CATECISMO 09 CEC 631-682
JESUS RESURRECCION ASCENSION PARUSIA
Para consultar los números en color fucsia
ver la NOTA IMPORTANTE al final de CATECISMO 01
Artículo 5
"JESUCRISTO DESCENDIO
A LOS INFIERNOS, AL TERCER DIA
RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS"
631 "Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó
es el mismo que subió" (Ef 4, 9-10). El Símbolo de los Apóstoles
confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los
infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día, porque es en
su Pascua donde, desde el fondo de la muerte, El hace brotar la vida:
Christus, Filius tuus,
qui, regressus ab inferis,
humano generi serenus illuxit,
et vivit et regnat in saecula saeculorum. Amen.
(Es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amén).
(MR, Vigilia pascual
18: Exultet.)
Párrafo I
CRISTO DESCENDIO A LOS INFIERNOS
632 Las frecuentes afirmaciones del Nuevo
Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos"
(Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la
resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf Hb 13, 20).
Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de
Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres
y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido
como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que
estaban allí detenidos (cf 1 P 3, 18-19).
633 La Escritura llama infiernos, sheol o hades (cf Flp 2, 10; Hch 2,
24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo
después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban
privados de la visión de Dios (cf Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto,
a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o
justos (cf Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir
que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del
pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf Lc 16, 22-26). "Son
precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el
seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los
infiernos" (Catech. R. i, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar
allí a los condenados 1033 (cf Cc. de Roma del año 745: DS 587) ni
para destruir el infierno de la condenación (cf DS 1011; 1077) sino
para liberar a los justos que le habían precedido (cf Cc. de Toledo IV
en el año 625: DS 485; cf también Mt 27, 52-53).
634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva..." (1 P
4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio
evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de
Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su
significado real de extensión de la 605 obra redentora a todos los
hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los
que se salvan se hacen partícipes de la Redención.
635 Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf Mt 12,
40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de
Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida"
(Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es
decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de
por vida sometidos a esclavitud" (Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo
resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Hades" (Ap 1, 18) y "al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los
abismos" (Flp 2, 10).
Un gran silencio reina hoy en la tierra, un gran silencio y una gran soledad.
Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra ha temblado y se ha
calmado porque Dios se ha dormido en la carne y ha ido a despertar a los que
dormían desde hacía siglos... Va a buscar a Adán, nuestro primer Padre, la
oveja perdida. Quiere ir a visitar a todos los que se encuentran en las tinieblas
y a la sombra de la muerte. Va para liberar de sus dolores a Adán
encadenado y a Eva, cautiva con él, El que es al mismo tiempo su Dios y su
Hijo... "Yo soy tu Dios y por tu causa he sido hecho tu Hijo. Levántate, tú que
dormías porque no te he creado para que permanezcas aquí encadenado en
el infierno. Levántate de entre los muertos, yo soy la vida de los muertos"
(Antigua homilía para el Sábado Santo).
RESUMEN
636 En la expresión "Jesús descendió a los infiernos", el símbolo
confiesa que Jesús murió realmente, y que, por su muerte en favor
nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo "Señor de la muerte" (Hb 2,
14).
637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió
a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que
le habían precedido.
Párrafo 2
AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa
hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al
resucitar a Jesús" (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la
verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la
primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como
fundamental 90 por la Tradición, establecida en los documentos del
Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual
al 651 mismo tiempo que la Cruz: 991
Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua.)
I EL ACONTECIMIENTO HISTORICO Y TRASCENDENTE
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento
real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo
atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede
escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a
mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Co 15, 3-4).
El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió
después de su conversión a las puertas de Damasco (cf Hch 9, 3-18).
El sepulcro vacío
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí,
ha resucitado" (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de
Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No
es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el
sepulcro podría explicarse de otro modo (cf Jn 20, 13; Mt 28, 11-15). A
pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo
esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para
el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer
lugar, de las santas mujeres (cf Lc 24, 3. 22-23), después de Pedro (cf
Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al
entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo" (Jn
20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado
del sepulcro vacío 999 (cf Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de
Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto
simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf
Jn 11, 44).
Las apariciones del Resucitado
641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar
el cuerpo de Jesús (cf Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde
del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf Jn 19, 31. 42), fueron
las primeras en encontrar al Resucitado (cf Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18).
Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de
Cristo para los propios apóstoles 553 (cf Lc 24, 9-10). Jesús se
apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf 1
Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf Lc
22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su
testimonio es sobre el que la comunidad 448 exclama: "¡Es verdad! ¡El
Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete
a cada uno de los apóstoles -y a Pedro en particular- en la
construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua.
Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de
fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes
659 881 se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de
los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos
"testigos de la Resurrección de Cristo" (cf Hch 1, 22) son ante 860 todo
Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de
más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola
vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf 1 Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de
Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.
Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba
radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por El
de antemano (cf Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan
grande que (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la
noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad
arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos
("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf Jn 20, 19). Por eso no creyeron
a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les
parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf Mc 16, 11.13). Cuando Jesús se
manifiesta a los once en la tarde de Pascua, "les echó en cara su
incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían
visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la
realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf Lc 24, 38):
creen ver un espíritu (cf Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la
alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba
de la duda (cf Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por
Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28,17). Por esto la hipótesis
según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la
credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en
la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia
directa de la realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad resucitada de Cristo
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones
directas mediante el tacto (cf Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la
comida (cf Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-15). Les invita así a reconocer
que él no es un espíritu (cf Lc 24, 39) pero sobre todo a que
comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta 999 ante
ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue
llevando las huellas de su pasión (cf Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este
cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo tiempo las
propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el
espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad
donde quiere y cuando quiere (cf Mt 28, 9.16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20,
14.19.26; 21, 4) porque su humanidad ya no puede ser retenida en la
tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del Padre (cf Jn 20,
17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre
de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf Jn 20,
14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar
a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cf Jn 20, 14.16; 21, 4.7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena
como en el caso de las resurrecciones que El había realizado antes de
Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos 934 hechos
eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el
milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida 549 terrena
"ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de
Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del
estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la
Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo;
participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San
Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf 1 Co 15,
35-50).
La Resurrección como acontecimiento trascendente
647 "¡Qué noche tan dichosa -canta el 'Exultet' de Pascua-, sólo ella
conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En
efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la
Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie 1000 puede decir
cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso
a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico
demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los
encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la
Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en
aquello que trasciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo
resucitado no se manifiesta al mundo (cf Jn 14, 22) sino a sus
discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y
que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
II LA RESURRECCION OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
648 258 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una
intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la 989
historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y
manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre
que "ha resucitado" (cf Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha
introducido de manera perfecta su humanidad -con su 663 cuerpo- en
la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de 445 Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los
muertos" (Rm 1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación del poder
de Dios (cf Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) 272
por la acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de
Jesús y la ha llamado al estado glorioso de Señor.
649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de
su poder divino. Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir
mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término) (cf Mc 8, 31;
9, 9-31; 10, 34). Por otra parte, él afirma explícitamente: "Doy mi vida,
para recobrarla de nuevo... Tengo poder para darla y poder para
recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y
resucitó" (1 Te 4, 14).
650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona
divina de Cristo que permaneció unida a su alma y a su cuerpo 626
separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza divina
que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre,
éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación
del compuesto humano, y la Resurrección por la unión 1005 de las dos
partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. 1; cf también DS 325;
359; 369; 539).
III SENTIDO Y ALCANCE SALVIFICO DE LA RESURRECCION
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana
también vuestra fe" (1 Co 15, 14). La Resurrección constituye ante
todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las
verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran
su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba 129 definitiva
de su autoridad divina según lo había prometido. 274
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del
Antiguo Testamento (cf Lc 24, 26-27.44-48) y del mismo Jesús durante
su vida terrenal (cf Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc 24, 6-7). 994 La expresión
"según las Escrituras" (cf 1 Co 15, 3-4 y el Símbolo
Nicenoconstantinopolitano) 601 indica que la Resurrección de Cristo
cumplió estas predicciones.
653 445 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su
Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del
hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del
Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de
Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los judíos: "La Promesa
hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros... al resucitar a
Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy"' (Hch 13, 32-33; cf Sal 2, 7). La Resurrección de
Cristo está estrechamente unida 461 al misterio de la Encarnación del
Hijo de Dios: es su plenitud 422 según el designio eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos
libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva
vida. 1987 Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a
la gracia de Dios (cf Rm 4, 25) "a fin de que, al igual que Cristo fue
resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una
nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el
pecado y en la nueva participación en la gracia (cf Ef 2, 4-5; 1 P 1, 3).
Realiza la adopción filial porque los 1996 hombres se convierten en
hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después
de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17).
Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta
filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo
único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo -y el propio Cristo
resucitado- es principio y fuente de 989 nuestra resurrección futura:
"Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que
durmieron... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también
todos revivirán en Cristo" (1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto
se realice, Cristo 1002 resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El
los cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (Hb 6, 5) y su
vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf Col 3, 1-3)
para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y
resucitó por ellos" (2 Co 5, 15).
RESUMEN
656 La fe en la Resurrección tiene por objeto un acontecimiento a la
vez históricamente atestiguado por los discfpulos que se encontraron
realmente con el Resucitado, y misteriosamente trascendente en
cuanto entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios.
657 El sepulcro vacío y las vendas en el suelo significan por sí
mismas que el cuerpo de Cristo ha escapado por el poder de Dios de
las ataduras de la muerte y de la corrupción. Preparan a los discípulos
para su encuentro con el Resucitado.
658 Cristo, "el primogénito de entre los muertos" (Col 1, 18), es el
principio de nuestra propia resurrección, ya desde ahora por la
justificación de nuestra alma (cf Rm 6, 4), más tarde por la vivificación
de nuestro cuerpo (cf Rm 8, 11).
Artículo 6
"JESUCRISTO SUBIÓ A LOS CIELOS,
Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE
DIOS, PADRE TODOPODEROSO"
659 "Con esto, el Señor Jesús, después de
hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios"
(/Mc/16/19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su
Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y
sobrenaturales, de las que desde 645 entonces su cuerpo disfruta para
siempre (cf Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero durante los cuarenta días en
los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf Hch 10, 41)
y les instruye sobre el Reino (cf Hch 1, 3), su gloria aún queda velada
bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf Mc 16, 12; Lc 24, 15;
Jn 20, 14-15; 21, 4). 66 La última aparición de Jesús termina con la
entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada
por la nube (cf Hch 1, 9; cf también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) 697 y por el
cielo (cf Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de
Dios (cf Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf también Sal 110, 1). Sólo de
manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como
un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste
en apóstol (cf 1 Co 9, 1; Ga 1, 16). 642
660 El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este
tiempo se transparenta en sus palabras misteriosas a Maria
Magdalena: "Todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos
y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn
20, 17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de
Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El
acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca
la transición de una a otra.
661 Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera,
461 es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación.
Sólo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo (cf Jn 16,
28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del
hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la
humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y
a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al
hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra 792 para que
nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza
de seguirlo en su Reino" (MR, Prefacio de la Ascensión).
662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia
mí" (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación
en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el 1545 único
Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no "penetró en un Santuario
hecho por mano de hombre..., sino en el mismo cielo, para presentarse
ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el
cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que
pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que
está siempre vivo para interceder en su favor" 1137 (Hb 7, 25). Como
"Sumo Sacerdote de los bienes futuros" (Hb 9, 11), es el centro y el
oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf Ap
4, 6-11).
663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre:
"Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad,
donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos 648 los siglos,
como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente
después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San
Juan Damasceno, f. o. 4, 2; PG 94, 1104C).
664 Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del
reino del Mesías, 541 cumpliéndose la visión del profeta Daniel
respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un
imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás"
(Dn 7, 14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en
los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de
Nicea-Constantinopla).
RESUMEN
665 La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la
humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios de donde ha de
volver (cf Hch 1, 11), aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de
los hombres (cf Col 3, 3).
666 Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino
glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos
en la esperanza de estar un día con él eternamente.
667 Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario
del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador que nos
asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo.
Artículo 7
"DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR
A VIVOS Y MUERTOS"
I VOLVERA EN GLORIA
Cristo reina ya mediante la Iglesia...
668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de
muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa
su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de
Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los 450 cielos y
en la tierra. El está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud,
Dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"
(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24.
27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda
la Creación encuentran su recapitulación 518 (Ef 1, 10), su
cumplimiento trascendente.
669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que 792
es su Cuerpo (cf Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo
cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La 1088
Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu
Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de
Cristo presente ya en misterio", "constituye el germen 541 y el comienzo
de este Reino en la tierra" (LG 3; 5).
670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su
consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf 1 P 4, 7).
1042 "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del
mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna
manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en
efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, 825
aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta 547
ya su presencia por los signos milagrosos (cf Mc 16, 17-18) que
acompañan su anuncio por la Iglesia (cf Mc 16, 20).
...esperando que todo le sea sometido
671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no
está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf Mt 25,
31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto
de los ataques de los poderes del mal (cf 2 Te 2, 7), a pesar de que
estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo.
Hasta que todo le haya sido sometido (cf 1 Co 15, 28) 1043, y "mientras
no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que 769 habite la justicia,
la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e 773 instituciones, que
pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella
misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta
ahora y que esperan la manifestación de los 1043 hijos de Dios" (LG
48). Por esta razón los cristianos piden, sobre 2046 todo en la
Eucaristía (cf I Co 11, 26), que se apresure el retorno de 2817 Cristo (cf
2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (cf 1 Co 16, 22; Ap
22, 17-20).
672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del
establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf
Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf Is 11, 1-9), debía traer a todos
los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. 732
El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del
testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía
por la "tristeza" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf Ef 5, 16) que afecta
también a la Iglesia (cf 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los
últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). 2612 Es un tiempo de espera y
de vigilia (cf Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37)
El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel
673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria 1040
1048 es inminente (cf Ap 22, 20), aun cuando a nosotros no nos "toca
conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su
autoridad" (Hch 1, 7; cf Mc 13, 32). Este advenimiento escatológico se
puede cumplir en cualquier momento (cf Mt 24, 44; 1 Te 5, 2), aunque
tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén
"retenidas" en las manos de Dios (cf 2 Te 2, 3-12).
674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de
la historia (cf Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por
"todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está
endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a
Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de
Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros
pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la
consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a
quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal,
de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19 21). Y San
Pablo le hace eco: "Si su reprobación ha sido la reconciliación del
mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los
muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de 840 los judíos" (Rm
11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los
gentiles (Rm 11, 25; cf Lc 21, 24), hará al 58 Pueblo de Dios "llegar a la
plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1
Co 15, 28).
La última prueba de la Iglesia
675 769 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar
por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf Lc
18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación
sobre la tierra (cf Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de
iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a
los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio
de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del
Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se
glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías
venido en la carne (cf 2 Te 2, 4-,12; 1 Te 5,2-3; 2 Jn7; 1 Jn2, 18.22).
676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada
vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo
cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio
escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta
falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf DS 3839),
sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, 2425
"intrínsecamente perverso" (cf Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el
"falso misticismo" de esta "falsificación de la redención de los humildes"; GS
20-21).
677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de 1340
esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su
Resurrección (cf Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto,
mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf Ap 13, 8) en forma de un
proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último 2853
desencadenamiento del mal (cf Ap 20, 7-10) que hará descender
desde el cielo a su Esposa (cf Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la
rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf Ap 20, 12) después
de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf 2 P 3,
12-13).
1038:1041 II PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS
JUICIO-FINAL/CEC
678 Siguiendo a los profetas (cf Dn 7, 10; Jl 3, 4; Mi 3,19) y a Juan
Bautista (cf Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el 1470 Juicio
del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno
(cf Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf Lc 12, 1-3; Jn 3,
20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad
culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11,
20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la
acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf Mt 5, 22; 7, 1-5).
Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos
míos más pequeños, a mi me lo hicisteis" (Mt 25, 40).
679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar
definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a
Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz.
El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf Jn 5,
27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha
venido para juzgar sino para salvar (cf Jn 3, 17) y para dar la vida que
hay en él (cf Jn 5, 26). Es por el 1021 rechazo de la gracia en esta vida
por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf Jn 3, 18; 12, 48); es
retribuido según sus obras (cf 1 Co 3, 12-15) y puede incluso
condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf Mt 12, 32;
Hb 6, 4-6; 10, 26-31).
RESUMEN
680 Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están
sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de
Cristo no tendrá lagar sin un último asalto de las fuerzas del mal.
681 El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria
para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el
trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.
682 Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y
muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a
cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de
la gracia.