CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

 

CATECISMO 03 CEC 142-184 
FE/OBEDIENCIA


CAPÍTULO TERCERO

LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS


142 Por su revelación, "Dios invisible habla a los hombres como 
amigo, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la 
comunicación consigo y recibirlos en su compañía" (DV 2). 1102 La 
respuesta adecuada a esta invitación es la fe.

143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su 
voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios 
que revela (cf DV 5). La Sagrada Escritura llama "obediencia de la fe" 
2087 a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf Rom 1, 5; 16, 
26).


Artículo 1 CREO
1814:1816

I LA OBEDIENCIA DE LA FE 

144 Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la 
palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la 
Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos 
propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más 
perfecta de la misma. 

Abraham, "el padre de todos los creyentes"

145 ABRAHAN/FE: La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe 
de los antepasados insiste particularmente en la fe de Abraham: "Por la 
fe, 59, 2570 Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir 
en herencia, y salió sin saber a dónde iba" (Hb 11, 8; cf Gn 12, 1-4). 
Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida (cf 
Gn 23, 4). Por la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la promesa. 
489 Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio 
(cf Hb 11, 17).

146 Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta 1819 
a los Hebreos: "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las 
realidades que no se ven" (Hb 11, 1). "Creyó Abraham en Dios y le fue 
reputado como justicia" (Rm 4, 3; cf Gn 15, 6). Gracias a esta "fe 
poderosa" (Rm 4, 20), Abraham vino a ser "el padre de todos los 
creyentes"(Rm 4, 11.18; cf Gn 15, 15).

147 El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. 
La carta a los Hebreos proclama el elogio de la fe ejemplar de los 
antiguos, por la cual "fueron alabados" (Hb 11, 2.39). Sin embargo, 839 
"Dios tenía ya dispuesto algo mejor": la gracia de creer en su Hijo 
Jesús, "el que inicia y consuma la fe" (Hb 11, 40; 12, 2).

María: "Dichosa la que ha creído"

148 494, 2617 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la 
obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que 
le traía el ángel Gabriel, creyendo que "nada es imposible para Dios" 
(Lc 1, 37; cf Gn 18, 14) y dando su asentimiento: "He aquí la esclava 
del Señor; hágase en mí según tu palabra" 506 (Lc 1, 38). Isabel la 
saludó: "¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le 
fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). Por esta fe todas las 
generaciones la proclamarán bienaventurada (cf Lc 1, 48).

149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf Lc 2, 35), 969 
cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó 
de creer en el "cumplimiento" de la palabra de Dios. Por todo ello, la 
Iglesia venera en María la realización más pura de la 507 829 fe.


II "YO SÉ EN QUIÉN TENGO PUESTA MI FE" (/2Tm/01/12

Creer sólo en Dios

150 La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; 
es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la 
verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y 
asentimiento a la verdad que él ha revelado, la fe cristiana 222 difiere 
de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente 
a Dios y creer absolutamente lo que él dice. Sería vano y errado poner 
una fe semejante en una criatura (cf Jr 17, 5-6; Sal 40, 5; 146, 3-4). 

Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios

151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en 
Aquel que él ha enviado, "su Hijo amado", en quien ha puesto toda su 
complacencia (Mc 1, 11). Dios nos ha dicho que le escuchemos (cf Mc 
9, 7). El Señor mismo dice a sus discípulos: "Creed en Dios, creed 
también en mí" (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo 424 porque es 
Dios, el Verbo hecho carne: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo 
único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn 1, 18). 
Porque "ha visto al Padre" (Jn 6, 46), él es único en conocerlo y en 
poderlo revelar (cf Mt 11, 27). 

Creer en el Espíritu Santo

152 No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu 
243, 683. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es 
Jesús. Porque "nadie puede decir: 'Jesús es Señor' sino bajo la acción 
del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3). "El Espíritu todo lo sondea, hasta las 
profundidades de Dios... Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el 
Espíritu de Dios" (1 Co 2, 10-11). Sólo Dios conoce a Dios 
enteramente. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios.

La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, 232 Padre, 
Hijo y Espíritu Santo.

III LAS CARACTERÍSTICAS DE LA FE

La fe es una gracia

153 Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de 
Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido 552 "de 
la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos" (Mt 
16, 17; cf Ga 1, 15; Mt 11, 25). La fe es un don de Dios, una virtud 
sobrenatural infundida por El. "Para dar esta respuesta de la fe es 
necesaria la 1814 1996 2606 gracia de Dios, que se adelanta y nos 
ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el 
corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede 'a todos 
gusto en aceptar y creer la verdad"' (DV 5). 

La fe es un acto humano

154 Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del 
Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto 
auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la 
inteligencia 1749 del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse 
a las verdades por El reveladas. Ya en las relaciones humanas no es 
contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos 
2126 dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar 
confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y 
una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es 
todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar por la fe la 
sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios 
que revela" (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima 
con El. 

155 2008 En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan 
con la gracia divina: "Creer es un acto del entendimiento que asiente a 
la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la 
gracia" (S. Tomás de A., s. th. 2-2, 2, 9; cf Cc. Vaticano I: DS 3010). 

La fe y la inteligencia

156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades 
reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de 1063 
nuestra razón natural. Creemos "a causa de la autoridad de Dios 2465 
mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos". "Sin 
embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la 
razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo 
vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación" 548 
(ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf Mc 16, 20; 
Hch 2, 4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia 812, 
su fecundidad y su estabilidad "son signos ciertos de la revelación, 
adaptados a la inteligencia de todos", "motivos de credibilidad que 
muestran que el asentimiento de la fe no es en modo alguno un 
movimiento ciego del espíritu" (Cc. Vaticano I: DS 3008 3010).

157 La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, 
porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. 
Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la 
razón y a la experiencia humanas, pero "la certeza que da la luz divina 
es mayor que la que da la luz de la razón natural" (S. Tomás de A., s. 
th. 2-2, 171, 5, obj. 3). "Diez mil dificultades no hacen 2088 una sola 
duda" (J. H. Newman, apol.).

158 "La fe trata de comprender" (S. Anselmo, prosl. proem.): 2705 
es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en 
quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; 
un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe 1827 mayor, 
cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre "los ojos del 
corazón" (Ef 1, 18) para una inteligencia viva de los contenidos de la 
Revelación, es decir, del conjunto del designio de 90 Dios y de los 
misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del 
Misterio revelado. Ahora bien, "para que la inteligencia de la 
Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona 
constantemente la fe por medio de sus dones" 2518 (DV 5). Así, según 
el adagio de S. Agustín (serm. 43, 7, 9), "creo para comprender y 
comprendo para creer mejor".

159 FE/CIENCIA: Fe y ciencia. "A pesar de que la fe esté por 
encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto 
que el 283 mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha 
hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no 
podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo 
verdadero" (Cc. Vaticano I: DS 3017). "Por eso, la investigación 
metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente 
científico 2293 y según las normas morales, nunca estará realmente en 
oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de 
fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu 
humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las 
cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, 
sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son" (GS 36, 2). 

La libertad de la fe

160 "El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a 1738 
Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. 
2106 En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza" 
(DH 10; cf CIC, can. 748, 2). "Ciertamente, Dios llama a los hombres a 
servirle en espíritu y en verdad. Por ello, quedan vinculados por su 
conciencia, pero no coaccionados... Esto se hizo patente, sobre todo, 
en Cristo Jesús" (DH 11). En efecto, Cristo invitó a la fe y a la 
conversión, El no forzó jamás a nadie. "Dio testimonio de la verdad, 
pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues 
su reino... crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae 
a los hombres hacia El" (DH 11). 616

La necesidad de la fe

161 432 Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para 
salvarnos es necesario para obtener esa salvación (cf Mc 16, 16; Jn 3, 
36; 6, 40 e.a.) 1257. "Puesto que 'sin la fe... es imposible agradar a 
Dios' (Hb 11, 6) y llegar a participar en la condición de sus hijos, nadie 
es justificado sin ella y nadie, a no ser que 'haya perseverado en ella 
hasta el fin' (Mt 10, 22; 24. 13), obtendrá la vida eterna" 846 (Cc. 
Vaticano I: DS 3012; cf Cc. de Trento: DS 1532).

La perseverancia en la fe

162 La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don 
inestimable podemos perderlo; S. Pablo advierte de ello a 2089 
Timoteo: "Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencIa 
recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe" 1037, 
2016; (1 Tm 1, 18-l9). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la 
fe 2573, 2849 debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos 
pedir al Señor que la aumente (cf Mc 9, 24; Lc 17, 5; 22, 32); debe 
"actuar por la caridad" (Ga 5, 6; cf St 2, 14-26), ser sostenida por la 
esperanza (cf Rm 15, 13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

La fe, comienzo de la vida eterna

163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión 
beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos 1088 a 
Dios "cara a cara" (1 Co 13, 12), "tal cual es" (1 Jn 3, 2). La fe es, 
pues, ya el comienzo de la vida eterna:
Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo 
en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que 
nuestra fe nos asegura que gozaremos un día (S. Basilio, Spir. 15,36; cf S. 
Tomás de A., s. th. 2-2,4,1).

164 Ahora, sin embargo, "caminamos en la fe y no en la visión" (2 
Co 5, 7), y conocemos a Dios "como en un espejo, de una manera 
confusa,... imperfecta" (1 Co 13, 12). Luminosa por aquel en quien 
cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe 2846 puede 
ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con 309 
frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias 1502 
1006 del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen 
contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser 
para ella una tentación.

165 Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la 
fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda esperanza" (Rm 4, 
18); la Virgen María que, en "la peregrinación de la fe" 2719 (LG 58), 
llegó hasta la "noche de la fe" (Juan Pablo II, RM 18) participando en el 
sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros 
testigos de la fe: "También nosotros, teniendo en torno nuestro tan 
gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos 
asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos 
los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb 12, l -2).


Articulo 2 CREEMOS

166 FE/C: La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a 
la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. 875 
Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado 
la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente 
ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús 
y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada 
creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo 
no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo 
contribuyo a sostener la fe de los otros. 

167 "Creo" (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia 1124 
profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su 
bautismo. "Creemos" (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original 
griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en 
Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los 
creyentes. "Creo", es también la Iglesia, nuestra Madre, 2040 que 
responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: "creo", 
"creemos".

I "MIRA, SEÑOR, LA FE DE TU IGLESIA"

168 La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y 
sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al 
Señor ("Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia", cantamos 
en el Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a 
confesar también: "creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos 
la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. 1253 En el Ritual 
Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué 
pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la 
fe?" "La vida eterna". 

169 La salvación viene sólo de Dios; pero puesto que recibimos la 
vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en 
la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la 
Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra 750 salvación" (Fausto de 
Riez, Spir. 1, 2). Porque es nuestra madre, es 2030 también la 
educadora de nuestra fe. 

II EL LENGUAJE DE LA FE

170 No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que éstas 
expresan y que la fe nos permite "tocar". "El acto (de fe) del creyente 
no se detiene en el enunciado, sino en la realidad (enunciada)" (S. 
Tomás de A., s. th. 2-2,1, 2, ad 2). Sin embargo, nos acercamos a 
estas realidades con la ayuda de las formulaciones de 186 la fe. Estas 
permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla en comunidad, asimilarla 
y vivir de ella cada vez más.

171 La Iglesia, que es "columna y fundamento de la verdad" 78, 857, 
84 (1 Tm 3, 15), guarda fielmente "la fe transmitida a los santos de una 
vez para siempre" (Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las 
palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la 
confesión de fe de los apóstoles. Como una madre que enseña a sus 
hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, 185 la Iglesia, 
nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la 
inteligencia y la vida de la fe.


III UNA SOLA FE

172 Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y 
naciones 813, la Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un 
solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada en la 
convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y 
Padre (cf Ef 4, 4-6). S. Ireneo de Lyón, testigo de esta fe, declara:

173 830 "La Iglesia, en efecto, aunque dispersada por el mundo 
entero hasta los confines de la tierra, habiendo recibido de los 
apóstoles y de sus discípulos la fe... guarda (esta predicación y esta 
fe) con cuidado, como no habitando más que una sola casa, cree en 
ella de una manera idéntica, como no teniendo más que una sola alma 
y un solo corazón, las predica, las enseña y las transmite con una voz 
unánime, como no poseyendo más que una sola boca" (haer. 1, 10, 
1-2).

174 78 "Porque, si las lenguas difieren a través del mundo, el 
contenido de la Tradición es uno e idéntico. Y ni las Iglesias 
establecidas en Germania tienen otra fe u otra Tradición, ni las que 
están entre los iberos, ni las que están entre los celtas, ni las de 
Oriente, de Egipto, de Libia, ni las que están establecidas en el centro 
del mundo..." (ibíd.). "El mensaje de la Iglesia es, pues, verídico y 
sólido, ya que en ella aparece un solo camino de salvación a través del 
mundo entero" (ibíd., 5, 20, 1). 

175 "Esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con 
cuidado, porque sin cesar, bajo la acción del Espíritu de Dios, como un 
contenido de gran valor encerrado en un vaso excelente, rejuvenece y 
hace rejuvenecer el vaso mismo que la contiene" (ibíd., 3, 24, 1). 

RESUMEN

176 La fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios que 
se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad 
a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y 
sus palabras.

177 "Creer" entraña, pues, una doble referencia: a la persona y a la 
verdad; a la verdad por confianza en la persona que la atestigua.

178 No debemos creer en ningún otro que no sea Dios, Padre, Hijo, 
y Espíritu Santo.

179 La fe es un don sobrenatural de Dios. Para creer, el hombre 
necesita los auxilios interiores del Espíritu Santo.

180 "Creer" es un acto humano, consciente y libre, que corresponde 
a la dignidad de la persona humana. 

181 "Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, 
engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la madre de 
todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a 
la Iglesia por madre" (S. Cipriano, unit. eccl.: PL 4, 503A). 

182 "Creemos todas aquellas cosas que se contienen en la Palabra 
de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia... para ser 
creídas como divinamente reveladas" (Pablo VI, SPF 20).

183 La fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: 
"El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" 
(Mc 16, 16).

184 "La fe es un gusto anticipado del conocimiento que nos hará 
bienaventurados en la vida futura" (S. Tomás de A., comp. 1, 2).

EL CREDO 

Símbolo de los Apóstoles  

Credo de Nicea-Constantinopla 

Creo en Dios, 
Padre Todopoderoso, 
Creador del cielo y de la tierra. 

Creo en un solo Dios, 
Padre Todopoderoso, 
Creador del cielo y de la tierra, 
de todo lo visible y lo invisible. 

Creo en Jesucristo, 
su único Hijo,
Nuestro Señor,

 

 

 

Creo en un solo Señor, Jesucristo, 
Hijo único de Dios, 
nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de 
Dios, Luz de Luz, 
Dios verdadero de Dios verdadero, 
engendrado, no creado, 
de la misma naturaleza del Padre, 
por quien todo fue hecho; 
que por nosotros, los hombres, 
y por nuestra salvación bajó del cielo,

que fue concebido 
por obra y
gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen

y por obra del Espíritu Santo 
se  encarnó de María, la Virgen, 
y se  hizo hombre; 

padeció bajo el poder 
de Poncio Pilato, 
fue crucificado,  
muerto y sepultado,

y por nuestra causa fue crucificado 
en tiempos de Poncio Pilato; 
padeció 
y fue sepultado, 

descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, 

y resucitó al tercer día, 
según las Escrituras, 

subió a los cielos y está sentado 
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. 

y subió al cielo, 
y está sentado a la derecha del Padre;

Desde allí ha de venir 
a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, 

 

 

y de nuevo vendrá con gloria para 
juzgar a vivos y muertos. 
y su reino no tendrá fin. 
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida, 
que procede del Padre y del Hijo, 
que con el Padre y el Hijo recibe 
una misma adoración y gloria, 
y que habló por los profetas. 

la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. 

Amén

Creo en la Iglesia, que es una, 
santa, católica y apostólica. 
Confieso que hay un solo Bautismo 
para el perdón de los pecados. 
Espero la resurrección de los muertos 
y la vida del mundo futuro. 

Amén.