Breve
perfil de Luigi Giussani
Como
suele suceder en toda biografía de fundadores de órdenes o
movimientos religiosos, tampoco en la vida de don Giussani es posible
identificar un momento o una situación precisos en que se haya
elaborado el programa o la decisión de generar algo nuevo en la
historia de la Iglesia. E incluso cuando se intenta señalar en una u
otra circunstancia algún episodio que explique cuanto ha sucedido
después, uno observa que tales episodios son sólo detalles, pero
vividos por una persona que ya estaba misteriosamente predispuesta a
la tarea que le asigna el Espíritu.
En resumen, todo lo que le ha sucedido a don Giussani en la vida, en
su casa, en el seminario o en las demás situaciones, no basta para
"justificar" el nacimiento de un movimiento a partir de su
persona. En este sentido, el don del Espíritu, o carisma, introduce
un valor que aumenta y transfigura incluso las circunstancias
contingentes en las que se formaron la personalidad y el temperamento
del fundador de un movimiento como CL.
"No me siento un fundador -ha escrito y repite a menudo don
Giussani-; durante toda la vida he tratado simplemente de vivir la fe
católica que me comunicaron mi madre y mis profesores en el
seminario".
Luigi Giussani nace en 1922 en Desio, un pueblo de los alrededores de
Milán. De su madre, Ángela, recibe la primera y cotidiana introducción
a la fe. De su padre, Beniamino, perteneciente a una familia con una
fuerte vena artística, entallador de madera y restaurador, el
chavalito Giussani recibe la invitación constante a preguntarse el
porqué, la razón de las cosas. Como ejemplo, podemos recordar el
episodio que le contempla todavía niño caminando con su madre bajo
la primera luz del amanecer a la misa matutina. Queda grabada en su
memoria la repentina exclamación de su madre al ver la última
estrella que brillaba en la creciente luminosidad del cielo: "¡Qué
bello es el mundo y qué grande Dios!". O el amor de su padre, un
socialista anarquista, por la música. Pasión que le lleva no sólo a
solventar momentos de dificultad en la familia cantando arias célebres,
sino también a privilegiar, a pesar de los pocos lujos de una situación
económica modesta, la costumbre de invitar a casa el domingo por la
tarde a algún músico para escuchar en directo algunas piezas.
Luigi Giussani entra en el seminario diocesano de Milán siendo muy
joven, y continúa y finaliza sus estudios en la Facultad de Teología
de Venegono, bajo la guía de maestros de la talla de Gaetano Corti,
Giovanni Colombo, Carlo Colombo y Carlo Figini.
Además de la formación cultural y de las relaciones de estima y
humanidad viva que median con algunos de sus maestros, Venegono será
para Giussani un ámbito importantísimo para llevar a cabo una
experiencia de amistad con algunos de sus compañeros, como Enrico
Manfredini, futuro arzobispo de Bolonia, en el descubrimiento común
del valor de la vocación, valor que se realiza en el mundo y para el
mundo.
Son años de estudio intenso y de grandes descubrimientos. Como la
lectura de Leopardi que, según cuenta don Giussani, acompañaba a
veces su meditación después de comulgar. En aquellos años se
refuerza la convicción de que el culmen de todo genio humano (se
exprese como se exprese) es profecía, a menudo inconsciente, del
acontecimiento de Cristo. Así le sucede que lee el himno A su mujer
de Leopardi como una especie de introducción al prólogo del
Evangelio de san Juan, y reconoce en Beethoven y en Donizetti
expresiones vivísimas del eterno sentido religioso del hombre.
Desde entonces, el reclamo a que la verdad se reconoce por la belleza
con que se manifiesta formará parte siempre del método educativo del
movimiento. En la historia de CL se puede hablar de un privilegio
otorgado a la estética, entendida en el sentido más profundo,
tomista, del término, respecto a la insistencia en el reclamo de
orden ético. Desde los años de seminario y de estudio, don Giussani
aprende que sentido estético y ético provienen ambos de una correcta
y apasionada claridad en lo que concierne a la ontología. Y que un
gusto estético vivo es el primer indicio de dicha claridad, como
muestra la más sana tradición católica y ortodoxa.
La observancia de la disciplina y el orden en la vida del seminario se
sumará a la fuerza de un temperamento que se distingue, en el
coloquio con sus superiores y en las actividades con los compañeros,
por su vivacidad y agudeza. Por ejemplo, promueve junto con algunos
compañeros un panfleto interno titulado Studium Christi16, un intento
de dotar de un órgano de expresión a un grupo de estudiantes
dedicado a descubrir la centralidad de Cristo en la comprensión de
cualquier disciplina.
Una vez ordenado sacerdote, don Giussani se queda como profesor en el
mismo seminario de Venegono. En esos años se especializa en el
estudio de la teología oriental (especialmente la eslava), de la
teología protestante americana y en la profundización de las
motivaciones racionales de la adhesión a la fe y a la Iglesia.
A mediados de los años 50 abandona la enseñanza en el seminario por
la escuela media superior. Durante diez años, desde 1954 hasta 1964,
enseña en el Liceo Classico "G. Berchet" de Milán.
Comienza a desarrollar entonces una actividad de investigación y de
publicaciones, toda vez que la atención dentro y fuera de la Iglesia
vuelve a centrarse en el problema educativo. Entre otras cosas,
redefinirá la voz "Educación" para la Enciclopedia Católica.
Son los años del nacimiento y de la difusión de GS (Gioventù
Studentesca). Don Giussani se compromete directamente en la guía de
la comunidad.
Desde 1964 hasta 1990 detentará la cátedra de Introducción a la
Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán. En más
de una ocasión es enviado por sus superiores a los Estados Unidos
durante breves periodos de estudio. En particular, en 1966 pasó
algunos meses allí para profundizar sus trabajos sobre la teología
protestante americana.
Hoy
guía el movimiento de Comunión y Liberación, presidiendo el Consejo
General (conocido comúnmente como "Centro").
Preside además la Diaconía Central, órgano directivo de la
Fraternidad de Comunión y Liberación, asociación reconocida por el
Pontificio Consejo para los Laicos en 1982.
Finalmente, alienta y guía la experiencia de los Memores Domini, una
asociación laical también reconocida por el Pontificio Consejo para
los Laicos (1988). Dicha asociación reúne a personas de CL que han
elegido la consagración a Dios en la virginidad (cfr. 5.1 y 5.2).
Es consultor de la Congregación para el Clero y del Pontificio
Consejo para los Laicos.
Fue creado monseñor por Juan Pablo II en 1983 con el título de
Prelado de honor de Su Santidad.
En 1995 se le asignó el Premio Internacional de la cultura católica.
Es autor de numerosos ensayos. Con ellos se han formado ya miles de jóvenes
y adultos.
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