«NO DARÁS FALSO TESTIMONIO CONTRA TU PRÓJIMO»

OCTAVO MANDAMIENTO

También esta breve fórmula es reproducción exacta del texto original (Ex/20/16; Dt/05/20). 
Para entender adecuadamente la norma, sera bueno que nos preguntemos en primer lugar, 
como hemos hecho con los otros mandamientos, acerca de su sentido original. 

a) La intención original 
El primigenio sentido literal de esta norma responde a una situación muy concreta: la 
deposición de los testigos ante el tribunal. Para Israel, naturalmente, en los casos en que las 
posibilidades de hallar la verdad eran limitadas, resultaba especialmente importante que los 
testigos declararan correctamente. En determinadas circunstancias, del falso testimonio de dos 
testigos ante el tribunal podía depender incluso la vida de una persona, como lo muestran 
diversos episodios bíblicos. Piénsese, por ejemplo, en la historia de Susana, que había sido 
condenada a muerte por el falso testimonio de dos testigos y que únicamente se salvó gracias a 
la intervención divina por medio de Daniel (cfr. Dan 13, 1-64). Véase 
también la súplica que en el salmo 27 dirige a Dios un hombre acosado: «No me entregues 
al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos que respiran 
violencia» (Sal 27, 12; cfr. Sal 35, 11). 
TESTIMONIO-FALSO:En el mismo proceso contra Jesús, los falsos testigos desempeñan un 
papel decisivo (cfr. Mc 14, 55ss. y par.). 
Debido a los peligros que el falso testimonio entraña para el prójimo, se previene a todos 
y cada uno de los israelitas contra ese falso testimonio o contra un testimonio dictado por el 
odio y que pueda resultar nocivo: «No des testimonio en vano contra tu prójimo, ni engañes 
con tus labios. No digas: 'Como él me ha hecho a mí, le haré yo a él...'» (Prov 24, 28s.). 
A decir verdad, en Israel jamás se logró desarrollar una administración de justicia 
independiente del Gobierno y de la Administración, lo cual hizo que los intereses de los 
(política y socialmente) poderosos influyeran considerablemente en la administración de la 
justicia. Por ello resultaba tanto más importante la obligación de todos los israelitas de 
declarar incondicionalmente la verdad ante el tribunal. 
E1 juez, por su parte, tenía la correspondiente obligación de defender imparcial y 
objetivamente el derecho. Pero también en este terreno se cometían numerosos atropellos. 
Los profetas se pronuncian de manera especialmente rigurosa contra las violaciones del 
derecho cometidas por los jueces. Isaías se queja amargamente de los dirigentes del 
pueblo de Israel: «Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el soborno 
y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia y el pleito de la viuda no llega hasta 
ellos» (Is 1, 23). El mismo profeta exclama: « ¡Ay... de los que absuelven al malo por 
soborno y quitan a los justos su derecho!» (5, 23). De forma parecida reprocha Amós a los 
jueces que se enriquezcan a base de una injusta «jurisprudencia»: «Aceptáis soborno y 
atropelláis a los pobres en la puerta» (Am 5, 12; cfr. 5, 7-15). En el libro del Deuteronomio 
se dice a los jueces: «No tendréis miedo de nadie porque el juicio pertenece a Dios» (Dt 1, 
17). La posibilidad de apelar al «Dios con nosotros» debe hacer pensar a los jueces en su 
independencia, incluso frente a las presiones de los poderosos. 
Para captar la relación de este mandamiento con el «ethos» del Éxodo es conveniente 
separar el concepto bíblico de verdad del concepto griego. Según la concepción filosófica 
griega, la verdad significaba el desvelamiento de lo que antes estaba oculto (a-letheia). El 
concepto bíblico de verdad, por el contrario, guarda relación, ante todo, con el prójimo. La 
verdad hay que entenderla de una manera concreta en conexión directa con el prójimo y en 
relación con la fidelidad. Más aún: «La verdad bíblica es un 'concepto de alianza'». El «Dios 
de la fidelidad» (cfr. Ex 34, 6; Dt 7, 9, 32, 4) espera de sus aliados una respuesta de 
fidelidad y confía en que todos y cada uno de los miembros de su pueblo observen entre sí 
una actitud de fidelidad mutua. La relación entre la opción por la verdad y la fidelidad 
debida al prójimo resulta especialmente clara en el profeta Zacarías: «Decid verdad unos a 
otros; juicio de paz juzgad en vuestras puertas; mal unos contra otros no meditéis en 
vuestro corazón, y juramento falso no améis, porque todas estas cosas las odio yo, oráculo 
de Yahvé», (Zac 8, 16s.). La misma idea aparece en el Nuevo Testamento, concretamente 
en la Carta a los Efesios (4, 25): «Desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con 
su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros». En este asunto de la verdad, no 
se trata ante todo de averiguar la realidad objetiva de las cosas, sino de fomentar una justa 
reciprocidad entre los seres humanos. La cohesión mutua no debe ser destruida de manera 
que se generalice la mentira y la desconfianza haga imposible la vida en común de los 
miembros del Cuerpo de Cristo. 
Por tanto, si se quiere entender rectamente el sentido básico de este mandamiento, es 
preciso ante todo subrayar el significado de la verdad para la libertad del hombre. Esto se 
pone especialísimamente de manifiesto en las palabras del propio Jesús: «La verdad os 
hará libres» (Jn 8. 32). Y se refiere aquí a la libertad respecto del «mundo», es decir, 
respecto de todo aquello que obstaculiza una relación vivificante entre Dios y el hombre. La 
verdadera actitud ante Dios capaz de eliminar todo cuanto se opone a una relación 
profunda, repercute en la actitud ante el prójimo. La verdad, la veracidad y la confianza 
mutua que ambas hacen posible constituyen elementos vitales e imprescindibles para el 
desarrollo de hombres libres. Por el contrario cuando las relaciones se ven dificultadas por 
la desconfianza, entonces lo que padece detrimento es la humanidad del hombre. 
No es necesario, a mi parecer, que nos extendamos en detalles acerca de los posteriores 
cambios de acento que se han producido en el tratamiento del octavo mandamiento. 

b) Actualidad en el ámbito de la vida pública 
Aquí pueden perfectamente distinguirse dos campos: 

1. Campo estrictamente jurídico 
Tomar en serio el octavo mandamiento significa para el creyente abogar por un 
ordenamiento legal y penal que «anteponga la obligación de hallar la verdad a cualesquiera 
otros intereses y trate de desenmascarar y eliminar en lo posible cualquier intento de 
manipular el derecho». Un vivo interés en este sentido forma parte de la co-responsabilidad 
política de los creyentes, especialmente si se piensa en los aparatosos procesos, 
fingidamente legales, que suelen tener lugar en los regímenes totalitarios de cualquier 
color. 

2. Campo jurídico en sentido figurado 
Nos referimos a aquellas situaciones en las que de diversos modos, especialmente a 
través de los medios de comunicación, se «procesa» a los seres humanos. El ámbito del 
octavo mandamiento, por tanto, no se limita en modo alguno a la «simple» mentira ni se 
circunscribe exclusivamente a la sala de audiencias, sino que abarca también todas 
aquellas situaciones en las que la opinión acerca de las personas tengan que verse 
mediatizadas por las afirmaciones de otros. Estas situaciones tienen que ver de lleno con el 
campo de la información y el almacenamiento de datos. Pero el mandamiento se refiere 
también, en su concreción actual, al estilo y al modo de redactar los informes, así como a la 
intención con que los periodistas desvelan la vida privada de las personas. 
Sin embargo, hay que observar también en este punto que, para una sociedad 
democrática, puede ser de vital importancia el desvelar y desenmascarar maquinaciones 
ocultas. La revelación del escándalo Watergate durante el mandato del Presidente Nixon, 
por ejemplo, constituyó indudablemente para la sociedad norteamericana un proceso 
agotador, pero también sumamente saludable. Es muy de agradecer el que los medios de 
comunicación consiguieran alarmar a una gran parte de la opinión pública. Y no hay duda 
alguna de que también es de suma utilidad el que los medios de comunicación desvelen en 
ocasiones los problemas que tienen que afrontar los ciudadanos de las dictaduras del Este 
y del Oeste. En este punto todo el mundo podría hacer algo de utilidad, tal vez por medio de 
una simple carta a un periódico. Piénsese, por ejemplo, en el valeroso compromiso de 
Sarajov. 
EDUCO/ETICA: Por eso forma parte también de la educación ética 
la capacitación para protestar eficazmente contra lo que no es justo. El mayor número 
posible de personas deberían convertirse en fermentos activos que no acepten 
silenciosamente las manipulaciones de los poderosos. 
Pero también hay que ser muy sensible, por otra parte, para no incurrir en el error de 
comprometer inmisericordemente a las personas dándolo todo a la publicidad, porque 
muchas veces el pretendido servicio a la verdad no es más que hipocresía. 
MASS-MEDIA/FAMA: Muller-Schwefe, uno de los «padres» de la 
formación de adultos de la Iglesia Evangélica, dice en un libro sobre los Diez 
Mandamientos: «Todos los días, la prensa, la radio y la televisión son una especie de 
tribunal que juzga aspectos públicos de nuestra vida... A veces el periodista es el fiscal que 
presenta la acusación, hace comparecer a los testigos y solicita la condena... Antiguamente 
se decía: '¡Qué terrible es caer en manos del Dios vivo ! ' Hoy día son muchos los que 
tienen que experimentar a diario lo terrible que es caer en manos de los hombres ». 
En este contexto se explica perfectamente el hecho de que hoy sea tan viva la 
sensibilidad con respecto a las numerosas posibilidades de manipulación que ofrecen los 
medios de comunicación de masas. Para la pedagogía en general, pero también para la 
enseñanza de la religión esto significa que hay que enseñar a los alumnos, con ejemplos 
concretos, a captar los mecanismos con los que la prensa, la radio y la televisión pueden 
manipular al público, a inmunizarse cada vez más frente a ellos y al mismo tiempo, a 
desarrollar interiormente una actitud de resistencia a los mismos que haga imposible caer 
alguna vez en la tentación de utilizarlos en tal sentido. Pero, desafortunadamente, aún no 
se ha desarrollado lo suficiente una ética de los medios de comunicación de masas. 
Las manifestaciones comprometedoras o, simple y llanamente, los atentados contra la 
reputación de los demás no sólo dañan la libertad del individuo, sino que además pueden 
hacer variar decisivamente toda su vida. Por eso es necesario relacionar también el octavo 
mandamiento con el respeto que los medios de comunicación deben observar para con las 
esferas privadas y personales de la persona. El supuesto servicio a la verdad no permite en 
modo alguno dañar la vida, la honra, la profesión y la libertad de una persona, al menos 
mientras no lo exija el bien común. No todo lo que es verdad debe ser desvelado, mientras 
no perjudique a la libertad de los demás. Naturalmente que lo que se dice debe ser verdad, 
pero no es preciso decir todo lo que es verdad. 

c) Actualidad en el ámbito de lo no-público RUMORES/FAMA:
También fuera del ámbito de los medios de comunicación pueden ser perjudiciales y 
sumamente inconvenientes las manifestaciones acerca de otras personas, incluso en el 
reducido círculo de las amistades. Los rumores que se extienden apresuradamente pero 
que no se comprueban, la interpretación malévola y la atribución de secretas intenciones..., 
todo ello puede hacer difícil la vida de las personas y convertirla en un infierno. 
Cuanto hemos dicho acerca del concepto bíblico de verdad, en contraposición al 
concepto filosófico griego, y especialmente lo que indicábamos sobre la verdad como 
«concepto de alianza», es también importante a la hora de tratar los casos concretos, por 
ejemplo el de la mentira piadosa, especialmente cuando ésta va en beneficio de otros. 
MENTIRA-PIADOSA:Muchos de los que se ocupan de estudiar la Biblia se sorprenden 
al ver con cuánta benevolencia y generosidad se trata y se juzga en ella la mentira piadosa. 
Así, por ejemplo, gracias a una mentira piadosa se salva el profeta Jeremías cuando, de 
haber informado de una audiencia mantenida con el rey, habría corrido peligro su vida (Jer 
38, 24-27). 
MENTIRA/KANT VERDAD/MENTIRA VERDAD/NO-ABSOLUTO: Es 
realmente impresionante y digna de respeto la decisión de quienes, siguiendo el concepto 
filosófico griego de verdad adoptan el lema de decir la verdad siempre y en cualquier 
circunstancia. Pero tal decisión resulta dudosa cuando se convierte la verdad en fin 
absoluto. Así, por ejemplo, en sus «Fragmentos de un catecismo moral», a la pregunta de si 
está permitido tratar de ayudar a un amigo con una mentira, Kant propone la respuesta: 
«No mentiré, por muy grande que pueda ser el beneficio que de ello pueda seguirse para mí y para mi amigo». Y añade que, frente a semejante tentación, «todas mis inclinaciones deben ser sofocadas» (1). Sin embargo, la verdad a cualquier precio no es ninguna virtud bíblica. 
Una vez más resulta evidente que no se trata de ser lo más riguroso posible, como 
tampoco se trata de ser lo más laxo posible, sino que se trata de poseer una moral lo más 
humana posible, capaz de saber distinguir, por ejemplo, que una mentira dañosa, es decir, 
una mentira con la que se perjudica a alguien, es mucho más grave que una «mentira 
piadosa» con la que se intenta evitar un daño injusto a otra persona o a sí mismo. 
El pregonar los defectos ocultos del prójimo puede ser ante Dios, mucho más grave que 
los referidos defectos. El octavo mandamiento, en cualquier caso, no justifica «la práctica 
farisaica de tratar de descubrir y enjuiciar las debilidades ajenas por parte de quienes se 
constituyen a sí mismos en 'jueces'». No es ninguna exageración el afirmar que no hay 
muchas personas capaces de pensar y de expresarse de un modo suficientemente 
civilizado. Nadie debería estar seguro de haber alcanzado ese grado de civismo en su 
forma de pensar y de hablar. Pero es importante que quienes han comprendido el poder 
liberador de la fe, metidos de lleno en el proceso de la vida, se conviertan cada vez más en 
abogados del prójimo, especialmente del prójimo que es atacado y no puede defenderse a 
sí mismo. 
Algunas personas, auténticas fanáticas de la verdad, se consideran estupendas porque 
son capaces de decir sin rodeos a todos sus semejantes la mala opinión que les merecen. 
Naturalmente que para ello hace falta muchas veces una considerable dosis de valor. Y hay 
en la Biblia muchos ejemplos en este sentido: el atrevido comportamiento del profeta Natán 
ante David (2 Sam 12 1-15), por ejemplo, o la reprimenda al rey Herodes por parte de Juan 
el Bautista (Mt 14, 4). Pero no hay que confundir esto con esas otras actuaciones que sólo 
sirven para que sus protagonistas puedan decirse orgullosamente a sí mismos y a los 
demás: «¡A ése ya le he dicho yo unas cuantas cosas!» La cuestión decisiva es si, con mi 
crítica, ayudo verdaderamente al otro. 
El mantener con la verdad una relación en la que el amor no deje de ser la más alta 
norma, exige mucho tacto. Hay que tener cuidado de que, aunque duela, la verdad sea en 
última instancia constructiva y no destructiva, que proporcione esperanza y no hunda en la 
desesperación. Y todo esto posee un elevado significado pedagógico-moral. E1 octavo 
mandamiento -si se contempla en el contexto general de la Biblia- cuenta desde un principio 
con la maldad del corazón humano, con la tendencia general, por ejemplo, a divulgar más lo 
malo que lo bueno de los demás. Es propio de la educación ética, por tanto, poner al 
descubierto estas tendencias naturales y mostrar al hombre las posibilidades que existen 
de oponerse a ellas conscientemente. Es propio de la autoformación ética ejercitarse en 
divulgar lo bueno incluso de los enemigos. Porque si no sé decir nada bueno de mis 
enemigos, puedo estar seguro de no haberme fijado en ellos como es debido. 
Precisamente a este respecto puede ser de gran ayuda el tener en cuenta la advertencia 
del propio Jesús: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que 
juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá a vosotros» 
(Mt/07/01s.). Es evidentemente manifiesta la perspectiva escatológica: «Dios te ha de 
tratar según trates tú a los demás». 
Pero también puede formularse al revés: «Deseo tratarte tal como me trata Dios». Dado 
que Dios me ha perdonado, dado que ha sido magnánimo a la hora de perdonarme, 
también yo quiero ser magnánimo para con los demás y otorgarles el perdón. «Perdonaos 
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo» (/Ef/04/32). Todo lo cual, naturalmente, no 
es aplicable del todo cuando se corre el riesgo de perjudicar a terceros. 
.....................
(1) KANT, I., Metaphysik der Sitten (edit. por K. Vorländer: Hamburgo 1958), p. 347; cfr. también LOCHMAN, J. 
M., Op. cit., p. 139, que se refiere a la célebre explicación de Kant: «era tan orgulloso que jamás mentiría... ni 
siquiera a un criminal que le preguntara con malas intenciones por el paradero de un amigo». Pero en tal 
caso habría que mentir conscientemente, sin escrúpulo alguno de faltar al «ethos» bíblico.

ADOLF EXELER
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
VIVIR EN LA LIBERTAD DE DIOS
EDIT. SAL TERRAE
COL. PRESENCIA TEOLOGICA, 14
SANTANDER 1983.Págs. 181-189