CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CATECISMO 06 CEC 422-511
JESUS ENCARNACION
J/D-H/CEC
CAPITULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS
La Buena Nueva: Dios ha enviado a su Hijo
422 "Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo
385, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se
hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Ga
4, 4-5). He aquí "la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios" (Mc 1, 1):
Dios ha visitado a su pueblo (cf Lc I, 68), ha cumplido 2763 las
promesas hechas a Abraham y a su descendencia (cf Lc I, 55); lo ha
hecho más allá de toda expectativa: El ha enviado a su "Hijo arnado"
(Mc 1, l l ).
423 Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido
judío de una hija de Israel, en Belén en el tiempo del rey Herodes el
Grande y del emperador César Augusto; de oficio carpintero, muerto
crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el
reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho
hombre, que ha "salido de Dios" (Jn 13, 3), "bajó del cielo" (Jn 3, 13; 6,
33), "ha venido en carne" (I Jn 4, 2), porque "la Palabra se hizo carne,
y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que
recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad... Pues
de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia" (Jn 1, 14.16).
424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el 683
Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: "Tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Sobre la roca de 552 esta fe,
confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf Mt 16, 18;
San León Magno, serm. 4, 3; 51, 1; 62, 2; 83, 3).
"Anunciar... la inescrutable riqueza de Cristo" (Ef 3, 8)
425 La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de
Jesucristo para llevar a la fe en El. Desde el principio, los primeros
discípulos ardieron en deseos de anunciar a Cristo: "No podemos
nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4, 20). 850
858. Y ellos mismos invitan a los hombres de todos los tiempos a entrar
en la alegría de su comunión con Cristo:
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de
la Palabra de vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y
damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y
se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que
también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en
comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para
que vuestro gozo sea completo (I Jn I, 1-4).
En el centro de la catequesis: Cristo
1698 426 "En el centro de la catequesis encontramos esencialmente
una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha
sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para
siempre con nosotros... Catequizar es... descubrir en la Persona de
Cristo el designio eterno de Dios... Se trata de procurar 513
comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los
signos realizados por El mismo" (CT 5). El fin de la catequesis:
"conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al
amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la 260
Santísima Trinidad" (ibíd.).
2145 427 "En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo
encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en referencia a El; el único
que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es
portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca... 876 Todo
catequista debería poder aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de
Jesús: 'Mi doctrina no es mia, sino del que me ha enviado' (Jn 7, 16)"
(ibíd., 6)
428 El que está llamado a "enseñar a Cristo" debe por tanto, ante
todo, buscar esta "ganancia sublime que es el conocimiento de Cristo";
es necesario "aceptar perder todas las cosas... para ganar a Cristo, y
ser hallado en él" y "conocerle a él, el poder de su resurrección y la
comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su
muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (Flp
3, 8-11).
429 De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota 851
el deseo de anunciarlo, de "evangelizar", y de llevar a otros al "sí" de la
fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la necesidad de
conocer siempre mejor esta fe. Con este fin, siguiendo el orden del
Símbolo de la fe, presentaremos en primer lugar los principales títulos
de Jesús: Cristo, Hijo de Dios, Señor (Artículo 2). El Símbolo confiesa a
continuación los principales misterios de la vida de Cristo: los de su
encarnación (Artículo 3), los de su Pascua (Artículos 4 y 5), y, por
último, los de su glorificación (Artículos 6 y 7).
Artículo 2 "Y EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR"
I JESÚS
430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento 210
de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el
nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf Lc 1,
31). Ya que "¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" (Mc 2,
7), es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su
pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, 402 Dios recapitula así
toda la historia de la salvación en favor de los hombres.
431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con
librar a Israel de "la casa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de
Egipto. El lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es
siempre una ofensa hecha a Dios (cf Sal 51, 6), sólo él es 1850 1441
quien puede absolverlo (cf Sal 51, 12). Por eso es por lo que Israel
tomando cada vez más conciencia de la universalidad del pecado, 388
ya no podrá buscar la salvación más que en la invocación del Nombre
de Dios Redentor (cf Sal 79, 9).
432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de 589 2666
Dios está presente en la persona de su Hijo (cf Hch 5, 41; 3 Jn 7)
hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados
389. El es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf Jn 3, 18;
Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos
porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación (cf Rm 10,
6-13) de tal forma que "no hay bajo el cielo otro nombre dado 161 a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12; cf Hch 9,
14; St 2, 7).
433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año
por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel,
cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la
sangre del sacrificio (cf Lv 16, 15-16; Si 50, 20; Hb 9, 7). El
propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios (cf Ex 25, 22; Lv 16,
2; Nm 7, 89; Hb 9, 5). Cuando San Pablo dice de Jesús 615 que "Dios lo
exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre" (Rm 3,
25), significa que en su humanidad "estaba Dios reconciliando al
mundo consigo" (2 Co 5, 19).
434 La Resurrección de Jesús glorifica el nombre de Dios Salvador
2812 (cf Jn 12, 28) porque de ahora en adelante, el Nombre de Jesús
es el que manifiesta en plenitud el poder soberano del "Nombre que
está sobre todo nombre" (Flp 2, 9). Los espíritus malignos temen su
Nombre (cf Hch 16, 16-18; 19, 13-16) y en su nombre los discípulos de
Jesús hacen milagros (cf Mc 16, 17) porque todo 2614 lo que piden al
Padre en su Nombre, él se lo concede (Jn 15, 16).
435 El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana.
Todas las oraciones litúrgicas se acaban con la fórmula "Per Dominum
Nostrum Jesum Christum..." ("Por Nuestro Señor Jesucristo...") 2676. El
"Avemaría" culmina en "y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". La
oración del corazón, en uso en Oriente, llamada "oración a Jesús" dice:
"Jesucristo, Hijo de Dios, Señor ten piedad de mí, pecador". Numerosos
cristianos mueren, como Santa Juana de Arco, teniendo en sus labios
una única palabra: "Jesús".
II CRISTO
436 Cristo viene de la traducción griega del término hebreo
"Mesías" 690 695 que quiere decir "ungido". No pasa a ser nombre
propio de Jesús sino porque El cumple perfectamente la misión divina
que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el
nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que
habían recibido de El. Este era el caso de los reyes (cf 1 S 9, 16; 10, 1;
16, 1.12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (cf Ex 29, 7; Lv 8, 12) y,
excepcionalmente, de los profetas (cf 1 R 19, 16). Este debía ser por
excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar
definitivamente su Reino (cf Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía
ser ungido por el Espíritu del Señor (cf Is 11, 2) a la vez como rey y
sacerdote (cf Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf Is 61, 1; Lc
4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica 711:716 de Israel en su
triple función de sacerdote, profeta y rey. 783
437 El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el
del Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el
principio él es "a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo" (Jn
10, 36), concebido como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de
María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su
esposa" encinta "del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo"
(Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José
en la descendencia mesiánica de David (Mt 1, 16; cf Rm 1, 3; 2 Tm 2,
8; Ap 22, 16).
438 La consagración mesiánica de Jesús manifiesta sumisión 727
divina. "Por otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque
en el nombre de Cristo está sobrentendido El que ha ungido, El que ha
sido ungido y la Unción misma con la que ha sido ungido: El que ha
ungido, es el Padre, El que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el
Espíritu que es la Unción" (S. Ireneo de Lyón, haer. 3, 18, 3). Su eterna
consagración mesiánica fue revelada en el tiempo de su vida terrena
en el momento de su bautismo 535 por Juan cuando "Dios le ungió con
el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38) "para que él fuese
manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías. Sus obras y sus
palabras lo dieron a conocer como "el santo de Dios" (Mc 1, 24; Jn 6,
69; Hch 3, 14).
439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían
528:529 su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales
del mesiánico "hijo de David" prometido por Dios a Israel 547 (cf Mt 2, 2;
9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9.15). Jesús aceptó el título de Mesías
al cual tenía derecho (cf Jn 4, 25-26; 11, 27), pero no sin reservas
porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una
concepción demasiado humana (cf Mt 22, 41-46), esencialmente
política (cf Jn 6, 15; Lc 24, 21).
440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía 552
como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf
Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad trascendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo"
(Jn 3, 13; cf Jn 6, 62; Dn 7, 13) a la vez que en su misión redentora
como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf Is
53, 10-12). Por esta razón el verdadero 550 sentido de su realeza no
se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf Jn 19, 19-22;
Lc 23, 39-43). Solamente después de su 445 resurrección su realeza
mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios:
"Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido
Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch
2, 36).
III HIJO ÚNICO DE DIOS
441 Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los
ángeles (cf Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf Ex 4, 22; Os 11, 1; Jr
3, l9; Si 36, 11; Sb 18, 13), a los hijos de Israel (cf Dt 14, 1; Os 2, 1) y a
sus reyes (cf 2 S 7, 14, Sal 82, 6). Significa entonces una filiación
adoptiva que establece entre Dios y su criatura unas relaciones de una
intimidad particular. Cuando el Rey-Mesías prometido es llamado "hijo
de Dios" (cf 1 Cro 17, 13; Sal 2, 7), no implica necesariamente, según
el sentido literal de esos textos, que sea más que humano. Los que
designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel (cf Mt 27, 54), quizá
no quisieron decir nada más (cf Lc 23, 47).
442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el
Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque Este le responde con
552 solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a
propósito de su conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquel
que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia,
tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los
gentiles..." (Ga 1, 15-16). "Y en seguida se puso a predicar a Jesús en
las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20). Este será, desde
el principio (cf 1 Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf Jn 20, 31)
profesada en primer lugar por Pedro como 424 cimiento de la Iglesia (cf
Mt 16, 18).
443 Si Pedro pudo reconocer el carácter trascendente de la filiación
divina de Jesús Mesías es porque éste lo dejó entender claramente.
Ante el Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: "Entonces, ¿tú
eres el Hijo de Dios?", Jesús ha respondido: "Vosotros lo decís: yo soy"
(Lc 22, 70; cf Mt 26, 64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, El se designó
como el "Hijo" que conoce al Padre (cf Mt 11, 27; 21, 37-38), que es
distinto de los "siervos" que Dios envió antes a su pueblo (cf Mt 21,
34-36), superior a los propios ángeles (cf Mt 24, 36). Distinguió su
filiación de la de sus discípulos, no diciendo jamás "nuestro Padre" (cf
Mt 5, 48; 6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) 2786 salvo para ordenarles "vosotros,
pues, orad así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi
Padre y vuestro Padre" (Jn20, 17).
444 Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el bautismo
536 y la transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa 554
como su "Hijo amado" (Mt 3, 17; 17, 5). Jesús se designa a sí mismo
como "el Hijo Unico de Dios" (Jn 3, 16) y afirma mediante este título su
preexistencia eterna (cf Jn 10, 36). Pide la fe en "el Nombre del Hijo
Unico de Dios" (Jn 3, 18). Esta confesión cristiana aparece ya en la
exclamación del centurión delante de Jesús en la cruz:
"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39), porque es
solamente en el misterio pascual donde el creyente puede alcanzar el
sentido pleno del título "Hijo de Dios".
445 Después de su Resurrección, su filiación divina aparece en 653
el poder de su humanidad glorificada: "Constituido Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre los
muertos" (Rm 1, 4; cf Hch 13, 33). Los apóstoles podrán confesar
"Hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14).
IV SEÑOR
446 En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el
nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (cf Ex 3, 14),
YHWH, es traducido por "Kyrios" ["Señor"]. Señor se convierte desde
entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma
del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza 209 en este sentido
fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí
está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf 1 Co 2, 8).
447 El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando
discute con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109 (cf Mt 22,
41-46; cf también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera
explícita al dirigirse a sus apóstoles (cf Jn 13, 13). A lo largo de toda su
vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza 548, sobre las
enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado,
demostraban su soberanía divina.
448 Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se
dirigen a Jesús llamándole "Señor". Este título expresa el respeto y la
confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de El socorro y
curación (cf Mt 8, 2; 14, 30; 15, 22, etc.). Bajo la 208 683 moción del
Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús
(cf Lc 1, 43; 2, 11). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte
en adoración: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28). Entonces toma una
connotación de amor y de afecto que 641 quedará como propio de la
tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21, 7).
449 Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras
confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el principio (cf Hch 2,
34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre
convienen también a Jesús (cf Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque 461
El es de "condición divina" (Flp 2, 6) y el Padre manifestó esta 653
soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a
su gloria (cf Rm 10, 9; 1 Co 12, 3; Flp 2, 11).
450 Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del
señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia 668:672 (cf Ap 11,
15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su
libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino 2242
sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf Mc
12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree... que la clave, el centro y el fin de
toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2;
cf 45, 2).
451 2664:2665 La oración cristiana está marcada por el título
"Señor", ya sea en la invitación a la oración "el Señor esté con
vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor" o incluso
en la exclamación llena de confianza y de esperanza: "Maran atha" ("`el
Señor viene!") 2817 o "Marana tha" ("¡Ven, Señor!") (l Co 16, 22):
"¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
RESUMEN
452 El nombre de Jesus significa "Dios salva". El niño nacido de la
Virgen María se llama "Jesús" "porque él salvará a su pueblo de sus
pecados" (Mt 1, 21); "No hay bajo el cielo otro nomble dado a los
hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12).
453 El nombre de Cristo significa "Ungido", "Mesías". Jesus es el
Cristo porque "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch
10, 38). Era "el que ha de venir" (Lc 7, 19), el objeto de "la esperanza
de Israel" (Hch 28, 20).
454 El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de
Jesucristo con Dios su Padre: El es el Hijo único del Padre (cf Jn 1,
14.18; 3, 16.18) y El mismo es Dios (cf Jn 1, 1). Para ser cristiano es
necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cf Hch 8, 37; I Jn 2,
23).
455 El nombre de Señor significa la soberanía divina. Confesar o
invocar a Jesús como Señor es creer en su divinidad. "Nadie puede
decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (I Co 12,
3).
Artículo 3 "JESUCRISTO FUE CONCEBIDO
POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO
Y NACIÓ DE SANTA MARIA VIRGEN"
Párrafo 1
EL HIJO DE DIOS SE HIZO HOMBRE
I POR QUÉ EL VERBO SE HIZO CARNE
456 Con el Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos
confesando: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó
del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y
se hizo hombre".
457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con 607
Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados" (1 Jn 4, l0). "El Padre envió a su Hijo para ser
salvador del mundo" (I Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los
pecados" (1 Jn 3, 5):
Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, 385 ser
restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien,
era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta
que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador,
prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos
razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle
bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se
encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de
Nisa, or. catech. 15).
458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el
amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene 219: en
que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio
de él" (I Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna" (Jn 3, 16).
459 520 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad:
"Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí..." 823 2012 (Mt 11,
29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena:
"Escuchadle" (Mc 9, 7; cf Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el modelo 1717
1965 de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: "Amaos los
unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene
como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf Mc 8. 34).
460 265 1391 El Verbo se encarnó para hacernos "participes de la
naturaleza divina" (2 P 1, 4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo
se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre
al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se
convirtiera en hijo de Dios" (S. Ireneo, haer., 3, 19, 1). 1988 "Porque el
Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (S. Atanasio, inc., 54,
3). "Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes,
naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo" ("El
Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad,
asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre,
hiciera dioses a los hombres") (Santo Tomás de A., opus 57 in festo
Corp. Chr., 1).
II LA ENCARNACIÓN
461 Volviendo a tomar la frase de San Juan ("El Verbo se 653 661
encarnó": Jn 1, 14), la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el
Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a 449
cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por S. Pablo, la
Iglesia canta el misterio de la Encarnación:
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que
se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante
a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí
mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Flp 2, 5-8; cf LH,
cántico de vísperas del sábado).
462 La carta a los Hebreos habla del mismo misterio:
Por eso, al entrar en este mundo, [Cristo] dice: No quisiste sacrificio y
oblación; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el
pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo... a hacer, oh
Dios, tu voluntad! (Hb 10, 5-7, citando Sal 40, 7-9 [LXX]).
463 La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el 90
signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu
de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de
Dios" (1 Jn 4, 2). Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus
comienzos cuando canta "el gran misterio de la piedad": "El ha sido
manifestado en la carne" (I Tm 3, 16).
III VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE
464 El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación
del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte
hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino
y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser
verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero
hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante
los primeros siglos frente a unas herejías que 88 la falseaban.
465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo
que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época
apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo
de Dios, "venido en la carne" (cf I Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). Pero desde el siglo
III, la Iglesia tuvo que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un
Concilio reunido en Antioquía, que Jesucristo es hijo de Dios por
naturaleza y no por adopción. El primer Concilio Ecuménico de Nicea,
en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es
"engendrado, no creado, de la misma substancia ['homousios'] que el
Padre" y condenó a Arrio que afirmaba que 242 "el Hijo de Dios salió
de la nada" (DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la del
Padre" (DS 126).
466 La herejía-nestoriana veía en Cristo una persona humana
junto a la persona divina del Hijo de Dios. Frente a ella S. Cirilo de
Alejandría y el tercer Concilio Ecuménico reunido en Efeso, en el año
431, confesaron que "el Verbo, al unirse en su persona a una carne
animada por un alma racional, se hizo hombre" (DS 250). La
humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la persona divina del Hijo
de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su concepción. Por eso
el Concilio de Efeso proclamó en el año 431 que María llegó a ser con
toda verdad Madre de Dios mediante la concepción 495 humana del
Hijo de Dios en su seno: "Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios
haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de
quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional, unido a la
persona del Verbo, de quien se dice que el Verbo nació según la
carne" (DS 251).
467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había
dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona
divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta herejía, el cuarto Concilio
Ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay
que confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en
la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y
verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo;
consubstancial con el Padre según la divinidad, y consubstancial con
nosotros según la humanidad, "en todo semejante a nosotros, excepto en el
pecado" (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la
divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos
tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos
naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La
diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino
que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y
confluyen en un solo sujeto y en una sola persona (DS 301-302).
468 Después del Concilio de Calcedonia, algunos concibieron la
naturaleza humana de Cristo como una especie de sujeto personal.
Contra éstos, el quinto Concilio Ecuménico, en Constantinopla, el año
553, confesó a propósito de Cristo: "No hay más que una sola
hipóstasis [o persona], que es nuestro Señor Jesucristo, 254 uno de la
Trinidad" (DS 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe
ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cf ya Cc.
Efeso: DS 255), no solamente los milagros sino 616 también los
sufrimientos (cf DS 424) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado
en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la
gloria y uno de la Santísima Trinidad" (DS 432).
469 La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente
verdadero Dios y verdadero hombre. El es verdaderamente el Hijo de
212 Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de
ser Dios, nuestro Señor:
"Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit" ("Permaneció en lo que
era y asumió lo que no era"), canta la liturgia romana (LH, antífona de laudes
del primero de enero; cf S. León Magno, serm. 21, 2-3). Y la liturgia de S.
Juan Crisóstomo proclama y canta: "¡Oh Hijo Unico y Verbo de Dios, siendo
inmortal te has dignado por nuestra salvación encarnarte en la santa Madre de
Dios, y siempre Virgen María; sin mutación te has hecho hombre, y has sido
crucificado. Oh Cristo Dios, que por tu muerte has aplastado la muerte, que
eres Uno de la Santa Trinidad, glorificado con el Padre y el Santo Espíritu,
sálvanos!" (Tropario "O monoghenis").
IV COMO ES HOMBRE EL HIJO DE DIOS
470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación "la
naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" (GS 22, 2), la
Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena
realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de
voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha
tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de
Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que
la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a "uno de la
Trinidad". 516 El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su
propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma 626
como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres
divinas de la Trinidad (cf Jn 14, 9-10):
El Hijo de Dios... trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con 2599
corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdade
ramente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el
pecado (GS 22,2).
El alma y el conocimiento humano de Cristo
471 Apolinar de Laodicea afirmaba que en Cristo el Verbo había
sustituido al alma o al espíritu. Contra este error la Iglesia confesó que
el Hijo eterno asumió también un alma racional humana 363 (cf DS
149).
472 Este alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de
un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía ser de
por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su
existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al
hacerse hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en
gracia" (Lc 2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición
humana se adquiere de manera experimental (cf Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11,
34). Eso... correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario
en "la condición de esclavo" (Flp 2, 7).
473 Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente
humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona (cf S.
Gregorio Magno, ep. 10, 39: DS 475). "La naturaleza humana del Hijo
de Dios, no por ella misma sino por su unión con el Verbo, conocía y
manifestaba en ella todo lo que conviene a Dios" (S. Máximo el
Confesor, qu. dub. 66 ). Esto sucede ante todo en lo 240 que se refiere
al conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de Dios hecho hombre
tiene de su Padre (cf Mc 14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55). El Hijo, en
su conocimiento humano, demostraba también la penetración divina
que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres (cf
Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61).
474 Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del
Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en
plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a
revelar (cf Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34; 14, 18-20.26-30). Lo que
reconoce ignorar en este campo (cf Mc 13, 32), declara en otro lugar
no tener misión de revelarlo (cf Hch 1, 7).
La voluntad humana de Cristo
475 De manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto Concilio
Ecuménico (Cc. de Constantinopla III, en el año 681) que Cristo posee
dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas 2008,
no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho 2824
carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo
que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para
nuestra salvación (cf DS 556-559). La voluntad humana de Cristo
"sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino
todo lo contrario estando subordinada a esta voluntad omnipotente"
(DS 556).
El verdadero cuerpo de Cristo
476 Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera
humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado (cf Cc. de Letrán en el año
649: DS 504) 1159:1162. Por eso se puede "pintar" la faz humana de Je
sús (Ga 3, 2). En el séptimo Concilio Ecuménico (Cc. de Nicea II, en el
año 787: DS 600-603) la Iglesia reconoció que es legítima su 2129:2132
representación en imágenes sagradas.
477 Al mismo tiempo, la Iglesia siempre ha admitido que, en el
cuerpo de Jesús, Dios "que era invisible en su naturaleza se hace
visible" (Prefacio de Navidad). En efecto, las particularidades
individuales del cuerpo de Cristo expresan la persona divina del Hijo de
Dios. El ha hecho suyos los rasgos de su propio cuerpo humano hasta
el punto de que, pintados en una imagen sagrada, pueden ser
venerados porque el creyente que venera su imagen, "venera a la
persona representada en ella" (Cc. Nicea II: DS 601).
El Corazón del Verbo encarnado
478 Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos 478 ha
conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado
por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí
mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón
humano 368. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, 2669
traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf Jn 19,
34), "es considerado como el principal indicador y símbolo... del amor
con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a 766
todos los hombres" (Pío XII, enc."Haurietis aguas": DS 3924; cf DS
3812).
RESUMEN
479 En el momento establecido por Dios, el Hijo único del Padre, la
Palabra eterna, es decir, el Verbo e Imagen substancial del Padre, se
hizo carne: sin perder la naturaleza divina asumió la naturaleza
humana.
480 Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre en la unidad
de su Persona divina; por esta razón El es el único Mediador entre
Dios y los hombres.
481 Jesucristo posee dos naturalezas, la divina y la humana, no
confundidas, sino unidas en la única Persona del Hijo de Dios.
482 Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tiene una
inteligencia y una vo- luntad humanas, perfectamente de acuerdo y
sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común
con el Padre y el Espíritu Santo.
483 La encarnación es, pues, el misterio de la admirable unión de la
naturaleza divina y de la naturaleza humana en la unica Persona del
Verbo.
Párrafo 2
"... CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPIRITU SANTO,
NACIO DE SANTA MARIA VIRGEN"
I CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPIRITU SANTO
484 La anunciación a Maria inaugura la plenitud de "los tiempos"
(Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los 461
preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará
"corporalmente la plenitud de la divinidad" (Col 2, 9). La respuesta
divina a su "¿cómo será esto, puesto que no conozco 721 varón?" (Lc
1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá
sobre ti" (Lc 1, 35).
485 689 La misión del Espiritu Santo está siempre unida y ordenada
a la del Hijo (cf Jn 16, 14-15). El Espiritu Santo fue enviado para 723
santificar el seno de la Virgen Maria y fecundarla por obra divina, él
que es "el Señor que da la vida", haciendo que ella conciba al Hijo
eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.
486 El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el
seno de la Virgen Maria, es "Cristo", es decir, el ungido por el 437
Espíritu Santo (cf Mt 1, 20; Lc 1, 35), desde el principio de su existencia
humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino
progresivamente: a los pastores (cf Lc 2, 8-20), a los magos (cf Mt 2,
1-12), a Juan Bautista (cf Jn 1, 31-34), a los discípulos (cf Jn 2, 11).
Por tanto, toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió
con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).
II ...NACIDO DE LA VIRGEN MARIA
487 963 Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo
que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a
su vez la fe en Cristo.
La predestinación de Maria
488 "Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un cuerpo"
(cf Hb 10. 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde
toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija
de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen
desposada con un hombre llamado José, de la casa de David: el
nombre de la virgen era Maria" (Lc 1, 26-27):
El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que
estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así
como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a
la vida (LG 56; cf 61).
489 A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de Maria fue
preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio 722 de
todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa 410 de
una descendencia que será vencedora del Maligno (cf Gn 3, 15) y la
de ser la Madre de todos los vivientes (cf Gn 3, 20). En virtud de esta
promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad 145 avanzada (cf Gn
18, 10-14; 21, 1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo
que era tenido por impotente y débil (cf I Co 1, 27) para mostrar la
fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf I S 1), Débora,
Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres 64. Maria "sobresale entre
los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza
la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión,
después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se
inaugura el nuevo plan de salvación" (LG 55).
La Inmaculada Concepción
490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con
dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel
Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de
gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el 2676 2853 asentimiento
libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese
totalmente poseida por la gracia de Dios. 2001
491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que
María "llena de gracia" por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde
su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada
Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha
de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia
y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo
Salvador del género humano (DS 2803).
492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella
fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56), le
viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera 2011 más
sublime en atención a los méritos de su Hijo" (LG 53). 1077 El Padre la
ha "bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los
cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. El
la ha "elegido en él, antes de la creación del mundo para ser santa e
inmaculada en su presencia, en el amor" (Ef 1, 4).
493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la
Toda Santa" ("Panagia"), la celebran "como inmune de toda mancha de
pecado y como plasmada por el Espiritu Santo y hecha una nueva
criatura" (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de
todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
"Hágase en mi según tu palabra ..."
494 2617 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin
conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf Lc 1, 28-37) 148
María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que
"nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase
en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a
la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de
todo corazón la voluntad divina de 968 salvación, sin que ningún
pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona
y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la
gracia de Dios, al Misterio de la Redención (cf LG 56):
Ella, en efecto, como dice S. Ireneo, "por su obediencia fue causa de la
salvación propia y de la de todo el género humano". Por eso, no pocos
Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el nudo de
la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen
Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe". Comparándola con
796 Eva, llaman a María 'Madre de los vivientes' y afirman con mayor
frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por María" (LG 56).
La maternidad divina de María
495 Llamada en los evangelios "la Madre de Jesús" (Jn 2, 1; 19, 25;
cf Mt 13, 55), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como "la
madre de mi Señor" desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43).
En efecto, aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu
Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no
es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la
Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente
Madre de Dios ["Theotokos"] 466 2677 (cf DS 251).
La virginidad de Maria
496 Desde las primeras formulaciones de la fe (cf DS 10-64), la
Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen
María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el
aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido "absque semine
ex Spiritu Sancto" (Cc. Letrán, año 649; DS 503), esto es, sin elemento
humano, por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción
virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha
venido en una humanidad como la nuestra:
Así, S. Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): "Estáis firmemente
convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza de
David según la carne (cf Rm 1,3), Hijo de Dios según la voluntad y el poder de
Dios (cf Jn 1, 13), nacido verdaderamente de una virgen... Fue verdaderamente
clavado por nosotros en su carne bajo Poncio Pilato... padeció
verdaderamente, como también resucitó verdaderamente" (Smyrn.1-2).
497 Los relatos evangélicos (cf Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan
la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda
comprensión y toda posibilidad humanas (cf Lc 1, 34): "Lo concebido
en ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de
María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de
la promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo" (Is 7, 14 según la traducción griega de
Mt 1, 23).
498 A veces ha desconcertado el silencio del Evangelio de S. Marcos y
de las cartas del Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de Maria.
También se ha podido plantear si no se trataría en este caso de leyendas o
de construcciones teológicas sin pretensiones históricas. A lo cual hay que
responder: la fe en la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva
oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y
paganos (cf S. Justino, Dial 99, 7; Orígenes, Cels. 1, 32, 69; entre otros); no
ha tenido su origen en la mitología pagana ni en una adaptación de las ideas
de su tiempo. El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que
lo ve en ese "nexo que reúne entre sí los misterios" 90 (DS 3016), dentro del
conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua.
S. Ignacio de Antioquía da ya testimonio de este vínculo: "El príncipe de este
mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor:
tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios" (Eph. 19,1;
cf 1 Co 2,8). 2717
María, la "siempre Virgen"
499 La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a
la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María (cf DS 427)
incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre (cf DS 291; 294; 442;
503; 571; 1880). En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir
consagró la integridad virginal" de su madre (LG 57). La liturgia de la
Iglesia celebra a María como la "Aeiparthenos", la "siempre-virgen" (cf
LG 52).
500 A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos
hermanos y hermanas de Jesús (cf Mc 3, 31-55; 6, 3; 1 Co 9, 5; Ga 1,
19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a
otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de
Jesús" (Mt 13, 55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf Mt
27, 56) que se designa de manera significativa como "la otra María" (Mt
28, 1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión
conocida del Antiguo Testamento (cf Gn 13, 8; 14, 16; 29, 15).
501 969 Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad
espiritual de María se extiende (cf Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a todos los
hombres a los cuales, El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios
constituyó el mayor de muchos hermanos (Rm 8, 29), es decir 970, de
los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de
madre" (LG 63).
La maternidad virginal de Maria en el designio de Dios
502 90 La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede
descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio
salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se
refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la
aceptación por María de esta misión para con los hombres.
503 422 La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en
la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios (cf Lc 2, 48-49).
"La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre...;
consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en
nuestra humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas"
(Cc. Friul en el año 796: DS 619).
504 Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la 359
Virgen María porque él es el Nuevo Adán (cf 1 Co 15, 45) que inaugura la
nueva creación: "El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo
viene del cielo" (I Co 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción,
está llena del Espíritu Santo porque Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3,
34). De "su plenitud", cabeza de la humanidad redimida (cf Col 1, 18), "hemos
recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16).
505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo
nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe 1265
"¿Cómo será eso?" (Lc 34; cf Jn 3, 9). La participación en la vida divina no
nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de
Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada
al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con
relación a Dios (cf 2 Co 11, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad
virginal de María.
506 María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe "no 148
adulterada por duda alguna" (LG 63) y de su entrega total a la voluntad 1814
de Dios (cf 1 Co 7, 34-35). Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del
Salvador: "Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo
carnem Christi" ("Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que
al concebir en su seno la carne de Cristo" (S. Agustín, virg. 3).
507 María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más
perfecta realización de la Iglesia (cf LG 63): "La Iglesia se convierte 967 en
Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el
bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por
el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra
y pura la fidelidad prometida al Esposo" (LG 64). 149
RESUMEN
508 De la descendencia de Eva, Dios eligió a la Virgen María para
ser la Madre de su Hijo. Ella, "llena de gracia", es "el fruto excelente de
la redención" (SC 103); desde el primer instante de su concepción, fue
totalmente preservada de la mancha del pecado original y permaneció
pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
509 María es verdaderamente "Madre de Dios" porque es la madre
del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios mismo.
510 María "fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el
embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen
siempre" (S. Agustín, serm. 186, 1): ella, con todo su ser, es "la esclava
del Señor" (Lc 1, 38).
511 La Virgen María "colaboró por su fe y obediencia libres a la
salvación de los hombres" (LG 56). Ella pronunció su "fiat" "loco totius
humanae naturae" ("ocupando el lugar de toda la naturaleza humana")
(Santo Tomás, s. th. 3, 30, 1 ): Por su obediencia, ella se convirtió en la
nueva Eva, madre de los vivientes.