JESÚS
TRANSGRESOR.
DE LA EXCLUSIÓN
A LA ACOGIDA
Xabier Pikaza
Los
humanos más sensatos dejan que los
expulsados sigan expulsados, para bien
del sistema: lo que importa es que se mantenga
la institución, con la gran frontera de la ley y
la justicia que separa a los buenos de los malos, a los puros de los
impuros. Piensan que las fronteras sanitarias y sociales
resultan necesarias para defender el orden de Dios. En contra de eso, en
nombre de un Dios más alto, que es Padre de todos, Jesús ha
transgredido la norma de la buena
sociedad, se ha
introducido en el
submundo de lo
demoníaco, ligado
a la demencia, delirio y desmesura.
La
experiencia de Jesús como transgresor es un tema central de la tradición
y tiene grandes consecuencias a la hora de entender la acción de sus
seguidores. Normalmente, los transgresores rompen unos límites para
trazar otros, cambiando un sistema que juzgan imperfecto por otro que
les parece más perfecto. Pues bien, en contra de eso, Jesús, el
transgresor mesiánico, ha superado y roto las barreras anteriores no
para crear otras, sino para abrir un espacio y camino de vida que puede
ser universal. Desde este fondo planteamos su figura, destacando sus
milagros, exorcismos y títulos mesiánicos(1).
Los
milagros, transgresiones creadoras
Le han preguntado los mensajeros de Juan Bautista si es el que ha de
venir. Jesús responde evocando unos gestos y palabras de claro
sentido trasgresor:
- Curación: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen. Las enfermedades expulsan de la sociedad. Jesús,
en cambio ofrece tarea creadora a los expulsados, rompiendo así la
estructura social dominante.
Jesús
supera las antiguas divisiones que definen y conforman el sistema. No ha
venido a sancionar las buenas costumbres
y ventajas de los justos
-
Esperanza central: Los muertos resucitan. El miedo a la muerte
divide y oprime a los humanos. La esperanza de resurrección les hace
libres.
- Mensaje: A los pobres se les anuncia la buena noticia. (Mt 11,
5-6 paralelos). La mayor pobreza y exclusión es la falta de palabra.
Jesús la ofrece a los excluídos, dándoles libertad.
Jesús supera las antiguas divisiones (sacerdotes o laicos, judíos o
gentiles, varones o mujeres...) que definen y conforman el sistema. No
ha venido a sancionar las buenas costumbres y ventajas de los justos, en
plano de poder o de conocimiento, sino a romper ese esquema de valores y
privilegios. Por eso se ha podido definir como Médico de Dios,
especialista en enfermos y expulsados: ha venido a ofrecerles compañía
y salud, presencia de Dios y un lugar en la mesa de la vida; ha comido
con ellos, apareciendo como transgresor (cf. Mc 2, 13-17).
Esta es su novedad mesiánica. No viene a “convertir” a los
pecadores, a traer al buen terreno a que han roto las barreras, logrando
que cambien a la fuerza. No les impone una ley, no exige que cumplan
unos preceptos religiosos, no les pide, ni siquiera, que se arrepientan,
como hacían los profetas penitenciales del tiempo. Al contrario, quiere
que vivan y puedan desarrollar en plenitud sus potencialidades, en
cuerpo y alma. Así lo destacamos evocando tres milagros:
- Legionario de Gerasa (Mc 5, 1-20 par). Habita en tierra extraña,
en la Gerasa de las gentes. Es pagano y sufre bajo una legión de
fuerzas malas o demonios y por eso le llamamos legionario. Le
excluyen y expulsan, pero nadie puede dominarle con cadenas, cepos o
violencias. Vive entre sepulcros, como enterrado viviente, rodeado de
cerdos que para el judaísmo eran impuros. Es, sin duda, un utilizado,
explotado, enfermo de comunicación. Pues bien, Jesús se acerca y le
ofrece su palabra, dialoga con él y de esa forma llega hasta su fondo
verdadero de persona, haciéndole capaz de vivir, es decir, de
comunicarse, quedando así curado(2).
- Mujer encorvada (Lc 13, 10-17). Está oprimida desde antiguo
por la carga de su humanidad cautiva, por el orgullo de los varones y la
hipocresía de los prepotentes. Escucha la ley en la sinagoga, pero la
ley era incapaz de liberarla. Por eso sigue inclinada, excluida de la
vida normal, como signo de todas las mujeres excluidas por una
sacralidad que está centrada en la ley del sábado. Pero Jesús le
dice, en un día de sábado, “queda libre”, de manera que puede
elevarse y mirar, escoger en libertad sus opciones y vivir con autonomía,
pues su vida es más importante que todas las leyes sagradas. La ley la
excluía; Jesús rompe esa ley y la integra en la vida(3).
Jesús
no ha venido ha
sancionar el orden existente, dejando a cada uno con su enfermedad, sino
a ofrecer
a los enfermos un camino de humanidad
- Ciego
de nacimiento. Está a la vera del camino, esperando una limosna
para seguir viviendo, mientras los devotos peregrinos siguen para adorar
a Dios con el gozo de haber dado un donativo. Jesús no quiere darle una
limosna material, sino que escucha su necesidad más honra (maestro,
que vea) y le responde: vete, tu fe te ha salvado...
(Mc 10, 51-52). La enfermedad se identifica aquí con la ceguera, que
consiste en expulsar a este hombre, poniéndole a la vera del camino,
como un residuo social, objeto de pura “caridad”. El milagro de Jesús
no consiste en una caridad, sino un gesto de liberación: que el
ciego pueda ver y caminar, asumiendo el riesgo de la marcha de la vida.
Jesús no
ha venido a sancionar el orden existente, dejando a cada uno con su
enfermedad, sino a ofrecer a los enfermos un camino de humanidad. Por
eso es un transgresor: rompe el cordón sanitario que los justos y sanos
han trazado, abriendo un camino de humanidad desde el otro lado, es
decir, desde más allá de la frontera de los enfermos.
Exorcismos
y salud mesiánica
Judíos y griegos, estaban convencidos de que había poderes demoníacos
opuestos a Dios y capaces de pervertir a los humanos y expulsarles del
espacio santo de la vida. Entrar en contacto con ellos era peligroso y,
en algún sentido, contraproducente, pues debía separarse la mala
simiente de la buena. En contra de eso, Jesús ha querido acercarse de
un modo especial a los endemoniados, es decir, a los expulsados del
sistema.
- Exorcismos y transgresión. Las enfermedades ligadas a Satán
estaban vinculadas a diverso tipo de opresiones (cf. Mc 1, 32-34 y
paralelos; 3, 10-12 y paralelos; Lc 7,21; 8,2, etc.), pero evocaban
siempre un tipo de impureza. Frente al Espíritu Santo que habita
en los hombres y mujeres limpios se elevan los espíritus impuros, que
habitan en los manchados por enfermedades e impurezas de diverso tipo.
Pues bien, Jesús ha sido ante todo un exorcista, es decir, un hombre
abierto a los impuros, amigo de publicanos y pecadores, compañero de
leprosos.
- Transgresión mesiánica. Jesús ha planteado su proyecto mesiánico
como lucha presencia liberadora en el lugar donde las transgresiones e
impurezas son más fuertes. Se ha creído enviado por Dios como
exorcista, para curar a los endemoniados. No sabemos cómo ha madurado
en él esa certeza. Pero lo cierto es que ha sido un exorcista
especializado y maestro de exorcistas (cf. Mc 1,21-28; 3, 15; 6, 12
par). Allí donde otros hombres y mujeres de su tiempo pensaban que
muchos humanos estaban condenado a vivir bajo el poder de espíritus,
expulsados de la buena sociedad como malditos, Jesús quiso acercarse a
ellos con un gesto de sanación.
Los humanos más sensatos dejan que los expulsados sigan expulsados,
para bien del sistema: lo que importa es que se mantenga la institución,
con la gran frontera de la ley y la justicia que separa a los buenos de
los malos, a los puros de los impuros. Piensan que las fronteras
sanitarias y sociales resultan necesarias para defender el orden de
Dios. Pues bien, en contra de eso, en nombre de un Dios más alto, que
es Padre de todos, Jesús ha transgredido la norma de la buena sociedad,
se ha introducido en el submundo de lo demoníaco, ligado a la demencia,
delirio y desmesura. Es normal que los hombres de bien se hayan sentido
amenazados por su actitud, preguntando: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza
nueva con autoridad! y además ordena a los espíritus impuros y ellos
obedecen (Mc 1, 27). Pues bien, esa admiración se ha
vuelto
al fin rechazo (cf. Mc 1, 21-28; 3,1-6). Los adversarios han
interpretado su exorcismo como obra satánica: expulsa a los demonios
con el poder del Príncipe de los demonios! (cf. Mt 9, 34); es un
samaritano y endemoniado (Jn 8, 48). Era peligroso romper las fronteras
de la buena ley y de la sensatez mundana. A Jesús le han matado por
ello.
El
mesianismo de un transgresor: de la exclusión a la acogida.
Desde el contexto anterior quiero evocar cuatro “títulos” mesiánicos
de Jesús, destacando su carácter de acogida, es decir, de creatividad,
en línea de reino.
Jesús
fue mensajero de la gracia de Dios y no del juicio. No vino a poner a
los pecadores ante la amenza sino a ofrecerles el perdón incondicional
de Dios
- Juez
mesiánico. El juez es normalmente aquel que traza y sanciona por
ley unas barreras de tipo social o sacral. En contra de eso, Jesús ha
venido a superarlas. Una teología clásica había pensado que
Jesús fue mensajero del juicio de Dios, para distinguir lo puro de lo
impuro, velando por el honor de Dios y anunciado a los humanos el
castigo por los males que habían cometido. En contra de eso, hoy
sabemos que Jesús fue mensajero de la gracia de Dios y no del
juicio. No vino a poner a los “pecadores” ante la amenaza del
juicio, sino a ofrecerles (con gestos y palabras) el perdón
incondicional de Dios, la solidaridad ante el reino. No fue vocero del
castigo de Dios, sino mensajero del reino, portador de la gracia de la
Padre. Ciertamente, anunció el juicio, pero no para los supuestos
transgresores (publicanos, prostitutas, leprosos, enfermos,
expulsados...), sino precisamente para aquellos que les excluían del
reino(4).
- Redentor. Podemos llamarle así porque acoge y rescata a los
expulsados de la sociedad. No ha venido a pedir cuentas a los pecadores,
sino para ofrecerles el jubileo de la libertad, es decir, de la gracia y
el amor de Dios. Él ha querido presentarse como redentor en la línea
de la tradición sabática y jubilar de Israel: quiere rescatar lo
perdido, ofreciendo dignidad y esperanza a los que estaban expulsados,
sometidos al poder de la violencia, en manos de potencias diabólicas.
Desde ese fondo se entiende su proclamación jubilar de perdón,
libertad y gozo (cf. Lc 4, 18-19 y Mt 11, 5-6 par). No exige a los
humanos que paguen la deuda que tienen con Dios, sino que supera el
nivel de la deuda, entregando su vida al servicio de los excluídos. El
juez en cuanto tal no paga: dicta desde arriba la sentencia y exige
que cada uno pague lo que debe. Pero Jesús no es juez sino redentor:
paga él mismo lo que deben los humanos y de esa forma se vincula con
los transgresores, apareciendo como su amigo y patrono.
- Liberador. Avanzando en esta línea, diremos que Jesús ha
ofrecido un camino de libertar para los transgresores. No se contenta a
pagar por ellos, asumiendo sus deudas, cargando con sus culpas o
responsabilidades, sino que quiere hacerles capaces de vivir en
libertad, superando las fronteras anteriores de lo puro y de lo impuro,
de lo santo y lo manchado. En ese aspecto, debemos afirmar que ha
buscado la conversión de todos: de los “legales” para la
gratuidad universal; de los “transgresores” para la gracia en el
amor, no para la ley.
sólo
la gracia de Dios, experimentada como amor radical, permite romper
las barreras de la buena sociedad
Los
seguidores de Jesús se configuran así como pecadores perdonados, transgresores
reunidos desde la gratuidad del amor, por encima de la ley. El
gesto de Jesús no puede convertirse en principio de una nueva ley
religiosa, sino que ha de ser fuente de gozo, manan tial de autonomía
creadora, Eso significa que ha querido que los mismos humanos
(cristianos) asuman y desplieguen un camino de autonomía creadora sobre
el mundo. Perdonar no es resguardar, tener a los demás bien protegidos,
sino ofrecerles un camino de gracia, en libertad. La ley no puede
transformar a los humanos, pues acaba siempre excluyendo a los distintos
y transgresores. Sólo la gracia puede suscitar un camino de amor y
comunión para todos.
- Reconciliador. El perdón de Jesús capacita a los humanos para
que se reconcilien unos con los otros, en gesto de perdón compartido.
Redención y liberación sólo son verdaderos si abren un camino de
encuentro amistoso, creador, en el que todos puedan vincularse
mutuamente y empezar de esa manera a ser hermanos. La tradición afirmará
que Jesús nos ha redimido haciéndose Propiciación por nuestros
pecados (Rom 3, 24-25): los ha hecho propios, y, en vez de condenarnos
por ellos, nos ha ofrecido su amistad, la amistad de Dios. Desde ese
gesto de Jesús que se ha hecho pecador con los pecadores, realizando su
mesianismo desde el otro lado (es decir, desde los expulsados de la
sociedad) puede iniciarse un camino de reconciliación universal entre
los humanos. No se puede reconciliar a todos desde la ley, pues la ley
(aún la mejor) expulsa siempre a los disidentes e impuros de diverso
tipo. Sólo la gracia de Dios, experimentada como amor radical, permite
romper las barreras de la buena sociedad
y entregar amor a todos los humanos, en gesto de reconciliación
universal.
Xabier
Pikaza es catedrático de la Facultad de Teología de la
Universidad Pontificia de Salamanca, profesor de teodicea e historia de
las religiones.
NOTAS
1)
C. X. Pikaza, Este es el Hombre. Manual de Cristología, Sec.
Trinitario, Salamanca 1997.
2) Significativamente, cuando el curado quiere seguir a Jesús, en
agradecimiento o dependencia, él ha respondido: “no, vete a tu casa y
anuncia a los tuyos lo que el Señor ha hecho contigo, en gesto de
misericordia” (cf. Mc 5, l9). De esa forma el antes expulsado se
convierte en el primer evangelista.
3) Los responsables de la sinagoga tienden a poner la ley sagrada por
encima del bien y la salud concreta de los excluídos de la sociedad.
Jesús entiende a Dios como principio de curación y humanidad; eso pone
la salud, la plenitud del ser humano, por encima de todas las restantes
leyes religiosas, que tienen un carácter secundario.
4) Entre gracia fundante de Jesús, que rompe las fronteras anteriores,
no es sentimentalismo, ni evasión de la realidad, ni desinterés por
los males del mundo, ni ingenuidad social (como han pensado algunos
exegetas judíos como J. Klausner y G. Vermes), sino expresión de su
compromiso en favor de los expulsados. He desarrollado el tema en El
evangelio. Vida y pascua de Jesús, Sígueme, Salamanca 1993. Cf.
especialmente de E. P. Sanders, Jesus and judaism, SCM, London 1985.
|