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| Regresando al hogar... | 
| El camino de un evangélico hacia la Iglesia Católica. | 
Lo que vais a leer aquí es un testimonio dividido en dos partes. La primera es la historia de mi conversión a la Ortodoxia. La segunda, el testimonio de mi vuelta a la Iglesia católica.
Ortodoxo
  por la gracia de Dios (21-5-99)
...para
  que sepas cómo conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
  viviente, columna y baluarte de la verdad. (1 Tim 3,15)
Mucho
  ha llovido desde que hace 10 años el Señor tuvo a bien rescatarme del
  naufragio en que se había convertido mi vida. Tras una infancia en la que
  tuve experiencias preciosas con Él, me había convertido en carne de los
  depredadores de la Nueva Era y el ocultismo. Ciertamente el diablo era el león
  rugiente que había encontrado una presa a la que devorar (1Pe 5,8). Pero
  Cristo vino en mi rescate y me liberó de las fauces del enemigo. Enseguida
  encontré una iglesia evangélica en la que congregarme. Poco después de mi
  reencuentro con Dios, mi esposa aceptó también al Señor y juntos
  emprendimos el camino de ser cristianos evangélicos en Amistad Cristiana de
  Madrid. En los 6 años siguientes tuvimos la bendición de crecer en esa
  congregación. Amistad Cristiana era como una pequeña familia donde
  encontramos verdadera hermandad. El hombre que era nuestro pastor, Gregorio
  Jacob, tuvo que sufrir lo suyo debido a lo borrico que yo era y a mis
  dificultades para madurar como cristiano. Sólo Dios sabe lo mucho que le
  agradezco a Greg todas las cosas que hizo por mí y por mi familia. Pero no sólo
  él sino hermanos como Flores, Lupita Campos y muchos otros fueron verdaderas
  bendiciones del Padre para mi vida. Dios nos permitió ver su poder en la vida
  de un hermano muy especial, Miguel, el cual fue homosexual activo durante
  muchos años de su vida pero que, gracias a la redención de Cristo y la
  santificación del Espíritu Santo, pudo abandonar ese mundo de miseria y
  corrupción. Hubo un tiempo en esos años en el que nuestra casa sirvió de
  posada para varios hermanos que estaban en Madrid de paso o para servir en la
  Iglesia. Aún nos acordamos de una mujer muy especial, Elizabeth, que con sólo
  3 días de estancia en nuestra casa nos dejó un aroma de Dios que difícilmente
  olvidaremos en toda nuestra vida. 
Las
  cosas empezaron a cambiar cuando yo encontré trabajo en la sección de
  mensajería de una empresa de seguridad muy importante en España. El trabajo
  era en horario nocturno y seis días a la semana, a excepción de 4 meses en
  verano en el que trabajaba sólo cinco días cada semana. El caso es que se me
  hacía muy complicado el dormir bien durante la semana y en domingo no me era
  fácil asistir con la familia al culto. Nos fuimos alejando de la iglesia.
  Cuando decidimos mudarnos a una población cercana a Madrid (Getafe), el
  alejamiento de Amistad Cristiana se hizo irreversible. Cuando dejé el trabajo
  y, otra vez viviendo en Madrid, volvimos a visitar Amistad Cristiana, ya no
  era lo mismo. Muchas personas se habían ido y entraban otras nuevas. Eso es
  ley de vida en una congregación, pero el caso es que yo nunca volví a sentir
  que Amistad era mi iglesia en el Señor. Por otra parte, yo ya había empezado
  a estudiar la historia de la Iglesia así como libros de teología,
  especialmente de anabaptistas. Intentamos buscar una iglesia menonita y
  encontramos una pero estaba en Torrejón, a varios kilómetros de Madrid y
  además nos dimos cuenta que nos resultaría casi imposible integrarnos en un
  grupo que ya llevaba muchos años funcionando. Lo cierto es que nos estábamos
  convirtiendo en cristianos sin iglesia para congregarnos. Mi “iglesia”
  empezaba a ser los libros y mis charlas con otros hermanos de diferentes
  congregaciones. En no pocas ocasiones asistí al culto de la iglesia reformada
  que está situada en Vallecas, un barrio de Madrid. Me unía una buena amistad
  con el pastor pero yo estaba muy lejano teológicamente del calvinismo. Fue
  por entonces, hace ya más de tres años, cuando empecé mi odisea en
  Internet. Al principio me dediqué a participar en los chats de GCN, una de
  las más famosas webs de chat cristiano en todo Internet. Dado que mi inglés
  es bastante aceptable, conseguí hacer buenas amistades a través de ese
  medio. Fue unos pocos meses después cuando descubrí los foros cristianos
  -también en inglés- en la red. Aquello era muy diferente de los chats porque
  la gente tenía tiempo de preparar las respuestas en los debates. Tras una
  experiencia en Internet que no puedo contar porque afecta a otras personas, me
  alejé del Señor. De nuevo, Él me dio otra oportunidad. Quizás fue entonces
  cuando más cercana he visto la realidad de que la salvación es algo que se
  puede despreciar y tirar por la ventana. Sé que hay hermanos que no creen que
  tal cosa pueda ocurrir pero yo cuento lo que he vivido. Tras experimentar el
  perdón y el poderío de la gracia de Dios en mi vida, volví a reiniciar mis
  andanzas cibernéticas en webs cristianas. Encontré la web de Atrevete (www.atrevete.com)
  en la que había foro y chat. Pero Atrevete estaba más orientada a la
  juventud y adolescencia cristiana que hacia las charlas y los debates serios.
  A los pocos meses encontré un Foro que habría de ser muy importante en mi
  vida. Es el Foro del Reino de Dios (http://forums.delphi.com/elreino/),
  dirigido entonces por el hermano Carlos Devetac. En el Foro del Reino de Dios
  he dedicado muchas horas de mi vida en los últimos dos años y medio. En una
  primera fase me vi en vuelto en una polémica muy agria con un pastor de Elim.
  No fue nada edificante aquel debate. Luego empezó uno de los debates más
  fructíferos de mi vida bajo el epígrafe "Iglesia católica". A los
  pocos días de iniciado el diálogo apareció por el Foro del Reino Fray
  Nelson Medina O.P, con el cual mantuve un cruce de mensajes -o como dice él,
  de epístolas- que superó los trescientos. Por supuesto otros hermanos
  participaron también en el mismo debate y entre todos conseguimos, no sin
  dificultades, discutir sin pelearnos ni tirarnos los trastos a la cabeza
  aunque de vez en cuando se colaba alguien -o católico o evangélico- que
  lograba enrarecer el ambiente. En un principio, el debate con Nelson giró
  alrededor de la importancia de la Palabra y su relación con la Comunidad que
  vive esa Palabra. Mucho medité en esa primera parte de nuestro debate. Creo
  que buena parte de "culpa" de la decisión que tomé a posteriori
  tiene sus raíces en el análisis que hice sobre ese aspecto tan importante
  que es la Palabra de Dios y la Iglesia. Cristo es el Logos de Dios, la
  Palabra. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Ni la Iglesia puede vivir sin la
  Palabra ni la Palabra encuentra su verdadero sentido fuera de la Iglesia. Esa
  es mi posición actual. Pero no adelantemos acontecimientos. Tras exprimir el
  debate sobre Palabra-Iglesia hubo un parón de un par de meses en el que
  pareció que todo lo que teníamos que decir ya lo habíamos dicho. Creo
  recordar que fue en aquel momento cuando descubrí la Web cristiana (www.iglesia.net).
  Si el Foro del Reino de Dios había sido una bendición, la Web cristiana no
  lo fue menos. Parece mentira pero tengo la impresión de que la época en la
  que el foro de la web cristiana tenía el formato antiguo es una época muy
  lejana, pero tan sólo ha pasado poco más de año y medio. Por alguna razón
  que se me escapa, los debates en el Foro de Iglesia.net fueron
  "diferentes" a los que mantuve en el foro del Reino de Dios. Por
  decirlo de alguna manera, fui bastante más beligerante dialécticamente en la
  Iglesia.net que en el Reino. Yo lo achaco a que los temas que me tocó debatir
  en la web cristiana fueron más "graves". Por ejemplo, se puede
  disentir acerca de los detalles de la Segunda Venida de Cristo sin que por eso
  se vean afectadas grandemente las bases de la fe cristiana. Sin embargo, si se
  discute acerca de la Trinidad, sí se entra en un terreno clave. Además, en
  el foro de Iglesia.net participaron personas de una procedencia algo más
  variada, como es el caso de algunos ateos como Stauros (Hernán Toro), con el
  cual tuve varios debates realmente interesantes en los que defendí la
  inerrancia de la Biblia. 
El
  caso es que, entre debate y debate, y en buena forma por culpa de ellos, yo
  estudié teología y la historia del cristianismo como nunca hasta entonces.
  Pero aparte del estudio teológico e histórico, hubo algo que empezó a pesar
  en mi alma como un quintal de hierro. El hecho de que tantas personas tuvieran
  tan diferentes opiniones sobre muchas doctrinas, me estaba llevando a
  plantearme que algo no podía estar bien en todo eso. El Sola Scriptura de los
  Reformadores es un lema muy bonito pero que empieza a resquebrajarse cuando
  esos propios reformadores eran incapaces de ponerse de acuerdo acerca de la
  interpretación de la Scriptura. En otro nivel, los Foros estaban
  reproduciendo el mismo problema. Empecé a ver que la fe cristiana, el credo,
  dependía demasiado de lo que a Fulano o a Mengano le pudiera parecer que era
  la verdad. Pongo un ejemplo. Sabemos que existen protestantes que creen la
  doctrina "una vez salvos, siempre salvos", mientras que otros
  consideran esa doctrina como algo peligroso. Unos y otros se ufanan en
  proclamar que usan el Sola Scriptura, pero no pueden ponerse de acuerdo.
  Sabemos que Dios no es un Dios de confusión sino de orden. Ahora bien, alguno
  de los dos bandos está enseñando algo que no es cierto. ¿Quién decide quién
  tiene la razón?...
Empecé
  a meditar sobre cómo podemos llegar a saber en quién reside la correcta
  interpretación de la Palabra de Dios. ¿Dónde buscar primero? En la propia
  Palabra. Así me di cuenta de que en Hechos 15, la Iglesia tuvo la primera
  gran reunión para tratar un problema doctrinal que amenazaba con destruir los
  cimientos de la propia obra de Cristo. Es decir, ¿cómo solucionaba la
  Iglesia un problema doctrinal grave? Reuniéndose en un concilio en el que
  participaba TODA la Iglesia representada por los apóstoles. Una vez visto
  esto, para mí fue fácil el relacionar Hechos 15 con los concilios ecuménicos
  que la Iglesia de Cristo celebró en los 8 siglos siguientes para solucionar
  otros graves errores doctrinales que amenazaban a la cristiandad. Cuando el
  arrianismo empezó a negar la divinidad de Cristo, Nicea proclama la verdad
  acerca de la naturaleza trina de Dios. Cuando tras Nicea empiezan a surgir
  malinterpretaciones del símbolo de fe niceno y aparecen los que negaban de
  alguna forma la divinidad del Espíritu Santo, la Iglesia se reunió en
  Constantinopla para fijar más claramente el credo universal. La Iglesia era,
  y es, columna y baluarte de la verdad (1 Tim 3,15). Cuando alguien, utilizando
  su propio criterio personal de interpretación de las Escrituras, atacaba esa
  verdad, la Iglesia se reunía y fijaba los límites de esa verdad. Cabían dos
  opciones: o la gran mayoría de los obispos cristianos estaban equivocados, o
  quienes lo estaban eran aquellos a los que se acusaba de herejía. Ahora bien,
  ¿a alguien se le ocurre pensar que en Hechos 15 quienes estaban equivocados
  eran los apóstoles y el Espíritu Santo y los que tenían razón eran los
  judaizantes? NO, a nadie se le ocurre tal cosa. Bien, pues yo digo y afirmo
  que la Iglesia de Hechos 15 era la misma que se reunió en Nicea, en
  Constantinopla, en Efeso, Calcedonia.... y el Espíritu Santo también era el
  mismo. Esa Iglesia es la que supo discernir cual eran los libros canónicos.
  Esa Iglesia fue la que supo crear un Credo que sirve para definir quién es
  cristiano doctrinalmente o quién es un hereje disfrazado de cristiano. Esa
  Iglesia fue y es la Iglesia de Cristo. Evidentemente estoy intentando resumir
  lo que para mí fue un descubrimiento gradual y progresivo. El día clave en
  el que todo se me volteó fue cuando me di cuenta de que mi fe estaba
  construida mucho más sobre mi propia percepción de la verdad bíblica que en
  lo que la Iglesia de Cristo ha declarado acerca de la propia Biblia. Yo iba
  derechito por el camino de fundar mi propia iglesia, basada en la fe de Luis
  Fernando. Que esa fe coincidiera en gran manera con la fe declarada por la
  Iglesia en sus concilios universales no disminuía en nada la realidad de que
  yo era el que juzgaba qué de bueno hay en esos concilios en vez de ser esa
  Iglesia conciliar la que juzgaba qué de bueno hay en mi creencia como
  cristiano. Llegaba el momento de la gran pregunta: ¿dónde está esa Iglesia
  de los ocho primeros siglos? 
Cuando
  me di cuenta de que la teoría Sola Scriptura no puede ser válida, es hasta
  cierto punto lógico el que fijara la vista en la Iglesia en la que yo me había
  criado. Roma, la sempiterna Roma. ¿Podía ser Roma la solución? No hace
  falta que diga que tras 8 años de protestante en los cuales Roma había sido
  siempre el gran enemigo a batir, la sola idea de volver a esa Iglesia era poco
  menos que irónica. Yo, que había sido acusado de romanista por determinados
  hermanos que no entendían el que en los últimos meses no hubiese querido
  seguir por el camino del enfrentamiento armado -en un sentido dialéctico- con
  Roma, empecé a pensar que lo mismo estaba volviendo a ser católico. La
  lectura de "Apología pro vita sua" de J.H Newman fue una clave
  importantísima en este periodo de mi vida. Newman fue un sacerdote anglicano
  que acabó pasando al catolicismo en el cual llegó a ser cardenal. Lo curioso
  de Newman es que sabía entender los errores del sistema anglicano en el que
  le tocó vivir pero, al mismo tiempo, su anticatolicismo propio de los
  anglicanos, le impedía dar el paso que finalmente acabó dando. Pero, al
  mismo tiempo que leía la obra de Newman, me di cuenta de algo. Me preguntaba
  porqué ese hombre ignoraba casi totalmente la existencia de las iglesias
  ortodoxas. No encontré una respuesta lógica a esa pregunta. Además, la
  Iglesia católica a la que se unió Newman, creía yo, no era la Iglesia católica
  de finales del siglo XX. Aquella Iglesia no tenía el dogma de la
  infalibilidad papal. Tampoco el de la Inmaculada Concepción ni el de la
  Asunción. Dado que en mi conversación con el padre Nelson Medina tuve que
  analizar la base en la Tradición del dogma de la Imaculada Concepción de María,
  yo sabía que ese dogma apenas había sido discutido por la Iglesia durante
  los primeros 15 siglos. Y cuando se debatió si María había sido concebida
  inmaculadamente, no fueron pocos los teólogos que se opusieron a dicha
  doctrina. No digamos nada del dogma de la infalibilidad papal. Para mí, que
  había descubierto la Iglesia de los grandes concilios, era muy importante el
  que cualquier nuevo dogma fuera aprobado por otro Concilio Ecuménico y no sólo
  por una parte de la Iglesia. En esos momentos no me quedó más remedio que
  mirar a Oriente. ¿Qué descubrí? Unas iglesias que en el último milenio no
  se habían movido ni a derecha ni a izquierda en relación al Credo cristiano
  declarado por los concilios universales. La Iglesia ortodoxa era, y es, la
  gran desconocida en occidente. A pesar de que muchos patriarcados tuvieron que
  convivir con una gran mayoría musulmana que no era precisamente amiga del
  cristianismo, se puede ver que esos cristianos no se lanzaron a la locura de
  cambiar sus creencias para acomodarlas a la sociedad en la que les tocó
  vivir. Pero aparte de las consideraciones históricas sobre la supervivencia
  de algunas Iglesias ortodoxas, lo que creí entender con claridad meridiana es
  que fue esa Iglesia la que se mantuvo fiel cuando desde Occidente se quiso
  imponer un cambio en el Credo Niceno. Cuando Carlomagno llegó al poder, empezó
  una batalla teológica en la iglesia latina acerca de la inclusión del término
  "filioque" (y del Hijo) en el Credo Niceno para indicar la doble
  procedencia del Espíritu Santo. Podía parecer una cosa sin importancia pero
  a mí me parecía inaceptable el que la iglesia latina, encabezada por el
  obispo de Roma, decidiera que podía cambiar el credo niceno sin someter ese
  asunto a discusión en otro concilio universal. Eso a pesar de que hubo papas
  romanos (p.e, León III) que se opusieron firmemente a esa inclusión del
  filioque. Llegué la conclusión de que la primera iglesia que decidió que
  ella solita podía cambiar el credo cristiano fue la Iglesia de Roma. Ahora
  puede sonar gracioso pero yo creía entonces que Roma fue la primera iglesia
  protestante y, por tanto, era lógico el que cinco siglos después esa iglesia
  sufriera la escisión de las iglesias protestantes. Mi concepto de la primacía
  petrina no estaba muy desarrollado y no había reparado en el hecho de que fue
  Roma, precisamente Roma, la que había salvado a todo Oriente de sucumbir a
  las herejías cristológicas en más de una ocasión.
Una
  vez bendecido con el convencimiento de que la Iglesia ortodoxa era la que no
  se ha movido de sitio en el último milenio, llegó el momento de enfrentarme
  con las cosas que no entendía de esa Iglesia. Evidentemente estoy hablado de
  los iconos y del papel de los santos y María. Por una parte yo sabía que mi
  pertenencia a la ortodoxia no podía depender de mi juicio personal sobre esos
  aspectos de la religiosidad ortodoxa. Si yo había aceptado el hecho de que
  era la Iglesia la que juzga mis creencias y no al revés, ahora no podía yo
  ponerme a juzgar, sin más, las doctrinas que no aceptaba de esa Iglesia. Pero
  Dios sabía que me costaría mucho dar el paso de unirme a una Iglesia en la
  que yo tuviera la impresión de que se practicaba la idolatría de imágenes.
  Entonces asistí por primera vez a un culto de la Iglesia ortodoxa griega en
  Madrid. Para aquellos que nunca habéis asistido a un culto ortodoxo os
  aseguro que eso es otro mundo. La liturgia ortodoxa difícilmente puede
  compararse con una misa católica de media hora. De momento, el culto según
  el rito griego dura una hora y cuarto. Pero esa primera hora y cuarto a mí se
  me pasó volando. No podría explicarlo con palabras pero desde ese primer
  culto yo vivía toda la semana esperando que llegara el domingo siguiente para
  volver a asistir a otro. ¿Porqué? No lo sé. Sólo Dios lo sabe. Como me fue
  imposible el poder concertar una cita con el sacerdote ortodoxo griego, un
  amigo me habló de otro sacerdote ortodoxo, Teófilo Moldován, el cual se
  encarga de la Iglesia ortodoxa rumana en España. Antes de seguir quisiera
  aclarar algo. Me sorprendió gratísimamente la actitud de los fieles
  ortodoxos ante los iconos. No vi nada que se pudiera parecer a la idolatría.
  Supuse que, como en todas partes, existirían ortodoxos que tendrían una
  relación idolátrica con los iconos, pero me di cuenta de que un ortodoxo que
  sintiera y viviese como algo propio la liturgia divina, en la que se da un
  papel muy preponderante a la pneumatología, difícilmente podría caer en la
  iconolatría. Y, por si me quedaba alguna duda al respecto, todo me quedó aún
  más claro el domingo que asistí al culto ortodoxo celebrado por el padre Teófilo
  Moldován, presbítero de la Iglesia Ortodoxa rumana en España . Si el culto
  griego duraba una hora y cuarto, la liturgia que celebraba el padre Teófilo
  se prolongaba durante dos horas largas. Aquello fue una experiencia
  inolvidable para mí. La participación del personal en el culto ortodoxo
  rumano era más activa. Los cantos, aunque apenas entendía la letra, me
  parecieron preciosos. Nunca antes había sentido la sensación de que el cielo
  se trasladaba a la tierra para que pudiéramos echar un vistazo a lo que será
  esa gran liturgia eterna en el mundo venidero.
Después
  del culto, hablé con la esposa de Teófilo y me dijo que no podría atenderme
  bien en ese momento ya que varias personas querían hablar con él para
  consejo pastoral. Teófilo se acercó a mí y me dijo que hoy por la mañana
  podríamos hablar con más calma. Y así fue. Me encontré con un hombre que
  supo escucharme y entender mi situación rápidamente. Sus consejos me
  sirvieron de mucha ayuda y nunca podré agradecerle suficientemente al Señor
  por haber puesto al padre Teófilo en esos momentos de mi vida.
Me
  acuerdo que en una de las ocasiones en que hablé con el padre Teófilo le
  dije algo que sentía como muy cierto y que resumo ahora: “Cuando Dios me
  salvó del naufragio me aferré con todas mis fuerzas a una balsa de madera
  para no ahogarme. En esa balsa Dios me ha sustentado durante más de 8 años,
  no permitiendo que me volviese a hundir. Pero una balsa de madera va por donde
  le lleva la corriente. Puede permanecer en el océano durante años y años
  sin llegar a ningún sitio. Dios no ha querido que me quedara en esa balsa y
  ha hecho que un gran barco pasara cerca de mí. Levanté mis brazos y pedí
  ayuda. Ahora estoy subiendo por la escalerilla de ese barco. Sé que el barco
  tiene como destino la tierra firme. Esa tierra no es otra que los nuevos
  cielos y la nueva tierra que Dios nos ha prometido. A Dios doy gracias por
  concederme el privilegio de ser miembro de la Iglesia que él fundó hace 2000
  años. Esa Iglesia es ahora fundamento y columna de la verdad y de mi vida.
  Cristo es la roca y la piedra angular. En Él confío”.
Llegó entonces el mes de octubre del año 1999. He aquí el texto por el cual intenté describir lo que ocurrió entonces.
Y
  el Barco atracó en Puerto seguro (22-10-99)
Hermanos, hoy puedo comunicaros con gozo que el barco llegó a tierra firme. La travesía fue mucho más corta de lo que yo pensaba. Llegué a puerto seguro. Y mirad cual fue mi sorpresa cuando, según llegábamos al puerto, empecé a reconocer las calles de la ciudad a donde nos acercábamos. Enseguida supe que había vuelto a casa. Ese bendito barco, que siempre será mi barco, que siempre estará entre las mayores bendiciones de Dios para mi vida, me había devuelto al lugar donde encontré a mi Cristo, cuando era pequeño. Me había devuelto a nuestra amada Iglesia católica y romana. Católica porque es universal y formamos parte de ella ciudadanos de todos los países. Romana porque fue en Roma donde los dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, entregaron sus vidas en martirio, como muestra y ejemplo del camino a seguir por los que amamos al Señor.
Ay, hermanos, ¡qué bonito es andar por las calles donde uno se ha criado! ¡qué bonito es recordar los momentos en que uno daba sus primeros pasos en el camino de Cristo! ¡recordar esa primera comunión mientras vuelvo a tomar el cuerpo precioso de nuestro Salvador entre mis labios! ¡recordar las enseñanzas de esa madre que me trajo al mundo mientras otros hermanos dan testimonio de lo mucho que ella les ha ayudado a entender cómo enfrentar al sufrimiento y a la enfermedad! ¡recordar a aquellos seminaristas que tenían el fuego de Dios en sus corazones mientras contemplo como ese fuego sigue presente en un hombre de Dios, sacerdote, que a sus 60 años sigue contagiando el amor de Dios a quienes le rodean! ¡recordar aquel momento en que mi padre se encerró en mi habitación para orar conmigo por Juan Pablo II, que acababa de sufrir un atentado, mientras ahora puedo seguir contemplando el resultado de esas oraciones en la persona de nuestro Pedro a finales de siglo, en nuestro apóstol que sigue incansable su ministerio de pastorear el rebaño de Cristo! ¡recordar la dulzura de nuestra bendita Madre Santa María mientras ahora vuelvo a contemplar su ejemplo y su amor por su Hijo en las Escrituras!
¡Alabado sea Dios Padre que me ha permitido volver a su casa! ¡Alabado sea Jesucristo que me perdona por todas esas veces en que he sido profundamente injusto al condenar a su Iglesia por las cosas pasadas!
¡Alabado sea el Espíritu Santo que ha transformado mi ser, limpiándolo de orgullo y de sabiduría humana para devolverme al estado de la infancia espiritual, en la que me queda tanto por aprender y gozar de sus misterios a la luz del Magisterio de su Amada Iglesia!
Quiero dar gracias públicamente a un hombre de Dios, a un padre espiritual que ha sabido ser paciente conmigo y que sé que ha derramado más de una lágrima y muchas oraciones antes de poder contemplar lo que ahora están viendo vuestros ojos. Quiero darte gracias a ti, hermano Nelson, amado hijo de Dios, por haber sido siervo fiel a Dios, el cual te ha usado para ayudarme en la travesía de vuelta a casa. Cuando estaba en la balsa me dijiste que buscara el barco. Cuando me viste en el barco, oraste a Dios para que me devolviera pronto a casa. Y cuando el barco ha atracado, has estado al pie de la escalerilla de bajada a tierra firme para darme la bienvenida y mostrarme de nuevo las preciosas calles de nuestra Jerusalén, de nuestra Iglesia. Y como dice la Escritura "El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye." (Gal 6,6), así te he hecho partícipe de esta bendición tan grande que Dios me ha dado al volver a nuestra amada Iglesia. Dios te bendiga por todo lo que has hecho conmigo y con los míos.
En el amor de Dios Padre, en la bendición de Jesucristo y en la presencia del amado Espíritu Santo os dejo.
En Cristo y en su bendita Iglesia, que es la de todos vosotros,
Luis
  Fernando.
  
  *   *   * 
A
  las pocas semanas, me tocó comunicar las buenas nuevas en el Foro del Reino
  de Dios, aquel en el que tanto debatí con el padre Nelson.
Estas
  fueron las razones que expuse en dicho foro:
Testimonio
  en el Foro del Reino de Dios (13-11-99)
Bien, antes de anunciar la decisión tomada por mi esposa y yo mismo, quiero aclarar algo. No es fruto de ninguna crisis. Más bien todo lo contrario.
El caso es que desde hace algo más de un mes Lidia y yo, conjuntamente, hemos decidido volver a la Iglesia católica. Podría exponer muchas razones de tipo teológico, personal y hasta pragmático pero prefiero ser breve en este mensaje, así que voy a intentar resumir todo en unos pocos puntos:
1- Yo no "abandono" la Iglesia Ortodoxa. La sigo sintiendo como MI Iglesia y pienso seguir avanzando en el conocimiento de los inmensos tesoros que están guardados dentro de ella. De vez en cuando asistiré a las liturgias tanto en rumano como en griego y eslavo porque, por encima de la problemática del idioma, uno puede apreciar y disfrutar de la presencia de Dios en medio de esas celebraciones litúrgicas. Dudo que en mucho tiempo yo pueda encontrar una actitud tan reverente por lo sagrado y lo divino como la que he encontrado entre mis hermanos ortodoxos en España. Esa experiencia personal estará siempre conmigo y Dios sabe lo mucho que me ha ayudado en estos últimos meses. Ahora bien, era muy evidente que mi familia no podría seguirme en el camino emprendido por mí. En un principio me pareció que tal cosa era posible si en breve tiempo se podía adaptar la liturgia al español pero he visto que tal cosa es imposible en los próximos años. Evidentemente yo no podía ni quería empujar a mis hijos y a mi esposa a una situación así.
2- Desde antes incluso de mi ingreso en la Iglesia Ortodoxa yo tuve la sensación de que Lidia, mi esposa, no sólo no pondría ningún reparo a un posible regreso nuestro a la IC sino que estaría decidida a hacer tal cosa con la mayor de las alegrías. Ella, que no es una persona que esté interesada en las polémicas doctrinales sino en vivir el cristianismo de la forma más sencilla posible (a la vez que comprometida) siempre me dijo que lo importante no es a qué iglesia se pertenezca sino a qué Dios servimos. En ese sentido, mi esposa ha sido el complemento perfecto para mí, que soy demasiado "teólogo" y necesito que alguien me baje de las nubes a la realidad práctica de la vida cotidiana en Cristo. Por eso, cuando yo la pregunté si me acompañaría en un hipotético regreso a la IC, me dio un sí inmediato y rotundo.
3- Como todos sabéis, yo he sido en este foro (y en otros) una de las personas que más labor de apologética anti-católica ha realizado. Desde el sistema sacramental, el jerárquico, hasta dogmas como el de la perpetua virginidad de María, su Inmaculada Concepción, infalibilidad papal, etc; todos esos temas han sido discutidos por mí desde una perspectiva evangélico-radical (medio cuáquero, medio menonita). Cuando llegué a entender el papel fundamental de la Iglesia como columna y baluarte de la verdad, muchas de mis objeciones a gran parte de esos dogmas se vinieron abajo. Con anterioridad ya me había dado cuenta de que el lema "Sola Scriptura" era algo no sólo antibíblico sino sencilla y llanamente falso, ya que las tradiciones interpretativas llegaban a ocupar en las iglesias protestantes un papel tan fundamental o más que el papel de muchas tradiciones populares en las iglesias tradicionales. La evidencia de que la Iglesia que Cristo quería era una Iglesia unida y no dividida en miles de denominaciones diferentes también fue una clave para que yo entendiera que el cristianismo evangélico, con todas sus cosas buenas, con todo el amor por la Palabra y por el fervor misionero, no era SUFICIENTE. No digo que no sea suficiente para la salvación de sus miembros porque tal cosa está asegurada por la fe en Cristo Jesús y no por la pertenencia a tal o cual Iglesia, pero desde luego el sistema eclesial protestante es todo lo contrario a lo que Cristo expresó en el evangelio de Juan y a las indicaciones de los apóstoles. Si a eso le unimos la nula autoridad apostólica existente en la inmensa mayoría de las denominaciones protestantes, lo cual impide una batalla efectiva y real contra las nuevas herejías que están surgiendo en nuestro días, la cosa queda, al menos para mí, bastante clara: La solución para el mundo no creyente no puede ser la ofrecida por unas iglesias que no mantienen una sola fe, ni tienen un solo bautismo y que no poseen una sucesión apostólica de acuerdo a la instituida por Cristo y sus apóstoles y mantenida por la Iglesia a lo largo de siglos. Sé que muchos no estaréis de acuerdo con nada de esto y conozco vuestras razones porque yo mismo las he mantenido. Si alguna ventaja(¿?) poseo hoy sobre muchos hermanos es que yo sé cómo piensa un protestante y sé cómo piensa un cristiano que pertenece a la Iglesia que es heredera de la del primer milenio. Y entiendo que la solución para el cristianismo del tercer milenio no es el ejemplo de la iglesia de este milenio que acaba sino la del primero de nuestra era.
4-
  Un detalle que considero muy importante y que ha despejado de forma muy
  decisiva mi camino de vuelta a casa (mi primera casa fue la IC) es la
  evidencia de que el dogma cristiano está en constante evolución desde el
  primer siglo hasta que Cristo vuelva. No se trata de que la revelación de
  Dios necesite de cosas totalmente nuevas sino que es más bien una evolución
  en el conocimiento de verdades que han sido depositadas por Dios en su
  Iglesia, la cual es la que anuncia la MULTIFORME sabiduría de Dios en los
  lugares celestiales. En ese sentido, lo que para mí era un elemento esencial
  en mi acercamiento a la IO ha sido, justo en el sentido contrario, el elemento
  que me ha llevado a ayudarme en el regreso a la IC. La IO es el exponente más
  claro de la conservación de una tradición recibida y fructificada en el
  primer milenio del cristianismo. Pero en estos últimos años se ha limitado,
  salvo alguna rara excepción, a conservar eso que ha recibido. Dado que es
  evidente que hubo una ENORME evolución dogmática en la fe cristiana del
  primer milenio (p.e le evolución dogmática trinitaria y cristológica) no
  hay ninguna razón de peso para suponer que tal evolución paró su camino
  tras el Cisma. Y el cristianismo occidental tomó el relevo en el liderazgo de
  seguir buscando nuevas fórmulas de replanteamiento del credo cristiano. Este
  es un tema muy complejo y delicado, por lo cual sólo quiero dejar pergeñado
  lo esencial de mi argumento, pero seguro que muchos de vosotros sabéis
  comprender lo que digo. 
Dios
  os bendiga
  
  *   *   *
Ha
  pasado ya un año desde nuestro regreso a la Iglesia Católica. Un año de
  mucha lucha interior, de mucha controversia con protestantes evangélicos, de
  muchos cambios a nivel familiar. Lidia y yo nos casamos por la Iglesia el 11
  de diciembre del 1999, el mismo día en el que bautizamos a nuestro hijo Juan,
  que acababa de cumplir 5 años. Aunque estábamos casados por lo civil desde
  el año 1988, no habíamos considerado imprescindible el ser “re-casados”
  en nuestro paso por Amistad Cristiana, aunque tal posibilidad fue tomada en
  cuenta seriamente en alguna ocasión. Sin embargo, al volver a la Iglesia Católica,
  nos pareció imprescindible consagrar nuestra unión a través del sacramento
  del matrimonio. El Señor quiso bendecirnos inmediatamente con el regalo de
  otro hijo. Y, para mayor alegría nuestra, el bebé resultó ser una niña, lo
  cual colmaba nuestros deseos. El embarazo de Lidia no fue fácil ya que sufrió
  amenazas de aborto y finalmente la niña nació prematura, aunque sana. Su
  nombre es Rut y actualmente es la felicidad de nuestra casa. Además de la
  nueva hija, este año tomamos una decisión muy importante. Decidimos dejar
  Madrid para venirnos a vivir a la provincia de Huesca, en Aragón. Aquí
  esperamos servir al Señor y a su Iglesia durante el resto de nuestros días,
  aunque siempre siendo conscientes de que los caminos del Señor son
  inescrutables y nunca se sabe a dónde nos puede llevar su voluntad.
Si
  algo más tengo que agradecer al Señor en este año es el amor que ha puesto
  en mi corazón por la Iglesia. Los sacramentos, especialmente la Eucaristía,
  se han convertido en la fuente de gracia a la que acudo con gusto siempre que
  puedo. Me acuerdo de mis tiempos de ignorancia respecto a la vida sacramental
  cuando era evangélico y doy gracias al Señor por haberme librado de esa
  necedad, por la que yo consideraba el sacramento como algo pseudo-gnóstico y
  pagano. ¡Cuántas tonterías llegué a decir acerca de los “mysterion”
  cristianos siendo protestante! ¡Cuánta bendición encuentro en ellos ahora!
No
  puedo por menos que hacer una mención especial al sacramento de la Eucaristía.
  He tenido el privilegio de tomar la comunión en las dos especies en al menos
  un par de ocasiones, pero sobre todo he sentido en muchas ocasiones la
  necesidad de comulgar no sólo los domingos y días de precepto sino también
  a diario. Creo que por mucho que se intente explicar teológicamente la
  esencia de la Eucaristía católica, nada ni nadie puede describir a la
  perfección en qué consiste esa comunión del creyente con el cuerpo y la
  sangre de Cristo. Comunión que nos ilumina y nos abre los ojos como a esos
  dos hombres del camino de Emaus, que no pudieron reconocer a Cristo hasta que
  Éste partió el pan, en clara referencia al misterio eucarístico. No conozco
  ningún gran santo de nuestra Iglesia que no haya tenido un profundo amor por
  el Cristo presente en la Eucaristía. Es a través de este sacramento cuando
  Cristo es realmente Emanuel, Dios con nosotros y en nosotros. Es a través de
  este sacramento como Cristo cumple su promesa de estar con nosotros hasta el
  fin del mundo. Eucaristía, alimento divino que nos renueva para la vida
  eterna.
Podría
  incluir en este testimonio, para ir finalizando, 
  todas las circunstancias desagradables a las que nos hemos tenido que
  enfrentar Lidia y yo tras nuestro regreso a Roma. Pero, ¿para qué? ¿qué
  sentido tendría el hablar detenidamente de las presiones, amenazas,
  chantajes, burlas, desprecios, infamias y calumnias que hemos tenido que
  soportar por parte de algunos que se autodenominan cristianos evangélicos?
  No, creo que no es necesario entrar en detalles, ni dar nombres. Sólo
  quisiera aclarar un par de cosas. Primero, que a pesar de esa gente, no han
  sido pocos los evangélicos que han respetado nuestra decisión e incluso nos
  han defendido de los ataques de sus “hermanos en la fe”. A estos
  verdaderos hermanos en Cristo les doy las gracias por su honestidad y su
  amistad. Segundo, quiero decir que todos y cada uno de esos ataques,
  chantajes, presiones, etc, que hemos recibido, han servido para reafirmarnos
  cada vez más en la fe de mi Iglesia. Estoy plenamente convencido que la
  actitud de esos fundamentalistas evangélicos traerá como fruto el que mucha
  gente imparcial que no tenía simpatía por la Iglesia Católica, empiece a
  ver las cosas de forma diferente, ya que es imposible quedar impasible cuando
  se ve el odio visceral que demuestran esos “cristianos” hacia todo lo que
  huela a catolicismo. Una cosa es el no estar de acuerdo con muchas de las
  doctrinas católicas y otra muy distinta el odio que toma por excusa esas
  diferencias doctrinales. El Señor, que conoce y discierne las intenciones del
  corazón, sabrá juzgar justamente todas esas actitudes.
Poco
  más que queda por decir. Sólo anunciar mi intención de escribir un libro
  que pueda ser útil para mis hermanos católicos en la defensa de la fe de
  nuestra Iglesia. Espero que el Señor me dé sabiduría para hacer un buen
  trabajo con ese libro. También deseo que Él me ayude a ser un buen
  catequista en la parroquia a la que estamos adscritos. Mucho trabajo queda por
  hacer en la Iglesia de Cristo en España. Necesitamos obreros y vidas
  entregadas a la vocación religiosa de servicio a Dios en su Iglesia. Sólo
  pido a Dios salud y energía suficientes para poder servirle durante el resto
  de mis días.
Os
  bendigo a todos en el nombre de Cristo, de cuya amada Iglesia formo parte.
  
Luis
  Fernando
  16.10.2000