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ELECCIONES

 

 

I.  Concepto

 

Como muchos otros conceptos claves de la política, la acepción “elección” está marcada por un dualismo de contenido. Por una parte puede tener un sentido neutro o “técnico”, y por la otra, un sentido sesgado u “ontológico”. Si no se hiciera esta diferenciación no podría entenderse por qué en sociedades y sistemas políticos tan diversos en su estructura y orientación, las elecciones son parte de lo cotidiano de la política.

 

El significado neutro de “elecciones” puede ser definido como “una técnica de designación de representantes”. En esta acepción no cabe introducir distinciones sobre los fundamentos en que se basan los sistemas electorales, las normas que regulan su verificación y las modalidades que tiene su materialización.

 

El significado ontológico de “elecciones” se basa en vincular el acto de elegir con la existencia real de la posibilidad que el elector tiene de optar libremente entre ofertas políticas diferentes, y con la vigencia efectiva de normas jurídicas que garanticen el derecho electoral y las libertades y derechos políticos. En este sentido se da una confluencia entre los conceptos “técnico” y “ontológico” de “elección”, al definírsela como “método democrático para designar a los representantes del pueblo”.

 

Estos conceptos generales abarcan una gran diversidad de variantes en la práctica política de los países. Un método para ordenar esta diversidad es una tipología simple de los tipos de elecciones.

 

II. Tipos de elecciones

 

Los tipos de elecciones se definen con base en cuatro relaciones: la relación con el ámbito que involucran las elecciones, con el órgano representativo, con el tiempo en que se realizan y con el sistema político. Respecto a la primera relación, se puede distinguir entre niveles nacionales y subnacionales y respecto a la segunda categoría, entre elecciones provinciales o regionales y municipales. Vale añadir las elecciones supranacionales para órganos representativos en sistemas de integración regional, como por ejemplo el Parlamento Centroamericano (PARLACEN). Respecto a la segunda relación, conviene diferenciar entre elecciones presidenciales y parlamentarias, o sea unipersonales y pluripersonales y dentro de la segunda categoría entre elecciones unicamerales o bicamerales, esto es cuando se elige a una Cámara de Diputados y un Senado.

 

Respecto a la tercera relación es importante diferenciar entre elecciones simultáneas (elecciones uni- y pluripersonales, incluso de diferentes niveles) y no-simultáneas. Se distingue asimismo entre diferentes grados de simultaneidad, tomando como criterio no sólo el día, sino también la boleta (si es única o no) y el voto (si con el mismo voto se elige a varios órganos). Vale añadir la distinción –en el caso de elecciones plurinominales– de elecciones de renovación completa o parcial y de elecciones intermedias, cuando las elecciones parlamentarias tienen un período más corto y se realizan cada segunda vez de forma separada de las presidenciales. El grado de simultaneidad de las elecciones tiene muchas implicancias para el resultado de las elecciones y más aún para el funcionamiento del sistema político o en la gobernabilidad (véase Nohlen 1998).

 

Respecto a la cuarta relación, el criterio clave de distinción es el de la oportunidad y de la libertad de elegir que el ciudadano efectivamente tiene. Conforme a ello, es posible distinguir entre:

 

a)    elecciones competitivas;

b)   elecciones semicompetitivas;

c)    elecciones no‑competitivas.

 

En las primeras el elector ejerce el sufragio libremente y entre opciones reales. Esa oportunidad y esa libertad, además, están garantizadas por normas jurídicas efectivamente vigentes. Si estos requisitos, que deben verificarse copulativamente, se ven limitados en algún grado, se puede hablar de elecciones semicompetitivas. Cuando ellos se encuentran vedados al elector, estamos entonces ante elecciones no‑competitivas.

 

Estos tipos de elecciones corresponden a la tipología corriente de los sistemas políticos modernos:

 

Elecciones competitivas             Þ                 Sistemas democráticos    

Elecciones semicompetitivas       Þ                 Sistemas autoritarios        

Elecciones no-competitivas        Þ                 Sistemas totalitarios

 

III.    Importancia de las elecciones

 

La importancia que las elecciones tienen en una sociedad dada varía según los tipos de elecciones y, consecuentemente, de los sistemas políticos.

 

El rol de las elecciones (competitivas) en los sistemas democráticos es fundamental. En primer lugar, las elecciones constituyen la base del concepto ”democracia”. Hay democracia cuando los detentadores del poder son elegidos popularmente en una lucha abierta y libre por el poder. En segundo lugar, las elecciones son la fuente de legitimación tanto del sistema político, como de sus líderes o dirigentes. En tercer lugar, las elecciones son el medio a través del cual se verifica la participación política en las grandes mayorías.

 

En los sistemas autoritarios las elecciones tienen una importancia más relativa. Teniendo presente la variedad de contextos que ofrecen estos sistemas es posible afirmar que en ellos las elecciones representan un medio, entre otros, de regular el poder político y que su verificación tiene importancia en la medida en que puede representar un cambio en la orientación del régimen. Las elecciones semicompetitivas tienen importancia en el respaldo que busca el régimen político, que se encuentra más expuesto que el totalitario a la opinión pública interna y externa.

 

En los sistemas totalitarios las elecciones no juegan un rol en el poder político. No legitiman su ejercicio ni originan su cambio. Las elecciones son instrumentos de dominación política y social.

 

Esquema: Importancia de elecciones

 

                                   Tipo de elección

                                               competitiva      semicompetitiva       no-competitiva       

       - importancia en

     el proceso político                 alta                        baja                         mínima              

      - libertad de elegir

           y ser electo                       alta                     limitada                    ninguna                             

           - libertad de

         las elecciones          garantizada              limitada                   eliminada                            

        - posibilidad de

    cambiar el gobierno                                            no                              no  

                    

      - legitimación del                                 no se intenta              casi nunca

      sistema político                                            casi nunca                  o nunca                             

              - tipo de

      sistema político           democrático          Autoritario                totalitario

 

               

IV.     Funciones de las elecciones

 

Aunque la tipología de sistemas políticos descrita es también útil para ordenar sus funciones, es preciso advertir que éstas difieren según contextos societales en los que tienen lugar las elecciones. Esto vale especialmente dentro de las elecciones competitivas, teniendo presente distintos “grados de democracia” y sus diversas formas de estructuración. Las elecciones competitivas cumplen varias funciones simultáneamente. Sin embargo, en todas ellas cobran especial relevancia tres factores estructurales:

 

a)  La estructura del sistema social (estratificación y movilidad social; coexistencia o conflicto entre etnias, religiones, etc.; grupos de interés, cleavages y antagonismos sociales).

 

b)  La estructura del sistema político (régimen de gobierno –presidencial o parlamentario–, forma de Estado –unitario o federal–, modalidades de regulación de conflictos- jerárquicas, mayoritarias o consensuales).

 

c)   La estructura del sistema de partidos (número de partidos, tamaños y tipos de partidos, distancias ideológicas entre ellos, grado de institucionalización de los mismos).

 

Si se tomara un ejemplo de sociedad óptimo en función de la gobernabilidad, con un grado considerable de homogeneidad social, un sistema político estable y funcionante y parlamentario; y un sistema de partidos moderado en su cantidad y sin polarización y segmentación significativas; las elecciones cumplirían las siguientes funciones:

 

-     legitimación del sistema político y del gobierno de un partido o alianza de partidos;

-     expresión de confianza en personas y partidos;

-     reclutamiento de las élites políticas;

-     representación de opiniones e intereses del electorado;

-     ajuste de las instituciones políticas a las preferencias del electorado;

-     movilización del electorado en torno a valores sociales, metas y programas políticos, intereses político‑partidistas;

-     concientización política de la población mediante la explicación de problemas y exposición de alternativas;

-     canalización de conflictos políticos mediante procedimientos pacíficos;

-     integración de la pluralidad social y formación de una voluntad común políticamente viable;

-     estímulo de la competencia por el poder con base en alternativas programáticas;

-     designación del gobierno mediante formación de mayorías parlamentarias;

-     establecimiento de una oposición capaz de ejercer control;

-     oportunidad de cambio de gobierno.

 

En la medida en que las características de la sociedad arriba señaladas se relativizan, también el cumplimiento de estas funciones pierde regularidad. En sociedades más heterogéneas ‑como en la mayoría de los países latinoamericanos‑ las elecciones no son el medio principal ni el único para la movilización popular, la articulación de sus demandas, la legitimación y control del poder político. Las elecciones pueden ser, además, un elemento accidental o secuencia en el reclutamiento de la élite política o en la canalización del conflicto político por vías pacíficas. La estratificación social rígida, en un caso, y el ejercicio de diversas formas de violencia y de su negociación, en el otro, contribuyen a disminuir la función de las elecciones en esas materias.

 

Las elecciones semicompetitivas pueden jugar las mismas funciones que las competetitivas dentro de un marco aparente, especialmente en la representación de intereses sociales y en la designación del gobierno (y de la oposición). En esos temas reside el rol legitimador y estabilizador de las elecciones en sistemas autoritarios. Las funciones de las elecciones semi-competitivas pueden sintetizarse en las siguientes:

 

    el intento de legitimar las relaciones de poder existentes;

    la distensión política hacia adentro;

    el mejoramiento de la imagen hacia afuera;

    la manifestación (e integración parcial) de fuerzas opositoras;

    el reajuste estructural del poder a fin de afianzar el sistema.

 

Las elecciones no‑competitivas, por último, tienen fines vinculados con su importancia, como se describe en el esquema. Las funciones de estas elecciones se integran dentro de su característica esencial de instrumento de dominación. Las elecciones no‑competitivas cumplen las siguientes funciones:

 

    la movilización de todas las fuerzas sociales;

-     la explicación de los criterios de la política del régimen;

    la consolidación de la unidad político‑moral del pueblo.

 

V.  Elecciones en América Latina

 

El marco conceptual hasta ahora descrito tiene una variada aplicación en América Latina, especialmente por la diversidad de situaciones que ofrece la historia de la región y de cada país. Como un intento de sistematizar esa amplitud contextual, según los conceptos expuestos, se debieran considerar los siguientes problemas.

 

A.   La especificidad latinoamericana de “democracia

 

La correspondencia entre sistemas democráticos y elecciones competitivas en América Latina está asociada a agudos problemas de la práctica política. Según la letra constitucional, en la gran mayoría de los países de la región la democracia liberal tiene una tradición de más de un siglo y medio. La práctica, sin embargo, se aleja de este dato. No nos referimos aquí a los sistemas o regímenes formalmente no democráticos (autoritarios y totalitarios) que también tienen arraigo en la región, sino a aquellas fases en que se han efectuado elecciones y ha tenido vigencia la institucionalidad plena. Se sabe que la democracia es a la vez formal y sustantiva y que, aunque lo sustantivo otorga el grado de contenido democrático de un sistema, es imprescindible que esté vigente un conjunto normativo‑institucional de reglas de juego político. Sin embargo, en América Latina este aspecto formal tiende a cubrir el resto y en él tiende a radicarse la legitimidad del sistema político. El tardío aumento de la participación política hasta el pleno voto universal o la efectiva garantía de la limpieza del acto electoral a través de órganos imparciales de control y de escrutinio, así como la fiscalización del cohecho, que sólo se estableció en las últimas décadas, contrastan con la tradición democrática formal tan antigua.

 

La precisión sobre el concepto de democracia en América latina se complica aún más con la conformación de las estructuras socio-económicas y sus efectos electorales. La garantía legal de la participación política universal no basta para que vastos sectores marginales se integren a los procesos electorales, a pesar de la obligatoriedad del voto. Por otra parte, cuando esa integración se produce, está amenazada por la manipulación, el caciquismo, el clientelismo y otras deformaciones político‑culturales enraizadas en varios países o regiones de América Latina.

 

B.   Las funciones de las elecciones

 

Cuando las elecciones en América Latina son competitivas –no siempre es así– pueden cumplir las funciones conceptualmente ya descritas con modalidades especiales o, simplemente, cumplir otras funciones específicas de la región.

 

En primer lugar, en América Latina las elecciones contribuyen menos que en las democracias desarrolladas a dirimir el poder político. Las fuentes no‑institucionales de poder (económicas, sociales, éticas, culturales, religiosas) tienen una incidencia muy fuerte en el juego político. Las elecciones, por lo tanto, contribuyen junto a otros factores a la decisión sobre el poder político.

 

En segundo lugar, las elecciones no contribuyen sustancialmente a la conformación del gobierno ni a la selección de la élite política. El marcado presidencialismo latinoamericano no sólo entrega al jefe del Ejecutivo la facultad de nombrar al Gabinete, sino también, “de facto”, nominar gran parte de los candidatos al Parlamento y de los más probables de ser electos. Los mecanismos por los cuales se produce esa decisión son a menudo ajenos a la voluntad popular y muy previos a la fase informada de las campañas políticas. La selección de las élites políticas tampoco es determinada en gran medida por las elecciones, como sucede en las democracias de los países desarrollados. En América Latina existe una estratificación social más rígida y una movilidad social poco fluida, a excepción de algunas fases del desarrollo en los países del Cono Sur o de Costa Rica. En general, la élite política se autogenera casi autónomamente y establece como consecuencia de ese proceso la oferta de personal a las elecciones. Este fenómeno está relacionado obviamente con otros factores, como la educación o el sistema de propiedad, pero se encuentra muy enraizado y estrechamente vinculado con las características de los partidos políticos.

 

En tercer lugar, tampoco es muy nítido que las elecciones en América Latina legitimen el sistema político o contribuyan a su consolidación o a que los ciudadanos depositen confianza en el sistema y en sus órganos y representantes. Por una parte existe el problema, ya mencionado, de la participación pasiva de gran parte de la ciudadanía en los actos electorales. Ello es sinónimo de indiferencia y carencia de respaldo al sistema político. Por otra parte, este factor se ve afectado por los problemas todavía existentes en el ámbito del derecho y de la organización electoral (véase Derecho Electoral). Los nuevos procesos políticos de la región, sin embargo, ofrecen un cuadro más positivo en cuanto a rol legitimador de las elecciones. Se ha aumentado la participación activa a través de una cierta modernización de los partidos y de sus mecanismos internos de selección (primarias, “internas”) y se ha afianzado la convicción de que un “acuerdo en lo fundamental” es básico para mantener la democracia, a pesar de las carencias de la gestión de gobierno. En otras palabras, se ha extendido popularmente la distinción entre “apoyo al gobierno” y “apoyo al sistema” y la necesidad de diferenciar el comportamiento político respecto a uno y otro.

 

Por último es necesario destacar que las elecciones en América Latina sí contribuyen a la movilización y concientización política del electorado. En cierto modo, en este aspecto reside la principal función de las elecciones en América Latina, siendo en algunos países el principal leitmotiv de los partidos políticos (“partidos electoralistas”). En este sentido, la tradición latinoamericana es homogénea, tanto tratándose de regímenes autoritarios, totalitarios o democráticos en sus diversos grados. Las campañas electorales constituyen en todos los países el mecanismo de proselitismo político e ideológico por excelencia y en algunos, incluso, una especie de fenómeno sociocultural (Costa Rica, Venezuela, Colombia), especialmente en los países en que las campañas son largas y los períodos de gobierno reducidos (Costa Rica). Mirando desde un punto de vista positivo, el carácter movilizador y concientizador de las elecciones tiene un gran potencial de educación o de formación política, en la medida en que durante las campañas se divulguen los principios y objetivos de toda sociedad democrática.

 

Bibliografía:

Carreras, F.de/ Valles, J.M.: Las elecciones, Editorial Blume, Barcelona, 1977.

Duverger, M.: Los partidos políticos, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.

Fundacion Friedrich Ebert (Comp.): Sistemas electorales y representación política en Latinoamérica, 2 tomos, Madrid, 1986.

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Mackenzie, W.J.M.: Elecciones libres, Tecnos, Madrid, 1962.

Nohlen, D.: Sistemas electorales del mundo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981.

_________(Ed.): Enciclopedia electoral latinoamericana y del Caribe, IIDH/CAPEL, San José, 1993.

_________: Sistemas electorales y partidos políticos, Fondo de Cultura Económica, 2a. Ed., México, 1998.

Nohlen, D./ Krennerich, M.Thibaut, B. (Comp.): Elections in Africa. A Data Handbook, Oxford University Press, Oxford, 1999.

 

Mario FERNÁNDEZ BAEZA

Dieter NOHLEN