se tambalea será
sostenido por unos brazos protectores y vigilantes. Es un caminar
inseguro, pero protegido al cien por cien.
Y lo mismo hizo Dios con aquel pueblo incipiente, nacido de las
aguas del mar Rojo y metido de lleno y de repente en el inhóspito mundo
del desierto. ¿Qué hacía un sol ardiente difícil de soportar?, pues se
coloca una nube sobre el pueblo para que le preste sombra fresca. Problema
resuelto. ¿Qué no hay agua y la sed aprieta?, se alumbra una fuente
abundante de agua viva y se acabó la sed. Que se acabaron las provisiones
traídas desde Egipto y empieza a cundir un hambre amenazadora?, pues se
hace servir cada mañana un pan fresco y todos a comer hasta saciarse.
Parece ser, incluso, que todos los días a media mañana quedaban llenos
doce cestos con las sobras, con lo que la amorosa abundancia es una vieja
costumbre del Padre con sus hijos (Lc 9,17).
A su sombra seguimos, su maravilla de pan nos sostiene y el agua de
su fuente nos da la vida: ¡también nosotros vivimos a la sombra de sus
alas, nos estrecha par todas los lados, nos cubre con la palma de su mano
y nos guarda como a la niña de sus ojos!(Sal 17,8; 139,5).
Y un inevitable pensamiento: ¿Qué estará pasando por la mente del
Padre de la casa común cuando ve que muchos de sus hijos sufren la sed,
mueren de hambre y andan desamparados sin sombra que los cobije ni
tierra que los mantenga? Y mientras tanto millones de cestos y
contenedores son volcados, con las sobras injustas, en los oscuros
basureros de los hermanos más ricos del Norte. Sería conveniente consultar
los avisos de los santos profetas ante las injusticias, el desenfreno y
las desigualdades (Am 6,1-7). Por si acaso.
Pregunta para hijos
Has
sentido sobre ti la suave sombra de tu Padre Dios, saboreas su pan tierno
y redondo y andas con sed para saciarte en la fuente? Enhorabuena y
disfrútalo.
Orar:
Que
baje Dios y vea
lo que en la tierra ocurre.
(Concha Lagos)
Santificaréis el año 50 y promulgaréis manumisión para todos los
habitantes. Celebraréis así el jubileo y cada uno recobrará su propiedad y
retornará a su familia. (Lv 25,10).
Del
Señor, Padre de todos, era la tierra prometida y entregada a las doce
tribus, suyos los bienes de aquel Pueblo que Él había engendrado y sólo
suya la libertad que cada hombre había alcanzado en aquel día memorable de
la salida de Egipto. Pero los hijos no habían actuado como buenos
hermanos: unos habían ido apoderándose de la tierra de otros, algunos
acabaron siendo esclavos de otros hermanos y los más hábiles y poderosos
habían acumulado deudas sobre los hombros de los menos dotados. Aquello no
era ya una tierra santa ni un Pueblo escogido. Por eso decidió poner en
marcha una iniciativa correctora.
Cada siete semanas de años se anunciaría, a toque de cuerno de
carnero, un año lleno de gracia: las tierras volverían a sus primeros
propietarios, las deudas serían perdonadas los esclavos alcanzarían su
libertad primera. Eran medidas de emergencia.
Y era una utopía. En ella seguimos, buscando tierra para todas,
libertad para los esclavos y perdón para las deudas..
Pregunta Intempestiva:
¿Con
qué jubileo te quedas: con el de excursión y negocio de interés turistico
religioso internacional o con el jubileo interior, solidario, preocupado,
más allá de las | medidas del tiempo y de los lugares acotados.
Orar:
Poderoso
silencio con quien lucho
a voz en grito: grita hasta arrancamos
la lengua, mudo Dios al que yo escucho!
(Blas de Otero)
A donde yo te envíe irás; dirás lo que yo te mande... Mira, yo
pongo mis palabras en tus boca, hoy te pongo ante pueblos y reyes para
arrancar y arrasar, para edificar y plantar. Jr I, 8-10
Fueron
tiempos oscuros y, a la vez, gloriosos.
Grandes infidelidades del Pueblo, que como hijo descarriado se iba
tras los baales de turno y se echaba en brazos de cualquier astarté, o se
dejaba embaucar por los halagos de Egipto o las promesas de Asiria
olvidando el regazo y las promesas del Dios de Abraham, del Padre fiel que
engendró un pueblo entre las aguas del mar Rojo y que le abrió las puertas
de la tierra prometida. El desaliento de Dios se hace denuncia en la voz
de los profetas: grita, amenaza, advierte, llora y suplica, reprende,
promete... Son los recursos de cualquier Padre.
Y a la vez la gloria de la fidelidad, del amor mantenido, de la
resistencia aun en los días más sombríos. Tiempos de filial y amorosa
permanencia en los caminos de Dios. El Pueblo, como un hijo; Dios, como un
Padre. ¡Qué altura alcanzó generación tras generación el amor de Dios,
Padre tierno y fiel, y qué hermosos los pies de miles de israelitas
caminando cada día como hijos piadosos por los caminos del Padre!. Era un
grito de abrazo y de reconocimiento mutuos: "¡Tú serás mi Pueblo, yo seré
tu Dios!" y "¡Yo seré tu Pueblo, tú serás mi Dios!". Como un padre o una
madre con su hijo, como dos amigos, como dos amantes, como el novio y la
novia... envueltos en el mejor cantar de sus cantares.
Y ahí, a lo largo de siglos, a lo ancho de los dos reinos, Dios,
como Padre preocupado y ansioso, se hizo - ¡ah, la voz de los profetas! -
anuncio de gloria, pregonero de grandes banquetes de familia reunida en lo
más alto de los montes, anunciador feliz de cosechas abundantes, promotor
de viñedos escogidos, plantador de vergeles en todos los desiertos,
iniciador de días de salvación...
Tu voz:
¡...Pero
tu voz, ¿cómo será tu voz?
¡Tu voz, Señor!
¡Una sola palabra!
¡Un murmullo!
¡Una sílaba!
¡Un ligero susurro!
¡Un eco al menos
al que yo quede uncida
por ti arrastrada suavemente movida!
(Sagrario Torre)
Pregunta en serie:
Cuál
fue la última voz de profeta que escuchaste, dónde están hoy los profetas,
cuándo te hiciste tú eco y voz de Dios, qué anuncios nos estamos callando,
qué denuncias debemos poner por delante, ante cuántos ídolos nos
arrodillamos, qué altura tiene
Decía Sión: -Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.
¿Puede una madre olvidarse de su criatura...? Pues aunque ella se olvide,
yo jamás te olvidaré. (Is 49,14-lS)
Cuando
su Pueblo, su hijo, es llevado una y otra vez a empujones al destierro,
Dios, como buen Padre, lo acompaña a la tierra extraña de la desventura.
Lo sostiene con la voz de los profetas, lo alienta con la esperanza del
regreso, lo anima con la nostalgia de la tierra santa y lejana, lo invita
a colgar sus citaras y a esperar la vuelta para romper a cantar la alegría
del retorno.
En la cárcel de Topas alguien no pierde ningún día de visita para
mantener la resistencia de aquel a quien ama, aquella madre junto a su
hijo aun en los peores días de su viaje por el túnel del Sida, el padre
sentado a la puerta de su cabaña en una aldea de Senegal acampana con la
fuerza de su espíritu a su hijo ilegal y sin nombre en cualquier
invernadero de Almería, la madre pierde los días pendiente del timbre de
la puerta esperando con ansia y temblor a que su hijo pródigo y desalmado
vuelva como sea desde su lejano desarraigo.
Y así Dios con cualquiera de nosotros sus hijos, llevados a tantos
destierros a lo largo de la historia. Destierros interiores con noches
oscuras en las que el Padre acompaña en amoroso silencio, exilios sociales
de miseria y discriminación donde Dios sufre la injuria y aguanta
solidario, el oprobio, deportaciones y falsas reinserciones en las que el
Padre se hace negro, tibetano, hutu o tutsi, kurdo, indio aborigen,
palestino, eritreo, campesino en Mato Grosso... y así hasta beber entero
el cáliz de marg ura de todos los exilios y deportaciones
Pregunta que sobra:
¿Qué
sentimientos embargarán al Padre de todos cuando ve las pateras, siente
los pinchos de las alambradas, lee las leyes de extranjería, oye las
peticiones desoídas de los repatriados a la fuerza, huele el vaho podrido
de cualquier hacinamiento de inmigrantes sin papeles?
Orar:
Cuando
nació entre nosotros,
nació fuera de casa
y en las afueras;
apenas acostumbrado a nuestros aires,
huyó, como su Pueblo,
a tierra extranjera;
cuando, ya mayor,
recorrió los caminos de su tierra
no tuvo "donde reclinar su cabeza"
y, todavía un exilio más,
cuando murió lo hizo fuera de la ciudad,
de nuevo en las afueras.
¡Oh Dios, padre de desterrados,
padre de los que quedan fuera,
padre de los que mueren fuera,
que seas patria, tierra y casa
de todos los que hoy viven sin ellas!.
(Francisco Miralles)
¡Y
se cierra aquí la vieja serie de rasgos paternos y matemos de Dios: de
muchas formas y modos Dios se nos reveló Padre nuestro, pero ahora ya, en
la plenitud de los tiempos, se nos ha revelado con más claridad y
precisión a través de su Hijo querido. Escuhadle Pro esto es ya casi otra
historia
Por último les envió a su hijo, diciéndose: A mi hijo lo
respetarán. Mt 21, 37
El
padre, o la madre, mide casi 1.80, el hijo poco más de medio metro. Desde
tan alto el padre apenas puede tomar de la mano, proteger, ver el rostro
cara a cara... y se abaja, se pone en cuclillas y se hace tan pequeño como
su pequeño hijo. Así es más fácil mirarse, reconocerse y entenderse.
Algo así pudo pensar el Padre cuando decidió enviar a su Hijo - en
Él el Padre lo es en su sentido primero y más profundo y por Él todos
llegamos a ser hijos - despojándose en Él de su rango, bajando de su
altura y tomando la condición de uno de tantos hambres como en el mundo
somos. (Flp 2, 5-8). Y así revestido de humanidad, tocando barro, el Padre
podrá ser reconocido y abrazado por sus hijos con mucha más facilidad. Al
menos no habrá problemas de altura ni de distancia.
De esta forma la Palabra de amor, mil veces antes pronunciada y
existente junto a Dios antes del principio, puso su tienda a la altura de
las tiendas de los hombres. El Padre acampó en medio de sus hijos (Jn I, I
-14). Así comenzó una etapa nueva en la que el amor paternal de Dios y su
ternura maternal nos fueron revelados con datos nuevos y mucho más
precisos.
Pregunta con intención:
¿Por
qué será que demasiadas veces nos quedamos en el Hijo, sin ir más allá de
Él, hasta el Padre para el que es puente mediador y palabra eterna,
reduciéndolo a un fácil dios humano? Si el que ve al Hijo ve al Padre (Jn
14 9) ¿Por qué entonces Jesús sí pero Dios no?
Orar:
Y
Dios mismo,
revestido de Hijo
siendo Padre,
se llenó de Espíritu
y se echó a la calle,
metiéndose -¿imprudente?
en el barro mismo de nuestra carne.
(Felipe Mediero)
En
la oquedad de nuestro barro breve
el mar sin nombre de Su luz no cabe.
Ninguna lengua a Su verdad se atreve.
Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.
Mayor que todo dios, nuestra sed busca,
se hace menor que el libro y la utopía,
y, cuando el Templo en su esplendor lo ofusca,
rompe, infantil, del vientre de María.
El Unigénito venido a menos
traspone la distancia en un vagido;
calla la glena y el amor explana.
Sus manos y Sus pies de tierra llenos,
rostro de carne y sol del Escondido,
¡versión de Dios en pequeñez humana!
(Pedro Casaldáliga)
Uno de vosotros tiene cien ovejas... Una mujer tiene diez
monedas... Un hombre tenía dos hijos... Lc 15, 4-32
El
Padre sigue siendo siempre fiel a si mismo y tiene, hoy también, cien
ovejas, diez monedas y dos hijos. El capitulo 15 del evangelio de Lucas es
el mejor tratado del amor de Dios: seguimos siendo la oveja perdida, la
moneda que no aparece y el hijo que vuelve; y lo más importante de todo es
que Dios sigue siendo el Padre que espera y abraza, la mujer que revuelve
toda la casa y el pastor que se echa al campo aunque ya es de noche. Y en
cualquier caso el final inevitable como Buena Noticia: la alegría por la
moneda hallada, el gozo de la vuelta con la oveja al hombro y la fiesta
con el hijo recobrado. El amor prevalece de tal forma que hay en todo
cierta dosis de aparente despropósito y de no poca desproporción. Cosas
del amor.
Mientras tanto y desde entonces nosotros hemos sido, somos, la
oveja perdida, la moneda extraviada, el hijo que se va; y ahora hemos sido
encontrados por Dios, Pastor nuestro, Madre nuestra, Padre nuestro.
Nosotros somos los que estaban lejos (Ef 2, 13) y que, por misericordia
del Padre de todos, de los de lejos y de los de cerca, hemos sido
recibidos en la casa paterna y ahora somos ya Pueblo santo de Dios: "los
que en otro tiempo no erais pueblo ahora sois pueblo de Dios" (Pe 2, 10).
El Padre nos abrió la casa, nos cubrió de dones, nos adornó con las
mejores gracias y estamos ya, aunque todavía no del todo, en el banquete
de la gran Fiesta del retorno.
Pregunta para extraviados:
¿S
eres objetivo u justo deberás reconocer la abundancia de dones que de la
mano de Dios -pastor cuidadoso, mujer hacendosa y padre generoso—has
recibido y que has disfrutado hasta ahora, ¿Por qué entonces andas a veces
extraviado (¡tú sabrás en qué!), te pierdes en rincones oscuros de la vida
(¡tú mismo puedes concretar cuáles son!) y pretendes organizar la vida
(!tú deberías saberlo muy bien!) lejos de la casa paterna??
Orar:
Cada
mañana sales al balcón
y oteas el horizonte
por ver si vuelvo.
Cada mañana bajos saltando
las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.
Cada mañana me cortas
la palabra,
te abalanzas sobre mi
y me rodeas
con un abrazo redondo
el cuerpo entero.
Cada mañana
contratas la banda de músicos
y organizas una fiesta
para mi por el ancho mundo.
Cada mañana me dices al oído
con voz de primavera.
Hoy puedes empezar de nuevo.
(Patxi Loidi)
Bendito seas, Padre, Dios del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los
sencillos (Lc 0,2 I)
Fe
y Luz es una gran comunidad cristiana que abarca pequeñas comunidades
repartidas ya por medio mundo. Está formada sobre todo por personas de
todas las edades que sufren alguna discapacidad psíquica y que se reúnen
para viajar y orar, para disfrutar la vida y celebrar la fe, para vivir
juntos una integración mayor en la sociedad y en la Iglesia. Y sus padres,
junto a ellos, extendiendo discretamente un amor exquisito, acompañando
con naturalidad, ejercitando una ternura profunda y fiel que apenas se
nota pero que atraviesa la vida entera de unos y otros. Pensándolo bien en
cada comunidad lo más admirable son los padres, pendientes, tranquilos,
dedicados y felices.
Así me imagino a Dios, como Padre y Madre de todos nosotros,
disminuidos, pequeños, perdidos en medio de una realidad que no dominamos,
perdedores en buena parte de nuestras apuestas por mucho progreso que
parezcan encerrar, extrañamente reducidos en nuestras capacidades
originales, necesitados de rehabilitación y de redención. Eso, si lo
reconocemos y nos confesamos pobres y desvalidos. Y Dios, acompañando
discretamente desde cerca, haciendo ejercicio divino de acogimiento y de
misericordia, pendiente, entregado y feliz. ¡Bendito seas, Padre!
Relato:
Una
noche soñé estar paseando con Dios
a la orilla del mar,
mientras en el cielo oscuro se iban proyectando las
escenas de mi vida.
Junto a cada escena aparecían unas huellas:
a veces dos pares y a veces uno solo.
Noté con preocupación que junto a las escenas más
difíciles de mi vida
sólo aparecía un par de huellas
y le dije al Señor con cierto tono de queja:
- ¡Me prometiste caminar siempre a mi lado
y no abandonarme nunca!.
¿Porqué cuando más te necesitaba
te alejaste de mi?.
Y el Señor, sonriendo, me dijo:
- Hijo mío, es que en esos momentos de tu vida yo te
llevaba en brazos
Pregunta para cristianos discapacitados: (¡lo somos
todos!)
A
la vista de las claras limitaciones humanas y sociales que padecemos y de
tan extendidos y graves pecados que mantenemos, len qué puntos flacos de
nuestra vida necesitamos con más urgencia la fortaleza y la misericordia
del Padre?
Habéis recibido un Espíritu que os hace hijos y
que nos permite gritar ¡Abba, Padre! Rom 8, 15
Quizás
nos quedamos mirando el dedo y no gozamos de la visión de la luna a la que
apunta; quizás en este año prejubilar nos enfrascamos en reflexiones y
estudios sobre el Padre y no disfrutamos del gozoso atrevimiento de
llamarlo Abba nuestro; quizás describimos con minuciosidad todas las
clases y subclases de la rosa y no nos embargamos de su perfume; quizás
nos sobra discurso y nos falta contemplación. Quizás, una vez más, los
árboles nos impiden ver el bosque.
Tenemos que recuperar los ojos del hijo pequeño para ver el rostro
del Padre, necesitamos recobrar la sencillez de corazón para sentirlo como
Abba nuestro, debemos volver al balbuceo filial que confiadamente repite
sin rubor el más sencillo nombre de Dios jamás pronunciado. Cómo
desnudarnos de las palabras sobrantes, recuperar la adoración callada y
saborear el dulce nombre de Dios, Abba?. Una vez más deberían callar las
palabras, para que grite el amor y puedan hablar los signos con su
eficacia original.
Abba no es un nombre, es una tierna confesión de humildad ante el
Innombrable; es la renuncia filial a toda manipulación, a toda estrategia
de dominio; es la asombrada confesión de amor de hijo pequeño y, a la vez,
la convicción de que no hay nombre ni apellidos que lo limiten. Abba
debiera ser hoy, para todos los hijos de Dios, una especie de nombre
protegida, para salvar su pureza y, a la vez, debe ser recobrado para el
uso familiar en la oración de cada día.
Pregunta para expertos en palabras:
¿Podremos
contener tanta palabrería en nuestras oraciones y, con el alma callada en
candorosa adoración, alcanzar la santa simplicidad de las palabras
fundamentales
Orar:
De
tal fácil que lo hiciste, difícil nos es pronunciar tu nombre,
cierto rubor no confesado nos impide invocarte como Abba,
Félix Morales
Ahora, los que os trajeron la Buena Noticia os
lo ha comunicado todo en el Espiritu Santo enviado
del Padre. Los ángeles se asoman deseosos de verlo. IPe 12
Dios,
como Padre de todos los hambres, sigue siendo y haciendo hoy, en su Hijo y
por su Espiritu, lo que desde siempre fue e hizo en la historia hasta
convertirla en Historia de salvación para sus hijos:
- Hoy Él es nuestra raíz y nuestro tronco, de Él venimos, por Él
existimos y en Él somos.
- Él nos da en herencia paterna la misma utopia que desplegó ante
Abraham
- Él, ante la opresión que siguen sufriendo sus hijos, se hace
grito y liberación
- Él se hace compañero y padre de todos los que buscan tierra y
futuro
- Él acompaña con terca fidelidad a cuantos, desde cualquier
destierro, reclaman su regreso
- Él, como todos los padres, quiere restablecer la justicia y el
amor entre todos los hijos
- Él se hace voz y reclamo para recuperar la fidelidad perdida del
Pueblo que se le va
- Él se abaja, en come y en palabra, hasta el débil barro y la
pequeña estatura de sus hijos
- Él sigue desviviéndose por sus ovejas, sus monedas y sus hijos...
perdidos o encontrados
- Él es padre de huérfanos, protector de débiles, defensor de
pequeños, madre de todos
- Él se enternece ante sus hijos y rodea su propio nombre de
atrevida temura: ¡Abba!
Toda la larga Historia vivida hasta hoy entre el Padre y sus hijos
se concentra ahora, como en un microcosmos afortunado, en cada persona, en
cada lugar, en cada momento. La Historia santa del Padre sigue abierta y
adelante.
Pregunta para una respuesta personal
Entre
estos gestos paternales de Dios con nosotros, ¿Cuál es el que tú necesitas
especialmente hoy y porqué?
Orar:
Acompañados
tiernamente
en estrecho abrazo
desde que alcanza nuestra memoria
el Padre y nosotros
venimos de muy lejos
desde siempre;
hemos vivido juntos,
por su gracia,
toda la gran historia
que un día empezó en el tiempo;
ahora todo el amor,
acumulado durante siglos,
se vuelca entero
en el cuenco vivo de cada hombre.
¡Nunca pensó el hombre
llegar tan alto ni tan lejos!.
(Francisco Miralles)
Quería que lo buscasen a Él, a ver si al menos a tientas lo
encontraban, pues no está lejos de nosotros, porque en Él vivimos, nos
movemos y existimos. Hch 1 7, 2 7
Aunque
muchos hayan afirmado su muerte final y se pretenda que no queda verdad
sino a lo más el nombre de la rosa; aunque no aparezca en nuestras
todopoderosas realidades virtuales y no quede lugar para Él en esa
insoportable levedad del ser que dicen que nos queda, Dios está aquí,
fuerte como un Creador, poderoso como el señor de la historia, cercano
como Padre, entrañable en sus entrañas maternales, amigo de la vida pues
nos la da en su Hijo, derramada por su Espiritu sobre cuantos reconocen e
Invocan su nombre... Él, nuestro Padre, sigue con nosotros, sus hijos. Una
presencia paternal que se restablece por el Hijo y se realiza en los dones
de su Espiritu.
Y está con nosotros según presencias muy distintas. Y por supuesto,
Él está más allá y más acá de todo ser, de cualquier tiempo y de todos los
espacios. Y con esa presencia única e inefable que es la suya, : nos
acompaña desde muy cerca, rodeándonos por si resbalamos o nos perdemos,
por eso su presencia paternal se sirve de casi todo: desde la voz y el pan
hasta el óleo o el agua, desde una unción hasta el prójimo. Y se hace
especialmente accesible en algunos espacios más llenos de gracia, como son
la comunidad de la Iglesia, los pobres, la propia conciencia, la
oración... Y en cualquier caso puede revelarse y dejarse sentir en
cualquier paso de la vida. Todos somos testigos de esto.
De esta forma el amor del Padre nos rodea cuando le hablamos, nos
llena de plenitud cuando vivimos la comunión con los hermanos, se derrama
sobre nosotros cuando lo celebramos, nos conforta cuando nos acogemos a
sus brazos, nos sostiene cuando caminamos en la fe, nos precede cuando lo
confesamos, abre, sostiene y cierra nuestro camino en cada paso que damos.
Dios, nuestro Padre, sigue aquí con nosotros.
Pregunta para distraídos:
Has
aprendido, a base de iluminación y de ejercicio, a percibir con gozo y con
paz la presencia del Padre en ti, en todo lo que eres y en todo lo que
haces, descubriendo en Él la raíz de la que te llega la vida, la fuente de
la que naces cada dia
Orar:
No
me escondas tu rostro;
que muera yo para no morir,
pero que vea tu rostro.
(San Agustín)
Todas
las cosas me comprenden
aunque sus labios estén mudos:
el agua, el árbol, el silencio,
la nube, el vino, el campo húmedo.
Son afluentes que van a Dios
y Dios escucha en cada uno.
Y que El recoja la palabra
y le dé su destino justo.
(José Hierro)
Contemplo
cada cosa y digo:
Dios. No porque sea Dios. Pero las cosas
tienen un corazón donde Tú habitas,
un corazón de sombra y de silencio.
(Donde acaba la nada Dios empieza).
Y las cosas se quedan de rodillas
con sus manos de espera levantadas
rezando oscuramente y sin sonido.
Se dicen simplemente. Su plegaria
consiste en ser ahí y estar dichosas.
Y yo no me resigno. No quisiera
ser silenciosa piedra que no sabe
sino decirse a solas simplemente.
(Jesús Tomé)
Y toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios
reciban la gloria que les corresponde... Gemimos esperando el día en que
Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. (Rom 8,2 1-23)
O
al principio, dicho sea con menos inexactitud. Porque volveremos -¡por
fin!- al seno materno del Padre del que salimos, entraremos en la Tierra
nueva y prometida de la que aquella otra era signo y promesa,
atravesaremos las aguas definitivas tantas veces figuradas en tantas aguas
sacramentales llenas de vida, seremos recibidos en el banquete del Reino
ansiosa y oscuramente desgastado en las mesas de cada domingo, veremos lo
que nunca el ojo vio y oiremos lo que nunca el oído habla oído. Y veremos
al Padre cara a cara.
Orar:
Siglos
¡Mi día y amo, canto, pienso,
yo, de Dios, ante Dios.
Destino inmenso.
El hijo ante el Padre.
Él y yo: de hito en hito, Dios y yo.
(Dámaso Alonso)