CONSTRUIR LA COMUNIDAD


A. PRIMERA PARTE:
UNA GRAN ESPERANZA

1. Una reunión entre otras muchas 
Pedro N. ha sido invitado por un amigo a una reunión cristiana. 
Por el camino le pregunta a qué parroquia se dirigen. Su amigo le 
responde que van a celebrar el encuentro en una casa particular. 
Al llegar se encuentra con una docena de personas que le reciben 
con simpatía.
Al comienzo de la reunión se entera de que los componentes del 
grupo van a hacer hoy un repaso personal del último mes. El se 
asusta un poco, se siente obligado a excusarse y les propone que 
podría retirarse a otra habitación. Los nuevos compañeros le 
invitan a quedarse con toda confianza. 
En la habitación contigua hay ruidos y risas de niños, que le 
indican a Pedro que es la vivienda de una familia. Pronto aparece 
el padre de la familia, que tras saludar al invitado,? dice: «Los he 
dejado bastante tranquilos. A ver chanto resisten». 
Pedro puede quedarse sin temor, porque a él no le van a pedir 
que repase su vida. Lo que más le llama la atención es la 
confianza con que van exponiendo uno a uno sus aciertos y fallos, 
el cariño -no exento de exigencia­ con que se corrigen mutuamente 
unos a otros y la franqueza que impera en toda la reunión. 
Hay en el grupo jóvenes y mayores, hombres y mujeres, y todos 
cuentan, con la naturalidad de una familia, los fallos y aciertos que 
han tenido, las amistades que han hecho en el vecindario, los 
servicios prestados y recibidos; es decir, lo bueno y lo malo de sus 
vidas y de su compromiso. 
Una persona modera las intervenciones con suavidad -tampoco 
hacía falta más energía­, y de vez en cuando propone orar 
brevemente por la persona de turno. Pedro pensó que sería e 
cura. 
Está admirado y un poco «mosqueado» de todo lo que oye y ve. 
El es un buen cristiano, que acude a la iglesia, da algunas 
limosnas, trata de hacer el bien y hasta ha pensado en tomar eso 
que suele llamarse vulgarmente un compromiso, una actividad de 
servicio. Pero aquello no lo había imaginado nunca. ¿Era un nuevo 
modo de ser cristiano? Sin embargo, no había nada distinto del 
evangelio.
Cuando acabaron el repaso, le comunicaron que iban a celebrar 
allí mismo la eucaristía. Una persona la explicó­para suavizar el 
choque que ellos hablan tomado esa costumbre de los primeros 
cristianos. No sé si recuerdas le dijeron lo que nos cuenta el Nuevo 
Testamento: que los cristianos de Jerusalén «partían el pan por las 
casas» (Hech. 2,461; esa expresión se refiere a la eucaristía. 
Durante la celebración, nuestro invitado advirtió que el sacerdote 
no era el mismo que había dirigido anteriormente la reunión. No 
hubo predicación, sino que, tras la lectura del evangelio, oraron 
cierto rato en silencio y luego se comunicaron entre sí lo que 
sentían. Hablaban de escuchar a Dios y Pedro se sintió obligado a 
preguntar qué significaba aquello. Uno de los asistentes le dijo: 
«Cuando leemos la Biblia, decimos: Palabra de Dios. Eso significa 
que Dios nos habla. Por lo tanto, tendremos que escucharle». 
A lo largo de la celebración, no se le escapó que la sencillez y 
naturalidad iba pareja con un gran respeto, que se notó 
especialmente ante la Palabra de Dios y las especies 
consagradas. Por otro lado, aquellas mujeres y hombres, además 
de comunicar lo que sentían, oraban en voz alta, lo cual no dejaba 
de extrañarle y estimularle al mismo tiempo. 
Era un poco tarde cuando, tras haber cenado con aquel grupo de 
personas, llegaba Pedro a su casa, con la cabeza llena de 
resonancias y preguntas. Durante varios días mantuvo viva la 
impresión de aquel inesperado encuentro. 

2. Un trabajo que merece la pena 
Por todas partes han surgido pequeñas comunidades cristianas 
en los últimos años. Estas comunidades son actualmente más que 
una esperanza para el evangelio y la Iglesia: son una hermosa 
realidad, que sensatamente podemos considerar alentada por el 
dinamismo renovador del Espíritu de Jesús. 
Hubo un tiempo en que estos grupos suscitaron profundos 
recelos. Cierta parte de la jerarquía y muchos cristianos 
inmovilistas los apodaron con el nombre de iglesia paralela, con 
tanta insistencia, que acabaron por hacer creer que tales 
comunidades eran poco menos que el enemigo numero uno de la 
Iglesia. 
El paso del tiempo ha ido mostrando que los pequeños grupos 
eclesiales son una bendición de Dios, incluso como vía para 
desarrollar en los creyentes la vivencia eclesial. De ahí que la 
construcción de la pequeña comunidad aparezca más y más a los 
ojos de la Iglesia como una tarea que vale la pena, por la fuerte 
influencia de tales grupos en los aspectos fundamentales de la 
vida cristiana, como son la experiencia religiosa, el compromiso 
social y el sentido comunitario. 

3. Pequeñas comunidades y adultez del laicado 
Pedro N. no necesitó muchas explicaciones para captar que aquel 
grupo de hombres y mujeres no eran simples asistentes pasivos a 
las celebraciones, ni meros cumplidores de órdenes recibidas de 
otros. Tampoco hizo falta decirle que allá los laicos habían 
recuperado la voz y la personalidad que se les ha hurtado durante 
tantísimo tiempo. No hubo necesidad de insistirle en que el 
clericalismo ­más presente a veces en los laicos que en los mismos 
sacerdotes- es una excrecencia del carisma de comunión y de 
animación, que deforma incluso ese mismo carisma. 
Durante muchos siglos los laicos han sido cristianos de segundo 
orden, dependientes del clero o de los religiosos. Y a menudo 
éstos se peleaban entre si por llevarse más laicos que los otros. 
Aún hoy en día se habla de agrupaciones laicales adheridas a las 
órdenes religiosas o dependientes del clero.
En la pequeña comunidad, el cristiano de a pie toma conciencia, 
prácticamente, de que también él es y hace Iglesia, porque el 
bautismo le hace tan cristiano como cualquier miembro del clero o 
de la jerarquía, por altos que éstos sean. 
En la pequeña comunidad, el cristiano corriente experimenta lo 
que afirma el evangelio y el concilio Vaticano II: que los cristianos 
somos todos hermanos e iguales en lo fundamental, miembros de 
pleno derecho. (Mt 23, 8-12; LG 32b). 
En la pequeña comunidad, el cristiano supera el anonimato de la 
gran masa, se siente persona y no sólo un grano del montón, y 
empieza a comprender que es piedra viva del edificio de Jesús (1P, 
2,4-5). 
En la pequeña comunidad, el cristiano deja de sentirse rebaño, 
conducido silenciosamente por los pastores, y entiende que todos 
somos responsables de la Iglesia, cada uno con su propio carisma, 
como enseña el concilio Vaticano II (LG, 32c). 
En la pequeña comunidad, empieza a entender el cristiano que la 
iglesia se extiende más allá de los muros eclesiales, y que el 
compromiso social es también una forma relevante de hacer 
Iglesia. 
En fin, las pequeñas comunidades han dado a los cristianos de a 
pie un sentimiento de adultez que no les daban las organizaciones 
llamadas católicas, porque en ellas descubren que no necesitan un 
nuevo envío quienes han recibido el envío misionero del mismo 
Jesús, como les ocurre a todos los cristianos (AA 3a); lo cual no 
obsta para que muchos seglares acepten la invitación a la 
cooperación directa con la jerarquía (AA 20). 

4. Pasos hacia la madurez 
Pero no seamos idealistas. Nada humano es perfecto. Las 
comunidades pequeñas son más que una promesa para la Iglesia, 
pero necesitan un esfuerzo permanente de construcción. El 
descuido de esta tarea se paga siempre caro. 
Es posible que en los primeros meses las nuevas comunidades 
sientan tanta ilusión, que se encierren en un enconchamiento 
parecido al de aquellos que acaban de encontrar un nuevo amor. 
Son los momentos idílicos en los que se ve el grupo pequeño como 
una realidad poco menos que perfecta, frente a los fallos del resto 
de los cristianos, que aparecen abultados.
Este idilio inicial recibirá, como en el caso de la pareja incipiente, 
una fuerte réplica en el interior mismo de la comunidad, con sus 
propios defectos y crisis. 
Si la comunidad afronta valiente y moderadamente esos sucesivos 
desencantos' irá recorriendo, poco a poco, los pasos necesarios 
para llegar a ser una comunidad adulta. 
Entre esos pasos se pueden citar, sin orden riguroso, los seis 
siguientes. 

- La fe como lazo de unión: el sentimiento vivo de que la unión de 
la comunidad nace y crece de Jesús y con Jesús, y no de la 
amistad. 
- La experiencia de Dios como necesidad vital: el deseo grupal y 
personal de un encuentro creciente con Jesús por la oración, las 
celebraciones, la Palabra de Dios, el amor y la justicia.
- El compromiso en la sociedad civil como consecuencia de la fe en 
Jesús, que nos conduce, más allá de la Iglesia, a la construcción 
del Reino de Dios, el compromiso con los pobres y la justicia. 
- La apertura a la Iglesia como familia total de Jesús, de la que la 
pequeña comunidad y sus miembros son parte. 
- La llamada apremiante a extender la fe, como algo muy querido 
por el Señor, que por la fe y la justicia dio su vida.
- La necesidad de mayor conversión personal, en parte como 
efecto de los pasos anteriores. Al encontrarse más realmente con 
Jesús, al querer darse a los demás, el cristianismo experimenta la 
distancia existente entre sus ideales y su propia vida y siente la 
llamada interior a la conversión. 

5. Orientación de esta catequesis 
La construcción de la comunidad lleva consigo los pasos 
señalados en el número anterior y otros varios. Es preciso atender 
sucesivamente a todos ellos. El centro es siempre Jesús, por lo 
cual, una teología básica sobre él, los evangelios, la oración, el 
cambio personal, son puntos prioritarios de toda pequeña 
comunidad. 
Pero también tienen gran importancia las relaciones mutuas, que 
no se reducen a una cuestión de buen entendimiento, sino que 
exigen además una gran transformación personal. La auténtica 
comunidad es otra galaxia, un lugar donde las relaciones, además 
de amorosas ­que no es poco­ han de ser directas. Por lo cual, la 
vida comunitaria no es sólo placentera, sino también chocante, en 
el sentido más elemental de esta palabra. Su forma de relación 
choca con la que se tiene ordinariamente en la vida, a menudo en 
la misma Iglesia; es un choque para las mismas personas de la 
comunidad. Cuando un grupo alcanza relaciones evangélicas, se 
hace sal y luz y además profecía: anuncio y laboratorio de aquella 
sociedad nueva, que Jesús llama Reino de Dios. 
Esta catequesis está orientada a impulsar esas relaciones 
amorosas, directas y verdaderas, que crean un ámbito nuevo, 
capaz de influir en las personas hacia el interior y el exterior. Lo 
cual quiere decir que deja de lado otros puntos que, como hemos 
indicado, son también necesarios para la construcción de la 
comunidad. 
Una observación. Cuando aquí se habla de pequeñas 
comunidades, no se está pensando en la convivencia en un mismo 
piso o vivienda, aunque estas ideas puedan aplicarse también a 
ese caso. Esa idea de comunidad implica una visión restringida, y 
a veces poco laical, de comunidad cristiana. Este tema está 
pensado para grupos de personas que viven como los demás 
ciudadanos en sus propias casas, y se juntan periódicamente para 
expresar y desarrollar su vivencia comunitaria, que es algo 
permanente. Pues comunidad lo son siempre, cuando están juntos 
y cuando están separados, y están comprometidos entre sí en 
todo momento, como los miembros de una familia. 

6. Entre el ideal y la dura realidad 
Después de hacer cierto recorrido, la pequeña comunidad 
descubre sin traumas que también ella es un edificio en 
permanente construcción y que necesita día a día la reforma que 
sugiere el Concilio Vaticano II para toda la Iglesia (LG 8d). 
Ni idilio ni desencanto. A la vez que miramos de frente las 
deficiencias, percibimos que la comunidad ha crecido; que es 
mucho mejor que cuando la creíamos casi perfecta. Ahora más 
que nunca, desde un mejor conocimiento propio y ajeno, 
experimentamos la gracia de la pequeña comunidad, que es un 
instrumento de Dios para nosotros y para otros muchos. 
La comunidad de base es una gracia de Dios mayor de lo que 
pensábamos al principio. Pero se halla enfrentada a la dura 
realidad de sus propios componentes -necesitados ellos mismos 
de cambio y conversión- y de un mundo hostil, montado sobre 
valores bien distintos de los del evangelio. 
Con estas experiencias, la construcción interna de la comunidad 
se convierte en una tarea permanente, como condición de 
felicidad, de crecimiento personal y de mayor 


B. SEGUNDA PARTE:
EL CHOQUE CON LA REALIDAD

7. El choque con el mundo 
La comunidad cristiana choca en primer lugar con la dura realidad 
del mundo. La sociedad está montada sobre el individualismo, la 
competencia desleal, el triunfo personal por encima de lo que sea, 
la dominación y la explotación. La comunidad está construida 
sobre la reciprocidad, la ayuda mutua, el servicio, la igualdad y el 
respeto a la dignidad del otro. No puede haber oposición más 
frontal. 
La historia de Caín y Abel, que nos contaban de niños como una 
historia dramática y curiosa, es un relato simbólico, que refleja esa 
terrible realidad social: unos seres humanos que dominan, 
explotan y hasta matan a otros por medio del poder. Frente a esta 
situación, Jesús aparece como el anti-Caín, que se alista con los 
explotados y los perdedores, para proclamar la igualdad y la 
fraternidad entre todos. 
La comunidad que sigue sus pasos, choca como El con los 
intereses y los poderes dominantes. Pero se convierte al mismo 
tiempo en una denuncia profética y un anuncio: denuncia contra la 
injusticia y anuncio de una sociedad nueva, donde vencerá el 
amor. Por eso, en muchos casos la comunidad cristiana resulta 
insoportable, incluso para los cristianos convencionales, que 
entienden la religión como un seguro de vida y una defensa del 
sistema vigente. 
Si el mundo os aborrece, sabed que me aborrecieron a mí antes 
que a vosotros. Incluso llegará el día en que quien os quite la vida 
pensará que así da culto a Dios. Os digo todo esto para que no os 
hundáis, y para que tengáis paz conmigo. Vais a encontrar 
oposición en el mundo, pero tened confianza: Yo he vencido al 
mundo (Jn 15, 18; 16,2; 16,1; 16,33). 
Por el mero hecho de existir, la comunidad auténtica es un signo 
profético en medio del mundo. 

8. El choque con mi propio yo 
La comunidad cristiana va también contra corriente dentro de 
nosotros mismos. Aunque haya explotadores y explotados, ningún 
ser humano es absolutamente malo mientras esté en este mundo, 
y ninguno es absolutamente bueno. Todos tenemos algo de Abel y 
algo de Caín. 
Las semillas del mal están dentro de mi mismo. En mi propio 
corazón se esconden las fuerzas del anti-yo y del anti-prójimo, que 
se oponen a los principios evangélicos de la comunidad. Llevamos 
con nosotros el egoísmo, la soberbia, el ansia de estar por encima 
de los demás, y con ello los recelos, la desconfianza y hasta el 
rechazo del prójimo. La lucha se entabla también en cada uno de 
nuestros corazones. 
Este es el drama de muchas personas. Desean sinceramente 
formar comunidad. y creen que con eso basta. No acaban de ver 
los obstáculos que existen en su propio corazón. Y, cuando la 
comunidad no funciona bien, se dedican a culpar a los 
compañeros, al método o a las estructuras. 
Para formar comunidad, hace falta conversión. Es preciso afrontar 
sinceramente los propios pecados y fallos, y luchar enérgicamente 
contra ellos. Debemos ser idealistas en los objetivos, pero no 
taparnos los ojos sobre nuestra propia realidad. Necesitamos 
poner medios enérgicos para cambiar. Jesús desea y puede curar 
tu ceguera, tu sordera, tu parálisis, para que seas capaz de formar 
comunidad. Dame, Señor, un corazón nuevo.


C. TERCER PARTE:
Comunicación

9. La ventana-de-Iohari 
COMUNICACION/C: La construcción de la comunidad empieza 
por la comunicación. Cuanta más comunicación' más comunidad. Y 
con ello, mayor transformación y mayor compromiso. Comunidad, 
conversión, compromiso son tres fuerzas que se empujan 
mutuamente hacia adelante. 
Dicen que nuestro interior tiene cuatro compartimentos, como una 
ventana de cuatro hojas. 
#C:\GRAFICOS\REU-10-1.PCX 

* La primera ventana se llama el yo abierto: es aquella parte de mi 
persona que conozco yo y conocen también los demás; está 
abierta a todos.
* La segunda se llama el yo íntimo: es lo que conozco yo y no lo 
conocen los demás. 
* La tercera es el yo ciego: es la que yo no conozco y los demás la 
conocen. Es una parte de mi personalidad que los demás están 
viendo, y quizás la comentan, pero resulta que yo estoy ciego para 
verla. 
* La cuarta se llama el yo desconocido: es la parte de mi 
personalidad que no conozco yo y tampoco los demás. 

Con esas cuatro ventanas puedes hacer ahora varias 
combinaciones como las siguientes: 

#C:\GRAFICOS\REU-10-2.PCX 

En el gráfico B, el yo desconocido es enorme y el yo abierto muy 
pequeño. Es una situación difícil, porque la mayor parte de la 
personalidad es desconocida para uno mismo. El interesado no 
sabe cómo va a reaccionar en cada caso; no puede controlar sus 
energías ni conducir su propia vida. 

En el gráfico C, sigue siendo muy pequeño el yo abierto y muy 
grandes las dos hojas de abajo. La persona se conoce muy poco a 
sí misma; y además, una gran parte de lo que ella no conoce, la 
conocen los demás, con lo cual queda expuesta al ridículo, niega 
cosas que todos están viendo, y crea muchas tensiones. 

El gráfico D tiene un yo íntimo enormemente grande. Es un 
problema serio, porque tal persona vive preocupada por ocultar 
sus intimidades, y lleva ella sola una carga demasiado grande. 
Puede cerrarse, sufrir mucho, avanzar menos.... 

¿Cuál es el ideal? El gráfico E. 
Crece mucho el yo abierto. 
Disminuye el yo Intimo a lo imprescindible, a lo que es 
verdaderamente íntimo.
El yo ciego desaparece del todo, o casi del todo. 
El yo desconocido disminuye todo lo posible y sigue disminuyendo 
durante toda la vida, como indica el semicírculo de puntitos. 

#C:\GRAFICOS\REU-10-3.PCX 

El Gráfico E no se consigue de una vez por todas. Exige un 
proceso lento de crecimiento en comunicación. Se trata, pues, de 
un ideal al que hemos de tender con esfuerzo. Pero también 
debemos ayudarnos mutuamente en la comunidad. Porque se da 
por supuesto que la dimensión del yo abierto y el yo íntimo varían 
según el grado de confianza de cada ambiente. En la comunidad y 
en las amistades íntimas es donde se consigue mayor apertura y 
comunicación.
El crecimiento en comunicación produce grandes beneficios. Nos 
quitamos de encima miedos y pesos. Nos liberamos muchísimo. 
Gozamos infinitamente más y recibimos mayor ayuda. 
Solucionamos mejor nuestros problemas y crisis. Somos más 
cercanos, comprensivos y abiertos, y formamos una comunidad 
mucho mejor. 

CONCLUSIÓN: la comunicación es muy importante, tanto para el 
crecimiento personal como para la formación de la personalidad. 

10. Jesús fue muy comunicativo 
Una de las cosas que hizo Jesús con sus primeros compañeros 
fue comunicarse mucho.No sólo fue una persona comprometida, 
sino también muy comunicativa. El evangelio es la comunicación de 
la intimidad de Jesús. Debajo de la base histórica y del género 
literario, nos comunica la verdad profunda o significado de fe de la 
vida y persona de Jesús. 
Lo mismo que les dijo a aquellos primeros compañeros, te dice a ti 
ahora: Te estoy comunicando todo lo que he recibido del Padre, 
toda la intimidad que vito con El. (Jn 15,15). De esta comunicación 
sale en nosotros la mujer nueva, el hombre nuevo, y la comunidad 
cristiana. 
11. Hablar de la propia vida 
La comunicación más personal consiste en hablar de la propia 
vida. Tenemos inclinación a hablar de lo exterior, porque es mucho 
más fácil. Para contar algo personal hemos de vencer la 
desconfianza y el temor. Pero vale la pena, porque por ahí 
empieza la comunicación profunda.
Puntos importantes de comunicación son la familia, el trabajo y los 
amigos; un poco más adentro, las relaciones, los problemas, los 
éxitos, los deseos, las frustraciones, las necesidades; más adentro 
todavía la vida de fe, el encuentro con Dios, lo que El me dice en la 
oración, mis faltas, mis fidelidades, mis pasos hacia el 
compromiso... 
Es necesario comunicar las cuestiones realmente importantes de 
la vida, y no sólo las exteriores o las periféricas. Hablar solamente 
de estas últimas es una bonita manera de eludir la comunicación. 


12. Verdad y sinceridad 
Se diría que en una comunidad no hace falta insistir en estas 
cuestiones. Pero debemos hacerlo, porque la verdad y la 
sinceridad no siempre son fáciles y solo se consiguen con la gracia 
de Dios y mucho esfuerzo personal. 
Por supuesto, todos estamos convencidos de que la verdad es 
absolutamente necesaria para que haya comunicación, y que sin 
ella lo que se hace es un fraude a los compañeros y a Jesús. 
La forma más grave de faltar a la verdad es la mentira, que 
destruye por completo el seguimiento de Jesús y la comunidad. 
Pero hay otras formas de quebrantarlas, como contar la mitad del 
problema, callar lo más importante, poner el acento en lo 
secundario, ocultar lo que no queremos cambiar, etc. También 
estas formas de faltar a la verdad atentan contra el evangelio y 
contra la comunidad. 
Para decir la verdad, debemos vencer el miedo y la vergüenza. A 
veces se nos forma un nudo en la garganta y pensamos: ¿Qué 
van a decir si cuento esto y esto? Piensa que no van a decir nada 
malo, porque quedarán edificados con tu sinceridad. Te aceptarán 
mucho más, les estimularás a la sinceridad, y, como fruto de todo 
ello, os ayudaréis mucho más unos a otros. La verdad construye 
comunidad. 
Se ha de decir la verdad, no sólo acerca de lo malo, sino también 
en lo bueno. Comunicar lo bueno es tan importante como confesar 
lo menos bueno o lo malo, porque es un testimonio de lo que Jesús 
hace en nuestra vida, estimula a los compañeros e invita a la 
alabanza a Dios. Que vean vuestras buenas obras y alaben al 
Padre. (Mt 5, 16). 

13. El arte de escuchar 
Algunas personas piensan que han tenido mucha comunicación 
cuando han hablado mucho. El que lleva cierto tiempo en una 
comunidad, pronto percibe la ingenuidad de tal suposición. Esa 
forma de medir no vale, porque en ese mismo tiempo, otros 
estaban silenciosos. La comunicación es la combinación de la 
palabra y el silencio. El arte de escuchar es tan importante como el 
de hablar.
Por supuesto, cuando uno ha de intervenir, no puede estar 
haciendo juegos de palabras y silencios. Pero si queremos lograr 
un verdadero diálogo. que es el diálogo entrelazado, debemos 
educarnos a combinar las intervenciones con la escucha. 
¿Qué consejos podrían darse para aprender a escuchar'? 
ESCUCHAR/APRENDERLO 
a) Interés. Lo más importante es tener interés por el otro. El 
interés acrecienta la atención y nos ilumina sobre el modo de 
ayudar al otro. El interés por el otro es una actitud profundamente 
cristiana, porque significa amor. 
b) Actividad interior. A veces se ven personas que después que 
han hablado, se quedan tranquilas y pasivas, en espera de su 
próxima intervención. La escucha jamás es pasiva; requiere tanta o 
más actividad interior que la intervención. Esa escucha activa que 
se pone en la situación del compañero, oye más que lo que dicen 
sus palabras; entiende lo que hay debajo de ellas, y está en 
condiciones de ayudarle más eficazmente. 
Las personas que están pasivas durante las intervenciones de los 
demás no saben lo que es atención, diálogo, comunicación y 
ayuda. 
Recordemos además que en la escucha no basta estar activo, 
sino que hay que parecerlo, porque la postura de escucha 
estimula al comunicante, mientras que la distracción, o su simple 
apariencia, le desanima. 
No cabe duda de que a menudo las reuniones comunitarias 
pierden efectividad por falta de escucha; por no atender a las 
palabras, a su contexto y a lo que, quizás sin acierto expresivo, se 
nos quiere comunicar. Algunas personas suelen tomar breves 
notas durante las intervenciones de los compañeros, para poder 
hablar luego con mayor acierto. 
c) Buena percepción. Antes de responder al que ha hablado, es 
preciso tratar de percibir bien lo que ha dicho y lo que ha querido 
decir, sobre todo en las comunicaciones profundas. Muchas 
pérdidas de tiempo y hasta consejos desacertados proceden de 
las falsas percepciones, que obligan a la vuelta atrás, para dar 
nuevas explicaciones o hacer rectificaciones. 
d) Ayuda creativa. En las intervenciones de un compañero, a 
veces en medio, cuando no sabe seguir, pero sobre todo al final, 
podemos ayudarle mucho con el reflejo de lo que dice, las 
preguntas no curiosas y las sugerencias pensadas. Pero todas 
estas intervenciones pertenecen al campo de la escucha, por lo 
cual han de ser necesariamente breves. Se trata, ante todo, de 
ayudarle a clarificarse él mismo, con lo cual se explicará con mayor 
claridad. Los compañeros, y sus intervenciones, debieran ser 
como espejos, ante los cuales el interesado se aclara y se 
comprende a sí mismo; o como parteras, con cuya ayuda da a luz 
mejor y más fácilmente su propia comprensión y animación. 
Una comunidad avanza rápidamente en todos los sentidos, 
cuando sus componentes se esfuerzan en el arte de la escucha y 
de las intervenciones correctas. 

14. El arte de intervenir 
También la buena intervención es un arte, que requiere cuidado y 
aprendizaje. 
Alguno dirá: «Con tantas precauciones, ¿dónde queda la 
espontaneidad?». El que haga esta pregunta debe descubrir que 
espontaneidad no es igual a espontaneísmo. Si la palabra humana 
es siempre compromiso con el prójimo, lo es sobre todo en las 
reuniones comunitarias, por lo cual exige el dominio de lo 
espontaneísta. para decirle al otro lo que se le quiere decir y lo 
que se le debe decir; o sea, lo que se adecúa a sus necesidades y 
lo que le puede ayudar.
Volviendo a las intervenciones, distingamos dos clases entre ellas: 
aquellas en las que el sujeto habla de sí mismo, aquellas en las 
que habla a otros.

* Sobre si mismo. Cuando una persona ha de hablar sobre si 
misma, debe explicarse de forma seguida durante cierto tiempo. 
En este caso la preocupación no reside en lo que pueda valer 
para los demás, sino en la sinceridad y la claridad. Es interesante 
adquirir el hábito de ir al grano, sin rodeos. 

* A otra persona. En este caso se trata de las intervenciones que 
tiene el grupo, después de la exposición de una persona, para 
ayudarle. Es sobre todo en estas intervenciones donde se ha de 
poner mayor cuidado. Por eso han de ir precedidas de las tres 
notas señaladas en el número anterior: interés, actividad interior, 
buena percepción. Sólo cuando se ha hecho este esfuerzo se 
logra realizar la cuarta nota -ayuda creativa- a la que se van a 
referir las sugerencias siguientes. 
a) ¿Lo mejor es empezar a preguntar o es preferible empezar por 
alguna intervención de reflejo, que dé lugar a nuevas 
aclaraciones? Ordinariamente es mejor empezar por el reflejo.
b) También parece claro que lo mejor no es empezar por la 
sugerencia o el consejo. Ese puede ser el final de un diálogo 
creativo en el que el sujeto se aclara a sí mismo. Y si el consejo se 
lo da él, mejor que mejor, aunque no siempre es fácil que esto 
ocurra. 
c) Una cosa que se debe evitar es buscar cualquier punto, por 
secundario que sea, para romper un silencio embarazoso. 
d) Al contrario, se ha de apuntar, desde el primer momento, a la o 
las cuestiones centrales, y el moderador debe reencauzar el 
diálogo hacia ellas, cuando alguna intervención lo desvíe.
Una técnica para recoger el o los puntos centrales, consiste en 
que cada miembro del grupo exprese en una sola palabra lo 
principal de la comunicación del compañero. A partir de ahí se 
elige, con ayuda del interesado, el punto más adecuado, y se inicia 
el diálogo entrelazado. 
e) Sólo desde una clarificación de la realidad del otro, se le puede 
sugerir o exigir algo acertado. 
Hay personas que facilitan mucho este trabajo, porque ellas 
mismas dicen dónde están los puntos centrales y hasta enfocan la 
solución. Otras no presentan su realidad tan claramente, por lo 
cual es necesario ayudarles con tanteos. 
El arte de entrelazar eficazmente la escucha y las intervenciones 
se va adquiriendo poco a poco con la práctica de la vida grupal. 
Algunos ejercicios de dinámica de grupos y la designación de 
buenos moderadores ayudan mucho a los grupos en este camino. 


15. El secreto 
La comunicación de la propia intimidad no se hace a los cuatro 
vientos; se hace solamente en ámbitos que inspiren confianza. Lo 
cual ocurre cuando, además de la amistad, la acogida y la atención 
activa, existe en el grupo garantía total de secreto absoluto. La 
falta de secreto destruye la comunicación. 
Contar a personas ajenas la comunicación personal de un 
miembro de la pequeña comunidad es una falta grave, a la que el 
grupo ha de hacer frente, con severidad. El infractor ha de pedir 
perdón al grupo y al interesado, y aceptar una sanción: aceptarla 
con gusto, como medio de rehabilitación y corrección. 


D. CUARTA PARTE:
AYUDA MUTUA Y AFRONTAMIENTO

16. Armonizar los opuestos 
ORGANIZACION/NEDA INSTITUCION/CARISMA: En las 
comunidades pequeñas, suele haber personas recelosas de todo 
lo que suene a organización, estructura y disciplina. No pocas 
veces suelen oponer a estas exigencias el amor como valor 
supremo del evangelio, de la Iglesia y de las comunidades. 
No será fácil convencer a tales interlocutores, si llevamos la 
discusión a su terreno y jugamos al juego de las oposiciones. 
¿Quién duda de que el amor es mucho más importante que 
cualquier organización o normativa en las comunidades cristianas, 
pequeñas y grandes? 
El camino quedará más expedito, si en vez de oponer, tratamos de 
armonizar esos valores. ¿Se atrevería alguien a defender que el 
plato es mas necesario que la comida que se pone en él? Pero 
hasta el más receloso de los humanos verá con claridad que 
ordinariamente la comida se deposita en un plato o una taza, y que 
incluso el bocadillo tiene una especie de plato o recipiente, 
formado por el pan que envuelve y sostiene otros alimentos. 
En este apartado unimos el amor y la organización, en un intento 
de armonizar lo que no debiera separarse, menos aún oponerse. 
El amor se mira desde la óptica de la ayuda y la exigencia, que 
desciende a puntos bien reales y concretos; la organización se 
aborda bajo el titulo de buen funcionamiento. 
Pero antes de estudiar esos puntos, no estará de más que 
tratemos de comprender las razones de quienes suelen 
protagonizar, con la mejor voluntad, la oposición a las normas y 
estructuras. ¿A qué se debe la actitud de estas personas? 
No es fácil saberlo con exactitud. En algunos casos, puede ser 
una cuestión temperamental, que los lleva a confundir la 
espontaneidad con la ausencia de reglas de juego. Otras veces, 
un cierto espíritu anarcoide puede recubrirse de apariencias 
evangélicas, con el argumento de que Jesús no puso reglas en el 
evangelio, o con la apelación a Francisco de Asís y otros santos 
que vivieron solamente de lo carismático, aunque se exagere ese 
solamente. 
Quizás más al fondo esté la realidad de una sociedad muy 
estructurada, que nos hace andar todo el día a ritmo de horarios 
escrupulosos. Al llegar a la comunidad, sentimos la paz del hogar, 
se nos relaja la tensión de las horas de trabajo, y deseamos no 
vernos envueltos nuevamente en las redes de una ordenación 
precisa. 
En los grupos juveniles esta actitud se advierte en el rechazo de 
las fichas de reflexión que les recuerdan los deberes escolares. 
No deja de tener una parte grande de verdad esta objeción. Y sin 
embargo, hace falta un mínimo de organización y disciplina, no 
sólo para poder funcionar, sino también para dar a las 
comunidades la solidez y continuidad deseada por todos. 
Quizás el reto consista en esta síntesis: lograr que la 
organización, lejos de ahogar el encuentro y la espontaneidad, sea 
la garantía de esos valores, sin descuidar el ritmo del buen 
funcionamiento. 

17. Ayuda mutua 
Esta es la nota que más destacan los Hechos de los Apóstoles al 
referirse a la comunidad de Jerusalén, como se ve por los datos 
siguientes.
Hay dos descripciones de esa comunidad, una en 2,42-47 y otra 
en 4, 32-35. En la primera de ellas se mencionan estas cuatro 
notas fundamentales: Palabra de Dios (= enseñanza de los 
apóstoles) comunión fraterna o ayuda mutua, eucaristía, oración 
en común. Pues bien, en la segunda descripción solamente se 
menciona la comunión fraterna o ayuda mutua y ninguna de las 
otras tres notas. 
Además, en la primera versión, después de citar esas cuatro 
notas (v.42), se insiste en dos versículos en ese mismo punto 
(44-45). 
Ambas descripciones siguen a sendas bajadas del Espíritu Santo, 
lo que nos indica a su vez dos cosas más. 
* Que la comunidad cristiana es fruto del Espíritu Santo. 
(Comunidad es mucho más que una asamblea de culto o una 
reunión de amigos). 
* Y en ella el mayor signo del Espíritu Santo es la ayuda mutua. 
El Espíritu de Jesús es, además de espiritual, algo muy concreto y 
material. Provoca, junto con la comunicación, hechos reales de 
servicio y ayuda. En la primera carta de Juan se nos dice los 
siguiente: Si una persona tiene medios materiales y, viendo a su 
hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a 
estar en ella el amor de Dios? No amemos de palabra y, de 
boquilla, sino con obras y de verdad. (3,17-181. 
AYUDA-MUTUA/REVISION: Una de las formas prácticas de crecer 
en ayuda mutua es la revisión frecuente de este punto. En ella lo 
mejor es no andarse por las ramas y hacerse preguntas directas, 
como éstas: ¿Qué ayudas he prestado esta semana, este mes a 
las personas de mi grupo? ,Cuántas? ¿Cuánto tiempo me han 
llevado? ¿Les he ayudado en lo que me gusta o en lo que ellas 
pedían y necesitaban? ¿He creído que hacía algo extraordinario al 
prestar tales ayudas? En la última revisión ¿qué ayudas había 
prestado? ¿Ha habido progreso? ¿Qué omisiones reales he 
tenido? ¿Con los mismos de siempre? Etc. 
No hace falta discurrir mucho para ver las ayudas que se pueden 
prestar. En las comunidades hay parados; estudiantes que no 
entienden una asignatura; viudas que no pueden salir los 
domingos; familias atadas por uno o más ancianos y enfermos; una 
pareja de jóvenes que han dejado de salir juntos y están mal; 
personas que sufren por timidez, poca cultura, desaliento, soledad, 
mal entendimiento matrimonial, soltería forzada, suspensos de un 
hijo, otro enfermo o torcido, dificultades económicas, fallecimiento 
de un ser querido, mal entendimiento con un compañero de 
comunidad, etc. 
Algunas personas que a menudo se enteran tarde de los 
problemas, suelen exclamar ingenuamente: «Pues no me habla 
enterado». Abrir los ojos es la primera operación para prestar 
ayudas. Pero aún antes de abrir los ojos, hace falta interés. 
Generalmente vemos mejor aquello que nos interesa, aquello que 
buscamos o aquel a quien amamos. 

18. La exigencia 
La ayuda mutua suele caer bien a todos, aunque luego se realice 
a medias. En cambio, la exigencia tiene mala prensa. Y no dejan 
de utilizarse argumentos falsos -por ejemplo, somos adultos- para 
librarse de ella.
La verdad es muy otra. La verdad es que, cuanto más adultos 
somos, más nos libramos del miedo a la exigencia, más nos la 
imponemos a nosotros mismos, más la deseamos de los demás, 
por lograr mayor transformación, mayor crecimiento personal. Lo 
cual no quiere decir que no duela sobre todo en ciertas ocasiones. 

La exigencia es una consecuencia del amor. Al que mucho 
amamos, mucho exigimos. Por lo tanto, al que exigimos poco es 
que le queremos poco, a menos que lo hayamos dejado por 
imposible. Pero aun en este caso ¿quién da ese veredicto de 
imposible: el yo que ama o el yo que quiere quedarse en paz? 
Por supuesto, la exigencia que no nace del amor no vale para 
nada en una comunidad. Pues sólo el amor engendra amor, y la 
falta de amor nunca construye la comunidad, sino que la destruye. 
¡Qué diferente modo de exigir, cuando amamos a una persona! Y 
¡qué diferente modo de aceptar una exigencia, cuando uno se 
siente amado!. 
La exigencia exige doble cuidado: 
El primero consiste en evitar aquello que es mala exigencia o falsa 
exigencia; dígase, por ejemplo, la bronca, el enfado, la amenaza, la 
imposición, la ofensa, etc. 
El segundo proviene de una buena comprensión de lo que es 
exigencia. 
He aquí seis puntos para lograr una exigencia correcta y eficaz. 

a) Hacerle ver con claridad al compañero su problema y su fallo, 
aunque le resulte doloroso: lograr que vea. 
b) Decirle la verdad sin tapujos, aunque con delicadeza y en el 
momento oportuno.
e) Proponerle medios concretos para corregirse y ayudarle a 
ponerlos en práctica.
d) Recordarle después todo lo anterior, preguntarle por ello, volver 
a plantearle las cues- tiones. 
e) Conducirle a tomar decisiones concretas y eficaces. 
f) Cuando se le vean esfuerzos reales, alabarle, sin paternalismos 
ni ñoñeces, pero alabarle abiertamente, y agradecerle su 
testimonio. 

Es una suerte poder pertenecer a una comunidad donde se 
practique esta ayuda y exigencia mutua. Es un gran favor que nos 
hace Jesús. Te doy gracias, Señor, con todo mi corazón, con toda 
mi alma. Estoy dispuesto a ir más lejos, con estos compañeros y 
contigo. 

19. Buena organización, buen funcionamiento 
No hace falta repetir que el buen funcionamiento no es nunca la 
base ni el alma de la comunidad. Los cimientos y el tejados las 
columnas y las paredes maestras del edificio comunitario tienen 
nombres conocidos y muy queridos: Jesús y su Espíritu. 
Por eso, las comunidades que pongan su esperanza en la 
organización y el buen funcionamiento, construirán quizás un buen 
club, simpático y hasta estimulante, pero no levantarán una 
comunidad. 
Ahora bien: dicho esto, hemos de añadir que, aunque no sea 
cimiento ni tejado ni pared maestra, el buen funcionamiento es 
imprescindible. Sólo con organización y disciplina se hace efectiva 
la práctica frecuente de la oración, los sacramentos y la lectura 
espiritual; la militancia continuada y combativa; la continuidad y 
eficacia de las reuniones comunitarias, los planes de formación y 
tantos otros puntos de la vida comunitaria. 
Las pequeñas comunidades necesitan una dirección cálida y 
fuerte, que tenga autoridad reconocida y ejercida; una buena 
distribución de los actos; el funcionamiento fluido que brota de la 
puntualidad, la asistencia y la preparación concienzuda de las 
reuniones y las celebraciones, etc. 
La experiencia de muchos años suele enseñar, a veces con duras 
lecciones, que las flojeras en cuestiones de organización y 
funcionamiento conducen inexorablemente, después de los 
primeros meses de euforia comunitaria, a la quiebra del grupo y al 
desaliento de sus componentes, sobre todo de los más 
empeñados y sacrificados en la tarea de construir la comunidad.
Es posible que esta lección de la experiencia no sea atendida por 
algunos. Quede aquí el aviso, dado con tanta seriedad como 
afecto, con la esperanza de que los incrédulos aprendan por si 
mismos esta importante lección, antes que el grupo haya recorrido 
el camino del desgaste hasta el limite del deterioro sin retorno. 

20. Afrontamiento 
CONVIVENCIA/ROCES ROCES/CONVIVENCIA 
CORRECCION-FRATERNA C/AFRONTAMIENTO 
AFRONTAMIENTO/QUE-ES:
La convivencia humana no es cosa de ángeles, que emiten 
acordes musicales cuando se rozan las alas. Nosotros, cuando 
tenemos roces, nos hacemos daño. Y tener roces es la cosa mas 
fácil del mundo entre personas que se relacionan mucho, incluso 
en comunidades cuyos miembros no conviven en la misma casa, 
como son la mayoría de las comunidades laicales. 
Es bueno adquirir delicadeza y aguante, ambas virtudes, para 
evitar en lo posible los roces y sus efectos. Pero no es un mal tan 
grande el que haya algunos roces, cuando aprendemos a 
afrontarlos; incluso podemos salir ganando. 
Acabamos de utilizar una palabra importante: Afrontarlos. ¿Qué es 
afrontar? Esta palabra viene de frente y significa dar la frente, dar 
la cara, hacer frente a los problemas, a las dificultades, y en 
general a toda la realidad. 
¿Cómo se hace el afrontamiento? Con el diálogo directo y amable, 
en el que no se va precisamente a exigir nada, sino a plantear la 
cuestión. 
¿Qué puntos requieren afrontamiento? Cualquiera de ellos, todos 
los puntos de interés. Podemos y debemos afrontar una ofensa 
recibida o hecha, una indelicadeza, una falta de un compañero, un 
problema, una incoherencia, un defecto, el incumplimiento de un 
compromiso, un roce, una tensión, una diferencia ideológica, unas 
palabras incorrectas, un distanciamiento.

21. Valor del afrontamiento 
El afrontamiento es un gesto comunitario de primera magnitud. 
Supone valentía, amor, verdad, comunicación. Pero resulta 
costoso, porque el cara a cara es difícil. 
El NT alaba la libertad de palabra como un gran signo evangélico. 
Hagamos una comunidad donde la libertad de palabra sea posible 
y menos costosa. 
La sociedad no nos invita al afrontamiento, sino a la murmuración 
por detrás, la hipocresía y la venganza. El afrontamiento va contra 
corriente. En la misma Iglesia se evita a veces el afrontamiento, 
con la falsa excusa del amor y la delicadeza, mientras se cuchichea 
del ausente o se le acusa ante el superior de turno. 
Aunque está escrito para otro contexto, merece tomarse en 
consideración el espíritu de Mt 18, 15-17. Viene a decirnos, en 
resumen, que sólo después de haber intentado la solución de la 
tensión o de la falta, pueden darse pasos más fuertes, con lo cual, 
además de invitarnos al afrontamiento, descarta la murmuración y 
el ataque por detrás. La acusación ante la autoridad, cuando sea 
necesaria, debe ser el último paso. 
Jesús practicaba lo que enseñaba. En los evangelios lo vemos a 
menudo afrontar directamente los problemas y fallos de sus 
discípulos, y también los de sus enemigos, con tanto amor como 
claridad, a veces en lenguaje rotundo no exento de dureza. El 
dulce Jesús fue un afrontador sincero y directo. De esa forma 
denunciaba la hipocresía y anunciaba un nuevo tipo de 
relaciones.
Sigamos sus pasos, con amor. Donde hay amor, está Dios. Donde 
no hay amor...

22. Un nuevo tipo de relaciones 
Jesús ha venido a traer un nuevo tipo de relaciones. Al llamarnos 
a la fe, nos transmite el encargo de realizarlas en nuestra propia 
vida y extenderlas por toda la sociedad. 
El afrontamiento cristiano ocupa un lugar privilegiado en este 
nuevo estilo de Jesús, que supone una revolución radical de las 
relaciones interpersonales y sociales. Las pequeñas comunidades 
han de ser zonas liberadas de Jesús. Con El construiremos las 
mejores comunidades posibles y levantaremos poco a poco un 
nuevo concepto de sociedad. 
Pero hemos de pedir con fe e insistencia la gracia de Dios, porque 
estas nuevas relaciones de Jesús exigen una fuerte y continua 
conversión. 

23. Utopía para un nuevo tipo de relaciones 

Dentro de la comunidad. C/RELACIONES 
RELACIONES-HUMANAS
Relaciones basadas en la verdad: decir SI, decir NO; no basarse 
en suposiciones, sino en datos. 
Relaciones de afrontamiento: plantear los problemas cara a cara.
Relaciones de amabilidad: cara a cara, pero con amor. 
Relaciones de libertad: comunidades donde reine la libertad de 
palabra.
Relaciones de desbloqueo: no guardar las cosas, porque nos 
revientan, nos cierran al prójimo y, cuando explotan, le hacen 
daño. 
Relaciones de esperanza: no perder nunca la esperanza en el 
otro, no encasillarle, no desistir de lograr amistad con él. 
Relaciones de amor recio: ayuda y exigencia mutua.

Fuera de la comunidad.
Donde reina la competencia desleal, nosotros anunciamos la 
lealtad.
Donde reina el afán de ponerse encima de los demás, nosotros 
anunciamos la igualdad.
Donde manda el afán de ser servido, nosotros anunciamos el 
servicio.
Donde reina el ansia de figurar, nosotros anunciamos modestia y 
humildad.
Donde reina la distancia y la dificultad, nosotros queremos ser 
asequibles y anunciárselo a todos. 
Donde cuesta pedir favores, queremos ser fáciles para quien 
acuda a nosotros.
Donde impera la explotación, nosotros anunciamos la solidaridad y 
la lucha contra la Injusticia. 
Donde reina el pasotismo y la inhibición, nosotros anunciamos el 
compromiso, el mojarse y complicarse la vida. 
Donde reina la preocupación de ser listo a costa del prójimo, 
nosotros queremos ser tontos y lo anunciamos a los cuatro 
vientos. 


GUÍAS DE PROFUNDIZACIÓN

GUÍA N.º 1 

A. Grupos pequeños 
Comentar el N.° 23 de la catequesis. 
De esos puntos programáticos, ¿cuáles practico y cuáles no? 
Si practicáramos la mitad de ellos, nuestra vida cambiaría 
radicalmente. 

B. Oración comunitaria 
Con /Mt/23/01-12. 

Explicación del pasaje 
Cuando se escribió esta página, los cristianos de Palestina de 
finales del siglo primero estaban enfrentados, en grave conflicto, 
con los judíos. Mantenían relación con ellos y hasta respetaban la 
autoridad de los fariseos que, a partir de la destrucción de 
Jerusalén, eran los maestros reconocidos del judaísmo. Pero a la 
vez se veía llegar la ruptura, que trataban de evitar. Todo esto se 
deja traslucir en el texto, y es lo que explica también la hipérbole 
que pueda haber en las acusaciones contra los fariseos. 
A nosotros nos interesa fijarnos en la contraposición marcada en 
el v. 8, que sirve para dibujarnos el rostro de la verdadera iglesia. 

¿Qué es lo que se critica a los fariseos? Que «dicen, pero no 
hacen» (Subrayar estas palabras del v. 3). Que exigen mucho a 
otros, pero ellos ni siquiera tienen voluntad de realizarlo. 
(Subrayar: «lían fardos pesados» y «ellos no quieren», del v. 4). 
Que buscan las miradas de la gente (1) y la honra propia, 
(subrayar: llamar la atención de la gente (5), se ponen cintas 
anchas (5: Era costumbre ponerse en la frente, durante las oraciones, una 
cinta que llevaba escritos algunos versículos de la Biblia. Ellos se las ponían 
más anchas), les encantan los primeros puestos (6) y, que les 
hagan reverencias (7). 
Y ¿cuál es el tipo de Iglesia que nos dibuja el texto a 
continuación? Una Iglesia igualitaria, cristocéntrica, fraternal, 
servicial. En resumen, una iglesia comunitaria. 
- Igualitaria. Fuera los honores mundanos, los títulos y las 
reverencias. Lo cual no es negar la organización jerárquica de la 
Iglesia. Pero básicamente somos todos iguales. Subrayar: No os 
dejéis llamar «señor mío» (8), no os llamaréis «padre» (8), 
tampoco dejaréis que os llamen «directores». Estas órdenes van 
dirigidas a todos los que en la Iglesia y sus comunidades ocupan 
puestos de responsabilidad. 
- Cristocéntrica. Nuestro único maestro y señor es Jesús, el Cristo 
o Mesías. El es el centro, el jefe. Los demás no son tales, sino 
servidores. Subrayar: nuestro maestro es uno solo (8), nuestro 
Padre es uno solo (9), nuestro director es uno solo (10).
- Fraternal. Somos iguales en lo fundamental y somos todos 
hermanos, no padres e hijos. Subrayar: vosotros todos sois 
hermanos (8). 
- Servicial. «El más grande de vosotros será servidor vuestro» 
(11). Subrayar toda la frase, que va dirigida a todos los 
responsables eclesiales. No manda solamente que todo lo que 
hagan esté al servicio de sus hermanos ­lo cual no sería poco­ 
sino además que hagan actos de servicio humilde. 

Son cuatro rasgos impresionantes: cuatro rasgos que debe tener 
toda la Iglesia, desde las pequeñas comunidades, hasta las 
parroquias, las curias diocesanas y la Curia de Roma, así como 
sus responsables. Pero esto hemos de empezar a realizarlo en 
nuestra propia comunidad. Para ello necesitamos todos, sin 
excepciones mucha humildad, como pide el v. 12, que debemos 
subrayarlo también entero. El encumbramiento que Jesús nos 
promete no es social, sino espiritual: la gracia y la salvación de 
Dios. 

Para orar, piensa en ti mismo. La transformación de la Iglesia 
empieza por tu propia transformación. Imagínate aquel ambiente 
de judíos, fariseos y cristianos y métete dentro. Jesús también está 
allá, pero como servidor. Ojalá sientas emulación por ser como El. 
Háblale largamente de esta cuestión personal; o sea de tu servicio 
y humildad, y pídele fuerza, ilusión, para luchar después por una 
Iglesia evangélica, empezando por tu propia comunidad y 
parroquia. 

GUÍA N.° 2 

A. Repaso de la catequesis 
Lectura lenta y reflexiva de los números 1-8, ambos inclusive. 
Lectura de subrayados y notas. Con una breve oración al 
comienzo y al final. 
El siguiente cuestionario tiene como finalidad comprobar el grado 
de asimilación. 
1. Las pequeñas comunidades pueden producir más fácilmente la 
adultez del laicado. El Nº. 3 señala cinco o seis fenómenos de 
adultez, que se dan en las mismas. ¿Cuántos recuerdo yo?
2. El Nº. 4 marca seis pasos que debe dar todo cristiano en su 
marcha hacia la madurez. ¿Cuáles son esos pasos? ¿Cuántos 
recuerdo? 
3. El nombre de iglesia paralela, que se dio en un principio a las 
pequeñas comunidades ¿de qué grupos procedía? ¿Cómo se han 
superado aquellos primeros recelos? 
4. El choque con la realidad. En las pequeñas comunidades, al 
comienzo se suele tener un gran entusiasmo. Después viene el 
choque con la realidad y a veces cierto desencanto. Preguntas 
¿cuáles son esos dos choques y cuáles son los rasgos de cada 
uno de ellos? 

B. Aplicación personal 
Cada uno elige, entre los números 1-8, aquél que más le haya 
llegado internamente. 
Si alguno no sabe cuál elegir, le recomendamos el N." 8. 
Sobre ese número se hace a sí mismo varias preguntas acerca de 
su propia vida, para ver cómo vive esas ideas y qué debe hacer en 
adelante.
Todo ello se hace en oración, tal como indica 0RA/REUNIONES, 
en el Nª. 11, que lleva por título: Oración de aplicación personal. 
Se ora al principio y al final; se repasa el texto y la propia vida con 
la inteligencia, el corazón, la voluntad, etc.

B. Oración 
Con /Mt/20/20-28. Petición de los Zebedeos 

Explicación del pasaje 
Cualquier persona entiende a la primera este pasaje. Frente al 
deseo de honor y poder de los Zebedeos -que utilizan a su madre-, 
Jesús propone una idea que nace de su experiencia personal: 
ponerse al servicio de los demás. El evangelista, tras la muerte de 
Jesús, da un paso más: no sólo ponerse al servicio de los demás, 
sino dar la vida, como hizo El, que la dio por toda la Humanidad. 
Esto es lo esencial del pasaje, más que suficiente para orar y 
pedir una conversión total. Si quiero construir comunidad, éste es 
el camino. Por lo tanto, no sigas leyendo el comentario si esto te 
basta para la oración. Contempla a Jesús, que se hizo siervo de 
sus discípulos y de todas las demás personas, hasta dar la vida. 
Empápate de El. Déjate llenar y transformar por El.
En su composición gramatical, el pasaje es una costura de dos 
partes. La primera termina en el v. 23. Nos muestra que la 
Autoridad del Reino de Dios está en el Padre. Jesús en su vida 
terrena inaugura ese Reino, pero no es el Señor del mismo sino su 
servidor, el siervo por excelencia. De ahí que este pasaje no 
pueda considerarse totalmente pospascual, aunque exponga la 
teología del rescate, porque ni las comunidades primitivas ni la 
teología paulina hubiera dado lugar a un relato que afirma la falta 
de poder de Jesús. La segunda parte empalma o cose esa 
afirmación con el ejemplo de servicio del Señor y sus 
consecuencias para los cristianos. 
El ideal de servicio procedía del Antiguo Testamento. El pueblo 
liberado de Egipto, se pone luego al servicio de Dios y su causa; lo 
cual, lejos de ser una humillación, representa un honor y el mejor 
medio de autorrealización. Jesús realiza ese ideal hasta la plenitud. 
Pero con dos matices importantes: a) El servicio humilde de Jesús 
no le lleva a la supresión de su personalidad, la pasividad y el puro 
aguante, sino que le hace creativo y batallador por el Reino de 
Dios, es decir por los seres humanos (a diferencia de lo que 
ciertos movimientos cristianos deducen de ls 53). Lo cual debe 
aplicarse al compromiso social, al compromiso eclesial y al interior 
de la propia comunidad. b) Ese servicio no es sólo una virtud 
moral, que se adquiere poco a poco tras un esfuerzo pedagógico, 
sino mucho más, es la opción fundamental por el Reino de Dios; y 
en consecuencia, una decisión inmediata, global, básica, única; y 
una decisión en la que, además de la fe, entran la justicia y los 
pobres. El servicio de Jesús es algo más que la sencillez de la 
jerarquía, el servicio a la mesa, el callar ante la injusticia. Y no sólo 
algo más, sino a menudo algo distinto: porque El no callaba ante la 
injusticia. En resumen, frente al Antiguo Testamento, retoques 
sustanciales. 
Y ¿frente a la cultura imperial circundante? No sólo retoques, sino 
ruptura. puesto que cualquier referencia al servicio se rechazaba 
como tarea de esclavos. El texto deja entrever -cuando alude al 
poder político y cuando afirma que el Hijo del Hombre no ha venido 
a ser servido­ que este mensaje de Jesús no es popular y no será 
bien recibido. Así ha ocurrido incluso dentro de la Iglesia, donde el 
ser servido, los honores, los trapos de colores, los poderes 
excesivos y autoritarios han tenido vigencia legalizada durante 
largos siglos. Todavía hoy quedan demasiados restos de todo 
aquello y demasiada concentración de poderes, que no vienen de 
Jesús. 
Pero volvamos los ojos a nuestra propia comunidad y a nuestro 
caso personal. La ambición de los Zebedeos y de su madre -que 
estaban dispuestos a pasar por sufrimientos por obtener los 
primeros puestos- no me harían sonreír, si mirara friamente mi 
interior, donde crecen las mismas yerbas de vanidad, quizás 
orgullo, ambición y ansias de poder. Mirando despacio, quizás 
llegara a descubrir que las pasiones luchan unas contra otras y 
que muchas veces la disposición para el sacrificio procede -como 
en el caso de los dos hermanos- del afán de estar arriba. Muchas 
abnegaciones llamativas habría que filtrar también por el tamiz de 
este pasaje.

Para la oración pueden utilizarle tres vías: a) Contemplación de 
Jesús, servidor humilde y servidor militante, que dio su vida por 
todos. Se autorrealizó desde el polo opuesto: desde la actitud de 
no buscar su realización sino la de otros y la del Reino de Dios. 
Contemplación amorosas hasta quedar impregnado y grávido de 
El. b) Mirada a mi propia persona, a la luz de Jesús y al contraluz 
de los Zebedeos: necesito convertirme desde mis propias raíces. 
e) Fuerte deseo de llevar este espíritu de Jesús, tras mi 
conversión, a la Iglesia y a la sociedad civil. El cambio social 
requiere personas de esta calidad. 

D. Otra oración 
Con Col 3, 12-15, que propone actitudes y virtudes fundamentales 
para la vida comunitaria. 

GUÍA N.° 3 

A. Repaso de la catequesis 
Lectura lenta y reflexiva de los números 9-15 de la catequesis: 
subrayados, notas, meditación, mirada a la propia vida, etc. 
El siguiente cuestionario tiene como única finalidad comprobar mi 
grado de asimilación. 
1. Describir las cuatro hojas o cuadros de la ventana del yo: el 
abierto, el íntimo, el ciego, el desconocido. 
2. En un proceso de madurez ¿cuáles son las hojas que deben 
disminuir y cuáles las que deben crecer? 
3. ¿Qué problemas trae el tener un yo-ciego muy grande? 
4. Jesús fue muy comunitario. ¿Recuerdas alguna frase al 
respecto'? 
5. Grados en la comunicación: primero, hablar de cosas externas; 
¿segundo?; ¿tercero? 
6. ¿Cuáles son las principales dificultades para la verdad y la 
sinceridad y cómo se vencen?
7. Cuatro sugerencias sobre el arte de escuchar. 
8. Cinco sugerencias sobre el arte de intervenir cuando le toca 
hablar a otro. 

B. Aplicación personal 
Elige entre estos números (9-15) el que más te haya llegado o 
más necesites. Y ora con él de igual forma que en la guía anterior. 
Si no se te ocurre ningún número, te recomendamos el 9, con tal 
que decidas aumentar fuertemente tu comunicación y tu 
sinceridad. 

C. Oración 
Con Lc 6, 36-45 

Breves anotaciones
La idea principal para orar con este pasaje en la presente 
catequesis es la siguiente: Empieza por ti mismo. Si quieres formar 
comunidad, empieza por practicar tú el primero los consejos de 
esta catequesis.
Esta idea aparece claramente en estos dos interrogantes: ¿Puede 
un ciego guiar a otro ciego? (39) ¿Cómo sacarás la mota del ojo 
de tu hermano sin quitarte primero la viga del tuyo? (421. 
Subrayarlos. 
La misma advertencia nos da al hablar del árbol bueno y malo. 

D. Otra oración 
Con 1 Co 13, 1-13 

GUÍA N.°4 

A. Repaso de la catequesis 
Lectura de los Nos. 16-23 de la catequesis: con subrayados y 
notas; con mucha meditación. 
Cuestionario para comprobar mi grado de asimilación. 
1. ¿Qué consejo se debe dar a quienes contraponen el amor 
mutuo a la disciplina y organización? 
2. En los Hechos de los Apóstoles hay dos descripciones de la 
comunidad de Jerusalén. Son parecidas pero diferentes. ¿,En qué 
punto se pone la máxima insistencia? 
3. Preguntas concretas que debo hacerme para crecer en ayuda 
mutua. 
4. ¿Qué relación hay entre la exigencia y el amor? 
5. Mala y buena exigencia: señalar signos de la una y de la otra. 
6. Afrontamiento. ¿Qué es? ¿Cómo se hace? ¿Cómo y cuándo lo 
practicaba Jesús? 
7. A ver cuántos puntos de afrontamiento recuerdas para dentro y 
fuera de la comunidad.

B. Aplicación personal 
Elige lo que más te haya llegado de los números 16-23, aunque 
sólo sea un punto 
Haz como en la Guía N." 2 de esta catequesis. 
En estos números hay muchas ideas excelentes para hacer 
oración de aplicación personal: ayuda mutua, exigencia, 
afrontamiento. 

C. Oración 
Con Hch. 2, 42-47 y 4, 32-35 

Comparación de los dos pasajes 
Son dos descripciones de la primera comunidad de Jerusalén. 
Veamos sus semejanzas y diferencias. 
Ambas están precedidas de sendas bajadas del Espíritu Santo: en 
la primera, todo el relato de Pentecostés y las primeras 
conversiones (2, 1-41); en la segunda se nos dicen tres cosas: 
retumbó el lugar. quedaron llenos del Espíritu Santo, anunciaban 
la fe con valentía (4, 31). ¿Qué significa esto? Que la comunidad 
cristiana es fruto del Espíritu Santo; no es el punto de partida (que 
es la conversión), sino el de llagada.
Veamos el primero de los pasajes. El versículo 2,42 señala cuatro 
rasgos de la comunidad cristiana: enseñanza de los apóstoles o 
palabra de Dios; sentido comunitario o amor mutuo; eucaristía; 
oración. El 2,43 habla del impacto que producía aquella comunidad 
en la gente. Y el 2,44 vuelve al segundo de los cuatro rasgos 
anteriores, el amor mutuo, concretado en la ayuda material: 
vendían sus posesiones y lo repartían todo entre ellos. 
Tomemos ahora el segundo relato. Los cuatro rasgos ya no se 
mencionan. En el 4,32 aparece solamente el segundo -amor 
mutuo- referido a la unión de corazones y a los bienes materiales. 
Después se alude de nuevo al impacto de la comunidad entre la 
gente. Y nuevamente, los versículos 4, 34-35, insisten en el amor y 
ayuda mutua. 
Es impresionante esta comparación: resulta que el segundo relato 
ya no menciona ni la Palabra de Dios, ni la eucaristía ni la oración: 
todo queda concentrado en el amor, ayuda y comunicación -hasta 
la igualdad- de los bienes materiales. Por lo tanto, ése es el fruto 
mayor del Espíritu Santo y el punto nuclear de la comunidad. 

D. Otra oración 
Con el N." 23 de la catequesis: ¿Quieres ser tonto con Jesús? 

GUÍA N.° 5 

A. Balance personal del mes 
1. Trabajo personal con esta catequesis. ¿Ha sido muy fuerte, 
fuerte, mediano, bajo? ¿Me he dedicado a preparar las reuniones 
«para pasar» o a meditar y orar despacio? 
2. Efecto de esta catequesis: muy grande, grande, mediano, etc. 
¿Por qué ha sido grande o pequeño? 
3. Mi esfuerzo de conversión, compromiso y sentido comunitario 
durante este mes. ¿Ha sido intenso, escaso? 
4. ¿Cuál es mi situación general, mi estado de ánimo? 

B. Balance de la comunidad 
Ver la marcha de la comunidad. 
El responsable entrega previamente un cuestionario a tal fin. 

C. Oración 
Con /Mt/18/21-35 

Explicación del pasaje 
PERDON/GRATUITO: El cap. 18 del evangelio de Mateo está 
dedicado enteramente a la vida comunitaria y como final del 
capitulo, nos presenta una de las parábolas más impresionantes 
del evangelio. Todo en ella es enorme y desproporcionado. 
Primero, las dos deudas: una es inmensa, «diez mil talentos», dice 
el original, unos 60 millones de pesetas oro; la otra es ínfima, «cien 
denarios o sea unas cien pesetas. Segundo, las dos reacciones: 
en el primer caso. el acreedor es generoso al máximo, perdona 
toda la deuda sin que el deudor se lo pida, con un gesto 
inesperado de compasión; en el segundo, no hay perdón, sino 
violencia (le agarra por el cuello) y cárcel.
Los compañeros del siervo sin entrañas «quedaron 
consternados». Estas palabras quizás reflejan la tristeza de 
aquellas comunidades palestinas, cruzadas por conflictos; pero 
expresan igualmente el realismo ante cualquier comunidad, donde, 
después de poner la máxima ilusión y esperanza, se dan, sin 
embargo, los conflictos y las faltas de perdón. 
¿Qué significa esta parábola'? ¿Cuál es su mensaje, su idea 
central? La más espontánea y frecuente es la siguiente: Si yo no 
perdono, Dios no perdona. ¿No lo dice claramente la última frase 
(v. 35)? Pero esa interpretación es parcial y por lo tanto falsa. La 
ultima frase hay que entenderla dentro del conjunto. La 
interpretación verdadera es la siguiente: Dios nos ha perdonado 
mucho, muchísimo, a todos, a cada uno, sin pedírselo nosotros, sin 
condiciones. En consecuencia, nosotros debemos perdonar a 
nuestros hermanos sin limites, sin condiciones, siempre, puesto 
que sus deudas hacia nosotros son muchísimo menores. Dicho de 
otra manera: el perdón a los hermanos no es la condición para que 
Dios nos perdone, como dice la primera interpretación, sino la 
consecuencia del perdón de Dios a nosotros, que ha sido previo, 
incondicional e ilimitado. El v. 33 lo expresa muy bien: «¿No era tu 
deber tener compasión de tu compañero, como yo la tengo de ti 
(previamente)'? Después de esto, si nosotros no perdonamos, no 
nos vale ese perdón previo de Dios, porque nuestra falta de 
compasión significa que no hemos aceptado ese perdón suyo, ni 
nos hemos transformado, ni hemos adquirido entrañas de 
misericordia como las de El. 
En la pregunta inicial (v.21), Pedro se ha situado en un plan 
casuístico y legalista, como los rabinos judíos, y cree que se ha 
acercado mucho a Jesús al hablar de siete perdones (v. 21), 
porque los rabinos proponían cuatro como cifra máxima. Jesús 
rompe sus esquemas y los nuestros; nos saca de nuestra 
mentalidad, nos pone frente a Dios, y nos dice a todos y a cada 
uno: «El Padre te ha perdonado mucho, todo; te ha traído a mi 
comunidad y te ha dado vida nueva. Tú perdona de la misma 
manera, que es mucho menos lo que te deben». La parábola nos 
desvela el verdadero rostro de Dios, que sólo sabe perdonar y 
amar, y entroniza el perdón como base de la comunidad y de 
cualquier convivencia, junto con el apoyo al débil, la comprensión, 
la misericordia, la acogida y la humildad, que han salido en el 
capitulo. 
Subrayar «siete veces, no; setenta y siete», que quiere decir 
siempre (v. 22); «no tenía con qué pagar» (v. 25); «el Señor tuvo 
lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la 
deuda», (v. 27~; «lo agarró por el cuello» (v. 281; «lo metió en la 
cárcel hasta que pagara lo que debía» (v. 301; «sus compañeros 
quedaron consternados» (v. 31), «¿No era tu deber tener también 
compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?. 

Para orar, imagínate que el Padre está ante ti, acompañado de 
Jesús. Tú le preguntas a éste: ¿Cuántas veces debo perdonar?, y 
te ves legalista, estricto para los demás. Jesús te muestra a su 
Padre, te enseña su corazón, y te pregunta: ¿Cuántas veces te ha 
perdonado mi Padre a ti? Con eso entras en lo profundo. Te miras 
a ti mismo, rácano y cuadriculado, quizá vengativo. Le miras luego 
al Padre mucho tiempo, para descubrir y experimentar sus 
entrañas de misericordia. Gracias a ellas eres lo que eres y estás 
donde estás. Déjate empapar suavemente por su amor, sin pensar 
ahora en consecuencias prácticas; éstas saldrán solas, después. 
Goza largo rato del amor de Dios. Estáte en esto todo el tiempo 
que puedas, sin prisas por pasar a otra cosa. Si no tienes tiempo 
hoy, otro día continúas, y te miras a ti mismo en el espejo del 
Padre. Ora con mucho calor. Para acabar, pídele a Jesús ser como 
el Padre, y como él. 

D. Otra oración 
Con el N." 21 de la catequesis. 

PATXI-LOIDI
CONSTRUIR LACOMUNIDAD
Cuadernos FE Y JUSTICIA 10
Ediciones EGA. Bilbao-1987