CONVERSIÓN AL REINO

CV/AL-H
Lo absoluto del Cristianismo no puede ser visto 
triunfalísticamente, en una perspectiva de "Iglesia necesaria para la 
salvación". Ella no es necesaria para que los otros comiencen a 
poseer la verdad y la gracia. Estas les son efectivamente posibles 
sin la Iglesia. La misión de la Iglesia es la de ser señal de referencia, 
signo elevado, "Sacramento". Si es exacto llamar a la Iglesia 
"humanidad consciente" (Congar), debemos saber que, antes de 
nada, ella debe ser humanidad, esto es, presencia transformadora 
del mundo. La misión de la Iglesia está en "ser más", en ser señal.
Este "ser más" de la Iglesia en el mundo, si miramos 
históricamente el carácter original del judeo-cristianismo, debe 
revelarse sobre todo en el "ser hacia adelante", en su arrancar en 
constante Éxodo.

Originalidad del judeo-cristianisrno y su misión 
Frente a las demás religiones, el judeo-cristianismo tiene su 
originalidad en la historización de la salvación, en el hecho de que 
la salvación del hombre no se realiza en una forma vertical, a través 
de una relación ahistórica y acósmica con la divinidad.
Todas las categorías esenciales de la Biblia hacen referencia al 
cambio y a la movilidad histórica hacia adelante: Éxodo, camino a la 
luz de las promesas, mesianismo, salir de su patria.
Hoy diríamos "desinstalación" constante. Es la característica de la 
misión de Abraham y Moisés; es la insistencia fundamental de los 
profetas. De ahí la importancia que reviste el tema del desierto y del 
exilio. Cuando el pueblo de Israel cae en la tentación de instalarse, 
los profetas lo reubican en la perspectiva de caminar en la historia.
La visión bíblica de Dios es la del Emmanuel, un Dios que marcha 
con su pueblo; un Dios de radical inmanencia en la temporalidad 
histórica. Su trascendencia reside en el hecho de ser el "oculto", el 
"mayor", el Dios al frente de nosotros en las fronteras del futuro 
histórico. Los profetas son quienes leen los llamamientos de Dios a 
través de los hechos históricos y políticos.
El Dios de la Biblia es un Dios provocador, esto es, un Dios que 
llama hacia adelante en la historia. Exige una constante fuga del 
mundo, en el sentido de "fuga hacia adelante" y no "fuga hacia 
afuera del mundo". Exige una ruptura del presente en dirección al 
futuro. La visión griega del mundo (cosmos) era inmovilista, 
mientras que la visión bíblica es dinámica.
La Biblia siendo profundamente anti-inmovilista es también 
desacralizada. La profecía que envía hacia adelante desacraliza las 
fijaciones que pretenden objetivar e institucionalizar a Dios en el 
pasado. Dios no está en la naturaleza, que debe ser des-divinizada; 
sí, en el movimiento histórico de apropiación de la naturaleza que la 
transforma en un mundo en evolución para el hombre.
Lo sagrado no está en las cosas (fórmulas, palabras, objetos), 
sino en el movimiento de humanización de la historia por la 
dominación y transformación de la naturaleza.

Conversión al reino como conversión a la historia en movimiento 
No estamos llamados a convertirnos a un Dios "allá arriba" y "allá 
afuera", sino al Dios de la Historia de Salvación; no al Dios de los 
filósofos y de los sabios, sino al Dios de Abraham, de Isaac y de 
Jacob, al Dios de la Encarnación en Cristo.
Cristo inicia su predicación con una llamada a la conversión al 
Reino "que viene", inminente e inmediato. Ese Reino se instaura 
con el anuncio de la liberación de los cautivos (cf. Lc 4, 16 y 
siguientes, Jesús en la sinagoga de Nazaret). El Evangelio es la 
Buena Noticia para los esclavizados y dominados. Anuncio que 
provoca la conversión para la revolución histórica, como antes en 
Egipto.
Un rasgo esencial de esa historicidad concreta del movimiento 
judeo-cristiano es la adhesión y la inserción en el proceso histórico 
de camino hacia adelante, y nunca alienación de la historia. Tal 
adhesión e inserción reviste dos aspectos:
--Por un lado, la adhesión al proceso histórico concreto y actual, 
en la ruptura del hoy para el mañana, en la entrada en el misterio 
del Paso (Pascua), que Cristo realiza en su entrega hasta la muerte. 
En el misterio pascual, la realización de ese Paso por Cristo, tiene 
connotación histórico-política.
--Pero por otro lado, la apertura de horizontes, esto es, al Reino 
último y definitivo.
Se trata, pues, de la inserción en el Reino inmediato y en el Reino 
definitivo; en el aquí y ahora, y con el horizonte siempre abierto 
delante de nosotros; inmersión-conversión al proceso ahora, y 
reubicación constante hacia adelante hacia un futuro aún mejor, en 
dirección al futuro último. El cristiano es el hombre de la revolución 
constante, que jamás se fija en un orden establecido; vive 
"desinstalado".

Conversión a Dios en la conversión al hombre 
La conversión al Dios del Reino "quod instat" que es inmediato e 
histórico, es evidentemente conversión al proceso histórico humano. 
Es aquí donde se revela la fuerza y significación de la paradoja 
cristiana de la radical unidad del amor a Dios y del amor al prójimo. 
Dios es amado cuando se ama al prójimo.
Se quiebra la lógica griega: Ya que Dios así nos amó, también 
nosotros debemos amar... a Dios, diría la lógica griega. "Amarnos 
mutuamente", dice Juan (cf. /1Jn/04/09 y sgs.). Los exegetas nos 
explican que es, precisamente contra la proyección de Dios fuera de 
la historia, por lo que San Juan insiste: "A Dios nadie lo vio jamás, 
cuando nos amamos El permanece en medio de nosotros" (1 Jn 4, 
12). Esta es una paradoja de tremenda significación; para 
convertirse a Dios y a las llamadas de su Reino, es necesario 
convertirse, aquí y ahora, al hombre y a su historia.
En la lucha de la liberación del hombre es donde se objetiva y 
materializa el amor de Dios (cf. Mt 25, juicio final).

ASSMAN CECHIN
CATEQUESIS Y MUNDO DE HOY
CELAM-CLAF. MAROVA
MADRID-1970.Págs. 161 ss.